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BIBLIOTECA DE AUTORES URUGUAYOS
PALMAS Y OMBÚES
POESÍAS
DE
Alejandro Magariños Cervantes
(Miembro coircspondientc de la R. Academia Españole)
SEGUNDA SERIE
( EDICIÓN REVISADA , CORREGIDA T ANOTADA POR EL AUTOR )
MONTEVIDEO
IMPRENTA ELZEVIRIANA, DE C. BECCHI
97 — Cerro — 97
1888
... - -^
V ■ i;
£1 autor se reserva sus derechos de propiedad ,
y está dispuesto á ejercitarlos contra el que reim-
prima cualquiera de las obras que le pertenecen,
sin su permiso.
AL QUE LEA.
En cumplimiento de la palabra empeñada, siguiendo el orden y
el mismo plan adoptado en la primera serie de Palmas y Ombúes,
enviamos hoy á la imprenta los originales que hemos podido
proporcionarnos, pertenecientes á la segunda serie de la colec-
ción, que tuvimos que dividir en dos tomos por las razones con-
signadas en las páginas 229-230 del anterior volumen.
Pedimos disculpa por la tardanza á los suscritores, y damos
las más espresivas gracias á los que en la prensa y fuera de ella,
de éste y del otro lado del Atlántico, nos han dispensado el
honor de ocuparse de nuestro último libro con benevolencia al
autor é interés por las letras uruguayas, que mucho les agrade-
cemos.
Sin insistir sobre lo que ya hemos dicho á propósito de comen-
tarios y glosas en el tomo primero (pág. 298), sin perjuicio de
intercalar oportunamente en el cuerpo del volumen algunos pá-
rrafos de otros poetas y escritores de nota, entresacamos de los
diversos artículos que se han publicado, y damos cabida, por
ser escritores extranjeros, al frente de esta segunda serie, á los
que pertenecen á don Francisco Gomes de Amorin, ilustre poe-
ta y literato lusitano; al distinguido escritor ibero, doctor don
Daniel Granada, versado como pocos en las letras españolas y
americanas, ex-catedrático de literatura en el Ateneo del Uru-
guay, y al reputado publicista don José A. Rocha Gallo, ex-re-
dactor en jefe de A Patria, órgano de la numerosa población
AL aUE LEA
brasilera en esta República ; espíritu elevado y generoso como el
doctor Granada, alma y corazón de fuego como Gomes de
Amorin.
Prescindiendo de lo que nos es personal, en esos artículos en-
contrará el lector algunas observaciones y noticias interesantes
para la historia literaria, la marcha y el progreso de las ideas en
esta región de América.
Séanos permitido, pues, recordar por conclusión un incidente
entre periodistas uruguayos y peninsulares, ocurrido en Monte-
video á fines de 1885.
Interpelado por don Jacinto Albístur, el veterano redactor
de El SiglOy que en la defensa de las instituciones ha conquis-
tado títulos al aprecio de los hijos de esta tierra, con motivo
de una polémica en que se negaba á los extranjeros el derecho
de escribir sobre política en la prensa militante, si querían
conservar sus inmunidades, le envié como la mejor respuesta
tres cartas 'que acababa de recibir de España.
Entre otros periódicos, las reprodujo una importante Revista
platina, precedidas de algunas consideraciones que tienen estre-
cha atingencia con el tópico que dejamos indicado.
«Aunque publicadas ya por algunas hojas diarias, paréceme
bien reproducir en estas páginas de los Anales del Ateneo
del Uruguay y las tres honoríficas cartas que sigiíen, dirigidas
por tres eminencias de la literatura española contemporánea, al
decano afamado de las letras uruguayas. Perdidas en el fá-
rrago inmenso de cosas malas y buenas, serias y fútiles, ne-
cias y sensatas, que tienen cabida en la confección de un
periódico cotidiano, pronto serían olvidadas y perdidas qui-
zás para la gloria del Parnaso nacional. Porque refluye verda-
deramente en honra y prez de la literatura oriental, el que un
bardo uruguayo reciba de jueces tan competentes tan lisonje-
ros como merecidos elogios. Y será también una satisfacción
para nuestro ilustrado colaborador el Dr. D. Luis Melian La-
finur, que tan discretamente opinó en estos Anales acerca
del libro Palmas y Ombúes, el ver, por así decir, ratificados
sus elogios por escritores de universal renombre cuales son
los señores Antonio Cánovas del Castillo, Gaspar Nuñez de
Arce y Emilio Castelar.
AL aUE LEA
Y bueno es, además, que el futuro historiador de este pe-
ríodo de la literatura uruguaya, halle á la mano, en un pe-
riódico de la naturaleza del presente, aquellos documentos
que puedan servirle de luz para el esclarecimiento de su te-
ma. Ni á nadie, que no sea profano en las letras puede ocul-
társele la importancia que en dicha historia tiene el cantor
de las Brisas del Plata, que recorrió tanto y tan dilatado
trecho del campo de las Musas, y en la poesía lírica como
en la dramática, en la oratoria parlamentaria como en la fo-
rense, en la novela como en la crítica histórica, dejó huellas
indelebles de su paso. Admirado ó discutido, con arreglo á
los cánones del buen gusto generalmente, y otras veces al
través de los lentes empañados de las pasiones políticas, su
talento es, sin embargo, reconocido de todos; y no es indi-
ferente para nadie el que á ese talento se rinda un testimonio
tan elocuente como autorizado, cual lo es, sin duda alguna, el
de las tres cartas cuya reproducción creemos está suficiente-
mente justificada. — Luis D, Desteffanis^,
Los que opinen de otro modo, pueden correr algunas ho-
jas y pasar por alto los artículos y las notas.
Si por circunstancias independientes de nuestra voluntad se
dilatara demasiado la impresión del tomo completo, lo dividire-
mos en dos entregas encuadernadas, sin aumento de precio para
los Sres. suscritores, en el importe del tomo, sea cual fuere el
número de páginas de cada una.
Y como en el pecado, aunque cometido por fuerza mayor, lle-
varemos la penitencia, según la intencionada frase de un inge-
nioso colega, séanos permitido por conclusión reproducir al-
gunas líneas consagradas á los reincidentes en esta clase de de-
litos literarios por uno de los primeros Diarios de Buenos Aires.
Si son exactas nuestras noticias, el autor de ellas cojea del
mismo pié, y es evidente que no debe ser mal sastre el que
tan bien conoce el paño.
8 AL Q.UE LEA
^En estos tiempos de positivismo mercantil, es obra digna
de admiración y aplauso la obra de nuestros poetas, pues ellos,
sin aliciente de ningún género, por impulso propio, conservan
el fuego sacro en el templo de Apolo ; ó por mejor decir, cui-
dan de que no se marchite el frondoso laurel del Parnaso uru-
guayo.
j Noble tarea, y cuan pocos perseveran en ella I
Algo superior á todo cálculo arrastra al poeta inspirado y le
obliga á entonar las estrofas que bullen en su mente. Algo supe-
rior á todo cálculo, porque entre nosotros la poesía no da para
vivir, y apenas sí con ella se consigue un aplauso que en breve
apagan otras preocupaciones más prosaicas.
Reincindir^ pues, en la publicación de libros poéticos, acu-
sa en quien lo hace, no sólo fuerza de voluntad, sino vocación
incontrastable.
Es la llamarada que arde en un cerebro inspirado y cuyos
resplandores no pueden ocultarse». — La Prensa.
Montevideo, i.® de Enero de 1888.
A. M. C
PALMAS Y OMBUES <'>
poesías
De Alejandro Magariños Cervantes
I
Emquanto os povos europeus de todas as ra9as luctan, quasi
sem esperan9a^ entre dois oppostos mares, ambos turvos e re-
voltos, — um que os leva para as praias inhóspitas e descon-
soladoras da duvida, outra para as do fanatismo feroz e in-
transigente— uma das mais jovens na9oes da America, em todo
o esplendor da mocidade da alma e do corpo, canta, coroa-
da de palmas, os triumphos dos seus martyres, os feitos dos
seus héroes, as glorias dos seus filhos dilectos. Vencedora ñas
guerras da independencia, inspirando-se no amor santo da
liberdade e do direito, ella caminha para o futuro, cheia de
fé en Deus, e nos altos destinos que Ihe promettem as suas
cren^as.
Que valemos nos, com as nossas philosophias positivistas,
os nossos naturalismos e realismos, as nossas escolas de vas
palavras, sem nexo nem sentido, diante de uma poesia que
se inspira quasi exclusivamente no amor da patria, e cele-
bra só o que é bello é grande no céu é na térra? Pobres
pigmeus, gafos pelas paixóesinhas , que nos atrophiam o
peito I
E nao nos faltam virtudes, todavia. Percorrendo a historia,
achar-nos-hemos em grande maioria, nos, os da ra9a latina,
em todas as emprezas que honraram a humanidade. Mas cal-
mos desde muito, por indolencia e inercia, no culto das
coisas pequeñas. Deixamo-nos influenciar por uma das duas
(i) Un tomo de 333 págs. en 4.* mayor. — Establecimiento tipográfico de
la Librería Nacional de A. Barreiro y Ramos. — Montevideo, 1884.
10 JUICIO DE
seitas philosophicas que entre si disputam a posse do velho
mundo; e nao fazemos quasi nunca o que queremos, embora
tambem nem sempre fa9amos o que de nos pretendem. Dei-
xamos cair no chao os fructos da experiencia; por pregui9a
de os apanharmos maduros, na ancore, comemol-os podres,
derrubados pelo vento da indiíferen9a I Adiamos tudo para o
dia seguinte, porque o nosso ideal único, é nao fazer nada.
Ciumesinhos, invejinhas, odiosinhos, tudo na Europa é pe-
queño, mesquinho: só a maledicencia excede a craveira
commum I
Temos aínda talentos extraordinarios; mas deixamol-os mo-
rrer esquecidos e ignorados, em lucta com as difTicuItades da
vida : se algum rompe o involucro, e se mostra en toda a luz,
deprimimol-o ou o difamamos. Falseamos o nosso carácter,
por falta de vontade e de energía. Sabemos amar o que é
bom; mas acceitamos o máu, porque nao temos animo de o
repelir. Preferimos a vírtude ao vicio, e toleramos que este
nos avassalle, corrompendo-nos, por covardia e indecisáo!
Nos, portuguezes, especialmente, que tantas e táo gloriosas
victorias ganhámos por esses mares e térras descobertas, que
tivemos sempre grandes poetas para cantal-as, qual foi a voz
que se ergueu, quando, aínda ha pouco, desembarcaram em
Lisboa esses beneméritos da sciencía e da patria, que acaba-
vam de atravesar a África? Este feito, que por todos os mo-
tivos era digno de epopeia nao teve o poder de despertar de
seu longo e pesado somno as musas que inspiraram Camoes,
Vasco Mousinho Quevedo, Francisco de Sá de Menezes, Jero-
nymo Corte Real, e tantos outros aínda 1. Que significa este de-
samor da poesía, n'uma na^áo que tanto primava na cultura
d'ella, senáo a consciencia de que estamos velhos, e o receio
de que nos tomem por insensatos, ouvindo-nos os cantares?!
Tivemos medo de tornar pequeñas as grandes ac95es dos no-
ssos africanos illustres, porque se nao nos morreu de todo o
engenho, tornámol-o amaneiradp. Fizemo-nos Romeus de
contrabando, Petrarchas das duzías, historiando amorsinhos
de má morte, quando nao damos a preferencia a essas descrip-
95es repugnantes, hediondas e immundas, imitadas da escola
depravada dos Zolas e BaudfUaires.
GOMES DE AMORIM II
II
N'essa joven e formosissima térra da America, para onde
o meu affecto me leva a cada hora o pensamento, a poesía é
mais visivel e mais elevada, porque é crente. O gosto derran-
cado de varrer o pó dos caminhos com a fé, que fez obrar pro-
digios a nossos paes, é ali considerado indigno de entrar nos
peitos generosos, que, em vez de rebaixar o nivel moral dos
povos, se esfor9am por levantal-o ás maiores eminencias á que
pode subir o sentimento. Quanto maior é lá o talento do
poeta, mais elle senté a necessidade d^ erguer o estro que
Deus Ihe deu e de impregnar todos os seus cantos de perfu-
mes, que attraiam as naturezas delicadas para as aspira9oes
do bello.
Alejandro Magariños Cervantes, iniciador da poesia nacio-
nal em ambas as margens do Rio da Prata, é a mais comple-
ta personifica9áo d^esta verdade. Nos seus livros Horas de
Melancolía, Brisas del Plata, e sobretudo n*este ultimo —
Palmas y Ombúes jamáis obrigou a sua nobre e elegante mu-
sa a apparecer-nos em trajes menores, ou a dar á nossa vista
a roupa suja ao rol da lavadeira, segundo usam na Europa
até homens de incontestavel merecimento.
Nada de positivismos e de realismos obscenos, que attes-
tam, primeiro que tudo, a podridáo que devora o seio dos
escriptores; nada de ideias ou de palavras que nos fa9am
tingir as faces de vergonha, se alguem nos vé o livro na no-
ssa estante. Pelo contrario: a leitura de Pahuas y Ombúes
deve aconselhar-se á mocidade, para Ihe formar o cora9áo e
Ihe robustecer os briosos sentimentos, do amor da patria.
Nao se baseia n'essa estéril philosophia, que vendo única-
mente a evolu9áo em tudo, e acreditando só na transforma-
9áo successiva da materia, nao pode deixar de ser transitoria ;
inspira-se n'aquell'outra, immensamente consoladora, que tem
por principios á fé em Deus, a moral, a justÍ9a, e o direito,
e que, por tanto, é eterna, como o Creador divino, de cujas
sublimes fontes emana.
12 JUICIO DE
Segundo a bella imagen de Pedro Goyena, «a alma do poeta
é a urna que encerra os dores do seu seculo». Os misos que
transbordam da de Magariños Cervantes, fazem com justificada
causa, as delicias dos scus contemporáneos. O apparecimento
d' esta sua ultima obra foi saudado no Rio da Prata como uma
nova gloria para Montevideu. Próximo dos sessenta annos, pro-
vou Magariños Cervantes, do modo mais solemne e brilhante,
que, se o corpo soffréra um pouco os achaques da idade, nenhu-
ma das potencias do seu formosissimo espirito envelhecéra; e
que as suas opinióes, en materias de arte e gosto, bem como
as suas cren^as, estavam cada vez mais arreigadas e ardentes.
Na lyra do grande poeta uruguayo ha cordas que afinam em
todos os tons, como viram os leitores das Melancolías é
das Brisas del Plata: mas, com quanto se encontrem ainda
n'este livro alguns, posto que raros, versos consagrados ás recor-
da9oes amorosas da primeira juventude, predomina aqui a musa
austera do patriota, lembrando datas celebres e merecedoras de
memoria eterna.
A* redemp^áo da patria associa-se o culto da liberdade e do
progresso, de tudo quanto desperta o amor davirtude e da honra.
Desde a primeira até á ultima pagina, é uma sementeira de
ideias generosas, grandes, bellas, que predispóem as almas para
o bem, o verdadeiro e o justo.
A sua concep9ao attesta ao mesmo tempo ter sido escripto
por um pensador, um philosopho digno de ser amado, e a vita-
lidade e for^a da na9áo onde foi concebido.
III
Dedicou o dAxciox Palmas y Ombúes a sua mulher; porque
n'aquelle paiz de tantas maravilhas, ha tambem ainda a do mari-
do nao parecer ridiculo, ousando fazer d' estas dedicatorias.
— E termina com estes formosos pensamentos:
«Alzélo para tí, mi compañera
En la hora del dolor y la alegría,
GOMES DE AMÜRIN I3
Mi tesoro en el mundo más precioso,
Tu nombre entrelazando con el mió,
Para que viva ó muera
Con el olvido ó gloria de tu esposo!
Recoge tú mi postrimer suspiro,
Y sea para tí mi último canto I
A pagina 6 sob o titulo de Palmas y Onibúcs (Proemio), en-
contra-se urna das mais bellas composÍ95es que encerra este
livro admiravel. Peza-me nao poder dar aqui senáo pequeñas
mostras d'ella. E* profundamente religiosa, e dá-nos a mais
alta ideia das qualidades poéticas e moraes de quem a escreveu.
Assim é que é ser poeta I
«¿Y hay cielo en realidad?. . . Será aire vano
Como pretende la orgullosa ciencia? . . .
Fuerza y materia . . . . hé ahí todo el arcano
Qué al fin descifrará la inteligencia ?
Los adoif dos seres que la ingrata
Parca nos robó fiera, nunca, nunca
Tomaremos á ver? . . . Dó se reata
El lazo que una vez la muerte trunca ? . . . .
Verdad, justicia, libertad, belleza.
Sin sombra y sin ocaso ¿ el alma dónde
Podrá admirar en toda su pureza
El principio inmortal que en sí os esconde ?
Arriba corazones !
La vida poco vale,
14 JUICIO DE
Si en indignas prisiones
Perdemos, raza espúrea,
Valor, virtud, y fé:
El despotismo, el vicio,
El desaliento, el tedio,
En hondo precipicio
Sobre las frentes reprobas
Estamparán el pié!
Vejam-se as tres ultimas estrophes, porque é impossivel trans-
crever tudo.
«América altanera,
Al mal nunca te humilles.
Ni arrolles tu bandera.
Republicano lábaro
De honor y libertad.
Tu sed ardiente sacia
En el raudal purísimo
De santa democracia.
Que libre reconcilia
En Dios la humanidad!
Erguida, noble palma.
Cuando el dolor me postre.
Aliento dá á mi alma,
Lumbre á la mente lóbrega.
Vigor al corazón:
Cual tromba de aquilones
Sacude tu penacho,
Y á sus potentes sones
Que el eco sea mi cítara
De mi generación!
Que se alzen los que tienen
El porvenir delante,
GOMES DE AMORIM 1 5
Y á reemplazarnos vienen,
Cual la columna ígnea
Y el vengador Querub :
Mostrando á la abatida
Grey, de salud la senda.
La tierra prometida,
Las tablas del Decálogo. . .
Arriba, juventud!
IV
Que versos para os nossos republicanos, que nao admitten De-
us na sua república, e até para tantos monarchistas que nao ere-
em n'Elle nem no diabol
Que lÍ9áo para todos os que excluem Deus da sua política e da
sua litteratura, que o obrigam a desamparar a Europa entregan-
do-a á loucura que a ha de perder, para ir refugiarse na Ame-
rica entre essas mesmas palmas, queoutr'ora coroaram as fron-
tes de seus martyres I
Da pega La sombra de la luí destaco esta ultima estrophe.
c< — En lü batalla de la vida ondea
Ya victorioso tu pendón ; oh vate !
Y el tumulto y el polvo del combate
Arrancan un gemido á tu laúd?
La humana criatura sólo es grande
Por la lucha, el dolor, el sentimiento. ...
Quien eleva hasta Dios el pensamiento
Comprende PORauE hay sombra en toda luz.
•
A allianfa indissoluvel da ideia de Deus com a da liberdade
moderna é o que profundamente caracterisa o genio poético de
Magariños Cervantes; o que Ihe dá logar preeminente, e o assig-
nala como a individualidade mais poderosa na litteratura do Rio
da Prata.
l6 JUICIO DE
Colon y el nuevo mundo, composÍ9áo formosissima, em que
o héroe nos apparece coroado pelas grinaldas florentes das
térras que descobriu; Fibras vitales y preciosa joia, que termina:
<L<La redención es la lucha,
Y el que lucha con fé, vence!»:
Educar es redimir, thesouro de philosophia, superior a todo
o elogio, onde se léem versos d'estes:
«Juventud de mi patria! nunca vuelvas
A buscar en los campos de matanza.
Con el hierro sangriento de la lanza,
Al rayo fratricida del cañón.
La grave solución de tus problemas. . . .
No se desata el nudo con un tajo:
Lo desata el estudio y el trabajo.
La fé en la libertad y en la razón.»
Querer es poder, em que o pensamento de Magariños Cer-
vantes se encontra com o de Garrett, na Victoria da Villa da
Praia :
«En la embriaguez del triumfo encarnizados.
No manchemos después nuestros laureles;
Piedad con los que ilusos ó arrastrados
Por la fuerza, á la Patria son infieles!
Entonces si en el polvo los miramos.
Abriendo nuestros brazos fraternales.
Con el llanto en los ojos repitamos:
Hermanos somos, todos orientales!»
E vos, illusas victimas
Da tyrannia pérfida,
Vinde, acolhei-vos ao amparo amigo
Da bandeira leal.
GOMES DE AMORIM I7
Vencidos, vencedores, abracados,
Todos triumpham na ganhada gloria;
Da mesma causa todos sao soldados,
E unidos cantam a commum victoria», (i)
En la Cumbre, considerada pelos poetas de ambas as margens
do Prata como urna das melhores produ95es de Magariños Cer-
vantes; Al ángel de mi gnarda^ cheia de sublimes pensamentos;
a excellente nota (16) sobre a pe9a Sin piedra ni palo, intitulada
La ontra vida; e muitas outras, além das citadas anteriormente:
— quasi todas as composÍ95es d'este livro, emfim, — attestam o
mais sincero espiritualismo : accentúam profundamente as cren-
9as do auctor acerca da immortalidade da alma e dos futu-
ros destinos da humanidade.
E, repito, livro bom e saudavel, que faz bem ao corpo e
ao espirito; que nos eleva ácima de todos os cálculos e con-
bina9des materialistas.
Lendo-o, sentimos Deus encher-nos o cora9áo; fazemos-nos
melhores do que somos; aspiramos con mais vehemencia a
urna existencia superior, e menos imperfeita.
E note-se que Palmas y Ombi'tes nao é únicamente uma
obra en que abunda a originalidade e a riqueza e elegancia
da linguagem castelhana, alliadas ás bellas imagens e a versi-
fica9áo melodiosa de um mestre: e tamben un excellente
modelo de esthetica.
Na immensa variedade das notas que a illustram, ha mui-
ta e proveitosa lÍ9áo para os estudiosos; muitas opinióes dos
mais notaveis escriptores sobre a ideia, o sentimiento e a
forma.
Confesso ingenuamente a admira9áo que de mim se apo-
•déra á vista d'essas notas. Todos aquelles homens foran mais
ou menos defensores da independencia e da liberdade das
suas respectivas patrias, tanto bn Montevideu como em Bue-
nos Ayres; e quer uns quer outros, poetas ou literatos, ge-
neraes ou soldados, todos sao eloquentes, no campo ou na
(1) Garrett, Flores scm f rucio , pag. 123, 134, edi?. 1874.
l8 JUICIO DE
tribuna; fallam como Leónidas, com grande despreso da vida,
com a mais nitida consciencia do dever e da honra ! A virtu-
dc, n'elles, é tradicional; tem o que quer que seja de trágica
c de fatal, como um destino! Desde o chefe supremo da Ye-
publica até ao menos graduado subalterno, todos revelam a
mesma eloquencia soberana para defender a patria; todos váo
impellidos por un sópro ardente de enthusiasmo para o ca-
mino que pode conduzir a immortalidade!
Tao vivas e profundas sao as impressóes que se recebem
conr a leitura d'este livro, d'estes cantos heroicos e briosos,
onde palpita, altivo e indomavel, o amor da independencia e
da liberdade, que nos acódem á memoria as batalhas terriveis
que por toda a America hispanhola se pelejaram contra os
que lá chamavam opressores e inimigos. Lembra, involunta-
riamente, a proclama9áo de Bolivar victorioso, exclamando:
^< Faltan ya enemigos á Colombia? No hay más españoles en
el mundo ?>>
E ess'outra guerra, nao menos tremenda, de Peruvianos e
Chilenos; esses formidaveis combates navaes, merecedores de
sorem cantados por Camóes, que já tinha descripto outros si-
mil hantes, na térra :
'xDeu signal a trombeta castelhana,
9
Horrendo, fero, ingente, e temeroso:
Ouvio-o o monte Artabro, e o Guadiana
Atraz tornou as ondas, de medroso;
Ouviu-o o Douro, e a térra Transtagana;
Corren ao mar o Tejo duvidoso:
E as máes, que o som terrivcl escutaram,
Aos peitos os íilhinhos apertaram» (i).
(i) Camocs, LnsiadaSf C. IV. E. XXVIII.
GOMES DE AMORIM I9
E a defeza heroica de López, tyranno detestavel e detesta-
do, mas perante o valor e intrepidez do cual, a lembran^a das
suas crueldades cede o logar á admira9áo e ao espanto. E o
proprio Rosas, sanguinario abutre, que se comprazia no mor-
ticinio de seus irmáos, acaso nao mostrou igualmente cora^áo
da tempera do a9o, que Ihe teria dado verdadeira estatura de
gigante, se em vez de deixar-se inspirar pelo genio do mal,
seguisse os passos do anjo divino da sua guarda?!
A poesia de Magariños Cervantes, avivando a recorda9áo
de tantos factos históricos, da gloriosa defeza de Montevideu,
das luctas e sacrificios em que tantos martyres pagaram com
a vida a regenera^áo politica da sua térra, tem um carácter de
grandeza épica a que só podem compararse composi^óes de
egual natureza, como, por exemplo, a Victoria da Villa da
Praia, de Garret; Ave, Cesar, de Mendes Leal; All' Italia,
de Leopardi ; O coro, de Caramagnola, de Manzoni ; ou Lo
cant dé la Victoria, em catalán, do meu excellente amigo
D. Victor Balaguer:
«Sí, querer es poder, el alma humana
Todo en la tierra con la fé domina
Y ni el mismo cadalso la amilana :
Al sacrificio intrépida camina
Sin más escudo que su fe cristiana,
Y ni aún para morir la frente inclina
Bajo el hacha fatal su pié en el suelo
Toca el cadalso, su mirada el cielo 1
Al pavoroso golpe del verdugo.
Saltará dividida la cabeza,
Que doblarse no quiso al torpe yugo.
Ni ceder al dolor y la tristeza
Con que probar su temple al hado plugo ;
Mas vestida de luz y fortaleza,
Libre y serena volará su alma.
Del sumo Juez á recibir la palma I »
20 JUICIO DE
Morre, mas nao se curva senáo a Deus. Tal é o pensar e
o sentir d*essa ra9a altiva de poetas montevideanos, symboli-
zada pelo autor de Palmas y Ombúes. Que elles cantem,
pois, sempre, com a mesma f é e o mesmo amor! E oxalá
que a su voz nao tenha d'ora em diante que celebrar senáo
as victorias incruentas do progresso ! Possam as conquistas
pacificas da civilisa9áo entrar n*essas regióes aben^oadas, sem
o cortejo de vicios e de crimes, que arruinaram o velho mundo I
E possamos nos, tamben, regenerar-nos, inspirados por essa
poesia salutar e benéfica, com que a America, nossa filha,
vem piedosamente acalentar o ber^o da nossa segunda in-
fancia !
Cintra, 27 de Setembro de 1885.
Francisco Gomes de Amorim.
ANTECEDENTES
EN EL BIO DE LA PLATA (i)
I
CULTURA DE AMÉRICA, Y EN ESPECIAL DEL RIO DE LA PLATA,
DURANTE EL PERÍODO COLONIAL.
Es creencia vulgar, propagada por escritores que han gozado
de merecida reputación y fama por sus luces y posición política,
que España tenía sepultados en las tinieblas de la ignorancia á
los pueblos de América sujetos á su dominio. El Repertorio
AmericafiOf publicación altamente acreditada por la erudición
y nombradía de sus autores, y que veía la luz en Londres cuando
las colonias hispano-americanas, recien emancipadas de la Me-
trópoli, trabajaban por constituir definitivamente su nuevo
modo de existencia política, estampaba en sus páginas como ex-
presión de la verdad histórica, los siguientes conceptos: «Mas
no bastaba privar á los americanos de la libertad de acción, sino
se les privaba también de la del pensamiento. Persuadidos los
dominadores de la parte más hermosa y más considerable del
Nuevo Mundo, de que nada era tan peligroso para ellos como
dejar desenvolver la mente, pretendieron mantenerla encade-
nada, desviándonos de la verdadera senda que guía á la ciencia
menospreciando y aun persiguiendo á los que la cultivaban».
Después de referir el modo con que se dispensaba la enseñanza
( I ) La reciente publicación del libro Palmas y Ombues, nos ha sugerido
la idea de emprender el presente trabajo, que dedicamos al erudito histo-
riador y sabio agrónomo, Dr. don Domingo Ordoñana. — D. G.
22 ESTUDIO DE
á los hijos del habitante de América en las escuelas de prime-
ras letras, agrega: <í:De ahí pasaban á los estudios, conventos y
demás establecimientos de enseñanza, ó á los colegios y uni-
versidades, en las pocas ciudades donde los había. Eran, em-
pero, semejantes establecimientos un monumento de imbecili-
dad», etc. Más adelante afirma: «En Buenos Aires, á pesar
de que había Audiencia, no se permitió nunca establecer una
academia teórico-práctica de leyes, como la había en Chuqui-
saca : tampoco se le concedió, en medio de repetidas instan-
cias, fundar una Universidad». Semejantes imputaciones, que
pudieran ser uno de tantos anatemas como en la época de la
emancipación se fulminaron contra España, enardecidas las pa-
siones por la sangrienta lucha que entonces se produjo, se
han venido repitiendo sucesivamente hasta el día por escri-
tores de nota, menos justos é imparciales que otros de sus
coetáneos. Pero examinadas las cosas á la luz de la verdad
histórica, pronto se advierte la falta de fundamento de tan
duros fallos condenatorios.
El descubrimiento y población de las Indias Occidentales,
como entonces se decía, coincidió con el florecimiento de las
Universidades españolas, que en el siglo décimo-sexto alcanza-
ron un esplendor tal que á algunas de ellas les dio fama por el
mundo. España comunicaba naturalmente á América el espíritu
de cultura que en su propio seno se difundía. La historia lo
acredita. Luego que las circunstancias de la conquista permi-
tían constituirse de un modo estable á las colonias que, en
medio de vicisitudes azarosas, se iban estableciendo en Amé-
rica, la enseñanza, no ya de primeras letras, sino de los estu-
dios mayores, era promovida por los colonos ó por sujetos de
calidad, secundada por las autoridades inmediatas y autoriza-
da por los Monarcas. Otras veces el impulso procedía de
aquellas autoridades y aun de la Metrópoli. Esto sucedió en
todas épocas, desde los primeros pasos de la conquista hasta
el momento mismo de la emancipación de las colonias. Así
Méjico, Lima, Quito, el Cuzco, Chile, Chuquisaca y Córdo-
ba, tuvieron excelentes universidades y colegios. Por cédula
de Carlos 111 se mandó asimismo instituir una en Buenos
Aires.
EL DR. GRANADA 23
Méjico, que por la prioridad de su conquista y mayor pro-
ximidad á la Metrópoli, pudo recibir más inmediatamente que
otras partes de América los efectos de la nueva civilización
que Colon importó el primero á las recien descubiertas tierras,
vio florecer en su seno, pasada la primera mitad del décimo-
sexto siglo, una de las más insignes universidades de los tiem-
pos modernos. Erigióla el emperador Carlos V por cédula de
21 de Setiembre de 1551. La mayor parte de los estudios que
se enseñaban en las famosas universidades de Salamanca, Paris,
Bolonia y Oxford, eran también allí enseñados por maestros
sapientísimos. «Poco á poco fueron creciendo estas cátedras,
dice el eximio escritor don Luis Fernández Guerra, refirién-
dose á aquella universidad, hasta venirse á contar cinco de
Teología, una de Disciplina Eclesiástica, siete de Jurispru-
dencia. Canónica y Civil, cinco de Medicina, dos de Filo-
sofía, una de Matemáticas, otra de Retórica, y dos de lenguas
mejicana y otomí. Logró reunir su claustro insigne más
de doscientos doctores; mientras para los cursos, matrículas
y grados veía sujetos á sí aquel emporio de las letras nu-
merosos colegios en la capital, y nueve seminarios de ciu-
dades sufragáneas. De él salieron, por último, cien obispos,
otros tantos consejeros reales, y no se pueden reducir á nú-
mero los varones eminentes para todas las carreras del Estado ;•
(2). Testimonio elocuente, negado á toda otra nación con-
quistadora, del generoso celo con que los colonizadores espa-
ñoles se empeñaron en formar de las Indias Occidentales una
segunda patria, no menos culta que la nativa.
Al fijar la consideración, conforme á nuestro propósito, en
las antiguas provincias del Río de la Plata, conviene advertir
que se han encontrado en un caso muy distinto que Méjico y
el Perú. Aparte de las trabajosas vicisitudes en que los colo-
nizadores de las vastas regiones descubiertas por Solis y Ga-
boto estuvieron envueltos sin descanso con las tribus de indios
que, como los charrúas y guaranís, se mostraban indomables,
á diferencia de las que menos feroces se fueron sometiendo al
imperio de la vida civil, concurrían causas excepcionales á
(2) Don Juan Ruíz de Alarcon y Mendoza.
24 ESTUDIO DE
dificultar un movimiento progresivo, más acelerado que el que
se produjo en aquellas provincias. Los países del Río de la
Plata y Paraguay, mientras formaron parte del virreinato del
Peni, no llegaron á adquirir una regular, aunque todavía
muy deficiente y precaria organización, hasta que Hernan-
do Arias de Saavedra promovió y obtuvo de la real Coro-
na la división de tan vasto territorio en las provincias, bajo
el mando de sus respectivos gobernadores con asiento en
la Asunción y en Buenos Aires. Por entonces (primer tercio
del décimo-séptimo siglo) comenzaron las depredaciones de
los Paulistas, toleradas cautelosamente por los portugueses es-
tablecidos en el Brasil, y las usurpaciones de territorio con que
éstos, en Río Grande y la Banda Oriental del Uruguay, in-
quietaron sin cesar á los españoles. La continua alarma en que
vivían no tuvo término hasta que el primer virrey del Río de
la Plata, don Pedro Zevallos (año de 1777) arrojó á los portu-
gueses del suelo que hoy forma la República Oriental del
Uruguay, siendo detenido en la carrera de sus triunfos, cuan-
do se encaminaba á Río Grande, por despachos de la Corte
de Madrid que le comunicaban la suspensión de hostilidades
concertada con Portugal.
Tan frecuentes é inopinadas habían sido en todo tiempo, du-
rante casi dos centurias, aquellas invasiones, que aun en me-
dio de la paz y á pesar de las más formales protestas de buena
armonía y correspondencia, distraían seriamente la atención
de las autoridades. El gobernador don Francisco de Bucareli,
en memoria dirigida á su sucesor don Juan José de Vertiz,
año de 1770, se expresaba en estos términos: «Aunque las
órdenes de la Corte en el estado presente, del de Londres y
Portugal y el de esta provincia, indican el evidente claro co-
nocimiento de la amigable unión, buena armonía y correspon-
dencia que mutuamente se observa, importa mucho desconfiar
y prevenirse para resistir con vigor cualquier insulto , porque
el artificio y astucia con que proceden los portugueses, han he-
cho, indispensablemente, precisar en todo tiempo estas pre-
cauciones, y por la misma razón se halla la mayor parte de
nuestras fuerzas en la Colonia, islas de Martín García y Dos
Hermanos, Montevideo, Maldonado, Santa Teresa, San Miguel
EL DR. GRANADA 25
y demás puertos de la banda del Río de la Plata, y los del Río
Grande» {}),
Dejamos insinuado que si bien la división gubernativa pro-
puesta por Hernando Arias de Saavedra trajo consigo una me-
jora de mucha importancia, todavía el complexo de la adminis-
tración general, distribuida, según el sistema de los monarcas
españoles, en diversas ramas independientes entre sí, presen-
taba dificultades y defectos poderosos á entorpecer la prospe-
ridad de las provincias del Plata. Basta recordar, en efecto, que
la Audiencia de Charcas se hallaba á una distancia considerable
de estas comarcas que de ella dependían: que la de Buenos
Aires, con jurisdicción en las provincias del Río de 1^ Plata,
Paraguay y Tucuman, se instituyó pasada la primera mitad del
décimo-séptimo siglo, atendiendo, decía Felipe IV, entre otras
justas causas y consideraciones, al bien de Jos vecinos de las di-
chas provincias y por lo que deseo el lustre y ploblacion de ellas;
y que la creación del virreinato del Río de la Plata, Paraguay,
etc., data del año 1776. Sólo desde esta época vinieron á que-
dar equiparadas á Méjico y el Perú las mencionadas provincias
disfrutando los beneficios de una gobernación expedita, en
cuanto era posible entonces y lo permitían las leyes de Indias.
Con todo, la instrucción de la juventud, á que siempre es-
tuvieron atentos, como queda indicado, los colono^ de Amé-
rica, y en especial los regulares de la Compañía de Jesús, que se
distinguían por su evangélica solicitud, perseverancia y sabidu-
ría, hizo señalados progresos en las provincias de que veni-
mos hablando. No puede desconocerse, por otro lado, á
vista de los documentos oficiales que lo testifican, que los
Gobernadores y Virreyes y particularmente los Monarcas,
prestaban un eficaz apoyo á los Estudios generales cuando
se les representaba la conveniencia ú oportunidad de erigirlos .
Que velaban por ilustrar la geografía é historia del Nuevo
Mundo, lo acredita bien la cédula expedida por Felipe II
para que se observase el eclipse de luna que debía haber
por el mes de Julio de 158 1 á fin de tomar las verdaderas
alturas de las provincias del Río de la Plata y averiguar con
(3) Rev. de la Bibl. Públ. de Buenos Aires, por don Manuel Ricardo Trelles.
26 ESTUDIO DE
precisión su longitud y distancia del reino, según cumplía se
consignase en las cartas geográficas, ordenando asimismo que
se reconociesen y recogiesen los documentos y papeles á
propósito para la historia de dichas provincias, con encargo
de proceder en ello con mucho cuidado, solicitud y diligen-
cia: cédula inserta en la importante Revista del Archivo Gene-
ral de Buenos Aires, í\xnázá2i bajo la protección del Gobierno
de la provincia, por el erudito y diligente historiador don Ma-
nuel Ricardo Trelles. Son dignos de mención los conceptos
que al escritor nombrado le ha sugerido la cédula. ^íNo pue-
de negarse, dice, que los Monarcas españoles pusieron bas-
tante empeño en conservar la memoria de los sucesos que se
producían en sus dominios de Indias, reconociendo la nece-
sidad de una historia basada en el más exacto conocimiento
de los hechos, para que de lo pasado se pueda tomar ejem-
pío en lo futuro, como dice la ley. Del mismo modo pro-
cedieron respecto de la Geografía y de la Historia natural
de sus colonias//.
Considerando las instituciones docentes de América bajo el
dominio de la Metrópoli, á la luz de los principios que la
sana crítica prescribe para el estudio y exacto conosimiento de
la historia, fuerza será reconocer que en el particular se hizo
cuanto racionalmente era entonces posible. Ya á principios del
décimo-séptimo siglo, por iniciativa y generoso desprendi-
miendo del obispo de Tucuman, don Fray Fernando de Trejo
y Sanabria, se fundaron en Córdoba y Santiago del Estero
colegios-seminarios, en los cuales se debían leer por religio-
sos doctos todas ciencias, según se explica el obispo en peti-
ción al Gobernador don Luis de Quiñones Osorio, para que
le hiciese merced de las tierras necesarias al establecimiento
de los Padres Jesuítas, á cuvo careo estaban los estudios v
demás fines de la Institución (4^. El Colegio de Córdoba, lla-
mado de Loreto, fué aprobado por cédula de Felipe 111. fecha
el 25 de Julio de lOoo. Dióle fomento el Or. 1). Julián de Cor-
tazar, su inmediato sucesor en la silla, /^ersona de grandes le-
tras, dice el P. Lozano, jue ons/aba, cuando se lo pertnitian
(4) En la Rcv. de Trcllcs cslá inserta la peiicuMi.
EL DR. GRANADA 27
las ocupaciones, de asistir á las funciones literarias (5). Por
este tiempo fué el Colegio de Loreto erigido en Universi-
dad, que pronto había de ser famosa, llegando á rivalizar con
las mejor organizadas y más sabias de América. El Dean Fu-
nes, después de insinuar que los estudios y organización de la
Universidad de Córdoba nos dan á conocer el progreso que ha-
cía en estas partes el espíritu humano en la carrera de las
letras, se expresa del modo siguiente: «Buenos libros doctri-
nales, sin ese cúmulo de pequeneces que hacen gemir la me-
moria; buen régimen y buenos preceptores: todo concurrió
desde un principio á que se lograse un ventajoso aprovecha-
miento. Los autores de la más culta latinidnd y los mejores
poetas se hicieron familiares á los alumnos; quienes se emu-
laban en imitarlos por sus composiciones prosaicas y en ver-
so 2> (6). Se distinguía también en aquella ciudad por lo
aventajado de los estudios y la sabiduría de sus maestros, el
Colegio de Monserrate. El de Salta, en que, como en todas
las casas de los regulares de la Compañía, se distribuía la en-
señanza, se fundó en el primer tercio del siglo décimo-octavo.
Pasada la primera mitad de éste, se establece otro en la Asun-
ción del Paraguay, para la educación de la juventud, por el
estilo de los de Córdoba. Del año 1726 data la creación de
la Universidad de Chuquisaca, á la cual se le otorgaron las
mismas prerrogativas que gozaba la de Salamanca.
A consecuencia del extrañamiento que en el reinado de Carlos
III se hizo de los regulares de la compañía en todos los domi-
nios españoles, se mandó por real cédula comunicada el 8 de
Abril de 1770, que los bienes que con tal motivo les fueron ocu-
pados, se aplicasen, entre otras cosas, á mejorar la educación de '
la juventud y la enseñanza en los estudios correspondientes á
cada país, pueblo ó provincia. El entonces gobernador de las del
Río de la Plata, don Juan José de Vertiz, tomó providencias al *
respecto, oyendo á los Cabildos eclesiástico y secular. Merecen
consignarse aquí las ideas que dominaban el espíritu de estas
corporaciones, por donde se verá que estaban muy lejos, como
(^) Historia de la conquista del Parag., Rio de la Pl. y Tac.
(6) Ensayo de la Hist. Civ. de Bs. As. Parag. y Tuc.
28 ESTUDIO DE
equivocadamente se supone que sucedía durante el período co-
lonial, de seguir la rutina escolástica en materias de enseñanza
superior y de rendir parias á los contrahechos ídolos que la
ignorancia había ido entronizando en las escuelas y que habían
conducido á tan deplorable estado á las Universidades de Espa-
ña desde fines del décimo-séptimo siglo hasta el último tercio
del décimo octavo, y aun más adelante. «Son necesarios, decía
el Cabildo eclesiástico en su informe al Gobernador, dos cáte-
dras de Filosofía. Los maestros que las regenteen no tendrán
obligación de seguir sistema alguno determinado, especialmente
en la física, en que se podrán apartar de Aristóteles, y enseñar ó
por los principios de Cartesio ó de Gasendo ó de Newton, ó
alguno de los otros sistemáticos, ó arrojando todo sistema para
la explicación de los efectos naturales, seguir sólo la luz de la ex-
periencia por las obser\'aciones y experimentos en que tan útil-
mente trabajan las Academias modernas». El Cabildo escolar,
por su parte, no le iba en zaga en este punto, antes bien declara-
ba sin rebozo: que «la Fisolofía ó amor á la sabiduría, es al
estudio de la naturaleza, tanto más esencial cuanto es proficua
su penetración, particularmente si se busca ésta á la luz de la
experiencia y bajo las reformas que el gusto moderno ha útilmen-
te introducido en las escuelas» (7). De resultas se estableció en
Buenos Aires el Real Colegio de San Carlos ó Real Convictorio
Carolino, acerca del cual decía años adelante el mismo Vertiz,
siendo virrey, en su memoria al marqués de Loreto, su sucesor,
que era un csiablecimienlo no sólo conveniente á muchos fines
públicos, sino dun necesario en esta capital para recoger su
juventud dotada generalmente de claros entendimientos, reco-
mendando, por último, una enseñanza tUil y libre de preocupa-
ciones de escuelas. La fundación de la Universidad de Buenos
Aires, instituida por reales cédulas, quedó pendiente.
Vertiz , tan solícito en promover instituciones de pública
utilidad, autorizó igualmente el establecimiento de un teatro en
Buenos Aires, cuidando atentamente de que se purificase de
cuantos defectos pudieran corromper la juventud, como lo niani-
( 7 ) Estos informes se encuentran en las Noticias históricas sobre la enseñan-
za pública en B. A. por D. Juan M. Gutiérrez.
EL DR. GRANADA 2Q
fiesta en su citada memoria. «Así acr solado el teatro (continúa),
no sólo le conceptúan muchos políticos una de las mejores
escuelas para las costumbres, para el idioma y para la urbanidad
general, sino que es conveniente en esta ciudad que carece de
otras diversiones públicas».
El mismo virrey Vertiz, á virtud del secuestro de los bienes de
la Compañía, hizo trasladar á Buenos Aires y arreglar conve-
nientemente una imprenta vieja y maltratada que los regulares
poseían en el Colegio de Monserrate de Córdoba, teniendo para
ello en vista que ademas de rendir algunos ingresos á la Casa de
ExpósitoSf proporcionaba al público los útiles efectos de la pren-
sa. Las mejoras introducidas por Vertiz, y sus generosos esfuer-
zos en orden á la propagación de las luces y á la cultura general
del pueblo, tuvieron dignos prosecutores en los que le sucedie-
ron en el mando. Entre ellos se distinguió el virrey don Baltasar
Hidalgo de Cisneros, bajo cuya protección fué fundado el
Diario del Comercio, en el que, aparte de otros objetos de
utilidad pública, eran tratadas con lucidez y erudición materias
científicas, históricas y literarias. «Cisneros, refiere un historia-
dor ilustre (8), circuló el Prospecto por todo el virreinato, inci-
tando á las corporaciones á suscribirse, diciendo que le merecían
toda la protección y fomento que podían dispensarse, los obje-
tos del nuevo periódico, deseando que se empleasen los medios
que se habían propuesto sus redactores en la propagación de las
luces y conocimientos útiles, por cuanto jamas podrán obtenerse
esos objetos sin la ilustración y educación de los pueblos». For-
móse asimismo en Buenos Aires una Sociedad patriótica, litera-
ria y económica, de la que fueron miembros, según dicho histo-
riador, los más notables literatos argentinos de la época.
Tales eran los elementos de vida intelectual que bajo la Me-
trópoli, en los últimos tiempos de su dominación aquende el
Océano, abrigaban en su seno las provincias del Río de la Plata.
Preparadas estaban, á no dudarlo, para una era de floreci-
miento literario. Destellos que lo anunciaban, y que lo anuncia-
ban nutrido en las ideas que á la sazón estaban transformando
hondamente las sociedades europeas, aparecieron en el hori-
(8) £1 General don Bartolomé Mitre, en sa «Historia de Belgrano.
ESTUDIO DE
zonte del Plata. Demostración manifiesta de ello nos la ofrecen
entre otros muchos argentinos de nota, los poetas y escritores
don Manuel José de Labardén, don Patricio Basabilbaso, don
Cayetano José Rodriguez, don José Antonio Miralla, el doctor
don Juan Baltasar Maciel, director de los Reales Estudios, el
historiador don Francisco Javier Iturri, y el orador sagrado don
Fray Pantaleon García (9). Oigamos al General Mitre en el si-
guiente pasaje: «La República Argentina ha sido fecunda en
oradores sagrados, sobre cuya cabeza inspirada han descendido
más de una vez las lenguas de fuego del Espíritu Santo. Entre
todos ellos sobresale Fray Pantaleon García, como el cedro que
domina al hisopo. Este ilustre argentino, nacido en Buenos Ai-
res, émulo de Fray Luis de Granada,, y digno bajo algunos con-
ceptos de ser comparado á Masillen por su sabiduría y su elo-
cuencia, es apenas conocido en su país, y sus sermones han
sido impresos en tierra extraña».
Los principios de la Ciencia Económica, traducidos por don
Manuel Belgrano, la memoria sobre los medios de fomentar la
agricultura, animar la industria y proteger el comercio, original
del mismo, y los periódicos intitulados Telégrafo mercantil, ru-
ral, político-económico é historiógrafo del Río de la Plata,
Semanario de Agricultura, industria y comercio, y Diario de
Comercio, todos publicados por la imprenta de Buenos Aires
y anteriores á la revolución del año 1810, desmienten la errónea
cuanto generalizada creencia, elevada por numerosos escritores á
la categoría de verdad histórica incontrastable, de que la difusión
de los conocimientos útiles y el comercio intelectual con el resto
del mundo sabio estaba completamente vedado á los pueblos de
América. Y áua cuando no era fácil que á sus manos llegasen las
producciones con que Francia y otras naciones aventajadas en-
riquecían las ciencias y las letras (sin que se pueda negar con
todo que muchas de las principales obras literarias y científicas
que producía la Europa recorrieran la América y fuesen estudia-
das por sus literatos), todavía es preciso convenir en que de Es-
paña venía lo poco bueno que allí se publicaba. Feyjóo y Cam-
(9) V. los ApumUs Biografieos de escrit, orad, eis\ de h Ref. Árgeníinj, por
el doctor don Juan M. Gnticnez.
EL DR. GRANADA 3 1
pomanes, que seguían con denuedo el movimiento científico y
progresivo del siglo en que germinara la revolución francesa,
eran harto conocidos y gozaban de valimiento en el Río de la
Plata. Feijóo, disipando las nieblas de la superstición é ignoran-
cia que cubrían el cielo de España, y Campomanes, enseñando
y abriendo la senda del progreso, ¡ cómo no habían de ser gra-
tos á los ojos de pueblos que á vista de las riquezas y fertili-
dad del suelo que pisaban, hacía casi tres centurias que venían
luchando, para bien vivir, con la naturaleza y con los hombres!
Los primeros alientos de la vida intelectual de las provincias
del Río de la Plata, coincidían justamente con la época de la
restauración de las letras y del buen gusto en España, invadida
hasta entonces desde el reinado de Carlos II por una plaga de
poetas y escritores conceptistas y culteranos, que confundían
los conceptos sutiles, estrambóticos y enrevesados, desleídos en
un lenguaje no menos extraño c ininteligible, con las galas y la
fertilidad de ingenio. Las colonias que, como Méjico y el Perú
habían alcanzado á dar de sí, á fines del siglo décimo-séptimo y
principios del siguiente, poetas y escritores de fama, como la
célebre monja de Méjico sor Juana Inés de la Cruz y el doctor
don Pedro de Peralta Barnuevo, que compuso el poema Lima
fundaday experimentaron el contagio del gongorismo. No parece
sin embargo que hubiese tomado allí las proporciones que en
España la perversión del gusto literario. Los corruptores del
buen gusto influían inmediatamente en sus discípulos, que lo
propagaban con la rapidez que las emanaciones deletéreas de un
pantano inficionan la atmósfera. Los productos más informes de
esta malhadada escuela morían, tarde ó temprano, en España; al
paso que sólo atravesaban los mares, en manos de historiadores,
cronistas, jurisconsultos, teólogos y profesores eruditos, los que
respetando los fueros del sentido común, merecían algún aprecio
de los espíritus regularmente cultivados.
Los contados ingenios, algunos de gran erudición, que en los
dos primeros tercios del siglo décimo-octavo aparecieron en
España, no constituyen lo que propiamente se llama movimiento
literario de una nación. El movimiento literario, variado y rico
en producciones de relevante mérito, se verificó en el último
tercio del mismo siglo. A él pertenecen Meléndez, Jovellanos,
32 ESTUDIO DE
Forner, Cadalso, Cienfuegos, Iriarte, los Moratines, y tantos
otros poetas y escritores de primera nota, inmortalizados por sus
obras. La mayor parte de ellos sobresalían por su espíritu filosó-
fico y esmero en la ejecución. Historiadores y críticos, excepción
hecha de los sectarios de Hermosilla, presentan á Meléndez, en
cuanto poeta, como el astro más brillante de aquellas lucientes
pléyades. Consideradas las cualidades de este poeta, ¿quién
podrá desconocerla magnificencia de la nueva era literaria? Con
ella coincidían, según decíamos, los puros y hermosos albores de
las letras en las provincias del Plata. Un extraordinario aconteci-
miento alteró profundamente ks relaciones de éstas con la
Metrópoli. Los ingenios americanos tomaron rumbos hasta en-
tonces apenas columbrados. La poesía ofrecerá caracteres deter-
minados, correspondientes á la nueva situación social de las
recien emancipadas colonias, de lo que trataremos en el artículo
siguiente.
II
RASGOS DISTINTIVOS DE LA POESÍA AMERICANA DESPUÉS DE LA
EMANCIPACIÓN DE LAS COLONIAS. — POETAS DEL RÍO DE LA PLA-
TA.— JOSÉ MÁRMOL Y ALEJANDRO MAGARIÑOS CERVANTES.
Hemos expuesto con la posible brevedad y según nuestras
cortas luces nos lo han permitido, las condiciones de vida
intelectual de que América y en especial las provincias del
Río de la Plata estaban en posesión cuando sobrevino la in-
dependencia. Este acontecimiento abría á los ojos de los pue-
blos hispano-americanos un horizonte ilimitado, y debieron
creer que el genio de la libertad los conduciría á merecer el
venturoso porvenir que depara al patriotismo y la virtud. Tan
generoso anhelo los persuadió á escribir en sus códigos fun-
damentales la forma que juzgaron más adaptable á la vida
política que inauguraban. Pero la manifestación de sus senti-
mientos y aspiraciones necesitaba de un lenguaje inspirado
por el entusiasmo creador y profético. Los poetas (como
EL DR. GRANADA 33
siempre sucede) fueron sus intérpretes. A algunos de éstos,
como al cantor de Junin, les cupo en suerte desplegar su
voz entre las aclamaciones del triunfo. Otros lo hicieron más
tarde; pero á raíz y por consiguiente bajo la inmediata in-
fluencia de los sucesos. En tal caso se encuentran en el Río
de la Plata, el argentino Mármol y el uruguayo Magariños
Cervantes, á quienes por asentimiento general y espontáneo
de los pueblos cuyo patriotismo inflamaban, se les ha discer-
nido el lauro de la primacía como representantes legítimos
del espíritu, sentimientos, aspiraciones y tendencias de la
América emancipada. Echeverría, Cuenca, Juan Cruz Várela,
Gutiérrez, en la República Argentina; Figueíoa, Berro, Juan
Carlos Gómez, en la Oriental, como tantos otros de no menos
renombre, ornamento imperecedero de sus respectivas nacio-
nes, enriquecieron el Parnaso del Río de la Plata con produc-
ciones de mérito sobresaliente. ¿Quién con más idealidad y
aticismo' que Echeverría ? ¿Quién más ingenioso y correcto
que Figueroa? Pero Mármol y Magariños consagraron con
preferencia la caudalosa abundancia de su numen, cual si
fuera el resultado de una vocación nativa, á cantar las glorias
nacionales, á recoger el aliento de sus compatriotas para de-
volverlo transformado por su genio creador en imágenes sor-
prendentes, á profetizar el porvenir. Y estos son precisamente
los rasgos distintivos del poeta americano castizo, en el ciclo
poético que comienza en el acto de la emancipación política
de los pueblos de América y que todavía no ha agotado los
ideales de que se alimenta: ciclo que pudiéramos llamar pa-
triótico ó ciclo de la Independencia.
Así caracterizada, como debe serlo, la poesía hispano-ame-
ricana posterior á la emancipación de las colonias, fácilmente
se concibe la razón de la preponderancia que en ella se ad-
vierte de la idea sobre la forma. Esa poesía no es el resulta-
do de una elaboración mental precedente, no trae su origen
de un movimiento literario anterior; por el contrario, nació
con la vida política de los pueblos en que se ha manifestado.
Cuando los productos del ingenio son efecto de un movi-
miento literario preexistente, la idea y la forma en ellos es-
tán, digámoslo así, equilibradas, porque juntamente se han ido
34 ESTUDIO DE
cultivando. La forma, manifestación extema del arte, se pre-
para: el asunto existe por sí mismo ó nace de las circunstan-
cias. El poeta americano ha cantado por la patria y para la
patria: no sometía sus composiciones á. los fallos de la crítica
académica. Es más: llegó hasta mirarse con desden el cultivo
de la lengua nativa. ¿Xo hubo esclarecido vate que predicara
el exterminio del idioma español en América?
Por otra parte, la gran revolución literaria efectuada en Euro-
pa por el romanticismo, tuvo fácil acogida en América como
más conforme á los principios de independencia que acababa de
proclamar. Aquella escuela, rehacia á toda autoridad de que se
había emancipado por completo, y extremando sus ideas de
libertad literaria en la más amplia extensión de la palabra, en el
apogeo de su entusiasmo hubo de descuidar calculadamente la
forma. No le bastó promulgar, que era lo legítimo, la libertad
en el arte. Lo que tuvo poco valimiento en el Nuevo Mundo,
iluminado por el sol de la libertad y solamente atento al por\'e-
nir, fueron las nebulosidades fantásticas y ultrasepulcrales de las
producciones románticas.
Las circunstancias que concurrieron al establecimiento de los
ingleses en la América del Norte y el sistema de administración
y gobierno empleado en sus colonias, que difiere, como es
sabido, del que España adoptó para las suyas, debieron ser
causa de que al tiempo en que unas y otras se emanciparon de
las antiguas Metrópolis, quedaran constituidas en un estado
social diverso. Eso no obstante, las observaciones que vamos á
trasladar aquí de un publicista ilustre, son aplicables á los esta-
dos hispano-americanos en el tiempo presente, pues dicen
relación á todo país democrático. Describiendo Tocqueville la
fisonomía literaria y las fuentes de poesía en las sociedades
democráticas, presenta, entre otros rasgos, los siguientes: «La
aristocracia conduce naturalmente el espíritu humano á la con-
templación de lo pasado, y hace quetín lo pasado se complazca.
La democracia por el contrario, comunica á los hombres una
especie de aversión instintiva hacia todo lo antiguo. Bajo este
punto de vista la aristocracia es mucho más favorable á la poesía,
porque abultándose de ordinario y velándose los sucesos que se
van alejando de nosotros, se prestan mejor á la pintura del
EL DR. GRANADA 35
ideal (En cambio) los pueblos democráticos se complacen en
lo que será mañana, y en este terreno, su imaginación, dilatán-
dose y engrandeciéndose sin cesar, no reconoce límites. Esto
ofrece un vasto campo á los poetas, permitiéndoles ver de lejos
el cuadro en que se inspiran: cerrando los ojos á lo pasado, los
abren al porvenir Los destinos humanos, el hombre, consi-
derado no con respecto á su tiempo y á su país, sino frente á
frente de la naturaleza y de Dios, con sus pasiones, sus dudas,
sus sorprendentes prosperidades y sus miserias incomprensibles,
vendrán á ser para estos pueblos el objeto principal y casi
único de la poesía La literatura de los siglos democráticos,
considerada en su conjunto, no presentará, como en los tiempos
de aristocracia, la imagen del orden, de la regularidad, de la
ciencia y del arte ; en ella se encontrará generalmente descuida-
da la forma, y tal vez despreciada: el estilo será incorrecto,
vago, superabundante, arbitrario, y casi siempre atrevido y
vehemente (10).
Tocqueville presenta las proposiciones precedentes en tér-
minos generales y absolutos. Los rasgos por que se distingue
actualmente la poesía hispano-americana, corresponderán, según
nuestro modo de ver, á un espacio de tiempo más ó menos
indeterminado que comienza en el acto dé la emancipación de
las colonias. Por eso nos ha parecido darle la denominación de
ciclo de la Independencia, La poesía americana no es producto
necesario de una civilización particular, sui generis^ no de la
vida íntima y condiciones ingénitas de un pueblo : no está en
igual caso que la poesía griega, la poesía árabe, el teatro español
del Siglo XVII, el humorismo inglés, el romanticismo alemán.
La poesía americana es manifestación accidental de un período
de la vida política de los pueblos americanos, del período sub-
siguiente á la emancipación de las colonias. Cuando se habla de
literatura americana, poesía americana, poetas americanos, en el
concepto de presentar los caracteres que le hemos reconocido,
no debe entenderse, pues, una literatura peculiar d los pueblos
de América. Una literatura semejante es propia de todos los
pueblos viriles y generosamente apasionados que se encuentran
( xo ) De la Democratie en Aniérique.
36 ESTUDIO DE
en la situación y estado social en que los de la América española
se han encontrado desde que se emanciparon de la Metrópoli.
Los poetas americanos han cantado con preferencia á la patria, á
la libertad, al progreso, no porque la poesía que se inspira en
esas aspiraciones sea la peculiar de los pueblos de América, sino
porque los sentimientos que nacen de ellas son los que más
hondamente han agitado hasta el día de hoy su espíritu: porque
están aún recibiendo el inmediato influjo de los extraordinarios
acontecimientos que hicieron brotar las ideas que su fantasía
creadora embellece y agiganta; porque rotos los vínculos que
reducían la acción de los recien emancipados pueblos á un
movimiento acompasado y mecánico, buscan en la esfera sin
límites de la libertad individual las formas más perfectas por que
han de modelar su vida. ¿Quién más que Quintana cantó á la
patria, á la libertad, al progreso, á la virtud cívica? Imbuido en
las ideas del décimo-octavo siglo, remontó su vuelo á las más
altas esferas del pensamiento, que enardeciendo su fantasía ante
los nuevos horizontes que anhelaba ver abiertos á su patria,
hicieron brotar al numen que le agitaba los levantados conceptos
y la vigorosa entonación de sus cantos. La invasión francesa
excitó mayores bríos, los del patriotismo indignado, á su siem-
pre generosa musa.
Sugiere, por otra parte, el conjunto de la actual literatura
hispano-americana una observación que juzgamos conducente á
la idea que venimos desarrollando. La poesía descriptiva, el
drama, la novela, la epopeya misma, que fijan los ojos en lo pre-
sente ó en los tiempos pasados, han sido ya cultivadas, á raíz de
la emancipación, por los literatos de América. Y es muy digno
de tenerse en cuenta para calcular las variaciones de que es
susceptible la poesía de los pueblos hispano-americanos, que al-
gunos de sus más encumbrados ingenios han tomado para asunto
de sus composiciones en prosa ó verso, ora episodios del período
colonial, ora escenas que, sin serlo, retratan sin embargo cos-
tumbres tradicionales, ora los últimos alientos de una raza
indígena extinguida. Dan testimonio elocuente de ello, contra-
yendo nuestra consideración á los países del Río de la Plata, la
Novela del hereje, de Vicente Fidel López, Caramurú, Celiar y
otras de Alejandro Magariños Cervantes, y el poema inédito
Tabaré de Juan Zorrilla de San Martin,
EL DR. GRANADA 37
Los preceptos de Aristóteles y Horacio, los cánones de
Boileau, habían perdido ya su fuerza obligatoria en el orbe lite-
rario. ¡ Qué prestigio les era dado alcanzar por lo mismo en el
nuevo mundo emancipado, en la América independiente I Lo
único que había de ocupar, ó lo que había de ocupar con prefe-
rencia el entendimiento de los poetas americanos, era el asunto
de sus composiciones. Espontaneidad en la concepción, valentía
en los pensamientos, novedad en las imágenes, lujo de imagina-
ción, con poco miramiento á las delicadezas del estilo: tales
debían ser sus más generales y prominentes cualidades. Ahora,
si se quiere saber cuáles son los principios á que obedece esta
poesía, inútil es buscarlos en tratados didácticos que no los
pueden enseñar. Se les encuentra en las alocuciones, en las pro-
fesiones de fé literaria, digámoslo así, que han hecho los poetas,
los críticos, los publicistas de América.
Magariños Cervantes, tntciador de la poesía nacional en su
país (como ha dicho un erudito escritor que ha dotado al país de
trabajos históricos de relevante mérito, el doctor don Domingo
Ordoñana); Magariños Cervantes, el poeta, elnovelista, el histo-
riador, el jurisconsulto, el publicista ilustre á quien tributamos
el humilde homenaje de que nuestro pobre ingenio es capaz en
estos mal hilvanados artículos, esplanaba sus ideas acerca de la
literatura americana, el año 1844, en las elocuentes páginas des-
tinadas á manifestar el espíritu que presidía á la publicación de
las Brisas del Plata, Quien desee conocer la índole, espíritu y
tendencias á que obedece la literatura americana, lea ese trozo
ciceroniano: no se puede decir más ni mejor en este punto: todo
está allí expuesto y descrito de mano maestra. ¿Quién mejor que
el patriarca ilustre de la literatura uruguaya podía señalar, desde
la cumbre del Parnaso, la fuente Hipocrene de la América eman-
cipada ? Entresacaremos algunas proposiciones de aquel discurso
que en realidad mutilamos, porque es preciso leerlo íntegro para
apreciarlo debidamente. Pondremos por encabezamiento de cada
una de ellas la clasificación que en resumen les corresponde :
Objeto de la poesía, — «No participamos de la creencia vulgar
y egoísta que no le asigna otro que el de una música más ó menos
armoniosa, destinada únicamente á encantar el oído de las muje-
res y de los hombres frivolos, sin conmover el corazón ni la inte-
38 ' ESTUDIO DE
ligencia. — El sentimiento de lo bello y de lo bueno, el amor á la
libertad, la redención de los oprimidos, la fe en la Providencia,
el triunfo de la idea sobre el hecho y del espíritu sobre la materia
se levantan por todas partes como una elocuente protesta, y bajo
la misteriosa ley del progreso, doquiera que volvamos los ojos,
se cumple la gran palabra de Bossuet : el hombre se agita y Dios
¡o llevan.
Poesía lírica — «Hijos de la revolución, hemos procurado
penetrar en las entrañas de nuestra sociedad, buscando sin más
norte que la^fé, como Colon el Nuevo Mundo, la resolución del
problema político y social, cuyos misterios ha de revelamos el
triunfo definitivo de la democracia. Volvemos atrás la vista para
cantar los gloriosos días de nuestra independencia. Para ensalzar
la inteligencia, el patriotismo, la virtud, buscamos sus más altas
manifestaciones en los hombres que en el poder supremo, en los
campos de batalla, en las luchas de la prensa, en los debates de
la tribuna, han merecido las bendiciones de la patria. Heraldo
del porvenir, adalid de la justicia y de la verdad, el poeta, y el
poeta americano más que ningún otro, tiene una misión eminen-
temente social que cumplir, si quiere merecer ese honroso
dictado».
Recursos de la poesía lírica y de la poesía descriptiva, — «Para
humedecer nuestra paleta, hemos pedido á la naturaleza sin rival
del Edén americano, sus tintas magníficas, y en sus vírgenes
selvas, en sus extraños animales, en sus inmensas cordilleras, en
sus ñores desconocidas, en sus ríos gigantestos, en las escenas ori-
ginales de la vida de nuestros campos, hemos tratado de sorpren-
der el sello de grandeza y poesía con que los marcó la divina
mano al resbalar por la frente de América con el cariño de un
padre á la hija predilecta de su corazón». Estas frases encierran
una doctrina filosófica del arte literario : ese es el modo de es-
piritualizar el mundo físico, en que consiste la poesía: sorpren-
der el sello de grande:{^a y poesía con que marcó la divina mano á
la naturaleza creada: ese es el lenguaje que sale de los labios de
aquellos elegidos vates que pertenecen á la estirpe de los Hugo
y Lamartine, de los Fray Luis de León y los Manzoni.
Poesía dramática y épica. Novela y leyenda. — «Perdidos en
las páginas de la historia del nuevo hemisferio, ó trasmitidos
EL DR. GRANADA 39
de padres á hijos por la tradición popular, existen hechos, epi-
sodios, rasgos, que son verdaderos diamantes: sólo esperan la
mano del lapidario que ha de pulimentarlos^^. El mismo Magari-
ños dio el primero el ejemplo en producciones que pueden ser-
vir de modelo. En la República Oriental sólo recordamos que lo
haya seguido en una preciosa leyenda José Román Mendoza,
que hace años ha entregado á la prosa forense su privilegiado
talento. El poema inédito Tabaré, del inspirado autor de la Le-
yenda Patria, es esperado con ansiedad por los amantes de la
belleza artística. Parece que el autor lo sujeta cuidadosamente al
toque de lima, siguiendo el ejemplo de los grandes maestros.
La tradición hispana, — «Descendientes de un pueblo heroi-
co, no hemos renegado de sus bellas tradiciones, ni roto el
eslabón que une nuestra vida á su vida».
La idea y la forma, — «Sin descuidar la forma, opinamos
que en la poesía americana debe predominar la idea sobre las
condiciones mecánicas del arte, aunque será doble el mérito
del que logre vencer todas las dificultades».
Elocución, — «Conviene tener presente que el más bello y
original pensamiento, mal expresado, es como la moneda de-
fectuosamente acuñada, que siendo de buena ley, parece falsa».
Los defectos de elocución, no sólo afean el discurso, sino
que oscurecen y alteran el sentido de los pensamientos. El
ejercicio de hablar y escribir convenientemente la lengua na-
tiva, debiera empezar en las escuelas de primeras letras, des-
pertando en los niños la afición á los modelos de dicción
castellana. Hemos insistido sobre este particular siempre que
la ocasión se nos ha venido á las manos.
.Hoy se nos presenta de nuevo, y la aprovechamos para la-
mentar el menosprecio en que se tiene generalmente aquel
importante ramo de la enseñanza. Nuestro lamento es hoy
mucho mayor que en otras ocasiones, á vista de haberse
introducido recientemente en las escuelas un libro (11) en
que campean los vicios de elocución: la sintaxis, la ortogra-
fía, la prosodia, el diccionario, la propiedad en el uso de
(xi) Serie gradual de libros de lectura, por el Dr. D. Alfredo Vásqncz
Acevedo.
40 JUICIO DE
las voces, su estructura misma, todo en él se menoscaba.
Añádase á esto que el libro goza de un extraordinario pres-
tigio y autoridad por emanar de una persona altamente co-
locada en los establecimientos públicos de enseñanza y á
quien se atribuyen vastos conocimientos pedagógicos. Vamos
á presentar una corta lista de los defectos en que abunda,
para que se le ponga el oportuno remedio, si se estiman útiles
nuestras advertencias. Sirva esta digresión de descanso á nues-
tros lectores.
III
ADVERTENCIA ACERCA DE LA NATURALEZA Y FIN DEL ARTE. — NOTI-
CIAS BIOGRÁFICAS DEL POETA URUGUAYO ALEJANDRO MAGARI-
ÑOS CERVANTES.
Al considerar los caracteres distintivos de la poesía ameri-
cana en nuestros tiempos, nos ha venido naturalmente á la
memoria la trascendental contienda en que filósofos y críticos
están empeñados acerca de la naturaleza y ñn del arte. En
las conferencias que hace algunos años dimos en el Ateneo
del Uruguay cuando se nos encomendó la cátedra de literatura
que juntamente con otras varias se había instituido entonces,
conferencias que fueron publicadas en este mismo diario, sos-
tuvimos que la esfera del arte está circunscrita á la manifes-
tación de la belleza. Esta doctrina, que reputamos lógicamente
fundada en principios fundamentales, no es empero la que
más partidarios tiene así en América como en Europa; ex-
ceptuando quizás la Alemania. Sea como fuere, aunque es
punto esencial en la ñlosofía del arte, no interesa directamente
á la historia critica de la literatura de una nación. La influen-
cia que hubieren ejercido en ésta las doctrinas aludidas, debería
tenerse en cuenta al apreciar el movimiento literario de que
se trata; la legitimidad de cada una de ellas es enteramente
extraña. Nuestro primer intento fué extendemos sobre el
EL DR. GRANADA 4 1
particular, y habíamos escrito algunas páginas que formarían el
presente artículo; pero luego desistimos de la comenzada tarea
por la consideración antedicha. Lo que sí conviene recordar
es que la poesía debe ser producto espontáneo del suelo y
atmósfera social en que aparece, sin sujeccion á reglas siste-
máticas ni á inñuencias de escuela. Así será la expresión
de la sociedad que la produce, tendrá colorido natural, loza-
nía y originalidad. Tal es el mérito y la importancia que la
poesía americana alcanza en la historia crítica de la lite-
ratura.
Estábamos escribiendo las precedentes líneas, cuando llega á
nuestras manos el tomo 2.° del Estudio sobre Artigas y su
época, por don Justo Maeso. El interés que despiertan los
trabajos de un escritor que, como el' señor Maeso, reúne á
una variada instrucción un vasto caudal de conocimientos y
papeles inéditos sobre la historia del Río de la Plata, nos
movió á hojear sus páginas. En buena hora lo hicimos, pues
en ellas encontramos alguna noticia interesante al asunto que
nos ocupa; á saber, una canción patriótica del año 1812, y
unas décimas escritas en Canelones en 181 5. La canción alusi-
va á los triunfos de Artigas, fué publicada el 21 de Enero de
1 8 12 en un suplemento del Censor de Buenos Aires que dice:
«es una hermosa marcha militar con que he visto un ejército
de 5,000 patriotas cantándola con lágrimas de entusiasmo :i>.
Las décimas, que el Sr. Maeso atribuye á don Antonio Ga-
bito y que fueron presentadas al Exento. Sr, Protector de los
Pueblos Libres (Artigas) por el mismo Gabito, don Antonio
Jesús de la Fuente y don Francisco Moran, por lo cual son
dignas también de mención, están inspiradas en sentimientos
apacibles, generosos y humanos, circunstancias que las hacen
tanto más notables cuanto los tiempos eran fragorosos. Dice
así la primera:
La gloria del vencedor
Es perdonar al vencido,
Dar la mano al abatido.
Prodigarle su favor:
Porque es ventura mayor
42 ESTUDIO DE
Hacer un solo dichoso,
Que en pena, muerte y destrozo
Abismar el mundo entero.
Aunque con esto el guerrero
Adquiera un nombre famoso.
En la advertencia preliminar del presente trabajo, manifesta-
mos que la reciente publicación del libro Pahuas y Ombúes
nos había sugerido la idea de emprenderlo. Iniciador de la
poesía nacional en su país, y representante legítimo, en el Río
de la Plata, de los sentimientos y aspiraciones de la América
emancipada, nadie con mejores títulos que él debe ocupar un
puesto preferente en un estudio de literatura americana. Su glo-
rioso nombre pasará á la posteridad, y en los estudios histórico-
criticos que en lo sucesivo se emprendan, han de ser buscados
con avidez toda clase de datos referentes á su vida. Algunos
poseemos nosotros, y reser\'ándonos ampliarlos en tiempo opor-
tuno si logramos adquirir mayores luces, sólo daremos ahora
aquellos de que tenemos entera certidumbre.
D. Alejandro Magariños Cer\'antes nació en Montevideo el 3
de Octubre de 1825. Fueron sus padres D. José María Magariños,
de la misma ciudad, y Dña. Encamación Cervantes, natural de
Cartajena en el reino de Murcia. Su padre se distinguió en la ca-
rrera militar, cuyos estudios hizo en el Colegio de Cadetes de
San Femando en España, alcanzando por sus méritos el empleo de
coronel de infantería de línea. Tuvo D. Alejandro por primeros
maestros á D. Manuel Besnes Irigoyen, famoso calígrafo, y al
eminente educacionista D. Juan Manuel Bonifaz. Estudió hu-
manidades en el Colegio del Dr. D. Manuel Rafael de Vargas,
canónigo de Guadix, y los idiomas latino, inglés, francés é
italiano, que tanto habían de ser\'irle para discurrir desembara-
zadamente por los dominios del saber y en especial de las bellas
letras, á que con marcada predilección le llamó siempre su
talento. Acababa de ingresar en la Universidad , cuando fué
cerrada el año 1843 ^ consecuencia del sitio de la capital por el
ejército de Rosas; pero el Gobierno de la Defensa, conocedor
de las sobresalientes dotes que le adornaban, le permitió por
gracia especial continuar sus estudios de derecho con el Dr.
EL DR. GRANADA 43
Alsina. Pasó al Brasil á fines del ai\o 1844, permaneciendo en
Río Janeiro durante algunos meses, ocupado, como siempre, en
estudiar y escribir versos. Allí elevó el corazón y el pensamiento
á las más sublimes esferas de la belleza poética, dotando á la
América, dotando al orbe literario, de una de esas creaciones
excepcionales que revelan por entero al artista. Aludimos á la
composición dedicada al Mburucuyd, ó flor de la pasión, que no
hubiera merecido conceptos más altos y originales, acentos más
delicados y tiernos á la musa de Lamartine. Magariños cerró el
camino á todo otro poeta que intente describirnos aquella flor
misteriosa. |Qué estrofa podrá presentarse, en ninguna litera-
tura, que encierre un pensamiento más oportuno y feliz, y que
esté ejecutada en un tono más profundamente melancólico que
aquella en que el poeta cristiano busca, enlutada el alma, el
origen de la flor?
Y acaso cuando El, herido.
Ya sin fuerzas, tristemente
Al pecho inclinó la. frente
Sin exhalar un gemido.
De aquella sangre inocente
Una gota cayó al suelo;
Y la tierra sin consuelo
Brotó una flor de esperanza,
Como prenda de alianza
Entre los hombres y el cielo.
Leímos por primera vez hace años, esta composición, fechada
en Río Janeiro, en un periódico que poseemos. La Antorcha ,
publicado en Barcelona por el célebre frenólogo don Mariano
Cubí y Soler, de quien luego tendremos que hacer una curiosa
referencia. A mediados del año 45 regresó Magariños á Monte-
video. Parece como que un genio inquieto le persiguiera sin des-
canso, y no le abandonara hasta que en ambos mundos hubiese
dejado las brillantes huellas de su paso. En Diciembre de 1846
se embarca para España. ¡Dejadlo, que va á recoger laureles im-
perecederos, y á honrar á su patria en tierra extraña! No sabe-
mos á punto fijo el itinerario que siguiera Magariños antes de
44 ESTUDIO DE
establecer su residencia eo Madrid, que mantuvo hasta el año
185 1, en que pasó á Francia; pero sí sabemos que en ese espacio
de tiempo recorrió la mayor parte de*las provincias de la penín-
sula. También ignoramos hasta el día los pormenores de su
vida literaria durante esas peregrinaciones. Podemos, no obstan-
te, ofrecer á los lectores de El Siglo, una interesantísima noti-
cia que nos proporciona el periódico antes citado. Don Mariano
Cubí y Soler fué uno de los hombres verdaderamente sabios de
que puede gloriarse España en nuestros tiempos. Baste saber á
los que no conozcan sus obras, que rompió lanzas con el célebre
Balmes: que mereció el singular honor en nuestra época de ser
procesado por sus doctrinas filosóficas; y que llegó á hacerse
arbitro de la mente por la inspección de los cráneos, con asom-
bro de las gentes. Pues bien : en el número correspondiente al
16 de Junio de 1849, ^^^ periódico La Aiitorcha, se registra una
correspondencia de Cubí fecha en Granada el } del mismo mes,
que entre otras cosas, dice lo siguiente: «Hablando de Málaga
no puedo dejar en silencio el nombre de don Alejandro Maga-
riños Cer>'antes. A este aventajado joven, que en lugar de
hablar de la Frenología sin comprenderla, quiso antes estudiarla
y buscar la verdad que en ella halló, le reconocí la cabeza, y le
dije que nació para escritor, poseyendo en grado aventajado to-
dos los elementos ó facultades para la poesía. A los tres ó cuatro
días me enseñó unos versos de un mérito sobresaliente de que
era autor. En la actualidad publica en la Biblioteca del Mediodía
una novela intitulada La Estrella del SuJ, que no puedo menos
de recomendar. Es autor del testimonio público que me dieron
los malagueños, y de otro artículo, muy bien escrito, respecto á
la Frenología y sus tendencias morales, que haría honor á cual-
quier autor por elevado que fuese su mérito. Al pensar yo en
los innumerables juicios frenológicos que de esta clase he hecho
con respecto á personas determinadas y en las dificultades y
obstáculos que se me han presentado, no me canso de repetir:
«pobre de mí si la Frenología no fuese verdad». De este docu-
mento se deduce que el poeta Magariños hubo de verse sedu-
cido por los admirables inventos del famoso frenólogo. En la
misma tentación cayeron por entonces la mayor parte de los
poetas, novelistas y demás gentes de imaginativa. Y por cierto
EL DR. GRANADA 45
que de ellos, como que eran hombres notables y celebri-
dades contemporáneas, fué de quienes sacó mayor provecho el
incansable frenólogo para la propagación de su sistema.
En Madrid publicó Magariños: Caramurú, Ccliar, La Estrella
del Sud, Las plagas de Egipto, Horas de Melancolía, la traduc-
ción de la Conspiración de Catilina{^áe Salustio ), varias obras
dramáticas y otras producciones literarias, escribiendo al mismo
tiempo en periódicos como LaIlustracion,LaSemanayLa Patria,
El Orden. Trabó relaciones de afectuosa é íntima amistad con los
literatos más distinguidos, que conocían su talento. Zorrilla, Ven-
tura de la Vega, Cánovas del Castillo, el historiador Lafuente,
Castelar, Olivan, Rúa Figueroa, Baralt, Orgaz, y otros poetas, es-
critores y sabios, se ocuparon en aquilatar los méritos del vate
americano que presentaba ante sus ojos la espléndida y maravi-
llosa naturaleza y originales costumbres y episodios interesantes
del mundo de Colon. En el libro Vio lelas y Ortigas, publicado ha
poco por Magariños, se encuentran la mayor parte de esos honro-
sísimos testimonios. Trasladóse á Paris el año 185 1 en donde pu-
blicó La Revista de Ambos Mundos, periódico el más erudito de
los que á la sazón veían la luz pública en lengua española, siendo
á la vez corresponsal de varios periódicos de América, entre ellos
El Mercurio de Valparaiso y La Constitución de Montevideo,
•redactada por el Dr. D. E. Acevedo. Dio también á la pren-
sa los Estudios históricos, políticos y literarios sobre el Rio de la
Plata, Las veladas de invierno y otras producciones de índole li-
teraria. Hizo algunas excursiones por Inglaterra y Bélgica. Por
el año 1855 regresó á su patria. En Buenos Aires publicó la Bi-
blioteca Americana, que consta de ocho volúmenes, y en Mon-
tevideo las Brisas del Plata, el drama Amor y Patria, La Iglesia
y el Estado, el Álbum de Poesías Uruguayas, etc. etc. En la página
304 del libro Palmasy Ombúes, recientemente publicado, está la
lista de sus obras.
Las noticias que accidentalmente hemos recogido de sus labios
las repetidas ocasiones en que de largos años á esta parte he-
mos tenido el placer de tratarle, y las que pudiéramos adqui-
rir de sus deudos más allegados, con quienes nos ligan vínculos
de atenta amistad, aparte de las que resultan de los periódicos y
demás fuentes aprovechables, nos habilitarían para seguirle paso
46 ESTUDIO DE
á paso desde que volvió á pisar playas americanas hasta el día
de hoy. Pero no nos ptirece que debamos hacerlo, ni á la gene-
ralidad de los lectores de este diario les son desconocidos los
hechos m«^s culminantes de su vida literaria y política en el Río
de la Plata. Basta á nuestro intento dejar consignado: que la
ocupación constante y predilecta de su vida ha sido en todas
partes el cultivo délas letras: quesu corazón ha estado siempre
abierto á las afecciones y sentimientos más puros, elevados y
nobles, y su lira templada para los arrobamientos que infunde
la belleza y sublimidad que la divina mano ha estampado en
la naturaleza creada, en las heroicas acciones y en los mundos
invisibles del pensamiento : que ama entrar.ablemente la juven-
tud de su patria á quien quisiera ver sublimada con los lauros
inmarcesibles que coronan su venerable frente, y que esa
juventud, llena de entusiasmo y admiración, lo proclama y salu-
da como al Patriarca ilustre de las letras Uruguayas. El día que
la juventud le rinda el homenaje que le espera de una manifes-
tación pública y solemne de reverente cariño y reconocimiento
á sus virtudes y méritos todavía, oirá de ;su voz, algo apagada,
pero varonil y llena de fuego, cuáles han sido los escondidos
agentes que agitaran su alma en todo el curso de su vida: ¡Dios,
la patria, la libertad!
En el artículo siguiente daremos á conocer algunas de las
flores poéticas que la cuidadosa mano del viejo cultivador ha
puesto al abrigo de las Palmas y los Omhúes.
IV
r.MMAS Y ombOfs: roFSÍ.vs r»K alkj andró magarixos Cervantes
Kl arte os idealista iM>r esencia» Si limitamos el orden de las
existencias á los objetos v^ue caen baio la acción de los sentidos,
la belleía desaparece de! mundo. No e$ una cosa real, corpórea,
sino el retleio de la soberana esencia difundido por los espacios.
Kl concepto vjue de ella so forma el artista por intuición espon-
tánea á vista de la naturaloia y de la vida» es la fuente única
EL DR. GRANADA 47
de la poesía. Por eso la noción de un ' ser absoluto, creador
del Universo, es inseparable del concepto del arte. Por
eso todos los poetas, todos los artistas merecedores de
ese altísimo dictado, han creído en la existencia de Dios ;
ó si con la lengua lo han negado alguna vez por incomprensible
extravío, lo han reconocido y proclamado elocuentemente por
medio de sus obras, de los productos fieles de su ingenio.
¿Cómono,si de aquella soberana frente de vida y de luz recibían
el mens divinior que agitaba su espíritu? Por eso, repetimos,
todos los poetas, todos los artistas, han creído en Dios y en el
mundo suprasensible. La duda, el excepticismo, el mismo sarcas-
mo pudo haber contaminado los cantos de tal cual otro poeta
que pagara tributo á la corriente pasajera de las ideas de su
tiempo. Pero nunca esos mismos poetas han abandonado en sus
creaciones verdaderamente artísticas los recursos que sólo la
idealidad extrasensible les ha podido suministrar para cumplir el
ministerio excelso de que intentaban revestirse. El realismo en
el arte, equivalente al materialismo en filosofia, no es arte: es la
corrupción, es la repugnante y menguada relajación de las artes.
Por dicha, el Patriarca de las letras Uruguayas nació poeta en
toda la extensión de la palabra, y desde los primeros albores
de su inteligencia hasta el día presente profesó manifiestamente,
con incontrastable firmeza, los principios más puros del espiri-
tualismo. Cuando en 1844 desplegó su valiente Lábaro al vien-
to, la América vio brillar en él las letras de fuego de una ins-
cripción sublime. Poetas americanos, decía, tenéis una misión
eminentemente social que cumplir; confiad en la Providencia;
tratad de sorprender el sello de grandeva y poesía con que la di-
vina mano marcó la naturale:^a sin rival de nuestro magnifico
hemisferio.
Empapadas en las purísimas aguas de aquella fuente de vida,
pasan hoy á manos de las gentes las flores poéticas que la cuida-
dosa mano de su viejo cultivador ha puesto al abrigo de las
Palmas y los Ombúes. A su frente llevan el mismo Lábaro que
en 1844 levantó arrogante. Se complace á vista del afán con que
la juventud de su país se lanza en pos de los maravillosos descu-
brimientos y sorprendentes teorías científicas de los tiempos que
alcanzamos; más no deja de advertirle que «desgraciadamente
48 ESTUDIO DE ^
con la eliminación del recto y genuino concepto de Dios, por
más que crean con sinceridad ó aparenten otra cosa sus oposito-
res, se vienen al suelo las creencias, ideas y sentimientos que han
sido hasta ahora el lábaro santo, la gran fuerza moral, la columna
más firme del derecho y la justicia, y en suma, el ideal de la
humanidad».
Tal vez el humano pensamiento, considerando en la naturale-
za y sus causas, perdida aquella luz que viene de lo alto, se
sumerge, en inútiles contemplaciones. Entonces,
«El pavoroso espectro de la muerte
En la callada oscuridad asoma,
Y ante el frío glacial que en torno vierte,
Del hombre más audaz la fibra doma.
En vano quiere levantar la frente:
lina mano invisible le atenaza,
Y extraña, horrible punzadura siente
Que el alma y corazón le despedaza».
Desengañado ante las falaces promesas de una ciencia presun-
tuosa, considera su pequenez; pero levantando los ojos al cielo,
vuelvo á columbrar la luz que había perdido.
«Soy mísero gusano,
Pero en mi pecho bulle
De un Dios el soberano
Aliento, que titánicas
Alas al hombre dá:
Y un niyo de la llama
Del luminar etenio
Mi pensamiento inñama,
Y el ideal, su imagen.
En mi ccrcbrv> csti!»
Ouauvlo el pv^sitivismo empeiv^ i adquirir las proporciones
colo^^lc^i que ha alcaniado, quiso Magaññcvs sujetar sus preten-
íiiv>uc$ a U picxlra vlc tc^que de una r»xvMi compleumente despre-
EL DR. GRANADA 49
ocupada, y se entregó á la lectura de los más renombrados maesr
tros de aquella nuevamente resucitada escuela. Penetróse, no
menos ahora que siempre lo había estado, de la mísera consis-
tencia de U nueva armazón científica que se nos presenta, cuya
clave consiste en descartar del humano saber, por decreto de sus
fundadores, los principios incontrastables en que reposa el orden
suprasensible; y de entonces más no ha dejado de combatir la
deplorable facilidad conque los jóvenes inexpertos suelen ser lle-
vados del viento de la moda. Alguna vez pierde la paciencia,
como en el caso de aquel pretenso naturalista ^ á quien después
de leer el manuscrito que le presentaba para que le diese su pa-
recer, echó á rodar con el siguiente requiebro :
¡Cargue contigo el diablo y con tu casta!
Yo soy viejo, ¡pardiezl y el alma siento
Más que la tuya joven y entusiasta.
No imprimas tu librejo; es nauseabundo.
Mas luego, deponiendo un tanto su enojo, le previene que
Apenas entreabierta, se deshoja
La flor de la ventura y la belleza,
Y que sólo en la virtud debe cifrar el bien de la vida.
Una de las composiciones más delicadamente ejecutadas, es la
que lleva el simbólico título La sombra de la luí, poemita dialo-
gado cuyos interlocutores Oberdy Poremay simbólicos también,
del idioma guaraní, significan respectivamente resplandor y puré-
;{a. Véanse aquí las dos primeras estrofas, y quien quiera adivinar
el desenlace, traiga á la memoria las fuentes, indicadas al prin-
cipio, en que el autor ha bebido la inspiración para sus cantos.
OBERÁ
El serafín envidia tu hermosura
Y acabado modelo de belleza.
En tu ser derramó naturaleza
Del cielo y de la tierra el doble imán,
50 ESTUDIO DE
Y cuando nada á tu ventura falta,
Juventud, ilusión, amor, fortuna,
¿Por qué empaña una lágrima importuna
De tus ojos el brillo celestial?
POREMA
Bardo, la gloria te ÍDesó en la frente,
Y te dieron humildes á porfía
Su trino el ave, su fulgor el día,
La luz sus alas y su hoguera el solí
Y cuando el mundo que te aclama, pone
La corona del genio en tu cabeza,
¿Por qué vela una nube de tristeza
El astro de tu ardiente inspiración?
El Áspid de Misiones, animal pegunto y vil, ofreció al poeta la
imagen de la envidia, compañera inseparable de la difamación y
la calumnia, perseguidora incansable del mérito. Oculto entre
la yerba el venenoso reptil, en acecho de su víctima.
Hiere, y veloz se pierde,
Cual dardo que siniestro
Arroja desde un bosque
Segura la traición.
La envidia, á quien la víctima mira con desprecio, forja y
difunde la calumnia y propaga la difamación, hurtándose as-
tutamente al castigo. De igual manera
Ni el animal ni el hombre
A su enemigo miran.
Que entro Li grama huye
Tan ;uil como vil.
Su ataque y su tamaño
Desprecio les inspiran ;
Mas ¡ayl que su veneno
La mucnc da sutil.
EL DR. GRANADA 5 1
El libro abunda en rasgos magistrales. Léanse las composi-
ciones A la inauguración del primer Ferro^carril de la Re^
pública, Colon y el Nuevo Mundo, Querer es poder. Sin pie^
dra ni palo, A Francia en la derrota, En la cumbre, de
vigorosa entonación y esmaltadas de altísimos pensamientos y
deslumbradoras imágenes.
Al contemplar el cuadro ofrecido por Blanes al pueblo ar-
gentino con motivo del centenario de San Martin, despiértan-
se en la mente del poeta del Uruguay las glorías comunes
de ambos pueblos á quienes
El astro de Ituzáingo los vio juntos
Arrollar á las huestes imperiales.
La composición en octavas reales, La Madre Patria y su
prole americana, es magnífica. Juzgúese de los sentimientos
que dominan en ella por estos versos:
La frente levantad, hijos de España,
Esta tierra que holláis no es tierra extraña
No ha sido nuestro objeto hacer un análisis de las bellezas
de la obra. El público las disfrutará por entero. Plácenos ha-
ber dado á conocer el espíritu dominante de las produccio-
nes que contiene, las cuales, aparte de su mérito artístico,
tienen una grande importancia social por lo que pueden in-
fluir en la juventud los elevados conceptos del maestro, mag-
níficamente expresados.
Daniel Granada.
1885.
El renombrado crítico, autor del libro Escritores españoles
i hispano^americanosy en su estudio sobre Olmedo, dice:
<i:No me cansaré de lamentar la indiferencia ó descuido con
que hasta ahora han solido prescindir los eruditos ameríca-
52 ESTUDIO DE
nos de allegar noticias relativas á sus escritores y poetas.
Sin ese censurable abandono, tanto más censurable, cuanto
que los hombres estudiosos de la América española no nece-
sitan engolfarse en hondas investigaciones para encontrar y
reunir datos exactos con que trazar la biografía de cuantos
después de la emancipación han ilustrado con su ingenio y
saber las nuevas naciones de aquel hemisferio, no se encon-
trarían las lagunas que necesariamente se han de hallar en
este bosquejo biográfico, etc.». — Manuel Cañete.
1884.
UN POETA AMERICANO
CARTA AL AUTOR DE
PALMAS Y OMBÚES
Mi querido poeta :
Tengo entre manos sus Palmas y Omhúes y cuyas páginas
acabo de devorar con la febril avidez de quien tiene sed de
cosas grandiosas.
Estoy convencido de que el encantado jardin en que mi amigo
cultivó sus Violetas y Ortigas transformóse en floresta tropical,
poblada de melodiosos zorzales, — esos poetas vagabundos de
las selvas, — impregnada de perfumes de magnolias y jazmines —
esas estrellas de la diadema de la naturaleza.
En cada rama un nido, en cada nido un vislumbre maravi-
lloso de vida, una aurora de existencia, emergiendo del mis-
terio del amor como una claridad sideral de las profundidades
sombrías del azul.
No soy poeta, pero comprendo lo que hay de sublime en
los cánticos de esas arpas vivientes, de esos espíritus errantes
— especie de lúcidas mariposas hechas de armonías y murmu-
llos, que revoletean sobre los abismos de la existencia sacu-
diendo de sus alas intangibles el polvo dorado de las ilusio-
nes.
Dios es un poema eterno, una epopeya de mil cantos; el
poeta — yo lo sé — es una estrofa de ese poema, de esa epope-
ya gigante. Lo que hay de extraordinario es, que, como la
divina obra está en el cielo, esa estrofa habrá probablemente
caído al planeta envuelta en un rayo de estrella.
Es por eso que ustedes, los poetas^ esparcen tanta luz; una
54 UN POETA
luz de astros dislocados de su órbita, disgregados de miste-
riosas constelaciones, como perlas de un inmenso collar que
se hubiese roto en el firmamento.
Me ha hecho usted pasar una noche de gratas emociones
bajo la lluvia torrencial de los destellos de su Numen. Ten-
go el alma deslumbrada como si fuese una retina inmaterial
vibrada por las irradiaciones cambiantes de una aurora boreal.
¿Y qué más es el alma, sino una delicada retina tejida en
los abismos de nuestro ser?
Después de haber leído á Lamartine, ruiseñor de la poesía,
nota melancólica en el concierto sagrado de las Musas, lle-
gué á comprender que la poesía era el dolor desbordándose
en cánticos y plegarias.
Más tarde leí á Heine, esa carcajada de Aristófanes en
labios germánicos, y creí que era la alegría armada de látigos,
un panal con gotas de hiél en su interior.
Musset, colmena de deleites en Jacques Rolla y Namouna^
y Baudelaire, modelador de Phrinés desnudas, ese Hans
Macquart literario, me la enseñaron en seguida por la faz
febricitante de la sensualidad, y la tomé entonces por el gri-
to de los Deseos enroscados como víboras en las formas de
una Madona romana, que hubiese salido de las manos de un
escultor bizantino. Es decir: la serenidad mística de Rafael
confundida con la languidez mórbida de la voluptuosidad en
la silueta de una Odalisca.
Sólo en Víctor Hugo, el semi-dios, la lira de cien cuerdas,
como dijo el portugués Guerra Junqueira, comprendí la
poesía en toda su vasta significación : una grandiosa ópera
compuesta en colaboración por Beethowen y Homero, Haédl,
y Virgilio, Cimarrosa y Dante, Meyerbeer y Savonarola, en
que todos los sentimientos, todas las pasiones — artistas idea-
les en el teatro de la vida humana — cantan su papel acom-
pañados, ya por las tempestades y truenos que son los meta-
les de la orquesta, ya por las ilusiones y esperanzas, que
pulsan en ella, dulcemente, los violines y las arpas.
AMERICANO 55
Pero, en mi concepto, la verdadera poesía es la que brota
del alma, espontánea, dulce, sentimental; ya embebecida en
la perla de una lágrima, ya librada en el ala vaporosa de
una esperanza.
«Las grandes ideas — dijo Vauvenargues — nacen del cora-
zón 2^. Las grandes inspiraciones — pienso yo deben también
nacer de esa crisálida de los sentimientos, lampos de nues-
tro ser inmaterial.
El Jano latino tenía dos faces. La poesía — Jano universal
— tiene también dos faces: mira los dos infinitos de la crea-
ción, las dos naturalezas del universo con sus múltiples con-
trastes y aspectos.
Verifiquemos.
Las imprecaciones coléricas de Moisés y los salmos de
David; la pasión de Jesús — el poeta del Génesis — y la lá-
grima de Magdalena; las canciones impúdicas de las orgías
de Baltasar y los cánticos celestiales de las Vírgenes de Sion;
el odio de Caín y los amores místicos de Santa Teresa : he
ahí los grandes contrastes de la naturaleza humana que ame-
nudo resplandecen en la Biblia, que es el poema místico de
la creación.
Las iras ciclópeas del Océano, en la hora culminante del
huracán, y la tranquila placidez de la tierra en las silencio-
sas noches de los trópicos; el volcan y el lago; la montaña
y la planicie ; la aurora y el crepúsculo vespertino ; el per-
fume de la flor y el miasma infecto de los charcos — gota de
muerte suspensa en el aire : he ahí los grandes contrastes de
la naturaleza física en esa otra Biblia — la ciencia, — que es
el poema realista de la inteligencia humana.
Ahora bien, esos contrastes, esas dos naturalezas, forman
el universo de la poesía, puesto que la poesía es el univer-
so en las cuerdas de una lira, una agrupación de ignotos
mundos con cielos, mares y espacios azules, que vibran como
un arpa misteriosa^ dentro del pecho de los inspirados seres
que nacieron para cantar, como las aves del Paraíso de Mílton.
56 UN POETA
Ya vé, mi venerando vate, si sabré lo que es la encanta-
dora Psyché de sus cultos, y si habré comprendido los him-
nos de su alma — zorzal armonioso — en la floresta de Pal-
mas y Omhúcs,
Hay entretanto, mi querido amigo, diversos modos de ser
poeta. Ticiano de Veronese, Miguel Ángel y Mozart lo fue-
ron por el arte; Humboldt, Lavoisier y Ferdinand Lesseps
por la ciencia; Michelet, Thiers y Guizot por la historia;
Chenier, Lamartine y Alfredo de Musset por la inspiración;
Víctor Hugo, esa quinta esencia de la poesía, por todo á la vez.
¿De qué modo es Vd. poeta?
Antes de pronunciar mi opinión deseo contarle una breve
historia.
Hay en el planeta una región encantada que fué probable-
mente el maravilloso jardin de los dioses de la antigüedad paga-
na. Dos grandes genios, el genovés Cristóbal Colon y el portugués
Alvarez Cabral — árabes sedientos de infinitos — lo encontraron
cuando vivían ansiando devorar mares y espacios. A Ae en-
cuentro se llamó descubrimiento.
Vinieron en pos de esos divinos salteadores de lo descono-
cido unas inmensas cruzadas de gentes que daban miedo á
las inocentes razas nativas. Traían la espada y la cruz — dos
símbolos antitéticos — dos términos que se excluyen, pero que
en ese entonces se complementaban. La prueba es que las
espadas antiguas tenían una cruz en la empuñadura.
Con una implantaron la dominación de las metrópolis en
nombre del Rey, con la otra el imperio de la fé en nombre de
Dios. Las dos escribieron el prólogo de la civilización, pero la
tinta fué la sangre de los Incas y de los adoradores de Tupan.
Ahora bien, como crece el hombre en la historia de la hu-
manidad, ese jardin misterioso creció en la historia de la ci-
vilización: transformóse en un mundo lleno de maravillas v
opulencias.
Surgió un continente del mar; saltó una inmensidad de otra
inmensidad al choque eléctrico del genio con lo desconocido.
AMERICANO 57
Ese continente, esa inmensidad es la América — cóndor ani-
dado entre dos océanos — y ella es la Musa inspiradora de sus
cantos, la inmaculada Psyché de sus gloriosos ensueños de vate.
Y así como otros poetas lo han sido respectivamente, exclu-
sivamente, por el arte, por la ciencia, por la historia, por la
inspiración, usted, como Olegario Andrade y Mármol, lo es
por la América, por este pedazo de cielo caído de las ma-
nos de Dios en el seno de los mares.
América, mi madre.
Tierra del Porvenir, bendita seas!
Alcázar esplendente
De una futura raza de Titanes,
Donde puede ya el hombre alzar la frente
Con el viril orgullo
Del esclavo que ha roto su cadena :
América mi madre, en fiero arrullo.
Te saludan rugiendo tus volcanes,
Y al sacudir altiva tu melena
De bosques, de laureles y de palmas.
El grito salvador que es himno y ruego,
Dios y la Libertad! brota en tus labios
Y electriza magnético las almas.
De la fé y de la Patria el santo fuego
En tu mirada audaz relampaguea,
Y arrollando las sombras, vencedora.
Avanzas imponente,
El lucero del genio en la alta frente.
En la siniestra el faro de la idea,
Y en la diestra la espada redentora!
América mi madre.
Yo te saludo con amor profundo.
Vestal que en tus entrañas puro guardas
El verbo que otra vez salvara al mundo I ( i )
(i) Palm, y Omb. T. 11. — El Lcon Cautivo. Véase en el texto la nota á las
palabras: Dios y la libertad.
58 UN POETA
Sus himnos tienen en la clave el signo de una adoración fa-
nática por todo lo que es americano. Una hermosa virtud, un
bello rasgo característico de la originalidad de su ingenio.
En las páginas de sus poemas, palpitantes de verdad é ins-
piración, he contemplado muchas veces la América de los
tiempos de la conquista, barrida por el huracán impetuoso de
la civilización; porque la civilización tiene en ciertas circuns-
tancias la violencia de los ciclones : por donde pasa deja un
rastro de escombros: destruye para que el hombre edifique.
Así en virgínea selva del suelo americano.
Cual raudo meteoro, de pronto hin-iente llama
Se extiende, centellea, salta, se enrosca y brama
En lenguas mil de fuego; flamígero occeano.
Que destrucción y muerte por donde va, derrama!
Cae la gigante palma y el ara:{d rastrero;
El fuego al par devora la ortiga y el aroma;
La tórtola inocente y el tigre carnicero;
El crótalo y el árbol que su veneno doma ;
El vil carancho imbécil y el trinador jilguero!
¿Por qué tan ciego encono? furor tan implacable?.. .
Cual torvos enemigos, la selva y el desierto.
Tendían sobre el hombre su manto impenetrable ;
Y el hombre entre sus pliegues, anonado, yerto,
Auxilio pidió al fuego, verdugo inexorable.
La tea ardió en su mano, y el ígneo torbellino.
Giró por el espacio cumpliendo su destino.
Que era cubrir la tierra de fecundante abono,
Y dar al genio humano, ya espédiio el camino.
Nuevo horizonte inmenso donde elevar su trono! y 2).
(3) Palm, r Omh., T. ii. — Lo qüc sintió mi alma al divisar las cestas
uraguayas Tolriendo de Europa.
AMERICANO 59
Por eso creo que ella es hecha de electricidad y vapor,
del plomo con que Gutemberg fundió los primeros tipos y
del fierro con que Stephenson fabricó las primeras locomo-
toras. Una bomba Orsini cargada con la dinamita explosiva
de las grandes ideas.
Pero no importa que hubiese destruido las florestas vírge-
nes y penetrado hasta el vientre de las montañas, pasando so-
bre el cuerpo inerte de Atahualpa. Quedaron todavía muchas
maravillas para ser cantadas en las cuerdas de su lira, mi ve-
nerando vate.
Y sino que lo digan los Andes y sus hermanos el Potosí,
el Chimborazo y el lUimani — Cíclopes de la naturaleza — que
miran al Pacífico, el tenebroso mar de los antiguos, desde
sus gigantes tronos de granito.
Hablé de Olegario Andrade como poeta americano, sin
acordarme que su cerebro volcánico vivió brotando cascadas
de bellezas griegas sobre el mundo de Colon.
No tan fecundo en imágenes como él, pero más que él fe-
liz en la concepción y ejecución de su admirable Colon y el
Nuevo Mundo, usted supo cantar la América, empleando en
esa apopeya colosal materiales puramente americanos.
Andrade hizo de la América una estatua modelada por el cin-
cel de Fidias, el griego. Sus estrofas son cariátides hechas
con los metales arrancados de las entrañas del Chimborazo
y el Potosí, pero cariátides al fin. Cuando tentó modelar el
indio nativo, salió de sus manos una figura helénica tostada
por el fuego de los volcanes, abrasada por el Sol de Amé-
rica, cuyos rayos solía condensar en las misteriosas cavida-
des de su cerebro.
Un gran poeta es Andrade, pero un gran poeta que be-
bió sus inspiraciones en las copas de oro de los diosas olím-
picos, allá en la Grecia antigua.
Mármol es Andrade al revés; es, como usted, un poeta
americano, pero con esta diferencia: si canta un Dios de la
mitología griega, produce un ídolo indígena; si un héroe ro-
6o UN POETA
mano, da un cacique armado de arco y ñechas, ceñido de
plumas multicolores.
Pero I cuánta suavidad en los cantares de Andradel cuánta
dulzura en sus cuadros de la naturaleza americana! Su Pro-
meteo es un coloso.
Vd. me lo hace recordar en su Colon ^ quizás la más ame-
ricana de sus bellas concepciones.
Tú fuiste el meteoro que súbito y violento
Del Maracáibo rasga la antes dormida faz :
La Europa electrizada se despertó á tu acento,
Y un nuevo mundo en todo se reveló vivaz.
Las ciencias y las letras, la inspiración y el arte,
Surgir en las tinieblas vieron enorme Sol,
Que sin ocaso, en triunfo, doquiera su estandarte
Flameando en tierra suya mostraba al Español! (3)
Y digo la más americana de sus composiciones porque Vd.
condensó en ella, como en una tela del Renacimiento, todos
los tonos del localismo, todas las opulencias de esta natu-
raleza eternamente risueña, esculpiendo en el centro de esa
•turcola de destellos la más digna y también la mis justa
apología de la raza viril que la Europa engendró en el seno
colosal del Nuevo Mundo, al calor fecundante de su avanza-
da civilización.
Xosotri^s, los americanos, somos como dijo Vd. en la crí-
tica de un luminoso trabajo de Alberdi, hijos de la Europa
y no de los infortunados hombres de color cobrizo ; ( 4 ) raza
que diríamos modelada por Pluton, en las fraguas candentes
del planeta, si Pluton en vez de herrero hubiese sido es-
cultor.
La America de sus cantos es la siempre virgen, la siem-
pre grandiosa, sí se encara pv>r el aspecto de la naturaleza;
\ 4 ^ F.ttmJt^*s 4i«lwt»t«w$« /vCi/N>fv$ r «^>jkVi 1^^ ii Iti* it i» Pímím, Kg. 40QL
AMERICANO 6 1
es una maravilla de progreso y civilización si se observa por
la faz histórica, desde la conquista que inició el cruzamiento
de las razas, y de consiguiente el perfeccionamiento de la
especie humana en este hemisferio, hasta la Independencia
que señala el período de la organización política de las na-
cionalidades que hoy ñorecen en su dilatado seno.
Grandes, muy grandes deben ser los grandes
Destinos que te guarda el Poderoso,
Para que. Reina, en el planeta mandes,
Y brillante fanal claves radioso
Allá en la sien de los nevados Andes
Lleno de gloria tu pendón hermoso,
A cuya sombra brotará fecundo
Árbol que cubra con su sombra al mundo! (5)
Por eso, aconsejando la unión á todos los Estados del nuevo
continente, ve Vd. ya en las cúspides de la inmensa Cordi-
llera, escalonadas
Como hileras de armados paladines ;
el antemural de sus conquistas pasadas y futuras.
Muralla que á los siglos desafía,
Y encadena los mares y torrentes;
Tu espíritu y tu fuerza así algún día
Se levanten ¡oh América! imponentes.
Y donde quiera que el peligro asome
Tus huestes formen una sola tropa,
Y la alianza americana dome
La ambición y el orgullo de la Europa! (6)
(5) Palm, y Omb., T. i. — La madre patria y su prole americana.
(6) Brisas del Piafa. — Baluarte.
6a UN POETA
Volviendo á su admirable Colon y percibo en la música de
esa concepción los murmullos de las cascadas que se despe-
ñan de las cumbres de los Andes; de allá, donde los cón-
dores y las águilas tejen sus grandes nidos y el poema de
sus misteriosos amores. Oyese en ellos el ruido subterrá-
neo de los cráteres y las melodías suaves de las selvas ani-
madas por miriadas de aves y constelaciones de flores.
Allí, como en los cantos consagrados á La Bandera Tri-
color, á La Urna de Rivadavia, Al Blasón del Legionario,
domina la nota heroica, que les da una expresión acentua-
damente guerrera.
No de otro modo puede cantar un nieto de los hijos del
Sol — los Incas — y de los aguerridos Guaraníes.
No emitiré juicio sobre el plan de su libro en cuanto se
refiere á la colocación de las composiciones que encierra.
Cuando miro al cielo no me preocupo de investigar la
posición astronómica de esas microscópicas islas de luz, que
flotan como camalotcs incendiados en los mares insondables
del infmito. Admiro en ellas la grandiosidad de la obra del
Creador, el mecánico sublime.
¿Es usted poeta uruguayo, por lo que es americano y vive
bajo el mismo pedazo de cielo que cubre la cuna de Figue-
roa, de Juan C. Gómez, de Adolfo y Aurelio Berro, de
Zorrilla de San Martin, de Melian Lalinur, de Washington
Bermudez, de José Sienra Carranza y de Estanislao Pérez
Nieto?
No. Lo es porque grabó las leyendas Mangora, En la
cumbre y Sin piedra ni palo en la historia de la poesía
uruguaya; porque exaltó el valor de los hijos de esta he-
roica tierra americana en esa otra leyenda Quen-r es poder;
porque, en tin, dio en mil estrofas lúcidas como estrellas el
alma á esta patria y la lira á sus glorias imperecederas.
El ganclto fiero — cosaco de las campiñas uruguavas — ¿apeó-
se á las puertas del rancho, á la hora de la oración, y tomó
la guitarra para acompañar unas décimas lánguidas, nostál-
AMERICANO 63
gicas, como el dulce recuerdo de una patria ideal en leja-
nos horizontes?
Usted recoge esa cascada de armonías y hace de ellas ma-
terial para sus admirables cuadros de la vida local.
Tan cortés, cual valiente y desprendido,
La flor y nata de los gauchos es,
Y en sus galas, arreos y vestido
El lujo ostenta y vanidad de un rey.
Se distinguen las ñores de su veste
Mal prendido su rico vichará^
Y de gamuza el tirador celeste,
Y de crujiente seda el chiripá.
Las botas son de potro; no se siente
El rumor de su huella en la extensión:
Es de plata el puñal resplandeciente,
Hacia atrás suspendido con primor.
Cuando rendido el parejero, apenas
Sigue de otro la carrera audaz,
La estrella colosal de sus chilenas {'j)
Sangrienta brilla como luz fatal.
Y al correr del caballo estrepitoso,
Que ya toca la meta vencedor.
Golpea la caronay y armonioso
Silva el /a^o prendido en el arzón.
( 7 ) Espuelas de domar. El significado de casi todas las palabras . america-
nas de este fragmento, se encuentra en las notas de la composición XVI del
tomo 1 : Sin piedra ni palo, ( N. del A.)
64 UN POETA
^
Escarchado de rica argentería
Y combinado en armoniosa unión,
El magnífico apero más lucía
Llevado por el joven seductor.
Resonaban los broches y cadenas
Al trote del indómito corcel,
Que al sentir en los flancos las chilenas
No pudiendo su furia contener,
Con blanquecina espuma, más brioso
Tascaba el freno, sacudía la crin,
Y flexible arqueando el cuello airoso.
Hinchaba y comprimía la nariz.
Entonce, confiado el buen ginete
Le soltaba las riendas, y veloz,
Como lanzado por ciclópeo ariete
Iba el caballo de su sombra en pos! (8)
El caudillo valiente ¿pasó por lo alto de la cuchilla, sobre
el brioso pingo^ adiestrado en las escaramuzas de las guerri-
llas, el oído acostumbrado al estrépito de los encuentros?
Usted lo sorprende en la mis gallarda postura, y con la
fidelidad de una máquina fotográfica le imprime la silueta en
rasgos iluminados de verdad é inspiración.
Perseguido por un grupo
Se detiene en la cucHUIj:
Con el facón una niva
Hace en la tierra* se inclina.
La barranca y selva próximas
Con ojo avizor registra;
A su pi9ig<^ palmetea «
Lo aprictJi U flv\ia cincha.
Se recuesta en el rtcado.
$^ C^bMr CAtt^> IV^ c\>rTtí|ri4\> f\v el jiiBt^r.
AMERICANO 65
Cruza una pierna, se alisa
La negra rizada barba ;
Entona una vidalita, (9)
Y cuando á breve distancia
A sus contrarios divisa,
Vuelve á montar, los espera
Sereno y la frente erguida:
Los embiste, se abre paso
Al través de la guerrilla
Muda de asombro, golpéase
La boca, en la diestra gira
Sus terribles boleadoras.
Que silban como Boiquiras;
Endereza á la barranca,
De un salto se precipita
Con su caballo en el río,
A nado llega á la orilla,
Y como el centauro, rápido
A escape en la selva umbría
Se pierde, y vengan, chimangos, (10)
Si acaso hombres son les grita. (11)
Esta noche le vi, solo,
De los tiros á la lumbre,
Cargar á la muchedumbre
Como toro en albardon; (12)
Y cada bote de lanza
Al que hondo clamor seguía.
Con sangre en tierra imprimía
Las huellas de su bridón! (i^)
(9) Cantares de los ganchos, generalmente tristes, qne tienen por argn4uento
sos infortonios y desdichas. ( N. del A.)
(10) Chimando. — Ave de rapiña que se alimenta de cuerpos muertos, muy
Toraz y chillona. El vocablo se emplea en sentido de cobardia y desprecio.
(AT. del A.)
( 11 ) Palm, y Omh. T. 11. — El caudillo del Pago.
(13) Los toros ál\adoSy ganan las alturas {albardones), viven allí con sus
hembras, aislados, y no permiten en su radio más ó menos extenso, que se
les acerquen hombres ni animales. {N. del A.)
(i^) Celiar. Canto XX, corregido por el autor.
5
66 UN POETA
Así, como observa el autorizado crítico redactor y director
político áe L'Iialia (14), Vd., en compañía de los poetas
nombrados y otros edifica el modesto, pera precioso monu-
mento de la poesía uruguaya, tan llena de originalidad, tan
ataviada de aspectos deslumbrantes como la naturaleza de
estas encantadoras regiones.
He notado, entretanto, que no siempre sus versos son
arrullos de paloma mansa. Suele Vd. á veces desbordarse en
torrentes de cólera c©n las voces iracundas del trueno. En-
tonces no es sublime, es solemnemente terrible; parece que
un león hubiera pulsado su arpa. •
Para dejar bien sentado mi aserto, sólo me detiene la di-
ficultad de la elección. No es posible, por ejemplo, transcri-
bir íntegras todas las enérgicas y vibrantes estrofas de Las
dos orillas, que resuenan dentro del pecho como el redoble
( 14) Atteso da Inngo teiupo, qaesto bel volume ríesce accctto a tnUele anime
gentili, amante del bello, ed aggiungc una nnova foglia d'alloro alia sempre ver-
de corona del principe della letteratura nazionale, che da quasi qoarant^anni
mantiene saldo nellc robaste sue mani lo scettro della patria letteratura: e regna
riverilo ed amalo dalla pleiade degli epigoni che lo salatano maestro ed amico, e
fra i quali primeggiano Giovanni Zorrilla de San Martin, Cario Maria Ramirez,
Luigi Melian Lafinar, Danielc Muñoz, Giovacchino Saltcrain, Emanuele Herre-
ro y Espinosa ed altri parecchi che, fora lungo enumerare.
Le qualitá intrinseche di questo poeta, che sonó una nota mclanconica che s*
apre cammino anche in mezzo alie piú smaglianti descrizione di cui é ricca la sua
tavolozza, un dubbio interno tra le veritá della scienza ed il fascino de la fede,
ed un splendore di forma, che raramente íagli difetto, sonó piú che mai accen-
tualc nel nuovo volume.
II deísmo del poeta oriéntale non é per altro, affretiamoci a dirlo, la cieca
fede del fanático; nó glimpedisce di rendere il debito omaggio alie meraviglie
della scienza umana. £ siane pro va queslo fram mentó che togliamo dal beliis-
simo canto ispiratogli dalHuaugurazione della prima linea ferroviaria nella sua
patria :
Conquistas de la ciencia y del derecho
Por el ingenio humano idealizadas !
Aspiración sublime á cuanto grande
Del hombre en este mundo
£1 corazón espande !
AMERICANO 67
del tambor, de ese himno en que Vd. , « desde el cielo de la
inspiración, como dice Carlos M. Ramirez, abraza con una
mirada sola el cuadro lúgubre de las dos orillas (Montevideo,
Buenos Aires), y con desesperación llora sobre el infortunio
común de los dos pueblos, y maldice valientemente al cruel
fantasma de la peste, al demonio impío de la guerra civil,
y pide al Plata sus tormentas y al Pampero sus furores, para
purificar allí la atmósfera del cuerpo, y aquí la atmósfera del
alma; y evoca el temple estoico de los hombres ciudadanos
para salvar la vida allí, aquí la honra, la libertad, la paz. (ij)
Recorre tus linderos, ¡oh magestuoso Plata,
Hacia la mar hirviendo tus ondas arrebata,
Y llama á la tormenta con tu gigante voz!
Y esta imprecación al que Mármol apellidó nuevo Conde
Don Julián, entregado en cuerpo y alma al Nerón argentino:
Infame parricida I si el genio del abismo
Mi maldición oyera, de tí cansado ya,
Te tragaría el infierno, si hasta el infierno mismo
Tus huesos execrados no arroja más allá I (16)
Y este apostrofe, lanzado el día mismo de la inundación
de la ciudad por la campaña, al rostro de los que querían
prorrogar la dictadura, afrenta contra la que se subleva todo
pueblo libre, que prefiere el exterminio de los mártires del
2 de Mayo en Madrid, á la deshonra de la matrona violada
en Roma por el hijo de Tarquino.
Al oír nombrar un déspota, se ierguen cimbradores
La palmas y laureles del Plata al Tacuarí:
El Uruguay no es cuna de Sylas ni traidores,
El árbol de los siervos no tiene ráiz aquí!
(15) Palm • y Omb,, T. i, fág. 177.
( x6 ) El 2$ de Mayo de 1H44, — Folleto.
68 UX POETA
Un pueblo libre digno, como Lucrecia audace,
Al deshonor, altivo prefiere el ataúd:
¿Si hay quien ofrezca el yugo no habrá quién lo rechaze?
¿ Ha muerto en este pueblo la cívica virtud ?
Herid la carne, ilusos, escarneced la idea.
Rasgad las santas hojas de la Constitución,
Romped todos los diques, llevad la roja tea
A lo que en pié dejara la horrible inundación.
Hacedlol el aire infecto se encargará de ahogaros,
Y en alas del silencio la sombra al descender.
En las conciencias mudas apagará los faros
Que marcan á los pueblos la ruta del deber I (17)
Oigo ahora la nota filosófica y profundamente humana.
Contemplo al poeta en larga noche de insomnio, meditando
en los
Arcanos de la mente y corazón.
Como bandada de nocturnas aves
Vuelan en su cabeza enardecida,
Todos los arduos, insondables, graves
Problemas de la muerte v de la vida.
¿Si átomos son los orbes siderales
Con todas sus grandezas y esplendores,
Qué somos ay! los míseros mortales
De este ruin globulillo habitadores?
[ 17^ J\iÍfn, I* Owh., T. II. - Imuulacu^n,
AMERICANO 69
¿Siempre, Señor, dominarán el suelo
El crimen, la demencia, la falsía?
Tinieblas en la tierra y en el cielo,
Iniquidad doquier y tiranía?.... (18)
Cuan amargas, pero á la vez cuan sentidas y conmove-
doras las reflexiones que le sugiere á Vd. el triste espec-
táculo que amenudo ofrece el mundo, presa de las malas
pasiones, la ambición, la fuerza, la mentira; el arcano inson-
dable del destino del hombre, especialmente para los que
no aceptan el dogma católico; la contemplación de las llagas
sociales, la eterna lucha del mal y del bien, que empieza en
el Paraíso, según el texto sagrado, y acaso ni aun más allá
de la tumba terminal
¿No es un valle de lágrimas el mundo,
Crisol de prueba la existencia humana?....
¡Y todos, infelices, sollozamos
Por invisible dardo herida el alma! (19)
Es mentira? es verdad?. ... el hombre nace,
Con buena ó mala estrella?.. .. no lo sé I
Mas si él tan sólo su destino hace.
Quién le empuja en la vida? Dios? Luzbel?
Impenetrable arcano! .... el alma mía
Retrocede ese abismo al sondear,
Y torpe acaso la razón impía
Arranca una blasfemia al labio audaz.
[Tan propicia para unos la fortuna
Desque abren sus ojos á la luz!
Y para tantos ¡ay! desde la cuna
Sólo llanto, miseria, esclavitud!
(18) Palm, y Omb., T. i. — Proemio.
(19) Palm, y Omb.jT. 11. — Mirando al Crucero.
70 UN POETA
Usurpada corona ostenta ufano
El que menos la supo merecer!
Y ciega la Fortuna abre su mano
Y así reparte fama, oro y poder!
Y así del bueno para mengua y daño,
Es un sarcasmo la virtud y honor,
Porque el crimen, la audacia y el engaño
Sobre él pasan en carro triunfador! (20)
El grito del ángel rebelde y del Titán aherrojado en el
Cáucaso, por haber querido robar su fuego al cielo, en
presencia del crimen, el desorden y la maldad triunfantes;
interrogación sombría que dirige al Supremo Juez el hombre
exasperado por sus dolores, ante el enigma que no compren-
de ni acierta á descifrar, que perturba á veces su razón y
hiere como una burla sangrienta el sentimiento de la jus-
ticia, inseparable de la idea de un ser perfecto, omnipoten-
te y misericordioso como el Eterno, ese grito que repiten
los siglos, pugna por escaparse de sus labios; pero sofo-
cado por la energía de la voluntad educada por una madre
piadosa, que supo infundir á usted desde niño con su vida
y su muerte cristiana (21), el respeto á lo divino y el amor
á los grandes ideales de la humanidad, le obliga á inclinar
la frente resignada ante el resplandor de la conciencia, cuya
luz como usted afirma con íntima convicción, vence cuando
fulgura f al Astro-rey en el zenit; y cambiase en su lira aquel
grito del alma desolada, en la valiente nota, altanera y hu-
milde á la vez, que nada tiene que envidiar al varonil
acento del más libre pensador ni á la férvida invocación y
protesta del más sincero creyente contra el excepticismo.
(30) Horas de Melancolia. — £1 Destino.
( 31 ) Tave ana madre religiosa y buena — ella me enseñó con sn vida y muer-
te cristiana, que donde está el espíritu del Seflor aUi existe la verdadera dicha,
la verdedera libertad, alma de la civilización, ley eterna del progreso y bien su-
premo de esta vida y la futura. —Xa Iglesia y el Estado.
AMERICANO 7 1
En ella funde y resuelve usted en definitiva la duda in^
terna entre las%verdades de la ciencia y la fascinación de ta fé,
según la frase de uno de sus ilustrados críticos.
Si no hay tal destino.... ¿por qué un solo hombre
A un pueblo avasalla, cual si fuera Dios?
Y la tierra muda se inclina á su nombre,
Y cae de rodillas temblando á su voz?
Si no hay tal destino ¿por que esos matices
En brío y talento, belleza y color?. . . .
Y el loco? el perverso? y los infelices,
Que en el vientre, esclavos, ya tienen señor?
Y el mal? el pecado?..., la vejez? la muerte?
Y la eterna lucha del mal y del bien?
Y esa oculta mano, que el veneno vierte
En la flor primera del nativo Edén?
Esa oculta mano, que del libro eterno
Borronea las hojas y el sublime plan!
La que el Paraíso cambia en un infierno,
Y eternas venturas en eterno afán!
¿Será que á esa mano terrible, maldita.
Oh Dios! en castigo legaste tu grey? —
O en el orbe nadie su fuerza limita,
Y tu mismo acaso respetas su ley?
Necedad I blasfemia! tu solo, Dios mío!
Eres grande y fuerte, tu solo eres Dios!
Y si el mal existe, si existe el impío
Destino, de hinojos escuchan tu voz! (22)
( 33 ) Horas de melancolia. — El Destino.
72 UN POETA
Como se ve, las sinceras y arraigadas convicciones del
poeta cristiano, se sobreponen á la duda excéptica é impri-
men un sello especial á sus varoniles conceptos.
Es Vd. todavía más explícito en otras composiciones.
Ahí bien lo sabes tú, valiente atleta:
Cárcel de prueba el mundo en que vivimos,
Donde eternos del mal arden los focos,
Nuestra mísera estirpe, aun redimida,
(Arcano impenetrable I )
Entregada parece al desenfreno
De bandidos, de histriones y de locos I
Cual tentador demonio, negra duda
En hora abominable asalta ñera
La soberbia razón del hombre vano,
Más la blasfemia en la garganta anuda
La humildad resignada del cristiano. (23)
Otras voces oigo plegarias de ángeles, un conjunto de ar-
monías serenas, de timbre infantil, que me hacen suponer
que Vd. confío su lira á un bando de criaturas rubias, ino-
centes, y las dejó jugar libremente con las cuerdas á condi-
ción de no romperlas.
Entonces es Vd. candoroso v sublime como la misma ino-
m
cencía. En cada ver>o, un beso, en cada beso algo como una
caricia Jf padre.
Son ángeles los niños
De paz y de alegría.
Guirnaldas que coronan
L4 fícente maiemaK
<— ^HU <iLtrs'^& hi s¿4«> instituida |vt$teri\^rxe::e. cv>3o ai» exacti r expresn.
AMERICANO 73
Palomas mensajeras
Que Dios al suelo envía,
Para traer al hombre
La oliva celestial.
Por eso hay en los niños
Irresistible encanto,
Y el alma estremecida
Palpita de placer,
Cuando al mirar sus gracias,
A la pupila el llanto
Se agolpa, y dulcemente
Sentímosle caer. . . .
Qué arranca aquella lágrima?
La luz de la inocencia.
Que brilla protestando
Contra el sufrir común;
Y esparce en torno de ellos
La virginal esencia
Del alma no manchada
Por el delito aún. (24)
¿Y el amor? ¡Ahí ese infinito del corazón humano lo ha
Vd. cruzado con los rayos de la inspiración. Para el amor
de virgen ó de esposa un poema; para el amor de madre
una epopeya. Dos inmensidades dentro de dos grandezas; lo
que excede es todavía inñnito, algo que se extiende de la
tierra hasta el cielo.
Permita, mi adorable poeta, que yo repita aquí, como
prueba de lo que afirmo, este amoroso acento de su alma
de esposo:
A mitad de mi vida, niña hermosa,
Te encontré como un Hada en mi camino.
( 24 ) Horas de melancolia. — Inocencia.
74 UN POETA
Astro de amor, que con su luz me baña
Y por doquier amante me acompaña !
Talismán que preservas mi existencia
Y que siempre á mi lado fiel encuentro,
Si del hombre me hiere la vil saña ,
O me postra del cielo la inclemencia!
Recoge tú mi postrimer suspiro,
Y sea para tí mi último canto. (2^)
Antes de dejar el oasis de PjImjs y Omhües para conti-
nuar el viaje de la existencia, quiero agradecerle, venerando
cantor, las horas de venturoso solaz que me proporcionó en
sus poéticos dominios.
No es esto una página de crítica, es un comentario de lar-
ga cola, como los cometas; pero« no, como los cometas,
luminoso.
Doy á Vd. las gracias por el inapreciable autógrafo con
que ha querido honrarme, al remitirme su libro. Lo acep-
to con gratitud, pero en la culpa va el castigo, por la im-
pnuiencia de confiar diamantes á manos de un ciego. Xo se
dedica impunemente un tesoro de inspiración á quien, para
iluminarlo con las clarídades de una crítica concienzuda y
condigna, no dispone de otros recursos, que una alma llena
do admiración y un cerebro lleno de problemas económico-
pv^liticos.
Si yo pudiese aprisionar auroras, acumular rayos de cs-
tn^Uas, condensar iv^das las músicas de la naturaleza, va ten-
dna como fes;ejar dicnamcn:e su clona literaria.
RCSCEA GaIIO.
AMERICANO 75
Le envío, corregido, el único ejemplar que conservo del
artículo en forma de carta que le dirigí, y que usted hoy
me pide para darle cabida en su libro.
Consi'dero como un honor esa distinción, y con tal mo-
tivo he juzgado conveniente para corroborar mis juicios res-
pecto de la obra poética de usted, en su conjunto, que no
todos conocen, agregar algunas observaciones y citas tanto
del libro actual como de otros trabajos de usted publicados
antes; citas que omití cuando vio la luz mi carta, por falta
de espacio en el Diario, y también para no postergar su in-
mediata publicación. — Rocha Gallo,
PALMAS 7 OmÚES
PARA OTROS
(I).
(Á MIS hijos)
* * *
Cuando inunda mi alma la alegría,
O la angustia me prensa el corazón
Aire buscando y luz, al campo vuelo.
Cual si debiese allí encontrar á Dios.
Mis ojos no le ven; pero adivino
Su presencia, y percibo en el rumor
De las flores, las aguas y los vientos,
El murmullo lejano de su voz.
Allá sobre la margen de un gran río
Que sombrean el Tala y el Laurel,
Se levanta gentil Santa Lucía
Como un pedazo del perdido Edem. (2)
78 PARA OTROS
Con el sudor bendito de mi frente
Allí un risueño albergue levanté,
En las tormentas de mi vida, oasis,
Para las prendas de mi amor, vergel !
Los más preciados árboles y flores
Su frescor y perfume al viento dan:
Hay sombra y agua por doquier, y al fondo
Corre entre sauces límpido raudal.
En un cantero del jardin frondoso.
Un CEDRITO del Líbano planté.
Árbol gigante que si vive siglos,
Muchos años al par tarda en crecer.
Al pasar junto á él sonrisa irónica
En más de un necio labio vi asomar,
Y alguno preguntóme ¿cuándo sombra
Brindarte pueda, tú, dónde estarás?....
— Mi cuerpo en polvo, fecundando el limo
Que su envoltura terrenal formó ;
Mi espíritu en el éter, de astro en astro,
Depurado ascendiendo á su Creador!
Mas un día mis hijos ó mis nietos,
A la sombra de este árbol colosal,
Por el que le plantó pensando en ellos,
Tierna plegaria acaso elevarán.
PARA OTROS 79
La más bella paloma de mi estirpe
Quizá bajo su copa, al caer el Sol,
Alguna estrofa del abuelo cante
Arrullando al hijuelo de su amor!
Pensadores, apóstoles, atletas.
Que regáis con sudor de sangre y yel
El hondo surco do germina el grano,
De ciencia y libertad próvida mies:
Mártires ignorados ó famosos
De la ley inflexible del Deber,
Los que supisteis afrontar por otros.
Mazmorras y puñales, hambre y sed:
¿Qué importa que se cierren vuestros ojos.
Sin que vean espléndida surgir
La cosecha que aguarda en el futuro
A vuestra sucesión libre y feliz?
¿Qué importa que no brote la semilla
Mientras marchando vais al ataúd.
Si para otros rasgará la tierra
En espigas de oro, gJoria y luz?.. . .
1881.
(i) Plácenos abrir las notas con algunas palabras afectuo-
sas de un poeta y escritor uruguayo á quien mucho aprecia-
mos, el autor de Mi ahijado Mauricio, La tejedora de Ñatt"
diity y de los Parónimos de la lengua castellana.
8o PARA OTROS
El lector inteligente encontrará íntima relación entre el
tema y la dedicatoria A mis hijos de la composición Para
OTROS, tanto en lo que dice el inolvidable Dr. Avellaneda,
como los Sres. Montes y Martí, patriota cubano, también
poeta de inspiración y escritor que se distingue por la origi-
nalidad y valentía de las ideas y por su acerado estilo, co-
rresponsal en Nueva- York de La Nación bonaerense, cuyas
notables cartas reproduce amenudo toda la prensa del Río
de la Plata.
El libro á que se refiere este último, titulase Ismaelillo, y
forma un pequeño pero precioso volumen de poesías, cuyo
protagonista en todas es su hijo. Inútil agregar que el libri-
to, en reducido espacio encierra, como el brillante, altísimo
precio. Puede verse en el núm. 53 de los Anales del Ateneo
del Uruguay, correspondiente al 5 de Enero de 1886, el jui-
cio detenido que de él hicimos.
Siento verdadero placer en decirle que aquí (Tucuman)
como en Buenos Aires ha obtenido una acogida espléndida
Palmas y Ombúes, á cuya sombra bienhechora reposarán de
las fatigas de la vida diaria las generaciones del porvenir,
como han reposado las del presente.
El doctor Ernesto Colombres redactor de El Orden es
uno de sus más apasionados admiradores en esta provincia,
lo que no es extraño para los que conocemos el talento del
ilustrado periodista.
Uno mis plácemes á los que resuenan en las dos márge-
nes del Plata por el fulgurante volumen con que un hijo
de la República Oriental acaba de enriquecer la joven y ya
gloriosa literatura americana. — Victoriano E, Montes,
1885.
Hasta el 18 de este mes (Octubre) no llegó á mis manos
la generosa carta de Vd. que premia el cariño con que desde
PARA OTROS 8 1
hace muchos años vengo escribiendo y loando su nombre. De-
terminado á llevar mi vida por donde á mí me parece que va
bien, que es por donde se va solo y duele andar, me per-
mitirá Vd. que le diga que estos afectos de la valía y es-
pontaneidad del suyo, son la única recompensa que apetez-
co y el único alimento que necesito, para tenerme firme en
mi vida sencilla, que querría yo hacer tan limpia y majes-
tuosa como uno de sus versos.
No he dejado una línea por leer en su hermoso libro,
que me puso en seguida la gluma en la mano , y me dio
una de esas raras horas de lanza y de luz que aclaran y
mantienen la existencia; pronto enviaré á Vd. publicadas
las páginas que he escrito : ya había anunciado yo la obra
apenas me llegó la importante Reseña hihliográfica del se-
ñor General Mitre.
Muy cariñosamente doy á usted las gracias porque hizo
memoria de mí, y por el vivo placer que me ha causado
la lectura del volumen, que es uno de los pocos libros vi-
vos— altos y bien compuestos — que salen ahora de manos
de los que hacen versos en lengua de Castilla. — Si no le
hubiera usted llamado Palmas y Ombúes, así lo hubiera lla-
mado todo el mundo.
Me hace la merced de llevar á usted esta carta uno de
los hombres á quien más quiero y estimo, el doctor don
Enrique M. Estrázulas, en quien he aprendido á querer al
Uruguay, y con mi más afectuoso saludo envío á Vd. por él
mi libro de versos á mi hijo, que sólo vio la luz porque
eran suyos, y yo sólo me amo en él : va á Vd. el libro
como á una palma va una mariposa. — José Martí.
1885.
El cónsul argentino en Burdeos, don Felipe A. Picot, me
envió su carta y un paquete certificado con el notable libro
que acaba Vd. de publicar, y copia de la composición que
le pedí á mi paso por Montevideo.
82 PARA OTROS
Le anticipo un caluroso aplauso, y buscaré sombra y alivio
bajo sus Palmas y OmbíicSy ocupándome del libro tan pronto
como mejore.
No me sienta el clima de París y en Octubre próximo ó
en Noviembre á más tardar, partiré con mi familia para
Buenos Aires. Así me lo aconsejan los midicos que me asis-
ten, temerosos que el invierno agrave mis dolencias.
¡Cómo le envidio, oh mi altíiimo poeta, su empeñosa afi-
ción á las letras, y su cultivo asiduo, en medio de las con-
trariedades de cada día en pueblos como los nuestros, sin que
nada ni nadie doblegue su voluntad y le aparte de su camino !
Qué bien lo dijo Vd. en su canto á Azara I
<r. Puede en él darle tumba su destino. . . .
Más no obligarla á desviar el piél>/
He admirado siempre á los que en el último período de la
existencia, bajo el peso abrumador de los anos y de los do-
lores físicos y morales, que son su cortejo inevitable para
casi todos los hombres, trabajan sin embargo empeñosamente
para otros, porque ellos en rigor no necesitan ya conquistar
gloria ni renombre.
¿Y el tomo II, cuándo le veremos?
Adiós, mi querido poeta y viejo amigo. Hace mucho tiem-
po que no leo versos : mándeme los suyos siemprfe que los
dé á luz, y ahora más que nunca, porque un alma enferma
y herida no puede confiarse sino al vuelo seguro de una mu-
sa amiga. — Nicolás Avellaneda.
1885.
(2) Recorrí ayer la parte de este espléndido país que me-
dia entre la Capital y Santa Lucía. Admiraba la encantadora
variedad de los sitios y de las producciones, la gracia por
donde quiera enlazada con el vigor y la fecundidad, — como
en esos árboles de las regiones amadas del sol, que brindan á
un tiempo la nieve fragante de sus azahares y los dorados fru-
tos de su oscuro follaje. — Pablo Groussac,
1883.
II
RADIACIÓN
A DON REMIGIO CASTELLANOS, EX-GEFE POLÍTICO
DE CERRO-LARGO (O
I
El tiempo y el dolor, cjuerido amigo,
Han devastado mi florido huerto :
El que antes fué jardin, páramo yerto,
Sólo hojas secas brinda al Aquilón!
Del suelo una recojo, y te la envío,
A tí que por doquier dejas la huella
De tu mente creadora y de tu bella
Noble alma de patriota: radiación.
¡Que ella brille en tu fre te como el rayo
Que enlazó nuestro nombre en la Florida,
Cuando la imagen de la Patria erguida
Dióle al pueblo oriental su bendición! (2)
Qjtnbre } de 1887.
84 RADIACIÓN
II
RADIACIÓN
« * *
Velado el firmamento por ráfagas y nieblas
Que anuncian al viajero la zona tropical,
El mar abre á la nave que cruza en las tinieblas •
Sus brazos de alabastro, su lecho de coral.
Qué dice el mar?.... la nave se queja?.... algún suspiro
Con el rumor de un beso modula un tierno si?
No sé pero en la popa yo con asombro miro
El místico himeneo que se consuma allí.
Al imantado choque de la ferrada quilla,
Fosfórica la onda con vivo resplandor,
Cual roja catarata se enciende, ruge, brilla.
Un círculo de fuego trazando en derredor.
\
De esmeraltadas chispas himente remolino
Serpea en los costados del rápido bajel,
Y luminosa estela señala su camino
Cual ígneo puente alzado por mano de Azrael:
El ángel de la muerte que á Dios lleva anhelantes
Las almas que á la tierra ya nunca volverán,
Cual llevan en sus crestas las ondas fulgurantes
Relámpagos que saltan é ignoran donde van.
RADIACIÓN 8s
Sublime es el incendio que esmalta el Océano
Y tiñe el horizonte lejano de carmín!
Sublime el majestuoso prodigio soberano
Que bfota al centelleo de un infusorio ruin! (3)
Señor! tu Omnipotencia cuan esplendente brilla
Hasta en lo más pequeño que observa la razón !
Qué efectos tan grandiosos la causa más sencilla
Produce en tu animada ó inerte creación!
Qué lazo á los planetas detiene allá en su esfera,
Y en torno al sol los lanza con invencible imán?
Por qué el raudo cometa jamás en su carrera
Tropieza con los astros que en su camino están?
Tú como el rey del día para el mortal has hecho
¡Oh Dios! un sol humano con nombre de mujer:
El hombre al contemplarlo , bullir siente en el pecho
Un mundo de ilusiones, de ensueños y placer.
En ella está escondida como en celeste vaso
La gota más preciosa del cáliz terrenal ;
Fulgor de la alborada, fragancia del ocaso,
Que aroma la existencia del mísero mortal.
Qué importa que la nieve salpique ya el cabello,
Si amante sus recuerdos evoca el pecho fiel,
Y guarda ef alma, aun joven para lo grande y bello.
Palabras de ambrosía, coronas de laurel?
86 RADIACIÓN
Si ostenta el firmamento guirnalda de luceros,
Que apaga con sus rayos el regio luminar ;
Del corazón y el alma los fúlgidos veneros
En esplendores vencen la tierra, el cielo, el mar! (4)
Y en vano en las tinieblas la nave de la vida
Relucha con las olas en hórrido vaivén;
Al fin luz misteriosa la tierra bendecida
Le muestra como al genio su virginal Edén. (5)
Amor, gloria, esperanza, vago, infinito anhelo,
Que sois de otra existencia divina emanación,
Llevadme en vuestras alas hasta el remoto cielo,
Iluminad mi tumba con vuestra radiación! (6)
^n Con motivo de la fiesta literaria organizada para la inau-
guración de la Biblioteca páblica, fundada por él en la Capital
del departamento. Vea-e el Art\:^:.F.
ií> O. Romiiilo Ostellanos, con los Sres. D. Pablo Xin v
Cíon.Mlo/, n. Manuel E. Rovira v Dr. D. José Vázquez Sa-
gasuime» ío'niv^ pane de la comisión presidida por el que
tra:a estas lineas, v que tuvo á su carjjo la erección del Mo-
numento a la Independencia, levantado en la plaza de la Flo-
rida, c inaucnrado el t.> de Mavo do iS--».
ví^ la tosíorcsconc.a del mar, que tan adrr*:r¿bles efectos
prvvluce en !a oscav.dad de la n.vhc, es ir.uy trecuenie en el
mar do Ion trópicos v en *as rec:oncs r.^'.ares: se obser\-a
tamb'.cn en o; Mcd;:erranco v co>:,:s de' Atlántico. La opinión
mas act editada es que esta !;:r proviene ¿e una asombrosa
can;ul,ul vle antmalillos ;n:uso:;os, v:vo< unos v o:tos en es-
RADIACIÓN 87
tado de descomposición. Yo he visto el fenómeno en las costas
del Brasil viniendo de Europa, y lejos de haber exageración
en el cuadro que he trazado, es apenas un pálido bosquejo de
la honda impresión que despertó en mi ánimo.
(4) Dame, en el Canto XXX del I\<raíso, dice:
O splendore di Dio, per cui io vidi
L^alto trionfo del regno verace^
Dammi virtú á dir come io lo vidi!
.;Ah resplandor de Dios, por el que pude notar el inmenso
triunfo del imperio de la verdad, concédeme el don de po-
derlo describir como lo logró ver!
Y el cantor de El lustro horrible^ en la última estrofa de
su poesía, titulada Inspiración:
Oh! inspiración! corriente
De una luz divinal; hálito blando
Del céfiro naciente.
Si aquel concento en que tu genio exhalas.
En el mundo has de ir siempre infiltrando,
Jamas pliegues tus alas!
Luis Melian Lajinur.
1879.
(5) En la noche del 12 de Octubre de 1492, Colon descubrió
el nuevo mundo, y tuvo en cierto modo la revelación de la
proximidad de la tierra por una luz distante que oscilaba en
la playa. Nuestro compatriota y amigo don Heraclio Fajardo, en
su bello canto á Colon, ha expresado admirablemente el
efecto que debió producir aquella luz en el alma del inspi-
rado marino, combatida por tantas amarguras,
«Era un vivo destello de topacio.
Flotando de las aguas al nivel,
Como estrella caída del espacio
Para alumbrar la ruta del bajel >/.
88 RADIACIÓN
(6) La lectura de las cosas bellas, el conocimiento de las
armonías del universo, el contacto mental con las grandes ideas
y hechos nobles, el trato íntimo con las cosas mejores que en
toda época ha ido dando de sí el alma humana, avivan y en-
sanchan la inteligencia, ponen en las manos el freno que su-
jeta las dichas fugitivas del hogar, producen goces mucho más
profundos y delicados que los de la mera posesión de la for-
tuna, endulzan y ennoblecen la vida de los que no la poseen, y
crean por la unión de hombres semejantes en lo alto, el alma
nacional. — José Martí,
1886.
La luz y siempre la luz como faro perenne en la vida de
todos los seres: luz para los cielos, luz para el océano, luz
para las profundidades de la tierra : luz eléctrica, luz magné-
tica, luz química.
Por donde quiera la fosforescencia; por todas partes la lla-
ma. No son las estrellas las únicas fuentes de ese fluido di-
vino que llena el mundo de resplandores. Los polos, el
Ecuador, la roca, el mineral, la planta, el animal; el agua,
el aire, por donde quiera la luz: por donde quiera Dios I
— Aristides Rojas (Venezolano).
1876.
III
EL LEÓN CAUTIVO
(■)
A DON AURELIO BERRO
* « *
1
En el altar desierto de sus proscriptos Dioses,
Rotas las cuerdas, puso — su lira el trovador:
Su paz pidió á los muertos el luchador rendido ;
El viejo bardo inútil, dijo á la musa: Adiós!
Almas como él enfermas, cual bálsamo á su herida,
Trayendo el arpa rota, le piden su cantar
Al verla, contra el pecho, él la estrechó sombrío,
Y el arpa á sus latidos, agreste nota dá.
QO EL LEÓN CAUTIVO
¿Es himno ó elegía, imprecación ó ruego?
Respondan por él otros, que en horas de dolor,
A herir de su alma el bronce, vinieron imprudentes,
Y herido el bronce, sordo, rugió como el león;
Que hundióse de repente bajo la verde trampa,
Y sólo vio, terribles, al pretender luchar.
Abajo el duro suelo, cerrado como tumba,
, Y arriba los flecheros que el arco tienden ya!
Protesta es el rugido del pobre león cautivo,
Y el alma del poeta que sabe traducir.
Cuantos gemidos lanza la creación entera;
¡ Vencidos, arad hondo! contesta, varonil.
II
¡ARAD HONDO!
Amad el bien, amadle con delirio.
Con ardiente pasión, con la fe ciega
Que llevaba al cristiano hasta el martirio.
Sujetar al espíritu la carne.
Y á la razón la voluntad rebelde,
Saber querer con fuerza incontrastable,
Y hacer de la virtud supremo objeto.
Al placer, al dolor, al hierro, al rro,
Al triunfo y la derrota, invulnemble.
Ese es todo el secreto.
La eterna libra que en la historia late.
De cuanto bello y grande el mundo admira
EL LEÓN CAUTIVO 91
Ay! de la vida en el mortal combate,
Bajo la mano impía
Del infortunio que al más bravo doma,
¿Quién la altiva cerviz no dobló un día
Ante la acerba realidad impura?
Únicamente el justo, el varón fuerte:
Superior al desorden transitorio.
Que es el mal, que es la lucha, que es la muerte,
Todas las hieles resignado apura;
Y víctima expiatoria, aunque inocente.
Por invisibles alas sostenido.
Dentro del orden eternal se siente :
Premio inefable del deber cumplido !
Hay alguno allí arriba que le mira,
Y aliento sobrehumano á su alma inspira!
Lo dudáis?.... observad á ese mancebo:
Al borde de la pira
Que en rojiza espiral humeante gira,
«Abjura de tu error, tu fé reniega.
Cristiano impenitente,
El falso sacerdote le decía;
Y Jove te perdona,
Y en vez de cruel suplicio,
Te reserva la dicha su corona».
El mártir silencioso
Contemplaba el horrible sacrificio,
Y sintiendo la angustia postrimera.
En el cielo clavaba una mirada
Que á Dios acaso vengadora llegue ;
92 EL l.EOX CAUTIVO
Y ariogante y sereno respondía:
« Primero que mi fé, cobarde niegue,
^<Alas para volar me dé la hoguera \»
Dejad que el vulgo necio
Y algunos Bizantinos de la Europa,
A quienes llaman sabios, con desprecio
Hablen de Dios, de libertad, de todo
Lo que engrandece y dignifica al hombre.
Ni tampoco os asombre
Si enterrar se imaginan en su lodo
El derecho, y el alma, y la conciencia. (2)
Quien destronar á Dios loco pretende;
El que niega al Creador en su demencia,
Al que es luz y verdad, freno y escudo,
¿A qué abismos sin fondo no desciende?
¿Ante qué valla detenerse pudo?
Tan sublimes, magníficas conquistas.
Hoy proclaman mil sectas humanistas,
Y una constelación (¿no será el cáncer?)
De eruditos, profundos cuadrumanos.
Tudescos, rusos, galos y britanos;
Despeñados cometas que amenazan
En sus convulsos brazos
Nuestro mundo moral hacer pedazos;
Arúspices -Mesías, ellos saben
Cuánto será, cuánto es y cuánto ha sido.
¡Basta ya de ilusión! vacío está el cielo.
Todo arcano patente, y descorrido
De la insondable eternidad el velo.
No ha habido creación, ni la primera
Causa existió jamas; el movimiento
EL LEÓN CAUTIVO t)^
Unido á la materia explica todo,
Y es todo evolución, cambio incesante,
Sin principio ni fin. — Sol apagado,
El derecho reside en la tonante
Boca de los cañones; nuestra alma
(Que por cierto no vale ni un ochavo,)
No es entidad divina, es resultante
Del humano organismo ; el pensamiento
Es simple secreción, eco sonoro ;
La libertad, el sueño de un esclavo ;
Y Dios un mito, explotación, impía
Farsa,. ignorancia, miedo, hipocresía! íi)
Sin Dios, sin libertad, sin el derecho.
Desbocada, frenética, insegura,
¿Dónde asilo hallará la criatura.
Que su pié no le pongan sobre el pecho
La opresión, la ignominia y desventura? (4)
Recoges lo que siembras, vieja Europa,
Y bacante brutal, nos envenenas
Al brindarnos impúdica tu copa. (5)
Buen licor nos ofreces! Amenudo
En medio de \us pompas y grandezas.
La fuerza sin más ley que su albedrio.
En la balanza del derecho arroja
Su espada ensangrentada,
Y á los pueblos impone su fortuna.
La infeliz sociedad muda, aterrada,
Bajo el furor del vendabal impío
Ahoga á la República en su cuna,
Y con febril congoja
Pasa del Cesarismo á la Comuna !
91 EL LEOX CAUTIVO
No lo extrañéis, los hombres son enanos
Y aceptan sin pudor todos los yugos,
Cuando dejan cegar en vil orgía
De las grandes verdades la alma fuente;
Y se ha visto doquier, eternamente,
Detrás de los sofistas, la anarquía,
Detrás de la anarquía, los tiranos,
Detrás de los tiranos, los verdugos! (ó)
Cuando el hombre desciende hasta la innoble
Condición de la fiera.
En medio á las tormentas populares
Y á la atroz subversión de las ideas.
Con la candente barra y el temido
Látigo que la piel rasga sangrienta,
Surgiendo como el rayo de la nube
Terrible domador salta en la arena!
Sectarios de la fuerza, campeones
De la estoica moral independiente.
Los que á Dios y al derecho dais la espalda,
Sed consecuentes, lógicos, sinceros,
Y aceptad con la rosa las espinas ;
Llegó el solemne instante en que se mide
El alcance y valor de las doctrinas,
Y el temple del apóstol se revela:
He ahi vuestro ídolo que os pide
Para ceñir su sien roja guirnalda,
Y por capricho anhela
Que humildes cual corderos
La garganta tendáis á los aceros.
¿Tamaña aberración no eréis posible?
KL LHON CAUTIVO 95
En pos de un día sereno
A orillas del Río Negro ¿nunca visteis
En noche tormentosa de verano
Al continuo brillar de los relámpagos,
Azorados los potros y novillos
Con pánico indecible
En el tendido llano
Bufar, mugir, inquietos agolparse,
Y de repente al estallar un trueno,
En súbito, espantoso remolino.
Como un río que sale de su lecho.
Como tromba que arrastra el torbellino.
En furiosa carrera despeñarse
Por el alta barranca y valle estrecho?
Animada columna que ondeante
Marcado deja el rastro de sus huellas
Entre ruinas y escombros y gemidos;
Cuanto encuentra se lleva por delante,
Al serpeador tronar de las centellas.
Corrales, cercos, ranchos, todo cede
A su violento empuje;
Nada su vuelo ataja.
Ensordecen el aire sus bramidos.
Bajo el sonoro casco el suelo cruje
Y parece que el cielo se desgaja!
Las tintas de la jaurora sonrosadas
Al viajero le muestran esparcidos.
Montones de cadáveres tendidos
Por cuchillas^ lagunas y quebradas.
Convertid la mirada al viejo mundo:
Recordad cuántas veces como ahora,
i)b EL LEÓN CAUTIVO
De un sultán ó un autócrata, el relámpago
Que encendiera efi sus ojos la esperanza
De una loca ambición, fué lo bastante
Para arrojar con cínica insolencia
A la civilización su férreo guante,
Y á sus míseros pueblos, poseídos
De un vértigo infernal, á la matanza;
Asentando en pirámide de cráneos,
Al sangriento fulgor de negras teas.
Sus tronos maldecidos.
Donde ellos, microscópicos pigmeos.
Jueces en vez de reos,
Pretenden ¡oh demencia!
Parodiar la divina Omnipotencia!
América mi madre,
Tierra del porvenir, bendita seas!
Alcázar esplendente
De una futura raza de Titanes,
Donde puede ya el hombre alzar la frente
Con el viril orgullo
Del esclavo que ha roto su cadena :
América mi madre, en fiero arrullo
Te saludan rugiendo tus volcanes,
Y al sacudir altiva tu melena,
Do bosques de laureles y de palmas,
Kl grito salvador que es himno y ruego
¡ Dios y la libertad! (7^ brota en tus labios
Y electriza magnético las almas!'
W' la Ké y do la Patria el santo fuego,
Hn tu mirada audaz relampaguea,
Y arrollando las sombras, vencedora,
Avanzas imponente,
\\\ huero del genio en la alta frente,
Hn la siniestra el faro de la idea
Y en la diostra la espada redentora!
EL LEÓN CAUTIVO 97
Si alguno de tHS pueblos retrocede,
Si por ventura cae bajo el Pampero,
Que implacable y sañudo
Hasta postrarle con furor le azota, **
Al lúgubre clamor que en torno zumba
El brío de los otros no se agota,
Y sin cejar un punto del sendero
Que indomable trazara la República,
Al caído levantan en su escudo,
Y el alma al desaliento amurallada,
Esperan confiados la alborada.
Que ha de alzar á los muertos de la tumba,
Cuando llegue á sus lares, gigantea
La sombra del pendón, que allá en la cumbre
Del Andes, victoriosa clavó un día
La inmortal democracia, y que hoy ondea
Y en triunfo por la Américi pasea,
Envuelto en rayos de invencible lumbre!
América mi madre,
Yo te saludo con amor profundo.
Vestal que en tus entrañas puro guardas
El verbo que otra vez salvará al mundo !
Jóvenes bardos de la patria mía.
Si queréis de las almas ir al fondo,
Y que eterna corona os ciña un día
La virgen uruguaya poesía,
Y os aduerma la gloria en su regazo.
Creed en Dios, esperad, y firme el brazo,
Cual buenos labradores, arad hondo! (8)
1878.
[)8 1£L LHON CAUTIVO
( i) Leída por el Dr. D. Luis M¿lian Lafinur en la conferen-
cia literaria celebrada en el Ateneo del Uruguay la noche del
7 de Setiembre de 1878, en conmemoración del primer ani-
versario de su fundación.
M. le Dr. Ramírez (Charles), président de TAihinée, a pro-
noncó le discours d'ouvcrture.
<sCest dans cette enceinte, dit-il, que, planant dans les re-
gions sereines de la science, Tesprit vient s'aíTranchir des
préocupations, des désceptions, des amertumes que laissent
aprcs elles les luttes de la vie. C*est ici que les proscrits
dans lour propro pays viennent parler de liberté et de patriotis-
me; c'est ici qu*acceptant momentanement les faits ajcomplis,
mais gardant au ca^ur le droit de protestation, se r¿ser\*ant
pour les luttes de Tavenir, ils viennent s'entrctenir, ceux qui
rófusent de courber la tctel>>
L'cmotion contenue do Torateur, Taccent sévcre de sa parole,
la dignitó de rathlole lassé mais non vaincu, ont vivement
improssioné Tauditoire qui a couvert ses derniéres paroles de
sos applaudissemonts.
Mr. lo Dr. Melian Latlnur á lu ensuite une poésie de Mr.
.Moxandre Magariños Ccrwmtes. Le Liox Captif. La beauté de
la formo» la richesso dos images, Téclat et la profondeur des
penseos s\dliont dans coao piece, digne pendan t des chefs
d\tnivro do co maiiro do la liitoraiuro de rt'ruguay.
IVllo ;i otó, a grands traits. cotto soiróe qui laissera trace
dans los souvonií-íí do la iounosso du pays. Son assiduite á
tontos los contVroncos, los applaudissomcnts don: elle á salué
sos po^^ios 01 sos oraiounü aimos. prouvoni une fois de plus
un fonds suidioux ohcr oUc. ur.o avidiré d\ipprendre qui fait
son o logo, -(r*;,í'<\'>^ tí,;*,;.
^2^ Yo vongo a vo^ouv> con el al:na entristecida por el
ospootaouío v^uo |MVsonca:\ los pueblos civJirjdos en la ac-
tiuluLuL Fn ninguna epvva do \.x h;s:on,i la humanidad ha
pivsontavlo una ta,* mas 5u>:o v inas doscv^nsoladorj.
EL LliON CAUTIVO 99
Parece, pues, una realidad el derecho .que todos procla-
man y que todos enaltecen. Sin embargo, nada es menos
cierto; lo que hacía decir á uno de los más ilustres de nues-
tros contemporáneos, el doctor López: el mal de nuestra
época es la mentira!
Para mí, el resultado de mis reflexiones y el resultado de
mi experiencia, me dice que ese desiderátum de la humanidad,
eso que garantiza el presente, eso que debe salvar el porve-
nir de las naciones, es la ley moral; que debemos buscar en
esa ley la efectividad del derecho y la seguridad de las socie-
dades.— Juan C. Gome{.
1884.
(}) Las ciencias en boga, la literatura prevalente, todo
nos lleva á desviar del ideal de la humanidad, nos lleva al
epicureismo sensual, que conduce las sociedades al abismo.
La fealdad moral presentada por el naturalismo en litera-
tura, la adoración servil de la naturaleza, nos hace repugnantes
á nosotros mismos, mientras que el bello ideal de las crea-
ciones del arte, levanta los corazones y la inteligencia á la
concepción de lo bello.
La astronomía, la geología, la física, la química, y las de-
más ciencias naturales, todas nos ensordecen con la misma
sonata: — «Todo es materia». ¿Y el alma humana? — No es
más que una agregación de átomos brillantes, como decía la
filosofía antigua. — Juan C. Gome^.
1884.
(4) Véanse, en Ludia eterna, la nota 4 y siguientes.
(5) Si el cólera y la fiebre amarilla vienen de las regiones
del Asia ó de las paludosas tierras de la India, la atmósfera
universal puede traernos estas epidemias. Esto mismo viene
á efectuarse en las sociedades humanas. Vivimos no sola-
mente enviciados por los miasmas de nuestra propia atmós-
fera, sino por los de la atmósfera universal — Juan C. Go-
1884.
100 EL LEÓN CAUTIVO
En el juicio crítico de la novela Los amores de Marta nos
ocupamos incidentalmente de la subversión de algunas ideas
capitales en el orden filosófico, político y económico, y de
los medios estrafalarios que se proclaman por ciertas escuelas
como panacea á tan grandes males.
Señalamos con nuestra habitual franqueza el peligro de
pretender trasplantar y aclimatar en el nuevo mundo esas teo-
rías, cuando no existen en él las causas perturbadoras y las enor-
mes injusticias, que las explican, ya que no las justifican, en
el viejo hemisferio.
Abundando en las mismas ideas, aunque disintiendo en
algún detalle de poca monta, dijo con este motivo uno de
los órganos más autorizados del elemento extranjero en el
Plata :
«Pero noi, dissentendo in parte, dal valente scriltore uru-
guayo, lodiamo altamente ch' egli faccia della critica filosófica
e studi i grandi problemi sociali, mostrando cosí come la le-
teraiura abbia uno scopo ben altrimenti maggiore che quello
di divertiré, — quello cioé d' educare.
«E ci piace eziandio vederlo toccare sebbene alia sfuggita —
come non poteva a meno di farlo — la gran questione sociale,
troppo trasandata e, che ¿ peggio, malintesa dalla general tá
della stampa.
«A risolvere la qualc giova si dedichino per tempo i pub-
blicisti e gli uomini di Stato, se vogliono evitare quell'abisso
al quale con giusto terrore accenna il poeta uruguayo.
' «Ed il suo criterio, che é quello di molti fra i piú distin-
ti uomini di questo paese, gioverá a daré a giornalisti italiani
che fanno troppo a fidanza colla loro fantasia e ne' giornali della
bella penísola foggiano un' America latina per loro uso e con-
sumo, un' idea piú esatta del come pensino in materie sociali e
letterarie gli uomini che stanno alia testa del progresso morale
e scientifico di questi paesi. — L' Italia.
1884.
(6) Formar en el espíritu de la mayoría de un pueblo el
culto del derecho, de la justicia, de la libertad, y pedirle que
se someta al régimen despótico de lo arbitrario, es preten-
der un imposible.
.&. ' _ ittjmn
EL LEÓN CAUTIVO lOI
Llegado ese caso, el pasaje del presente al porvenir, de la
vieja á la nueva forma, del error á la verdad, de la tiranía
á la libertad, no puede hacerse ni se hace sino por medio
de una de esas explosiones populares que como la lava del
volcan, según la frase de Víctor Hugo, arrasa primero para fe-
cundar después. — Julio Herrera y Obes,
i88r.
(7) Dios y la Libertad f con estas palabras, extendiendo los
brazos en actitud de bendecirle, saludó Voltaire al nieto de
Franklin.
La religión y la moral son las bases del bien público, y en
vano exigiría los elogios debidos al patriotismo quien intenta-
se desquiciar esos des grandes apoyos de la felicidad humana
La razón y la experiencia no permiten lisonjearnos de que la
moral pueda tener la fuerza que le es propia sin los princi-
pios religiosos. — Jorge Washington.
Yo también soy filósofo, y sé que en sociedad, sea cual
fuere ésta, nadie puede pasar por virtuoso y justo, si no sabe
de donde viene y adonde va. La simple razón no basta por
sí sola para resolver el problema: sin la antorcha de la reli-
gión, el hombre marcha siempre en tinieblas. — 'Napoleón I.
El gr.\n deseo que me anima es que la ciencia en Amé-
rica esté siempre unida á la fé, que sea inseparable de la fé.
— Andrés Bello.
En cuanto á las ciencias positivas no son de cierto sus pro-
gresos los que pueden alarmarnos. Nada tiene que temer de
ellos la moral y el derecho, y sí mucho de que felicitarse. Una
verdad jamas es enemiga de otra verdad, y en vez de repe-
lerse tienden á abrazarse é identificarse. Por un falso miraje
suele verse una contradicción, siempre aparente, entre ambas,
pero, tarde ó temprano, ha de resultar que ambas están de
acuerdo y se armonizan. — Juan Carlos Gome:^.
1884.
i_. ■* .
102 EL LEÓN CAUTIVO
Pongamos la fe en nuestra conciencia, la esperanza en nues-
tro corazón, la idea en nuestro espíritu, la acción en nuestra
voluntad, la labor en nuestra actividad, y los americanos ha-
bremos convertido nuestra patria, la América latina, en el foco
principal de la nueva y futura civilización universal. — Eduar--
do Flores,
1877.
(8) La personalidad del Dr. Magariños Cervantes es la más
alta expresión de la literatura nacional, y siempre ha ejercido
sobre la juventud de su patria la arrobadora seducción del
genio.
En íntimo y natural consorcio se encuentran reunidas en
la preciosa composición de que nos ocupamos, las armonías
y cadencias admirables del verso, y la extraordinaria' eleva-
ción del pensamiento. Es un cuadro artístico y completo.
El bardo pensador combate con decidido valor la preten-
ciosa sabiduría de la época, haciendo un verídico y profundo
análisis do las doctrinas disolventes de Büchner y Hartmann.
Xo se ocupa de ellas el doctor Magariños, considerando tan
sólo su mórito y faz científicos, sino que con severa lógica
estudia la trascendencia práctica que tienen en la vida y orga-
nización de las sociedades.
Es necesario contener la marcha del monstruo del mat^
rialismo y la incredulidad, — Xo hay que perder de vista que
la escuela atea engendra el mayor desquicio, creando con su
háliío impuro el indiferentismo moral y la anarquía política.
Bajo el peso abrumidor del materialismo, de las consecuen-
cias que necesaria y for/osamonto se desprenden del sistema,
el hombre abdica de su noble naturaleza, cambia de condición,
y se convierte en <•/ Ai»/i c.iuh^o, que con tanta maestría nos
ha descriiv^ el .uitor en su bellísima composición poética. —
i\tr!os Muüo^ Anjwt.
IV
LUCES DE ESTRELLA
(I)
Á CARLOS ROXLO (2)
* * *
Gracias, ¡ oh Carlos ! por tu hermoso libro,
Que anoche leí de un sorbo Eres poeta!
Su filtro creador dejó en tus labios
Al besarte, la Maga Poesía,
Y de tu boca salen como flechas
El sáfico, y el yambo, y la oda alada! —
A mi vez participo del discreto
Juicio de un escritor, digno uruguayo,
Que en brenda {3) é ideales nos dio pruebas
De su ingenio, saber y patriotismo.
Los joyeles que guarda el rico estuche,
En vez de fuegos fatuos son sidéreo
Resplandor de luceros centellantes.
104 LUCES DE ESTRELLA
De SUS hojas balsámicas despréndese,
Aura primaveral de Diosmas, Nardos,
Arrayanes, Aromas y Violetas,
Que del Laurel nacidos á la sombra.
Con rocío de Palmas florecieron!
Ombú es tu libro dó se posa el águila,
Canta el zorzal y la torcaz arrulla,
Y Ja brisa que en torno leda gira.
Ensancha el corazón, refresca el alma !
En homenaje de mi aprecio, engarzo
Una de tus estrofas en mis versos;
Y en cambio yo te pido, joven vate.
Que en medio á los aplausos y los Víctores,
Tengas presente, al remontar tu vuelo,
Las reglas que trazó mano maestra
En páginas de orv>, (4) que te envío
Con un grito de aliento y un abrazo !
18S7.
( I r ..iU> n qae 1 11 ^r del pR^logo que encabeza el li-
bro, s ::.u.c al v!.* .•' c* \).v IJiu)>, pueto por el poeta.
^ Va y\ m.is y 0'nb:lrs, tomo i. pág. 242.
[} la e Cj. n: lovela pa ücad en Baenos Aires por el
Dr. D- Edu .rJo Aceve lo Díaz
(4> /jVj.V.n iíV ¡d P.v5.'.i A'i<rrt\\u:.i^ d'sertawioa del Dr. Ace-
vedoDíaz. premiada en los Jut^^^s Fío'^jIz's de B.:enDs Aires el
12 de Oc ubre de i$S4.
«Por su ú^rma correcta y elegante, como por el tópico que
desenvuelve e ilasiru, di. en lo> tumaaies de la D.v/jrjjxon, que
<e encuentra en la primera paulina t^ios Sre<. \*ed:a, Golfarini,
LUCES DE ESTRELLA IOS
Palomeque, Dupuis y Bourel), esta producción literaria debe
ser difundida y conservada en estas páginas, en las que sin
duda el tipo de imprenta se volvió impaciente por arrancar al
olvido de los papeles relegados por su autor, este brillante re-
flejo de su talento bello é inspirado.
«No como homenaje sugerido por la amistad, publicamos este
trabajo, aunque nos place confesar este vínculo, sino como ac-
to de justicia».
Encabezamos estas reproducciones (artículos sobre el libro de
poesías de Roxlo) con el juicio poético del tantas veces lau-
reado bardo uruguayo A. M. C. quién, como el viejo veterano
de cien combates que reposa de las pasadas lides, donde luchó
con brío y venció gloriosamente, siente hervir la sangre y pal-
pitar el generoso pecho al escuchar las notas del clarín que
convoca á la lucha á los hijos de la nueva generación, que fue-
ron arrullados en la cuna por sus cantos viriles, y aprendieron
á desplegar el vuelo por las regiones del ideal tras las huellas
de sus alas caudales, siguiendo el rastro luminoso de su ins-
piración.— Eduardo Acevedo D(a{,
1887.
SOMBRA QUE PASA
(O
(Á LOS dVn EN LA LID INTELECTUAL Y MATERIAL, CON
EL SUDOR BENDITO DE SU FRENTE RIEGAN Y FECUN-
DIZAN EL SUELO URUGUAYO.)
* *
La sombra que hoy enluta
Tu cielo. Patria amada,
Es nube que el Pampero
Arrastrará al pasar.
Kl pueblo Oriental siempre
Al toque de llamada,
Sereno alzó la frente
Y se aprestó á luchar.
Kn paz ó en ¿guerra, siempre
Con abnegado exceso.
Su sangre, su riqueza.
Su ponsiimiento dio :
SOMBRA aUE PASA IO7
De libertad en aras
Y en aras del progreso,
La oliva del trabajo
Con el laurel ató.
La Producción, la Industria,
La Ciencia como el Arte,
En sus hogares tienen
Un Centro salvador,
Que supo con su esfuerzo
Ganar en cualquier parte,
Para sus hijos — gloria.
Para la patria honor ! ( 2 )
En estas santas luchas
Ninguno es extranjero,
Hermanos somos todos
Bajo la misma ley.
El premio que se alcanza
Honra es de un pueblo entero ;
La altura conquistada
Cumbre es para la grey.
Obreros del trabajo!
Vosotros con las palas.
La escuadra y el arado.
La pluma y el buril.
Alzáis de los escombros
En medio de las balas,
Lo que arrasó el incendio.
Lo que posti'ó el fusil.
I08 SOMBRA QUE PASA
Vuestra misión es santa!
Lucháis por la existencia
Y el bien, sin que os arredre
Del mal la magnitud.
Vuestra energía le opone
Su heroica resistencia,
Y al fin triunfa en la lucha
La cívica virtud.
¡Benditas sean las gotas
Con que el sudor del hombre,
De la natura avara
El seno rompe audaz;
Le roba sus secretos.
Conquista alto renombre,
Y en tomo suyo vierte
Dicha, abundancia y paz! Í3)
¡ Benditos los acentos
Viriles del patriota,
Que al pueblo adormecido
Sacuden con afán ;
Sus lágrimas de fuego
Condensan gota á gotí.
La tromba que en sus alas
Levanta el huracán !
Si queman esas lágrimas
Que el patrio duelo arranca,
Las gotas del trabajo
Riegan el suelo en pos:
SOMBRA QUE PASA lOC)
Y evaporadas juntas
Forman la nube blanca,
Que atrae y en lluvia esparce
La bendición de Dios!
¡Vivificante lluvia
Que el yermo fecundiza,
Lo mismo que las almas
Ya muertas á la fé !
Raudal que al pueblo exánime
Reanima y electriza.
Con bríos para erguirse
Como el león, de pié!
¡Ay del menguado pueblo
Donde hace la miseria
Doblar el cuello al hombre
Como á su yugo el buey!
Más libre es quien más sabe
Vencer á la materia,
Y se alza, noble espíritu.
De su destino rey (4)
La sombra que hoy enluta
Tu cielo, Patria amada.
Es nube que el pampero
Arrastrará al pasar.
El pueblo oriental siempre,
Al toque de llamada,
Sereno alzó la frente
Y se aprestó á luchar.
lio SOMBRA QUl: PASA
Que en todos los terrenos
Ufano ahora demuestre,
Que es en verdad un pueblo
Que debe libre ser.
Si heroico fué en la guerra,
Altivo en la paz muestre
Que á nadie la sien dobla,
Ni el paso ha de ceder!
A la obra! los que saben
Cuan grande y justiciera.
La lucha del trabajo
Corona dá inmortal!
A la obra! los que saben
Que sólo eterno impera
El bien, y es maldecida
Sombra que pasa, el mal!
1881.
( I ) Leída por D. Manuel Rovira y Uriosto en la conferen-
cia literaria celebrada en Solis el 18 de Diciembre de 1881
con el objeto de aumentar los fondos de la Comisión Expo^
silor.i «/«• Al /.//,M IfiJtéstrisii para sufrai;»ir, respecto de los que
no pudieran hacerlo» los gastos de remesa á la Exposición Con-
tinental de Buenos Aires, de los productos agrícolas y ma-
nufacturados de la República.
La vida no es más que una ^ombra, y se dá á e>a sombra
alguna realidad, cuando se la con>agra á la investigación obs-
tinada de lo que es recto. iuMo y puro. — ErHisio Rcfian.
SOMBRA QUIi PASA III
(2) La República ha figurado en primera línea en todas las
Exposiciones á que ha concurrido en Europa y América; y el
número de primeros premios, medallas y menciones honorí-
ficas, obtenidos por ella, proporcionalmente supera á la mayor
parte de los adjudicados á otras naciones, á pesar de la enorme
ventaja que le llevan en población, territorio, producción, y
riqueza.
'xAlas exposiciones internacionales (dice un benemérito rural)
hemos concurrido lo suficiente. Nuestros productos y el nom-
bre de la República del Uruguay, son conocidos en todas par-
tes y en todos los centros industriales, y en todas las socie-
dades agrícolas, y en todos los mercados de consumo se
encuentran las revistas comerciales de Montevideo y se leen
las revistas quincenales de la Asociación Rural del Uruguay,
que son la gota de agua de nuestro prestigio.
icPor otra parte, los Gobiernos extranjeros no se esfuerzan
ya en exposiciones con carácter nacional, porque las artes
y los oficios, las fábricas de todos los linajes no necesitan ya
de alientos como lo acreditan sus plétoras de producción;
pero no sucede así con lo que corresponde á la tierra en to-
das sus manifestaciones, porque al fin es ella la nutriz del
género humano, como lo dijo Columela hace 2.000 años//. —
Domingo Ordoñana,
1885.
(3) Las bellas artes, como se las ha llamado, han influido
siempre poderosamente sobre el genio de los trabajadores. La
dulzura y el reposo que llevan á su ánimo les preparan mejor
para llenar su parte en la labor humana. El hombre tiene ne-
cesidad de ese reposo, mediante el cual toma aliento para
emprender de nuevo la fatigosa jornada.
La literatura, la música, la pintura, la escultura, la arqui-
tectura, todas esas manifestaciones del sentimiento estético,
han sido y son poderosos auxiliares de los demás ramos del
trabajo, y han contribuido en alto grado á Ja prosperidad y
á la civilización de los pueblos. Los grandes genios de la
poesía^ de la música y todos los que han cultivado el
gusto artístico y el sentimiento delicado, no han hecho me-
nos por el progreso positivo de las sociedades que los gran-
112 SOMBRA QUE PASA
des inventores que han dotado al mundo de esas maravillo-
sas creaciones, que el poeta nos muestra en el campo de
la industria moderna, moviendo y agitando sus músculos de
acero y de bronce, animados por el soplo potente de vida
que hier\'e en sus entrañas I
Tal es también la moral de esta fiesta. Así se explica este
concierto de las inteligencias en honor y en servicio de
los intereses iudustriales que, en la Exposición Continental,
serán la medida del poder productivo de nuestro país.
Las expansiones literarias de esta noche no se borrarán
como se borra la estela que deja la nave al surcar las aguas.
El trabajo de los oradores, de los poetas y de los músicos,
no se perderá como una fuerza malgastada en el vacío, no.
Esas expansiones y ese trabajo de la inteligencia durarán:
darán mayor vigor y energía á todas las emociones puras y
generosas, influirán sobre la moralidad de las costumbres
públicas y se asimilarán al espíritu, como una nueva sustan-
cia, animándolo en la carrera de la vida y del progreso, en
cuya meta aguarda el premio á los más esforzados luchado-
res.
• ••••.•••••••.........
En nombre de la Comisión de Exposición, doy las gracias
á los que han contribuido con el trabajo de su inteligencia,
ó con su simple asistencia, al éxito de esta fiesta celebrada
en honor del progreso. Debido á su importante concurso,
muchos de los industriales á quienes su condición humilde no
permitiría salir del teatro limitado en que ejercitan sus fuer-
zas, ni de la oscuridad en que viven, irán á figurar digna-
mente en la próxima Exposición Continental de Buenos Aires y
acaso á disputar el premio en la noble competencia del
trabajo.
Hemos hecho todos una buena obra. Que á favor de ese
esfuerzo realice la industria el prodigio de la fábula mitoló-
gica, convirtiéndose en lluvia de riquezas y beneficios que
descienda sobre el suelo de la patria! — Agustín de Vedia.
1881.
(4) Cada conquista de la ciencia, cada triunfo del arte y
cada avance de la inteligencia, es una emancipación y es una
SOMBRA aUE PASA 1 1 3
reivindicación en esa escala simbólica que el profeta de Jehová
divisó en sus éxtasis ideales, flameando entre la tierra y el cielo,
soles y querubes que resplandecen en su virtud, para ornar en
su término la infinita inteligencia y la infinita perfectibilidad.
Mientras las ciencias alumbren la esfera de acción de los
conocimientos humanos, y mientras el fin de la ciencia sea el
mejoramiento del hombre, reflejo de la divinidad en esta tierra,
la materia elaborada y dominada por el esfuerzo de la in-
teligencia, será el dosel más precioso y el triunfo más preciado;
será la misteriosa elaboración del simbólico microcosmos y en
este inmenso piélago de universos infinitos, cuyas etapas ó
edades se producen y se aceleran al empuje creciente de las
oleadas de vida y de actividad, que arrancan de las manifes-
taciones humanas, — José Mellado.
1881.
8
VI
JOAQUÍN SUAREZ
BENEMÉfílTO DE U PATfílA (s)
(I)
A SUS HIJOS, Y COMO LIGADO A SU FAMILIA AL EMI-
NENTE ARTISTA NACIONAL D. PABLO NIN Y GON-
ZÁLEZ.
Oribe entrari á la pUza, pero será paaando por
encima de nuestros cadáreres. — Joaquín Suartf.
* * *
Ya entregó el alma á Dios.... paz á su tumba!
Y al lúgubre tañido
Con que al bronce que á intervalos retumba
Responde la campana,
No el llanto, no el gemido.
Muestren al mundo nuestro inmenso duelo !
Al toque de diana
Que anuncia su apoteosis en el suelo,
Y al inmortal hosana
Que ya entonan los ángeles del cielo,
El corazón despedazado calle,
JOAaUIN SUAREZ II5
Y el pueblo con la frente descubierta,
A la sublime inspiración abierta,
En un himno triunfal sublime estalle !
Modesto ciudadano, gran patriota,
Modelo de virtud y de civismo.
Siempre fiel á tu enseña en la derrota,
Siempre en el triunfo generoso y noble,
Llevaste el sacrificio al heroísmo.
Siendo á los tuyos por la patria ingrato.
Jamás nube importuna
Veló los resplandores de tu alma.
Fundida en el crisol de Cincinato.
Reposo, honores, bienestar, fortuna,
Al austero deber sacrificaste;
Y así, Procer ilustre, conquistaste
La inmarcesible palma! (3)
Si no meció la libertad su cuna.
Amóla desde niño,
Con filial cariño
Consagróle sin tregua su existencia,
Y por ella luchando
El yugo rompió infando,
Proclamó la oriental independencia,
Y evocando los pueblos á la vida,
Grabó su nombre en la miliar columna
Que el ACTA se llamó de la Florida. (4)
Y cuando más violenta
Desatóse de nuevo la tormenta,
Y en la cumbre famosa del Cerrito
Las bárbaras legiones
De un déspota maldito,
Su flámula sangrienta
lió ^ JOAaUIN SUAREZ
Clavaron por trofeo,
Cantando alegres nuestra rota impía;
Al poderose grito
Que lanzó en su agonía
La indomable ciudad, Montevideo,
¿Quién á propios y extraños
Inspiró decisión, y f é y constancia?
¿Quién al frente salió de sus guerreros?
¿Quién enfrenó la imbécil arrogancia?
¿Quién detuvo á sus puertas nueve años
A la horda de tigres carniceros?
¿Quién sino tú, Suarez? tú, seguido
De Pacheco, de Paz, de Garibaldi,
De Vázquez, de Thiebaut, de Sosa, Indarte,
Y demás valerosos compañeros.
Que alzaron su estandarte
En la batalla roto,
Y con sublime voto
De VENCER ó MORIR en su deíensa,
En tu mano orgullosos lo pusieron
¡Oh Néstor venerable!
De aquella heroica, sin igual leyenda,
Que al nuevo y viejo mundo
Arrancóles aplauso interminable,
De admiración ofrenda
De respeto profundo! (5)
No era tu genio, no, no era tu brazo
Terrible en la pelea.
Los que grande te hicieron. Peregrina
Esa aureola que en tu sien fulgura.
Era tu culto sincero á la idea, (6)
Y el calor que halló siempre en tu regazo
La santa libertad, la fé divina.
La abnegación y la virtud más pura! (7)
JOAQUÍN SÜAREZ II7
La vida así extinguida
Es una noble vida,
Duerme en paz en tu humilde sepultura:
Mañana con orgullo elevaremos
Glorioso un pedestal á tu memoria (8)
Donde brille tu imagen veneranda,
Donde los viejos á buscar iremos,
Lenitivo al pesar que nos devora,
Y do vaya á aprender la que hoy se eleva
Briosa juventud, cómo en la hora
Terrible de la prueba,
Saben los varoniles corazones
ó VENCER ó MORIR en la demanda :
Cómo al severo y arduo cumplimiento
Del austero deber, sin vanagloria,
El hombre sacrifica sus pasiones;
Y cómo se conquista un monumento,
Y se gana una página en la historia !
1868.
(i) Suarez es nuestro Rivadavia, es nuestro tipo del buen
ciudadano, es el dechado de la virtud patriótica, el ejemplo del
cívico sacrificio. Entre los ciudadanos que han llevado la ab-
negación hasta la inmolación de sí mismos, el país pondrá
siempre en primera línea el nombre de D. Joaquín Suarez. —
Juan C. Gome{,
1857.
Héroe sin armas, apóstol sin tribuna, son sus acciones, su
vida, su ejemplo, lo que le eleva sobre todos los héroes, sobre
todos los tribunos que esta patria produjera.
Suarez es el símbolo de una época; esa época es grande por-
que está Suarez á su frente, porque el patriotismo, la abnega-
Il8 JOAaUIN SUAREZ
cion y la virtud cívica presiden el Gobierno que realizó el pro-
digio de dar asilo y defender dentro de las murallas de Mon-
tevideo á la libertad perseguida y proscripta desde los Andes
hasta el Plata.
Suarez es hombre déla independencia; pero el hombre de la
independencia se eclipsa ante el hombre de la libertad ; Sua-
rez es el hombre de la talla de los Cincinatos y de los Washing-
tons, grande por las virtudes, por la abnegación, por el amor
á la patria, por el culto del deber. — José P, Ramire:{,
1868.
(2) Así declarado el 10 de Octubre de 1850 por resolución de
la H, Asamblea de notables ^ que durante el asedio había reem-
plazado al C. L. Suarez aceptó el homenaje de aprecio ; pero re-
chazó el valioso donativo en dinero que á la vez se le hacía, á tí-
tulo de recompensa nacional, en estos términos dignos de un
Espartano :
«Aunque lo agradezco sinceramente, no puedo aceptar del
mismo modo los cincuenta mil pesos fuertes, que se me do-
nan como recompensa de mis servicios.
«Los inmensos quebrantos sufridos por tantos servidores de
la patria, no pueden serme indiferentes, á punto que no
desee participar con igualdad del infortunio de todos. Si mi po-
sición elevada ha menoscabado mi fortuna, ella ha aumentado
también mi gloria, y el interés al alto aprecio de mis compatrio-
tas. Si me hacen la justicia de creer que lo he desempeñado con
abnegación y pureza, será mi mejor gloria y única recompensa. :?/
Con justicia su digno compañero el general BatUe, Presidente
déla República, el día de la muerte del gran patriota, decretando
los honores fúnebres que debían tributársele, decía:
«Su exaltado patriotismo, el sublime y modesto desprendi-
miento con que donó en los conflictos de la patria, la mejor par-
te de la cuantiosa fortuna que heredara de sus mayores, y su ci-
vismo, le conquistaron el amor y veneración de todos los buenos,
que le discernían en sus corazones el título de benemérito entre
LOS BENEMÉRITOS. »
(3) Venerable procer que los orientales acostumbran presentar
al mundo entero como la encarnación del patriotismo, puro, ab-
negado, incorruptible, incontrastable, que surge del fondo del
%"..
JOAaUIN SUAREZ II9
corazón y llena toda una vida como el agua límpida de un ma-
nantial siempre inexhausto. — Carlos M, Ratnire^,
1884.
(4) Su nombre brilla al pié del acta famosa en que la primera
Asamblea Nacional instalada en la villa de la Florida, declaró el
25 de Agosto de 1825 írritos y nulos todos los actos de incorpo-
ración á Portugal y el Brasil, y libre é independiente al pueblo
uruguayo, de hecho y de derecho, de todo poder extraño, y con
amplias facultades para darse la forma de gobierno que en uso
y ejercicio de su soberanía estimara conveniente.
«Los que como Suarez, observa con este motivo el señor
Lamas en su biografía, firmaron esas actas, se colocaron intrépi-
damente entre la victoria y la muerte. El poder propio del Im-
perio que los rodeaba, que estaba á pocas leguas, se conservaba
intacto y se reconcentraba; y el Gobierno Argentino todavía
retardaba su acción.
«La heroica empresa iniciada por los Treinta y Tres el 19 de
Abril de 1825, ^^^'^ desde luego, la cooperación de don Joaquín
Suarez: cooperación de dinero, de relaciones y de influencias
personales . »
1881.
(5) Me asocio de todo corazón al duelo que enluta el hogar
del venerable patriota, el Teniente General don Lorenzo Batlle,
soldado de la ley desde los primeros actos de su vida militar,
íntegro magistrado que honró siempre á la República en todos
los puestos que desempeñara, y procer ilustre de la inmortal
«Defensa:^, gloria nacional que es hoy patrimonio de la huma-
nidad entera.
Que tan gloriosa herencia caiga en lágrimas de bendición y de
ventura sobre el corazón de sus dignos hijos, y sirva de vínculo
de unión entre los buenos ciudadanos que anhelan sinceramente
el reinado pacífico de las instituciones! — A . Magariños Cer-
van Íes.
1887.
• Suarez, en el ocaso de la vida, al frente del gobierno de la
plaza asediada, es el primero en dar ejemplo de decisión, de ar-
diente fé y de inquebrantable constancia. Se da nervio á la de-
fensa. Empieza con ella una serie de peligros^ de sacrificios y
#» •
120 JOAaUIN SUAREZ
fatigas, que el anciano magistrado resiste por nueve años conse-
cutivos, á costa de su vida, de su fortuna, honradamente adqui-
rida, y del porvenir de su familia. — Isidoro De-Marta,
1880.
De allí, de aquellos muros donde se encerraba un principio vi-
rilmente mantenido por un magistrado civil que presidía la gue-
rra en nombre del derecho, resurgieron los levantamientos de
Entre-Ríos y Corrientes contra Rosas; de allí surgió la alianza
con el Brasil que precipitó la caída del tirano ; de allí vino Case-
ros, y de allí en fin, viene la situación que han alcanzado las Re-
públicas del Plata, combatiendo y trabajando para labrarse sus
destinos.
El molde en que fué vaciado D. Joaquin Suarez, se ha roto, y
hoy más que nunca necesitan ambos pueblos rehacer su tipo y
buscar inspiraciones en su espíritu. — B. Mitre.
1881.
(6) Si no era la fuerza directiva como inteligencia, si no eran
simplemente brazos, los hombres inteligentes que le rodearon,
él era siempre, y en todo, el punto de cohesión.
Era con la cohesión, la respetabilidad de la Defensa.
Sin el, lo decimos con profunda convicción, la Defensa se ha-
bría disuello más de una vez.
El hizo posible la Defensa, él mantuvo la Defensa, la Defensa
triunfó por el.
Suya es, tan grande como es, esa gloria inmensa, perdurable,
do nuestra patria.
Suyo os. tan grande como os, el triunfo definitivo de la libertad
en ol Rio do la Plata.
Cjloria en los siglos al que hizo posible tan excelsa gloria, —
al quo hizo posible ol triunfo de la libertad. — .4. Lamas.
1881.
(7^ r no do los rasgos mas bollos del carácter de Suarez, aun
en medio de las situaciones mas difíciles, era su fé inquebranta-
ble en la Providencia y on ol triunfo definitivo de la causa que
doíendia» .\si. al deponer las armas ol ejercito enemigo, decía
onsu Mensaje a la Asamblea de Notables:
*l.a guerra ha terminado y la Ropüblica está en pacífica po-
sesión do su independencia y soberanía. La emoción que espe-
JOAQUÍN SUAREZ 121
rimento al participaros tan plausible acontecimiento, sólo es
comparable con el sufrimiento de espíritu en los largos años
de penalidades y desgracias que han afligido al país. ... El ob-
jeto único de tantos y tan caros sacrificios hechos, está conse-
guido. Za y //5//aíi ¿f/ü/;í¿i no podía consagrarla de una manera
más digna de su omnipoiencia. »
Y nueve años después, en carta á Garibaldi.. datada en su re-
tiro del Arroyo Seco y el 25 de Febrero de 1860, felicitándole por
la redención y la unidad de la Italia, agrega:
«El resultado de la empresa no puede ser duduso: la decisión
déla Providencia, tampoco. Una santa causa triunfa siempre
cuando, como Vd., general, la sostienen hombres de corazón.
¡General Garibaldi, adelante! El mundo ya le contempla con
admiración; la historia le reserva hermosas páginas.
«Quiera el cielo, mi querido general, que no vea Vd. después
de una vida llena de sacrificios, concluir sus días en medio de
amargos desencantos; pero el apostolado del patriota es el sa-
crificio, y su recompensa está en el sacrificio mismo y en la
tranquilidad imperturbable de su conciencia. 3>
(8) Trece años después de formulado este voto, que estaba en
el corazón de todos los Orientales, pues hasta sus enemigos po-
líticos respetaban y veneraban al eminente patriota, muerto en
la obscuridad y la pobreza, la Asamblea nacional de la XIII Le-
gislatura, por la ley de 11 de Julio de 1881, ordenóla erección de
un estatua á don Joaquin Suarez en la plaza Independencia.
La colocación de la piedra fundamental verificóse el 25 de
Agosto inmediato en que se celebró el primer Centenario
del ilustre procer. En aquel acto, el Presidente de la Repú-
blica, Dr. D. Francisco A. Vidal, en nombre de la Asamblea, le-
vantando el bastón de mando, le declaró : Gran Ciudadano de
la Reptiblíca.
El proyecto de esa ley fué aprobado por unanimidad. Don José
C. Bustamante, miembro informante, pronunció con este motivo
un bello y aplaudido discurso, que duró tres sesiones, recomen-
dable por la verdad histórica, lleno de rasgos felices y elevados
sentimientos. De él tomamos las líneas finales con que cerramos
estas notas, verdadera corona ceñida al venerable anciano por los
hombres de más valer (lamentando no poder citar á todos) en
122 JOAaUIN SUAREZ
las letras, en la política y en las armas, en las dos riberas del
Plata.
«Lo que el país necesita, es la asociación de todos los hom-
bres do buena voluntad, de los hombres que beben el buen ejem-
plo en la pura fuente del pasado, en el ejemplo que nos han deja-
do próceros como el patricio que nos ocupa en este momento.
^La historia de la Defensa está consignada en tipos, en carac-
teres indelebles; á ella deben ocurrir los que remontando su es-
píritu á las regiones serenas de la filosofía, quieran aprender las
páginas gloriosas de aquella epopeya que nos ha sido trasmitida
por nuestros antecesores, y que debemos guardar como un talis-
mán precioso, para inspiramos en ella en los momentos supre-
mos de tribulación. >i/ — José C. Bustamante,
1881.
vil
EL CAUDILLO DEL PAGO
t
AL PAYADOR ARGENTINO D. GABINO EZEIZA ( I )
Donde está el capitán Bravo
Ninguno piponcho le pisa,
Y á diez leguas en contorno
Ningún tci'Jie (2) se le arrima.
Sólo un CA^Azá (3) forastero,
Que á Bravo no conocía,
Se atrevió en unas carreras
A decirle airado: Mira,
Insolente balaquero ^ (4)
Te voy á romper la crisma.
Si vuelves á provocarme
Con tu cara de mulita! {^)
Mas antes que terminara
Su frase vibrante en ira.
Una feroz puñalada
El corazón le partía!
124 EL CAUDILLO DEL PAGO
Salió al trote de la cancha
El capitán, la faz lívida,
Torva y fija la mirada
Que á todos allí domina.
Hasta el mismo Comisario
Por un momento vacila,
Y pierde el tiempo buscando
Reforzar sus Policías.
Sus órdenes luego imparte
Y avanzan cuatro partidas
Por distintas direcciones,
Y al galope se aproximan
Para cortarle el camino
Que á la sierra y monte guía,
Y hacia donde rumbea Bravo
Con satánica sonrisa.
Perseguido por un grupo
Se detiene en la cuchilla;
Con el facón una raya
Hace en la tierra, se inclina.
La barranca y selva próximas
Con ojo avizor registra ;
A supingo palmotéa,
Le aprieta la floja cincha.
Se recuesta en el nwulo:
Cruza una pierna, se aLsa
La negra rizada barba;
Entona una vidalita^ {o)
Y cuando & breve distancia
A sus contrarios divisa,
Vuelro á montar, los espera
Sereno y hi frente erguida:
Los embisto, se abre paso
1857.
EL CAUDILLO DEL PAGO 1 25
Al través de la guerrilla
Muda de asombro, golpéase
La boca, en la diestra gira
Sus terribles boleadoras y
Que silban como Boiquiras ; ( 7 )
Endereza á la barranca,
De un salto se precipita
Con su caballo en el río : (8)
A nado llega á la orilla,
Y como el centauro, rápido
A escapéenla selva umbría
Se pierde, y vengan chimangos, (9 )
Si acaso hombres son! ... les grita.
(i) Ezeiza, que goza de merecida fama en ambas márgenes
del Plata, es argentino, y en la primera velada que dio en
Montevideo, acompañado de otro payador oriental, don Juan
Nava, y los señores Silva y Gómez, guitarristas, habiendo un
mal criado, por no decir algo peor, silbado unas, en su género,
admirables décimas del Fausto de Del Campo, que cantaba
Nava, «vino Ezeiza en su ayuda, cantando con mucha oportu-
nidad y galantería:^, como dice Sansón Carrasco en el intere-
sante prólogo que brilla al frente de los trovos de Ezeiza, lleno
de justas y oportunas observaciones que no transcribimos aquí
por no hacer demasiado extensa esta nota; pero que el lec.or
encontrará (algunas) en el Apéndice.
«Recuerdo que entre otras de las ocurrencias que tuvo á prp-
pósito del que había desaprobado, dijo:
Dice un refrán muy antiguo,
Y también muy verdadero:
Siempre la oveja más ruin
Es la que rompe el chiquero.
126 EL CAUDILLO DEL PAGO
Y en seguida, aludiendo siempre á lo mismo, entonó en
medio de grandes aplausos:
Dice otro refrán antiguo
Que yo repito orgulloso :
Que más vale caer en gracia,
Señores, que ser gracioso.
Con lo cual quedó corrido el que había hecho manifestacio-
nes de desagrado, y triunfante Nava, en cuya ayuda vino
todavía Ezeiza cantando con mucha oportunidad y galantería :
Eso que á usted le han silbado
Creyéndolo un desatino.
Son unos versos preciosos
De un payador argentino.
Cuando yo vuelva á mi patria.
No se ha de tomar á mal,
Si me oyen cantar los versos
De un payador oriental.
Y como si todavía no creyese bastantes esas demostraciones
de simpatía á su compañero, agregó:
Cuando yo empece á cantar.
Allá por mis tiempos de ántés.
He cantado muchos versos
De Magariños Cervantes.
Aquí ya no tuvo límites el entusiasmo del auditorio, y duran-
te cinco minutos aplaudió ruidosamente. Había algo de agra-
decimiento nacional al porteño que se hacía un honor de haber
cantado las estrofas del querido bardo. — Daniel Muho:^.
1884.
(2) Terne. — Valiente, audaz, provocativo.
(3) duinJ. — Nombre do una tribu indígena. Por antonomasia
se suele llamar así á los hijos del Departamento de Soriano.
(4) B.ifaquero, — Alharaquiento, fanfarrón, trompeta.
( s) Cjr»? lie ww/z/j. — Cara de zonzo, estúpido.
((O Cantares do los gauchos» ¿lenoralmonte tristes, que tienen
por argumento sus ¡nfonunios y desdichas.
(7^ lioiquirj, — Crotalus Horridus. Su veneno mata casi instan-
tánoamcnto. 1.a forma do la cabeza del reptil y el matiz cenicien-
to parduzco do su piol ofrecen bastante semejanza con el disco
EL CAUDILLO DEL PAGO I27
de las bolas y el color de los cordeles que las sujetan cuando el
gaucho las hace girar sobre su cabeza. Véase en el tomo I la nota
) de la página 86.
(8) Estos ingobernables orientales tienen una constitución es-
pecialísima.
En tierra, centauros.
En el líquido elemento, peces.
No está probado, pero se supone que en el fuego compiten con
la salamandra y en el aire con el cóndor.
Concretándonos al agua tenemos el siguiente caso, narrado
por un periódico de Paysandú:
« Ayer de mañana se azotaron á nado á caballo al río Uruguay,
3^ tres ciudadanos orientales.
» Vistos por el comisario Manuel Quintana cuando se encami-
1^ naban en dirección á la costa, éste los hizo perseguir, no te-
» niendo aquéllos tiempo de quitarse la ropa, y á caballo, como
:ii^ estaban, fué que se arrojaron al agua. >/
Es fama que los soldados de Rivera pasaban caudalosos ríos
llevando el sable en la boca. En aquellos tiempos la natación ha-
cía el papel de balsas, botes y puentes.
Del mismo caudillo ha dicho Figueroa, relatando la formida-
ble y repentina crecida del arroyo Maciel:
.... En medio del espanto clamoroso
El ilustre campeón de alma indomada.
Luchando con las olas vigoroso
Lleva en la boca su gloriosa espada ;
La espada á quien el hado misterioso
Reserva una victoria señalada. . . .
Y arribando á la playa apetecida
Salva á la Patria con salvar su vida.
En 185 1 las facultades natatorias de los orientales subsistían en
toda su plenitud. Formando en las filas del general Urquiza, mu-
chos de ellos pasaron á nado con sus caballos el Paraná (en el
Diamante) y el Uruguay (cerca de Paysandú). Ascazubi ha pinta-
do la escena, y recordamos que menciona con estas palabras una
distancia recorrida de aquel modo : <^caiorce cuadras de anchor, í^
Una de nuestras más brillantes ilustraciones, — el Dr. Magari-
ños Cervantes, — sintetiza en su inimitable Caramurú el tipo que
128 EL CAUDILLO DEL PAGO
nos ocupa, — audaz, de ancho pecho, de nervudos brazos, resis-
tente á la fatiga, flotante como el ceibo seco, de resoluciones
prontas y enérgicas, — en aquel personaje que no vacila en preci-
pitarse al Uruguay desde altísima barranca, facilitando la acción
con su poncho que lo echa sobre la cabeza del noble bruto.
Dados esos antecedentes no es difícil que los tres orientales,
sorprendidos por el comisario Quintana, hayan llegado á la
opuesta orilla, quizás golpeándose la boca y cacheteando al cor-
cel para dirigir su marcha; — que en tales casos el timón no es el
que pinta Ascazubi cuando dice que <fMn gringo ¡e hacía coliia»,
describiendo el vapor que fué á Maldonado durante el sitio gran-
de y cuyos balances le hicieron despedir ^hasia el último por o to.-ss^
Por consiguiente no sería milagro que Pampillon, suponiéndo-
le herido de un balazo en el hombro izquierdo, gravemente, se-
gún la opinión del médico policial de Treinta y Tres basada en el
examen de la ropa, hubiera tenido fuerzas para desnudarse y pa-
sar á zambullidas el Tacuarí.
Los orientales son carne de perro en materia de heridas, y cuan-
do los apuran, superan las proezas acuáticas del capitán Bo3rton.
— Der midió De-Maria,
i88t>.
(q) Chintango, — Ave de rapiña que se alimenta de cuerpos
muertos, muy voraz y chillona. El vocablo se emplea en sentido
de cobardía y desprecio.
VIII
LOS HIJOS DEL GENIO
AL ILUSTRE POETA Y ESCRITOR LUSITANO D. FRANCISCO
GOMES DE AMORIM.
* « «
FJor es el genio que entre peñas brota,
Y á quien niega su luz el firmamento,
Hasta que el cáliz del dolor agota,
Y despedaza su corola el viento :
Así al pampero que su frente azota,
La palma de la gloria y del talento
Su guirnalda gimiendo le abandona;
Y asi el genio conquista su corona ! ( n
♦ * ♦
Quién entonces ¡ay! no envidia
Al pintor, al héroe, al vate,
Que al fin en mortal combate
Del hado venció el desden?
130 LOS HIJOS DEL GENIO
Quién entonces no ambiciona
Su espada, lira, ó pinceles,
Para alfombrar de laureles
El camino de su bien ?
Cuando todas las miradas
A él se vuelven cariñosas,
Y mendigan las hermosas
Su canto, v tal vez .... su amor !
Cuando el popular aplauso
Cual trueno inmenso resuena,
Y el placer que su alma llena
Rompe en llanto inspirador?
El alma de todo un pueblo
Palpita de su alma dentro.
Como rayos que á su centro
Atrae misterioso imán.
Y tanto al pueblo en las alas
De su inspiración eleva,
Que lo agiganta y lo lleva
Hasta donde va el Titán. ( 2 )
¡ Feliz el que deja entonces
Esta vil cárcel obscura,
Y vuela á región más pura
Entre aureola de luz !
Si al zenit tocó su gloria
Ya en e) mundo que le esfera?
Del tiempo la ley severa I
Del hombre la ingratitud!
LOS HIJOS DEL GENIO I3I
Apagarán de su genio
Los años la ardiente llama;
Será tumba de su fama
La vejez cansada y cruel ;
Mancharán su alma de ángel
Terrenales devaneos:
Hipócritas fariseos
Le darán vinagre y hicl ! ( 3 )
♦ -¡í ♦
Calvario del genio — la gloria— en cruel guerra,
Le infunde luchando gigante vigor;
Y en su alma prendido, cual ráiz á la tierra,
Sus garras impías incrusta el dolor.
Febril el insomnio, de noche le asalta ;
Hierve en su cabeza con el día un mar;
Y constante y fija, la idea que salta,
Y al cráneo golpea queriendo brotar!
Helo allí en silencio. ... la mano en la frente,
La faz blanca ahora, rojiza después,
Cual viva centella la mirada ardiente.
Revelando gozo, furor, embriaguez .... ( 4 )
Ved como su raudo pensamiento ondea,
Y le agita, y cansa, y exaspera al fin ! ... .
Con la forma acaso combátela idea.
Como lucha el alma con el cuerpo ruin.
n2 LOS HIJOS D1:L GENIO
I Pobre pensamiento ! prisionero al cabo
Quedará en el lienzo, metal, ó papel,
Demostrando al mundo, que traidor esclavo.
Contra el genio en vano se rebela infiel.
No importa que luego do estampó su huella
La divina mano de artista inmortal.
La envidia entre sombras y en son de querella,
Su trenza de sierpes agite infernal.
Su baba no puede borrar, no, la firma
Que ciñe aureola radiante de luz!
De viles eunucos el odio confirma
La gloria que intenta velar su capuz ! ( 5 )
¡Atrás negros cuervos! atrás chusma aleve!
De las nulidades trompeta y farol,
Gusanos que en lan'a conjeló la nieve,
Buhos que enfurece la llama del solí
j Atrás miserables! vuestra saña impía
A Fúlton por loco, lograra encerrar:
Al ínjií'rno A Dante llevó en su agonía,
Y A Cervantes hizo su pan mendigar.
Por vos Prometeo, de un buitre despojos.
No robó A los cielos su increada luz :
Mintió Cialileo, postrado de hinojos ;
Vosotros clavasteis A Cristo en la cruz I
LOS HIJOS DEL GENIO I33
* * *
Sí ... . desde el instante
Que se alza triunfante
El genio, ya impío
Demonio sombrío
Le oprime en sus brazos,
Y el alma á pedazos
Con su ardiente garra
Tenaz le desgarra!
— Infames tiranos
Le ligan las manos,
Y en su aurora apenas
Sufre ya cadenas;
O á playa remota
Su estrella le bota,
Y en llanto y pesares
Traspásalos mares.
Y en suelo extranjero
Se vé cual Homero,
Sin otro tesoro
Que su harpa de oro.
Vagando sin tino
Mendigo divino.
Cantar su inspirada
Sublime Iliada.
154 IOS HIJOS DEL GENIO
O mísero y ciego
Cual Mílton su ruego
Al Creador levanta,
Y con firme planta
En su Edem perdido
Penetra atrevido,
Y en la luz se anega
Que el hado le niega.
O en duro presidio
Se vé cual Ovidio,
Que en región salvaje
Y entre el oleaje
Del Ponto, sus ojos
Vuelve de ira rojos
Al hogar amado,
Tal vez profanado !
O herido y proscrito
Por tigre maldito.
Del triunfo en la aurora
Sucumbe á deshora
Cual Rivera Indarte . . . . ( n )
¡ Sin ver su estandarte,
En la tumba, ufano.
Flamear del tirano !
O cual Borro acaso.
Do un vuelo ol Parnasi>
Vencedor escala ;
Mas ¡ ay I v]uo resbala
LOS HIJOS DEL GENIO I35
Su pié, y en fragmentos
Se llevan los vientos
La mística lira,
Que viuda suspira. (7 )
Como él oprimido
Por mal escondido,
« AdioSy patria tnia!
Balcarce decía,
De mejores aires
Navegando en pos ;
K Adiós, Buenos Aires!
» Amigos, adiós! » (8)
* * ♦
Y si queréis saber lo que sufrieron
Esos que el genio señaló en la frente,
Voy á evocar sus sombras, y una espina
De la sien arrancarles solamente.
Del Niágara á los pies, como él grandioso.
Está el cantor, (9) en lágrimas deshecho;
Y á su lado Valdez, gloria de Cuba,
Muestra de balas traspasado el pecho. (10)
Atropellado Byrony mordido
Por hidrófobos canes, ( 11 ) rompe el freno,
Y rebelado contra cielo y tierra,
Su frente dé titán hunde en el cieno.
136 LOS HIJOS DEL GENIO
De un hospicio en el lecho miserable,
Gilbert traga una llave, y muere Poe;
Y el que montes de oro dio á la España
El negro pan del presidario roe! ( 12 )
Salva á la Francia Lamartine, y pierde
Su reposo, su fama, y su fortuna,
Y la imbécil caterva en coro grita :
«/(/, poeta, á hacer versos á la luna!:^
No comprende al Petrarca aquella Laura,
A quien hace inmortal su tierna lira ! ( 13 )
Gime el Tasso en inmundo calabozo,
Y cuando van á coronarle, espira !
Para escribir Camoens su poema.
Va el papel de las calles levantando ;
Pero el alma primero que el poema.
Entre las olas dejará nadando.
Arquimédes absorto en su problema.
No despierta ante el hierro del Romano :
Y la lengua ¡oh baldón! deTuIio (14) insigne
En la tribuna clava impía mano !
Sin zapatos Corneille ! . . Moliere sin tumba ! . . .
Un abismo á Pascal tiende sus brazos
A indigna y cruel mujer. Larra en ofrenda, .
Su pensamiento arroja hecho pedazos!
LOS HIJOS DEL GENIO I37
Lanzado de su patria Rivadavia,
Como lanza el volcan su vil escoria !
Y á estocadas Portales sucumbiendo,
En celada, borrón de nuestra historia ! ( 15 )
Cantor de Ituzaingó ! Floro, Rufino,
Bien os va del martirio la guirnalda !
Dais por otros la vida, frente á frente :
No los matáis cobardes por la espalda !
Tres hermanos tres mártires ! proscrito.
Dé su genio en la hoguera éste se abrasa ;
Escudando á vencidos muere el otro ;
Traidor puñal á aquél, fiero traspasa. ( 16 )
San Martin! que tu espada rompes viendo,
En lugar de española, grey hermana ; ( 17 )
Y tú, noble Bolívar ¡cóndor muerto,
Al faltarle la brisa americana ! ( 18)
Y tú, Napoleón, dueño del mundo,
Quizá el más infeliz luego en la tierra!
Venid todos, venid, y reveladme :
Qué hondo misterio la expiación encierra ?
Será acaso que el genio, ebrio de orgullo,
Igual se cree á Dios en su delirio,
Y en castigo el Señor, ay! le condena
A ceñir la corona del martirio ?
138 LOS HIJOS DEL GENIO
* **
Qué importa? si es tan bella, tan grande esa corona,
Y en cada verde hoja, magnífica eslabona,
Celeste una esperanza, divino un galardón!
Qué importa ? si al torcerse del mal bajo la planta,
Con más gigantes bríos el genio se levanta,
Y es su dolor la copa do bebe inspiración!
Yo al lado de esos genios, si audaz, débil pigmeo.
Nacer siento en mi alma devorador deseo,
Y con violencia estraña mi corazón latir.
Secreta fuerza oculta levántame del suelo,
Y al sacudir la frente, con ella toco al cielo
Y el mundo es mi peana, mi esclavo el porvenir! (19)
Si es esto orgullo sólo, perdón! perdón! Dios mío!
Me arrastra á mi despecho sublime desvarío,
Con mi razón luchando rebelde el corazón.
Quiero humillar aveces mi ingénita altiveza,
Y al eco de una lira, levanto la cabeza.
Como el corcel guerrero del bronce á la explosión!
No sé, Dios mío ! entonces de donde á mi desciende
La chispa que electriza mi sangre, y la que enciende
En mi cerebro hir\iente, flamígero volcan,
Do traban, estallando, descomunal pelea.
Con la palabra el metro, la imagen con la idea.
Como encentradas olas que azuza el huracán!
¿ Qué ángel ó demonio murmura en mis oídos.
Palabras misteriosas, lantásticc s sonidos,
Y viene, por las noches, mi sueño á interrumpir?
LOS HIJOS DEL GENIO 130
Por qué toca mi frente, y al estrechar mi diestra,
Un horizonte inmenso tan fúlgido me muestra.
Que al verlo yo quisiera, sin despertar, morir?
No sé pero si es cierto que no alcanzó la gloria,
Quien no le dio su alma, cual víctima expiatoria.
De penas saturada, de lágrimas y hiél ;
Si es cierto que es forzoso, para alcanzarla palma.
La cruz llevar á cuestas .... Señor ! toma mi alma,
Y dame un solo gajo del inmortal laurel !
Bendeciré los golpes de tu inflexible mano,
Si al mundo, antes que muera, revelo algún arcano,
Si enseño á los mortales alguna gran verdad ;
Si la existencia mía, sirviéndoles de ejemplo,
Ofrenda eterna deja de la virtud al templo,
Y ün astro más al cielo del alma libertad !
Si al fin cuando la muerte me cubra con su manto,
En paz miro y dichosa la tierra que amé tanto,
Y ella en mi frente pone su beso maternal !
Si un día, cuantos nazcan en su feliz ribera,
Al ver mi tumba dicen: mi compatriota era:
su NOMBRE CON ORGULLO PRONUNCIA EL ORIENTAL !
1846
El arte abarca, en sus divinas inspiraciones todos los elemen-
tos morales y efectivos de la humanidad: lo bueno, lo justo, lo
verdadero, lo bello, lo sublime, lo divino; la individualidad y la
sociedad, lo fínito y lo infinito; el amor, los presentimientos,
140 LOS HIJOS DEL GENIO
las visiones del alma, las intuiciones más vagas y misteriosas
de la conciencia; todo lo penetra y abarca con su espíritu pro-
fético;todo lo mira al través del brillante prisma de su ima-
ginación, lo anima con el soplo de fuego de su palabra gene-
ratriz, lo embellece con los lúcidos colores de su paleta, y lo
traduce en inefables ó sublimes armonías. El canta el heroísmo
y la libertad, y solemniza todos los grandes actos, tanto in-
ternos como externos de la vida de las naciones. — Esteban
Echeverría,
1845.
( I ) El tipo del poeta, no es la rubia Céres que preside las
cosechas, ni el festivo dios Pan que no inventó la lira, sino
el caramillo, para asociar sus desapacibles sones á las tareas
rústicas. — El tipo eterno del poeta es aquel Orfeón que apa-
rece en las leyendas índicas y griegas, como el primer cantor
sublime, revelador de los misterios divinos y humanos. Su
poder de seducción, es inmenso. — Después de haber vencido
con su lira alas fieras, después de haber bajado á los infier-
nos en busca del bien perdido. Orfeón vuelve á la Tracia y
muere despedazado por las Bacantes, es decir, por las pasiones
bravias que él mismo había suscitado con sus cantos.
Así murieron bajo el desgarramiento de sus propias emo-
ciones, Byron en Missolonghi, Schiller en Weimar y Alfredo
de Musset en Paris, cerca de aquella sombría calle de los Mo-
linos, donde su Rolla tuvo también su última noche de placer
y de vida.
Así mueren todos desesperados y jóvenes, los que han recibi-
do como un poder mágico y como un anatema, este don sui-
cida de convertir la palabra en gemido. — Así mueren todos,
monos Cioethc que se escapa á la destrucción por la encar-
nación sucesiva en todas las ideas; — menos Hugo que puede
repetirlas palabras do uno do los genios en el Fausto:
En ia trm/'twt.ui Jr Ai ^ucion mi <\v/iri7w 5^ rrnueía. Es un
iorbc/iiMO,— suh' V ^%f/\i, — Xicoiüs Av<i¡an<\ij.
1877.
[^) Ciofírcvlo Maiuoli« on s^u coKbio canto Dio *- popólo, com-
puosli» para la tiesta v^uo so coKbró en Genova el 10 de Di-
LOS HIJOS DEL GENIO I4I
ciembre de 1846, aniversario del levantamiento del pueblo y de
la derrota y fuga de los Austríacos, dice:
« Nelle feste che fa il popólo
Egli accende monti é piani,
Come bocche di vulcani
Egli accende le cittá.
Poi vi dico in veritá
Che se il popólo si desta,
Dio si mette alia sua testa
La sua folgo re gl i da I»
Seguid con la vista al águila en lo más alto de los aires,
atravesando toda la extensión del horizonte, ha dicho un es-
critor notable; vuela y sus alas parecen inmóviles: se creería
que los aires la llevan : este es el emblema del orador y del
poeta en el género sublime.
Lo que el crítico aplicaba así á Bossuet, ha de permitirme
V. que yo — agrega el autor dirigiéndose al Dr. Herrero y Es-
pinosa— lo aplique á Juan Carlos Gómez, cuya mente abandonó
siempre la corteza en que rastreaban las miserias, ansiosa de
dominar de lo alto, casi en atmósfera enrarecida, pero por
lo mismo libre de los miasmas de la corrupción y de los va-
pores asfixiantes, provenientes de cien focos, que se confunden
al inmenso aliento de la sociedad humana, y lo vician, espe-
cialmente en los nefastos días en que la verdad y la justicia
ceden su puesto á lo innoble y lo abyecto. — Eduardo Acevedo
Dia^,
1884.
(3) El hombre célebre tiene mucho de glorioso, de divino;
pero mucho también de víctima, de mártir: tanto en vida, co-
mo en muerte.
Y el poeta célebre es el más mártir de los hombres célebres.
— Juan Lussich.
1885.
(4) El genio es ante todo inventor y creador. El hombre de
genio no puede dominar la fuerza que en él remide ; y es hom-
bre de genio por la necesidad ardiente, irresistible, de expre-
san lo que experimenta. S3 ha dicho que no hay hombre de ge-
142 LOS HIJOS DEL GENIO
nio sin puntos de locuni. Pero esta locura, como la de la
Cruz, es la parte divina de la razón. Sócrates la llamaba su
demonio, Voltairc el diablo en el cuerpo^ y la exigía hasta en los
cómicos. — Víctor Cousin.
(5) La fé de X en materias literarias estaba marcada con el
mismo amplio y generoso cuño liberal. Desde que vio á un
crítico bonaerense insultar al poeta Mármol, acusándole de
plagiario, de ser su drama El poda una imitación servil del
Macias de Larra, porque el Tirteo Argentino había escrito con
razón que la obra de la crítica sustraía su importancia del tra-
bajo criticado, y la luz que proyectaba se parecía á la de la
luna en ser no propia sino de reflejo, juró odio á los escrito-
res que hacían carrera con el látigo en la mano y escalaban re-
putaciones, no á plumadas sinoá puñaladas.
¿A quión se trata así? prorrumpía X. . . . nada menos que
á aquel anciano poeta, cegado por el fulgor de los rayos que su
genio lanzó contra una tiranía. ¿Y por quién? Por un modes-
tísimo crítico cuyo caudal es una napa de agua superficial é in-
grata, lomada á hurtadillas en los profundos estanques de Sain-
to- Beuve. — /. uis B.iltJ {»? r.
(o'i Lincas do una nota puesta por el ai»*or al pié de su com-
posición m prrsi> cris tirina, escrita en la cárcel:
^ Estos versos son mis lágrimas espiritualizadas por la idea,
y formuladas por la palabra : no el fruto de ingenio cultivado,
sino con suspiros de un cora/on ro7.?do ásperamente por el in-
fortunio.
« Poco ho poviid.^aprcnvicr siendo muy joven y tan desgra-
ciado. ! a ciencia llcv:a viií:c:' rigente al entendimiento del preso
aherrojado on una cavccl do altas y espesas murallas, en una
caivcl p^MUon, quo es doMcmer.to en:o* : a! entendimiento del
intVlir que apenas rospi:a. v^uo .-p.t^is se mueve con el peso de
lo< ):ur.os; que tune >u Cvv.í.-o:^. v rr.r.v.vto r. r el dolor présen-
lo» con L; numoi-.a do la r/.saví.; d oh,-. : el alma cons!em;-da con
unasin.o>tra '.uoojt.duir.lve soVrc su >ucr:e en el día que va
A lK\car \ on cWíuí ,:o;i;,íi; ^'.to'.moniavios *.os o:dos con el mar-
liUoo iHrnoso do los i^r^los do su< co.r^paueros, inocentes unos,
oiinv,í\ílos otvv^s: o\m\ el nvo.rmr.lU^ ¿e sus quedas, de $us impor-
LOS HIJOS DEL GENIO I 43
tunidades; con las blasfemias de sus carceleros y verdugos.» —
José Rivera Indaric.
18^7.
(7) Berro, no dio sólo un lamento, se asoció á un programa. —
Moralización de la familia, cuyos vínculos desata sacrilega-
mente la guerra civil, — Enseñanza popular, — Asociación de
todos, para hacer lo que á todos conviene, — y puso mano á la
obra con sano corazón é indisputable talento.
La muerte que nos le arrebató en flor, le dejó vivir muy cortos
días, y profanaríamos su memoria, con una torpe adulación, si
atribuyéramos á sus tareas un desarrollo que no pudieron al-
canzar.— Pero ese que señalamos es el pensamiento que anima
todas sus obras, á él pertenece el fondo de las poesías que
examinamos; y si esto es cierto, como positivamente lo es, Be-
rro merece uno de los primeros rangos entre los poetas ame-
ricanos, porque es de los que mejor han comprendido la mi-
sión eminentemente social que la poesía debe desempañar entre
nosotros.
Adolfo se sentía morir: se sentía hundir en el sepulcro y
exclamaba :
Morirl sin que entre el polvo los tiranos
Haya visto en el mundo de Colon,
Demandando al Eterno en mis plegarias
Para los abatidos el perdón !
1841. Andrés Lamas,
(8) Muerto á los veinte años en Paris, de la enfermedad en-
gendrada por su excesiva contracción al estudio, que lo llevara
allí en busca de salud. Pertenecen á su canto Z¿z Parliday en el
que se revela el presentimiento de su próxima muerte, estas
dos valientes estrofas :
De inicuos tiranos el ceño que espanta.
La turba de impíos que erguidos están.
Son granos de polvo que el viento levanta ;
Cesando ios vientos al suelo caerán.
Entonces joh Patria! tu noble bandera
Flameando en las nubes con nuevo fulgor.
Hará que gozoso cantando yo muera :
Adiós, Buenos Aires; amigos, adiós.
Amigos queridos, mi adiós es eterno. . . .
144 LOS HIJOS DHL GENIO
Las«Horasde Melancolía?^ están dedicadas á los cantores de
la Expósita y el Cigarro^ en estos términos:
A LA MEMORIA DE LOS MALOGRADOS POETAS AdOLFO BeRRO Y
Florencio Balcarce^ consagra este recuerdo. — El autor.
Véase la nota de la pág. 342 en el Alhum de Poesias Uru--
guayas,
(9) A pocos poetas ha tratado con tanto rigor la fortuna co-
mo á Heredia, abogado, soldado, viajero, profesor de len-
guas, diplomático, periodista, magistrado, historiador y poeta
A los veinte y cinco años, según él mismo refiere en el prólo-
go de sus poesías.
Ecos de su infortunio son aquellos ayes del alma que resue-
nan y resonarán al través de los siglos en su oda magistral, joya
de la literatura americana, -A/ j<í//<? del Niágara:
¡Ay! agostada
Yace mi juventud, mi faz marchita,
Y la profunda pena que me agita
Ruga mi frente de dolor nublada.
Nunca tanto sentí como este día
Mi soledad y mísero abandono,
Y lamentable desamor
j Ay ! desterrado.
Sin patria, sin amores,
Sólo miro ante mí llanto y dolores.
Niágara poderoso !
j Adiós! adiós! dentro de pocos años
Ya devorado habrá la tumba fríi
A tu débil cantor. . . .
(10) El ilustre mulato Plácido de la Concepción Valdez, fu-
silado en la Habana el 27 de Junio de 1844. Complicado en
una conspiración contra las autoridades peninsulares de Cuba,
fué delatado por un miserable, y marchó al patíbulo recitando
su conmovedora Plegaria á Dios, que bastaría para inmortal!^
zar su nombre, si como observa uno de sus biógrafos, no le
asegurasen ya la inmortalidad varias desús poesías, y sobre to-
do, su patriotismo, sus desgracias y su muerte.
LOS HIJOS DEL GENIO 1 45
Ser de inmensa bondad! Dios poderoso!
A vos acuáo en mi dolor vehemente. . . .
Extended vuestro brazo omnipotente,
Rasgad de la calumnia el velo odioso;
Y arrancad este sello ignominioso
Con que el mundo manchar quiere mi frente
Mas si cuadra á tu Suma Omnipotencia
Que yo perezca cual malvado impío,
Y que los hombres mi cadáver frío
Ultrajen con maligna complacencia. . . .
Suene tu voz, acabe mi existencia. . . .
¡Cúmplase en -mí tu voluntad, Dios mío! . . .
(11) Los primeros é implacables enemigos de Byron, que le
atacaron en la Revista de Edimburgo^ desconociendo su gcínio, y
á quien éste puso una mar^a de fuego, legando su nombre al des-
precio de la posteridad con la sublime sátira titulada: Los poe-
tas ingleses y los críticos escoceses,
(12) Jamas olvidó nise consoló Colon, Virrey y grande Al-
mirante, de la manera cómo se llevó á cabo y las causas que
motivaron su prisión, al verse en un calabozo, y más taide al
desembarcar en España cargado de grillos que le hizo rema-
char, ultrapasando su mandato, según unos y con antoriza-
cion expresa, según otros, el feroz Bobadilla, juez pjsquisidor
enviado por los reyes católicos.
Parece que al fin éstos dieron crédito á las calumnias de los en-
carnizados enemigos, y otros émulos ó envidiosos de la gloria
del inmortal Genoves.
Al ser puesto en libertad, pidió y obtuvo se le dejara llevar
aquellos hierros con que había venido de América as gurado
como un insigne malhechor, y los clavó en la pared del cuarto
donde dormía. Mostrándoselos á su hijo, que lloraba de rodi-
llas al pié de su lecho, murió, orando fervorosamenie, con
los ojos fijos en aquel eterno padrón de ignominia para sus
infames detractores y de la ingratitud ó ligereza de los reyes y
sus áulicos.
{i)) Una persona del bello sexo, inteligente amiga nuestra,
tuvo el capricho de escribirnos con motivo de esta estrofa, una
10
[■
146 LOS HIJOS DEL GENIO
deliciosa carta que sentimos no encontrar á mano. — A los du-
ros cargos que ella formulaba en general contra la absorción,
la ingratitud, y el cambio enorme que se observa entre el
antes y el después, en todos los homhrtSy amados como no me-
rece serlo ninguno, y. en particular de los SS. trovadores, con-
testamos con el siguiente párrafo de un crítico francés, juez
competente en la materia :
«Tanto valdría pretender que el lirio de la mañana deman-
dase amor á la abeja : el lirio prodiga sus tesoros y muere ex-
hausto; la abeja elabora con ellos su miel: el hombre viene y
se nutre con el riquísimo panal. Extraña ley de la naturalezal
misterio de la vida y de la muerte, que encontramos á cada pa-
so en el mundo, y cada vez más impenetrable I Cuando la vi-
da de una joven apasionada ó de una pobre flor agostada al
entreabrir sus hojas, con invisibles transformaciones se ha in-
corporado así á otra vida — ¿por ventura el que ha sido bene-
ficiado con ese sacrificio en nobles sentimientos, en fuerza vital,
en inspiración, en inefables emociones, quiéralo ó no, de gra-
do ó por fuerza, no contrae con la víctima una alianza inma-
terial, casi divina, que vincula para siempre su existencia en la
tierra, y tendrá más tarde su recompensa en el cielo? — Hcnri
Bla^e.
1859.
(14) Marco Tulio Cicerón, príncipe de los oradores romanos.
Partidario de Pompeyo, después de la derrota de Farsalia, si-
guió el partido de Octavio contra Antonio, quien al reconciliar-
se con el ambicioso y falaz Triunviro, le pidió la cabeza del sal-
vador de Roma en la conjuración de Catilina; y Octavio tuvo
la vileza de concedirsela. El Tribuno Pompilio Lena, que debía
la vida á su elocuencia, ejecutó la bárbara orden : cortóle la ca-
beza, los pies y las manos, y se los llevó á Antonio. La lengua
fué clavada en la Tribuna dr ¡as arengas, teatro de sus gran-
des triunfos oratorios : Fulvia, la vengativa mujer de Antonio,
la atravesó repetidas veces con un punzón de oro, en castigo de
las injurias que pretendía haberle inferido á su marido duran-
te la lucha con Octavio.
(15) El teniente Florin,á quien Vidaurre, su padrastro, había
confiado la custodia del ministro prisionero, era un joven de
LOS HIJOS DEL GENIO I47
veinte y tres años y de bella presencia, pero de un corazón fe-
roz y sanguinario. En aquella hora, siguiendo sus propensiones
torpes y viciosas, se había embriagado. Acababa de hablar con
un ayudante de Vidaurre, cuando se dirijió resueltamente al
birlocho en que se encontraba Portales, y deteniéndose cerca,
dijo: «Baje el ministro.» Portales no dudó de que estaba re-
suelta su inmolación. Pidió que alguien le ayudase á bajar, ya
que las carlancas se lo impedían. Una vez apeado en medio del
camino real, recibió una descarga de fusilería que le derribó,
destrozándole el pecho y horadándole la cara y la cabeza. Flo-
rín todavía mandó herirlo á bayoneta, y él mismo le menudeó
estocadas con la más brutal ferocidad. — José Domingo Cortes,
1875.
(16) Los tres hermanos Várela: Juan Cruz, notable poeta,
perseguido en Buenos Aires por la mazhorca de Rosas, se asiló
en Montevideo, donde falleció de la tisis, contraída en el arduo
labor de la prensa política y en importantes trabajos literarios:
Rufino, también poeta y tipo de nobleza y valentía, oficial de
Lavalle en la Cruzada argentina, alevosamente apuñaleado des-
pués de la derrota del Quebracho, al entregar con bandera de
parlamento al gefe enemigo y oficiales prisioneros en el asalto
de la ciudad de Santa Fé: Florencio, insigne publicista, redactor
de El Comercio del Plata en el memorable asedio de Montevi-
deo, asesinado por la espalda en la calle de Misiones, la noche
del 20 de Marzo de 1848, á pocas varas de la imprenta, por insti-
gación de Rosas y orden de Oribe, según resulta del proceso
formado al asesino Cabrera, enviado con ese objeto desde el Ce-
rrito, campamento general del ejército sitiador.
(17) Aunque todavía es materia de seria controversia lo que se
•pactó entre San Martin y Bolívar en la célebre entrevista de Gua-
yaquil, y las verdaderas causas que decidieron al vencedor de
Maipu á entregar la mayor parte del ejJrci'o que murdaba com-
puesto de argentinos y chilenos al gener^:l venezolano y dejaile
la dirección absoluta de la guerra, retirándose él del Perú, las
opiniones más autorizadas concuerdan que al proceder así y al
condenarse al ostracismo voluntario que lo 11. vc' á morir en Fra^.-
cia, prefirió San Martin eliminarse p*ara evitr.r escisiones y con-
tiendas entre los caudillos americanos, cuando, aunque aniquilado
148 LOS HIJOS DEL GENIO
casi, todavía estaba en pié el poder militar español, y no empa-
ñar su nombre en las mezquinas luchas de ambición que ya se
diseñaban, y brotaron más tarde de la organización de las nuevas
repúblicas.
(18) Dejémosle ahora descender, que no hay sol sin ocaso, ni
gloria sin infortunio. El torbellino de las pasiones va á envolverle,
y aquella alma templada por las desgracias, va á encontrarse á
merced de todos los vientos. Dejémosle descender en solicitud
de la roca solitaria, donde el mar tiene para los grandes infortu-
nios ecos y notas de consuelo. No irá como Alejandro en soli-
citud de Babilonia, para decretarse en medio de la crápula ser
hijo de Júpiter; ni confiado como César irá al senado romano,
donde le aguarda el puñal de Bruto; ni como Napoleón pisará
el bajel enemigo que debe conducirle á la roca de Prometeo. No :
él irá como el peregrino á quien sorprende el huracán, y quien
perseguido por la onda vertiginosa, no encuentra sitio seguro ni
reposo á sus fatigas, y empujado por la gavilla de los vientos
llega á la phiya para exhalar en ésta su último suspiro. — Arísti-
des Rojas (Venezolano.)
i87().
( 19) El poeta es el único mortal que se trasustancia en pueblo
y se convierte en muchedumbre ; el único capaz de interpretar en
lo presente, en el tiempo que fué, en el que ha de venir, la índo-
le, el sentimiento y las aspiraciones de toda una nación. El alma
de Schiller es el alma de la Alemania. Dante es después de seis
siglos, el representante legitimo de la Italia en el día que se in-
corpora unida y casi íntegra en la asamblea de las naciones inde-
pendientes. Los días de esos mortales se cuentan por centurias,
y las tiestas natalicias que se les consagra, son solemnidades se-
culares como las que la antigüedad consagraba á los Dioses.
El hálito de los pechos que ellos saben conmover, es el fluido
que los levanta á tan eminentes alturas. Todas las opiniones, to-
das las creencias, los intereses más rivales, se porten de acuerdo
para aplaudirlos y para amarlos. Son como luceros del cielo es-
trellado, sublimes, hermosos para cuantos pueden levantar la vis-
ta m.is arriba del techo desús casáis. — ///♦?»! Maria Gutierre^.
IX
I FIGLI DEL GENIO
FRAMMENTI
(TRADUZIONE LIBERA)
Dalla patria enittato Rivadavia
Come erutta il vulcan la vile scoria !
Spento Portales dall'umana ignavia
A disonore della ncstra wtcria !
Floro, Rufíino e d'Ituzaingo il vate,
Ben del martirio mentaste il serto !
Che per Taltmi la vostra vita date,
E combatíate leali in campo aperto!
Fratelli e tríni nel mártir ! . . . Proscritto,
Dal genio suo consunto il vate muore ;
L'altro in difesa dei caduti, invitto ;
£ spegne il terzo stocco traditore !
150 I FIGLI DEL GENIO
Spezza la spada San Martin vedendo
Ibera no, mi patria gragge insina ;
E, qu il cundor, Boliv ir v \ morendo
L'etra cercando iiivano americana !
E tu, signor del mondo, Napoléone,
Tu sovr'ogni altro un giorno sventurato,
Venitetuítia dir: Tespíazione
Qual profundo mi^tero tien celato?
Forse che il g3nio, daU'orgoglio spinto,
Si crede á Dio simil neísuo delirio,
E Iddio lo voUe, per punirlo, avvinto
Al ferro secolare del martirio?
** *
Che importa? se é grande quel serto, se é bello.
Se in ogni suaíoglia, se in ogni suo anello
Rifulge una speme, celeste un balen !
Che importa se il male lo avversa costante ? . . .
II genio s' ele va glorioso, gigante,
E trova alimento del duolo nel sen !
Vicino áqueigeni,perduto pigmeo,
Di sogni di gloria mi pasco, mi beo,
E il core e la mente vaneggiano pur.
Segreta una forzami toglie dal basso,
E il capo scotendo le nubi sorpasso ;
II mondo m'é scanno, m'é schiavo ilfutur!
I FIGLI DEL GENIO I5I
Se orgoglio é sol questo, perdonami, o Dio!
Cele e m'inebbria sublime un desio,
E il core comba te la fredda ragion.
Invan lasuperbiaquest'alma detesta;
Al suon d'una lira sollevo la testa
Qual nobil destriero quand'ode il camión !
AUora, gran Dio, non só donde vi-ene
Quelfuoco divino che m'arde le vene,
Che fa di mia mente tremendo un vulcan.
U'cozzano inlot a, nell'ignea vorago.
Col detto ridea, col metro l'imago
Qual'onde frementi che a infrangersi van!
Qual démoneod ángel sussúrra parole
Segrete, incomprese, fantastiche fole,
E viene i miei sonni dagli occhi a bandir?
Perche m'accarezza febbrile la fronte,
E mostrami arcano novello orizzonte,
Si bello ch'io bramo, dormendo, morir?.. .
Non só ma s'é vero che gloria no-^ hanno.
Color che olocausto dell'alma non fanno
Sul trípode sacro ov'arde il dolor;
Se é vero che é d'uopo, per cinger la palma,
La croce portare. . . . Signore, quest'alma
Ti prendi e una foglia mi porji d'allor !
II pondo soffrire sapró di tua mano.
Se nuovo concedi ch'io sveli un arcano.
Che agli uomini insegni del vero il mister ;
Se ad essi mia vita, seivendo d'esempio,
D'antica virtude sorviva nel templo,
Rifulga qual'astro di gloria forier!
152 I FIGLI DEL GENIO
Se infine la morte trovandomi accanto,
Fai tu che la patria, che adoro cotanto,
Felice e redenta mi baci immortal !
Se i figli futuri dell'alma riviera,
Sul túmulo mió, diranno : — qiiesti era
Uor^oglio e Vonore del suolo Oriental!
/. Odicini y Sagra, (i)
(i) Educado en Italia d^sda su; mis tiernos años nuestro com-
patr o:a el se^or Odicini y S 'gra, sólo sabe versificar en el idio-
ma del Dante, qae maneja como digno discípulo de los grandes
maestros en qui.nes, apar:e de las dotes niturales, sin las que
jamás se eowribn versos womo lo ^ suyos, ha bebido el baen gus-
to, la inco:nparible dalzura y armonía, el giro original y la forma
artisiica de Li poesía italiana; pero italiana ó española, si hay
poesía, qué importa la copa que la conáene? ¿ No es el caso de
decir con Alíredo de Musset :
^Qu imperte le flacón^ pourvu quon ail tivressef:^
Nos hemos visto perplejos para escoger entre las varías y bellas
pri^duccioncs, que espontáneamente y sin conocernos paso con
verdadera modes ia ¿ nuestra disposición. Hay entre ellas una
versión de Zoj A;;oj </W^r«ío traducida libremente estrofa por
estrofa, que sin lisonja nos ha parecido superíor al original. Sin
embargo, por lo mismo que éste nos pertenece, nos limitamos
á insertar s\Mo un fragmento, en el deseo de dejar mis espacio
para otras composiciones. Consu .lanos, empero, la idea de que
lo poco que publicamos del señor Odicini, basta para calificarle
de poeta, V felicitarnos con los amantes de las letras uruguayas
por el concurso que les trae, y por lo que con legítimo derecho
puede esperar en adclame de su talento la literatura nacional. —
Al tratar esta» hnea$, un $entimiento de gratitud nos obliga á
LOS HIJOS DEL GENIO 1 53
cordar que antes de nuestro compatriota, el apreciable literato
italiano don Luis D. Desteffanis, hizo ahora años, en Buenos Ai-
res, algunas recomendables traducciones, en verso, de varias poe-
sías de las Brisas del Plata. — (Nota puesta en en el Álbum de
Poesías Uruguayas, al pié déla preciosa composición del señor
Odicini: Alia madre lontana.)
1878.
INUNDACIÓN
l8 DE JULIO DB i8;6 (i)
AL REPUTADO ESCRITOR BRASILERO DON JOSÉ A.
ROCHA GALLO
« * *
El p«i's en mA»a pide la prórroga de la
dictadura por cuatro años mis, y la ten-
drá. — £tIos.
StTA lo que tase el castre — S'*fSotr;}s.
En los valles que riega el Amazonas,
Como en la inmensa sábana que ciñen
El Cauca, el Paraná v el Orinoco,
Cuan fácil se desliza y placentera
1.a vida entre coronas
Oo una hermosa y eterna primaveral
Chasis de la tierra americana,
Parece allí encerrado
00 la existencia universi^l el loco.
1 os horizontes ^fñen
Celajes de oro y gn\na :
INUNDACIÓN 155
En SUS noches de plácido embeleso,
En el espacio azul embalsamado,
Cual gigantesco candelabro ondea
Espléndido el Crucero,
Que entre orlas de rubíes centellea :
Coronados de frutos y de flores
Los árboles se doblan bajo el peso
De sus dorados pomos; grata sombra
Ofrecen al cansado peregrino,
Y le brindan al par su cristalino
Raudal el manso río.
Un lecho el suelo de mullida alfombra.
Su armonía los pájaros cantores,
El piélago dormido ricos peces..
Y caza inagotable el bosque umbrío.
Basta estenderla diestra.
Para vivir sin pena y sin trabajo.
Mas ay! que no es ley nuestra
Lo que forma la dicha del marrajo.
El que vive indolente en Ix ribera
De aquellos grandes ríos.
Se vé asaltado á veces
Por la feroz pantera,
O por cebado ( 2 ) tigre carnicero.
Hoy le acomete el Yacaré á^QÍotmQ y
Mañana en sus anillos
Le envuelve traicionero
El mortal Cascabel^ la boa enorme ;
Oculto entre las ramas,
El insolente mono le apedrea ;
Antes que mire aviesos
Del Cimarrón (3 ) hidrófobo los ojos.
Siente hundirse en la espalda sus colmillos ;
156 INUNDACIÓN
Le embisten cuando duerme emponzoñadas
Orugas que el pantano nutre y crea;
Le dan fiebre el zumbido y las punzadas
Del mosquito y del tábano insufribles ;
Y la piel le taladran como escamas, •
Una legión de insectos invisibles
Que se van, propagando, hasta los huesos !
*««
Esto es todo? .... De pronto aquel río
Tan dormido, tan terso, tan manso,
Sacudido en violento remanso
Se levanta cual hórrido mar:
Tromba, manga, ciclón, ola inmensa,
Despeñada, feroz catarata,
Rompe, tumba, destroza, arrebata
Cuanto encuentra furioso al pasar.
Ciego avanza, desplómase y rueda
Con el sordo rugido del trueno,
Y un clamor colosal de su seno
Viene el alma de espanto á llenar ;
Confundidos con hombres y chozas.
Van nadando en revueltos montones.
Sierpes, onzas, jaguares, bridones,
Sin poder á la orilla tocar.
No hay orilla! .... que el río en minutos
Va inundando por leguas su frente ;
Cuanto arrastra en su láuda corriente,
Ya cadáver se mira flotar:
INUNDACIÓN 157
Hecatombe monstruosa que el aire
Con efluvios de muerte envenena,
E inocula después la gangrena
Del terror, de la peste y el mal !
«««
Avara ó liberal, Naturaleza,
No se entrega al cobarde perezoso.
Ni humilla su cabeza
Sino ante el hombre audaz y diligente.
Que sabe conquistarla valeroso
Con el sudor bendito de su frente.
Tampoco el bien se alcanza
En la humana existencia,
Sino en lucha fatal con el destino.
En la escuela penosa
Del esfuerzo, el dolor y la experiencia.
El hombre trae el sino
De U excelsa y divina criatura
En la luz que refleja su conciencia;
Y sólo vé colmada su esperanza,
Y alivio encuentra á la secreta herida,
Que en todos al nacer, grábala muerte,
Cuando acepta el combate de la vida
Arbitro y responsable de su suerte.
Con plena confianza
En Dios, la libertad, la razón pura!
Así el tranquilo labrador experto,
No imita al que anda errante
Huyendo de la ley en el desierto.
158 INUNDACIÓN
Para evitarlas recias avenidas,
Previsor no edifica su cabana
En las costas floridas.
Sino en la alta c¡ichilla, en el gigante
Albardon^ (4) en el áspera montaña.
El sol de Julio hoy brilla. . . .¿por qué todos tushijos
En torno de tí, Madre, reunidos hoy no están?. . .
Tras infortunios tantos, dolores tan prolijos.
Por qué, sin entenderse, por senda opuesta van?
Sobre el abismo, — cráter que al pié relampaguea, —
No hay quien arroje un puente con noble intrepidez?
La fuerza por sí sola ¿qué | uede sin la idea?
La idea sin la fuerza, reina sin cetro es!
En medio á los clamores del triunfo ó la agonía
El bronce bendecido nos llama á la oración:
Estalla as! en el arpa, vibrando en este día.
Del aZ;wa de mi pueblo la inmensa aspiración!
Honrados, leales, grandes como este día, hermanos.
En torno de la patria venid todos, venid!
Hablemos hoy siquiera cual libres ciudadanos.
Tal vez nos entendamos. . . . Ah! no queréis! .... Oid!
« * «
En la traidora orilla quedaos en ruin desmayo.
Los que el viril esfuerzo teméis de la ascensión:
Yo voy al ardua cumbre donde retumba el rayo.
Mas donde, envuelto en fango, no llega el aluvión!
INUNDACIÓN 159
Bajo horrorosa nube de sangre, fuego y balas,
Mis cánticos primeros oyó el pueblo oriental;
Al sol de las Trincheras ( 5 ) abrió sus blancas alas
La musa que me inspira, purísima Vestal.
En franca lid, sereno, ya alzado, ya abatido,
A veces calumniado con odio y saña cruel.
En el solemne trance, de pié siempre y erguido.
Del bien la santa causa me halló á su lado fiel. (6)
En medio á los clamores del triunfo ó la agonía
El bronce bendecido nos llama á la oración:
Estalla así en el arpa, vibrando en este día,
Del alma de mi pueblo la inmensa aspiración !
Si sube la marea, si cae todo en escombros.
Yo al mástil abrazado de la suprema ley,
Descenderé al abismo, seguro que en sus hombros
Ha de venir á alzarnos más tarde el pueblo rey.
Heridla carne, ilu os, escarneced la idea,
Rasgad las santas hojas de la Constitución,
Romped todos Ijs diques, llevad la roja tea
Alo que en pié dejara la horrible inundación.
Hacedlo ! el aire infecto se encargará de ahogaros,
Y en alas del silencio la sombra al descender.
En las conciencias mudas apagará los f iros.
Que marcan álos pueblos la ruta del deber!
Qué quedará?., la fuerza?. . pues bien, en fie:*: embate.
Oh luz! con las tinieblas valiente lucharás,
Y aunque tenaz, á muerte, sin tregua sea el combate,
Laley vencerá al hecho, Je^ús á Satanás! (7)
1 6o INUNDACIÓN
Al cir nombrar un déspota, se yerguen cimbradores
Las palmas y laureles del Plata al Tacuari:
El Uruguay no es cuna de Sylas ni traidores,
El árbol de los siervos no tiene ráiz aqui !
Un pueblo libre digno, como Lucrecia audace,
Al deshonor, altivo prefiere el ataúd;
¿Si hay quien ofrezca el yugo no habrá quien lo rechace?
Ha muerto en este pueblo la cívica virtud?
En medio á los clamores del triunfo ó la agonia
El bronce bendecido nos llama á la oración :
Estalla asi en el arpa, vibrando enaste dia.
Del alma de mi pueblo la inmensa aspiración !
Tal vez, hermoso sueño! la Espada con la Idea,
Al fin reconciliadas potentes se alzarán,
Y en un estrecho abrazo la Patria al fin las vea
Al pié de su bandera de honor y libertad.
Oh Dios! siesta asi escrito, concede al pobre vate
Relámpago postrero, divina inspiración.
Que llegue á las estrellas, y grabe allí y dilate
El nombre y la grandeza de su natal región ! ( 8 )
1876.
y\^ La inundación, anunciada como un cataclismo, de la Cam-
paña sobre la ciiuiad, proclamando la dictadura, tuvo lugar, en
efecto esc día en Montevideo ; pero afortunadamente el Neptuno
de la situación, ^Latorre^t alió su tridente y pronunció el quos
fgds . ., « que el lector aficionado á estudios clasicos, conoce.
INUNDACIÓN l6l
^El párrafo siguiente pertenece á un bello artículo sobre lite-
ratura americana, publicado en el periódico ilustrado El Mundo
Nuevo, como trabajo de la redacción, en Julio de 1871, en New-
York.
«Es singular que en más de cuarenta anos que van corridos des-
de que Bello y Heredia publicaron sus mejores y más famosas
poesías, todas ellas del género descriptivo americano, sean tan
contados los que han seguido su ejemplo, en países como los
nuestros, donde hay tanta afición y disposiciones para escribir en
verso y donde bastaría olvidar por un rato á los autores europeos,
abrir los ojos, mirar al rededor y describir fiel y sencillamente lo
que miramos, para producir verdadera poesía, original é intere-
santísima, por poco que Dios nos haya concedido de las dotes ne-
cesarias para agradar versificando, y cuando contamos con una
lengua que, aun por lo que le falta de la melosidad toscana, pare-
ce expresamente formada para describir la salvaje y pródiga mag-
nificencia del nuevo mundo. :íí>
El poeta americano, inspirado por las escenas grandiosas y
nuevas aun de una naturaleza sin rival, ha sobrepasado, á nuestro
juicio, al poeta europeo, en el colorido, en la animación y en la
grandeza de sus cuadros. — Rafael Obligado.
1876.
Pero en nada es más americano el poeta, — dice el cantor de El
Peregrino, en el juicio sobre la Cru{ada argentina, refiriéndose
á su autor, — más de nosotros, que cuando le vemos elegir por
fuentes de sus inspiraciones, las condiciones déla naturaleza in-
constante de nuestra zona, el caos de nuestras pasiones febriles,
nuestras miserias, y en una palabra, nuestro desquiciamiento so-
cial.
Estas son, en efecto, las ricas fuentes para los poetas de nues-
tra época, pues sólo con su tiempo y con el movimiento de los
sucesos contemporáneos, debe marchar la inteligencia del poeta.
— José MdrmoL — 1846.
(2) Cebado, — Llámase al tigre que habiendo una vez probado
la carne humana, desdeña la de otros animales, y busca, acecha,
persigue y asalta al hombre, lo mismo en los bosques, pajonales
-/■"
i
f
l62 f INUNDACIÓN
y quebradas, que en las habitaciones distantes comolas Estancias^
cercanías de los pueblos de campaña, é islas de los ríos donde vi*
ven en sus ranchos los leñadores, carboneros y otros monta-
races.
{}) Cimarrón. — Véase la nota lo, t. i,pág. 89.
(4) Albardon. — Véase pág. 65.
(5) Un escritor y poeta de buena ley, á quien mucho esti-
mo, me hizo cargo, al reproducir esta composición en el pe-
riódico que dirigía, de haber evocado intempestivamente el
recuerdo délas trincheras. El reproche venía envuelto en esas
sentidas frases tan delicadas como lisonjeras, que tolo saben
encontrar los que tienen el talento y el corazón del Dr. Sienta
Carranza; pero nuestro inteligente amigo no se apercibió
que ante los peligros, imaginarios ó reales, con que los prorro-
guistas pretendían asustar, por no decir correr con la vaina, á sus
adversarios, era natural y oportuno recordar otros mayores, y ni
siquiera cruzó por mi imaginación la sospecha de que ese re-
cuerdo pudiera ofender á los correligionarios de La Democracia.
La idea en el fondo es la misma expresada en la composición En
EL Océano, publicada hace apenas treinta años en los periódi-
cos de Madrid, y reproducida más tarde en los de Montevi-
deo : no tiemblan ante el peligro ni la amenaza los que desde
niños han visto de cerca la muerte en medio de los horrores de
la guerra y de la tiranía. Séame permitido transcribir dos estro-
fas que demuestran la identidad del pensamiento :
) Rugid vientos feroces, vuestras crujientes alas
Orladas de centellas, ¡oh nubes, desplegad!
Desgarra, oculto rayo, tus fulminantes galas!
Tu frente en los escollos asoma, ¡oh tempestad!
Tronad, bramad, erguios. ... el que os provoca altivo
Abrió á la luz sus ojos del Plata en el jardin,
Y nunca vuestras iras miró con ceño esquivo
Quien nace entre las balas y el trueno del clarín!
Compare el discreto lector esto con lo de arriba, y verá
que la palabra trincheras , ni quita ni pone nada en la intención
^m^
INUNDACIÓN 163
del concepto. Y á propósito, releyendo estos versos, que un
reputado crítico español encontró buenos, mi vien in mente que
cuando este libro llegue á Madrid, y llegará Dios mediante,
tengo derecho á pedir, y pido desde ahora al Exmo. Sr. D. An-
tonio Cánovas del Castillo, que puesto que el ^at/c/to ha cum-
plido, aunque tarde, su palabra enviando un ramito de flores
De la bella región que se dilata
Sobre la izquierda del undoso Plata,
á los amigos del Uruguay en España, cumpla él la suya (cuan-
do se retire á cuarteles de invierno, se entiende) completando
los bellos artículos que entonces escribió sobre literatura ame-
ricana, y de los que tomó Ventura de la Vega los párrafos inser-
tos en el prólogo de Ceiiar.
1876
Tenemos verdadero placer en reproducir de El Siglo la inspi-
rada poesía con que el Dr. Magariños Cervantes, protesta contra
los ataques dirigidos al corazón de nuestro Código fundamental.
Es una bella y valiente explosión del patriotismo.
' Si alguno de los lectores de La Democracia halla en el robusto
canto del bardo oriental, alguna idea que choque con el senti-
miento de olvido de antiguas contiendas, que domina á la gene-
ración actual, — téngase presente que, en realidad, la lira del poe-
ta empezó á templarse en otros días que los presentes, y que na-
da hay de estraño en que alguna de sus cuerdas conserve la ten-
sión que le fué impresa, para sus primeras armonías.
No porque el poeta recuerde sus trincheras antiguas, dejará el
ciudadano de ser acompañado en sus arranques de lírico entu-
siasmo, por los que fuera de las trincheras guardaron el amor de
la República.
Cualesquiera que hayan sido los estravíos de los que, dentro ó
fuera del recinto, malgastaron su juventud y su pujanza, hay sen-
timientos que servirán siempre de vínculo á las almas nobles, á
los corazones patriotas y sinceros.
«Constitución» y «leyes», eran los gritos con que, de una y
otra parte, se marchaba á la pelea.
Es la verdad histórica, que revindicamos en honor de la Repú-
büca. '
l64 INUNDACIÓN
Hubo error en una y otra parte, pero el amor á la constitución
fué la gala de todos los partidos.
A los unos y á los otros, pertenece la bandera que recibe el
himno entusiasta que hoy levanta el poeta.
Por el estandarte bendecido, y por el genio de la poesía que
inspira el himno, — lo damos al aplauso de los patriotas lectores
át La Democracia,— José M, Sienra Carranca,
1876.
(6) En cuanto al espíritu del libro Pa/wia5 y Ombúes, el mis-
mo autor da la síntesis en estas líneas, escritas ha más de cuarenta
años, cuando daba á luz sus primeros cantos, niño aun: — «Dios y
la libertad, el pasado, el presente y el porvenir; nuestra sociedad
y nuestra naturaleza; las ciudades y los campos; nuestras espe-
ranzas y nuestros desengaños; la gloria y la virtud; el amor y la
religión. . . . han sido mis genios inspiradores. »
Fiel á esos genios, la musa de Magariños Cervantes ha acompa-
ñado á su patria en su agitada vida contemporánea, desde el sitio
grande de Montevideo hasta su actualidad, sin desertar jamás
las banderas de la libertad, reñejando la naturaleza de su tierra
natal y asimilándose las pasiones, las esperanzas y las aspiracio-
nes de la generación á que pertenece. Hoy preside el coro de
armonías de la generación que le ha sucedido, la cual reconoce
en él al maestro inspirado por el amor del bien.
Por eso están bien en el nuevo libro las anotaciones que lo com-
plementan á manera de breves lecciones, las cuales constituyen
como la mitad de él, de manera que, como muy bien se ha di-
cho, son dos libros en uno, y en esto consiste su valor y su no-
vedad. — Bartolomé Miire.
1885.
(7) Sir\'e de epígrafe esta cuarteta al valiente canto Al poeta ^
que tuvo la bondad de dedicarnos el Dr. D. Abel J. Pérez. Trans-
cribimos, en testimonio de aprecio, las tres estrofas siguientes:
«El poeta es el genio poderoso
Que arrulla con acentos divinales.
La marcha del progreso.
El paso de los pueblos portentoso.
En busca de conquistas inmortales!
INUNDACIÓN 165
En medio délas luchas del presente,
Oigo en el porvenir como' un murmullo;
Es el célico arrullo
Del mañana sereno y refulgente,
Que á divisar no alcanza,
Más que la humana sociedad presente,
Envuelto en el albor de la esperanza!
Es el grito sublime de victoria,
Que lanzan al espacio
Los pueblos oprimidos
En medio del rumor de la pelea;
En él está la historia
De esa lucha tremenda.
Que aborrece la horrible tiranía.
Las sombras de la noche con el día.
La lucha gigantea
De la inerte materia con el alma.
La Fuerza con la Ideal
1879.
(8) En la estrofa IX del Himno Nacional, dice Figueroa
Festejando la gloria y el día
De la nueva República el Sol,
Con vislumbres de púrpura y oro
Engalana su hermoso arrebol.
Del Olimpo la bóveda augusta
Resplandece, y un ser divinal
Con estrellas escribe en los cielos y
Dulce Patria y tu nombre inmortal!
XI
SI DIOS YO FUERA....
EN EL ÁLBUM DE FELICITÉ OLIMPIA DE BOISMONT
«#«
Si Dios yo fuera sólo pondría
En este Álbum, tierna deidad.
Una palabra y te daría
Cuanto ella encierra : felicidad!
Ese es tu nombre, divino emblema.
Que á tu elegido dicha sin par
Guarda propicio ¿mejor diadema
Quién« niña hermosa, te podría dar?
París, 185^*
I.A p^Ubn ühciu signifiai felicidid, y la señonu de Bois*
inont« nicidi en América de padres franceses j educada en
Francia^ debía contraer, como contrajo, matrimonio con el
elegido de su coruon« dos me$es después de escritos estos
versos.
XII
EL GRITO DEL TEQUENDAMA
AL Dr. D. VICTORIANO E. MONTES
#«#
Por una elevada y estrecha garganta,
Bogotá espumoso,
Desde la montaña que abrió con su planta,
Torrente impetuoso
Con rápido salto desciende veloz;
Y al caer despeñada
La inmensa cascada,
Hasta el cielo sube su gigante voz !
Las aguas del Funza condensó en la sierra
Un genio precito,
Y los elementos en hórrida guerra
Al hombre proscrito
Lanzaron muy lejos del valle feliz :
Hambre, horror, estragos.
Volcanes y lagos
En yermo trocaron su verde tapiz.
l68 EL GRITO DEL TEQ.UENDAMA
Contra el genio malo se alzó el genio bueno,
Y su hálito ardiente
Abriendo en la roca magnífico seno,
Con ímpetu hirviente
Se vieron las aguas de lo alto rodar
Al valle profundo,
Y el raudal fecundo
Libre, en su carrera, todo reanimar.
Si á veces los malos al débil oprimen,
Existe un Dios fuerte
Que ampara á los buenos, y la obra del crimen
Próvido convierte
En purificante divino crisol :
Y así, Tequendama,
Tus aguas derrama
Regeneradoras, el hijo del Sol. (i)
*««.
Deten, deten un instante
Tu inmensa mole insegura,
Y deja que se levante
Para que digna te cante
Mi inspiración á tu altura.
No con eco aterrador
Como el infierno maldito, (2)
Respondas á quien te llama :
Tequendama !
Tu eterno trueno es un grito
De placer ó de dolor ?
BL GRITO DEL TEQUENDAMA 1 69
Acaso un gemido lanzas
Cuando ves negra fortuna
Las mas bellas esperanzas
De libertad, una á una,
Con la punta de las lanzas
Deshojar,, como á la flor.
Que antes de abrirse en la rama
Va un gusano carcomiendo;
Tequendama!
Entó ees tu ronco estruendo
No es un grito de dolor?
O estruendosa carcajada
Te arranca tanta mentira,
Tanta abyección descarada, (3)
Tanto pigmeo que aspira
A la gloria in^laculada
De un Washington, y proclama.
Miserable usurpador,
La ley que violó insolente ....
Tequendama!
No es tu clamor estridente
La protesta del honor? (4 )
Falsarios que escamotean
Su voto al pueblo, villanos,
Columnas de los tiranos;
Los que infaman y saquean
A los buenos ciudadanos ;
De pulpos voraz tropel ;
Aristides de saínete ;
No sentis cómo os aclama
Tequendama,
Cuando rugiendo os promete
Cuatro balas ó un cordel ?($)
--V-
170 EL GRITO DEL TEQJLTENDAMA
m
Tal vez tu raudal se estrella
Al ver como — por un hombre —
El derecho se atropella,
Y estúpida se degüella
La multitud, aunque asombre,
Que odiando al vil opresor.
Siga humilde el oriflama
De su ambición y su orgullo :
Tequendama !
Cómo imita tu murmullo
Un ay! de rabia y dolor!
O por ventura la frente
Bañada en gozo levantas
Al ver la legión valiente,
Que no se humilla á las plantas
De la maldad prepotente ;
Y antes que al hado ceder,
Su sangre toda derrama
Con alma y pecho de bronce :
Tequendama !
Tu bramido no es entonce
Un bramido de placer?
Oh, si ! tu ríes y lloras,
Y murmuras y suspiras,
Y lamentas y deliras,
Y ya aplaudes, ya deploras,
Lo que en tomo de ti miras;
Que en tu cauce atronador
Oculto espíritu brama
Con misteriosa armonía,
Tequendama!
Unas veces de alegría,
Y otras veces de dolor!
EL GRITO DEL TEQJJENDAMA I7I
Espiritu misterioso
Que bulle, asoma y desata
Sus alas de azul y plata,
En el arco majestuoso
De tu inmensa catarata:
Y recogiendo al caer
Tu acento lo desparrama
Por los montes y los mares,
Tequendama!
Traduciendo en sus cantares
Tu dolor ó tu placer. (6 )
Y su voz es la armonía
Que fatidica predice,
Y reconcentra sombría,
De mi América infelice
El quebranto, el agonía,
Y el moribundo clamor.
Con que tierna en vano llama
A su ingrata prole, en vano,
Tequendama ! «
Que ella con pecho inhumano
Se burla de su dolor !
Así cuando el viento azota
Tu crin, que espumosa ondea
Contra los peñascos rota,
Y á la luz que el rayo brota
En círculos centellea,
Bien se alcanza á comprender
Al través de tu honda pena,
Que el soplo de Dios te inflama,
Tequendama !
Y esperas con faz serena
Tras el dolor el placer.
1^2 EL GRITO DEL TEaUENDAMA
Y en la naciente mañana
El sol rutilando terso,
Con el iris te engalana
Del rico matiz diverso,
Para que eleves tu hossana
De la tierra al Hacedor. . . .
Así América inocente
Tendría al fin lo que reclama,
Tequendama !
Un iris para su frente,
Y un hossana á su dolor ! ( 7 )
* « «
Si á veces los malos al débil oprimen.
Existe un Dios fuerte
Que ampara á los buenos, y la obra del crimen
Próvido convierte
En purificante, divino crisol.
Y así Tequendama,
Tus aguas derrama
Regeneradoras, el hijo del Sol.
1852.
(i) Véase el Apéndice.
(2) El estruendo del Tequendama sobre la pequeña meseta, en
la abertura de la cascada, donde ésta forma un arco al caer, es
tan penetrante y horrible que en realidad parece un grito esca-
pado del infierno. — He aquí el efecto que produce, según el re-
lato de un viajero hijo del Plata» que visitó el famoso Salto hace
tresafios.
EL GRITO DEL TEQPENDAMA 1 73
«Por momentos, alguno de los compañeros bebk una copa de
vino, se levantaba en silencio, é iba de nuevo á tenderse sobre la
peña y hundirse en la muda contemplación. Así quedé largo ra-
to; las voces humanas que sonaban á mi espalda, apartaban de
mí la sensación de soledad que habría sido terrible en ese instan-
te. Creo que pocos hombres sobre la tierra tendrán una atrofia
tan absoluta del sistema nervioso, un dominio tan completo so-
bre su imaginación y una firmeza tal de cabeza, que les permita
pasar impasibles una noche, solos, al lado del Salto. Por mi par-
te, declaro con toda sinceridad que, si tal cosa me pasara, habría
un loco más sobre el mundo á la mañana siguiente. — Mi-
guel Cañé,
1884.
Aunque escritos con otro objeto, traducen fielmente la vio-
lenta emoción que desde la distancia se siente al aproximarse al
Tequendama, estos versos del poeta venezolano Heriberto Gar-
cía de Quevedo.
« Los notos bramadores
Retienen el aliento embravecido,
Y en la aparente y engañosa calma.
Oye con susto el alma
Lejano, sordo, aterrador mugido
Que se acerca creciendo. ...»
(j) Los hijos valen siempre menos que los padres degeneración
en generación? La Francia, particularmente, va reagravando sin
cesar de edad en edad sus defectos, sus vicios? Se puede discutir
larga y vanamente á este respecto. Lo seguro es que hay un esta-
do nuevo en el malestar del día : una corrupción que no es de
una clase sola, sino que se comunica de una clase á la otra ; una
alteración profunda de las ideas y de los sentimientos que consti-
tuyeron en otros tiempos la moral de la sociedad.
Se han complacido en envilecerlo todo, en revolverlo todo,
en sumergirlo todo al bajo fondo. Las palabras que más vibra-
ban en el alma de nuestros padres, no poseen ya su sentido ó es-
tán en desuso. Los principios que les servían de f¿ y de inspira-
ción son puestos en duda, de ellos se ríe. Dios, el alma, el genio,
174 El- GRITO DEL TBQyEKDAMA
el amor, el entusiasmo, el sacríñcio: tontas supersticiones de lo-
cos ó de viejos I El ideal se ha empequeñecido en todos y casi
por todos. Se conocía, es cierto, el imperio déla fuerza y del
interés por nuestros abuelos, pero hoy en día es casi el único im-
perio á que la inmensa mayoría se somete. — La Voix du peu^
pie.
1886.
(4) Las turbaciones anárquicas han disminuido, las formas de
la legalidad se han robustecido ; y es tan visible el incremento
délas ciencias y de las letras, com6 la prosperidad económica
desenvuelta al amparo de esa quietud relativa y material.
Bajo tan seductor envoltorio se aposenta una hedionda putre-
facción. Los mismos resortes del organismo político falseados,
los caracteres envilecidos, las costumbres depravadas por la co-
dicia, los pueblos engañados por los ambiciosos y defraudados
por los falsarios ; la esclavitud reemplazando la libertad, la ha-
cienda pública esquilmada; y en una palabra, todos los síntomas
de la decadencia moral junto i todos los signos de la riqueza, ca-
racterizan este período en que nada mejor se nos ofrece que 1
administración y la pa:^, prometidas también cuando el pueblo
tendió el cuello é inclinó la frente, bajo la mano ensangrentada
de Rosas.— /o5^ María Estrada.
1884.
(;) Agregúese como coronación de todo esto un relajamien-
to inconcebible en las ideas y en las acciones que hace tachar
la honradez y la consecuencia, de ridiculeces y cosas fútiles
como en las sociedades corrompidas; agregúesela falta de í¿,
de entusiasmo, de nobles aspiraciones, de grandes alientos,
de elevados ideales, falta extraña en pueblos entrados ayer en
la vida ; agregúese el poco estímulo para merecer bien de la
patria y acreditarse en la opinión por medio del sacrificio y de
las grandes virtudes, que tanto estimaban aquellos intachables
varones que ilustraron las primeras épocas de Grecia y Roma,
y aun de algunas repúblicas americanas y de algunas naciones
europeas modernas; agregúese que los proceres ilustres aun
vivientes, están arrinconados en algunos países como antigua-
llas ó curiosidades de museo ; agregúese que los hombres sin
alentó y sin méritos, son elevados á la altura de grandes hom-
BL GRITO DBL TfiOJUENDAMA 17$
bres 7 como tales adulados ; agregúese en fin que los presi*
dentes de las repúblicas, ya sea consecuencia, ya sea expío»
tacion de ese estado de cosas, ya sea — y esto es más segu-
ro, más culpable y más ruin — que aprovechando los elemen*
tos y las influencias de su situación, contribuyan á ese estado,
lo fomenten y procuren sostenerlo, — que los presidentes, deci-
mos, se designan unos á otros, haciendo elecciones por pura
fórmula, como en la edad media, en las épocas en que las mo-
narquías aun no eran completamente hereditarias, y designa*
ban los monarcas de Aragón, de Suecia y de otros países á
sus áucesores. — Aníbal Latino.
1887.
Es la prepotencia de la fuerza material entronizada por un acto
de criminal traición en el Gobierno de la sociedad donde tiene
subordinados á su voluntad despótica todos los intereses, todas
las exigencias y todas las aspiraciones nacionales.
Las influencias morales no tienen fuerza para dar dirección á
la cosa pública ; las ideas de bien, de derecho, de justicia, de le-
galidad, de honor, de libertad, de deber, no encuentran eco en
el corazón y en la conciencia de los que colocados en la cima del
Poder debieran buscar en esas ideas y en esos sentimientos la
inspiración de sus actos y la regla de su conducta.— /n/io He--
rreray Obes.
1881.
(6) Visitad todos los sitios donde la mano del tiempo ha
dejado sus huellas; el tronco ennegrecido, la gruta cavada por
el agua, el estrecho valle en que se levanta la derruida capi-
lla; visitad, en fin, esos lugares donde el hombre se ha con-
fundido con la materia bruta, ¿qué escucharéis? Los gemi-
dos de las arpas eolias, el viento que vaga por entre sepul-
cros y ruinas solitarias dando vida al gusano y al retoño que
reverdece y ala flor que se abre; las arpas eolias que unen su
voz al canto del ave, al ruido de las aguas y á los lamentos
humanos, para llorar generaciones que no existen ni en la me-
moria, porque han desaparecido en el horizonte de la eterni-
dad.— Arisiides Rojas.
1876.
(7) Próxima á estallarla nobilísima protesta armada del Que-
176 EL GRITO DEL TEaUENDAMA
bracho, recibimos el siguiente telegrama del Presidente del Club
Oriental.
<cCon la última campanada de media noche concluía la
lectura de su bella, inspirada y patriótica poesía, titulada Tú-
mulo. La última campanada de las doce se oía cuando yo
exclamaba — no está muerto! Tengo presentimiento de que el
patriotismo no está muerto, y que este año será fecundo en
bienes. Con esa fé patriótica saludamos al poeta y amigo á quien
le deseamos felices y prósperos años.» — Alberto Palomeque,
Buenos Aires, i.® de Enero de 1885.
A este telegrama contestamos:
Gracias por su recuerdo al digno y patriota hijo del doctor don
José G. Palomeque. El mal es sombra que pasa-, el bien siempre
triunfa en definitiva. Todavía late enérgico y vivaz el patriotismo
en el corazón de todos los orientales honestos ;
Y al eco poderoso de su acento
Lázaro, al fin, ha de romper su losa,
Y se alzará radiante y majestuosa
La patria, en brazos de la augusta ley !
Un fuerte apretón de manos á Agustin de Vedia, Daniel Mu-
ñoz, Bartolomé Mitre y Vedia, Eduardo Acevedo Díaz y de-
más compatriotas que cooperaron al éxito de la fiesta, con tanto
brillo y entusiasmo celebrada anoche en la capital de la Repúbli-
ca Argentina. — A,M. C.
188$.
XIII
MIRANDO AL CRUZERO (.)
AL D&. D. ABEL J. PÉREZ.
««*
Con los brazos abiertos sobre el mundo
Resplandece en los cielos el cruzero,
Y de luz y de paz el alma inunda,
Mientra en el globo oscuro en que navego;
Viento de tempestad que airado ruge,
Todo á su paso con furor derriba,
Y fulminada por el rayo ¡ oh Cristo !
Hasta la cruz parece que vacilal (2)
Invade negra noche las conciencias
Contra tu ley divina rebeladas,
Y doquiera la fuerza, el odio, el crimen.
Con sus horrores á la tierra espantan 1
xa
178 MIRANDO AL CRUZERO
Sin religión, siníé, sin esperanza,
La torva muchedumbre embravecida,
Como el mar cuando rompe sus barreras,
Al abismo del mal se precipita.
Qué podrá contenerla?.... nada cree,
Nada teme ni espera: es su tirano
La sociedad, y el Dios que veneraba
Un muñeco ridículo de palo !
La razón? el deber?.... freno irrisorio
Para el que ciego como hambrienta fiera,
Siente en su corazón las mordeduras
Del bestial apetito y la miseria! (3)
¿No es un valle de lágrimas el mundo.
Crisol de prueba la existencia humana?....
Y todos infelices, sollozamos,
Por invisible dardo herida el alma!
<: Dichosos los que lloran, Jesús dijo;
Los que padecen hambre serán hartos :
Mi padre está en el cielo, y su justicia
Ha de cumplirse en todos. Resignados
«Atravesad la vida: los primeros
Los últimos serán: el más potente
Será el que cuenta más estrecha rinda:
Perdurable corona el justo adquiere. >
Oh Cristo! tu palabra era el aliento,
El escudo y la fuerza del que sólo,
Do la cuna al sepulcro, halló en la vida
Infortunio, dolor, miseria, oprobio!
MIRANDO AL CRUZERO 1 79
TÚ prestabas valor al noble apóstol
Que al marchar al suplicio iba sereno,
Y emplazaba tranquilo á sus verdugos
Ante el Supremo Tribunal eterno! (4)
En nombre de la ciencia y el progreso
Hay quien te pone pleito y te condena,
Y pretende que el hombre miserable.
Insensato reniegue de tu herencia. (3)
¿Porque el vaso sea tosco, es menos puro
El licor que contiene ? . . . . Porque envuelto,
En la escoria esté el oro, y el brillante
Bajo la dura piedra, valen menos?...
Hombre-Dios, Redentor, Mártir sublime.
Tú venciste muriendo, y contemplaste
Por diez y nueve siglos de rodillas.
Sostenido en la cruz el mundo alzarse I
Desde entonces — después de la tormenta —
En que todo anegado parecía,
Al asomar el iris, en la altura
Se ha visto iulgurar la Cruz bendita :
A su pié el sacerdote, y la estraviada
Sociedad que á matarle llegó atea,
Con la frente en el polvo, ante tu efigie.
Implorando el perdón de su demencia! (6)
Ay! Señor, cuántas veces los sofistas
Quisieron desterrarte en su delirio,
Al caer destrozados tus altares.
En la tierra el infierno ha aparecido!
l80 MIRANDO AL CRUZERO
Constelación radiosa que coronas
De mi América libre el firmamento,
Mburucuyá simbólico que guardas
Déla pasión cristiana el gran misterio: (7)
Vuestra lumbre verted y vuestro aroma
Sobre los ciegos que á Jesús reniegan ....
Perdónalos^ Señor ^ ellos no saben
Lo quehacenj ni menos lo que siembran! {%)
Cuando á saberlo lleguen, cuando palpen
La vanidad de todo y el vacio,
Han de inclinar humildes la cabeza
Ante el leño inmortal de tu martirio.
Y al pisar de la tumba los umbrales,
Sin poder descifrar el hondo arcano, (9)
Su humillada razón quizá te implore.
Trémulo el pecho, balbuciente el labio . . . . !
Al gemido del aura, misterioso.
Asi yo respondía en la alta noche.
Cuando el Cruzero centellando muestra
Tu signo, escrito en pabellón de Soles !
1873.
( I ) Leída en la fiesta literaria y musical celebrada en el teatro
de la ciudad de San José^ el 26 de Febrero de 1879.
Salió á luz esta poesía en 1879 con motivo del referido certa-
men: la tenía escrita desde 1873, época en que aun no habían na-
MIRANDO. AL CRUZERO l8l
cido los periódicos disidentes ^ al menos el que se mostró más en-
carnizado en sus ataques.
Cuando recibí la invitación de San José, estaba en débito con
• un joven poeta y aventajado estudiante, que por el vuelo de su
inspiración y por sus progresos en la ciencia del derecho, ha de
dar honra á su nombre y gloria al suelo que le vio nacer. Creí,
pues, llenar un doble compromiso, enviando dicha composición
al Certamen y dedicándola á D. Abel J. Pérez (Véase pág. i6i).
Concurrente obligado, maldito si me acordé que el programa —
que no había leído — cerraba las puertas, indebidamente en mi
concepto, á los temas políticos y religiosos.
Dígase lo que se quiera del siglo XIX, táchesele de incrédulo,
de frivolo, de materialista, pero no se le niegue el movimiento
benéfico que han operado su filosofía y su literatura hacia el ver-
dadero espíritu del cristianismo.
El sentimiento de que está empapada la poesía contemporánea
es eminentemente cristiano; los Evangelios han llegado á ser el
único arte poético capaz de estampar una regla en las inspira-
ciones del artista; y la palabra de Jesús el alma y el perfume de
nuestra poesía lírica.
Nosotros tenemos fé y creemos que la aureola del cristianismo
nos ilumina. Sobre su frente de nácar la filosofía moderna ha es-
crito su última frase: Amor y vida. — Rafael Obligado.
1876.
Tal vez ninguna composición nuestra ha dado origen á mayo-
res demostraciones de aprecio ni ha sido á la vez interpretada
con más acritud, según el criterio de los que se han ocupado de
ella.
En Violetas y Ortigas se encuentran párrafos y artículos ente-
ros que pueden verse en aquel libro.
Zorrilla de San Martin, nos decía:
«El mundo abandonó Trepó el poeta
La escala de los soles. . . .
Polvo de estrellas salpicó su frente,
Y leyó, escrito en esa niebla ardiente.
iSd MIRANDO AL CRÚZERO
Lo que el mundo olvidó ; que si en el suelo
Olvida á Diosla ciega criatura,
Para cantar su gloria hay una altura ;
Para escribir su nombre existe un cielo.
¡Oh! bendita la hora que te inspira
Y bendita tu fé, bardo cristiano!
Tu lira estremeció mi muerta lira,
Tus pasos seguiré.... dame la mano.»
Así hablaba el inspirado cantor de la Leyenda Patria, y si-
multáneamente otro insigne poeta, vencedor en el certamen del
Monumento d la Independencia, nos decía:
Cumple que el bardo que en la fé se inspira.
No clame á solas en su tienda aislada.
Ni en infecundo fatalismo fíe
A un destino inmutable su esperanza :
Férvido arranque la mohosa lira.
Que acaso el polvo del olvido guarda;
Y en altas notas que á las almas lleguen,
Rompa su pensamiento en su palabra :
Que si está escrito que la idea venza,
Es necesario que su fuerza expanda,
Y que apartada del secreto asilo,
El sol reñeje en sus brillantes alas !
«Creo en tí. Dios!» el pensamiento sea
Que haga vibrar en nuestra mano el arpa:
«Creo en tí, Dios,» que omnipotente y bueno
Diste en la cruz tu vida sacrosanta !
Si el hombre á quien cegó la idolatría
Dio por goce á su numen la venganza ;
Un Dios que sufre poramordel hombre,
Sella con sangre la verdad cristiana.
Aurelio Berro.
MIRANDO AL CRUZERO 183
En cambio, sin hablar de la prosa (que en más de uno estaba
reñida hasta con la gramática) otros el menor cargo que hacían á
los defensores de Cristo era constituimos en
<i:La columna del templo derruido
Del imperio papal en la alma Roma.
«Levanten esos vates inspirados,
Del error en que yacen, la cabeza —
Segando la maleza
Que del error produce la simiente ;
Dejen que lleguen con los pies llagados
Las vestales del bien y la pureza
Hasta el trono de Dios omnipotente !
Que es triste ver que tan notables bardos,
Tan laureados y tiernos trovadores.
Para vestir ensangrentados dardos
Tengan que deshojar, ayl tantas ñores!»
(d) Todo el saber que la ilusión nos miente
Todo el poder de la razón cegada.
No alcanzan á la fuerza persuasiva.
De una gota de sanjgre ó de una lágrima.
Y si hoy parece que la cruz vacila
Combatida doquier por la borrasca.
La oscilación que á nuestros ojos fínje
Es vano error de la ñaqueza humana.
No, no vacila : temblará la tierra
Por los hondos volcanes desgarrada,
Y el mar furente romperá sus diques
Arrastrando palacios y cabanas;
Pero, en las nubes de menudo polvo,
Entre las llamas del volcan que estalla,
Sobre la espuma de las altas ondas,
Contra el torrente de hervidora lava,
184 MIRANDO AL CRUZBRO
Eterna enseña de una eterna vida,
Sobre su pedestal de sangre santa,
Para mostramos los abiertos brazos
La cruz de Cristo ha de quedar alzada !
Aurelio Berro,
(3) La necesidad envilece. Es preciso haber sentido el agui-
jón del hambre, haber sostenido esa lucha interior entre el ser
moral que resiste toda humillación de su carácter, de su digni-
dad, y el ser material que no reconoce escrúpulos, que todo lo
atropella, para comprender hasta qué punto puede abatirse y
degradarse, aunque sea momentáneamente, el hombre mejor
preparado para los trances de la vida. — Latino Natale.
1887.
En medio á ese revuelto torbellino.
Oigo tu voz, poeta; .... alzo la frente
De ese abismo profundo,
Y en el cielo la cruz tiembla fulgente,
Con los bracos abiertos sobre el mundo!
El alma inunda su fulgor divino
En albores de eternas esperanzas,
E inclinada la frente,
Presiente el corazón las bienandanzas
De un futuro de fe resplandeciente.
El tiempo llegará, poeta amigo.
En que el mundo, doblada la rodilla.
Llorará de la cruz el torpe agravio.
Y acatará su leño sin mancilla
rrnnulo el pedí o ^ balbuciente el labio!
Alcemos, entretanto, bardo amigo,
Los ojos al zenit : la cruz rutila ;
Tiembla de amorá nuestra dulce América,
Aunque su luz parece que vacila.
.Meemos entretanto.
En son do acatamiento y de plegaria
Juntos» poeta. i\uesiro acorde canto.
Juan Zorrilla de San Martin,
MIRANDO AL CRUZERü 185
(4) El día eternamente alegre y eternamente lloroso en que el
hijo de Dios hechb hombre, fué puesto en una cruz, todas las co-
sas ala vez entraron en orden, y en ese orden divino la cruz se
levantó sobre todas las cosas creadas. De ellas, unas manifesta-
ban la bondad de Dios, otras su misericordia, otras su justicia.
Sólo la cruz fué el símbolo de su amor y la prenda de su gracia.
Por ella confesaron los confesores y fueron castas las vírgenes, y
vivieron vida angélica los padres del yermo, y fueronlos mártires
testigos ñrmes, que pusieron sus vidas al cuchillo con varonil y
constantísimo semblante. Del sacrificio de la cruz procedieron
aquellas portentosas energías conque los ñacos asombraron á los
fuertes, conque los proscriptos y desarmados subieron al Capi-
tolio, con que unos pobres pescadores vencieron al mundo.
Por la cruz alcanzan victoria todos los que vencen, y esfuerzo to-
dos los que combaten y misericordia todos los que la piden, y am-
paro todos los desamparados, y alegría todos los tristes, y con-
suelo todos los que lloran. Desde que se levantó la cruz en los
aires, no hay hombre ninguno que no pueda vivir en el cielo aun
antes de dejar en la tierra sus mortales despojos; porque si aun
vive aquí por la tribulación, está ya allí por la esperanza ! — Juan
Donoso Cortes.
1850.
(5) ... Sin el Dios-Hombre,
Sin su eterna doctrina.
Sin culto en los altares,
Al caos de las almas se encamina,
Apagados sus santos luminares.
Allí la sociedad rompe los lazos
Que á su Creador la ligan;
Ocupa su lugar la hiena atea,
Y en la noche sin Dios de la conciencia.
Apenas sí un fulgor que llaman ciencia.
Con fosfórica luz chisporrotea.
Juan Zorrilla de San Martin,
l86 MIRANDO AL CRUZERO
Como el suicida queá las ondas corre
Sus joyas siembra en la desierta playa,
Al lanzarse al abismo de la duda
Deja el hombre, en los bordes, su esperanza»
Voces de maldición lleva en el labio.
Sombra luctuosa le circunda el alma;
Y si hay un corazón bajo su pecho,
En vano pide al corazón que lata.
En nombre de una ciencia fementida
Que es acaso el disfraz de su ignorancia,
Por lanzar al Eterno de su trono,
El alma libre cambiará en esclava ;
Sondará los arcanos de la tierra.
Levantará á los cielos su mirada,
O buscará el secreto de la vida
Llevando al alambique sus entrañas.
Y la luz del relámpago que brilla,
Y el trueno que etumba en lontananza,
Y el aura que susurra entre las flores
Y la brisa que gime en la espadaña,
Cruzarán, ante él, como la sombra
De blanca nube que ligera pasa,
Y que le oculta el disco de la luna
Sin que alcance á velar su lumbre pálida.
Aurelio Berro,
Las alusiones hechas á la falsa ciencia valieron una lluvia
de granizo á los poetas cristianos, tocando la parte más angu-
losa ó selecta, especialmente á D. Aurelio Berro, que tenía
sobre sí el grave delito, según sus opositores, de haber pro-
clamado en el Ateneo la supremacía de la ciencia, en su com-
posición titulada La Verdadera Ley. El cantor de Calderón
aceptó la parada, y dio comienzo á su réplica en estos tér-
minos :
MIRANDO AL CRUZERO 1 87
«Entendámonos. La ciencia en el sentido propio de la palabra
es el conocimiento de lo que existe. — Esta ciencia inseparable
de la idea de Dios y á mi juicio, iluminada por ella, es la
mismísima que ha cantado el autor de La verdadera ley, y la
que debe conducir, como él lo dice, á la afirmación de que
«el amor puro que nos lleva hasta la abnegación y el sacrifi-
cio:^ es la llama divina, la imitación de Dios y, en una pa-
labra, la síntesis de la doctrina de Cristo.
Todo esto se lee con bastante claridad en la composición que
acabo de citar.
En cuanto á la otra ciencia á que se refieren los Sres. Zorrilla de
San Martin y Magariños Cervantes, y de la cual habló también el
cristiano que esto escribe, ts la falsa ciencia y la que, calificán-
dose con un nombre que no le corresponde, no es en reali-
dad más que un conjunto de hipótesis, teorías ó afirmaciones
opuestas.
La distinción que precede no tiene nada de sutil ni de for-
zada. Es clara, natural, y de uso constante en la discusión
moderna de estas cuestiones. De esa ciencia falsa ó falsamente
aplicada, que es lo mismo, habla Flammarion (autor no sospe-
choso) en los términos siguientes: «Pero, no es la ciencia lo
« que tienen entre sus manos, sino el simulacro de ella
« Constataremos que esos sabios se engañan y nos engañan ;
« que sus razonamientos, sus deducciones, sus consecuencias
« son ilegítimas; y que, en su amor desordenado por esa
« ciencia virginal, la comprometerían singularmente y la per-
« derían del todo en la estimación pública, si no se tuviese
« el cuidado de mostrarles que, en vez de la realidad, sólo
« tienen en su poder una sombra ilusoria. » (Dieu dans la natu-
« re, pág. 6.)
Que la falsa ciencia, hoy generalizada, tuerce las ideas y con-
duce á negaciones apoyadas en una base incompleta ó arti-
ficial, cuyas diversas partes no pueden coexistir racionalmente,
es lo que á medida que mi tiempo me lo permita, demostraré
en cartas sucesivas, si ellas encuentran lugar en el periódico
que, mirando con lástima nuestros errores, pone en práctica la
caridad, excelente virtud para : Un cristiano.— (A. Berro,)
1879.
1 88 MIRANDO AL CRUZERO
— 1
(6) La historia universal presenta á los ojos de los que quie-
ren ver un singular espectáculo: es el de un poder puramente
espiritual, combatido por todas las pasiones que condena, por
todos los errores que refuta, por todas las fuerzas materiales
que desdeña ; combatido por todos esos elementos reunidos
en los tiempos mismos en que ellos bastaban para derrocar
los imperios más firmes y las instituciones más antiguas; y sin
embargo, mientras todo se desploma en tomo de ese baluar-
te en que se refugia un pobre sacerdote al pié de una Cruz,
el poder espiritual queda solo en pié, y después del naufra-
gio los primeros rayos del sol precursor de la bonanza, dejan
ver en una altura inaccesible para todos los torrentes el monu-
mento imperecedero, que salva los verdaderos tesoros del li-
naje , humano: La [Caridad, la Esperanza y la Fé. — Félix
Frías.
1853.
(7) La pasionaria (MburucuydJ se encuentra en Asia y en
América, mas su primera patria es todavía un misterio. El
Dr. Magariños Cer\*antes ha tenido una feliz inspiración, tan
piadosa como patética, al atribuir su primer origen á una go-
ta de la sagrada sangre del Redentor del mundo, en los pre-
ciosos versos qué ha consagrado á la misteriosa Flor fjíe la Pa~
sion. — Marcos Sastre.
(8) Como un curioso 5/<viwrif de la manera imparcial y rec-
ta cómo ciertos críticos (ellos se titulan así) ejercen su minis-
terio, transcribimos un pequeño trozo de un artículo, sin fir-
ma de autor, publicado en Buenos Ayres.
Una de las cuartetas que sir>*e de pretesto al Aristarco para
despacharse á su gusto, dice textualmente:
Constelación radiosa que coronjs
Oe mi America libre el lirnumcnto:
MbhrtíKHvJ simbólico v^uc guardas
IV la pasión cristiana el gran misterio:
Kl cniico hace caso omiso de los dos últimos versos de esta
cuarteta « cuyo sentido forma parte y completa el de la que si-
MIRANDO AL CRUZERO 189
gue, refiriéndose al Mburucuyá y al Cruzero conjuntamente, y
saca las siguientes graciosas conclusiones, empezando por ol-
vidar ( hombre tan erudito no podría ignorarlo) que las pala-
bras subrayadas pertenecen á Jesucristo.
«Sabíamos que D. A. Magariños Cervantes era un poe-
ta de verdadera inspiración, pero ignorábamos que su estro se
adaptara á todos los géneros, descendiendo, cuando era preciso,
de las elevadas cumbres del Parnaso para confundirse entre los
poetas de sacristía.
« Hablando de la Cru^ del Sud, dice :
Vuestra lumbre verted y vuestro aroma
Sobre los ciegos que á Jesús reniegan. . . .
Perdónalos, Señor, ellos no saben
Lo que hacen, ni menos lo que siembran,
K j Que no saben lo que siembran ! aunque bien mirado, si son
ciegos, nada tiene de particular; pensarán sembrar coles, ¡y los
desdichados estarán sembrando calabazas 1
<c Lógico ha sido el poeta al poner en letra bastardilla los dos
últimos versos, porque bien merecen el honor de que se fije el
público en ellos.
«Eso de llamar Señor á la radiosa Constelación del Sud, no
deja de ser original, pero no tanto como pedirle que vierta su
aroma sobre los que no saben lo que hacen, ni lo que siembran,
que es la más negra. -»
Nos limitaremos por toda contestación á citar algunas palabras
de un notable escritor argentino y algunos versos del Himno
Manzoniano, que ha dado la vuelta al mundo, ha merecido el
aplauso de los más célebres escritores nacionales y extranjeros, y
es una de las joyas más preciadas de la literatura italiana.
Manzoni, según la policlínica que antecede, cantando á Jesús,
descendía también de las elevadas cumbres del Parnaso para
confundirse entre los poetas de sacristía ?
Egli é il Giusto che i vili han trafitto
Ma tácente, ma senza tenzone
190 MIRANDO AL CRUZERO
VoUe Tonte e neiranima il duolo,
E le angoscie di morte sentiré,
E il terror che seconda il falliré;
Ei che mai non conobbe il fallir.
La repulsa al suo prego sommesso,
L'abbandono del Padre sostenne:
Oh spavento! Torribile amplesso
D'un amico spergiuro soffrí!
En los hermosos países de la América latina, la misión del
verdadero poeta debiera consistir en hacer siempre predominar
en las almas el sentimiento y la idea de Dios, autor de todas las
bellezas que admiramos, cuya doctrina es el único remedio de
los vicios que nos degradan y de los males que nos aflijen. Es co-
sa deplorable, por cierto, que en regiones tan bellas, el hombre
se muestre tan rebelde á los preceptos de su Criador, y profane
con tantos errores y tantas culpas un paraíso en que pudiera ser
tan feliz. — F^lix Frías.
i8$8.
(9) He aquí la estrofa á que hacemos referencia en la pág. 104:
.... Donde principia
La acción de lo ignorado el hombre acaba.
¡Ay del mártir, del triste, de la víctima
Que se convierte en juez! — ¡Ay del que usurpa
Sus funciones al cielo! ¡Sed benignas,
Pobres almas dolientes! ¡Sé apacible,
Oh mísero rebaño que agonizas
Perdido en las tinieblas! — ¡Paz, oh sombras.
Bajo el velo estrellado del enigma !
Carlos Roxlo.
iS8«i.
XIV
CORONA PARA EMILIO
A SU HIJA BLANCA
«««
Del paternal cariño predilecta,
¡ Oh flor de mi rosal ( i ) oh blanca aurora,
Que en la noche del crimen y la cárcel
Su cielo iluminaste encantadora!
Por tu candor y tu belleza, imagen
Del ángel luminoso de la gloria.
Que tu mano infantil ponga en su féretro
Esta humilde corona á su memoria!
Setiembre lo de 1887.
(i) La niña Blanca Lecot y Palomeque, tan hermosa como
inteligente, desciende por la línea materna de la familia del
autor.
193 CORONA PARA EMILIO
— Del discurso pronunciado al pié de la tumba de Emilio Le-
cot por su compañero de tareas y redactor principal de La
Tribuna Popular, tomamos los párrafos siguientes:
«No voy á haceros la biografía del que baja al sepulcro des-
pués de largos años de lucha incesante contra el mal, llevando
tras sí el cariño de los que le conocieron y supieron valorar
el temple de su alma y su grandeza de miras.
«Vosotros como yo, le visteis en la prensa, ñel guardián de
los derechos populares; le acompañasteis con vuestra siinpa-
tía cuando el tirano le encerraba en las cárceles para, pur-
gar el delito de no participar de sus escándalos ; sentisteis sus
dolores cuando la mazhorca le derribó en la calle pública al
golpe de sus garrotes, y venís hoy, por último, á rendirle el
postrer tributo de cariño, acompañando hasta esta tumba
su cuerpo inanimado.
¿Porqué? Porque sabéis, porque tenéis conciencia deque
Emilio Lecotera un ciudadano patriota, un leal amigo, un es-
píritu honrado y un carácter fundido en el molde de donde sa-'
lieron los grandes ciudadanos.
Los que fuisteis sus compañeros en la jornada del Quebra-
cho, sabéis que fué á ella despreciando con altivez patriótica
los consejos de la ciencia, que le presagiaban lo que desgra-
ciadamente acaba de suceder. Sabéis que Emilio Lecot» dejó
sobre la mesa de trabajo la pluma con que diariamente fulmi-
naba á la tiranía, para empuñarla espada del soldado, que iba
al campo de batalla á demostrar que era capaz de sostener
en desigual lucha las ideas que formaban su credo político,
sin más norte, sin más ambición que la felicidad de la
patria.
Yo, que he pasado con él en intimidad constante los últimos
tres años, en continua lucha, puedo deciros que le he visto
llorar amargamente las desgracias de la patria, y puedo deci-
ros también, que no he visto hombre alguno que se entregase
á mayores transportes de júbilo, cuando alborearon para este
pedazo de tierra americana horizontes de un porvenir risue-
ño».—/oí/ i?. Mutilas,
1887.
Cuando la muerte pasa por sobre el abismo de las pasio-
CORONA PARA EMILIO 1 93
nes humanas todas las iras, todos los rencores^ caen en la co-
rriente sin ondas del olvido, levantándose del alma suave, pero
melancólico, como una escultura sobre un panteón, el grupo
eterno de la tristeza y el recuerdo! — Nicolás Granada.
1887.
E* gemma di questo libro (Corona fúnebre) una gentile
poesía deirillustre vate uruguayo A. Magariños Cervantes.
Fu delicato pensiero quello di formare questa Corona che fi-
cordera a'posteri il nome d*un buon soldato della penna marto
sulla hxQccxz,— Joaquín Odicini y Sagra,
1887.
194 MIRLOS, TOROS Y POTROS
XV
MIRLOS, TOROS Y POTROS
(A propósito de elecciones)
Á n. JOSÉ MARTÍ
***
En contrarios bandos
Todos divididos,
El mal prepotente
Se entroniza invicto ;
Y ante sus ataques,
Rebaño mezquino.
En vez de agruparse
Hombres y partidos,
Por opuestas sendas
Marchan al abismo.
El es elefante
Que se abre camino
Doquiera, esgrimiendo
Con choque fulmínio
Como trilladora
Su trompa de esbirros:
Nosotros discordes,
Pigmeos, mosquitos
Cuyo arpou so embota
En su cuero rispido,
MIRLOS, TOROS Y POTROS I95
Sin que al paquidermo
Molesten zumbidos,
Para sus desmanes
Buria y no castigo.
Por qué? .... porque somos
Enjambre de grillos.
Que cada uno chilla
Por su clan ó tribu,
Antes que patriota,
Blanco, azul, rojizo.
Nos matan ó enjaulan
Tiranuelos cínicos, .
Porque no sabemos
Ante un gran peligro.
Cual los animales
Prudentes unirnos,
Y enfrenar su audacia
Formando atrevidos.
Contra el mal los buenos
Muro de granito. .
Ved cómo la hembra
Pequeña del Mirlo,
En el bosque sola
¡ Con cuánto heroísmo
Cual si águila fuera,
Defiende á sus hijos
Contra los reptiles
Que acechan su nido !
Cuando la serpiente
Tiende sus anillos,
Y á subir empieza
196 MIRLOS, TOROS Y POTROS
Por el tronco erguido,
Hambrienta de huevos
Y de pichoncillos.
Ella, previsora.
Suelta agudo grito,
Que el macho repite
Volando en su auxilio.
Innúmera hueste
De valientes Mirlos
Al reclamo acude.
Gira en remolino,
Y á la sierpe embisten
Con uñas y pico.
El reptil su enorme
Boca enfurecido
Les muestra rugiendo.
En vano.... los Mirlos
No se asustan, diestros
Con certero ahinco
Los ojos le arrancan,
Y huye el vil ofidio,
O despedazado
Queda al pié del nido (i)
Ved cómo al oírse
Del tigre el bramido,
Los toros y potros
En rápido circulo.
Donde se guarecen
Débiles y chicos,
( t ) El Mirlo, autor de esta hazaña, es el clasificado por los naturalistas ák
MIRLOS, TOROS Y POTROS I97
Sus puntas los unos
Presentan sombríos;
Sus grupas los otros
Que mueven unísonos,
Alzando los cascos
Traseros con ruido.
Que respeto infunde
Al traidor felino.
Aislados, ni á uno
El dejara vivo;
Pero así en falanje
Firmes, decididos.
Siente ya que en miedo
Se truecan sus bríos.
Al trote, azorado
Da una vuelta al círculo:
Tremebunda salva
De coces, mugidos,
Doquier se adelanta.
Le recibe á tiros.
El terror le invade,
Y á escape, mohíno,
Huye hacia la selva
Rabioso y corrido!
Orientales! ¿cuándo
Ante un gran peligro.
Cual los animales
Sabremos unirnos,
Y enfrenar la audacia
De menguados tipos?
Ser hombres, demócratas.
Ciudadanos dignos,
1^8 MIRLOS, TOROS Y POTROS
Al deber tan sólo
Y á la ley sumisos,
Formando patriotas
La legión del Mirlo,
La rueda del potro
Y el toro bravio,
Muralla insalvable.
Tumba de bandidos,
Donde expíen ellos
Sus torpes delitos,
Y al fin se alze el pueblo
Libre y redimido? —
1886.
Palmas e Omhús que temos entre máos, dando motivo ao
presente estudo, comp5e-se de poesías diversas em que o poeta
canta em primeiro lugar a Patria, a Liberdade e a Humanidade —
essa divina trilogía que se congloba no n^ais resplandes::ente
ideal — o ideal que nunca envelhece — a musa de todos os tempes!
A poesía do Dr. Magariños Cervantes e lyríca, mas por uma fe-
liz excep9áo amoldarse, naquella tríndade soberana, ás idealisa-
95es objectivas, formando um verdadeiro consorcio entre o sub-
jectivoqueno Éu consubstancia todas asimpressdesdessa entida-
de abstracta, solu9ante, soffrédora e sorridente que se chama
alma, e o objectivo que encara com prédile^áo os problemas
philosophicos, que se enovellam no seio inmenso da collecti-
vídade humana.
Tudo quanto hade bello, nobre eelevado.no cora9áo humano
inspira ao poeta estrophes enthusiasticas. O amor, a caridade,
Deus,a natureza, a familia, a infá'ncia e a yelhice — crepúsculo
d'uma aurora que nasce e crepúsculo de um sol poente — tém
nos seus diversos livros harmoniosas estrophes. A sua musa tem
um echo piedoso para todos os infortunios, para todos os pran-
tos, para todos os júbilos : «como a harpa eolia vibrando a todos
MIRLOS, TO ROS Y POTROS I99
OS ventos, nossa alma vibrou a todas as impressóes que vinham
feril-a,» escreveu elle ha 40 annos, é éscreveu urna bella
verdade.
Em literatura, todas as escolas sao boas, desde que sejam
manejadas por niáos vigorosas. O passado é a historiado futuro,
e por urna deduc^áo lógica, cré-se que a poesia, apoz a tempes-
tade evolucionada que a deixa vacillante eni sua orienta^áo,
voltará ao antígo lyrismo philosophico; cujas cambiantes háo-de
representar em todos os tempos a verdadeira poesia genuina.
Os maiores monumentos da arte estáo emoldurados nesta
escola que os poetas da reacQao tanto repudiam. As mais vigoro-
sas individualidades deste seculo accehtuaram-se na poesia
lyrica, que constitue e constituirá o bcllo-util da arte. Victor
Hugo, Lamartine, Uhland e Heine nao pertencem á evolu9áo;
entretanto, sao ainda e continuaráo a ser os maiores artistas da
mentalidade poética do seculo.
O Dr. Magariños Cervantes occupa na litteratura uruguaya o
lugar que Gon9alves Dias occupa na litteratura brasileira eque
Almeida Garret occupa na litteratura portuguesa. Nao dis-
discutimos a afinidade que possa existir entre estas trez podero-
sas individualidades; cada urna porum esforzó genial conáeguiu
a restauradlo litternria do seu paiz e constitui-se — o patriarcha
das suas letti as.
Nesta qualidade saudamos o laureado autor das Palmas e
Umbús — um dos mais inspirados cantores das bellezas opullen-
tas do feriilissjmo solo americnno. — Dr, Alvino Costa,
1886.
XVI
MENTIRA-VERDAD
AL DR. D. TEÓFILO D. GIL
«**
¡Cuan bella es la ilusión que forja el alma!
¡ Cuan horrible tal vez la realidad !
¿La gentil mariposa era un gusano,
Y ruin vidrio la perla de Ceilán?
Qué importa? — si de nuevo la Esperanza
Vuelve á encender su mágico fanal ;
Y en pos de una victoria otra se alcanza,
Y vence la mentira á la verdad?
Puede ser que en el mundo sobreabunde
El fango, la miseria, la maldad ;
Pero en su luz los baña y transfigura
Con sus rayos el sol del ideal!
En lluvia de diamantes los envuelve.
Transforma el egoísmo en caridad,
Convierto A una gorilla en una Venus,
Y de un héroe pi^r fuerza hace un titán !
MENTIRA-VERDAD 301
Arriba corazones! no es de hombres
Lamentarse, gemir y murmurar,
Sino al fulgor del día ó en la sombra.
Luchar, como se pueda^ contra el mal !
La victoria corona á los audaces:
Vence al hado la férrea voluntad :
La inteligencia á veces más que el brazo
Puede el yugo de un pueblo quebrantar!
La fuerza á la materia presta un alma,
Pero es la idea el alma de la fuerza,
Y aliadas las dos, nada resiste
Al Pampero que brota de su diestra !
Gloria á Tajes! á Herrera, á los Ministros
Que iniciaron patriotas la ardua empresa,
Y en el campo enemigo penetraron
Desplegada á los vientos su bandera!
Si al Capitolio no subieron todos.
Si cayeron algunos en la brecha.
Qué importa? — si flamea su estandarte
Victorioso clavado en las almenas !
Diciembre 29 — 1886.
Leída por el Dr. D. Jos¿ P. Ramírez en el banquete ofre-
cido al General Tajes y á sus ministros la noche del 29 de
Diciembre de 1886 en el teatro de San Felipe.
Como la mejor resena y síntesis del espíritu que allí
predominó, consignamos en el Apéndice algunos breves pá-
rrafos de los discursos y brindis pronunciados en el banquete
y publicados por la prensa.
202 MENTIRA-VERDAD
Organizado en un solo día, improvisado casi, el banquete
ofrecido anoche al General Tajes y á sus ministros, á causa del
acto trascendental con que inauguraron el nuevo Gobierno, es
una prueba de lo mucho que pueden la actividad humana y el
entusiasmo natural que despierta una feliz idea. Efi menos de
veinte y cuatro horas se consiguió un local aparente, se le dis-
puso y adornó con lo necesario, se hicieron las listas, se repar-
tieron las invitaciones y las localidades, se allanaron todos los
obstáculos, se acordaron todos los detalles. En veinticuatro ho-
ras la idea se hizo carne: bastó que germinara para tener asegu-
rado desde luego el éxito más completo y más lisonjero.
Hace muchos anos, pero muchos años, que no se ve entre
nosotros el ejemplo hermoso y consolador á la vez, de manifes-
taciones populares prodigadas á los gobernantes con toda since-
ridad y simpatíap En estos últimos diez años, el pueblo no ha te-
nido masque ocasión de maldecir de los de arriba, sin poder
entonar nunca francamente los himnos de alabanza y los cantos
de agradecimiento. — La Raion.
Las manifestaciones populares han venido sucediéndose casi
día por día desde el 4 de Noviembre en que se inició la concilia-
ción política cuyos legítimos frutos hemos recogido hace muy
breves horas, con la caída de la Bastilla Uruguaya, ó sea con la
disolución de ese tan temido batallón 3.0 de Cazadores, en cuyo
cuartel tenebroso más de una víctima cayó en la época aciaga
porque hemos atravesado. — José /?. Mutuos.
« Se ha dicho que todos los programas de gobiernos son muy
bonitos, pero que lo difícil es cumplirlos. Yo he formulado el
mío, y prometo que lo cumpliré, cueste lo que cueste.
Tengo, señores, muchas ambiciones, grandes ambiciones, pe-
ro no para mí, puesto que hasta los entorchados me pesan, sino
para la patria.
He de hacer la felicidad de la República, lo prometo solem-
nemente. Pero para ello es necesario que todos, todos me
acompañéis en la tarea, porque de todos necesita la patria en los
momentos actuales». — Máximo l\\ics ( Véase el ArKNDicE).
Los tres Ministros del 4 de Noviembre que dejaron al mismo
MENTIRA-VERDAD 203
tiempo el Ministerio, saludaron al general Tajes con la mayor
efusión, dando así muestras inequívocas de acendrado patrio-
tismo. ¿Qué les importa á los doctores Ramírez, Blanco y Ro-
dríguez Larreta que hayan sido otros Ministros y no ellos, los
que han asistido á las postrimerías del santismo? Como dice muy
bien el doctor Magariños Cervantes en su inspirada poesía:
<c Si al Capitolio no subieron todos,
Si cayeron algunos en la brecha,
¿Qué importa? — Si flamea su estandarte
Victorioso clavado en las almenas! »
Jacinto Albísiur.
Cada estrofa del viejo bardo era saludada con una salva de
aplausos, y cada estrofa también revelaba el culto sagrado que la
patria merece al distinguido poeta y la imaginación brillante que
aun se conserva potente, á pesar que la nieve de los años ya
ha blanqueado la venerable cabeza del autor. — La Tribuna
Popular,
XVII
MENZOGNA-VERÍTÁ
(VERSIONE DI L. D. DESTEFFANIS )
««*
Oh come é bella rillusion foggiata
Dairalma! Orrendo comparisce il vero!
La gentile farfalla un verme é stata,
E vetro vile di Ceilan la perla?
Che importa? — se il suo mágico fanale
Ad accendere torna la Speranza?
E duplice vittoria spiega Tale,
E da menzogna veritade é vinta?
Essere puote che la térra oscura
Facciano il male, la miseria, il fango;
Ma in sua luce li bagna e trasfigura
II sol deirideal co' raggi sui!
In pioggia di diamanti li ravvolge,
In carita trasforma Tegoismo;
Una gorüla in Afrodite svolge,
E d'un éroe per forza fa un Titano!
menzogna-veritA 205
-
In alto, cuori, in alto ! II mormorare,
Gemere,' lamentar, non é deiruomo:
Ma come ¿ dato contro il mal lottare,
Al fulgore delgiorno, oppur neirombra.
E' degli audaci la vittoria amante ;
Ed il fermo volere il fato vince,
E rintelletto piú del braccio infrante
Le catene d'un popólo puó far!
***
La forza.alla materia un'alma presta,
Ma dellá forza é l'anima Tidea,
E nulla al mondo Taquilone arresta
Dalla loro alleanza germinato!
Gloria a Tajes, a Herrera, a'pattrioti
Ministri iniziator deirardua impresa ;
Nel campamento ostil sonsi introdotti
Colla bandiera dispiegata al vento!
Se al Campidoglio tutti non montaro,
E molti sulla breccia son caduti, —
Che importa? — Lor stendardo essi piantáro
Vincitor sulla cima e vi flammeggia!
L'illustre poeta oriéntale, invítate a prender parte al banchetto
se ne scusava con lettera airavv. G. P. Ramirez acchiudendogli
la poesía che piú sotto diamo tradotta e chi il medesimo signor
Ramírez leggeva, ín mezzo a'generalí applausi, facendola prece-
deré da queste parole :
«Un anciano ilustre, á quien abruman las fatigas de los años
en su complexión física, pero que conserva las facu{lta4es mQj|:;a-
les en todo su vigor y, lo que es más sorprendente, las galas de
la imaginación en toda su lozanía, derramándose en raudales de
206
menzogna-viritA
armonía para llorar las desgracias de la patria, que es lo más
frecuente, y para cantar sus glorias y sus venturas, que es lo más
raro, acaba de remitirme la composición poética de que voy á
dar lectura.»
Ed eccola qui tradotta, comme per lioi meglio si é potuto,
data la brevitá di tempo e le difficoltá inerenti ad uña versione
poética; peí che di nuovo chiediamo venia all'^utóre delle
mende che troveravvi; é saremo ben lieti si Tesimio vate ci
perdonerá Timpertinenza e ndn si scaraventerá addosso gli
strali della sua faretra al terribile grido di Traduttore — traditore!
Auguriamo dfé di tante belle promesse, e liete speranze e ge-
nerosi propositi resti qualche cosa di piú bello che; un geniale
ricordo: resti, se non altro, il tentativo sincero di volerli
cffetuare. — Luis D, Desieffanis,
1886.
XVIII
LO QUE TE QUEDA
(A BARTOLOMÉ MITRE, VIUDO )
««♦
Pásala juventud, pasa brillante
De reflejos sombríos irisada.
La nube del poder y la grandeza.
Por la brisa más tenue desgarrada ;
Al peso de los años y dolores
Se dobla encanecida la cabeza.
De batallar cansada :
Huyen las ilusiones como aves,
Que arrastra el turbión, rotas las alas ;
Viento de muerte zumba.
Que del herido corazón desprende
Las más preciadas flores,
Y acaso el hombre con placer contempla
Que sus brazos le tiende
La gran consoladora de la tumba ! ( i )
Pero Dios es piadoso ;
No todo se disipa, borra ó pierde :
¡ Crisol de la conciencia.
Santuario del alma silencioso,
En tus desiertas aras
Queda un florido gajo siempre verde f
LO aUE TE aUEDA 2o8
Al que ha sabido como tú valiente
Conquistar sus preseas una á una,
No todo le arrebata, aunque lo intente.
Voluble y traicionera la fortuna. ( 2 )
Has perdido tu dulce compañera.
La idolatrada madre de tus hijos, '
Tu estrella protectora ... ( 3 )
En tu azarosa vida
De incansable labor y de combate,
EUa fué para ti la regia Palma,
Que sus frutos, su sombra y auras ledas,
En el yermo arenal pródiga brinda ;
La fuente del Oasis tersa y pura,
Entre rosas y mirtos escondida.
Que templó salvadora
Del viajador postrado.
Con la sed de los labios la del alma ;
Corazón generoso.
Espíritu elevado
Que toda noble aspiración aduna ;
En tus días de Abril, sol fulgoroso.
En tus noches de invierno, blanca luna. ( 4 )
Hoy al abismo rueda,
Y al sentir que la arranca de tu seno
La mano de la muerte, acaso dices
De angustia y duelo lleno :
Ya en el mísero mundo ¿ qué me queda?
Te queda, caro amigo.
Su imagen y la esencia
De su ser á tu ser incorporado ;
El cariño entrañable de tu prole.
LO aUE TE aUEDA 309
Que al par llora contigo ;
El respeto y amor de un pueblo entero ; ( 5 )
La conciencia del bien que has realizado ;
Las santas esperanzas inmortales
Que nos muestra la Cruz entre sus brazos ;
Amigos que leales,
Puro bálsamo vierten en tu herida ;
El lauro que á tu frente fulminada
Por el plomo (6) y la injuria envilecida,
Alarido bestial de la impotencia
Al que vencer no puede en lucha noble ;
El lauro que á tus sienes entreteje
La musa de la historia, Clio austera,
Y con ella, más tarde, justiciera,
Grande, dichosa, unida,
La Argentina Nación organizada I (7)
Callas triste suspiras,
Y con intimo afán al cielo miras ....
¿ No la ves ? . . . . sonriente, placentera,
En un mundo mejor ella te espera,
La pura y bendecida,
Blanca flor de las selvas uruguayas, (8)
Que embalsamó tu vida
En las nativas y extranjeras playas.
Soldado de mi Patria, de la Patria
Que fué cuna á la vez de tu Delfina,
Y también cuna heroica de tus hijos;
Amigo de mi infancia bondadoso.
Permíteme que evoque
Un recuerdo radioso
Que el corazón te toque,
Y á levantar te obligue la cabeza
Sobre el pecho caída. . . .
X4
210 LO aUE TE aUEDA
Ya tu hogar desolado se ilumina
Con la llama que brota de tus ojos,
Y tiemblan los despojos
De tu adorada muerta,
Que siempre supo, resignada y fuerte,
Compartir valerosa
Tu mala ó buena suerte.
Aun me parece, amigo, que la veo. . . .
En aquel duelo á muerte
Entre el tigre del Plata carnicero
Y la proscripta libertad, que asilo
En tu recinto halló, Montevideo;
En medio á la tormenta
Que horrible amenazaba
Bajo sangriento mar hundir el muro.
Del libre acorralado última valla ;
Cubierto por la sombra
De la oriental enseña,
Que fiera ondear hacía
La ráfaga deshecha ;
Erguida la cerviz, tendido el brazo
A la ola rugiente que avanzaba
De infantes y ginetes,
Intrépido artillero,
Allí estabas, de pié, sobre la brecha,
Y á tu voz rompió el fuego
La primera cureña,
Y vieron los esclavos con asombro,
Al rojizo fulgor de los cañones,
Surgir la libertad del roto escombro
Y caer los tiranos á su planta!
El dolor á los fuertes agiganta.
Fanal resplandeciente,
Apóstol de la idea,
♦
LO aUE TE aUEDA 21
Del cívico deber muestra el sendeio
A la generación que te rodea.
Y si es fuerza otra vez por el acero
La pluma cambiar, en la defensa
^ De la Patria que amague el extranjero;
El himno levantando que aun resuena
En la cumbre del Ande estremecida,
Al son del parche desplegada al viento
La bandera de Mayo, precedida
Del ángel de la Gloria,
Mensajero inmortal de sus destinos.
Los valerosos tercios argentinos
Lleva en triunfo otra vez á la victoria !
Montevideo, Setiembre 9 de 1882.
En el mundo poh'tico como en la vida real, hay criaturas naci-
das bajo el centelleo de una estrella feliz. Apenas aparecidas, un
grito de amor se eleva de la multitud. «Te saludo, llena eres de
gracia !:& Helas ahí sagradas, casi divinas; se apoderan de todos
los corazones, todas las imaginaciones se prendan de ellas, se
hacen adorar por un pueblo de espíritus. Las artes ponen toda
su inspira :ion y su poder para perfeccionar su belleza; la pin-
tura las reviste con una forma ideal; la música les compone
cantos maravillosos. Se hace para ellas, en el alma de una época,
un trabajo análogo á la transfiguración de la mujer amada tn el
cerebro de un amante. — Pablo de Saint-Victor,
1852.
Nuestro viejo poeta ha sentido heridas las fibras del senti-
miento al saber la desgracia que hoy aflije él hogar de su
amigo el General Mitre, y al querer traducir ese lenguaje
del alma en el lenguaje escrito, han brotado espontáneamente
las delicadas estrofas con que engalanamos nuestras columnas.
El alma de los poetas es como las arpas eólicas de la anti-
güedad, y así como la ligera brisa arrancaba de sus cuerdas
flébiles melodías, así también el sentimiento arranca del alma
*
212 LO aUE TE Q.UEDA
tiernas endechas, como las que han brotado de la pluma de
nuestro bardo. — Carlos M, Ramire;;^,
1882.
Según su propia, expresión, había empezado á escribir una
carta de duelo, y bajo su pluma brotaron versos. De ningún
modo más digno y apropiado podía pagar la deuda del senti-
miento, un poeta á otro poeta.
La nueva producción del fecundo é inspirado poeta será leída
con placer en ambas orillas del Plata. No necesitamos emitir
opinión sobre su mérito literario : basta el sello que le imprime
el talento original del autor. — Agustín de Vedia,
1882.
<c En estos versos, dice un diario español, del laureado poeta
oriental, al que tanto enalteció aquí Ventura de la Vega con el
acento simpático de su palabra, está reflejada la impresión pro-
ducida en las márgenes del Plata por la pérdida de Delfina Vedia
de Mitre, una de las mujeres históricas de aquellos países :i>.
A la par de Magariños Cervantes, otros poetas han pulsado su
lira; y no ha quedado un solo diario argentino, uruguayo ó bra-
sileño que no haya tenido palabras de simpatía y respeto ante la
tumba de la que fué ornamento de los salones, modelo de madres
y esposas, belleza encantadora, escritora distinguida, abnegada y
sublime en las horas tormentosas de la patria, y siempre entu-
siasta por sus glorias, sus triunfos y sus grandezas.
Ausente de ella, yo también quiero consagrar un recuerdo á su
memoria, pidiendo para Delfína la eterna paz que gozan los
buenos en el silencio de la tumba, y para el general Mitre y sus
hijos, la piadosa resignación de los que en nombre de los desig-
nios de la Providencia, comprenden que el dolor no puede ser
eterno . . . — Héctor F. Várela,
1882.
(i) A pesar de ser esposa del más ilustre de los argentinos
contemporáneos, de aquél que compendia en sí casi medio
siglo de la historia de su país, y que probó todo :
la gloria
maggior dopo il periglio,
la fuga e la vittoria ....
LO OUE TE QJJEDA 21)
due volte nella polvere,
due volte — suiraltar ;
á pesar de todo esto, la esposa de Mitre se mantuvo siempre la
misma — afectuosa y solícita con sus hijos, consagrada por com-
pleto, al -cumplimiento de sus deberes de madre.
Las disipaciones, las vanidades de los eminentes cargos públi-
cos, ocupados por su esposo, no llegaron basta ella. En el invio-
lado recinto de la familia, inclinada sobre la cuna de sus hijos;
ella vio con mirada tranquila pasar sobre la cabeza de su esposo
los devastadores huracanes políticos, así como contempló serena
el rayo tibio de la popularidad y de la gloria posarse sobre la
pálida frente de aquél. — La Patria Italiana,
1882.
(2) II ya des hommes en face desquels onne saurait s'arréter
trop longtemps, car il sont eux-mémes un point de station
dans rhistoire de la pensée humaine, car ils sont á la fois le
but ou tendait le passé, et le point d'ou les générations nou-
velles s'élancent versTavenir. — Henri Bla^^e.
1859.
Las grandes personalidades son como cimientos en que se
afirman los pueblos. Pueblo hay que cierra los ojos á los ma-
yores pecados de sus grandes hombres, y si necesitado de hé-
roes para subsistir, los viste de sol, y los levanta por sobre
su cabeza. — José Marti.
1885.
(3) El hombre que ha ejercido sobre su época una influencia
tan decisiva, debía tener necesariamente en su interior, un
sosten en sus horas de desfallecimiento, y una amiga discreta
para guardar las embriagueces del triunfo.
Ningún hombre es verdaderamente fuerte, si no tiene cer-
ca de sí una consagración absoluta, que acepta todas las si-
tuaciones sin recriminaciones en caso de mal éxito, y sin al-
terarse ame ningún resultado inesperado.
El General Mitre, á quien la fortuna nada ha rehusado, ha
tenido esta suprema felicidad en la vida, de encontrar en el
destierro, cuando no tenía posición ni renombre, uno de esos
seres privilegiados, creados para el amor y la consagración,
214 I-O QUE TE aUEDA
que se dan sin reserva y por siempre, y á los cuales pueden
aplicarse estas palabras del Evangelio:
«Así como amó á los suyos, los amó hasta el fin.»
La vida de la señora Delfina Vedia está encerrada toda
ella en esta frase. Amó á los suyos sin descanso hasta el
último suspiro. — Courrier de la Plata,
(4) En los días de prosperidad, como en los de prueba, su con-
ducta fué siempre digna y abnegada, sin que la adversidad la
avasallara, ni la popularidad turbara la serenidad de su espíritu.
Dispuesta siempre á afrontarlas situaciones prósperas ó adver-
sas con ánimo sereno, el General Mitre ha debido sentirse con-
fortado al encontrar tan dignamente compartidos los azares de
su vida.
Y no es sólo con su digna resignación á todas las situaciones
que Delfina ha cooperado á la carrera de su esposo.
Dotada de una inteligencia superior y, sobre todo, de un ca-
rácter entero y firme, ella ha contribuido ciertamente con su
consejo, en las horas de la intimidad solitaria, á conservar al
General Mitre en esa esfera de elevación moral, no desmentida
jamás, que es el carácter distintivo de su carrera política. Ella
ha contribuido en su esfera á esa escuela de moralidad política,
que si no es la de los resultados inmediatos, es la que ha de
prevalecer al fin. — Eduardo Costa,
Era más que la compañera del esposo! Era su más podero-
so auxiliar. Cuando La Nación comenzó su larga peregrina-
ción para tomar su sitio bajo el sol, la tarea era difícil y
penosa, faltaban recursos, faltaban escritores; pero la señora
de Mitre, con un raro talento, ayudó efizcamente al General
Mitre á encontrar esos recursos, y suplió á los escritores que
faltaban, haciéndose ella misma escritora: colaboradora en to-
das las secciones, escribía, traducía, elegía los folletines, y
quizá sin saberlo ni pretenderlo, adquirió una justa fama li-
teraria, entre los lectores de La Nación; fama que se fué pro-
pagando poco á poco hasta que se hizo general, y hoy la
señora de Mitre es reputada como una de las señoras de gus-
to literario más distinguido que haya habido entre nosotros.
(5) Las demostraciones de aprecio tributadas al general Mitre,
.AiMM^t^m-^.:.
LO QUE TE aUEDA 21 5
con motivo del entierro y funerales, que aun no se habían cele-
brado cuando el autor le anticipaba :
« El respeto y amor de un pueblo entero;»
ultrapasan á todo lo que en casos análogos se había visto en
Buenos Aires„segun consta del testimonio unánime de toda la
prensa consignado en la corona fúnebre de la señora Delfína
Vedia de Mitfe.
Abrimos el libro, y tomamos al acaso el primero que se nos
presenta.
« Un templo cubierto de crespones negros abría sus puertas
para recibir la concurrencia, invitada por el General Mitre á
elevar preces por el alma de su compañera muerta.
Y el templo de la Merced y su espacioso atrio eran pequeños
para dar cabida á las damas y caballeros que habían acudido á
la cita.
Sin conocer lo que aquello significaba, se diría que tenía lugar
alguna de esas ceremonias populares que atrae millares de espec-
tadores: algo como el centenario de Rivadavia, como el desem-
barco de los restos de San Martin, como la procesión de Gari-
baldi.
Sin pensarlo tal vez, por un acto espontáneo, instintivo, la
población de Buenos Aires comprendió que era aquella la opor-
tunidad más á propósito para manifestar al General Mitre, que
las usurpaciones de los qne mandan le han levantado más alto
en el concepto público, y que todos han sentido la necesidad de
significárselo así, asociándose á su dolor en los momentos crue-
les que atraviesa. » — La Tribuna del Lunes,
(6) El general Mitre tiene una herida.de bala en la frente, que
por su posición debió ser mortal. Ella realza con el prestigio
del sacrificio en aras de l.:s nobles causas que defendió siempre
col senno é colla mano^ la varonil expresión de su fisonomía
inteligente y simpática, sombreada por ese tinte de melancolía
que se obser^'a á menudo en los hombres superiores.
(7) Guerrero que ha contribuido en gran parte á la erección
del edificio nacional, que ha tomado las armas varias veces en
su vida para llevar á sus conciudadanos por el camino que
la historia les trazaba, sosteniendo la cesesion de la provincia
de Buenos Aires para llevar á las otras á la ciudad de su
aV.-
3l6 LO QJJB TB Q.UEDA
destino, combatiendo en seguida para dar á la nación cons-
tituida la sola cosa que le faltaba y que gracias al esfuerzo
de veinte años de su vida conquistó, una capital digna de un
gran pueblo y que lo personifica. El general Mitre ha consa-
grado su vida á escribir la historia de la constitución de su
país, en medio de las sangrientas luchas exteriores é interio-
res de un principio; hizo más, dejando la pluma de tiempo
en tiempo para tomar la espada, aseguró en el campo de ba-
talla, el triunfo de las ideas que habían sostenido aquellos
cuya vida describía: el general Belgrano y el general San
Martin.
Después de él, para completar la historia de la Constitución
de la República Argentina, resta por escribir otra: la del ge-
neral Mitre. — Emilio Daireaux,
1887.
(8) Véase el Apéndice.
(9) Se había decretado la fortificación de la ciudad (Mon-
tevideo) y el 3 de Febrero estaba atrasadísima.
Era indispensable una artillería numerosa para guarnecer
nuestra línea de defensa; pero en el dia del desastre no exis-
tían más que seis cañones de tren volante y algunas carro-
nadas, bajadas de los buques, y montadas en cureñas de mar.
No habiendo dónde ni cómo adquirir piezas de posición,
se habían arrancado los viejos cañones de fierro, de la época
colonial, que servían de postes en las calles de la ciudad,
de los que muchos resultaron utilizables.
Instruían á los artilleros, Carlos Paz y Bartolomé Mitre, que
fué el que colocó el primer cañón en nuestras trincheras ^ al
paso que se preparaban los libertos para soldados de infan-
tería. — Andrés Lamas.
1881.
Montevideo^ Setiembre 11 de 1882.
Sr. D. Bartolomé Mitre.
Estimado amigo:
Tomé la pluma para dar á Vd. el pésame por la irreparable
pérdida de su noble compañera, que nos comunicó el telégrafo,
y noté al trazar algunas líneas, que los conceptos que debía
expresar en prosa, se ajustaban sin esfuerzo al ritmo de la poesía.
En las columnas de la Democracia de mañana encontrará la
LO QUE TB Q.UBDA 217
humilde siempreviva, que como amigo de Vd. y como compa-
triota de su^, adorada muerta, pongo sobre su tumba.
Acompaño á Vd. en su dolor, y ruego al más j.óven de sus
hijos, le dé un abrazo en nombre de
Su. afectísimo amigo :
A. M. C.
Buenos Aires, Setiembre 20 de 1882.
Sr. Dr. A. Magariños Cervantes.
Mi estimado amigo:
Después de recibir su simpática carta de pésame, lef la bella
poesía de que Vd. me hablaba en ella.
Aun cuando dolorosamente interesado en el asunto, tal vez
no soy el mejor juez para estimar su trabajo, pienso con
mi corazoh que esa composición es una de las más inspira-
das y sentidas que haya brotado de su alma de poeta.
Su lectufa ha abierto en mí la fuente de los grandes re-
cuerdos y de los tiernos sentimientos, transportándome á la
época en que conocí en su patria á la que fué la constante
compañera de mi vida, y que he perdido para siempre en la
mía, en medio de las bendiciones de las dos orillas del Pla-
ta, que la vieron nacer, crecer y extinguirse.
Profundamente agradecido á la amistosa expresión de sus sen-
timientos y á la espontánea inspiración de su genio poético
en homenaje de una memoria querida que será eterna para
mí, reciba Vd. con el afecto de mis hijos el cariñoso abrazo
que le retribuye
Su afectísimo amigo:
B. Mitre.
XIX
ANTES, AHORA, DESPUÉS "
A D. FRANCISCO LAGOMAGGIORE
«««
Cual rodea el espacio interminable
Al cometa, cansado ya de huir ;
Halla el hombre doquier el insondable
Misterio, que rodea impenetrable
Su pasado, presente y porvenir!
1875.
(i) Cinco lineas escritas para el Álbum de Autógrafos Americanos,
XX
CRUZADA ARGENTINA ''>
(Reseña histórica)
AL DR. D. VALENTÍN ALSINA
«*♦
I
INVOCACIÓN
Descended á mi frente magestuosas
Imágenes terribles del pasado,
Y no de verde palma ni de rosas,
Sino de espinas coronadla en coro:
De mi triste laúd desacordado.
Las muelles cuerdas arrancad de oro,
Y dejad solamente una de acero
Que vibre con mi cántico guerrero!
Alzad con vuestra mano el negro velo
Que encubre de esos días la alta gloria,
Y mostradme al pasar en raudo vuelo
Los secretos que aun guarda en sus anales
La Musa virginal de nuestra historia. (2)
Recuerdos y pasiones mundanales
En mi pecho apagad, y del mal nada
Quede en mi mente ya, purificada!
Dulces trovas y cantos, que escondidos
Bajo el rancho de pálidas totoras,
En las noches de invierno, repetidos
Al son de la guitarra, junto al fuego,
Del gaucho encantáis las tristes horas;
Acudid tumultuosos á mi ruego,
Y pura reveladme una lozana
Virginal poesía americana!
330 CRUZADA ARGENTINA
Desatado ciclón que de la Pampa
Las nubes arrollando al Plata vienes,
Sobre las cuerdas de mi lira estampa
Tu vencedor aliento de coloso.
Mientras un punto en ellas te detienes,
Que el roce de tus alas fulgoroso
En luz bañe mi sien, y lava ardiente,
Genial la inspiración brote potente !
Sombra del gran Lavalle, que sublime
Presides á la época que canto.
Levántate del polvo, ven, y dime
Los hechos de esta homérica epopeya;
Que abrasado, al oirte, en fuego santo.
Contigo cruzaré la heroica huella
Que atravesaste tú, y que salpicada
Con tu sangre quedó inmortalizada! (3)
Ven, oh Lavalle, ven, que desatada
Mi inspiración, al ver, fascinadora
Enclavada en la mia tu mirada,
Cual de una catarata, confundidas
Las aguas se desprenden en sonora
Y majestuosa unión, así reunidas
Cantaría mi voz, en dobles hinos
Las glorias de Orientales y Argentinos!
II
LA GUERRA ESTALLA — ROMPIMIENTO DE LA FRANCIA CON
ROSAS — DESASTRE DE PAGO-LARGO.
Una vez en la esfera todavía
El padre de la luz, su órbita bella
No había recorrido, tras la impía
Guerra fraterna que nos cuesta tanto;
Cuando de nuevo rápida centella
Mensajera infernal de guerra y llanto,
Volvió á incendiar en nuestros corazones
El extinto vf)lcan de sus pasiones. (4)
CRUZADA ARGENTINA 221
En la margen derecha del gran río
Rival del Ama^onaSj que en el mundo
No conoce rival en poderío, (5)
En medio de la bárbara anarquía,
Aborto de Luzbel se alzó iracundo.
Sanguinario tirano, que un día
Las leyes con su planta hizo pedazos,
Y ahogó la Libertad entre sus brazos.
De la opuesta ribera, perseguido
Por audaz enemigo victorioso,
A sus playas llegó el destituido
Presidente legal, título infando
Que sirvió de pretesto al ambicioso
Para ponerse humilde bajo el mando
Del porteño Nerón, y á sangre y fuego,
Ser de ambos pueblos el azote luego.
¿Y es posible, ¡gran Dios! que un hijo sea
De esta tierra infeliz, el que ha podido
Concebir y abrigar tan negra idea?
Es posible que así se prostituya
Un hombre, que ella había distinguido
Con el aprecio y confianza suya?... .
¡Tanto puede el deseo de vengarse
Unido al ambición de sublimarse !
El vil, cebado tigre que ensangrienta
La infeliz Buenos Ayres, no contento
Con desgarrarla airado, su cruenta
Zarpa ominosa dirigido había
Sobre otra grey extraña, á cuyo acento,
Su madre patria — patria de valía —
Cruzando el Océano, desde el pino
Con la voz del cañón á hablarle vino. (6)
Y ese mismo salvaje, ese bandido,
Sin razón ni motivo tiempo hacía
222 CRUZADA ARGENTINA
Que también á mi patria, consumido
De envidia nada más, loco ultrajaba :
Cansada de sufrir su alevosía,
(Que también la paciencia al fin se acaba)
Ella aceptó la guerra, que de hecho
Declarado él le había sin derecho.
Aliada ya estaba á la inesperta.
Valerosa Corrientes, que indomable,
Aunque de grillos y dolor cubierta.
Sacudiendo de pronto su letargo
Cinco veces se ha alzado formidable ;
Pero adverso destino, en Pago-Largo
Sus armas abatió la vez primera
Que á la lid sin cuartel bajó altanera.
Allí sus nobles hijos, tras reñida
Y desigual contienda, prisioneros,
Ultimo adiós dijeron á la vida.
Segando sus gargantas el cuchillo
De sus cobardes enemigos fieros ;
Y allí, Beron de Astrada^ su caudillo,
/ Muera Rosas ! ... . intrépido decía.
Cuando una lanza el corazón le abría. (7)
Sometida Corrientes, libre el paso
Al engreído vencedor quedaba
Para invadir el Uruguay, y acaso
A la misma coyunda someterlo :
Esta vana esperanza le halagaba,
Y creyendo en sus manos ya tenerlo.
Sus campos devoraba con la vista
Esperando un^ seña, para en lista
Carrera, dar un salto, cual la llama
De aleve, oculta mina tronadora,
Al opuesto lindel, y hasta la grama
Devorar de sus fértiles llanuras ;
CRUZADA ARGENTINA 223
Que al batir de su planta asoladora
Convertidas en hondas sepulturas,
Tragando fuesen, si posible fuera,
La nación Uruguaya toda entera.
Para secar con hálito de muerte
La aurífera semilla, que fecunda
En su suelo incrustó con brazo fuerte
La civilización llena de vida :
Para absorber la savia que la inunda,
La savia del progreso alli escondida,
Que la nutre y la va desarrollando.
Como al cuerpo la sangre circulando.
Para hacer que las llamas devorasen
Los techos que ofrecieron un abrigo
A míseros proscriptos, y no hallasen
Dónde posar la frente, sin recelo
De su implacable y bárbaro enemigo ;
Para que horrible y triste, como un velo
Que de noche tremola ensangrentado.
Suspenso de una cruz, en apartado
Camino solitario, de repente,
Al levantar su cetro ese tirano.
Escondiendo su disco en el Oriente
El Sol de Libertad, cuál se desata
De la desierta Pampa tropel vano
De negras y anchas nubes, asi el Plata
Sus ondas encrespase cuando viera
Que tocaba desde una á otra ribera !
III
LAVALLE AL FRENTE DE LA REVOLUCIÓN
¿Realizará el tirano
Su empeño abominable?
¿ No habrá un solo Argentino
Que desenvaine el sable,
Y vengue de Corrientes
La acerba humillación ?
224 CRUZADA ARGENTINA
¿En todo el gran pedazo
De tierra generosa
Por donde corre el Plata,
Un alma valerosa
No se halla, que del suelo
Levante su pendón?
Aquí en Montevideo,
Pueblo escogido y fuerte.
Donde cayendo herida
Por enemiga suerte,
Más de una vez su asilo
Buscó la Libertad;
Aquí donde se encuentra
La flor de los valientes
Del Argentino suelo,
Y sin temor, las frentes
Con arrogancia pueden
Soberbios levantar ;( 8)
¿No habrá ningún patriota.
Que noble sienta el pecho
Latiendo presuroso
Muy débil, muy estrecho
Para encerrar su ira,
Dolor é indignación?
Uno no habrá que mártir
Sucumba si es preciso?....
I Mil hay ! — y ya á su frente
Se eleva de improviso.
Un héroe americano'
De grande corazón.
Lavalle I el valeroso.
Perínclito guerrero.
Valiente entre valientes.
CRUZADA ARGENTINA 225
Que desnudó su acero
Al grito sacrosanto
De Patria y Libertad.
Lavalle! el digno apóstol
De esa cruzada heroica,
Que á su llamado alzóse
Con fortaleza estoica,
Para salvar su patria
Esclava de un sultán.
Miradle ! entre sus manos
Flamea la bandera.
Que en la nevada cumbre
Del alta Cordillera,
En días más gloriosos
Clavó altanero él.
La misma que en Río-Bamba
Flamear hizo triunfante,
Donde antes de los cinco
Lustros, de honor radiante.
Ciñó su joven frente
Con inmortal laurel. (9)
El es — el escogido —
En cuyos hombros, santo
El soplo del Eterno,
Deja caer el manto
De espinas y de fuego.
Que al mártir reservó.
¿No veis como chispean
Sus ojos centellantes,
Y grande un pensamiento
Pilata por instantes.
Los pliegues de su frente,
Que algún pesar nubló?
226 CRUZADA ARGENTINA
Tal vez en ese instante
Concibe la grandeza,
Obstáculos y riesgos
Del atrevida empresa,
Que con su nombre y brazo
Se apresta á consumar:
Acaso vaga incierto,
Y en duda y esperanza.
Vencido ya se mira,
Ya vencedor alcanza
El lauro que sus sienes
Habrá de coronar.
No tiembla, no, cualquiera
Que sea su destino.
Cualquiera los tropiezos
Del áspero camino
Que atravesar es fuerza.
Irá él á combatir;
Y á todos los reveses
Amurallado el pecho,
Confiando incontrastable
En Dios y su derecho,
A realizar su empresa
O en ella á sucumbir! (lo)
IV
BATALLA DEL YERUÁ — ALZAMIENTO DE LA PROVINCIA
DE CORRIENTES Y EL SCD DE LA DE BUENOS AIRES
Y apena en Entre? ríos
Brillar haga triunfante
La azul v blanca enseña,
Se elevará radiante
El Sol esplendoroso
Del inmortal Ycniá.
CRUZADA ARGENTINA 327
Y en pos de la victoria,
Al brillo de su acero
Rompiendo sus cadenas,
Como un solo guerrero
En pié Corrientes toda
De pronto se alzará.
Al Sur de Buenos-Aires
Señores y peones
Se agruparán en masa,
Y en todas direcciones
Verán correr á ellos
Briosa juventud:
Donceles venturosos
Criados entre flores,
Para los cuales bella
La vida en sus albores,
Un mundo de esperanzas
hes reservaba aún;
Donceles cuyos labios
Ansiosos, todavía
No habían apurado
La copa de ambrosía,
Que llena les brindaba
La gloria y el amor:
•
Pero esperanzas, gloria.
Amores y ventura.
Sarcasmo sólo eran
Cuando la mano impura
De horrible tiranía
Las deshojaba en flor.
Y en vano acometidos
Por tropa veterana,
Sin armas y sin jefes.
Vencidos por villana
aa8 CRUZADA argentina
■*^«W^^ f i * w ..
Traición, ensangrentados
En Chascomús caerán ;
En vano allí Castelliy
Como Beron de Astrada,
Envuelto en sangre y humo,
El alma no domada
Podrá por cien heridas
Apenas exhalar, (ii)
En vano ! . . . . perseguidos,
Diezmados á balazos,
Sin salvación ni guía,
Doquier hechos pedazos,
Más ardorosos ellos
Levantarán la sien ;
Y en estrangeras naves
El piélago surcando.
Con húmeda pupila
Su patria contemplando,
Irán dó esté Lavalle
Para morir con él! —
Tan noble y espontáneo.
Tan grande y elocuente
Este hecho es por sí solo,
Que él muestra claramente
Su amor hacia los libres,
Y su odio á la opresión.
Dejar asi el gaucho
Su /*»i^n> tan querido,
Su ospoíut Y jpjrci^ros^
El nifK Av> do ha nacido
Su n\udo /^*ir<7VTi\
Los hijos de su amor!
CRUZADA ARGENTINA 2^9
Y en cambio destas cosas
Que son su vida y alma,
Sobre el odiado pino
Subir con fría calma,
Y las temidas ondas
Gustoso atravesar.
•
Para ir lejos, muy lejos
A incorporarse á un hombre,
Contra el que había luchado
Y hasta execraba el nombre.
Antes que contra Rosas
Se levantase audaz! (12)
BATALLA DE CAGANCHA
A una señal del tirano
Sus gavillas mercenarias,
Se lanzaron temerarias
Sobre la Banda Oriental;
Y enclavaron en sus campos
Su rojo pendón sangriento
Que hacia ondear el viento
Cual mortaja funeral.
Engreídos por el triunfo
Y su número, avanzaron,
Y el Uruguay vadearon.
Cantando victoria ya.
Que aunque esclavos miserables
Ocho mil eran, al paso
Que nuestro ejército escaso.
Tres mil no tenía quizá.
Llegaron hasta la margen
Que riega el Santa Lucia.
^3^ CRUZADA ARGENTINA
Y con soberbia ufanía
Sentaron su campo allí.
Y una mañana, al aviso
De un traidor, traidoramente
Se lanzaron de repente
Con rabioso frenesi,
Sobre la hueste patriota,
Que descuidada á su espalda.
De una cuchilla en la falda
Vagaba sin inquietud ;
Y que los vio, cuando airados
En la cumbre apareciendo,
Sobre ella con ronco estruendo
Bajaban, cual roja luz.
Que del seno de las nubes
Serpeando se desprende,
Y los espacios trasciende
Con ímpetu asolado r:
O como gigante mole
De elevadísima roca.
Cuando abre su enorme boca
El cráter centellador.
Fué terrible el primer choque !
La confusión y el espanto
Cundió como por encanto
En la patricia legión ;
Que á pié, sin orden, turbada
Por tan súbita embestida.
Procuró despavorida
En la fuga salvación.
Pero unos pocos valientes.
De aquellos que el rudo embate
Del infortunio, no abate
Por grande que pueda ser ;
CRUZADA ARGENTINA 33 1
Sable en mano, sobre el potro
No ensillado se lanzaron,
Y con ellos se estrellaron
Para morir ó vencer.
Huyeron los miserables
Sin pelear, como esclavos,
Ante un puñado de bravos
Que los seguía en tropel.
Ante esos mismos, que acaso
Piedad no ha mucho imploraban
Y que ora los lanceaban
Por detrás con ira cruel.
Sus compañeros que en tanto
Vagaban desprevenidos,
Y en degollar los heridos,
Se ocupaban nada más;
Al verlos acuchillados
Terror á su vez sintieron,
Y amilanados huyeron
Sin volver la vista atrás.
Salud Cagancha ! tremenda
Tu magnífica llanura.
Se convirtió en sepultura
De todo el bando opresor.
Salud Cagancha ! sus huesos
Que aún choca allí sordo el viento,
Allí están, para escarmiento
Y oprobio del invasor !
Gloria eterna á los valientes
Que su patria libertaron,
Y con su sangre sellaron
Su juramento inmortal. —
Si ella es libre, lo es tan sólo
Merced al esfuerzo suyo:
33 3 CRUZADA ARGENTINA
, r^ T-BW ■ ^ ■ ^^M ■■ I ■ *
Puede decir con orgullo
Doquiera «¡ soy Oriental ! »
Salud, general Rivera,
Vuestro brazo en ese día
Sostuvo la patria mía,
Que iba exánime á caer ;
Y esa patria agradecida
Digno laurel os decreta,
Y la lira del poeta
Hoy os nombra con placer. (13)
VI
D. CRISTÓBAL — SAUCE GRANDE
Gloria á tí Sol de Cagancha !
Con resplandor soberano.
En la patria de Belgrano
Brillar tu disco se vé.
Y Lavalle victorioso
Con más arrogantes bríos,
Pone á EcHAGUB en Entrerrios
Sobre la garganta el pié.
Al tronar de los cañones
Anunciando el triunfo, fieras
Las provincias altaneras
Su cadena rompen ya,
Con el ímpetu y arrojo
Entusiasmo y arrogancia.
Que creciendo á la distancia
Esta victoria les dá.
Z). Cristóbal! otro vate
Le ha consagrado un poema,
Y no quiero á su diadema
Una hoja sola arrancar.
Solo diré (pues lo exige
If,
CRUZADA ARGENTINA 333
Mi narración) que ese día,
Merced á su infantería
EcHAGUE pudo escapar.
Y con ella y sus cañones
Retrocediendo veloce,
En Sauce-Grande situóse,
Dó más tarde le atacó
Lavalle, que por tres meses
Allí lo tuvo encerrado,
En el círculo menguado
Que su lanza le trazó.
Mas fué rechazado.... y firme
Sin desmayar, prontamente
Embarcó toda su gente.
En buques que el Paraná
Cruzaban, y protegido
Por la marina francesa,
A más atrevida empresa
Se lanzó sin vacilar.
VII
EN MEDIO DEL PARANÁ
Como en medio de las ondas
Que el río Tajo sustenta,
A merced de la tormenta,
Sin amparo ni guardián.
Iba en una canastilla
Oculta una criatura.
Que debía en lucha dura
Romper el cetro de Islam; (14)
Sobre las inquietas ondas
Del Paraná turbulento,
Combatida por el viento
^34 CRUZADA ARGENTINA
En el seno de un bajel,
Oculta va la esperanza
De todo un pueblo oprimido,
Y el salvador prometido
Que espera con ansia él.
Oculto va y comprimido
Un torrente de guerreros,
Que mañana en sus linderos
El bajel vomitará ;
Cual vomita el Cotopaxi
Cuando colmado rebosa,
La lava que tumultuosa
Hirviendo en su seno está.
Pero ay ! que también Pacheco
Por las márgenes ¿el río ,
Acechando va sombrío
La desmontada legión :
Y en ella fijos los ojos
Como el halcón en su presa,
Camina en pos y no cesa
De cbseñ'ar su dirección.
¡Pobre legión I sin caballos
Abandonada al acaso,
¿Do dirigirá su paso
Que no se lo impida él?
¿Cómo resistir el cheque
Do sus fuertes escuadre res.
Que en doblados escalones
Ocupan todo el lindel?
Oh. que horrible rara ellos
Sor dobia or. oso irstanio.
Por dotx^is y per doI.i:.:e
Cual lantasn^x aterrador,
v\ ntcn^plat á sv. ov.v:rÍ4;v^
CRUZADA ARGENTINA 235
Paso á paso ó de carrera,
Aparecerse doquiera
Con ceño amenazador!
Y mirar la quieta margen
De la orilla tan cercana,
Y en la llanura lejana
Libres los potros vagar ;
Y no poder en la orilla
Tocar la nave ligera,
Ni con su mano siquiera
Un potro de esos toillar !
Y ver el Sol cada tarde
Esconderse en Occidente,
Sin que dejara en su frente
La esperanza, que tal vez
Cuando asomara de nuevo
Los hallaría sin penas.
Combatiendo en las arenas
Del río que cárcel es !
Cómo bajar? preguntadlo
A esos jóvenes ardientes.
Que se lanzaron valientes
Del noble jefe á la voz;
Y en un día señalado
La trajeron á la orilla.
La numerosa tropilla
Que los salvó, vive Dios !
El Paraná los ha visto
En sus islas perfumadas.
Con sus grandes caballadas
Azotándose pasar.
Ocultándose en sus bosques
Al rayar la luz del día,
336 CRUZADA ARGENTINA
Y en pos de la noche umbría
Sus ondas atravesar.
El Paraná los ha visto
En sus aguas sumergidos,
Cansados, más no abatidos
Con las olas combatir.
Y cuanto más arrogante?
Pasaban por cima dellos,
Con más altivez sus cuellos
Ahogándose casi, erguir.
Loor y gloria á esos valientes!
Sin ellos nada podrían
Haber hecho. • . . morirían.. . .
Lavalle no se engañó.
Eran dignos descendientes
De la raza no domada.
Que en Sipc y Cancha Rayada
Sin desalentar cayó.
Ay de Pacheco ! ya suena
De su derrota la hora,
La legión libertadora
Caballadas tiene ya.
Y una división tan sólo
Por Lavalle acaudillada,
Se adelanta denodada,
Al Tala donde él está.
Ay de Pacheco! la noche
Entre su lóbrego manto,
Ocultará su quebranto
Su angustia y doler cruel:
Mas verá cuando el Sol nazca
En cada patricia frente,
Una corona esplendente
De siempre-viva y laurel!
CRUZADA ARGENTINA 237
VIII
CAÑADA DE LA PAJA
Bate el suelo, bufa y brama
El enlazado novillo,
Cuando acerado cuchillo
Le desgárrela veloz.
Y en el momento que el lazo
Le hace rodar por el suelo.
Aun quiere en su vano anhelo
Levantarse más feroz.
Así ese torpe gaucho
Que en Buenos-Aires impera.
Cuando una herida certera
Postrado le deja al fin.
Con bravatas y alaridos
Ardiendo en sed de venganza,
Relucha bajo la lanza
Del vencedor paladín.
Apenas supo el desastre
Que Pacheco había sufrido,
Como el Puma perseguido.
Cobarde un rugido dio;
Y allá en los Santos Lugares
De infanda memoria odiosa.
Con su mashorca alevosa
Sus fuerzas reconcentró.
Porque á lo lejos se vían
Flotar azules pendones,
Y de libres campeones
Inmensa hueste venir;
Cuya vanguardia triunfante
Sólo con alzar su espada.
De la Paja en la Cañada
Sus gavillas hizo huir.
238 CRUZADA ARGENTINA
IX
FRENTE A BUENOS AYRES
Ya están frente á Buenos Ayres ! . . .
Ya divisan majestuosas,
Sus blancas torres hermosas
Coronadas de una cruz :
Clavada la vista en ellas,
Latiendo el pecho de gozo,
Con indecible alborozo.
Con amorosa inquietud :
A su pupila asomando
Una lágrima furtiva,
Alzando la frente altiva
Y los brazos á la par.
La miran y de repente
Un grito hiende los aires:
Buenos Ayres! Buenos Ayres!
Buenos Ayres ! allí está !
Y todavía dudosos
E inciertos de lo que miran.
Los ojos en torno giran
Preguntándose á una voz :
— Es Buenos Ayres, no es cierto?
— Sí, responden: y en desmayo.
Van deteniendo el caballo
Para mirarla mejor.
Sí, proscriptos, es la misma
Buenos Ayres, el ensueño
De vuestra vida, el risueño.
Perdido Sol que buscáis!
El umbroso y fresco Oasis
De vuestro ingrato desierto.
El tranquilo, ansiado puerto
De vuestro irritado mar !
••
CRUZADA ARGENTINA 239
Es la misma Buenos Ayres
Que en otros días de gloria,
El ángel de la victoria
A su carro encadenó :
La que un día con su diestra
Arrebató á su tirano
Todo un mundo americano,
Y encima se lo arrojó!
Buenos Ayres, si, la misma
Patria de excelso renombre.
Que Luzbel trocado en hombre
Sorprendió dormida, y vil
Con los pendones y lauros
Que componían su lecho.
Le fué atando en lazo estrecho
Pies y manos sin sentir I
Allí está pero cubierta
De infamia, dolor y espanto.
Tragando su acerbo llanto
Arrodillada, allí está
Sólo espera veros cerca
Para alzarse furibunda,
Y con el pié su coyunda
A su verdugo lanzar I
Venid! venid! nadie puede
El paso impediros ora!
Piedad y perdón ya implora
De Rosas la chusma vil !
Venid ! venid ! azorado
El tigre mismo se esconde,
Y ansioso busca por donde
Podrá, sin ser visto, huir!
A ellos ! á toda brida.
Sable en mano, y á la carga!
Entre horrísona descarga
240 CRUZADA ARGENTINA
No deis á nadie cuartel !
Caigan en su sangre envueltos
El tirano y sus sicarios ;
Y pues son tan sanguinarios,
Con sangre apagad su sed!
Venid á romper los grillos
De un pueblo infeliz que os llama,
Y en su delirio derrama
Llanto de gozo, al mirar,
£1 alba tan suspirada
De su libertad, que el cielo
Burlándose de su anhelo
Retardaba sin piedad!
Venid ! que ya vuestros padres.
Vuestras espesas é hijos,
Con secretos regocijos
Celebran vuestra reunión :
Y desde lejos os abren
Sus brazos, que al peso ceden
De su cadena, y no pueden
Levantarse más, por Dios ! . . . .
Adelante ! . . . que radioso
El Sol que mañana alumbre,
Entre libre muchedumbre
Os sorprenda en las ciudad,
A la cincha de los potros
Por las calles arrastrando,
De su verdugo nefando
El cadáver infernal!
Mas,. , , qué idea pavorosa
Como ráfaga nocturna,
En hi frente taciturna
De Lavalle deslizó?
Por qué atnis sus ojos vuelve
CRUZADA ARGENTINA 24 1
Como incierto y receloso,
Y con brazo tembloroso
De pronto para el bridón?
Qué infausta idea maldita
Ofusca su pensamiento?'
Por qué con terrible acento
Tres veces repite : atrás ! ! I
Y sus fieles compañeros,
Entre airados y dudosos,
Vuelven el rostro llorosos
Para mirar la ciudad ;
La ciudad que se divisa
A tan pequeña distancia !
Oh ! miradla con el ansia
Con que celoso amador.
En el instante postrero
De dejar su cara amiga,
Vé á su lado otro que abriga
Por ella vivaz pasión!
Oh! miradla con el ansia
Con que al partirse del mundo,
Un anciano moribundo
A su hijo en la cuna vé I
Oh ! miradla bien, miradla
Hasta de vista perderla
Tal vez no volváis á verla,
A morir marcháis tal vez!....
HAZAÑAS DE LA MASHORCA
Y se fueron!.... y luctuosa
Envuelta en pálido velo.
Cuando esa tarde en el cielo
La luna mostró su faz.
Tan sólo encontró en el suelo
x6
242 CRUZADA ARGENTINA
La huella de sus corceles,
Y deshojados laureles
Tirados aquí y allá.
Y del crepúsculo errante
A la sombra y luz incierta,
De una mortaja cubierta
Y enorme cadena al pié,
Eñ el borde de una tumba
Recien, recien preparada.
Tristemente arrodillada
Doliente, bella mujer:
Y atrás, levantado el brazo
Armado con ancha daga.
Sayón fiero que la amaga.
Cercado de banda cruel
De famélicos lebreles.
Que esperando que la hiera.
En doble, apiñada hilera,
Ahullando están de placer,
Pero parece que teme
El asesino cobarde,
Que alguien acuda y resguarde
A su víctima infeliz ;
Pues temblando á cada instante
Ya de pavor, ya de enojos.
Inquieto vuelve los ojos
Al irla irritado á herir :
Y extendiendo sus miradas
Por la desierta llanura,
Presta el oído, y procura
A lo lejos distinguir
Los objetos, v el murmullo
Que hace el viento entre las hojas.
CRUZADA ARGENTINA 243
Preludiando las congojas
Del ángel que gime allí.
Mas de repente, seguro
Que nadie vendrá en su ayuda,
Con una sonrisa muda
Imposible de pintar,
Sobre ella se arroja, y rápido
Asiéndola del cabello,
Le pone el pié sobre el cuello,
Y le esconde su puñal,
Una, dos, tres, veinte veces
En el seno, que á raudales.
De sus fibras virginales
Deja escapar el humor;
Cual de una colmena henchida
La fragante miel se escapa.
Si pica un ave la capa
Que la ciñe en derredor.
Horrible! horrible! á los gritos
De su amo, los lebreles
Sobre el cadáver crueles
Se abalanzan á la vez.
Disputándose cuál de ellos
Beberá más diligente,
Toda la sangre que hirviente
De sus llagas brota él !
Horrible! horrible! á los gritos
De su amo, cuando apenas
Han bebido de sus venas
La postrera gota, en pos
Entre todos el cadáver
Se disputan con fiereza,
Y cada uno su presa
Muestra en los dientes, feroz!
244 CRUZADA ARGENTINA
Tal fué entonce tu destino,
Y tal tu maldita estrella,
Oh Buenos Ayres! tan bella
Como incauta é infeliz!
Libre de angustias el monstruo
Que te oprime omnipotente,
Determinó aunque inocente
Saciar su* rencor en tí.
Tú has visto á la luz del día
Una cuadrilla de vándalos.
Con inauditos escándalos
Tu recinto profanar;
Segando el cuello á tus hijos
Con sierras desafiladas,
Y de cintas adornadas
Sus cabezas pasear!
Tú has visto á la luz del día,
Manchada por esas fieras.
De tus hijas hechiceras
La pureza virginal.
Flor del aire delicada
Que el menor soplo consume,
Y que pierde su perfume
Con tocarla nada más.
Tú has visto correr la sangre
Por calles, templos y plazas,
Y sobre humeantes brasas
Vivos los hombres arder;
Y en torno volando el genio
Do la Inquisición tremenda,
Soltar carcajada horrenda
Al vor tu parodia cruel I
Tú has escuchado, espantoso,
Do los labios dol tirano,
CRUZADA ARGENTINA 245
Torpe anatema inhumano
De muerte y confiscación :
De esa ley, que condenada
Por ley humana y divina,
Hoy solamente domina
Donde hay despotismo atroz.
Tú has visto como animales
Las humanas criaturas,
Tiradas sin sepulturas
En un sucio muladar —
Y de noche su alma en pena,
Con gemidos lastimeros,
A los perdidos viajeros
Una tumba demandar!
Tú has visto, qué infamia! al huérfano,
Al inválido y mendigo.
Arrancados del abrigo
Que les dio la caridad.
Con férrea mano empujados
Al borde del precipicio.
Despeñados ay! del vicio
Hundirse en el lodazal !
Tú has visto el hogar manchado
De espionaje y dolo lleno,
Y de la esposa en el seno
TcmblaiiJo al esposo infiel!
Y el hermano dentro el pecho
Del hermano, fratricida.
Hundir el hierro homicida
Con diabólico placer!
Tú has visto ¡ oh pueblo ! y el labio
Tiembla al decirlo, tú has visto
A los ungidos de Cristo
Con sacrilega impiedad,
346 CRUZADA ARGENTINA
En SU cabeza bendita
Sentados en el banquillo,
Imprimirles el cuchillo
El sello de Satanás!
Tú has visto, en fin, cuánto crimen
En los antros infernales,
Atesora en sus raudales
La negra fuente del mal;
Dó ardiendo en llamas, ahullan
Y se tuercen los precitos,
Ahogados por los delitos
Que eterno su duelo harán
Y has inclinado la frente
Sin exhalar un gemido.
Ni aun cuando el hierro encendido
Resbalaba por tu sien:
Dó la Marca del gaucho
En señal de cautiverio,
Paia escarnio y vituperio
Sus letras dejó en la piel!
Y esas letras estampadas
En tu frente, noche y día
Turban tu paz y alegría
Reflejándose doquier.
Y ay! Buenos Aires, su huella
Sólo con sangre se borra,
Con sangre impura que corra
Pe tu misma hollada sien!
Pero ahora, desamparada
Y A merced de tu enemigo,
Sin protección, sin abrigo,
Cubierta do heridas mil,
A quien volverás los ojos?
Y qué mano bondadosa
CRUZADA ARGENTINA 247
Querrá enjugar afectuosa
Tu llanto, y luchar por tí?
Lavalle ! por qué te has ido ?
Por qué le has vuelto la espalda,
Y de flores la guirnalda
Que tejía y te iba á dar,
En espinas convertido ?. . . .
Por qué?.... mas silencio! el día
No ha llegado todavía
De absolver ó condenar.
XI
ASALTO Y TOMA DE SANTA FÉ
Con todo, por qué motivos
El jefe de la cruzada.
No siguió su marcha osada
Y en Buenos Ayres no entró ?
Por qué cuando fácil triunfo
La suerte le prometía.
Rompió el laurel que tenía
Ya en su mano, vencedor?
Misterio ! ninguno sabe
Cuál fuera el motivo cierto,
Ni el tiempo lo ha descubierto
Ni lo descubra quizá :
Que aunque López amagaba
De lejos su retaguardia,
No impedía á su vanguardia
En Buenos Ayres entrar. (15)
Cualquier que fuese el m(Jtivo,
Retrocedió persiguiendo
A López, que le iba huyendo,
Y que al fin se le escapó
En Santa Fé ; cuyo pueblo
248 CRUZADA ARGENTINA
Defendían desleales,
Argentinos y Orientales
Esclavos de un ciego error.
Traidores, pero valientes,
Confiaban en sus zanjones,
Sus infantes y cañones.
Su coraje y altivez :
Largo tiempo, palmo á palmo
Resistieron el embate
De los libres, y el combate
Tenaz y reñido fué.
Pero á la voz de Lavalle,
Bajo el mando de Iriarte,
Veterano que une al arte
La experiencia y el valor.
Despreciando la metralla
Sus fatigadas legiones,
Cargaron como leones
Entre el fuego del cañón.
Y al romperse la humareda
Que en torno las envolvía,
Como entre nube sombría
Sus alas b¿Ue el Cóndor,
Victoriosa flameando
Sobre enemiga cureña,
Clavada la azul enseña
De reponte apareció.
Roto el muro, tropa y jefes
Cuando maltrechos se vieron,
Al vencedor so rindieron
Kn vo.' do morir alli.
Quo más valo polcando
Con brio exhalar la vida.
CRUZADA ARGENTINA 249
Que recobrarla perdida
Por una causa tan vil !
Salud Iriarte ! os juro
Que en medio de tantos nombres
Cubiertos de fango, y hombres
Tan escasos de virtud,
Es muy grato hallar el nombre
De un patriota, que merece
La ovación que sólo ofrece
Al mérito mi laúd. (i6)
Más de una vez, cuando he visto
Marcado con negra nota,
El nombre de un compatriota,
Ó^de un amigo quizá,
Al tener que alzar el velo
Que su baldón encubría,
Mi mano se resistía
Porque al fin era Oriental.
Tan sólo la fortaleza
De mis santas convicciones,
Y las puras intenciones
De un corazón sin doblez,
Me han hecho decir severo
La verdad tal como era....
— Yo sé el pago que me espera —
Volvamos á Santa-Fé.
Triunfó Lavalle .... y no obstante,
La campaña y su demora
En la ciudad destructora
Sus caballadas postró: (17)
Mientras Rosas en Coronda
Todas sus fuerzas reunía,
Y á su cabeza ponía
A su seide más feroz.
350 CRUZADA ARGENTINA
XII
LA FRANCIA PACTA CON ROSAS
En estas circunstancias celebróse
Inicua convención, entre el tirano
Y diplómata vil, que vino ufano
El honor de la Francia á sustentar:
De esa potente Francia, que indignada
Oyendo de sus hijos los clamores,
Altanera envió sus defensores.
Cuenta de tanto agravio á demandar. ( i8 )
Inicua convención, que abandonados
Dejó el pueblo Uruguayo y Argentino,
Que se lanzaron por igual camino
En su poder confiando y su valor!
Inicuo convención, que maniatados
Entrególos al déspota inclemente!....
La maldición de Dios sobre tu frente
Caiga, Barón, con rayo vengador!
No ha sido, no, la Fiancia quien aleve
La causa de los libres traicionara,
Y el clamor de sus hijos olvidara,
Por un poco de incienso y de metal;
Eres tú, miserable, que has querido
Transformado vio Rosas en lacavo.
Amarrar A los pies de su caballo
Con tu bandera el águila imperial I
Maldito seas Barón! desquj tu nave
Aparocio fatídica en el Plata.
Siempre cnomii^a la tortura ingrata
Ni uva sonrisa Jo favor nos dio.
Paroco quo con olla vor<:a oculta
Comv^ atrás do la esfera or.vapcuda
El Jininiío quo el trio congelo. \ lo •
CRUZADA ARGENTINA 25 I
Los dos pueblos, Barón, que has traicionado,
Estranjero recuerdan que al fin eres,
Pero de aquellos ¡ah! que mercaderes,
Ó despreciables Sibaritas son !
No de esos estranjeros que leales
De su honor y deber la voz escuchan,
Y por la honra de su patria luchan
Con elevada mente y corazón !
Pero ay ! que tú no eres más que el hierro
Que dirige traidor, oculto brazo ;
El plomo matador que se abre paso
Al impulso de ajena voluntad ;
La cancerosa llaga que se cierra,
Y brota en otro lado aunque se corte ;
El comprimido elástico resorte
Que obedece al impulso que le dan ! (20)
Asimismo, Barón, es degradante,
(Mejor otra palabra aquí vendría)
Que un noble galo manche la hidalguía
Y el lustre de los nombres que heredó,
Por colgar de su pecho, recargado
Ya de cintas y cruces, otra nueva,
Y mirar sin piedad cómo se ceba
Su enemigo en los que el abandonó !
Bien puedes, oh Barón, volverte á Francia,
Y á GuizoT con albricias muy ufano.
El vil tratado que firmó tu mano.
Doblando la rodilla, presentar :
Puede ser que el Ministro, al estenderte
Su diestra para alzarte bondadoso,
Te haga saltar de un golpe, generoso.
Todas las gradas del excelso altar,
Que llama diplomacia el vulgo necio....
Y de pié, tú, arrogante, en su í ^ta cumbre,
252 * CRUZADA ARGENTINA
Fascines á la estulta muchedumbre,
Voceando palabrero desde allí;
Pero no faltará noble un acento
Que te desmienta, ni un pincel valiente
Que te dibuje en forma de jumento
Y á Rosas cabalgando sobre ti! (21)
XIII
QUEBRACHITO — SAN CALA — ACHA EN SAN JUAN
No desmayó Lavalle cuando supo
Esta infausta noticia: — era de aquellos *
Que habían visto los pálidos destellos
Del Sol de Vilcapugio y Moquehuá. (22)
Hombre de voluntad incontrastable.
De corazón magnánimo y robusto.
Incapaz de ceder al hado injusto
Por más que le abrumara sin piedad.
Todavía, terrible su estandarte.
Como al salir del bronce bala roja.
De Catamarca, Salta y la Rioja,
Hasta Corrientes^ Tacuman, Jujuy,
Agitando sus fajas brilladoras
De Libertad la hoguera reanimaba;
Mientras tanto que Córdoba se alzaba
Al grito tronador de Lamadrid.
Era dable vencer, si conseguía
Reunirse á Lamadrid, y sin tardanza
Con un golpe certero la esperanza
De su débil ejército alentar;
Que diezmado por áspera campaña,
Y falto de caballos, no podía
Contener el torrente que venía
Tras su huella bramando como un mar.
CRUZADA ARGENTINA • 253
Pero el Eterno juez, que impenetrable
Oculta en el misterio sus arcanos,
La causa protegió de los tiranos
Y su ruego infernal oyó esta vez.
Tremendo y justo Dios! en el desierto
Del triste Quebrachito, desperados.
Esos héroes por tí desamparados,
Cayeron con indómita altivez!
AHÍ por vez primera el renegado,
Merced á sus caballos alcanzara
Una fácil victoria, que muy cara
Más tarde le costó al Libertador.
Allí su negra estrella, al levantarse.
Lanzó en la obscuridad siniestro brillo.
Como al crujir la piedra en el rastrillo
Salta una chispa de mortal fulgor.
Y desde aquel instante, densa nube
Formada del vapor de la matanza,
Absorbiendo la luz de su esperanza
En los patricios corazones fué.
Como al sordo bramido del Pampero
Encrespándose el Plata en torbellino,
Despedaza y absorbe el frágil pino
Que en la onda envuelto reluchar se vé.
Así lo quiso el cielo ! . . . . una brillante
División que Vilela conducía,
Y un alta empresa realizar debía.
Fué sorprendida y rota en Sancalá.
AcHA — el heroico vencedor de Angaco —
Dó triunfó con un número seis veces
Menor que su enemigo, hasta las heces
El cáliz del dolor bebió en San Juanl
En vano con arrojo numantino
Tres días y tres noches, frente á frente
L-JT
254 CRUZADA ARGENTINA
De cuádruple falange, heroicamente,
Con su escogido tercio resistió.
Agotadas al fin sus municiones.
Cuando más resistencia era imposible,
Cual leal caballero, su invencible
Espada rompió allí, y capituló,
Pero ay ! más te valiera que entre ruinas
Sepultado quedases, oh Acha bravo!
Que mirar tu cabeza sobre el clavo
Como sangriendo lúgubre fanal.
Alumbrando á los tuyos su espantoso
Futuro, si caian cual caíste ....
Valiente campeón! porqué creíste
Las promesas de un siervo desleal?
Acaso nunca, nunca esos malvados
Respetaron la vida del patriota.
Que en la angustia y pavor de una derrota,
Con ellos so atrevió á capitular?
Acaso alguna vez han perdonado
Al rendido, al inerme, ni al caído?
Acaso alguna vez han comprendido
1:1 honor, — la virtud del militar? —
Asi lo quiso el cielo!.. . pocos días
Ocspuos do estos contrastes, en Famalla^
Hió Lavallf su última batalla
H infortunado sucumbió también.
Y por L\ vo.^ primera de su vida,
CoJionJo do sus ponas al exceso,
Oo tamaño i:ífortu:.:o bajo el peso
Sollo.Mndo incliuv^ su aliiva sien !
Toro aun on moJiv^ dol ar.iiustia liera
Quo su a!ma v coraron despedazaba,
F:uro todas su frcr.to descollaba
Con un sollo do audacia v maiestaJ.
CRUZADA ARGENTINA 255
El arcángel rebelde parecí i,
Cuando herido del rayo diamantino
Que le arrojaba Dios, contra el destino
Se alzaba con mayor tenacidad.
Tanto, tanto luchar! tantos desvelos,
Desengaños, quebrantos y reveses !
Tantas, tantas vigilias y escaseces !
Tanto acerbo y continuo padecer !
Y para qué, Dios mío? para luego
De tan ingrato afán, en un minuto,
Al ir á recogerlo, todo el fruto
En humo y polvo convertido ver!
XIV
RODEO DEL MEDIO — PASO DE LOS ANDES EN INVIERNO —
LLEGADA DE LOS FUGITIVOS Á CHILE
Así lo quiso el cielo!.... y para colmo
De dolor, desaliento, y desventura.
Del Rodeo del Medio en la llanura
Su esperanza postrera se apagó.
Lamadrid, que tenía numeroso
Todavía un ejército aguerrido.
Cinco días después, allí vencido.
Cual centella veloz, despareció.
Entre los pliegues húmedos del manto
Que flota de los Andes en la espalda,
Y corona cual pálida guirnalda
Las montañas que se alzan á sus pies :
Entre el mar de neblina, que á torrentes
En ondas de zafir, azul y plata.
De su nevada cumbre se desata
Y en nubes convertido cae después.
Seguido de un puñado de valientes.
Lanzóse á atravesar la Cordillera
256 CRUZADA ARGENTINA
En el mes de Septiembre, cuando era
El frío más intenso y matador:
Cuando el invierno en su miyor crueza
Cristalizando el aterido suelo,
Alevoso encubría bajo el hielo
La senda del camino al viajador. ( 23 )
En vaco por doquier aterradora,
De sempiterna nieve inmensa faja,
Amagaba cual fúnebre mortaja.
Tragarlos en su paso, al ronco son,
Con que el sonante casco de los potros
En la escarcha sus huellas imprimía . . . .
La nieve, aunque glacial, se derretía
Al calor de su ardiente corazón !
Adelante ! decían, y á este grito
La atmósfera en redor se caldeaba,
Y la sangre en sus venas circulaba,
Y volvía su pecho á palpitar.
Adelante! decían: y sublime.
Disipando la niebla aparecía
La Argentina bandera, que se vía
De cima en cima, rápida ondear.
La catarata con su voz de trueno.
Con su áspero bramido los torrentes,
Con su rumor las simas y vertientes.
Con su lava el volcan atronador.
Saludándola en coro, con terrible
Y salvaje armonía estrepitosa.
Callaban á una voz cuando radiosa '
La miraban pasar, mientra el Cóndor,
Sus resonantes alas sacudiendo,
Cual si le hiriese repentino rayo,
Abatia su vuelo con desmayo,
Sobre el pie. cho de glacial peñón,
CRUZADA ARGENTINA 257
Y SUS fulmíneos ojos enclavando
En el Sol que en la enseña relucía,
Con un clamor inmenso la seguía
Del blanquecino espacio en la extensión. (24)
Y ellos siempre adelante, y adelante!
Siempre adelante con ardiente anhelo,
Resbalando cual témpanos de hielo,
Que furioso desprende el vendabal,
De la cúspide azul del Illimániy
Cuando el rayo que pasa de carrera,
Va imprimiendo en su nivea cabellera
Sus fulminantes garras de metal.
Unos rodaban desde el alta cumbre
Hasta el borde rugiente del abismo,
Y en su postrer, horrible parasismo,
Con sus trémulas manos, al caer.
En las grietas del hielo, ansiosamente
Suspensos un momento aparecían,
Y luego, dando un grito, se veían
Al fondo del abismo descender!
Otros rendidos, sin aliento casi.
Postrados por el hambre, por el frío,
Por las marchas continuas y el impío
Soplo del huracán abrasador.
Paraban el corcel, y reclinando
La cabeza en su cuello, — su bandera
Que se alejaba, — por la vez postrera
Contemplaban con íntimo dolor!
Hasta que yerta mano por sus miembros
Cual serpeador reptil se deslizaba,
Y sus nublados párpados cerraba,
Y oprimía convulsa el corazón.
Hasta que helados, como estatuas mudas
Que un manto de verdura encubre leve,
17
258 CRUZADA ARGENTINA
Sepultados quedaban en la nieve,
O arrogantes encima del bridón!
Y siempre, siempre airado el enemigo
Siguiendo sus pisadas incansable,
Y rompiendo la nieve con el sable
Para sacar sus víctimas de allí :
Y en seguida, la punta del acero
Enclavando en su pecho inofensivo.
Deleitarse en las ansias del que vivo
Conoce, al despertar, que va á morir! (25)
Pero no siempre, no, los miserable3
Impunemente en sangre se bañaron.
Más de una vez cobardes, bien pagaron.
Huyendo ante los libres, su crueldad.
Antes los libres, sí, que apena oían
Los ayes de una víctima ó sus preces.
Aunque inferior en número cien veces.
Sobre la esclava grey, sin vacilar.
Ni contar cuantos eran, lanza en ristre
Valientes se venían paso á paso,
Y al vigoroso empuje de su brazo.
Los hacían rodar en confusión
Hasta la falda misma de los montes ;
Que absortos contemplaban, en su frente.
La humareda y la niebla de repente
Disipar fulgurante radiación.
Y el genio de la inmensa Cordillera
Sobre nube flamígera, arrojando
Centellas de sus ojos, que tornando —
— Se iban en coronas de laurel:
Y en llameante círculo bajando
Hasta la sien de los proscriptos luego,
Con su aliento, en atmósfera de fuego,
Envolver al guerrero y al corcel!
CRUZADA ARGENTINA 259
Valerosos proscriptos ! en los Andes,
Teñida en vuestra sangre, habéis escrito
Con vuestra espada en moles de granito,
Gigantesca una página inmortal;
Que en Ígneas letras en su cumbre un día
Mirarán vuestros nietos palpitantes,
Cual vio las tablas de su ley radiantes
El pueblo hebreo en Sinaí brillar.
Al fin tras penas tantas, un Sol puro
Rompió las densas nubes, y sereno
Entre las tajas del pendón chileno
Con tibio rayo vuestra sien cubrió.
América os aplaude y dice absorta:
«Modelos de constancia y fortaleza,
«Levantad con orgullo la cabeza,
«Alta, muy alta, que os bendigo yo!»
Y vosotros, que menos venturosos.
Perdidos bajo el hielo habéis quedado.
Digna tumba, por cierto, habéis hallado
Do están nuestros mayores y estarán;
Hasta que al eco de final trompeta.
Chocando con la tierra el firmamento.
Crujirá de los Andes el cimiento
Y juntos vuestros huesos rodarán.
Acaso á los destellos de la Luna,
En medio de la noche, silenciosas
Se encuentren vuestras sombras, y anhelosas
Se abrazarán con júbilo y amor.
Acaso cuando el Sol se hunda en las olas.
Arrodillados todos en la altura
De gigante montaña, con fé pura.
Rogareis por la patria al Hacedor.
Acaso cuando estalle la tormenta.
En alas de los vientos, hasta el llano,
26o CRUZADA ARGENTINA
Con la bandera azul en vuestra mano,
En dobladas hileras bajareis.
Y en coro vengador al estallido
Del alcázar del mal que se desploma,
En torno al pueblo que el tirano doma
Vuestro himno triunfal entonareis! (26)
Dormid en paz en tanto! — que radioso
Cada vez que aparezca el Sol de Mayo,
De su preclara lumbre ardiente rayo
Desgarrando la niebla y el capuz
De nieve que os circunda, majestuosa,
Por un ángel guardada, en el camino
Mostrará vuestra tumba al peregrino,
Entre aureola de celeste cruz! ( 27)
XV
POR NO TRILLADA SENDA
La atmósfera se enrarece
Deten, oh Musa tu vuelo.
Pues temo con mengua al suelo
Despeñado descender.
Bajemos de la montaña
Que brillante nos fascina,
Y la llanura vecina
Ven conmigo á recorrer.
¿No recuerdas que dejamos
A los libres en Famalla,
Perdida ya la batalla.
Casi á tiro de íusil
Perseguidos por la chusma.
Que en torno de ellos cruenta
Se lanzaba como hambrienta
Loba en torno del redil?
No recuerdas que perdimos
Por un instante su huella,
CRUZADA ARGENTINA 201
Deslumbrados por aquella
Que hasta el Ande nos llevó?
No recuerdas nue entre ellos
Iba también aquel hombre,
Que esta epopeya en su nombre,
Al sucumbir, concretó?
Ven, oh musa! mi esperanza.
No traidora me abandones ;
Y á las más altas regiones
Con tu ayuda treparé.
Yo miro un Sol que naciente
Mi joven sien abrillanta
Ven! y estamparé mi planta
Donde nadie ha puesto el pié! (28)
XVI
EN JUJUY
Es alta noche furioso
Desatado el viento ruge,
Y tumba con fiero empuje
La Palma, el Copal y Ombú,
No cruza la Luna el cielo
En su carro de alabastro.
Ni brilla perdido un astro
Entre su lóbrego tul.
Negras nubes, agrupadas
Por el tempestuoso aliento
De la noche, el firmamento
Circundan en rebelión,
Como lápida mortuoria
Sobre un túmulo clavada.
Que oculta á su presa helada
La luz que derrama el Sol.
A veces, en pos del trueno.
Un relámpago indeciso
363 CRUZADA ARGENTINA
Viene á rasgar de improviso
La impalpable oscuridad;
Y esas nubes agrupadas,
Cuando el relámpago brilla,
Entre una faja amarilla
Se ven convulsas girar.
A lo lejos, furibundo
Levanta su frente el río.
Como Bisonte bravio
Que oculto enemigo hirió.
Y con fúnebres bramidos
Estendiéndose en la playa,
Se azota contra la valla
Que opuso á su furia. Dios.
Y su estruendo se confunde
Con el pavoroso ahuUido
De los canes, y el silbido
Del huracán tronador;
Que tumba, rompe, deshace
Cuanto se opone á su vuelo,
Y deja yermado el suelo
Bajo su planta veloz
Es una noche de invierno
Nebulosa, opaca, fría,
Que al corazón desafía
Con su oscuridad sin fin:
Una noche sin estrellas,
De incertidumbre y espanto.
Que estiende su negro manto
Sobre el pueblo de J tijuy.
En una casa de campo
De miserable apariencia.
Reunidos en conferencia
CRUZADA ARGENTINA 263
Algunos hombres se ven,
Y en una pieza inmediata
Absorto en la misma idea,
Silencioso se pasea
Desde una á otra pared.
Un hombre, cuyas palabras
Revelan de cuando en cuando.
La angustia con que luchando
Su indómito pecho está.
Noble es su porte, altanera
La expresión de su semblante,
Su mirada centellante.
Débil su cuerpo, y audaz
El alma que en él se esconde ;
Cuyo brío y fortaleza
Se trasluce en la pureza,
En el atrayente imán.
Con que brillan azulados
Sus ojos, mientras ligera
Cae su rubia cabellera
En ondas sobre su faz.
Camina, vuelve, se para.
Interrógase, suspira,
Se oprime la frente y gira
Sus ojos en derredor.
La tormenta que bramando
Sobre las nubes resbala,
De sus ideas no iguala
El caos y la confusión.
Quién es? — silencio! escuchemos
I os fugitivos acentos.
Que sus labios por momentos
Dejan escapar tal vez.
1..' ■•j-^^M. .Al
204 CRUZADA ARGENTINA
Sin* que os diga yo su nombre
Lo revele su lenguaje,
Y en su indomable coraje
Un héroe conoceréis.
XVII
ÚLTIMA MEDITACIÓN
— ¡Qué bello fué el instante en que á mi acento
El Argentino pueblo levantóse,
Cual desbordado mar que turbulento
De repente sus lindes traspasó !
Qué bello fué el instante en que bramando
Se azotó contra el dique poderoso,
Qué le opuso el tirano, y más furioso
Para tragarlo su garganta abrió! (29)
De ardoroso entusiasmo el alma llena,
En aquellos instantes, ese pueblo.
Era un león que rompe su cadena,
Y al que le ultraja se abalanza ya!
Era un potro salvaje que revienta
El primer lazo que su cuello oprime,
Y galopando con ardor sublime,
A todo escape por el campo va !
La traición de unos pocos, el descuido
E inercia de otros pocos, y el infame
Egoísmo de tantos, han hundido
En el polvo su frente de titán.
El robusto león cayó de nuevo
En alevosa red: siente la espuela
El potro antes salvaje, y ya no vuela
Con la velocidad del huracán !
Ha de llegar un día en que severa
Nuestra futura historia, al mundo muestre
Sus nombres y sus hechos justiciera,
CRUZADA ARGENTINA 265
Marcados con un sello de baldón. (30)
Y acaso antes que ella, el mismo pueblo
. Que traicionaron con vileza tanta,
Les pida estrecha cuenta, y con su planta
Les arroje un sudario en expiación !
Pobre pueblo ! con bríos de gigante
Luchó y volvió á luchar, hasta que exhausto
Sin soltar el acero, agonizante,
De rodillas cayó luchando aún.
Mas doquiera que el Sol mostró su frente
Por toda la República Argentina,
En el llano, en la sierra, en la colina.
Doquier guerreros encontró su luz !
Doquier su ardiente rayo fué á estrellarse
En la punta fulmínea de sus lanzas,-
Y doquier convertido, al reflejarse.
En aureola de su heroica sien.
En victoria ó derrota, siempre digno
El hijo primogénito de Mayo,
Ni marchitó sus lauros, ni en desmayo.
Cobarde le encontró ningún vaivén.
Vencedor ó vencido, con erguida
Frente y robusto brazo él ha buscado,
En la extensión de tierra comprendida
Entre el Plata y el Andes, nada más,
Que la hora y el sitio en que debía
Levantarse triunfante, ó caer sangriento.
Con su muerte sellando el juramento
De morir ó su patria libertar ! (31)
Y todo se ha perdido ! .... y ese pueblo
Ha visto en espantoso parasismo,
Al irla á detener, en un abismo
Su despeñada Libertad rodar.
Mas no dirá ninguno, que menguado
266 CRUZADA ARGENTINA
No ha hecho cuanto hacer era posible,
Que si no vencedor, si no invencible,
Heroico^ sin querer, le llamará.
Y lo merece bien ! . . . . mirad ! . . . chocados
Del viento bramador, sin sepultura.
Blanqueando sus huesos la llanura
Y las cuchillas de la frente al pié,
Cuando su manto de verdura y flores
Entreabre frenético el Pampero,
Brillan marcando el hórrido sendero
Por do ese pueblo de espartanos fué !
Cuántos, cuántos patriotas, cuántos bravos
Sin lápida ni cruz! cuántos laureles
Al nacer deshojados ! y donceles
Tan ricos de esperanza y porvenir,
Tan jóvenes, y muertos!.... Mano impía
Cortarles quiso las altivas alas,
Y ellos su vuelo alzando entre las balas
Se fueron á otro mundo más feliz !
0\\ patria! patria amada! si volvieses
I'^o nuevo á destrozar tus eslabones.
Si al rugir on tu oído los cañones
Hosportaros Jol sueño sepulcral ;
Al fronte de tus hiios me verías
nesoondionJo otn» vez á la palestra,
v\m\ la bandoia a/ul on la siniosira
Y on la diostiM la espada, batallar.
CRUZADA ARGENTINA 267
Que sofoca tu voz y te condena
Á perpetuo quebranto y deshonor!
Acaso no es un sueño de mi mente,
Acaso no está lejos ese día
Corrientes la indomable, todavía
No ha doblado al tirano la cerviz.
Profética una voz dentro del pecho
Me anuncia que la aurora está cercana,
En que mi patria grande y soberana
Del Plata vuelva á ser la Emperatriz!
Oh ! sí, ella ha de alzarse ! y yo he dé verla.
Poniendo al fin el pié con ira santa
De su infame opresor en la garganta,
De la victoria el himno levantar
Sobre un cadáver como allá en los Andes
Al romperse su velo nebuloso,
He visto al astro-rey esplendoroso
Reclinado en su cúspide, asomar!
Y si es inútil todo, si por siempre
Debe llorar en cautiverio impío
Presa sólo de imbéciles. Dios mío!
Arráncame la vida de una vez !
Si una víctima falta, si mi brazo
Para nada ya sirve, sé clemente,
Lánzame un rayo que al abrir mi frente.
Una tumba también abra á mis pies!
Venga la muerte ya, venga con ella
La expiación de (32)
XVI II
LA BALA ANÓNIMA
Aun no había concluido
Esta frase postrimera,
Y como si oído hubiera
El cielo su petición.
268 CRUZADA ARGENTINA
Con rumor amenazante,
Se estremeció el firmamento,
Y con ímpetu violento,
Como huyendo en dispersión ;
De veloces parejeros
Se oyó el galope cercano,
Cual si de repente el llano
Los vomitase en trojel;
Y al mismo tiempo que un rayo
Las nubes despedazaba,
"El plomo en redor silbaba
Confundiéndose con él.
Alzó el héroe la cabeza,
Y con sublime mirada.
Hacia el puño de la espada
La fuerte diestra llevó.
Pero antes que la sacara
El plomo le hirió inhumano,
Y con la trémula mano
El corazón se apretó.
— Muerto soy ! . . . . mi patria .... hermanos,
Adelante ! . . . . dijo : y yerto
Cayó en el suelo, entreabierto
Por ancha herida mortal
Su noble pecho ; por donde
Apenas pudo radiante.
Escaparse de un gigante
El ánima colosal!
Al ruido de la descarga.
Llenos de angustia, ligeros,
A un tiempo sus compañeros
Traspasaron el dintel.
Con la rapidez pasmosa
Que nos presta el sentimiento.
CRUZADA ARGENTINA 269
Cuando algún presentimiento
Vierte en el alma su hiél.
Y al ver en tierra sangriento
A su capitán querido,
Acorde, ronco gemido
Imposible de expresar,
Vagó en sus labios ; y el llanto
Escapóse de sus ojos,
Y á un tiempo todos de hinojos
Cayeron lanzando un ay !
Lavalle ! Lavalle ! sólo
Entre quejidos se oía,
Y Lavalle ! repetía
El eco con sorda voz.
Mientras ellos escondiendo
En sus palmas la cabeza,
Para calmar su tristeza
Rogaban por él á Dios.
Era sublime espectáculo
Mirar allí arrodillados
Tantos valientes soldados
En torno á su capitán ;
Sofocando sus gemidos
Y vertiendo gota á gota,
El llanto que el alma brota
En su postrimero afán.
Y era sublime por cierto
Al fulgor de las centellas,
Tan pálidos como ellas
Y tétricos á la vez.
Ver sus rostros varoniles
Inmóviles, yertos, mudos,
Allí, de orgullo desnudos.
Inclinados ante él.
ayo CRUZADA ARGENTINA
Hasta que el astro fecundo
Que luz y vida derrama,
Su primer, naciente llama
Vino humilde á reflejar,
En la sien del mártir santo
Que postrado en medio dellos,
Parecía á sus destellos
Nueva vida recobrar.
Y es fama que entonce un ángel
Bajó del excelso coro,
Y con sus alas de oro
Llorando le cobijó :
Y que su llanto divino
Cayendo sobre su frente,
En guirnalda refuljente
De estrellas se convirtió
XIX
DEFENSA DEL C\DÁ\TER DE LAVALLE
¿Quiénes son esos que en el linde estrecho
Que divide su patria del ajena.
Con sangre hi^^'iente del rasgado pecho
Marcando el rastro de su huella van?
Quiénes son esos héroes, que si miran
Redobladas cohortes de enemigos,
Las cargan y deshacen, ó allí espiran
Antes que huir ó la cerv^iz doblar?
¿Qué osporar.ra, qué anhelo todavía
Su indv^:ni:o valvar de nuevo enciende.
Cuando agv^biadv^s por la suerte impía
N .1,1.1 •\«».\ ^,N*> Vn í ^.XW C«*^ "\ *•> -\«-«^'
Baiv^ sangr:on:o Li::gv\ >u rauia.
CoiUv^ uu too en las u:anos del verdugo.
Nada escucha u: vé en su trenes:?
CRUZADA ARGENTINA 27 1
Quiénes son esos héroes, que no pueden
Sus contrarios vencer, aunque su número
Tan reducido es, y que no ceden
Al hambre, la fatiga, ni la sed? —
— Soldados de La valle; americanos.
Dignos hijos de aquellos que otro tiempo,
A debelar soberbios castellanos
Por esta misma senda iban con él.
Soldados de Lavalle, que defienden
Su insepulto cadáver de la rabia
De los viles sicarios que pretenden
Su caníbal rencor en él saciar,
Y á la voz del caribe que los guía.
Cual rastreadores canes van furiosos
Husmeando la tierra noche y día.
Sin descanso, sin tregua, ni solaz.
Su cabeza les pide el miserable.
Para tener el gusto de mirarla
En su mano y cual joya inapreciable
A su amo brindársela después !
Para estampar su planta maldecida
Sobre su noble frente, que aunque helada.
Le parece que se alza, y más erguida
Le provoca al combate con desden.
Y entonce, con diabólico alarido.
Azorado y frenético les grita :
« Traedme su cabeza, y un crecido
» Premio al que me la traiga le daré !
» Su cabeza, yo quiero, su cabeza,
» Su cabeza ! buscadla en todas partes,
» Y si el polvo la cubre de la huesa
» Arrancadla y traédmela .... corred ! »
Espectáculo bello al par que horrendo,
Que levanta el espíritu y lo abate !
272 CRUZADA ARGENTINA
Los restos de un cadáver persiguiendo
Todo, todo un ejército gran Dios!
Y un puñado de héroes, con su brazo,
Conteniendo el torrente de bandidos.
Que en forma de herradura, viene el paso
A cortarles, en rauda evolacion !
Y para dar un túmulo á los huesos,
Y salvar la cabeza de su jefe,
Y aun más allá de la existencia, ilesos
Los timbres de su gloria conservar,
A los golpes del sable ó la metralla
Agolpándose en torno del cadáver.
Con su pecho formarle una muralla
Y su cabeza por la suya dar!
Indignada sin duda el alma fuerte
Del héroe que miraba su heroísmo,
Abandonando la materia inerte
Un asilo buscó en su corazón
Y era ella sin duda quien potente
Su varonil espíritu alentaba,
Y vertía en sus venas el ardiente
Sobrehumano volcan de su valor.
Era ella sola, sí, quien reanimaba
Su desmayado ardor, cuando terrible,
Innumerable hueste los cercaba
Y á degüello doblaba el atambor:
Porque entonce con ímpetu más fiero,
En medio do las lanzas y las balas.
Dejando allí de sangre ancho reguero,
Pero el cadáver de su jefe, no:
Ellos paso so abrían» cual tremenda
Bomba inflamada v^uo los aires cruza:
Y palmo a palniv^ on hórrida contienda
Iban terreno conquistando asi.
CRUZADA ARGENTINA 273
Y así fueron trepando hasta el altura
Donde Bolivia les abrió sus brazos,
Y una honrosa, aunque humilde sepultura
Supo dar á su antiguo paladín.
Y en vano á roncos gritos, lanza en mano.
Cruzando sus fronteras á galope,
La enhambrecida chusma del tirano
Vino su ansiada presa á reclamar:
El pueblo Boliviano, que robusto
Abriga un corazón americano.
Desenvainó su espada y con adusto
Semblante airado respondióle : atrás !
Y un soldado y amigo del guerrero.
Con ejemplar constancia consagróse
A velar sus despojos., y sincero
Cual su cuerpo su tumba defender.
Noble y leal Mancilla, si adornara
La diadema imperial mi altiva frente,
Humilde yo en tu cruz la colocara
Como aureola de tu nombre fiel !
La historia americana ya ha grabado,
Con buril diamantino en áureas hojas,
Este cuadro sublime, iluminado
Por el Sol de otro tiempo más feliz :
Por ese Sol espléndido, que ahora
Velado entre las nubes, sólo brilla
Cuando vé flameando triunfadora
La bandera de Mayo en torpe lid.
Cuando vé que sus hijos en cadenas.
Luchando cual sus padres, las quebrantan ;
Y que la sangre de sus rotas venas
Es cual la sangre de Ochocientos-diez. (33)
Cuando al tocar en el ocaso, vuelve
Su disco, y mira súbito .... qué mira?
z8
a74 CRUZADA ARGENTINA
Que rompe la mortaja que lo envuelve,
Y asoma inquieto su radiante sien ?
— Espartanos en alma y en nobleza,
Nuevos Leónidas en arrojo y bríos,
Que en el lauro que ciñe su cabeza,
Rica herencia á sus nietos legarán
Y al mundo americano Entre sus glorias
No mostrará la Europa una más alta;
Yo he leído con ansia sus historias,
É ignoro, si la tiene, donde está ( 34 )
XX
HIMNO AL MÁRTIR
Duerme, duerme, Lavalle, descansa!
Duerme, en paz en la tumba extranjera!
Si tu estrella apagóse en la esfera
Nuevo un Sol ocupó su lugar:
Y sus rayos, cual lluvia de oro.
Tus cenizas buscando en el suelo,
Las envuelven con fúlgido velo
Que de noche se mira ondear.
Duerme en paz, oh Lavalle, y te sea
Blanda y leve la tierra, entretanto
Rasga el iris el fúnebre manto
Que hoy enluta la bóveda azul.
Ahora silban los rayos, furiosas
En las rocas las ondas se estrellan,
Y las nubes en pos se atropellan
Confundiendo la sombra v la luz.
Ya tu espíritu ardiente en las alas
De la fe y la esperanza, ligero.
Como nube que lleva el Pampero,
Vuela, vuela hasta el trono Je Dios.
¿Por qué vuelves contino el semblante
CRUZADA ARGENTINA 275
Para ver á tu patria querida,
Y una gota de llanto encendida
Retemblando lo cruza veloz?
¿Es que sientes dejar solitarios
En extraña región tus despojos,
Y dos veces proscripto, los ojos
A la patria por última vez,
Triste vuelves y ansioso, temiendo
Que te olvide voluble ó ingrata,
Y muy lejos, muy lejos del Plata
Vague inquieta tu sombra después?
No Lavalle! si tal sucediere.
De tus huesos al oir los lamentos.
Convertidos en polvo los vientos
Los traerían bramando hasta aquí.
Y ese polvo cayendo en las flores.
En sus hojas de nácar, sombría.
Con tu nombre una cruz grabaría
Demandando expiación para til
Pero no! que al guerrero que noble
Por la patria sucumbe esforzado.
Como al genio infeliz que ignorado,
Largo tiempo su afán devoró ;
Bello un día les guarda el destino
En que el mundo que vil los humilla,
Viene humilde á doblar la rodilla
A.nte el numen que ayer ultrajó!
•
Para ellos entonces el himno
Que las cuerdas del harpa dilata!
Para ellos la luz que arrebata
Oscilando en el lienzo el pincel!
Para ellos los rasgos sublimes
Que en el mármol, la plata y el bronce,
276 CRUZADA ARGENTINA
Con radiosos destellos entonce,
Va inspirado grabando el cincel !
Oh Lavalle! descansa, muy pronto
Romperá la tormenta su velo,
Y á buscarte ya irán sin recelo
Tus amigos en marcha triunfal: (35)
Y de hinojos la patria Argentina
Con respeto y dolor, taciturna.
De sus manos tomando la urna
Que contenga tu polvo inmortal ;
En el templo do están las cenizas
De Castelli, Balcarce, Belgrano, (36)
A ponerlas irá con su mano
Y á regarías con óleo de paz.
Y en tu honor, á lo lejos, mil vivas
Con el parche y cañón retumbando,
Al Tedeum confundidos, vibrando
Por los aires con júbilo oirás.
Y de pié, gigantesca tu sombra.
Bajo un palio de seis pabellones, (37)
Rodeada por los campeones
Que á tu lado supieron morir.
Del altar, en la cúpula, rápida.
Como idea que al bardo ilumina.
Con guirnalda de luz peregrina
Se verá de repente surgir.
Y del coro celeste, armoniosa
De los hombres uniéndose al coro.
Tu apoteosis en lira de oro
Así entonce una voz cantará :
« Noble mártir! la patria sin grillos,
» Tu heroismo y tesón remunera,
» Mira el sol de tu gloria en la esfera,
» Cuan brillante al cénit trepa ya! :> (38)
CRUZADA ARGENTINA 2^^
XXI
HORIZONTES SOMBRÍOS — NOBLE EJEMPLO — LOS PROSCRIPTOS.
Todo, todo perdióse tumultuosos
Desatados los vientos rebramaron,
Y en la Argentina patria sofocaron
De nuevo, al renacer, su Libertad :
Y las flores más bellas de la bella
Guirnalda que ceñía su alta frente,
Sobre sus negras alas sordamente
Tronando se llevó la tempestad.
Pobres errantes flores ! impelidas
Del huracán veloz, en su carrera.
Buscando luz y aire, en extranjera
Playa han caído para más dolor ;
Y pronto han conocido que la tierra
Quemada y yerma por un Sol dé fuego,
En vez de darles fecundante riego.
Iba á secarlas con estivo ardor.
Y ya muchas, ya muchas han perdido
El carmín que á otras flores arrebola.
Ya de muchas la vivida corola.
Se ha cubieito de fúnebre matiz.
Y no las veis aún así abatidas
Cuando el viento contra ellas se desata,
Levantar en las márgenes del Plata,
ó más allá del Andes, la cerviz? (39)
No las veis donde quiera sobre el tallo
Irse doblando pálidas y yertas,
Y só espinas y abrojos encubiertas
Devorarlas gusano roedor?
Así á la erguida palma que algún tiempo
Dióle sombra y abrigo protectora.
ayS CRUZADA argentina
Sofoca entre sus brazos y devora
La parásita hiedra en su esplendor.
Yo no soy Argentino, pero noble
Dentro el pecho un corazón abrigo
Sin doblez ni falsía, que enemigo
Es de toda pasión rastrera y vil.
Escribo lo que siento, no me importa
El desden de unos pocos ni me espanta,
Y mientras tenga voz en la garganta
Por adular á nadie he de mentir !
Soy Oriental, es cierto, pero antes
Americano soy; todos aquellos,
Cuya sien abrillantan los destellos
Del Sol del Inca, mis hermanos son.
Son mis hermanos todos, y sus penas.
Su gozo, su desdicha ó su fortuna.
Las fibras de mi pecho una por una
Sacuden con acorde vibración.
Y entre todos los pueblos que ensangrientan
El despotismo y libertad en lucha.
Do el pensamiento con el sable lucha,
Que hiende el cráneo vencedor al fin;
Ninguno me ha inspirado tan ardiente
Generoso entusiasmo y simpatía.
Como ese heroico pueblo que fué un día
De todo un mundo el fuerte paladín.
Yo he seguido su marcha triunfadora,
Y le he visto gigante en su camino.
Empujando adelante su destino
Tres siglos en un día recorrer.
Y le he visto en seguida, poseído
De vértigo espantoso, de repente
Entreabrirse la tierra, y febriciente
A un abismo sin fondo descender.
CRUZADA ARGENTINA 279
Mi mente de poeta revolando
De un Pasado tan bello hasta el Presente^
De virgen poesía rica fuente
Tras ese mar de gloria sorprendió.
Y allí abatió sus alas, que encendidas
En la luz que sus ondas despidieron,
En la región etérea se perdieron
Como águila real que un dardo hirió.
Con vista escrutadora he recorrido
De su moderna historia los anales,
Y al lado de los héroes Orientales
Siempre los héroes Argentinos vi.
Combatiendo reunidos, escribiendo
Con su sangre mezclada, una sublime
Página eterna que la gloria imprime
Con brillantinas letras de rubí.
Y al ver el infortunio que hoy terrible
Llena sus almas de aflicción y luto,
He querido pagarles mi tributo
En estos versos, gotas de dolor;
Si ineficaces son, si ellas no pueden
En su pecho verter consuelo y calma.
Son sinceras al menos, y del alma
Las arranca punzante torcedor.
No se mentir aún ; pura mi frente.
Puro mi labio está, puro mi pecho,
Y de vergüenza aún, nadie me ha hecho
La vista al suelo, trémulo bajar.
El hálito del mundo, las primeras
Impresiones del hombre y sus engaños.
No han podido manchar mis veinte años,
Ni sus nobles instintos apagar.
Vosotros lo sabéis, oh generosos
Amigos, que las cuerdas de mi lira.
28o CRUZADA ARGENTINA
Cuando mi voz desfalleciente espira
Hacéis con vuestro aplauso resonar.
Alsina, Mitre, Alberdi, Pico, Mármol,
Iriarte, Sarmiento, Echeverría (40)
Vosotros lo sabéis, y acaso un día
Lo iréis sobre mi tumba á recordar.
No es fría compasión la que me inspira
Vuestro amargo infortunio, es un recelo,
Es un vago pesar, un desconsuelo
Que yo mismo no alcanzo á comprender.
Presentimiento lúgubre que á veces
En mi frente tristísimo resbala,
Como el suspiro que de pronto exhala
El corazón en medio del placer !
Tal vez mañana bárbaro destino
Sobre mi Patria su rigor desate,
Y envueltos en el humo del combate,
ó en redes alevosas de traición.
Sus defensores caigan ; y ese tigre
Que ha tres años hambriento nos acecha,
Para salvar los muros, ancha brecha
Encuentre sin abrirla su cañón! (41)
Quizá mañana mismo entre repiques,
Entre música y vivas y algazara.
En medio á la ciudad, que al fin domara
Venga á clavar su lábaro triunfal.
Y siniestra una voz, cual sordo trueno.
Confundiendo Jos viles homenajes.
Con el grito de ¡ j mueran los salvajes ! ! (42)
¡ ¡ ¡ Viva Rosas ! ! ! repita funeral.
Entonce cuál sería de tus hijos
La suerte, oh infeliz Montevideo !
Cuando ebria de sangre, de saqueo
Y de brutal lascivia, en rebelión.
CRUZADA ARGENTINA 281
Desenfrenada chusma á todo escape
Cruzara por tus calles, agitando
Ensangrentadas lanzas, y arbolando
Cabezas de patriotas por pendón?
¿Cuál sería la suerte de los buenos
Orientales? de aquellos que no quieren
El abrazo de Judas, y prefieren
El honor á su afrenta y bienestar?
Cuál sería la suerte de los pocos
Hombres de corazón y pensamiento.
Que UNION y libertad, no humillamiento
Ni esclavitud, quisieran alcanzar?
Esos hombres ¡oh patria! que son hombres,
O dejarán aquí sus huesos yertos
Tirados en las calles, ó cubiertos
De angustia y de pavor se alejarán.
Esos hombres ¡ oh patria ! mientras otros
Cuelguen al pecho vil, rojo letrero, (43)
A mendigar el pan del extranjero
Pobres y altivos con orgullo irán!
A mendigar el pan del extranjero
Bajo otro cielo irán, sus alhagüeñas
Ilusiones perdidas; sus risueñas
Esperanzas, marchitas en su albor.
A sentir en inercia desperante
Que su mente febril rebulle inquieta,
Y que una férrea mano la sujeta
Sobre el potro del ocio abrumador.
Entonces, patria mía! cual los hijos
Del Argentino suelo, derramados
Por distintos países, tus amados
Hijos verías divagando ir!
Y doquier humillados, convencidos
Que el proscripto es proscripto donde quiera.
282 CRUZADA ARGENTINA
Tal vez ni un solo amigo ver siquiera,
Junto á su lecho en la hora de morir!
XXII
¡ARRIBA corazones!
Mis ojos se han cerrado
De llanto humedecidos
El harpa gime y luego
Se apagan sus sonidos
Acaso ardiente gota
Sus cuerdas reventó ....
Sobre la mano en brasas
Posando la cabeza,
Sintiendo afluir al cerebro
La sangre con presteza,
Y á golpes redoblados
Latiendo el corazón ;
Doy rienda al pensamiento
Que comprimido, anhela
Rasgar el denso velo
Que el porvenir encela,
Y en su carrera al tiempo,
Volando sorprender :
Y en pavorosa nube
Color de sangre y fuego,
Sus fatigadas alas
Como perdido y ciego,
Sacude sin romperla,
Sin un destello ver.
Y en raudo torbellino
Siguiéndole veloces,
Cual lúgubre bandada
De buitres, mil atroces
CRUZADA ARGENTINA 283
Ideas infernales
Revuelan en pos de él.
Hasta que al fin postrado,
Sin fuerzas y perdido
Entre la sombra, rueda;
Y al mundo maldecido
La realidad de nuevo.
La arroja con su pié.
La realidad que entonces
Absorto el pensamiento
Contempla frente á frente,
Y en frío desaliento
Ve con horror el alma.
Con miedo el corazón.
La realidad? mentira!
Fantasma de la mente,
Vision de un moribundo.
De la vejez demente
Vana ilusión ! no existe
Para nosotros, no!
Nosotros cual los hijos
Del Argentino suelo.
Valientes é indomables
Tenemos fé en el cielo,
Y la desafiamos
Con altanera sien.
No importa nos abrume
Tenaz en sus rigores;
Dentro del pecho siempre
Nos quedan blancas flores.
Que puras á la patria
Podemos ofrecer.
284 CRUZADA ARGENTINA
El porvenir es nuestro !
Y en vano el rayo zumba,
Y niños todavía
Nos hiere, y en la tumba
Nos hunde hechos pedazos
Es nuestro el porvenir!
¡Oh juventud sublime,
Levántate y domina 1
Estudia en esa página
Que ha escrito la Argentina
Generación de bravos,
Gloriosa aunque infeliz;
La abnegación del mártir,
La fuerza, el heroísmo.
La fé de nuestros padres,
El santo patriotismo.
La calma en los contrastes
Y el brío en el dolor ! ( 44 )
Y sigue tu camino
Por más que la tormenta
Rebrame desatada,
Y en su ímpetu, violenta,
A veces contra el suelo
Te azote con furor.
Levántate más firme
Con tu bandera en mano,
Y >'uelvo á tu propósito.
Cual vuelvo el Océano
Sobre gigante roca
Que tumba y rompo al fin.
Y si voncor no puedes»
Por mas que infaiigaMo
Tna v mil voces luches*
CRUZADA ARGENTINA 285
Altiva, incontrastable
Hasta morir, soberbia
No inclines la cerviz.
Y cuando el fuerte acero
Se rompa entre tus manos,
Y en proscripción amarga
Contemples los tiranos
Despedazar tu patria.
Sin defensores ya:
Bebe en la luz del genio
Que tu alma frente inunda.
Rayos para lanzarlos
A su cabeza inmunda,
Y á Dios y al mundo entero
Venganza demandar!
Y antes que vil consientas
Venir á uncirte al yugo
De tu opresor esclavo.
De Rosas al verdugo
Prostituirte imbécil,
Como él sin dignidad:
Inclina sobre el tajo
La juvenil cabeza,
Y virgen para el crimen.
En toda su pureza.
Que salte de los hombros
Gritando: Libertad! (45)
Montevideo, Agosto de 1846.
286 CRUZADA ARGENTINA
(i) Publicado en Montevideo en 1846 con la siguiente dedi-
catoria : AL BENEMÉRITO PATRIOTA ARGENTINO, DR. D. VALENTÍN AL-
siNA, en prueba de aprecio y gratitud, su discípulo y amigo — el
autor; y llevaba por epígrafe los siguientes versos:
.... Oh Dios ! cuan grandes
Los campeones de América se alzaron
Y el grito proclamaron
Desde el Cerro de Oriente hasta los Andes!
Francisco A. de Figueroa,
Salud, oh Montevideo!
Tú eres la sola simpática
Con el pueblo generoso.
Cuna de Mayo glorioso
Y apóstol de Libertad :
Le has acogido proscripto.
Sus desgracias has llorado,
Y tu sangre derramado
Con la suya en hermandad.
/. Rivera Indarte,
En la primera página del ejemplar remitido á la esposa del
Dr« Alsina» mujer espartana, que con un golpe de audacia que
asombró al mismo Rosas* asesino del padre y hermano de doña
Antonia Maza de Alsina, s^üvó i su marido, facilitándole la fuga
del pontón donde se encontraba prisionero, escribimos las si-
guientes lineas, sincera expresión del modesto contingente que
deponiamc^s en la tumba de los minires. y del homenaje que nos
complacíamos en tributar al patriótico ejemplo y á las virtudes
de la noble matrona, hija» esposa y madre de Gobernadores de
Buenos Avrcs :
IV Acares argentinas qu:á^:c ra cr* digr.a ofrenda,
Wner una guirnalda. Se:Vra. a >-ue5íro^ pies :
M4$ ay ! que $olo pueden, de ^nümd en prenda.
CRUZADA ARGENTINA 287
Brindaros mustias hojas de palma y de ciprés.
No importa! de los héroes la gigantesca gloria
Nos cubre con su inmenso, magnífico dosel;
Y el canto más humilde, si un eco es de su historia,
Vivir puede á la sombra de su inmortal Laurel !
Fué éste el primer trabajo que emprendí de largo aliento (an-
terior á celiar), y he querido conservarlo tal como vio la luz en
1846, corrigiendo apenas media doceoa de estrofas y refundien-
do algunas notas. Años atrás, al reproducir en periódicos litera-
rios algunos fragmentos ó capítulos de la edición de Montevideo,
hice también algunas ligeras correcciones, cosa que á casi todos
los que escriben les ocurre al revisarlas pruebas. He procedido
así ahora, entre otras razones, por la que da D. José Zorrilla pa-
ra no haber corregido debidamente su hermosa composición
histórica: la sorpresa de zahara, en la última edición de sus
obras (París, 1852). «El autor, dice, se ha abstenido de
hacer en ella algunas correcciones de que tenía por cierto gran
necesidad ; porque corregida sería acaso enteramente nueva. »
Siguiendo el orden que me he trazado, respecto de las notas,
he relegado al apéndice las que por su extensión ocuparían de-
masiado espacio en el cuerpo de las poesías, dividiéndolas en
números romanos, según el capítulo á que corresponden.
(2) En las Brisas dbl Plata, refiriéndonos á los hechos nota-
bles de nuestra historia patria desde que el Uruguay se alzó co-
mo pueblo independiente y soberano, dijimos:
Cuando el manto que cubre tus laureles
Alze del genio la robusta mano.
Todo el gran continente americano
Brillará de tu gloria al resplandor!
Aunque toscamente, sin arte ni reglas, como los primitivos ro-
manceros españoles, nuestros gauchos payadores han poetizado
algunos de esos episodios.
Sarmiento en la Vida de Quiroga ha delineado con bellas
pinceladas al cantor americano, y ha visto en él «/¿i ideali^^a-
cion de aquella vida de revueltas, de civilización, de barbarie y
de peligros,^ Cúmplenos con este motivo hacer una advertencia
288 CRUZADA ARGENTINA
sobre algunas locuciones y términos locales, comunes entre nos-
otros, y que nos pertenecen aunque no se hallan en el Dicciona-
rio de la Real Academia, y que algunos reprueban como inar-
mónicos ó indignos de la elevación y gravedad que exige la
poesía seria. Cada uno puede pensar como le agrade : en cuanto
á nosotros, que no somos puristas, no creemos sean las palabras
otra cosa que signos representativos de ideas, que, pudiendo
expresarse con un vocablo, nos parece redundancia sólo por
halagar el oído emplear sois. Máxime, cuando hay casos en que
ninguna perífrasis expresa la idea como la palabra misma.
En este punto participamos completamente de la opinión de
Echeverría: ^De intento (el autor) usa á menudo de locución^
vulgares y nombra las cosas por su nombre, porque piensa que
la poesía consiste prÍ7icipalmente en las ideas, y porque no siern^
pre como aquellas^ logran los circunloquios poner de bulto el a6-
jeio ante los ojos:».
(3) Una de las dificultades, quizá la más grande que se presen-
ta, al intentar hacer la defensa ó apología de los hombres contem-
poráneos, es la multitud de eslabones que todavía los ligan al
mundo. La losa de la tumba cubre sus huesos; pero su nombre
vivo y palpitante, sin el prisma de los años, se ha encarnado en
las creencias de la multitud, vive de su vida, y al mismo tiempo
que un himno canta su apeteósis, un eco del infierno, compuesto
de todas las pasiones mezquinas que heredamos de Cain, le
arroja una maldición tremenda. ¿De qué parte está la justicia?
Merece ó no la glorificación ó la infamia ?
La posteridad lo decidirá. Entretanto, cada hombre puede
juzgarlos según le dicte su conciencia.
Podemos equivocarnos; pero en cuanto á Lavalle, tenemos la
convicción profunda que es digno de la más alta ^ grandio-
sa idealización. Para nosotros fué un héroe en tedíala esten-
sion de la palabra; un ardentísimo patriota; un verdadero már-
tir de la civilización; que, hasta en sus errores fué noble
y magnánimo.
Sin embargo, hay una mancha que empaña sus laureles....
pero él la ha lavado con su propia sangre muriendo por su
patria. Creemos que el fusilamiento de Dorrego fué un grande
error político y nada más. No es aquí el lugar de entrar en
explicaciones^ pero si Napoleón, que fué un genio, pudo fu-
CRUZADA ARGENTINA 289
silar al Duque d'Enghien (1804) ^^^ estraño es que Lavalle se
equivocase después de la revolución del i.» de Diciembre, en
una época tan azarosa como el año 28? Y en fin, si en el cie-
lo hay piedad y perdón para el culpable que se arrepiente, por
qué en el mundo- no ha de haberla para aquel que, si comete
un crimen, tiene la nobleza de confesarlo, y apenas conoce el
mal que ha hecho, cruza los brazos, baja la cabeza, y dice con
el acento del dolor : juzgadme ! Cuando expía su falta con lar-
gos años de sacrificios y patriotismo, cuando cae sin vida al pié
de la bandera de la civilización peleando contra la barbarie y la
tiranía?
Involuntariamente nos olvidamos que escribimos una nota.
(4) El I. o de Marzo de 1835 ®^ General Oribe fué elegido Pre-
sidente delE. O. Poco tiempo después, el 16 de Julio de 1836,
el ex-Presidente Rivera, habiendo Oribe atentado contra su vida,
según él aseguraba ; pero cuyo hecho no está debidamente com-
probado, alzóse contra su autoridad. — Tuvieron lugar cuatro
batallas con fortuna varia ; hasta que el 15 de Junio de 1837 el
ejército legal mandado por don Ignacio Oribe, fué completa-
mente hecho pedazos en la sangrienta batalla del Palmar.
(5) En el poema A confederagao dos Tamoyos (publicado
once años después de la Cruzada Argentina, en 1857 )» ^ ilustre
poeta brasilero Magalháes, dice :
« Supera o Amazonas na grandeza
A quantos rios ha grandes no mundo !
(6 ) Fundándose Rosas en una ley promulgada diez años antes,
quería que los Franceses prestasen el servicio urbano como los
naturales. Continuos vejámenes por su parte, y continuas recla-
maciones de los Agentes Franceses, especialmente de Mr. A. Ro-
ger, obligaron al fin á la Francia á volver por su honor vulne-
rado : y elTS de Marzo de 1838 se declararon en estado de Blo-
queo todos los puertos de la República Argentina.
(7 ) El 31 de Diciembre de 1838, Corrientes formó una alianza
ofensiva y defensiva con el E. O. Véase el Apéndice.
(8) En esa época se hallaban en Montevideo y varios puntos
de la República, lo más selecto de la sociedad argentina : sólo
en la clase militar se contaban los generales Lavalle, Olazabal,
Rodríguez, Iriarte, Alvarez, Vedia . . . . , los coroneles Suarez,
19
290 CRUZADA ARGENTINA
Vega, Olavarria, Diaz(D. P.José), Maciel,Vileln y otra multitud
de jefes y oficiales que no recordamos y sería muy extenso enu-
merar.
(9) Hemos escogido, entre la multitud de hechos de armas
gloriosos de Lavalle, éste, por ser el más notable de los suyos en
la guerra de la Independencia. Apenas contaba 24 años.
(10) Retirado en Mercedes, lejos de la política y de los suce-
sos, en Enero de 1839, fui Lavalle invitado por la Comisión Ar-
gentina que se formó en Montevideo, después de la entrada del
general Rivera á la plaza, para que se pusiese al frente de la re-
volución. Lavalle contestó al Dr. D. F. Várela, comisionado ad
hoCf que mientras no ¿upiese á fondo cuales eran las intenciones
de la Francia, no empuñaría las armas para ayudará oprimir á su
patria.
Las más solemnes v formales satisfacciones le fueron dadas.
( Campaña del primer ejército Libertador ctc, por D, Pedro
La Casa — Nac, — iioSj.
De resultas de esto vino Lavalle á Montevideo.
Un velo, que no nos es dado levantar aún, encubre las dificul-
tades inmensas que experimentó, antes de verse en actitud
de realizar su intento. Al fin el 2 de Julio con 130 hombres, em-
baicóse con dirección á Martin García.
Desde allí escribía estos bellos renglones que reflejan su al ma
heroica, su corazón tan patriota y americano :
.... «/:'« cuanto á mi, Vd. me -ce en un camino único — el de
la Patria, — v a:n¡que iodo el universo se conjurase, yo iría á mo-
rir alli, porque asi me lo mandan mi deber y mis compromisos, :¡>
(Carta á D. Andrés Lamas, datada en Martin García el 18 de Ju-
lio de i8?9 ).
( II > D. Pedro Casiolli, hijo del famoso patriota de 1810, era
digno del nombro que llevaba : distinguióse en la guerra de la
Independencia, y era lonienie coronel cuando se retiró á la vida
privada. Fué uno do los primorosa quienes Lavalle |se dirigió,
cuando concibió ol arriesgado inconto de libertar á su patria.
Hornos dicho en ol loxto quo Cas:elli murió en Cliascomús,
No os exacto : salió vivo J.ol canipodo batalla : pero alcanzado
algunos días Jospuos por una panida enemiga, no quiso entre-
garse y murió polcando. Su cabo/a fu J colocada en la plaza de
CRUZADA ARGENTINA 29 1
Dolores á la espectacion pública, en un palo bien alio, según or-
denaba Prudencio Rosas, digno hermano de J, Manuel, á M. Ra-
mírez, juez de paz y comandante militar d(; dicho pueblo. (Parte
de P. Rosas, fecha 9 de Noviembre de 1839).
( 12 ) Ciertamente no comprenderá un Europeo la magnitud
del sacrificio que hacían los gauchos, al abandonar su rajicho y
su parejero, para encerrarse voluntariamente en un buque, don-
de se ahogan y sofocan acostumbrados á la vida inquieta y va-
gabunda de nuestros campos, á la inmensidad del desierto^ al
aire impregnado de trébol y suaves aromas que se desprenden de
las cuchillas vestidas de flores. El movimiento continuo es una
necesidad vital para el gaucho, que vive y se ha criado encima
del caballo, desde la edad de tres anos, ó más bien desde que na-
ce hasta que mucre. Muchos hacendados de nuestra campaña,
han sucumbido en nuestra emigración, no de miseria, no por
las fatigas militares, sino por el cambio de vida, por la tristeza,
por la postración física y moral que se ha apoderado de ellos, al
verse encerrados dentro de los muros de Montevideo, sin un po-
tro para cruzar libres como la brisa que las perfuma, esas lla-
nuras que divisaban á lo lejos, y dirigirse como en días más feli-
ces á sus pagos, donde el mate los esperaba en la puerta del
ranchOy bajo el Ombií, en Iüí Estancia vecina, así como el asado
con cuero en medio de la algazara y alegría de una yerra, ó de
viaje en el silencio de los campos, á la margen de algún arroyo,
bajo la sombra de los Talas y Sarandises. . . .
Sólo así se comprende fácilmente cuan insoportable debe ser
para el gaucho, aunque sea por algunos instantes, la inacción á
que se ve forzado dentro de un buque y el mareo que le quita las
fuerzas, le expone á la risa de los otros, y acaba por desesperarle
si se prolonga mucho tiempo. Sólo así se explica la aversión ins-
tintiva, involuntaria, que profesa al mar.
Conviene recordar que estos gauchos, que tan expontáneamente
iban á buscar á Lavalle, eran los mismos que diez años antes ha-
bían peleado contra el en el Puente de Marquej^ y en Navarro,
(13) V. t. I Palmas y Ombúes pág. 126, nota 5.
(14) Pelayo es el Moisés español : abandonado por su madre
á las olas del Tajo, en una canastilla cuidadosamente preparada,
fué sacado de ellas por su tío don Godofredo. Cuando la inva-
2^2 CRUZADA ARGENTINA
«
sion de los Moros á principios del siglo VIII, Pelayo retirado en
las montañas de Asturias con otros nobles godos, continuó con
heroismo ejemplar esa lucha tan gloriosa para la España, que
empezó en la batalla del Guadalete el ii de Noviembre de 711
j acabó con la toma de Granada el 6 de Enero de 149^, después
de 800 años de continuos y encarnizados combates.
(15) Se ha dicho que fué para sorprender á López ; se ha
dicho que para reunirse á sus amigos del interior y volver luego
con fuerzas suficientes. — Se ha dicho también que Rosas envió
un chasque con falsas comunicaciones, y que Lavalle engañado
por ellas retrocedió La Casa dice ( folleto cit. — Nac. 1 1 08 )
que cerca de 12,000 enemigos venían por distintas direcciones
acortarle el paso. Ya hemos indicado nuestra opinión particular
á este respecto : creemos que fué un error de Lavalle el retroce-
der.— Pero sea lo que sea, muy fuertes y poderosas razones de-
bieron obrar en su ánimo, para hacerle tomar esa resolución — y
mayormente cuando hasta el día antes de su retirada, había ma-
nifestado á todos los que estaban á su lado, su intención decidida
de penetrar en Buenos Aires. Y en suma, mientras no se sepa
la causa verdadera, sólo se pueden hacer suposiciones, y por su-
posiciones no se condena á nadie.
(16) Justos en la alabanza como en la censura, no consulta-
mos otra cosa, al emitir nuestros juicios, que la opinión que nos
hemos formado de las personas por sus obras, hechos y antece-
dentes. Sujetos al error y á las pasiones como hombres, algo pue-
de influir en bien ó en mal, su conducta para con nosotros ; pero
jamas hasta llevarnos á infringir conscientemente las leyes de
la justicia, de la razón y de la verdad. Véase t. I. pág. 241.
(17) El párrafo siguiente, tomado de las memorias inéditas
del General Iriarte, explica la funesta jornada del Quebracho
herrado 6 Quebrachito :
« Esta provincia ( Santa-Fé ) tan insignificante por sus medios
materiales y personales, ha sido, sin embnrgo, en todos tiempos
el sepulcro de los ejércitos, relativamente numerosos y fuertes
de Buenos Aires que la han invadido, y la razón es muy sencilla.
Todos los elementos de nuestra clase de guerra son allí nega •
tivos : suma escasez de caballos ; poquísimo ganado vacuno y
lanar ; aguas salobres é impotables, y escasos y malos pastos ;
CRUZADA ARGENTINA 393
los densos bosques del Chaco, que empiezan á distancia de dos
leguas de Santa Fé, y la mortífera yerba llamada mio-mio, que
los caballos apetecen y que los mata en pocas horas después de
haberla probado, son otras tantas concausas de efecto sor-
prendente para los que no conozcan tan poderosos obstáculo$«
para los que no sepan que por ellos, Santa-Fé es un pésimo teatro
de guerra para un ejército invasor. :í^
1843.
( 18 ) Ya hemos indicado (Nota 6 ) el origen de la guerra de
Rosas con la Francia. — A consecuencia de esto vino para nues-
tra desgracia, Mr. Ángel Rene Armand de Mackau, Barón de
Mackau, Gran oñcial de la orden real de la legión de honor,
Vice-almirante, Comandante en jefe de las fuerzas navales de
Francia, empleadas en los mares de la América del Sud, etc.
etc.
Este señor, condecorado con tanto título, llegó á Montevideo
el 23 de Setiembre de 1840, y el 29 de Octubre del mismo año
firmaba, abordo de la Boulonnaise, el ignominioso tratado que,
en el Río de la Plata ha hecho su nombre sinónimo de traición,
como el de Judas lo es de perfidia en todo el mundo civilizado.
^ El Estado Oriental, los pueblos y ciudadanos Argentinos,
que tan principal papel representaron en el drama del Rio de la
Plata j han sido innoblemente vendidos en este desenlace, que pre-
paró la política impróvida y desleal del gobierno francés.
Un sentimiento unánime de indignación , de que en igual gra^
do participan los Argentinos, los Orientales^ la crecida población
francesa de estos países^ y — preciso es reconocerlo — la marina
misma, cuyo jefe celebró el tratado que termina la cuestión, ha
condenado severamente ese acto de ignominia, como contrario al
honor, á la dignidad y á los intereses n^ateriales de la Francia;
como una traición vergonzosa á sus aliados en el Plata, 7> (Sobre
la convención, etc., f olí. de 120 pág,, por el Dr, D, -F. Várela —
Imp, déla Caridad — 1840 — pág, 4),
(19) Es un hecho muy notable pero que no sabemos se haya
nadie fijado en él hasta ahora. — Desde que Mackau firmó su
maldita convención, todos fueron desastres para la causa de
los libres ; una serie de contrastes desde el Quebracho, Sancalá,
San Juan, Famalla, Rodeo del Medio, hasta que Lavalle
294 CRUZADA ARGENTINA
cayó sin vida en Jujuy, y Lamadrid vencido atravesó la Cor-
dillera.
(20) Al leer los documentos de esa época, y al ver el modo
como los gabinetes Europeos han considerado recientemente
la cuestión del Plata, casi creemos que Mackau no ha hecho
más que ejecutar las órdenes de su gobierno, como el mismo
dice:... mon gouvernement, dont je n'ai fait qu'executer les
ordres (Docum. Ofic. etc. pág. 30 — Nota del Barón de Mac-
kau al Sr, Lamas — cop. VIII). Pero asimismo, «5i ellas le pres
cribían hacer lo que ha hecho, el Almirante jamas debió en-
cargarse de una misión de deshonor: debió imitar la conducta
del Sr, Bandín, porque el brillo que procuran los favores de
una corte no borra la negra mancha de una acción indecorosa.^
(Sobre la convención etc. , pág. 46).
(21) El Sr. Bellemare, salió expresamente de Montevideo
para ir á poner en manos de los Diputados la protesta que,
con fecha 11 de Noviembre, les dirigiéronlos franceses resi-
dentes en Montevideo: — ya de antemano el noble conde Dubou-
chage, en sus preguntas (Sesión del 15 de Junio de 1840) y el
jefe del gabinete en sus respuestas, tácitamente, ignorándola,
habían reprobado la conducta de su Plenipotenciario.
Y más tarde Odillon Barraut, De Siéyes, Billaut y 96 dipu-
tados que forman la lista publicada en el núm. 1219 del Patriota
Francés, así como el jefe del partido legistimista, el elocuente
Berrier, y el mismo Thiers que, en plena cámara f Sesión del ^i de
Mayo de 1S44) ^^ declarado Salteador (Brigand) á Rosas, han
demostrado la inutilidad, desdoro y torpeza de la Convención
de 29 de Octubre.
Hemos visto una excelente caricatura hecha en Francia, donde
está representado Mackau exactamente como lo describen los
dos versos de la estrofa primera déla png. 252; — en figura de
asno empacado, delante de los cadáveres de Bacle. Wenzel, y
Varangot, y encima Rosas vestido de gaucho, dándole espuela
y látigo para que pase.
(22) Dos contrastes de los patriotas en la guerra de la inde-
pendencia.
(23) En el corazón del invierno, cuando cerrada enteramente
por el hielo, corrían el riesgo de quedar sepultados bajo la
CRUZADA ARGENTINA 295
lluvia de nieve que incesantemente cae en esa época del año.
A fuerza de amonestaciones y repetidas instancias, con gran tra-
bajo consiguió Lamadrid que á algunas jornadas se volviesen
como 200 hombres. Iban á morir de hambre y de frío y no
quería ese valiente veterano, que se sacrificasen allí inútilmen-
te, cuando podían aún salvarse y conservar su vida, para rendirla
más tarde si él volvía, en el altar de la Patria.
(24) Este hecho, que parece una invención poética, me fué
referido en «las trincheras de Montevideo por dos oficiales
del ejército de Lamadrid, con alguna pequeña variante en
su relato. Años después leí, con no poca sorpresa, en la ///j-
toria de la conquista del Pcrú^ el siguiente párrafo en que
se refiere el paso de Pizarro y sus compañeros por la cordi-
llera con rumbo á Caxamalca.
« El clima había ido cambiando por grados, y los hombres
y los caballos, especialmente éstos, sufrían mucho por efecto
del frío, por la razón sobre todo, de haber estado acostumbrados
durante tanto tiempo á los ardientes climas de lo trópicos. Tam-
bién había variado el carácter de la vegetación, y los árboles
magníficos que cubrían la parte baja del país habían poco á
poco cedido el puesto á los tristes bosques de pinos, yá medida
que subían más á la raquítica vegetación de innumerables plan-
tas alpinas, cuya áspera naturaleza encontraba una temperatura
que le convenía en la frígida atmósfera de las regiones más ele-
vadas. Estas tristes soledades parecían haber sido casi entera-
mente abandonadas, por la creación bruta lo mismo que por el
hombre. De cuando en cuando se veía á la ágil vicuña en su
estado de libertad natural, mirando hacia abajo desde el encum-
brado pico á donde no se atrevía á acercarse el cazador. Pero en
lugar de los brillantes pájaros que animaban la obscuridad de
los bosques de los trópicos, los aventureros no veían ahora más
que t7 ave jigíintcsca de los Andes, el cóndor y que cerniéndose
en los aires d una elevación inmensa y seguía con melancólicos
gritos la marcha del ejercito, » — W. H. Prescott.
Andrade en el Nido de cóndores escxho y \>\x\A'ic2iáo en 1877,
hablando de la batalla de Chacabuco en los Andes chilenos,
dice :
En la humareda.
La enseña de los libres ondeaba
2g6 CRUZADA ARGENTINA
Acariciada por la brisa leda.
Lanzó el cóndor un grito de alegría,
Grito inmenso de júbilo salvaje;
Y desplegando en la extencion vacía
Su vistoso plumaje
jinete del vacío
Cabalgando en nublados y huracanes,
En la cumbre, en el páramo sombrío,
Tras hielos y volcanes
Fué siguiendo los vividos fulgores,
De la bandera azul de sus amores !
(26) El himno inmortal de López — verdaderamente triun-
fal — con él se han ganado, desde que se compuso, todas nues-
tras batallas en la guerra de la Independencia.
(27) Los párrafos que siguen están tomados de dos notas
de la Comisión Argentina en Santiago, al general Lamadrid : la
una fecha 19 de Setiembre, y la otra de 2 de Octubre de 1841 :
^ Mucho ha perdido la República Argentina; mas le queda
V. E.y le quedan sus valientes compañeros de gloria^ le queda
más arraigado el odio á su bárbaro tirano^ le quedan los huesos
de sus hijos sembrados en los campos para recordarles que es
preciso ser libres ó morir como ellos ^ si se ha de llevar el nom-
bre A rgen tin o dign a mcn te. »
<^ Hombres capaces de concebir y ejecutar tales pensamientos^
son dignos de la admiración que inspiran ^ y del lugar que
desde luego les reserva la historia para recomendarlos d la
posteridad como modelos de patriotismo, de elevación y de gran-
deva ».
(28) No queremos decir que haremos lo que nadie ha hecho,
sino simplemente, poetizar temas que nadie ha poetizado an-
tes que nosotros; buscando la poesía Americana en las graves
meditaciones de nuestra historia contemporánea, en el exa-
men de las vanadas faces que ofrece al pensador y al poeta,
y en las provechosas lecciones que de ella pueden sacarse para
el presente y el porvenir de los pueblos en la lucha eterna con
el mal.
CRUZADA ARGENTINA 397
Por eso dijimos en las Brisas, pág. 41 y 86:
Yo no quiero invocar viejas deidades,
Ni parodiar á griegos ni latinos;
Al fragor de las roncas tempestades,
Y al fulgor de los rayos repentinos
Que talan nuestros campos y ciudades.
Busco, Señor, con fé nuevos caminos,
Y do tu diestra omnipotente brilla
Allí doblo la frente y la rodilla!
Salud, nobles poetas que el triunfo ha coronado,
Por otra senda inculta llevar quiero mi pié:
Si encuentro sólo abrojos. ... si caigo fatigado. . . .
Leyendo vuestros cantos mi angustia olvidaré.
¿Caeré?.... ya me levanta delirio febriciente,
Que hace en mi sien convulsa, la inspiración surgir,
Y como un meteoro la noche del presente,
Convierte en alba hermosa la luz del porvenir!
(29) Las ideas emitidas en este período, son poco más ó me-
nos las mismas que, en diversas ocasiones, ha expresado La-
valle en su correspondencia. Es indudable que en los días
que precedieron á su muerte, debió meditar muchísimo sobre
su empresa y sus resultados. Sentiremos no haber interpretado
dignamente sus últimos pesamientos ; pero en cuanto al fondo,
todos los que tuvieron la suerte de conocerle y merecer su con-
fianza, dirán si es ó no exacto.
(30) Los nombres de aquellos hombres que en 1839 y des-
pués han hecho exclamar á Lavalle :
« Todo el universo conjurado^ no me hará variar de resolu^
cion. ... si triunfamos, ignominia para los infames, y s i yo
muero, más ignominia aihi ! 7> (Revista del Plata, núm, 54J.
(31 ) Por más que se reflexione, no se puede ver en los jefes
y soldados del ejército libertador más que un grupo de valientes
que han buscado en toda la extensión que se encierra entre los
Andes y el Plata, el sitio y el día para cumplir su juramento de
vencer ó de morir por la libertad de su patria. Si han perdido
una cuestión política en su derrota, han ganado una cuestión mo^
ral con su constancia sin.par y con su muerte heroica. ( La Casa
— Nac. cit.J
398 CRUZADA ARGENTINA
( j2 ) Lavalle al fin era hombre, y como tal ha cometido erro-
res de grave trascendencia : pero siempre que le han dejado lu-
gar á la meditación ha reconocido su engaño y se ha arrepentido
sinceramente. ¿ Qué estraño es que en la hora de morir, una
idea semejante se le ocurriera respecto de su empresa fracasada,
al recordar á su patria, al presentir confusamente el mal que, con
las mejores intenciones, involuntariamente ha podido causarle?
( 33 ) Generalmente oimos repetir « pueblo envilecido, pue-
blo degradado » : generalmente se cree que Buenos Aires ha
aceptado la coyunda de Rosas sin hacer ningún esfuerzo para
romperla : esta idea es enteramente falsa. En 1838 se frustró una
revolución de resultas de la captura y muerte del coronel Zela-
rrayan. Se acababa de frustrar otra de resultas de la delación de
Martinez Fonte, que trajo el fusilamiento del gallardo y
valiente joven don Ramón Maza: — en 1839 estalló otra en el
Sud encabezada por Castelli. Todo esto, reunido á la inmensa
emigración de tantos hombres respetables y de tanta juventud
decente, apesar de saber que con ello exponían su vida y la de
sus familias, y que perdían sus bienes, para ir á empuñar las ar-
mas, revela que Buenos Aires no se ha sometido fácilmente á la
tiranía, y que sus hijos han hecho constantemente cuanto han
podido contra ella.
No hemos mentido, pues, al decir que,
« .... la sangre de sus rotas venas
Es cual la sangre de ochocientos diez ».
Idea que ha sido expresada antes en estos dos valientes ver-
sos del señor Mitre, hablando de los descendientes de los revo-
lucionarios de Mayo :
« Sangre fecunda, como fué fecunda
La de los héroes de ochocientos diez ».
(34 ) No es hipérbole : es muy frecuente hallar en la historia
la defensa de un cadáver en el calor de una batalla, pero no te-
nemos noticia de ninguna que iguale á ésta. Las circunstancias
singulares que la caracterizan, el lugar de la escena, el peligro
continuo á que se veían expuestos los proscriptos, y su duración,
dan un colorido tan especial, particularizan de tal modo este
episodio que, si no nos equivocamos, lo constituyen — único en
su género.
CRUZADA ARGENTINA 299
El señor Lamas, en una nota ( acaso la más bella de su obra
Apuntes históricos sobre las agresiones del Dictador argentino
contra la Independencia de la República Oriental del Uruguay.
— Montevideo 1849 ), ha consignado este hecho memorable.
Hela- aquí :
« Una de las acciones más hermosas de esta guerra de quince
años y tan rica de heroismo y de sacrificio por una parte como de
abominable barbarie por la otra, es la defensa del cadáver del
general Lavalle, Es una acción digna de la más alta y religiosa
epopeya, Pero ante ese puñado de bravos, escapados á la muerte
en los campos de Famalla, que se detiene en los límites de su pa--
tria y los cierra con su sangre al paso de cuádruples enemigos;
de esos soldados que caen y mueren allí, sirviendo de escudo al
cadáver de su general, que luchan con brío indomable y se sacri-
fican con jfibilo sólo para que ese cadáver tenga tumba cristiana
en la tierra extranjera que va á servirle de asilo — que ofrecen su
sangre y sus caberas á la rabia desús enemigos, sólo para que no
profanen la cabe^^a de su muerto general. . . . ante ese espectá-
culo de heroica piedad, Oribe y sus compañeros de crimen nosin*
tieron ni enervado el bra;^o, ni conmovido el pecho, ni enaltecida
la mente, ni ennoblecida siquiera la palabra, . . .
Esto ^nuestra al hombre, lo muestra todo entero. Es uno de esos
hechos que son una verdadera auptosia moral ».
En seguida transcribe tres documentos que prueban acabada-
mente sus asertos.
( 35 ) «Si alguna vez volvemos á esa patria viuda de sus mejo-
res hijos, le llevaremos la urna que contenga cenizas tan precio-
sas, capaces de inflamar en fuego patriótico á corazones de már-
mol. Cerca de ella irán á inspirarse los jóvenes de esa generación
venidera, mientras que nosotros la regaremos con nuestras lá-
grimas, la honraremos con la religión de tan santos recuerdos, y
con el olvido de nuestras malas pasiones. » ( Nac. — 629. )
Esto decía, cuatro anos antes de su muerte, el infatigable es-
critor que ha cooperado más que ninguno con su inteligencia al
sosten de la causa de la civilización en el Río de la Plata. — Po-
bre Rivera Indarte ! cuando escribía esas proféticas palabras
muy lejos estaba de pensar que en él empezarían á realizarse.
En efecto, en la Orden general comunicada al ejército Corren-
300 CRUZADA ARGENTINA
tino el 4 de Noviembre de 1845, encíontrainos ]a siguiente dis-
posición de su general en jefe entonces, don José M. Paz :
« Art. 2,^ Bl general del ejército luego que la patria sea libre
del tirano que la oprime, solicitará del gobierno de ella:
/.o Que los restos de don José Rivera Indar te sean traidos ásu
seno, y]colocados con el honor correspondiente d sus eminentes ser-
vicios, en un monumento público, »(Com. del Plata — N.® jj. )
( 36 ) Balcarce y Belgrano están enterrados en la Catedral de
Buenos Aires. — Castelli no sabemos con exactitud dónde.
(37 J Peleando por su patria, ó más bien por la independen-
cia Americana, Lavalle ha peleado por la independencia de seis
Repúblicas. Y sin faltará la verdad, se pueden gravar sobre la lá-
pida de su sepulcro las banderas Argentina, Oriental, Boliviana,
Peruana, Ecuatoriana y Chilena.
(38) Esta apoteosis, escrita hace cuarenta y dos años, se ha
cumplido recientemente al pié de la letra ( 1887 ), y la estática en
bronce de Lavalle se alza hoy magestuosa en la plaza del Parque^
una de las más bellas de la capital argentina.
( 39 ) Es triste decirlo, pero no por eso menos exacto : — « la
juventud Argentina en la proscripción y obligada d ganar el pan
con el sudor de su rostro^ continuamente sobresaltada por los in-
fortunios de su patria y por los suyos propios, hostigada y aun
injuriada por preocupaciones locales, y por el principio retrógra-
do, sin estimulo alguno ni esperanza de galardón, ha trabajado,
sin embargo, cuanto es dable, por merecer bien de la patria y ser-
vir la causa del progreso. Ninguna desgracia, ningún contra-
tiempo ha entibiado-su devoción, ni quebrantado su constancia ;
y aunque en distinta arena ha combatido sin cesar como los va-
lientes patriotas, con el fusil y la espada, 3^ (E. Echeverría —
Ojeada Retrospectiva etc. pág. LXVI ).
( 40 ) No por hacer alarde de la amistad con que nos honran,
citamos á estos señores ; sino únicamente para probar con la au-
toridad de algunos nombres Argentinos conocidos, la sinceridad
de nuestros seniimienios á este respecto : y el origen de las
ideas y reflexiones que, en su trato continuo, han debido inspi-
rarnos el conocimiento de su capacidad y el aprecio de sus bue-
nas cualidades.
(41 ) Hipótesis que contiamos en la Providencia, no sereali-
CRUZADA ARGENTINA 3OI
zara ; pero que nos han obligado á hacer, bien á nuestro pesar,
las continuas intrigas y escandalosos manejos de los enemigos ;
los últimos traji-cómicos sucesos ; y la política conciliadora ^
mesurada y propiamente diplomática, de los gabinetes Europeos.
(Téngase presente que esta nota y las demás, excepto dos ó tres,
fueron escritas en 1846).
( 42 ) Salvajes : se entiende unitarios. La elegancia entre los
federales netos, es decir salvajes solamente.
( 4j ) El « Viva la Federación 1 Mueran los Salvajes Unita^
rios /» y el escudo blanqui-rojo que la mayor parte del pueblo
Montevideano ha podido ver con sus ojos, en estos días de tris-
tísimo recuerdo, en el pecho délos ilusos ó envilecidos Orienta-
les que, voluntariamente ó por la fuerza, siguen las banderas del
Renegado,
( 44 ) El principal objeto que nos propusimosal escribir este li-
bro fué ofrecer ala meditación de nuestros jóvenes compatriotas,
compendiada en corto espacio, vestida con las galas de la poesía,
y apoyada con el testimonio de los documentos, sucesos, perso-
nas y escritores que citamos, la bella y grandiosa moralidad que
encierran los hechos culminantes de la Cruzada Argentina con-
densados en estas páginas.
No creeremos perdido el tiempo que hemos empleado en es-
cribirlas, si encuentra en ellas dignos ejemplos que imitar : si
somos tan felices, que despierten nuevaj» simpatías por el pueblo
Argentino ; si contribuyen en cierto modo á destruir algunas
preocupaciones hijas bastardas de un espíritu de nacionalismo
mal entendido : si arrancan una maldición valiente y poderosa
á todo corazón bien puesto, contra los verdugos comunes de los
Orientales y Argentinos, el gaucho de la Pampa y el hijo espú-
reo de las ciudades que se ha entregado á él en cuerpo y alma,
como el reprobo Cain al genio del mal. Si en fin, su lectura prue-
ba, que ante todo : <cla poesía debe tener una misión de castigoy
de premio y no perderse en el platonicismo de las ideas, ó en la
esbirituali^acion del amor:^, ( J, R, Indar te J,
« Que es preciso que se desengañen los ilusos que haya de buena
fe: que todo lo que desacredite y ataque á Rosas, es en defensa y
provecho de este país
« Que ya debíamos estar curados de la manía torpe de dividir
302 CRUZADA ARGENTINA
los intereses de los que combaten d Rosas en dos fracciones opues-
tas: y suponer que puede haber algo en contra de Rosas y efica:^
para minarlo y vencerlo, que no sea verdaderamente Oriental y^.
( Nacional — Núm. 1402 ).
Esto nos atreveríamos á pedir si algo pesase en la balanza
nuestro juicio.
( 45 ) No podemos cerrar mejor este canto, que recordando la
lucha encarnizada y no menos gloriosa, que la juventud Argen-
tina, arrojada de los campos de batalla, ha sostenido después
por medio de la prensa en el hogar del extranjero. Sus robustos
acentos han atravesado los mares, y hoy, gracias á ella, sabe to-
do el mundo civilizado que en la ribera derecha del Plata hay un
monstruo, un demonio en forma de hombre que se llama Rosas.
Toda la América del Sud conoce los nombres de algunos de esos
dignos Apóstoles, que llevan con tanto honor la bandera del
progreso. Más tarde arrojaremos algunas flores sobre su frente,
por ahora nos contentaremos con decirles, como epígrafe de
las estrofas que les consagraremos, estos versos de Rivera In-
darte :
No sólo es fuerte el que el acero esgrime
Y s^be diestro fulminar las balas,
El que de fuego al pensamiento da alas
Puede en la lucha descollar también !
Montevideo, Setiembre, 1846.
XXI
LUCHA ETERNA
AL DR. D. EDUARDO ACEVEDO DÍAZ
«*«
Por un misterio impenetrable, todo
Centra el hombre en el mundo se rebela,
Y de la cuna hasta el sepulcro lucha
Con el mal que en mil formas le rodea:
Ángel caído.
Rey sin diadema.
Harto ó hambiriento, sabio ó ignorante,
Lleva en su frente del dolor la huella.
Cruzadas las dos manos sobre el pecho
Viene al mundo el mortal, y su primera
Impresión es un grito de agonía :
Contra la vida mísera protesta!
Nace entre lágrimas,
Vive en contienda
Consigo, con los otros, con el cielo :
Febril busca la dicha y no la encuentra!
(O
304 LUCHA ETERNA
El genio, la hermosura, el poder sumo,
Ay! la misma virtud, honda y secreta.
Sienten que el pecho les desgarra á veces.
La triste convicción de su impotencia;
La duda, el tedio.
La rabia intensa
De la fiera que ruge encadenada.
Aun en las alm^s de mayor alteza!
Contra el genio, virtud, poder, conquistas
Que enaltece la humana inteligencia.
El mal vencido, pero no domado
Se alza de pronto, rompe sus cadenas,
Y sacudiendo
Su cabellera.
De sangre, estragos, ignominia y duelo
El universo pavoroso llena. (2)
No basta que traidor el terremoto
Haga en sus ejes vacilar la tierra;
Que desatado el huracán derribe
Cuanto á su paso victorioso encuentra ;
Que el mar desborde
Con furia inmensa ;
Ni de repente cual blandón satánico
Que envuelto en rayos el volcan se encienda ! ( 3 )
No basta, no, que al fúnebre redoble
Del tambor que convoca á la pelea,
En hueste innumerable avancen fieros
Los que v*an á morin sin que comprendan
Por qué se baten
Ni por qué quedan
A millares tendidos en el llano*
Regio festín brindando á la epidemia!
LUCHA ETERNA 3O5
El error, la miseria, las pasiones,
Esparcen en el alma sus tinieblas,
Y ya amenguan ó eclipsan, sino apagan
El salvador fanal de la conciencia :
El asesino
Arma su diestra ;
El hombre pervertido se degrada,
Y ante ídolos de barro se prosterna, (4)
No hay razón, no hay derecho, no hay justicia,
No hay más ley en el mundo que la ÍFuerza,
La libertad es sueño, cuanto existe,
Perpetua evolución de la materia;
Dios es un mito,
Vana quimera:
Eso dicen los sabios de la Europa,
Y eso á la incauta juventud se enseña! C5 )
Es mentira ! el eterno Prometeo,
La humanidad entre sus grillos presa,
Cuando vencer no puede á su enemigo
Hasta en silencio contra el mal protesta.
Vuelve sus ojos
A otras esferas,
Y en Dios, en la razón y en el derecho.
Para ir hasta el martirio encuentra fuerzas! (6)
Al desbordado mar opone el dique,
El imantado hierro á la centella,
El Tribunal augusto de los pueblos
A la bestial matanza de la guerra ;
Y sustituye
La última pena.
Por la espiacion y enmienda del culpable,
A quien así el castigo regenera.
au
306 LUCHA ETERNA
Porque somos cristianos , y creemos
En Dios y su justicia, nos alienta
La esperanza sublime que nos hace
No desmayar ante la lucha eterna :
Bajo el aspecto físico
Como el moral, do quiera.
Si el bien — divina ley — no domínase,
Al caos la creación pronto volviera. (7)
Salud y bendición, á los que un dia
Concibieron la humana y noble idea.
De redimir al criminal por medio
Del trabajo, la fé, la penitencial
Que su propósito
Bendito sea,
Y bañe en luz y gloria á los que lleven
A término feliz tan digna empresa !
1877.
(i) La comisión nombrada para la erección de la Peniten-
ciaría me pidió por conducto del doctor don Carlos de Castro,
y entregué á éste en Mayo de 1877 la poesía que precede,
destinada á una función artístico-literaria, que por circuns-
tancias imprevistas, como la de Paysandú, no se llevó á cabo
en los términos en que estaba anunciada.
(2) Todo en este mundo tiene su colocación, y la poesía
conservará eternamente la suya. Siempre habrá una necesidad
de ideas, una aspiración hacia un mundo superior, que ca-
da día será más difícil satisfacer, y á la cual no podrán ja-
mas bastar ni las altas abstracciones del pensamiento, ni
los curiosos resultados de la ciencia, ni los descubrimientos
de la historia. Después de todo lo que se ha hecho hay
todavía muchos abismos que esplorar en la imaginación y en
el corazón del hombre. Hay que pintar todavía los nuevos
sentimientos que desenvuelve el progreso de los siglos ; y
hasta las grandes ideas de la ciencia, las vistas elevadas de
la filosofía, de la historia, tienen su poesía, y esta poesía,
LUCHA ETERNA 307
está por crearse. Existe para la humanidad un occéano de
entusiasmo que está muy lejos de agotarse. — A, d'Atnpere.
{)) Por una coincidencia que nada tiene de extraño, en las
regiones de la cadena Andina, un mes después de escritos
y entregados estos versos, ocurrieron los espantosos desastres
del Pacífico.
(4) Dieu, méconnu du plus grand nombre, ne re90it point
de ceux a qui il se laisse entrevoir, les hommages qui lui
sont dus. Tandis que cette obscurité genérale couvre toutes
les écoles, plusieurs s'entourent encoré de ténébres qui leur
sont propres. II serait long d'énumérer toutes leurs aber-
rations ; depuis Parménide et ees présomptueux éléatiques
qui s'enfoncent dans les profondeurs du raisonnement sans
savoir oú ils voat, jusqu'á Epicure et ses sectateurs, qui
font mourir Tesprit avec le corps. (i) — A. F, O^anam.
1840.
(5) Hay que distinguir en las ciencias positivas las verdades
adquiridas, los hechos perfectamente comprobados, que son
sus verdaderos progresos, de las hipótesis arbitrarias, de las
inducciones falaces y de los sistemas que sobre éstas se
fundan. . . .
Demos por cierto que una lesión del cerebro produzca el
anonadamiento de una facultad del alma, ¿debemos por eso
aceptar como una conclusión científica, la que por muchos
ha sido sacada de tales hechos fisiológicos, de que el alma
es ua atributo del cerebro, y por consiguiente un poco de
substancia gris de su masa ? ¿ No he )tenido razón para po-
neros en guardia, desde el primer momento contra esta ten-
dencia de la voga de las ciencias positivas, que no es impu-
table á sus verdades, sino á sus abusos, á materializar á las
sociedades, que van cayendo por esta vía en el sensualismo
materialista que las enerva y las pierde}
Un gran naturalista, á quien la ciencia debe preciosas in-
vestigaciones, Darwin, proclama un día que todas las especies
animales y vegetales, pasadas y actuales, descienden por vía
de transformaciones sucesivas de tres á cuatro tipos originales.
( t ) Con Epicuro tutti t suoi segnaci
Che Tanima coi corpo moría £uino.-»Z>0if/^.
308 LUCHA ETERNA
y probablemente de un arquetipo primitivo único, incluyendo
al hombre en esa serie de transformaciones, que viene en
último resultado á ser el descendiente directo del mono.
Sobre la teoría naturalista de Darwin se basa todo un sis- .
tema de ideas sociológicas, cuyo último resultado es un
materialismo atroz, que no deja al hombre en la tierra otra
perspectiva que un combate diario por la vida, la inmolación
fatal de los débiles, y el predominio absoluto y brutal de los
fuertes, — Juan C. Gome^.
1884.
(6) Lo que el país necesita y exige de todos los que por
la inñuencia de su propaganda oral ó escrita tienen cura de
almasy es que se levante el espíritu, que se retemplen los
caracteres, que se refuerzen los resortes morales que en su
escape invisible dan desde el fondo de la conciencia, di-
rección y fuerza á las acciones del hombre y á la vida de
las sociedades.
Y para esto es necesario arraigar profundamente todos esos
dogmas fundamentales de la filosofía espiritualista, compañera,
inseparable de la libertad de los pueblos, que hoy vacila
como pálida llama que va á extinguirse bajo el soplo helado
del positivismo cientííico y del materialismo filosófico.
Los que predican el materialismo en sus aplicaciones á la
política en un país que vive bajo el imperio de la fuerza y
lucha por radicar la libertad, sirven sin quererlo y sin sa-
berlo, de auxiliares y de aliados al despotismo. — Julio He-
rrera y O bes.
1881,
(7) Los hechos vordadertmente indagados, ya lo habéis
visto» señalan tres órdenes de fenómenos en la vida : los del
mundo vogotaU los del mundo animal, los del hombre y la
asociación en que vivo. Sobre ellos el evolucionismo y el
materialismo prodigan á sus anchas las afirmaciones hipotéticas.
Consicntascnos, puc?. con igual derecho, la afirmación de
Dios Y del espíritu, y ya que doy esto ahora por simple
hipótesis» dójosemo examinar libremente si tan bien como
ella csplica otra cualquiera todo lo relativo al ser social^ y
cuanto tiene obligación do csplicar la Sociología. — A. Cd^
novas Jei CasiilhK
iSSt.
XXII
LO QUE SINTIÓ MI ALMA
AL DIVISAR LAS COSTAS URUGUAYAS VOLVIENDO DE EUROPA.
(A mis amigos Juan Gualberto Méndez y Blas Vidal. — París. ) (x )
«♦♦
Al fin te ven mis ojos ¡ oh dulce patria mía !
Delirio de mis sueños, imán de mi deseo ;
Al fin tras nueve años, al fin Montevideo,
Puedo aspirar tus brisas, llorando de alegria,
Llorando de alegria, que al fin tus playas veo!
Recuerdos candorosos de la apacible infancia,
Primicias de la Musa que me abrazó hechicera.
Ardientes emociones de la pasión primera,
Verted en torno mío la virginal fragancia
Que exhala el puro suelo de mi oriental ribera !
310 LO QTÜE SINTIÓ MI ALMA
I Cuan leve y grata el aura ! Cuan bello el sol anega
Las rocas orientales con fúlgidos reflejos !
Desnuda y tan hermosa como la Venus griega.
Saliendo de las ondas, la tierra de amor ciega,
¡ Cual sus amantes brazos me tiende desde lejos 1
Dejadme que la mire, y solo, en la ancha popa,
Las fibras de mi pecho sentir una por una
Vibrando cual ramaje que agita inmensa copa.
Contar al manso viento que me arrulló en la cuna,
Por qué á mi dulce patria nunca olvidé en Europa.
Porque yo codiciaba gloria, renombre, fama,
Porque con sed no exhausta, la noche como el día,
Al genio y á la ciencia su inspiración pedía.
Porque mi cabellera quemó la interna llama,
Y anubla mi sien pálida, febril melancolía.
Lo sabes tú, y me hablas con tu murmullo ¡ oh Plata !
Que mi alma de poeta comprende y adivina,
Y mustia ya, á tu acento, revive y se dilata
La flor de mi esperanza, magnífica, divina.
Como la azul esfera que tu cristal retrata.
Mas ay ! que contemplando tus aguas, de repente
No sé qué negra nube cubrió su faz tianquila.
Una ardorosa lágrima cayó de mi pupila. . . .
Ideas encontradas reluchan en mi frente,
Y entre el placer y el llanto mi corazón vacila.
LO QJJB SINTIÓ MI ALM\ 3II
Tus hijos, patria mía, libre, opulenta, hermosa,
En una región nacen que á todos causa envidia,
¡ Podía su existencia correr tan venturosa !
Pero ellos ¡ ay ! uncidos á su cadena odiosa.
Verdugos son ó mártires, en cruel y eterna lidia \ (2)
Opresos ú opresores, mas nunca ciudadanos
De su deber esclavos, modelos de civismo.
Que el sacrificio hagan de sus rencores vanos,
Y hasta de sus agravios con noble patriotismo.
Antes que armar el brazo de hermanos contra hermanos (3
No acuso á nadie. . . . Lloro la inútil experiencia.
De la que no aprendemos ni escarmentamos nada!
Lo que sanciona el crimen y usurpa la violencia.
La sangre derramada, la misera existencia.
Que á todos nos reserva la ley atropellada !
No acuso á nadie. . . . todos, y yo como el primero,
En días lamentables de vértigo y delirio.
Sañudos esgrimiendo la pluma ó el acero.
El seno de la Patria rasgamos lastimero.
Hiél á su hiél mezclando, martirio á su martirio !
Y siempre será el mismo nuestro destino impío?....
I Oh ! no ! Dios es piadoso, y el bien al mal domina :
En tempestad deshecha, yo he visto el mar bravio,
Y aunque dudó un momento, roto el celaje umbrío,
Al suspirado puerto mi nave se encamina.
3ia LO QUE SINTIÓ MI ALMA
Así en virgínea selva del suelo americano,
Cual raudo meteoro, de pronto hirviente llama
Se estiende, centellea, salta, se enrosca y brama
En lenguas mil de fuego ; flamígero occeano.
Que destrucción y muerte por donde va, derrama !
Cae la gigante palma y el aruT^á rastrero ;
El fuego al par devora la ortiga y el aroma ;
La tórtola inocente y el tigre carnicero ;
El crótalo y el árbol que su veneno doma ; ( 4 )
El vil carancho ( 5 ) imbécil y el trinador jilguero !
¿ Por qué tan ciego encono ? furor tan implacable ?. .
Cual torvos enemigos la selva y el desierto.
Tendían sobre el hombre su manto impenetrable ;
Y el hombre entre sus pliegues, anonadado, yerto, (6)
Auxilio pidió al fuego, verdugo inexorable.
La tea ardió en su mano, y ej ígneo torbellino
Giró por el espacio cumpliendo su destino.
Que era cubrirla tierra de fecundante abono,
Y dar al genio humano, ya espédito el camino.
Nuevo horizonte inmenso donde elevar su trono !
Acoge, Patria mía, y da en tu seno abrigo
Al hijo siempre tierno, que vuelve á tus hogares.
Que compartir anhela tu gozo y tus pesares,
Y si eres desdichada, llorar quiere contigo,
Y si feliz, tu dicha doblar con sus cantares ! ( 7 )
Costa de Maldonado, Noviembre so de 1855.
LUCHA ETERNA 3I3
( I ) Al reimprimirse esta composición en el Álbum de poesías
Uruguayas, era el doctor Méndez Ministro de Relaciones Exte-
riores, y hoy ( 1888 ) don Blas Vidal es Ministro Plenipotencia-
rio déla Repúbicaenel Brasil. — Transcribo, pues, la nota que
puse en el Álbum en 1878.
« Sírvanse tener presente los lectores amigos de comentarios
que en la época de la dedicatoria, don Gualberto no era Excmo.
Señor, pero ni siquiera doctor, y tanto á él, como á Vidal y á mí,
si entonces nos hubiéramos muerto, nos habrían podido poner
el epitafio de Pirón, traducido ó imitado así libremente por
nuestro inolvidable Figueroa :
« Yace aquí un desventurado :
Su suerte fué tan menguada.
Que nunca llegó á ser nada,
Ni siquiera diputado! »
Mi querido Alejandro: — No conservo borrador de la carta
que te escribí con motivo de tu inspirada composición : Lo que
sintió mi alma al divisar las costas uruguayas,
Gracias por tu retrato y por el recuerdo cariñoso que guardas
de nuestra vieja amistad: ella es invariable como mi admiración
por tu gran talento, siempre joven y tan vigoroso en tus últimos
versos publicados.
Entre otras composiciones notables, resplandece por las cuali-
dades que le asigna el Dr. don Domingo Ordoñana ( pág. 282
t. I) el romance uruguayo Sin piedra ni palo. El gaucho del
camalote, estrangulado por la serpiente, es digno de ser esculpi-
do en mármol por el cincel de Miguel Ángel, como sería
digno del pincel americano de nuestro eximio pintor Blanes
el cuadro del incendio de la selva virgen que tú describes,
cuando al volver á nuestras playas, nos hacías partícipes de
tus primeras impresiones á mí y á nuestro inolvidable Gual-
berto, entonces estudiante y ausente de la Patria.
Espero ansioso la publicación del segundo volumen de Palmas
Y Ombues, que contendrá, estoy seguro, otras joyas, comparables
á tu última inspiración Dantesca.
Siempre tuyo afectísimo. — Blas Vidal.
1886.
314 LUCHA ETERNA
(2) Véase el Apéndice.
(3 ) Ese espíritu superior (el perdón y olvido de los agravios
y disenciones entre los hijos de una misma patria), es el espí-
ritu de la concordia cívica, — y yo digo que sin él los dos polos
de la vida política de los pueblos, la libertad y el orden, son dos
ilusiones, dos mentiras.
Sin espíritu de concordia cívica, la libertad es el desenfreno
de los intereses y de las pasiones que se revuelven y entrechocan
buscando el triunfo de una prepotencia exclusiva, hasta desem-
bocar en los furores de la guerra civil ; y el orden es la imposi-
ción material de la quietud, bajo la sola presión de la fuerza,
hasta degenerar en el vilipendio de la tiranía.
Tenía razón el general Mitre cuando desde la cumbre del poder
señalaba <t como uno de los mayores peligros de la democracia
americana ese espíritu de intolerancia política qne envenena con
sus rencores el aire de la patria y niega el agua y el fuego al her-
mano disidente :í> ; — y tenía razón el gran orador girondino, y
pronunciaba, en mi sentir, las más sublimes palabras que hayan
resonado en la tribuna de las naciones, cuando les decía á sus
adversarios de la Montaña : « queréis imponer la revolución por
el terror, — y nosotros aspiramos á consumarla por el amor!»
Es el espíritu de concordia cívica la llave encantada que hoy
abre las puertas de la patria á todos los orientales, — y ay! de
nosotros si ese espíritu sucumbiera al embate de los ciegos odios
ó de las negras ambiciones que el himno nacional nos exhorta á
inmolar en las aras divinas de la ley I — Entonces, — no lo du-
déis!— entonces, los caminos que conducen á territorio extran-
jero volverían á recibir el paso triste y fugitivo de nuevos pros-
criptos orientales! — Carlos M, Ramire^,
1886.
(4) Existe en la América meridional una planta que llaman
los naturales guaco, y le atribuyen virtudes heroicas : según
ellos, aplicadas las hojas de dicha planta al punto herido, no
sólo destruyen el efecto de la ponzoña, sino que inoculándose ó
bebiendo el zumo del vegetal, uno se vuelve invulnerable; pues
los crótalos respetan á los que han tomado estas medidas pre-
ventivas.
Semejante opinión está apoyada en las observaciones de los
LUCHA ETERNA 315
autores Vargas y Mutis ; y hasta Humboldt ha hecho esperimen-
tos que le autorizan para creer que el guaco puede comunicar á
la piel un olor repugnante á las serpientes que les impida mor-
der. — /. Bottard,
1850.
(^) Pájaro de rapiña de la familia del chimango. Persigue
á los polluelos de las aves de corral y á lo^ corderillos para arran-
carles los ojos. — V. pág. 128, nota 9.
(6) El tipo de nuestro hombre sud-americano debe ser el
hombre formado para vencer al grande y agobiante enemigo de
nuestro progreso: el desierto, el atraso material, la naturaleza
bruta y primitiva de nuestro continente. . . . — Juan B, Alberdi,
185a.
(7) En corroboración de lo que dijimos en la pág. 127, T. I,
nota II sobre la acogida, por demás benévola, que nos dispen-
saron en la prensa algunos de nuestros inteligentes conciudada-
nos, al regresar á la patria después de nueve años de ausencia,
transcribimos las cuatro estrofas ñnales de la composición con
que se sirvió contestar á la que acaba de leerse, el cantor de las
Arenas del Uruguay.
Tú, en cuya frente brilla la aureola del talento.
La inspiración que hiere tu armónico laúd ;
Tú, que has logrado un nombre de excelso valimiento.
Tú, prez de esa ilustrada^ patriota juventud ;
I Levanta, sí, levanta tu poderoso canto,
Y anímala á que emprenda su espléndida misión ;
Arrójale una chispa del fuego sacrosanto
Que debe del poeta templar el corazón !
Indícale la senda que del error aleja ;
Infúndele creencias y aliento varonil;
Enséñale la cumbre que el porvenir despeja,
Y ayúdale á que venza sus asperezas mil !
¡ Levántate ! — Sus pasos te seguirán doquiera
En ese apostolado de regeneración:
Levántate I seguro que el triunfo nos espera
Si impávidos llevamos la fé en el corazón I
3l6 LUCHA ETERNA
Cuando Heraclio Fajardo escribía- su patriótica composición,
inspirada en nobles y viriles sentimientos ( 1855 ) el cantor de La
Leyenda Patria era un tierno niño, y veintinueve años después
nos enviaba su retrato, en retribución del nuestro, con el si-
guiente soneto, escrito ó mejor dicho, improvisado al pié del
mismo :
Solo y sentado en las desiertas lomas,
Te oí cantar al son de la corriente
Que sonaba en los juncos dulcemente.
Como escondido arrullo de palomas.
En los albores déla patria asomas
Con tu lira en la mano; se te siente
Desde lejos cantar. Blanca la frente,
Aun hoy tu lira melodiosa tomas.
Y llevas flores á las patrias ruinas,
Mandas al porvenir gritos alados,
Y el fondo de las tumbas iluminas
Porque se lean nombres olvidados
Viejo bardo feliz ! sueña en tu gloria :
Eres el corazón de nuestra historia!
Juan Zorrilla de San Martin.
1884.
XXIII
k
¿SE FUÉ?
AL CANTOR DE LA «LEYENDA PATRIA», EN LA MUERTE DE SU
ESPOSA ELVIRA BLANCO Z. DE SAN MARTIN. (l)
*♦♦
Cerró sus negros ojos, y más bella
En el lecho quedó como dormida....
Cruzó el aire una forma vagorosa
Que una estela de luz tras si dejaba. . . .
— Elvira! Elvira! ¿á dónde vas?.... ¿A dónde?
En silencio gimiendo preguntaba
Tu corazón ansioso, y como herido
De un vértigo febril al ver que ella
A tu sordo llamado no responde,
Los brazos tiendes y el vacío abrazas 1 , . . .
Un ay! desgarrador,'^indescriptible,
Se escapa de tu pecho,
Y sollozando el Plata,
3l8 ¿SE FUÉ?
Que siente á tu dolor su cauce estrecho,
Lo lleva al Uruguay entre sus ondas.
£1 alma de la Patria se dilata,
Y llega hasta tu hogar enlutecido
Torva nube que en lágrimas revienta ;
Cual de eléctrica chispa al estallido,
En noche de tormenta.
La bóveda sombría se entreabre
Despeñada en inmensa catarata.
Al abrazar á tu angustiado padre.
Vuela á unirse á la tuya el alma mia:
En mis brazos te estrecho,
Y aquí sobre mi pecho
Reclino dulcemente tu cabeza
Para que escuches íntimas sus notas,
Y ellas te digan, infeliz amigo,
Lo que el laúd tal vez no acertaría ;
Que yo amo y aborrezco con el alma ;
No se llorar á gotas.
Ni querer con medida ni tibieza. . . .
Solícita á mi ruego
Acude aquella Musa,
Que á tu heroica Leyenda dio su fuego,
Su estro divino y épica armonía ;
Y en tu inspirada frente
Que iluminan geniales resplandores.
Pone el beso inmortal que da á sus Bardos
La Virgen uruguaya Poesía,
Cuando el pueblo los alza vencedores.
Coronados de palmas y de flores.
¿SE FUÉ? 319
Mas de la gloria al beso lisonjero,
¿Qué corazón poeta no prefiere
Aquel místico beso postrimero
Que sin llegar al labio nace y muere ?
Al apagarse plácido y sereno
El dulce rayo de sus bellos ojos,
Al sentir que la muerte entrecortaba
El Adiós que en sus labios trepidaba ;
Como una llama que al morir se enciende.
Estrechando la mano del esposo.
Enternecida contempló la cuna
Do el pequeñuelo infante.
Última prenda del regazo amante,
Sus manecillas trémulas le tiende
Y el beso maternal tierno provoca.
Aun húmeda la boca
Con el lácteo licor del puro seno !
¡Casta unión del amor y de la gloria
Con la virtud, el genio y la belleza,
Rosas entretegidas con laureles,
Derramad los perfumes que atesora
Vuestra urna de nácar y joyeles !
Alejandro gentil, grave María,'
Juan Carlos decidor, Gerardo humilde.
Cariñosa Elvirita, almo destello,
Frutos de bendición, santas delicias
De la nivea, aromada
Diamela en flor tronchada ;
Nido de amor, oasis de frescura.
Que de la vida en el mortal combate
Dio sombra, inspiración, paz y ventura
Al luchador y al vate ; ( 2 )
320 ¿ SE FUÉ ?
Al genitor que ahora
Por gracia singular sumiso vierte
Lágrimas dulces al llorarla muerta !
Ceñid vuestros brazitos á su cuello,
Colmadle de caricias,
Y vuestros infantiles regocijos,
Gratos recuerdos en su mente evoquen,
De la época dichosa
En que Ella vuestros juegos presidia.
Aunque sangre la herida siempre abierta,
Resignado verá que si la muerte
Robarle pudo el cuerpo, entera el alma
De la adorada madre de sus hijos.
En vosotros palpita y se despierta!
Sombras de Artigas, Lavalleja, Blanco,
Héroes de la Agraciada y la Florida,
Puñado de titanes cuya historia
Es de la Patria perennal grandeza ;
Llora vuestro cantor.... en su cabeza
Verted el soplo que al bajar del cielo.
Templa los corazones en el suelo
Para luchar, sin tregua, heroicamente,
Contra el mal victorioso
Que se alza prepotente :
Y dadle vuestro aliento y fortaleza !
Arrullad su dolor en el destierro.
De su mente rasgad la opaca bruma,
Al contemplar las ruinas y estravíos
Que en la tierra Oriental ha amontonado
El destino infeliz que nos abruma;
Ángel de los Charrúas, (3) indomable
Tabaré, (4) que salvando á tu española
¿SE FUÉ? 3ai
Caes al tocar la meta,
El generoso pecho atravesado
Por golpe fementido,
Como sucumbe á veces el más bueno
En este mundo falso,
Traidoramente herido
Por la oculta y cobarde, ruin saeta
De la calumnia, el odio ó el veneno.
El puñal, el exilio ó el cadalso!
Ah! bien lo sabes tú, valiente atleta:
Cárcel de prueba el mundo en que vivimos.
Donde eternos del mal arden los focos.
Nuestra mísera estirpe, aun redimida,
( Arcano impenetrable ! )
Entregada parece al desenfreno
De bandidos, de histriones y de locos!
Cual tentador demonio, negra duda
En hora abominable asalta fiera
La soberbia razón del hombre vano ;
Mas la blasfemia en la garganta anuda
La humildad resignada del cristiano.
¿Es verdad ó ilusión?.... Somos juguete
De un poder infernal?.. Oh, no!., es mentira!
Vela tu providencia. Hacedor mío,
Y cada sol que en los espacios gira
Alumbra cada día, vengadora.
En el Rancho á la par del Palacete^ (5)
Del fallo divinal severa y justa
La suprema sanción: tu ley augusta!
Instrumento no más son en tus manos
El desorden, el crimen,
ax
322 ¿ SE FUÉ ?
La muerte, y el dolor, y los tiranos :
Esfinge aterradora, *
Aguijón que al deber nos llama austero,
Fantasma que nos hiere y desparece,
En la vida inmortal de las naciones
Ellos pasan malditos, cual la mancha
Que refleja un carancho (6) en un gran río,
Y su triunfo y poder se desvanece
Como espuma que hierve en el bajío. ( 7 )
Blasfeme como quiera algún sectario
De la ciega, letal filosofía
Que confunde el abismo con la cumbre.
Mientras radiosa alumbre
La cruz del Redentor nuestro Calvario ;
Mientras lleven su ofrenda á los altares
De la fé, la virtud y el patriotismo.
El apóstol, las vírgenes, los mártires.
Faro y columna de la grey mundana ;
Mientras el llanto que encendido brota
Vierta en el corazón fecundo riego;
Mientras cada ilusión nos brinde mágica
En encantada copa su ambrosía.
En cáliz ideal fragancia ignota,
Y fascinante estrella.
Más allá del sepulcro, la esperanza.
Reanime el polvo de la tumba fría ;
Iluminando la conciencia humana
Eterna vivirá la Poesía !
¿Cómo dicen entonces que se ha ido,
Si dentro de tu ser y el de tus hijos
Cual numen protector vive tu Elvira ?
¿SE FUÉ? 323
Tal vez su blanca mano
Tocó al pasar las cuerdas de mi lira,
Y es este humilde canto
El rumor apagado de su huella. . . .
Ya abracé á sus dos padres. ... y mi ruego
En férvida oración subió á la altura,
Por tí, por vuestros ángeles, por Elluy
Amantísima esposa, digna madre,
Celeste criatura,
Modelo de piedad y de ternura! (8)
Montevideo, Febrero 4 de 1887.
(1) Fallecida en el Tigre (Provincia de Buenos Aires) la noche
del 31 de Enero de 1887.
Á pesar de la hora temprana en que se verificó el entierro, se
hallaron presentes algunos amigos del inspirado cantor de las
glorias nacionales de la República Oriental. Recordamos entre
ellos á los Dres. Hipólito Gallinal, Presbítero Juan N. Terrero,
José A. Ayerza, Emilio Lamarca, Apolinario C. Casabal, y seño-
res Héctor S. Soto, Rómulo Ayerza y Carlos Navarro Lamarca.
Á las 6 de la mañana celebró una misa en la iglesia parroquial
del pueblo, el Presbítero Dr. Terrero, en laque recibieron la sa-
grada comunión, el Dr. Zorilla de San Martin y varios de sus
amigos, impetrando así en forma tan augusta el descanso eterno
para el alma de su dignísima compañera.
A la tarde nuestro desgraciado amigo se vino del Tigre acom-
pañado de sus seis pequenuelos. Se ha hospedado en casa del
señor Héctor S. Soto, mientras se prepara para regresar á su
patria. — La Utiion,
(2) Entresacamos las líneas siguientes del bellísimo discurso
pronunciado por su autor en el Club Católico, en la velada li-
teraria musical celebrada la noche del } de Julio :
« Hubo un momento, en que todo parecía derrumbarse en
3^4 ¿SE FUÉ?
nuestro país, en que todo parecía tambalear; leyes, institucio-
nes, hasta el mismo santuario.
En esos momentos de ira hacia la tiranía y de casi desaliento,
yo busqué el ángel déla esperanza para la patria, y creí verlo
simbolizado en un arcángel armado que cruzaba ante mis ojos
y mostraba á sus fieles, en el campo de batalla, el sitio indispen-
sable de las reivindicaciones heroicas. Formé entonces plena
conciencia moral, y me adherí, con pasión santa y convicción
plena, á la última revolución popular, cuyos sucesos me arran-
caron los girones más queridos de mi alma.
Bien está este recuerdo , aunque parezca lo contrario , al
dirigirme especialmente á vosotras, señoras, que sois encarna-
ción de la ternura del amor y de la paz.
Es que yo os debía una satisfacción; — es que yo había dicho
en este mismo sitio, y hoy debo ratificarlo, que el ángel de la
esperanza para la patria no era un arcángel armado ; estaba en
vosotras que formáis las nuevas generaciones en el patriotismo y
la virtud ; palpitaba en vuestros corazones cristianos, sonreía
en vuestro regazo ó dormía en esas cunas que vosotras arrulla-
bais con vuestros maternos y dulcísimos cantares. — Juan Zor-
rilla de San Martin,
1888.
(3) Más de una vez el insigne poeta durante su emigración,
ha debido encontrarse á orillas del Paraná y de la costa ar-
gentina del Uruguay, en la situación en que él describe al -ser
fantástico que simboliza á la indomable raza indígena, hoy
extinta, en la poesía titulada: El Axgel de los Charrúas.
« Con la frente sobre el pecho
Y la mano en la mejilla
Modulaba la canción
Que entre las sombras latía ;
Trasparentaba la luz
Su tez pálida y cobiiza;
Del fondo de dos abismos
Brotaba su ardiente vista ;
En su frente chispeaba
326 ¿SE FUÉ?
<c La Asamblea Nacional, apreciando con el mismo criterio
que el Poder Ejecutivo los sucesos que pueden producirse, y
coincidiendo estrictamente en opiniones en cuanto á las funes-
tas consecuencias que traería en pos de sí la perturbación consi-
guiente al hecho que trata de evitarse, en guarda del orden ge-
neral y de la tranquilidad tan necesaria hoy al ánimo público
profundamente escitado como se halla en estos momentos, resuel-
ve el alejamiento temporario del señor Capitán General don
Máximo Santos, y prestará su amplio acuerdo á toda otra medi-
da quede conformidad con lo dispuesto por el artículo 81 de
la Constitución de la República, juzgue el Poder Ejecutivo con-
veniente adoptar con el fin de hacer prácticos los elevados pro-
pósitos manifestados en el Mensage que tengo el honor de con-
testar á nombre de la Honorable Asamblea Nacional. »
Por vía de comentario ilustrativo nos limitaremos á transcri-
bir algunos breves párrafos de El Siglo y La España:
«Con la misma facilidad que habrían elegido á Santos Pre-
sidente de la República, ó Emperador, si él hubiera querido,
y hasta Obispo de Montevideo, si en serlo se hubiera empe-
ñado, votarán ahora para que sea declarado traidor á la patria,
y votarían, si necesario fuese, también, para que fuera fusilado
y quemado su cadáver y aventadas sus cenizas.
» Estas son Cámaras y estos son ciudadanos, de austeridad
republicana, que saben ser consecuentes y agradecidos, y saben
conciliar la consecuencia y la gratitud, con el deber cívico y
la honradez política ! » — La España.
1887.
Vaya por conclusión como enseñanza ó comprobación histó-
rica, nada más, del Poder que se desvanece
Como espuma que hierN-e en el bajío,
la banderilla de fuego (^en la que brillaba el mote : El árbol
caído) y que le fué plantada con la maestría y limpieza del
hábil diestro, que tiene á su cargo la crónica del primero de
los dos periódicos citados.
Inútil agregar que nadie tuvo la tontería ni el mal gusto de
darse por aludido.
«Gran cosecha do lecciones se desprende de lo que ha pa-
sado cu nuestra Sobrafi¡f\
¿SE FUÉ? 327
Cae el árbol, y de él hacen leña — ateniéndose al mensage
filantrópico del Gobierno — los mismos que días antes go-
zaban de su sombra y engordaban con sus frutos.
Cierto es que la gratitud tiene límites en todas las situaciones
individuales ó colectivas del ser humano; pero también loes
que impone delicadezas y que los extravíos de aquel sentimiento
no inspiran repugnancia, especialmente cuando á ellos se
asocia el valor de la franqueza contrariando la corriente po-
pular.
Entre la fidelidad del perro hacia la mano que le dio caricias
y alimento, y la afición del gato hacia la casa, ¿ea cuales fueren
quienes la habitaron y la habitan, decididamente sería preferible
para la moral, el primero de esos extremos ». — El Siglo.
1887.
(8) Véase el Apéndice.
Acabo de leer la poesía del cantor -de Palmas y Ombúes al
cantor de la Leyenda Patria en la muerte de su esposa Elvira
Blanco de San Martin, y no puedo callarme. Leyendo esa poesía
en alta voz y en pura y tierna compañía, el corazón ha sentido
los graves estremecimientos de la emoción, y la lágrima ha
rodado sobre el papel como una gota de agua sobre una lámina
de plata. Quiero engarzarla aquí. La sensibilidad despierta el
pensamiento como el canto matinal de los pájaros anuncia un
nuevo día con su tarea y con sus luchas. La humanidad sin
la naturaleza sería artista sin escena, y la naturaleza sin el
hombre fuera el misterio impenetrable y dormido.
Un sentimiento se torna en idea como un dolor en desbor-
dante melodía; los vaporos de la naturaleza como las inspira-
ciones de la humanidad se elevan, y cuando vuelven á caer
sobre la tierra ó sobre el corazón del hombre, es para fecun-
darlo*?. No bendigo el dolor, pero amo la esperiencia y las
bondades que lleva ella consigo. La alegría evapora los senti-
mientos, el dolor los reconcentra en el corazón : será más
brillante el relámpago del regocijo sobre la faz humana ; pero e^
reflejo de la tristeza con sus tintes viriles es más solemne y aun
más hermoso en la cara. No hablo del dolor ni de la alegría
forjados. Hablo para asociar mi alma á esta.
3a8 ¿SE FUÉ?
Casta unión del amor y de la gloria
Con la virtud, el genio y la belleza ,
Rosas entretegidas con laureles,
Derramad los perfumes que atesora
Vuestra urna de nácar y joyeles 1
La poesía á que pertenece esa estrofa, publicada en El Siglo
de hoy, es de aquellas que por su inspiración y sus sentimientos
borran en un instante doce años de desgracia nacional.
Cuando un pueblo tiene liras que revientan en armonías se-
mejantes, el mal e^ un accidente. Esa poesía borra en el corazón
del patriota la nostalgia del arbitrario: esa poesía es humana, es
patriótica, es -real, es hermosa, es noble; es el Poeta y no el
TIRANO QJÜIEN LLEVA EN SI EL ALMA DE UN PUEBLO ! — Eduardo
Flores,
1887.
No han resonado en el hogar enlutado del cantor de Tabaré
conceptos más filosóficos, acentos más patéticos que los que
campean en esa elegía. Eduardo Flores ha sido, en esta ocasión,
el intérprete justiciero y brillante de la opinión popular. Afor-
tunado poeta! En todos sus cantos, aun en aquellos rápidamente
improvisados, está impreso el sello de inspiración que jamás se
agota, que siempre deslumhra, que exalta el alma hasta el delirio
cuando canta las glorias nacionales, cuando fulmina á los tira-
nos ; y que conmueve hasta atrancar lágrimas cuando llora so-
bre la tumba del apasionado Celiar y la angélica Isabel. — Victo-
riano E. Montes,
1887.
h*
XXIV
PROMESA CUMPLIDA
Á MI HIJA SARAH LA NOCHE DE SU CASAMIENTO (l)
{En SU Álbum,)
c Ruego que no se rompa el sello que reserva estas hojas » — > Sarak,
4t 4t 4t
Al pensil hermoso donde está su nido
Dos tórtolas llegan con dulce gemido,
Que es himno á la vez,
Su fronda sacude gentil naranjero,
Y de blancas flores tapiza el sendero
Que huellan sus pies. (2)
Brilló Héspero entonces, más vivo en el cielo....
Nubes de azahares formaron un velo ....
La orquesta calló ;
Y cual si la hiriese del misterio el ala,
A poco, en silencio, la espléndida sala
Desierta quedó ....
330 PROMESA CUMPLIDA
Ya todos se fueron — y también aquella
Que era en mi horizonte la polar estrella,
Ángel de mi hogar, •
Maga encantadora, forma peregrina.
Corazón amante, bondad que domina
Sólo con mirar! (3)
Cubrían la alfombra, del baile despojos....
Gota indefinible cayó de mis ojos
El Álbum tomé —
Y el sello y la banda — con nerviosa mano —
Que en tres hojas puso como íntimo arcano
Mi Sarah, rasgué.
¿Dolor ó alegría? no sé, ni podría
En aquel momento decirte, hija mía.
Lo que yo sentí.
Oir parecióme tu voz dulce y grata
Que me repetía: ¿Cuándo pone^ tatUy
Sus versos aqui?
Mis versos? pedazos del alma, destello
De lo más sentido, más fúlgido y bello
De mi inspiración.
Velado en torrentes de luz y armonía,
Quisiera en tu Álbum poner, vida mía,
Y en tu corazón!
En páginas albas, el sello era emblema
De la que aguardaba, sublime diadema.
Tu sien virginal :
Con ella ahora entras en el prometido
Edén, cuya puerta sólo abre el ungido
Amante nupcial!
PROMESA CUMPLIDA 33 1
Que tu unión bendiga quien todo lo puede !
Que adversa ó propicia, tu existencia ruede
Pura y siempre en flor!
Brinda al tierno esposo, y él te dé colmada,
Siempre embriagadora, la copa encantada
Del sincero amor!
Cual raudal fecundo, de esperanzas lleno.
Los vastagos sean que brote tu seno,
Como él, como tú;
Y nazcan en lecho de lauros y rosas,
Los hijos, valientes; las hijas, hermosas:
Todos con virtud.
Si tú eres la estrofa mejor de mis cantos,
Como dijo un bardo famoso entre tantos.
Que te dan loor;
Musa inspiradora! realiza en la tierra.
El mejor poema que la vida encierra,
El poema de amor!
Y cuando abandones las nativas playas,
Sol esplendoroso donde quier que vayas.
Revela ideal.
El tipo acabado de gracia y belleza
Que imprime á sus hijas la genial grandeza,
Del pueblo oriental. (4)
Salud oh gran pueblo ! . . . Salud nobles almas
Que habéis arrojado, mirtos, lirios, palmas
A mi serafín !
Que en vos, vuestros hijos, y en cuantos os amen,
Con pródiga mano los cielos derramen
Ventura sin fin !
Mayo 14 de 1888.
«
33» PROMESA CUMPLIDA
(i) « El casamiento civil tuvo lugar á las 9 P. M., y el reli-
gioso á las 10: ambos la misma noche del 23 de Mayo en casa
de la novia. Fueron testigos en la Curia eclesiástica, en el
Juzgado de Paz y en el domicilio de los padres de aquella,
los Doctores D. Ernesto Velazco, D. Juan Carlos Blanco, D.
Alfredo Vasquez Acevedo, D. Ruperto Pérez Martinez, D. Luis
Piñeiro del Campo y D. Antonio Carbalho Lerena : Padrinos
de la boda, el padre de la desposada y la Señora doña Concep-
ción F. de Decoud, hermana política del novio».
Stassera sará tutto festa e gioia e bellezza in casa Magariños
Cervantes,
La vezzosissima figlia deirinclito bardo uruguayo, Tincama-
zione deirideale femminino ch^egli ha vagheggiato nelle sue
belleed inspirate creazioni poetiche,la signorina Sara Magariños
s'impalma stassera col distinto giovane paraguayo Awocato
Adolfo Decoud.
Tutta la hig Ufe di Montevideo é in movimento per questa
ceremonia che assume le proporzioni di un avvenimento citta-
dino, perché Montevideo ama irsuo poeta e s'interessa a tutto
ció che lo tocca davvicino. — Vitalia.
Con tan fausto motivo, la morada del gran poeta vióse inva-
dida por multitud de familias de la alta sociedad y sinnúmero
de caballeros que ocupan distinguidos puestos en el Gobierno,
en el Cuerpo Legislativo, en el Foro, en la prensa y en el co-
mercio.
El señor Cura de la parroquia de San Francisco, D. Martin
Pérez, bendijo la santa unión de una de las mujeres más her-
mosas de Montevideo, ornato y joya de los salones, en los que
dcslumbraba con los encantos de su físico y seducía con el atrac-
tivo de su heredado talento.
En ese momento, imborrable para los que ya ñguramos en la
plana mayor pasiva de la sociedad, la joven desposada, luciendo
un riquísimo traje, ora el centro al cual convergían las miradas
PROMESA CUMPLIDA 333
de sus amigas é invitados — éstas admirando una vez más á la
que momento después les daba el beso de despedida de soltera;
aquéllos aplaudiendo la buena elección del doctor Decoud, que
nos lleva « la mejor estrofa del poeta ». — El Bien,
Desde la entrada, la casa del doctor Magariños resplandecía
antenoche para despedir á la que ha sido, hija única, de su sexo,
el justo orgullo de los padres. — Escaleras, vestíbulos, corre-
dores y salones destellaban el vivo fulgor de las luces y el per-
fume penetrante de todos los ramos caprichosos, enviados para
aromar el ambiente de la fiesta, vieja costumbre que tiene algo
de simbólica y que parece Jprmular, por el pebetero de cada ra-
mo, como un coro de aspiraciones por la felicidad de los que
entran á recorrer una nueva jornada de la vida.
Presenciaron el enlace los amigos íntimos de la familia, que
formaban un círculo encantador á la bellísima novia, más res-
plandeciente con el traje blanco de los desposorios.
Momentos después se iniciaba el baile, alimentado por nueva
concurrencia que siguió llegando hasta las doce y media de la
noche.
Durante seis horas consecutivas en que la orquesta dirigida
por Formentini agotó las piezas del programa, aquella mansión
fué el magnífico asilo de la más bulliciosa alegría. — La Ra:^on.
Á las felicitaciones de las amigas, se asociaron las lágrimas de
los más allegados, y el baile se impuso para volver la alegría que
caprichosa huía de las que no tenían sino motivos de contento
por la realización de anhelados deseos.
Las ñores, no obstante sentirse gran escasez en los jardines,
abundaban en los salones, embelesando la atmósfera con su
suave aroma el jazmin, el nardo, el heliotropo y la rosa.
Los regalos, en gran cantidad enviados en el día á los novios,
ocupaban, los pequeños, los centros y consolas, y los grandes, los
rincones de los salones libres de objetos decorativos.
Ricos toilettesy más que nada elegantes, tijles vaporosos y de
variedad de colores, ojos azules, ojos negros, cabelleras rubias,
peinados de ébano, niñas encantadoras agitándose en medio de
ramos de formas caprichosas y mirando con desden á sus rivales
334 PROMESA CUMPLIDA
las flores; he ahí el conjunto admirable que encerraban los salo-
nes del doctor Magariños.
Al ritmo alegre y chispeante de la cuadrilla ha sucedido la
apasionada cadencia del vals; la animación no ha decaído un
solo ápice sino que, por el contrario, cada vez es más intensa;
en los juveniles rostros no se nota todavía la menor huella de
cansancio ; sólo en los papase los buenos de la fiesta, se nota
alguna impaciencia; es que son.... las 4 !
Y duró un poco más, y que durara más hubieran querido
todos, porque las fiestas regias realizadas con exquisitas amabili-
dades por parte de los dueños de ^a casa, ateniéndonos á la
opinión de un entusiasta admirador de Terpsicore, no debieran
tener fin. — El Siglo,
La espectativa favorable que dominaba en nuestro mundo so-
cial, fué ampliamente confirmada ante una realidad que tiene las
apariencias de un hermoso sueño.
Corría por los salones que desde hacía tres años la alta so-
ciedad montevideana no había tenido el placer de asistir á una
fiesta tan completa.
Y así era en efecto. Un amigo de imaginación nos decía que
aquello le recordaba el casamiento de la reina de las flores,
leído en un precioso libro. Sus compañeras del vergel ameno la
rodeaban ostentándose como nunca primorosas.
Los sempiternos observadores ocuparon los vanos de las puer-
tas y desde 'allí miraron desfilar todo lo que daba esplendor y
realce á la fiesta. Las señoras curioseando entre la multitud de
obsequios de subido mérito artístico y valor material conside-
rable, con que fueron los novios agraciados.
Nuestros jardines fueron puestos á contribución. ¡ Cuánto ra-
mo caprichoso, de colosales dimensiones, ocupaba allí los es-
pacios aprovechados, en salas, habitaciones, corredores, patio,
vestíbulo y comedor, esparciendo fragancia embriagadora ! Ha-
bía un caudal en flores y objetos de adorno.
La nota serena en aquel concierto de bellezas rivales — ñores
PROMESA CUMPLIDA 335
y mujeres — dábanla las señoras siguientes, de gran toilette, al-
gunas con los brazos, cuellos y peinados cuajados de brillantes
pedrerías.
Señoras: Rocca de Magarinos, Maradona de Rocca, Magariños
de Palomeque, Pérez de Salvañach, Tornquist de Roosen, Chi-
rif de Guido, Fernandez de Decoud, Fynn de Farini, Illa de
Castellanos, Acevedo de García Lagos, Vázquez de Acevedo,
Castellanos de Sosa Díaz, Muñoz de Ramirez ( Carlos M. ), Ace-
vedo de Blanco, de Fleury, Márquez de Ayala, de Pons, Mar-
cenal de Rodriguez, Moreno de Zavalla y otras.
La nota dominante de brillo, colorido y animación, la daban
en conjunto y parcialmente las siguientes señoritas : Luisa Ma-
garinos Veira, Sofía Folie, María Luisa é Irene Velazco, Manue-
la Guido, María Luisa y María Carolina Ramirez, Emilia Palo-
meque, Ecilda, Emma y Elena Castellanos, Tuly Roosen, María
Salvañach, Pepa Acevedo, Juanita Vázquez, Julia Loo, María
Ayala, Carmen Ro vira, Rita Pons, Elena Rodriguez, Benita Ca-
rreras y otras cuyos nombres no vienen á nuestra memoria en
este instante. — La Época,
La casa lujosamente adornada, llena de flores, de luz, de pre-
ciosísimos regalos, de jóvenes bellísimas, y en suma, una
distinguida concurrencia, compuesta de la crhne de nuestra
high-life, daban un esplendor inusitado á aquel acto.
Entre los caballeros se encontraban los siguientes : José Pedro
Ramirez, Ildefonso García Lagos, Carlos María Ramirez, Vas-
quez Acevedo, Salvañach, Emilio Castellanos, señor Cordero,
Manuel E. Rovira, Pablo Nin y. González, Adolfo Piñeyro, Luis
Piñeyro del Campo, Gómez Ruano, Blixen, Duhau, Villarnobo,
Rovira y Urioste, José y Pedro Guido, C. García Lagos, Llamas,
Panchito Gómez, Favaro, Velazco, Brown, Previtali, Mariano
Pérez, Sienrra Carranza, Pimentel, Martos, Ayala, Garabelli,
Victorica, Lascano, Soca, Ros, Herrera, Reyes, Vigil, Martínez,
Sosa Diaz y otros. — El Ferro-Carril.
Como para que nada faltara, el ambigú estuvo admirable-
mente servido, como si se hubiese querido ordenar una aten-
ción especial á esa parte prosaica de la fiesta.
336 PROMESA CUMPLIDA
El doctor don Ruperto Pérez Martínez asoció las bellas imá-
genes de la poesía al acto de los brindis por los desposados, con
las siguientes estrofas que condensan sus votos de felicidad y la
expresión de un legítimo orgullo de la tierra que á todos, con
ese mismo motivo que á él, nos anima.
No se entibia su luz, ni desparece;
Cambia tan sólo de sistema el astro,
Cuando al dejar sombrío nuestro cielo
Va á esparcir su fulgor en el hermano.
Por eso en su pasaje la despiden.
Temblorosas de amor sus compañeras ;
Mientras los lazos que su ausencia rompe
Se difunden en lágrimas serenas.
¡ Qué sin cesar y por doquier la siga
El hado tierno, que su marcha vela,
Y que en la inmensa eternidad del tiempo
Siempre el orgullo de su patria sea !
Con vivos aplausos fué saludado el doctor Pérez Martínez al
terminarla lectura de su poética felicitación. El doctor Magari-
ñosse habrá sentido emocionado al escucharen noche tan so-
lemne para él, el lenguaje en que ha expresado siempre los
altos sentimientos de su alma. — La Época.
( 3 ) A las dos de la mañana, la feliz pareja voló, en alas de su
cariño, según dijo un periódico de la tarde, á una deliciosa
quinta del Paso del Molino, lindera al Prado, en la que, en
efecto, había á la entrada, al lado del jardin y frente al vestíbulo
del fondo, varios frondosos naranjos en flor.
( 3 ) Si se suprime en esta estrofa el primer verso y la mitad
del segundo, como lo ha hecho alguno, se afirma de un modo
absoluto, lo que el autor expresa sólo de un modo relativo, refi-
riéndose d su horí\onit\ es decir, al círculo de sus afecciones y
de su hogar :
aquella
Que era en mi hortj^onie la polar estrella.
Dentro del radío más ó menos limitado de ese horizonte ¿qué
PROMESA CUMPLIDA 337
padre ó madre idólatra desús hijas, sobre todo si es única, no la
llama con énfasis orieyítal, ángel, tesoro, delicia, encanto, sol,
reina, etc?
¿Acaso se pretende afirmar con eso la necedad que no hay
otra igual en el mundo ó en la sociedad de que forma parte?
La respuesta jse halla en la nota siguiente, en la citación que
en ella hago, y por coincidencia en la nota 8, pág. 188.
Pláceme no obstante, satisfacer la susceptibilidad del austero
republicano que se siente herido por el uso, aun en poesía, de
palabras aristocráticas, y sustituyo la de Maga á la de Reina que
otros antes que yo, con elogios superiores á los mios, han tenido
la galanteria de emplear.
Sin dar, pues, importancia al cargo, permítaseme recordar que
hace muchos años he dicho : <r. que abomino la falsa modestia ;
que en casos semejantes no hay por qué hacer misterios y
aspavientos de cosas que pertenecen al dominio público, diez
veces estampadas, comentadas y glosadas en los periódicos».
Véase Violetas y Ortigas, pág. 6, y también el Apéndice.
( 4 ) Cualquiera que no sea algún cazador de puntos y comas,
como llama Dermidio De-María con su habitual donaire á los
que convierten en defectos hasta las erratas de imprenta, ha de
convenir que la nota resaltante en el epitalamio es la estrofa
antepenúltima en que se ensalza :
El tipo acabado de gracia y belleza
Que imprime á sus hijas la genial grandeza
Del pueblo oriental.
Por consiguiente, la joven esposa á quien está consagrado el
canto, es un tipo ó ejemplar, y nada más, de la mujer uruguaya
á cuyo orden genérico pertenece como tantas otras de sus bellí-
simas compatriotas.
En efecto, tomando las palabras en su legítimo significado se-
gún el diccionario de la lengua, sólo violentamente pueden inter-
pretarse de otro modo los conceptos de la referida estrofa ; y no
es permitido ignorará ningún sabio que de crítico presuma, que
en la historia natural se llama tipo á <f: cada uno de los individuos
en que se encuentran bien marcados los caracteres que distin-
guen una raza. »
338 PROMESA CUMPLIDA
Así también lo entienden el sentido común y el discreto autor
de los párrafos siguientes :
« Las hermosas se van, decía hace pocos días un cronista
amigo, al saber que Sara Magarinos se unía al doctor Adolfo
Decoud, y que fijarían su residencia en Buenos Aires.
Se van, es verdad, pero la planta tiene muchps ejemplares en-
tre nosotros, y es un consuelo poder decir: quedan aún muchas.
De esta verdad podía compenetrarse quien anoche, como el
que esto escribe, hubiese asistido á la boda de la hermosa hija
de nuestro bardo, y por lo tanto contemplase radiantes de her-
mosura, ¿7 la que se va, y i. las que quedan.
Qué hermosa estaba la novia, velados sus grandes y rasgados
ojos por la emoción que inspiraba la solemnidad del acto !
Cuántos ensueños en la mente, cuánta felicidad realizada !
Y ahora pregunto : ¿ tenía ó no razón para decir que aun que-
dan hermosas?
Qué deseáis? ¿Ojos negros? Ahí está Manuela Guido, Em-
ma Castellanos, Irene Velazco, María Luisa y María Carolina
Ramírez.
¿Talle cimbrador, belleza digna de ser esculpida en mármol?
Ahí pasa Elena Rodriguez arrebatando con su mirar de fuego.
¿Distinción, belleza, elegancia, ojos centellantes, aire de rei-
nas? Tended la vista por la sala y hallareis todo eso en cada una
de las presentes, con viveza de imágenes.
Pero basta — conste que es sensible que se vayan, pero que
aún quedan. — La Tribuna Popular,
XXV
RECUERDO
BRINDIS A LOS REPRESENTANTES DE LA PRENSA BRASILERA, LEÍDO POR EL
Dr. D. ALBERTO PALOMEQ.UE, EN EL BANQ.UETE CELEBRADO EN EL TEA-
TRO SAN FELIPE LA NOCHE DEL 13 DE JULIO DE 1888. (i;
* **
Naturaleza virginal, tendida
De sus montañas en la verde falda,
Entreabierto su manto de esmeralda
Por los besos del aura tropical ;
Se levanta radiosa, deslumbrante,
En las tardes risueñas del verano,
Vertiendo frescas rosas con su mano,
Del Crucero jardin, maga ideal.
Así la idea generosa y grande
Que hoy vencedora en el Brasil domina,
Al mundo con sus rayos ilumina.
La bendice doquier la humanidad
Como una gloria suya, y viva imagen
Del siervo redimido, su Gigante
Acostado (2) levántase, y triunfante
Alza el himno de santa libertad !
Julio 23 de 1888.
340 RECUERDO
( I ) Formaban esa comisión los S. S. redactores, Dres. Pa-
ranhos Pederneiras, de O Jornal do Commercio ; Dermeval
da Fonseca, de la Gaceta de Noticias ; Mendes de Almeida, de
O Diario de Noticias; y Siqueira Cavalcanti, áe \2i Ga:{eta da
Tarde,
(a ) Éntrelas maravillas de la tierra brasilera, tierra coronada
con todos los esplendores de la creación, hay una que llena de
asombro á todos los viajeros que han podido contemplarla, en
las condiciones necesarias para que la ilusión óptica se produzca
en toda su incomparable magnificencia.
O Gigante deitado (el gigante acostado) es un verdadero
titán de proporciones colosales, formado por las siluetas de las
montañas que rodean la bahía de Río Janeiro, artísticamente
enlazadas por la mano de la naturaleza. — La imagen que resulta
es superior como belleza plástica y por su grandiosa y poética
realidad á las que han trazado Esquilo, Shelley, Byron, Edgard
Quinet, Andrade, etc.
Yendo de Montevideo á Río Janeiro, en 1844, á bordo del
transporte imperial Pavuna^ tuve ocasión de ver por primera vez
al Gigante acostado.
El suceso se encuentra narrado en la serie de artículos que,
con motivo del poemita El precio de la Gloria, publiqué en La
Ra^on en 1882- 1883; Y ^^s impresiones que me dominaban
durante el viaje y al pisar las playas brasileras, están consignadas
en las composiciones, Río Janeyro, Brisas del Plata pág. 91 y
Saudades pág. 129 de Palmas y OmbúeSy tomo I.
La primera estrofa del Brindis , está tomada, con una ligera
corrección, de la poesía Río Janeyro. Pertenecen á la misma las
dos estrofas siguientes, que reprodujeron La Época y otros
periódicos como complemento de lo que el autor pensaba en-
tonces ( 1844 ) sobre la esclavitud.
Goza, oh pueblo ! delira, canta, rie,
Rie, oh pueblo ! tu guardas en tu seno,
Un porvenir que de misterios lleno,
RECUERDO 341
Tu horizonte colora de carmín.
Enjaulada pantera á quien azotan,
Muerde sus hierros desdichada raza....
Ay ! si al cabo sus grillos despedaza
Y el rayo que condensa estalla al fin !
Al crujido del látigo que en vano
Quiere el grito acallar de sus entrañas,
El Gigante que duerme en tus montañas
Me parece que se alza colosal ;
Y sacudiendo sus hercúleos brazos
Cual pavorosa esfinge se levanta,
Y rompe el aúreo cetro con su planta,
Y hace trizas la túnica imperial !
Estas dos estrofas, dije contestando al distinguido doctor
Bastos, redactor de O Bra^^ily eran la espresion espontánea de lo
que yo en mi mocedad y todos generalmente creíamos sobre la
solución tremenda que tendría el pavoroso problema de la es-
clavitud en el Brasil; y el brindis de 1888, leido por el Dr. Pa-
lomeque en el banquete de San Felipe, y dedicado á los dig-
nos representantes de la prensa fluminense, es la humilde
apoteosis de un hecho grandioso, puesto de relieve y conden-
sado en una imagen titánica brasiliense; hecho que á pesar de
venirse preparando desde largo tiempo atrás, ha llenado de
entusiasmo y de admiración al mundo. Este lo bendice hoy en
todas partes como una verdadera conquista y gloria imperece-
dera de la humanidad !
Doy á usted las más expresivas gracias por la traducción que
considero digna de su talento como escritor y como poeta, que
he tenido ocasión de apreciar antes de ahora en las columnas de
La Ra^on y me repito su affmo. amigo y S. S.
A. M, C.
Agosto ) 1888.
_________ »
Entre salvas de aplausos terminó la lectura de esa joya poética
del viejo bardo, cuyo corazón late siempre á impulsos de todo
lo grande, de todo lo generoso y de todo lo noble. — La Tri-
buna Popular.
já
XXVI
SAUDADE (I)
BRINDE AOS REPRESENTANTES DA IMPREMSA HRAZ'LEIRA NO
BANQ.UETE CELEBRADO NO THEATRO «SAO FELIPPE* (DE MONTEVIDEO»
A 33 DE JULHO DE 1888.
**^
( traduc<;aü )
Que natureza virginal se expande
De suas montanhas n'essa verde falda,
Entreaberto seu manto d'esmeralda
Pelos beijos da brisa tropical;
Alli cresce radiosa e deslumbrante
N'essas tardes risonhas do verño,
Fresca rosa esparzindo com sua máo
Do Cruzeiro jardim, fada ideal.
Assim a idea generosa e grande
Que hoje ovante no Brazil domina
SAUDADE 343
O mundo com seus raios illumina ;
Consagrada por toda a humanidade
Como gloria do mundo, viva imagem
Do libertado escravo, o seu gigante
Deitado se levanta, e triumphante
Canta o hymno da santa liberdade.
A. Bastos.
Quiz o poeta comparar o effeito produzido em sua alma pela
appari^ao do Gigante deitado (formado pelos contornos das
montanhas do Rio de Janeiro por elle observadas e cantadas em
outras poesias, por occasiáo da sua viagem feita en 1844, á térra
fluminense ) com a ¡mpressáo sentida pelas nances civilisadas,
antea solu<^áo do problema escravidáo, doada ao Brazil, sem a
menor commc^áo política, sem derramamento de sangue, sem
hitas fratricidas. — A. Bastos.
1888.
XXVII
ONDULACOES
A F. R.
««i!:
Aprts t'avoir crcée, Dicu, l'arbitre du monde,
Dicu, le peintrc suprcmc, en le voytnt si blondc
Resta calme et pen:>if, et sourit vaguement.
Jaymt de Seguier (poeta portuguez).
Aquellas trancas, de ouro sombreadas
En \igue'\agiies fortemente unidas,
Parecem crepitar, como feridas
Por eléctricas chispas ateadas.
Quando as vejo agitárera-se, onduladas
Por branda arágem, rápidas, movidas,
Sinto n'alraa canjóes desconhecidas,
Por divino phonographo entoadas.
ONDULAgOES 345
Iriam-se na fronte as cambiantes
Do espectro solar — lympha sem dique,
Luz attrahente, encantos palpitantes,
Arabescos sem visos de arrebique.
Croa ungida dos trafos radiantes
Das cabefas dos anjos de Vandick!
Alfredo Bastos.
1882.
Tengo verdadero placer, mi querido Dr. Bastos, en retribuirá
usted como poeta su elegante traducción de mi Brindis.
Al efecto escojo, no la mas notable ni la mas bella de sus
poesías, sino aquella que á mi juicio ha de ser mas grata á su
corazón, y tal vez á la persona que usted mas ama.
Sírvase usted aceptar esta pequeña ofrenda en retribución de
su valioso obsequio, con los votos que hace por su felicidad su
colega y affmo. amigo. — ui. M, C.
1888.
it^.. L^ ti
XXVIII
ONDULACIONES
( TRADICCIOX I
A F. R.
* » V
l»^»;'.c» .'.:»: "c .-ci'a, ti s-mn Omnipotente,
P; •>, ¡ p:r.T. r supremo. :^ti ubiji al ve:tc j bella.
fjtmf Je ^fguiír.
Aquellas tren/as do ou», sombreadas,
Fn espirales ÜKiter. ento unidas,
ParovO vjue crepitan. ccn:o heridas
TvM vlée;iieas ehispas intlamadas.
Al vevLís eual se a^^iían, endulad:;s
TvM* aura leve, rápij. s. llovidas,
i.\i!U'ivMu^s oii^o Vv^ desevMK^eidas,
Toi- d;\ r.H^ for;ó*irat\^ er.lv^nadas.
ONDULACIONES 347
Luz atrayente, mágico conjuro,
Se irisan en su frente los cambiantes
Del espectro solar — linfa sindique,
Sin mentido arrebol esmalte puro,
Aúreo nimbo que pone en las radiantes
Cabezas de sus ángeles, Vandick!
1888.
Agrade90-lhe sinceramente o seu benévolo parecer sobre a
minha traduc<;áo e tambem pela do soneto por mim escripto,
quando solteiro, e dedicado á digna Oriental que hoje me une
pelos la90sdo amorá vida e a esta hospitaleira térra do Uruguay.
Ter merecido de V. S. Pr. Magariños, uma traduc<;áo, é, nao só
para mim como para urna compatriota sua, o premio da admi-
ra^áo, derespeito e de sympathía, que a V. S. dedica sincera-
mente este seu humilde e affmo. amigo — A //redo Bastos,
XXIX
FA CH'IO TI BACI!
***
Tace la notte, e plácida
Brilla la luna in cielo;
Non una nube all'étere
Toglie Tazzurro velo.
L'astro d'argento lúccica
Tra foglia e foglia incerto,
Tutte le stelle spléndido.
Formangli attorno un serto.
Lá, nel boschetto, trépido
L'usignuoletto trilla;
Le verdi piante aspírano
La profumata stilla.
Tutto il creato arridere
Sembra d'amore e vita :
I fior, la térra, Tétere,
Tutto ad amare invita.
FA ch'io ti BACI ! 349
Qui, fra i concenti armonici
Della natura intera,
Anche il mió labbro trémolo
Un paradiso spera.
Anche del core i pálpiti
Cercano un cor fratello,
Che ripercuota i báttiti
Del santo amor piú bello.
L'alma divampa, o vérgine,
Divampa íl mió pensiero. . . .
Par che del cielo agli^ángeli
Voglia rubar Timpero.
Vieni, deh vieni, e fúlgida
Come la stella fida,
Fá che il tuo labbro candido
Al labbro mió sorrida ;
E come V aura tiépida
Sul volto tuo s' aduna,
Fá ch'io ti baci tímida,
Gentil fanciuUa bruna !
E come il soave zéffiro
Scherza co' tuoi nastrini,
Fá ch'io ti sfiori i mórbidi
Inanellati crini
• • • •
i. Ib
FA ch'io ti baci !
Perché lo sguardo vivido
Al suolo abbassi, e tremi?
Tu sei regina ed úniile
Schiavo ti son, che temi ?
Vedi qum'io mi modero
Finché tu tremi e taci ! ....
Eppur vorrei ricingerli
D'araplessi, e in mezzo ai baci,
Sul tuo bel sen disciogliermi ! .
Ma mi trattiene umile,
II bel rossor che impórpora
La guancia tua gentile.
Vieni fanciulla, lánguida
Sovra il mió cor riposa,
£i ti dirá coi pálpiti
Quanto mi sei preziosa !
E nel silenzio, taciti
Tra le notturne brezze,
Scordiam la térra e gli uomini,
Godiamo un ciel d'ebbrezze! . . .
Al'orizzonte célasi
Quasi la bianca luna
Fá ch'io ti baci!.... bacíami
Gentil fanciulla bruna! ....
G. Odie i II i y Sagra.
XXX
DEJA QUE YO TE BESE!
TRADUCCIÓN LIBRE ( 1 )
« **
Calla la noche, y plácida
La luna allá en el cielo,
Sin una nube el éter.
Brilla entre el azul velo.
Resbalan de hoja en hoja
Sus plateadas huellas,
Y una diadema en torno
Le forman las estrellas.
Tímida, en el bosque, el ave
Suelta amoroso pió ;
Con éxtasis las flores
Aspiran el roció.
Sonreír de amor parece
La creación bendita ;
La flor, la tierra, el aire.
Todo al placer invita.
Aquí entre los concentos
De la natura entera,
352 DEJA QUE YO TE BESE !
También mi labio trémulo
Un paraiso espera.
También el pecho mió
Busca otro pecho amante,
Que unísono á mi anhelo
Responda delirante.
Loca está mi alma ¡ oh virgen !
Mi mente audaz delira ....
Parece que á los ángeles
Robar su imperio aspira.
Ven, mi adorada, y fúlgida
De Venus cual la estrella,
Haz que tu labio tierno
Sonria á mi querella.
Y como el aura leve
Tu rostro toca apena.
Deja que yo te bese,
Gentil niña morena!
Y como mueve el céfiro
Las cintas de tu cuello.
Deja que yo los rizos
Toque de tu cabello!
,:Por qué tiemblas, y bajas
Tus ojos? qué temor
To asalta?... tu eres reina.
Tu humilde esclavo vo !
DEJA QUE YO TE BESE! 353
Vé como me contengo,
Trémulo así al mirarte,
Cuando entre ardientes besos
Quisiera yo abrazarte ;
Y desmayarme sobre
Tu seno, en dulce alarde...
Mas me detiene el púdico
Rubor que en tu faz arde.
Oh virgen, ven ! . . . tu frente
Sobre mi pecho posa:
Diránte sus latidos
Cuánto te adoro, hermosa.
Dando al olvido el mundo,
Entre el nocturno velo.
Unidas nuestras almas
Remóntense hasta el cielo !
Tocando ya á su ocaso
La luna va serena :
Ven que te bese, y bésame.
Gentil niña morena!
1878.
(i) Pertenece esta composición al tomito Foglie d^helera.
Hojas de Laurel, publicado por el señor Odicini y Sagra, en
Florencia. Hicimos la traducción, en homenaje al talento y en
testimonio de cordial aprecio al autor, que nos había honrado
con la versión de los Hijos del genio.
Véase la nota de la página 1^2.
«3
XXXI
FLOR QUE NO MUERE (^)
A SARMIENTO (2)
^p ^F ^p
Encorvada la frente bajo el peso
Del pensamiento audaz que le avasalla,
Sosteniendo doquier una batalla
CoQ la estirpe satánica del mal: (3)
La ignorancia endiosada, la soberbia.
La calumnia procaz, la envidia, el odio.
Que ni siquiera esconden como Harmodio,
Entre un velo de flores su puñal. ( 4 )
Maldecido, aclamado: — héroe! bandido!
— Idiota ! genio ! — Apóstol ! perdulario !
Por su cruz abrumado, en su Calvario,
Al hombre superior se vé caer.
Negra noche le envuelve .... mano aleve
Le corona sarcástica de espinas ....
Ya silban los reptiles de las ruinas.
Las lechuzas ya graznan de placer 1(5)
FLOR Q.ÜE NO MUERE 355
La estulta muchedumbre que repite
Lo mismo el anatema que el hossana,
Ensordece los aires inhumana,
Como hidrófobo, estúpido lebrel. (6)
Y la caterva vil de fariseos,
A quien el Justo con desprecio nombra,
A sus sedientos labios, en la sombra
La esponja acercan de vinagre y yel ! ( 7 )
Como el buitre infernal de Prometeo
En sus entrañas el dolor se ceba;.
Pocos resisten la tremenda prueba,
Que tumba prematura al fin les dá. (8)
Otros más fuertes, ó quizá amparados
Por más benigna estrella, con la gloria,
Alcanzan en la vida la victoria.
Rayo postrer de un astro que se vá I ( 9 )
Pero muertos ó vivos, un día llega
En que el sol vengador de la justicia.
Disipa las tinieblas y acaricia
Y alumbra del Titán la erguida sien.
Ante el nimbo de estrellas que le ciñe,
Y ante la llama que en sus ojos brilla,
Inclinan la cabeza y la rodilla
Los que ayer le ultrajaron con desden! (10)
Sarmiento ! orgullo y prez del argentino
Noble amigo también del uruguayo, (11)
La pluma era en tu diestra ardiente rayo.
Que de Chile hasta el Plata, tronador,
Hacía estremecer á los tiranos.
Cuando valiente tu palabra austera,
Bajaba de la inmensa Cordillera
Como el verbo, del pueblo redentor. (12)
356 FLOR OJIE NO MUERE
TÚ á amar la libertad nos enseñaste:
Regenerar al pueblo fué tu sueño,
Y con paciente, sin igual empeño,
Consagraste tu vida al porvenir.
La Escuela era en tus manos la palanca.
Que un mundo nuevo levantar debía,
Y en la tierra que tiembla todavía.
Ya en espigas de luz se vé surgir! (13)
Miradle ! en el futuro. .. . allá, en la cumbre,
Do sólo posa el águila su planta,
Como una blanca estatua (14) se levanta
Sobre el alto, glorioso pedestal.
Que le forman sus obras, sus virtudes (15)
Su vida de labor y de combate.
Sin ceder de la suerte al rudo embate,
Persiguiendo incansable su ideaí. (16)
Atleta formidable ! . . . á tu enemigo
Se enlazaban tus brazos poderosos.
Como en tórrida zona á los colosos
Del bosque, ciñe el matador Cipo. (17)
Tu palabra rugía en el espacio
Con la honda vibración del terremoto;
Y el eléctrico dardo del Gimnoto ( 18 )
Cuántas veces tu pluma fulminó !
Pensador, estadista, literato,
Maestro de los niños y los hombres.
Te ama quien te conoce! (19) No te asombres,
Si al verte, aun siento mi laúd vibrar.
La vez primera que pisaste el suelo
De mi patria, yo imberbe saludaba
Al novel escritor, y le auguraba
Triunfos y glorias que logró alcanzar. (20)
FLOR QUE NO MUERE 357
Hoy resuena tu nombre por el mundo,
Y en todo el continente americano,
Cual río fecundante corre ufano
El caudal de tu rica inspiración. (21)
Cualquiera de tus páginas, Maestro,
De tu numen creador muestra un destello:
La garra del León pone su sello
A lo que llamas obra de varón. (22)
En medio de los Víctores y palmas
Que te brindan los hombres á tu paso,
Ninguna el corazón te llene acaso
Como el cántico puro, singular,
Que alzan en tu loor, agradecidos.
El niño y la mujer, (23) doquier que vayas.
Del Atlántico mar hasta las playas
Que besa enamorado el Delawar. (24)
Bellos son de la ciencia los laureles.
Del vencedor guerrero los cantares,
Y bella la corona de azahares
Que al tierno esposo da virgen feliz ;
Pero es más bella y pura la del aire^
Flor que en las almas redimidas brota ;
Jamás su vida ni perfume agota,
Porque tiene en el cielo su raíz ! ( 25 )
Febrero 2 de 1881.
(i) Leída por el autor en el banquete dado en Montevideo
al General D. Domingo F. Sarmiento en el Hotel de la Paz el
) de Febrero de 1881, por la Sociedad <^ Amigos de la Educación
Popular^}, <c Ateneo del Uruguay^} y <(^La Prensa7>.
358 FLOR QVB NO MUERE
El Dr. D. Carlos María Ramirez había sido designado por uná-
nime acuerdo para llevar la palabra en nombre de todos los que
ofrecían el banquete. Para los que conocen las dotes oratorias del
Dr. Ramirez es escusado decir que no tuvimos todos motivo
sino para felicitarnos de esa designación. — La galanura del dis-
curso pronunciado por el Dr. Ramirez, la acertada distribución
de sus períodos y la brillantez de la frase, nada dejaron que
desear.
Tomó la palabra el Sr. Sarmiento para agradecer, no sólo el
acto de que era objeto y los elogios que á nombre de todos los
concurrentes le había dirigido el Dr. Ramirez, sino también
las repetidas muestras de aprecio y simpatía que ha recibido
desde que llegó á Montevideo.
El Sr. Sarmiento se expresó con el fácil y familiar estilo que
le es peculiar, y su discurso estuvo impregnado de la mayor
cordialidad hacia esta República.
Siguióle en el uso de la palabra el doctor don Alejandro Ma-
gariños Cervantes, que nos hizo oir algunas de las bellas es-
trofas que con justo título le han grangeado un puesto promi-
nente entre los poetas uruguayos. — Jacinto Albistur.
1881.
Cuando el orador ( Sarmiento ) concluyó, fué una verdadera
ovación. A tout seigueur tout honneur.
Nadie mejor que nuestro viejo é incansable maestro el doctor
Magariños, para seguir con la palabra al Sr. Sarmiento. Re-
cordó su vieja amistad con el eminente escritor, á quien al em-
pezar su carrera, había en magníficos versos vaticinado sus
triunfos ulteriores, y arrancó nuevas notas á su laúd en honor de
Sarmiento, leyendo la preciosa poesía que acababa de arrebatar
á su rico ingenio. Fué entusiastamente aplaudido. — La Tribuna
Popular.
1881.
II sig. Sarmiento rispóse commosso; il suo discorso, origínale,
pieno di vita, di spirito, d'opportunitá, strappava alternativa-
mente gli applausi piú entusiastici e le risa piú schiette tant'cra
la copia dellc idee luminose e dei frizzi che scoppietavano dalle
labbra delfarguto e vegeto vegliardo. — L' Italia.
FLOR Q.UE NO MUERE 359
Aunque habituado á las ovaciones, Sarmiento estaba profun-
damente satisfecho y conmovido. — Más de una vez asomaron
las lágrimas á sus ojos, — lo que no le impidió animar el ban-
quete con los destellos de su chispeante espíritu. — El Plata.
Muy satisfactorias deben haber sido las impresiones que ha
traído el Sr. Sarmiento de Montevideo, cuando apenas llegado á
Buenos Aires las recuerda con efusión, como se vé en la siguien-
te carta al Dr. A. Magariños Cervantes, que reproducimos de
El Siglo de Montevideo.
El interés ó curiosidad que despierta todo lo que pertenece á
los hombres célebres, justificaría su inserción, si no mediasen,
además, los honrosos conceptos con que recuerda el ilustre edu-
cacionista las distinciones y estímulo que encontró en la bella
capital oriental.
Dice así la carta :
Buenos Aires^ Febrero 10 de 1881. — Mi estimado amigo: El
susurro cadencioso de sus lindos versos está todavía presente en
mis oídos, como suele el tañido de la campana de la tarde
repetirse al parecer, después de haber dejado de vibrar en
realidad. Los recuerdos de Montevideo, por la novedad y be-
lleza del cuadro de aquella ciudad y naturaleza, tan correcta la
una, tan bella la otra, hacen el efecto de aquellas vistas que
enseñan á los niños por un vidrio en la muralla, ciudades
europeas, el Rialio de Venecia, las Ruinas de Palmira, con
tamaños gigantescos é iluminación fantástica. Vuelto á la vida
real y prosaica, me encuentro Superintendente de Escuelas, con
grandes é indefinidas funciones, y la esperanza de poder hacer
algo útil.
De Montevideo traigo estímulos y modelo.
Con el recuerdo grato de sus atenciones y amistad, tengo el
placer de suscribirme. — Su afmo. amigo. — D. F. Sarmiento.
(2) Ninguno como el general Sarmiento reflejó en más alto
grado hasta las condiciones físicas de su país de origen.
Majestuoso y soberbio como las altas cordilleras de su patria;
impetuoso y desbordante como los torrentes que se despeñan
de sus cumbres; inconmovible, resistente, áspero como las
rompientes que bordan sus márgenes; ardiente, desordenado,
360 FLOR QUE NO MUERE
como los huracanes que salen bramando por las estrechas que-
bradas, levantando tempestades que oscurecen la atmósfera;
fecundo, exuberante, inagotable, como aquel suelo de sus amo-
res; parece como que la montaña, el torrente, la roca, el hu-
racán, la tierra misma, se hubiesen aunado para producir aquel
genio extraordinario. — Secundino Navarro,
1888.
Iliada y Odisea son las obras de Sarmiento para el argentino.
En ellas están retratados el suelo, la sociedad y los héroes;
allí están los sufrimientos y las esperanzas nacionales; allí
nuestros dioses y creencias. Aquello es poema ; poema de la
mitad del siglo XIX, nacido de un pueblo de gestación ex-
traña: niño y hombre, héroe y poeta, salvaje y culto; poema
hecho para el pueblo que necesitaba oir cuentos como el niño,
reflexionar como el hombre, nutrirse de hazañas como el hé-
roQ, cantar con el poeta, gritar como el salvaje y argumentar
con los letrados.
Poeta era el hombre, y es con arranques de la poesía su-
blime que se revela el genio. — Ma?iue¿ CabraL
1888.
Así el Facundo y como pensamiento, es una obra de pro-
funda sociología; como estilo, una narración llena de vida y
movimiento; como pintura de costumbres, un libro que no
tiene igual, un libro único, que vivirá como los grandes dra-
mas y los grandes poemas, donde las generaciones sucesivas
van á buscar el alma de la leyenda y la vida de hombres que
llenaron con sus hechos una época de la historia humana. —
V. EL APÉNDICE.
Para los contemporáneos, es la narración del gran drama
que termina en nuestros días.
Para la posteridad, será el Facundo el poema de los pasa-
dos tiempos que ha de merecer la apoteosis, y el libro que
mas brillo arroje sobre las letras argentinas de su época. —
Juan Carlos Blanco,
1882.
¿ Qué lengua personal condensaría el colosal murmullo de to-
FLOR QUE NO MUERE 36 1
das las voces arrancadas por su irreparable separación del es-
cenario que su presencia dominó constantemente? Ni ¿quién,
por otra parte, aventuraría el esfuerzo de la exposición en nom~
bre propio, y de propia autoridad, de sus impresiones indivi-
duales, y de todos los hechos sobresalientes de la vida contem-
plativa, intelectual ó militante, de la labor íntima y del tesoro
de las ternuras familiares, — ó de la acción batalladora y civiliza-
dora, literaria, humanitaria, política y gubernamental del grande
hombre cuyo rostro parecía enorme porque tenía lo que no
se ha visto en otro busto, es decir, las facciones capitales de
todos los otros grandes hombres, habiendo en su fisonomía,
como en su corazón y su talento, rasgos de Sócrates y de Pé-
neles, de Rousseau y de Voltaire, de Pitt y de Mirabeau, de
Franklin y de Lincoln, de Armando Carrel y de Thiers, de Hor
racio Mann y de Darwin? — José M. Sienra Carran:ia.
1888.
(3) Es la humanidad una tierra dura é ingrata que rompe
las manos que la cultivan y cuyos frutos vienen tarde, muy
tarde, cuando el que esparció la semilla ha desaparecido. —
D, F, Sarmiento,
1845.
Su vida fué de acción y de lucha, tenía en su panoplia to-
das las armas; pero su inteligencia, con músculos de atleta, pre-
fería la maza hercúlea á cuyo golpe terrible saltaba en pedazos
la mas sólida armadura. — E. Wilde,
(4) En la vida agitada y laboriosa de Sarmiento, en los ardo-
res de la lucha y de la polémica, mil veces le fueron descono-
cidas hasta sus más descollantes dotes ; hasta sus obras más
grandes y meritorias ; pero hoy que ha desaparecido, hoy que
nos sentimos oprimidos por el inmenso vacío que deja en pos de
sí, la reacción es tan violenta y expansiva, se levanta tan gigan-
tesca su figura, iluminada por los destellos de su genio, que todos
olvidan al hombre de pasiones, al combatiente rudo, que hería
sin piedad á su adversario, para honrar al notable estadista; al
profundo pensador ; al sagaz político ; al administrador hon-
rado ; al patriota lleno de nobles y elevadas ambiciones por la
prosperidad y engrandecimiento de su país ; al orador más ori-
ginal de su época ; al autor del Facundo, y sobre todo, al
303 FLOR aUE NO MUERE
incansable propagandista de la educación ; de la educación,
que es la base de la verdadera libertad, la fuente de todos
los progresos, la única palanca con que se han de echar por tierra
todas las preocupaciones que, con el influjo de la tradición y de
usos consuetudinarios, traen todavía en servidumbre á la hu-
manidad.— Ángel Menchaca.
( 5 ) Amó con pasión al pueblo soberano, pero no lo aduló
jamás, ni buscó su gratitud en la popularidad. Henchido su
pecho de entusiasmo por el progreso social, llena su cabeza de
ideas para realizarlo, iluminado por la creencia ó la intuición
adivinadora de la verdad, se lanzaba á la acción con todas las
fuerzas de su voluntad férrea, sin mirar atrás, abajo ó á los
lados, dejando sin lástima los despojos de pasiones, intereses
heridos, sacrificando sus afectos, su bienestar y hasta su hogar
pero mirando siempre á la verdad arriba como guía, al bien
público adelante como fin, hasta abrazarse con la imagen de
la patria agradecida, en el término final de su larga jomada —
W. Escalante.
Como Portales, gobernó con mano fuerte á la luz del día,
desde la plaza pública, sin guardar misterio de sus actos — asu-
miendo resueltamente con lealtad su responsabilidad ante la
Nación que lo observaba, diciendo soy yo, es mi orden, yo
MANDÉ.
Como aquél, enemigo implacable de la anarquía y las ban-
derías, sin perdonar medios persiguió, estrechó y abatió de-
finitivamente el caudillaje en el territorio de la República. —
Juan Silvano Godoy,
Esos caracteres dictatoriales son necesarios en ciertas horas
de la historia: como el destino antiguo, el genio soberano
cumple su misión entre los pueblos, conduciendo á los unos
y arrastrando á los otros. Nosotros, que somos ya la posteri-
dad, seamos respetuosos para ser justos; y recordemos que
para ciertos grandes hombres, primeras víctimas de su tempe-
ramento colosal, el genio es su conciencia secreta y su pri-
mera virtud. — Pablo Groussac.
1888.
{ Benditos son del Sei^or los pueblos que tienen en su seno
iM^'^A..
FLOR Q.UE NO MUERE 363
locos como Sarmiento ! Locos que conquistan instituciones para
la patria; que agigantan el pensamiento y revolucionan las
sociedades con su enseñanza; que abren cátedra de patriotis-
mo y de virtudes cívicas, donde quiera que aparecen; que no
se doblegan ante el temor de los que mandan, ni se corrom-
pen con la dádiva de los poderosos!
Locos que han pasado el límite señalado al talento humano,
que vislumbran las omnipotencias del genio, que viven y se
agitan en una insaciable aspiración de infinito, y que, en el
día en que se extinguen, conmueven á todo un continente,
porque parece que hay menos luz en el cielo y menos oxígeno
en el aire .... — Luis V, Várela.
(6) «Amigo, — solia repetir el viejo luchador, haciendo suya
una máxima árabe; — haz siempre el bien por el bien, que la
ingratitud aumente tu celo, cuando la luna esparce su resplan-
dor sobre el perro, este se pone á ladrar, alumbrado por aquel
satélite.»
En la ruda polémica, sus frases despiadadas, á manera de
moles de granito movidas por titanes, caían sobre el campo
de la lucha, destrozando adversarios é inocentes, en tanto que
él, como una esfinge, recibía los proyectiles lanzados á su
cabeza, sin que jamás le hirieran. — Eduardo Wilde,
1888.
Asistimos á la hora de una solemne apoteosis, y debe per-
mitirse á los que representamos la posteridad, formular una
declaración : el general Sarmiento es una fecunda enseñanza
para los que le sobrevivimos. Su amor á la verdad le condujo
á límites á que ninguno osó llegar. Desafió las multitudes ;
combatió sin tregua á las preocupaciones ; hizo abstracción ab-
soluta de todo propósito personal ; creyó en los principios,
antes que en los errores prevalentes ; pueblos, partidos polí-
ticos, gobiernos, — todos le salían al paso, y á todos oponía la
muralla inexpugnable de sus convicciones, quedando muchas
veces solo, pero jamás vencido. — Pablo Lascano ( hijo ),
364 FLOR dUE NO MUERE
Parecía siempre un jefe que ordenaba, y no un argumen-
tador que discutía.
Nacido para el último combate y para el definitivo triunfo,
á él se deben grandes reformas que no ha podido menos de
respetar el tiempo ; reformas que, semejantes á las gigantescas
montañas que sobre el mar avanzan, han sentido el golpe de
las olas sin quebrantarse, y sólo han dejado oir, como el la-
mento indefinible de las playas, los ecos bastardos de injustas
murmuraciones. — Vicente R. d*Oliveira.
(7) El apuró el cáliz hasta las heces, desde la atroz injuria
(que nunca perdonó) de haberle pintado ebrio, de regreso de
una orgía, cuando venía de llorar sobre la tumba de su hijo Do-
minguito, en el aniversario de su gloriosa muerte en el campo
de batalla^ hasta la infame calumnia imputándole un crimen
abominable. ... De esos ataques transcribimos como muestra,
uno de los menos repelentes : el recibimiento que le prepara-
ban en el infierno.
«Don Faustino, el hombre del insiinio^ no quiere persua-
dirse de la existencia del infierno. Siga blasfemando como
hasta aquí, y ya verá como se convence cuando experimente
los REFRIGERANTES ardores del infierno. Su entrada triunfal en
el reino del Gran Maestre y de todos los liberales, será salu-
dada con grandes aplausos, se le harán los honores debidos á su
alto rango, y toda la barra del infernal Senado se apresurará á
estrechar la mano del colega y del amigo.
Es cuestión de tiempo, D. Faustino. — P, de la I,
1883.
(8) A pesar de lo que dicen los partidarios de la aristocracia,
el sentimiento de igualdad está tan arraigado en la especie hu-
mana, que nadie puede atreverse á levantar su frente arriba
del polvo vulgar, sin excitar toda clase de envidias, sin ver á
sus propios hermanos negarle toda superioridad, como hicie-
ron los propios hermanos de Jesucristo. — Adolfo Vaillant.
1880
Damos las gracias al escritor oriental D. Daniel Muñoz, — que
había salido espontáneamente á su defensa en El Nacional, de-
cía el autor de Recuerdos de provincia : — usted y sus amigos
FLOR Q.UE NO MUERE 365
deben estar satisfechos de que sea usted el primero que sale
al frente diciendo : aquí estoy yo, para defender mi plata, que
son las letras, el estilo, el saber, que es mío donde quiera que
se manifieste, y no he de permitir que un compañero de ar-
mas (de pluma) sea despedazado por sicarios de pluma, que
nunca faltaron á las malas causas.
Usted es demasiado joven para recordarlo, cuando á los gritos
de los gaceteros que hicieron de la lengua una cloaca inmunda
que arrastrase sus diatribas, tuvieron que abandonarla patria, aun
antes de ser perseguidos. Várela, el cantor de Dido abandonada,
tomada al clásico Virgilio ; y el bardo deZa Cautiva, el precursor
de Facundo, tan americano, tan argentino como ella ; y Velez,
el traductor de la Eneida; y Mármol, el Tirteo que flajelo á su
tumo á los tiranuelos, y les dio como el Dante el castigo de
la inmortalidad ; porque esta es la función suprema de las
letras que hablan el lenguaje de los dioses, y trasmiten á la
posteridad con Tácito, los nombres de los sicarios que triun-
faron sobre los pueblos y la dignidad humana, pisoteados y
oprimidos por unos cuantos días, meses y años.
Pero á medida que se depura la atmósfera de vapores turbios
y rastreros ; así que se disipa la niebla infecta, cuando las nubes,
rotas en girones, se alejan después de la tempestad y dejan
penetrar la luz de la verdad, entonces «será el llorar y crujir
de dientes», entonces hasta los hijos tendrán que apesadum-
brarse del nombre que llevan. — D. F. Sarmiento.
1885
(9) Se siente morir y pronuncia su último discurso en la fun-
dación de una escuela; hasta la voz le falta ya. Pasa en revista
sus trabajos que se traducen en hechos en América y en su
patria, y con el recuerdo de ésta, á que asocia seguramente
el de estos rosados enjambres que simbolizan el porvenir y
van á cubrir su tumba con sus bendiciones y sus flores, mira
al cielo y muere dulcemente como el héroe griego — ccslum^
que aspicit et dtilcis moriens reminiscitur Argos. — Benjamin
Zorrilla,
El general Sarmiento ha muerto entre los arrullos de su ge-
nio artista y creador, delirando con el ideal y extasiándose
ante la armonía de las razas. ¡ Que su espíritu luminoso, al des-
366 FLOR QUE NO MUERE
prenderse del frágil barro que lo encerrara, sea recibido en la
visión y en el goce de la suprema armonía y de la verdad su-
prema!— El Ministro de Solivia.
(10) La explicación del aparente contraste (los ataques é
invectivas prodigados á Sarmiento vivo, y el dolor general
ocasionado por su muerte ) está en todos los labios, está en
todas las almas. El pueblo descubrió siempre en todos los
actos de Sarmiento la honradez del propósito, la enseñanza
saludable^ las ideas luminosas, y lo que todo lo viviñca y lo en-
noblece : los sentimientos del alma sincera y ardiente del pa-
triota que busca el bien común, arrostrando por la patria, por
la masa, por la humanidad, la impopularidad, el odio y hasta
el desprecio de sus contemporáneos. — Sccundino Navarro.
Que vengan á mí á decirme ahora que ya he muerto! A mí,
que recibo en este día (de su cumple años). los honores que no
siempre me prodigaron en mejores tiempos ; á mí, que tengo
todavía en la mano, á falta de la espada que no sustentaría ya mi
débil brazo, el buril, la pluma y el látigo que ñjan las ideas,
cuando no sea más que para dar fé de hallarme en mi puesto,
cuando las andan buscando para encadenarlas. — Z>. F. Sar-
miento.
1885.
(11) Puede bien decirse que, al organizar este banquete por
iniciativa del Dr. D. Carlos M. de Pena, hemos tratado de
cumplir una cláusula no escrita, pero si sentida en nuestras
almas, del testamento de José Pedro Várela. — Celebramos en
Sarmiento al educacionista y al literato. Acaso la voz del edu-
cacionista no habría bastado para despertar en el espíritu in-
quieto de nuestro malogrado amigo el amor á la causa poco
ruidosa, poco deslumbrante de la educación del pueblo. De-
bía unirse también á la exhortación y al consejo, esa pode-
rosa inspiración de los grandes escritores, que saben dar á la
palabra la fuerza de un cincel que esculpe ideas, sentimien-
tos, tendencias, hábitos, en el alma de los individuos y en la
sociabilidad de los pueblos. — Carlos M. Ramirei.
1881.
Tienen los orientales otros motivos para honrar la memoria
FLOR Q.UE NO MUERE 367
de Sarmiento. Si él no ha pasado en la república uruguaya
una larga parte de su vida, como en Chile ; si no ha ido á
conciliar en ella su último sueño, como en el Paraguay, en cam*
bio, le envió en uno de sus propios hijos, un apóstol de su
doctrina, que fué más adelante de las previsiones del maestro,
y dio un impulso considerable á la educación uruguaya, sa-
crificándole su reposo y hasta su vida.
Pero no es esto sólo. Hay algo que puede explicar aún más
este movimiento de simpatía de los orientales en torno de ese
féretro : es ese <c algo de común y de profundamente simpático
que ha sobrevivido á la división política de estos países, tan
penosamente trabajada. »
Sarmiento tuvo ocasión de advertirlo en un viaje que hizo á
Montevideo, ya en el ocaso de su vida. « Ese mar dulce, como
lo llamó Solis, decía entonces, lejos de separamos, tiende sus
brazos á ambos lados de su lecho para reunimos por medio de
los vapores que en horas nos hacen pasar sobre su blando y
ondulado seno. Estas repúblicas que el Plata baña, fragmentos
de un grande planeta roto, están compuestas de la misma ma-
teria cósmica, raza, religión, historia, lenguaje, tradiciones. . . :»
Todo eso tenemos en común argentinos y orientales, y no es
extraño, por lo mismo, que, del otro lado del Plata, se siga
con avidez el desarrollo de la vida intelectual y el vuelo so-
berano del genio en la república que un compatriota ilustre
llamó «la patria grande ». — Agustín de Vedia.
1888.
Es la sociedad « Amigos de la educación popular de Montevi-
deo», que me encarga de representarla en este acto, de hablar en
su nombre y de poner una corona sobre el féretro del ilustre
educacionista; — es la prensa de Montevideo, cuyos represen-
tantes debemos poner en su nombre sobre el sepulcro la placa
de bronce que atestigüe su homenaje al viejo atleta que, según
las palabras que él mismo repetía, señalando el digno término
de una vida noblemente desempeñada, ha conservado hasta el
último con firme brazo la rota espada que sólo al destino ven-
cedor debe entregarse con varonil eniere;;^a. — José M, Sienra
Carran^^a,
368 FLOR QUE NO MUERE
(is) Su elocuencia no residía en la vulgaridad de una frase flo-
rida, ni en los rígidos lineamientos de una retórica amanerada,
sino en la novedad de sus pensamientos; en lo extraño de aquella
forma exclusivamente suya; en lo inesperado y rápido de sus
giros; en lo contundente de sus razonamientos; en sus califi-
cativos clichés; en lo vasto y variado de su erudición; en la
savia intelectual, en fin, que vivificaba su discurso y ataba,
como con un hilo de luz, aquellas frases entrecortadas, ner-
viosas y al parecer desaliñadas é incorrectas.
Como taquígrafo experimentado, me .complazco en confesar
que más de una vez aquella alocución avasalladora, inmovilizó
el lápiz en mi mano, y tuve que esforzarme para independi-
zar mis nervios de aquel, como mágico influjo de su palabra
varonil! — Ángel Menchaca.
1888.
El estilo es un organismo en vuestra pluma ó en vuestros
labios. Vuestra frase tiene todas las palpitaciones y todos los
movimientos de la vida. Vuestros buenos escritos nos sacuden
como una descarga eléctrica. Bajo vuestro numen, todo se
precipita en un desorden grandioso y fecundo. Es el pensa-
miento intenso y la imagen imponente; el romance y la his-
toria; la elegía y el himno; el idilio y la invectiva, y la iro-
nía y el llanto, y la travesura del panfletista con la observa-
ción penetrante del filósofo — todo mezclado y confundido
como los árboles y las enredaderas de la selva virgen. — Cdr--
los M, Ramirei.
1881.
( i^ ) Convencido íntimamente de que la educación es la base
más sólida para asegurar el gobierno del pueblo por el pueblo,
convirtiendo á cada ciudadano en celoso guardián de las li-
bertades públicas, propendió constantemente por la realiza
cion de tan sublime ideal, siguiendo las huellas trazadas por
Rivadavia ; y multiplicó las escuelas como único medio para
crear y mantener esa fuerza moral capaz de combatir el atraso
y la ignorancia, y concluir con los últimos restos del caudillaje
que cimentaba su poder en las masas bárbaras é inconscientes
de la sociedad. Más feliz que aquel gran patriota y procer de
la independencia que murió en el destierro, amargado por el
FLOR QUE NO MUERE 369
olvido y la ingratitud, ha recogido el fruto de la simiente del
progreso que ha arrojado abundantemente por el espacio de
medio siglo, y baja á la tumba dejando á su patria grande, prós-
pera y feliz. Las generaciones de la posteridad bendecirán estas
dos figuras históricas que tanto han hecho en favor de la rege-
neración moral é intelectual del pueblo argentino. — José S, De-
t-owt/, Ministro Paraguayo.
1888.
(14) Sí, dejémosle ahora que repose; dejemos ahora que
descanse el viejo luchador de sesenta años — como el héroe de
Ossian tiene derecho! — que descanse, allá junto á los manes
queridos del hijo que tanto amó, y cuando se levante el mo-
numento que ha de legar á la admiración y á la gratitud pos-
tumas los rasgos altivos de su austera efigie, hemos de venir
más de una vez, con ansiedad patriótica, á confortarnos á la
sombra de la vieja encina, hemos de venir más de una vez á
pedirle fortaleza, á pedirle inspiración, con el recogimiento
legendario del romano ante la tumba de sus grandes muertos!
— Osvaldo Magnasco.
(15) Sarmiento en estas relaciones no tenía más virtudes que
las que implican grandeza, ni rechazaba otros defectos que
los que son hijos de la bajeza ó pequenez del alma.
Sarmiento fué hombre honrado, y su administración como
jefe de la República, fué un modelo de probidad ; pero él
nunca hizo de estas virtudes un objetivo sistemático. Sar-
miento fué probo simplemente porqoe el robo es un vicio
demasiado bajo y humano.
En cambio, y como consecuencia natural de la escasez de
punto de contacto con el carácter general de los hombres,
Sarmiento no ha sido ni ha podido ser un caudillo ni un
hombre popular.
Ha sido honrado en su tumba como no lo fué jamás ningún
argentino ilustre, pero no ha sido amado por las multitudes.
— Isaías Gil,
Una máxima política comprobada por los siglos, os dejaré
como un legado.
Los pueblos se suicidan, cuando dan en creerse á sí mismos
34
370 FLOR QjtJE NO MUERE
inmorales, degradados y corrompidos. El mal existirá siempre
en la tierra; pero hoy más que nunca, los pueblos libres bri-
llan por sus virtudes. Si os reconocéis venales ó abyectos, os
gobernarán como á presidarios. Ved hoy á vuestros jueces, y
tened confianza en que la justicia prevalecerá por todas partes.
— D, F. Sarmiento.
1885.
(16) Parecía un descendiente retardado de la raza de los gi-
gantes que lucharon con el Olimpo, ó como el último vastago
dejado en la tierra por el Prometeo de la leyenda pagana.
Como Juan el Bautista, predicó largo tiempo en el desierto,
convencido de la verdad de su doctrina, y anunciando, con la
fé del profeta, el día de la redención de la patria esclavizada.
Hoy, en la hora de su apoteosis, su palabra, escrita en sus libros,
queda ya consagrada como un evangelio político de la Repú-
blica Argentina. — Luis V. Várela,
1888.
Ni por ser presidente dejó de ser periodista. Los momen-
tos que las atenciones del gobierno le dejaban libres, los con-
sagraba á escribir artículos de defensa y ataque, más de ata-
que que de defensa, porque su actividad no le permite esperar
el golpe, sino que lo provoca, sin cuidarse de atajarlo, con
tal que él pueda golpear también á su adversario.
De nuevo vuelve á la lucha, golpeando en todos los escu-
dos de los adversarios que han de salirle á la palestra, impa-
cientándose de que tarden en agredirlo, azuzándolos de todas
maneras hasta que saltan irritados, y entonces, una vez tren-
zada la refriega, elige al combatiente que más le gusta, con él
se encarniza, contra él asesta sus mandobles formidables,
prescindiendo de los demás, cuyos golpes se embotan en sus
espaldas endurecidas como la coraza de un glytodon.
Ya le veremos nuevamente, en su mesa de redacción, des-
parramados en su torno su espada de general, su palmeta de
maestro, su bastón de presidente, sus títulos y sus insignias,
llenando las carillas por docenas, hinchada la boca de pala-
brotas, clavando la pluma en el papel al formular una ame-
FLOR QUE NO MUERE 37 1
naza ó proferir una invectiva, como si fuese en la carne viva
del adversario, emporcadas las manos y moteada la cara con
la tinta, que salta de la cuartilla herida como la sangre de
una cuchillada. — Daniel Muñoi,
1885.
(17) El Cipo matador de las selvas tropicales, ansioso de
aire y luz, y cuya base no puede soportar el desarrollo de su
copa, se lanza sobre el árbol más corpulento que halla á su
alcance, y se adhiere á él como el yeso al molde que lo con-
tiene. En seguida nacen á derecha é izquierda dos ramas, ó
más bien dos brazos, que se alargan rápidamente. Parecen dos
raudales de savia que corren y se endurecen á medida que
suben. Estos brazos estrechan el tronco de la víctima, se ex-
tienden por el opuesto lado y se unen. Brotan de abajo para
arriba, á intervalos regulares, de manera que el mísero árbol
se encuentra agarrotado por sus inflexibles eslabones. Los ani-
llos se ensanchan y multiplican á medida que crece el terrible es-
trangulador, y van á sostener hasta en el aire su corona de hojas
mezcladas á las de el paciente, que se asfixia, pues la savia
deja de circular en él, languidece y muere. — E. Lesbaieilles,
1884.
(18) El gimjioio americano vence en poder eléctrico al famoso
siluro del Senegal y al del Nilo, según afirma un inteligente
escritor científico en un interesante estudio sobre los torpedos.
II piú terribile di questi Giovi acquatici é il gimnoto di Ame-
rica. II suo contatto é il fulmine, la paralisi, la morte. Non c
un avversario, é una scossa; non é piú un anímale, é una pila di
Volta. Si caccia sotto la sua vittima, la tocca e la fulmina. E un
combattimento senza resistenza, una agonia senza lamenti. Al
suo contatto uomo, toro, cavallo, tuto resta abbattuto, cade, in
letargia e muore. — Fulberio Dumonteil,
1887.
(19) Como ante el anciano de la Grecia, todos nosotros de-
bíamos levantarnos al aproximarse uno de esos hombres vene-
rables; todos debíamos respetar con un secreto sentimiento de
orgullo esas encarnaciones del pasado, esos hombres fuertes,
muchos de ellos iluminados por el genio!. . . — Miguel Catié.
1875.
37^ FLOR Q.UE NO MUERE
¡Qué encanto tienen los cabellos blancos! Parece que viene
de alto lo que viene de ellos. Las puerilidades mismas, están
llenas de gracia en los ancianos. Se les vé como á veteranos glo-
riosísimos, que vuelven heridos de una gran campaña. Los de-
fectos, los delitos mismos, parece como que se funden y desa.
parecen en la majestad de la vejez. ¡Qué hombres esos que
han vivido ochenta años! Aun cuando hablen con voz trémula
y anden con paso tardo, se les vé como á titanes. La vida lle-
varon á cuestas, y la sacaron á la orilla. A fuego lento se les
han ido blanqueando, como la corteza al hierro en la fragua, los
cabellos. — Josc Martí,
1884.
(20) A su paso por Montevideo, viniendo de Chile el autor
de Facundo ó civilización y barbarie, en viaje para Europa,
le saludamos con la composición El Tigre de los Llanos^ que
termina con esta estrofa :
Se acerca ese día, proscripto, camina.
La Patria Argentina, la Patria Oriental,
Unidas marchando por la misma senda
Un abrazo en prenda daránse al triunfar.
{Brisas del Platay pág. 149.)
Data desde entonces la estrecha é inalterable amistad que
nos unió á Sarmiento hasta su muerte, á pesar que más de
una vez estuvimos en completo desacuerdo sobre algunos
puntos.
Sr. Dr. A. Mugariños Cervantes.
Buenos Aires, Septiembre 1.° de 1885.
Mi estimado amigo: Le adjunto un viejo libro que brota
con retoños buscando engalanar sus nudosas y descoloridas
ramas, esperando que él sea intérprete de mi silencio, y reciba
por culpable las reprimendas que me guarda para cuando nos
veamos.
Tengo por delante Flor auE no muere por ver si me con-
firma en lo que á Vd. le parecerá inmotivado, y es el no
acceder á su confidencial encargo de indicarle en mis pasados
trabajos como pensamientos cS hechos, lo que yo juzgue que
pueda servir de glosa á los altos elogios con que me favorece.
FLOR QJJB NO MUERE 373
Mándele á Vd. ese volumen al que seguirán probablemente
otros, para que á ratos perdidos busque algún fruto sazonado
ó flor que conserve su fraganciaf después de tantos años, pues
aun las espinas y malezas suelen revestirse de flores.
No olvido y conservo en mi Álbum de títulos, los versos
que, al pasar por Montevideo en 1845, consagró el joven
poeta al Facundo.
Fueron para mí el diploma de capacidad al presentar en el
umbral de la vida de escritor mi primera tesis literaria, como
la primera muestra de aprobación que recibía. Como libro
conquistó más tarde su lugar en la literatura moderna, y
no es menos digno de consideración y recuerdo el presen-
timiento del joven poeta oriental que se anticipó al fallo de
los literatos
Ya vé Vd. que tengo en mucho su aprecio y su elevado jui-
cio; pero lo que me pide me contraría, como si temiera per-
der el uno ó malquistarme el buen concepto conquistado.
Tengo con este motivo el placer de suscribirme, su alTmo.
a m i go . — D. F. Sarm ten lo .
(21 ) ¿ decir que arrojó la semilla de su pensamiento fe-
cundo por toda la vasta extensión del continente americano ?
¿ó recordar tal vez que, como Catón ó Washington, fué de
humildísimo origen: maestro de escuela ó sembrador, que es lo
mismo ? — Osvaldo Mag fiasco.
(22) La obra sobre ]a Educación Popular y es, aparte de los
detalles técnicos, un himno en honor de la inteligencia, un cán-
tico de esperanza, una emanación de un corazón generoso de-
vorado por el amor de la humanidad y la simpatía de la niñez,
es, por último, la combinación de las armonías físicas y morales
que constituyen la naturaleza del hombre en toda su plenitud,
y cuya fusión dá por resultado lo que se ha convenido en
llamar poesía. — Bartolomé Mitre,
1854.
(23) ¿ Habrá mayor grandeza que los trofeos de su gloria?:
en vez de las águilas de oro de los conquistadores, el noble
pensador trae el sublime cortejo déla infancia y la debilidad, —
la mujer y el niño.
Mientras el corazón de la mujer argentina conserve su latido.
374 FLOR aUE NO MUERE
prosternada en el polvo la cabeza, vendrá á arrojar flores y lá-
grimas en la tumba del grande, porque á el le debe su resu-
rrección, á el, que anticipándose á los siglos, le inspiró la grandeza
social de su destino. — Señorita Eufrasia Cabral, institutriz.
1888.
(34) Los homenajes de alto aprecio tributados á Sarmiento,
desde los hombres más encumbrados hasta los más humildes,
durante su residencia en la Patria de Washington, y después, lo
mismo que en Chile, Montevideo, Paraguay etc., constituyen
uno de los títulos más honrosos de su vida pedagógica, política
y literaria.
«Su autoridad, dice uno de sus admiradores hablando de su
residencia en los Estados Unidos, es grande ya ; su personalidad
está completamente acentuada dentro y fuera de su país ; Mé-
jico le ha consultado en una situación solemne, el Perú le ha
pedido sus consejos en su última guerra con España, Venezuela
y Colombia le encargan de cuestiones interesantes para su de-
sarrollo intelectual.?/ — Renjamin Zorrilla,
(25) Flor del aire : véase la nota i.* de la pág. 38 del tomo I ;
y sobre almas redimidas, la poesía Educar es redimir^ pág. 64
del mismo tomo.
¿Cometió errores?...
Los astrónomos que se empeñan en descubrir las manchas del
sol, necesitan emplear el telescopio, usando las lentes teñidas
de colores sombríos, á fin de que las irradiaciones del astro rey
no quemen la pupila audaz que se atreve á ir á buscarle sus de-
fectos.
Los políticos que pretenden encontrar sombras en la gloria
que irradia el nombre de Sarmiento, tendrán que teñir con ne-
gros colores el telescopio de sus observaciones, á fin de que
la luz reverberante que se ha encendido hoy sobre esa tumba
no ciegue la mirada de los ingratos! — Luis V, Várela,
1888.
XXXII
VERDADERA LIQUIDACIÓN
(O
AL DR. D. ALBERTO PALOMEQUE
«««
Por grande que el poder sea
De un tirano, es más potente
Que el crimen, el valeroso
Que no tiembla ante la muerte. (2)
¡Mentira! . . . cuando olvidados
El mártir y su obra mueren !
Verdad, cuando tras el golpe
Que al tirano postra inerme,
Cual volcan que reventando
La enorme montaña hiende,
Al fin justiciero y torvo
El pueblo se alza imponente ;
Y la infamia, el despotismo
Con todo su andamio aleve.
La usurpación y la farsa,
Y sus rapaces satélites;
Cual nubes que rompe el viento
Y en tenue vapor convierte;
Con un soplo barre el pueblo,
Y hundidos caen para siempre!
Agosto 17 de 1888.
376 VERDADERA LIQ.UIDACION
( I ) Escrita en el segundo aniversario de la muerte del va-
liente patriota Gregorio J. Ortiz, y leída por el Dr. José M.
Sienra Carranza, en la fiesta patriótica celebrada en Buenos
Aires, la noche del 25 de Agosto de 1888.
(2) Chenier, en su magnífica oda á Carlota Corday, dice :
. . . toüt puissant qa*est le crinie,
Qiii ne craint pas la mort cst pías puissant qae lai !
Hubiéramos querido dar publicidad en nuestras columnas, á los
trabajos en prosa y verso de que se dio lectura. Los solicitamos
anticipadamente; pero á causa de la morosidad en remitirlos
así como de su extensión, nos vemos privados de poderlos
insertar, limitándonos á reproducir las estrofas del Sr. Ma-
gariños Cervantes á quien sus compatriotas llaman el viejo
bardo en prueba de admiración y carino.
La composición del Dr. Magarinos fué saludada con gran-
des aplausos, mereciéndolos también la poesía del Sr. Aurelio
Berro, Salud al pabellony de estro tan levantado como her-
mosamente cincelada.
Los discursos de los Srs. Drs. Sienra Carranza y Acevedo
Diaz, más que elocuentes frases dedicadas á herir el senti-
miento, fueron hermosos estudios que revelan la buena pre-
paración de sus autores, su cultura literaria y la elevación de
sus miras. — La Nación (de Buenos Aires).
El Sr. Dr. Sienra Carranza, se presentó á dar lectura de
la composición perteneciente al decano de los poetas uru-
guayos, precedida de algunas frases en que explicaba el orí-
gen de la composición, escrita en el aniversario de la muerte
del bravo ciudadano que pagó con la vida el generoso intento
de arrancar su patria á la tiranía cruel y deprimente de San-
tos, herido por Ortiz. Los versos del señor Magarinos fueron
muy aplaudidos. — El Diario.
Véase el Ai*é.ndice.
XXXIII
i886
NIÑO-HOMBRE ^'^
A D. ANTONIO D. LUSSICH
«««
Era tan joven el mozo
Y de almci tan noble y fiera!
Apenas ligero bozo
Le apuntaba .... un niño era !
Sobre el formando un circuito
Grey hostil se precipita,
Y ríndete, muchachito,
Por burla tal vez le grita.
Con su fusil él se alza
Envuelto en siniestro brillo;
Rápido un pié se descalza
Y lo pone en el gatillo.
— No ME RINDO ! .... les contcsta,
Y cruzando los dos brazos,
Les lanza como protesta
Su cráneo roto en pedazos!
Oh ! qué grande ser debia
La convicción de su alma,
Cuando rendirse creia
Un baldón ! . . . . Heroica palma !
( i) Ernesto Villar, suicidado en la derrota del Qnebracho.
/
XXXIV
JUSTICIA POSTUMA ('>
AL DR. D. DANIEL GRANADA
«« «
Voluble cual mujer, la fama esquiva
Los timbres del vencido no pregona:
A quien brillante el éxito no abona,
Indiferente mira con desden;
Y á veces, cruel coqueta, brinda fácil
Usurpada corona al menos digno,
Y el lauro de Colon — sarcasmo indigno! —
De Vespucio coloca ella en la sien. (2)
Y trascurren los años y los siglos.
Sin que, aclamado, se remonte al cielo
Su nombre, y rasgue del olvido el velo.
La patria historia justiciera al fin,
Condensada en el mármol y en el bronce.
Que lo ciñe cual fúlgida aureola,
Y repite al murmullo de la ola
El gran poema de su heroico fin.
Oh ! marinos intrépidos !. . . . Gaboto
Y Alvarez; — Solis y compañeros,
Que devorados por Charrúas fieros.
Mártires fuisteis de la empresa audaz (3)
JUSTICIA POSTUMA 379
Al pié de esta columna, apoteosis
Que en vínculo de honor tres pueblos ata,
Un himno colosal levanta el Plata,
Y abraza el Uruguay al Paraná.
Cada nave al pasar, agita al viento
La bandera que ondea allá en su popa,
Y en el nombre de América y Europa
Os aclama cual hueste á su adalid.
El arduo promontorio se ilumina,
Y se oye como un toque de diana ....
La civilización saluda ufana
A sus héroes caídos en la lid.
Espléndida ovación que olvidar hace
Tres siglos de injusticia y abandono !
Vuestra gloria hoy se eleva sobre un trono
Como el raudal inmenso del Gua^ú.
Tiende los brazos á su hija, España,
De placer las inunda el mismo rayo,
Y estrechan el ibero y uruguayo
Nuevos lazos de amor y gratitud.
Salta. — Baños Thermales, Setiembre 16 de 1888.
(i) Leída por el Dr. D. Domingo Ordoñana, el 12 de Octu-
bre de 1888, — día del Descubrimiento de América — en la inau-
guración del monumento elevado en Punta Gorda, á la memoria
de Juan Diaz de Solis, Sebastian Gaboto, y Juan Alvarez
Ramón.
(2) Sigue siendo objeto de controversia en la prensa de Cuba
y Puerto-Rico el punto referente á la posesión de los verdaderos
restos del inmortal Cristóbal Colon.
380 JUSTICIA POSTUMA
Después que el ilustrado Monseñor Roque Cocchia publicó su
interesante opúsculo justificando la autenticidad de las reliquias
verdaderas encontradas en la Catedral; que don Emiliano Tejera
dio á luz otro de idéntica índole, titulado Las dos iumbas^ con
datos exactísimos que comprueban el hecho, y que la activa y
patriótica Sociedad Amigos del Pafs, se ocupó con esfuerzo del
mismo asunto, creímos terminada la controversia, que tantas
pruebas auténticas y convincentes eran suficientes para disipar la
duda de España respecto de la verdad histórica; pero nos equi-
vocamos en nuestras apreciaciones; la hidalga España persistió
y persiste con obstinación negando los hechos y creyendo que
los apócrifos restos que guarda la Catedral de la Habana son
los del mártir é ilustre genovés. ¡Cómo si fuera mengua confesar
un error!
¡Colon ha sido desgraciado aún después de muerto! |Se
continúa negándole un pedazo de tierra en la tierra predi-
lecta de su corazón, en la tierra que ofreció generoso al bri-
llante cetro de la gran Isabel. — El Teléfono (de Santo Do-
mingo).
1888.
(3) Nos es agradable reproducir la poesía del Dr. Magari-
ños Cervantes, leída en la inauguración del monumento de
Punta Gorda, conmemorativo de los descubrimientos de los
rios de la Plata, Paraná y Uruguay.
Como un diario de esta ciudad ha criticado agriamente la
tradición á que el poeta uruguayo se refiere, nos permiti-
mos preceder esta composición con la nota que se vé al
pié de la página 2} de los Esiudios históricos poliiicos y so-
ciales sobre el Rio de la Plata, obra del mismo Sr. Magariños
publicada en Paris en 1854, que concierne á la indicada
tradición.
Es de advertir que la poesia del Dr. Magariños se hallaba
plagada de errores en el periódico de Montevideo, del que
la tomó el colega; errores que están salvados en la versión
con que hoy engalanamos nuestras columnas.
La nota aludida dice así:
« Varios autores de nota, entre ellos Azara, niegan este he-
JUSTICIA POSTUMA 381
cho; pero el señor Navarrete, en su interesante y erudita
noticia de los descubrimientos que hicieron los españoles en
las costas del nuevo continente, después que las reconoció
Colon en su tercer viaje en el año 1498, he ahí lo que dice
apoyado en numerosos ¿ irrecusables documentos:
« Quiso Solis reconocer el país y tomar algún hombre para
traerlo á Castilla. Bajó á tierra acompañado de algunos con
este objeto, y los indios que tenian emboscados muchos fle-
cheros, cuando los vieron desviados del mar, dieron en ellos,
mataron á Solis, al factor Marquina, al contador Alarcon y
á otras seis personas, á quienes cortaron las cabezas, manos y
pies, y asándolos cuerpos enteros se los comian con horrenda
inhumanidad.» (i) — La TribuHiX Nacional (de Buenos Aires).
(i) Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron los españoles
desde fines del siglo XV. — Madrid, 1829.
XXXV
¡MAS ALLÁ!
AL DR. D. RUPERTO PÉREZ MARTÍNEZ ( l)
«♦ «
Cae la tarde ; el horizonte
Cerrado está : torvos, lívidos,
A intervalos serpentean
Relámpagos amarillos.
Cual blandones que se apagan
En un fondo mortecino ;
Y va tendiendo el crepúsculo
Doquier su velo plomizo,
Como arroja sobre todo
La vejez su manto niveo! (2)
Negra obscuridad enluta
El horizonte sombrío;
El viento de la esperanza
No hincha ya el flotante lino
Del bajel, que en la onda muerta
Inmóvil yace tendido.
Como cadáver que arrastra,
La marea en lento giro !
¡MÁS allá! 383
Ya vacía está la copa
De la vida ! el soplo frío
Del tiempo llevóse inertes
Juventud, amor, delirios.
La natura, el hombre, el hado,
Todo se torna enemigo,
Y á los golpes implacables
De su segur bajo el filo.
El cuerpo se desmorona
Sus alas pliega el espíritu
¿Por qué débil y cobarde
Tiemblas hoy, corazón mió.
Ante el pavoroso enigma
Del más allá?.,. . Por qué tímidos
Clavo en el suelo mis ojos,
Y suelto triste un suspiro,
En vez de mirar al cielo
Con pecho y con rostro altivo ?
Cuando en la postrer batalla
Vencidos los jefes indios.
Llegaban á las rompientes
Del Y'Gua^ú (3) fugitivos.
Contemplaban silenciosos
El hervidor remolino
De la inmensa catarata.
Que se despeña en cien ríos (4)
Con infernal cañoneo.
Más terrible que el mugido
De la tromba arroUadora
Que rauda cruza el Pacífico. (5)
Temblaba la tierra, el aire
Ensordecían los gritos
MÁS ALLÁ ! 384
De yacarés y de tigres,
Sierpes, buhos y vampiros ; (6 )
Mientra en las cumbres tendía
Sus fajas radiante el iris,
Y nubes tornasoladas
Encendiéndose en los riscos,
Se desprendian en lluvia
De diamantes y zafiros. (7)
Sublime cuadro ! compendio
De la vida! claro indicio
Del MÁS ALLÁ luminoso.
Que se abre tras el umbrío
Hondo arcano de la tumba !
Niebla, fulgor, torbellino.
Imagen del Pandemónium^
De las luchas y espejismos,
Que el mundo al mortal ofrece
Como eterno geroglífico! (8)
Asoman ya los Iberos
Por los collados vecinos,
Y no matarles prometen
Si al fin se rinden cautivos.
Con desprecio los contemplan
Los nobles caciques indios,
Y sin que brote en sus labios
Una súplica, un gemido,
A sus canoas se lanzan ;
Y en la catarata fijos
Los ojos, y en la corona
Que el iris forma en su disco,
De pié, arrogantes, cruzados
Los brazos, el cuello erguido,
Tragados por la vorágine.
Se les vé en tremendo círculo
I MÁS ALLÁ I 385
Girar rápidos, y luego
Hundirse en el negro abismo. (9)
Gima y llore el hombre débil
Que no es de su estirpe digno ;
Su cerviz doblegue al yugo
Quien pueda ó quiera sufrirlo !
Mas el corazón entero,
Sólo á su Creador sumiso,
Que en el más allá se siente
Inmortal aunque finito,
Cuando nada ya le queda.
Cuando todo lo ha perdido,
No por eso se amilana
Ni se entrega al mal impío. ( 10)
Confiando en el Juez supremo
Y en su conciencia tranquilo.
La muerte serene afronta
Y no se humilla al destino !
Octubre 2, 1888.
( 1 ) En testimonio de agradecimiento y aprecio por su be-
llísimo brindis (pág. 336) en el casamiento de mi hija Sarah.
(2) Escribí esta composición en los Baños Thermales (Salta),
una tarde, en la montaña á cuyo pié corre la fuente de Vichy,
desde donde se descubre el mas bello y grandioso panorama.
El cielo, armonizándose con la tristeza que me dominaba, ofre-
cía el aspecto tormentoso y lúgubre que he procurado descri-
bir en el exordio.
(3 ) Esta belleza natural, acaso la mas maravillosa del planeta,
y que sobrepasa las decantadas maravillas de los saltos del
Niágara, Zambesi, Nyanza y otros, £stá situada á unos 20 kiló-
metros de la barra de este poderoso afluente del Río Alto Pa-
»5
386 ¡MÁS allá!
_
rana, en el grado 25° 39' 30*' L. S. y y* 51' 06*' L. E. de Buenos
Aires, en medio de una hermosísima selva subtropical.
De Santa María, llamaban los jesuítas en los siglos XVI y XVII
á esta imponente catarata, cuya> aguas, ora cristalinas, ora re-
flejando una luz plateada, acullá espumantes, allá en formado
nubes verdes amarillentas, murmurando, susurrando y tronando,
despeñábanse en un semicírculo de 2 kilómetros de largo, desde
lo alto, es decir, de un pintoresco archipiélago de cerca de 4
kilómetros de extensión ; sobre oscuras, multiformes y variable-
mente adornadas paredes, hasta 60 metros, hacia abajo, desa-
pareciendo entre neblinas que incesantemente, en forma de co-
lumnas, se levantaban, reflejando los rayos solares en hermoso
arco iris. — La Prensa Argentina.
(4) En el fondo, auna distancia de 3 á 5 cuadras y auna altura
de 40 á 60 metros, resplandecían al fin, en forma de media luna,
de mas de 2000 metros de largo ( Arco de la Victoria ), como cien
brazos de agua que tenían su origen de un montuoso archipié-
lago cayendo sobre las paredes oscuras, en parte verdosas por la
vegetación, ofreciendo un espectáculo extraordinariamente sal-
vaje, majestuoso y al mismo tiempo variable y hermoso. — Nie-
derlein,
1883.
( 5 ) Lo mas importante que pude notar es el segundo grupo de
15 á 20 metros de ancho, el cual causaba un doble ruido muy
particular y á semejanza de estampidos de canon.
La vi bajo la impresión de fuertes ruidos que me ensordecían,
en una quebrada sombría y nebulosa de una altura de mas de 60
metros, en enormes masas amarillentas, cayendo sobre una su-
perficie extremadamente agitada, y formando vértices sobre las
restingas, rocas y ruinas de las altas paredes negruzcas. — Las
cien cataratas ó el gran salto de la Victoria,
(6) Si el alto Paraná ofrece escenas sublimes de magnificen-
cia y de terror, en sus estruendosos saltos, en la impetuosidad
de su corriente, en sus altas barrancas que se desploman en
grandes masas á la vista azorada del viajero, en sus selvas te-
nebrosas y fragosos montes^ poblados de tigres, leones, coco-
drilos, serpientes ponzoñosas, vampiros sanguinarios y lúgubres
¡MÁS allá! 387
buhos, que día y noche atruenan el aire con sus discordantes
aullidos; en el bajo Paraná todo es tranquilo, silencioso y
risueño. — Marcos Sastre.
1871.
Agarrándonos de pi 's y manos teníamos que subir y bajar,
saltar y trepar á las miles de rocas ásperas que grotescamente
amontonadas á lo largo de las elevadas barrancas perpendicula-
res y al lado de las extremadamente agitadas aguas del Río
Y-guazú que en remolinos ó en enormes olas arrastraban la espu-
ma de las cataratas, — forman el famoso camino «del diablo ó
del infierno ». — Niederlein .
1883.
(7) El rocío ó vapores que se elevan en el momento que
el río despeñado bate las paredes interiores de las rocas y algu-
nas puntas de peñascos que se hallan en el cauce del precipicio;
se ven á la distancia de muchas leguas en forma de columnas,
y de cerca, ellas forman á los rayos del Sol diferentes arco-iris
de los mas vivos colores, y en los que se percibe algún movi-
miento de temblor, ademas; estos vapores producen una lluvia
eterna en los alrededores. Se oye el ruido de seis leguas : se cree
ver temblar las rocas de la proximidad, que están cuajadas de
puntas tales que rompen los zapatos. — Féltx de A^ara.
(8) En las grandes crecientes las cien cataratas forman una
sola, de una grandeza y belleza horrorizantes. Tal como si
la tierra clamase al cielo, roncan entonces las aguas que en
olas colosales con rocas y troncos enormes se despeñan al
abismo, levantando un caos de nubes que, con el ruido espan-
toso, á leguas de distancia se observa.
Jamás olvidaré las incomparables horas que pasé en este
paraiso.
Allí se queda el hombre absorto ante las bellezas de estas
formas, luces y sombras, y del majestuoso concierto produ-
cido por los cien sonidos de la gran catarata. Esta magnificen-
cia de colores y variables formas," nunca vistas, aumentada por
la reñexion de los arco-iris en un cielo azul oscuro, nos causó
efectos indescriptibles, prescindiendo de la magnificencia de la
naturaleza subtropical que nos rodeaba en este cuadro sublime.
Me despedí de este hermoso panorama deseando vivamente
388 ¡MÁS allá!
que la humanidad sepa aprovechar esta enorme é incompa-
rable fuerza motriz. El salto de la Victoria representa un va-
lor de millones, aunque apenas puédese presagiar la impor-
tancia que tendrá en el futuro. — Niedérlein.
(9) Según refiere el Dr. Cañé en su último libro (En viaje)
también existe la misma tradición en los Estados Unidos, res-
pecto del Niágara. Lástima que apenas haya consagrado ocho
líneas á tema tan interesante I
(10) He subido y he descendido, viendo la aurora y la sombra
en mis cielos.
Recontado con los latidos del corazón las horas del deseo, y
otras horas amargas han venido después á emblanquecer mis
cabellos.
He soñado con la Beatriz desconocida^ y. he creido un día
besar sobre una trente de mujer, la pureza ideal de su alma.
Vinieron después los ardores profundos y las pasiones som-
brías, y he abierto una vez una arteria de mis venas, para contar
los minutos, con las gotas negras de mi sangre calenturienta.
He cometido grandes tareas y he labrado mi surco, en el que
crece ya para muchos la mies. He pasado por las asambleas in-
quietas y por las muchedumbres tumultuosas, para salir de las
batallas que dan las pasiones humanas sin orgullo y triste, pá-
lido y vencedor.
He visto caer el baldón sobre mi intención pura. Llevo polvo
en mis vestidos, palidez enfermiza en la frente; pero creo to-
davía en el deber como fuerza para mi vida y en la libertad
como destino para mi pueblo. — Nicolás Avellaneda,
Buenos Aires, 1885.
APÉNDICE
APÉNDICE
A — SOBRE EL PLAN DEL LIBRO. —Tanto sobre este y
otros puntos con él relacionados, reitero aquí lo que dije en el
tomo I, pág. 241 y 298.
El volumen de que nos ocupamos ha sido ilustrado con ano-
taciones hechas por el autor, y que amenizan su lectura, suminis-
trando datos interesantes á la curiosidad del lector, y emitiendo
juicios de alto mérito literario.
No insistiremos en hacer el elogio del autor y de su nueva obra,
ni buscamos los puntos vulnerables que ella presente á luz de
una crítica severa. Un juicio de ese género sería inoportuno é
inútil. El I)r. Míigariños Cervantes está juzgado por sus contem-
poráneos, que han llegado á llamarle el Víctor Hugo oriental —
La Ilustración Argentina.
1885.
Las notas de cada composición ofrecen en general la particula-
ridad que si se Icen seguidas, prescindiendo de los números, vie-
nen á formar como un solo artículo ; y las divisiones en párra-
fos sirven para marcar en cada cita la relación precisa que tienen
con el texto.
Las notas y el Apéndice form an en su conjunto y tienen tanto
interés como una coleccién selecta de pensamientos, rasgos his-
t tíjos, noticias bibliográficas, descripciones de objetos ameri-
canos, y otras materias dignas de figurar en cualquiera Revista
literaria. — Marcos Sastre.
1885.
Las notas están bien clasificadas por el mismo autor, y cons-
tan de cinco series : I.» Notas concernientes al origen de algu-
nas poesías. 2.'» Notas de palabras indígenas y españolizadas,
pero de distinto significado en Amirica. ; .» Notas descriptivas
de feuíSmenos, localidades, usos ú objetos, útiles para el lector
extraño. 4.» Notas históricas, que se justifican por el asunto
392 ^ SOBRE EL PLAN DEL LIBRO
histórico, no siempre bien conocido. 5.» Notas puramente litera-
rias, políticas y filosóficas, que son propiamente la glosa del
texto hecha por el mismo autor ó por otros; notas que son la
contra-prueba de la inspiración poética. — Bartolomé Mitre.
1885.
En cuanto al fondo de uno y de otras (el Apéndice^ las notas J^
sólo pueden tenerse elogios para ambos.
Hállase allí una gran copia de observaciones llenas de pro-
funda enseñanza; quedan en esas notas archivados datos de suma
importancia para la literatura nacional, que acaso quedarían en
el mas completo olvido sin la labor que el doctor Magariños con-
sidera como complementaria de sus cantos ; esas notas serán
mañana consultadas por los cultores de nuestras letras, y enton-
ces, cuando en una de ellas se encuentre lo que acaso hubiera
costado muchos días de esfuerzo para ser hallado, entonces
agradeceremos al Dr. Magariños sus compilaciones, al parecer
incoherentes, pero siempre hijas de la asociación de ideas, que
constituyen sus anotaciones ó apéndices. — Juan Zorrilla de
San Martin,
1885.
Beethoven moribundo le preguntaba á un amigo: — «¿No es
cierto que yo tenía talento?» La indiferencia glacial de sus con-
temporáneos habría podido sugerir á Beethoven el melancólico
temor de que se desconociese su genio. Esa tristeza de las horas
amargas de la vida, no asaltará jamás la mente del poeta uru-
guayo, que registra en el mismo libro que ha dado en estos mo-
mentos á la estampa, las apreciaciones llenas de exaltada admi-
ración que su espíritu vasto, original é inquieto ha alcanzado, así
de los mas distinguidos escritores americanos, como de muchos
europeos, cuyo fallo causa ejecutoria en la República de las letras.
Por la variedad de épocas y tópicos que abraza la obra poética
del Dr. Magariños, sería tarea de romanos su examen minucioso
dentro de los estrechos límites de un artículo bibliográfico, má-
xime tratándose de producción tan especial como Palmas y Om^
biieSf en que propiamente hay dos libros dentro de uno, consti-
tuyendo el primero la colección de los cantos del poeta, y for-
mando el segundo las ^Anotaciones, comentarios y glosas del
texto en verso y del Apéndick. »
APÉNDICE 393
Esta colaboración, á que galantemente cita el autor á infinidad
de escritores, resulta honra inapreciable en pro de aquellos que,
como el que traza estas líneas, halla vinculado así su nombre
esc:iso de merecimientos, á la suerte propicia del libro que lo
menciona. Y alguno que otro comentario que por la insignifi-
cancia de su autor pudiera suprimirse, vaya compensado con
el tacto habido en la elección acertadísima de apreciaciones es-
téticas que como las de Sienra Carranza en las p/iginas 289 y 290
(tomo I) exhiben la frase artísticamente cincelada del más galano
de nuestros estilistas. — Luis Melian Lafinur,
1885.
Véase Gómez de Amorin. — Pág. ly.
Véase lo que dice D. Manuel Cañete sobre la indolencia ó des-
cuido de los eruditos americanos, en allegar noticias sobre sus
escritores y poetas. — Pdg. 5/.
B — EN TESTIMONIO DE VENERACIÓN Á LOS MUER-
TOS Y DE APRECIO Ó GRATITUD Á LOS VIVOS. — Las
dedicatorias hechas en esta segunda serie de poesías, lo han sido
ahora, como en el tomo anterior, al imprimirse el volumen, y no
antes, excepto tres ó cuatro^ por requerirlo así su propio argu-
mento.
Y como tienen por objeto un tributo de veneración y honor á
los muertos, y de aprecio ó gratitud á los vivos, en retribución de
servicios ó favores recibidos antes (pág. 243, t. I), algunos nos
han observado con extrañeza, que no veían figufar en ellas el
nombre de personas que nos son caras ó acreedoras por nuestra
parte á ese homenaje por mas de un título.
Como el pecado viene de muy atrás, plácenos satisfacer su cu-
riosidad, transcribiendo las dedicatorias consignadas en las Bri-
sas DEL Plata, edición agotada hace veinte y cuatro años.
A la memoria de mi padre el Coronel D. José María Ma-
gariñoSy soldado de Sarandí é Ituzaingó. — i. Derrotero^ á
José M. Heredia. — 11. Llamada, i Juan M. Gutiérrez. —
III. Ideal, á Martin A. Piñeiro. — iv. La gloria, á Félix de
Azara. — v. Flor del aire, á Marcelina Almeida. — vi. Al
partir, á Isidoro De-María. — vii. Yambo, á José A. Tavo-
lara. — viii. Plegaria, al Dr. José M. Montero. — ix. Talis-
394 EN TESTIMONIO DE VENERACIÓN A LOS MUERTOS
;;ia;2, en el álbum de mi esposa. — x. Colon y la nt'eia de Isa^
bel, á Ildefonso G.'ircia Lngos. — xi. Esperan^^a, A Juan Carlos
Gómez. — xii. Lavalle, á Luis Domínguez. — xiii. Diamela,
á .... — XIV. La poesía americana , á José Mármol. — xv. Muer-
tos y vivoSy .a Justo Maeso. — xvr. El retrato de una uiña^ en
el álbum de H. V. — xvii. La sombra del laurel^ á A. M. de A.
— xviii. ¡Siempre lo mismo !., . á mi padre en su día. — xix.
Fé y lu^y á Enrique de Arrascacla. — xx. / Quince años I en el
álbum de P. G. S. — xxi. Río Janeiro^ á Carlos Guido Spano.
— XXII. Idea fija, á Marcos .\vclhmcda. — xxiii. Baluarte, á
Bartolomé Mitre. — xxiv. Vision, i Francisco X. deAcha. — xxv.
Alberto Jackson, á Bernardo P. Berro. — xxvi. A una torcaj^ es-
tr avia da, en el :'ilbum de M. P. — xxvii. Semilla al viento, á
Juan Ramón Gómez. — xxviii. El Héctor de la llueva Troya,
Coronel D. Marcelino Sosa, á Francisco A. Vidal. — xxix. El
nacimiento de Jesús, á Joaquín Requena. — xxx. Washington,
á Octavio Lapido. — xxxi. Republicano modelo, éi].]. Herrera.
— xxxii. Crisol, á Gregorio Pérez Gomar. — xxxiii. A mi hija
Sarah. — xxxiv. Fuego oculto, á Carlos Santurio. — xxxv. Noche
de luna, á Cándido Juanicó. — xxxvi. 5o/ de media noche, i
Laurentino Ximenez. — xxxvu. Corona, d Francisco A. de Fi-
gueroa. — xxxviii. En mi vigésimo aniversario, á José G. Pa-
lomeque. — xxxix. La mujer artista, á Aurelio y Pedro Palacios.
— XL. Cinta celeste, á L. P. — xli. El Mburucuyá, á Félix Frías.
— XLli. En el álbum de José Gartbaldi, á José Rocca. — XLiii.
El tigre de los llanos, á Domingo F. Sarmiento. — xliv. Aya-
cucho, á Antonio María Pérez. — xlv. Himno de amor, — xlvi.
Mangora, (Leyenda hist'rica) a Andrés Lamas. — xlvii. ¡Has-
ta el alma! — xlviii. Lisonja y coquetería, á Conrado Rucker.
— XLix. ¡A puñal! á Juan José Soto. — l. Grito de guerra, á
Hermógenes López Formoso. — li. ¡Mírame asi I — u\/ Adiós
á Montevideo, á José Pedro R.imirez. — liii. Sin conocerte, á
A. O. de C. — Liv. Un desafío, á Hilario Ascasubi. — lv. La
ofrenda del pueblo, á Matilde Duelos. — lvi. Después del triun-
fo, á Ramón de Santiago. — lvii. En las Piedras, á Avelino Le-
rena. — lviii. Eduardo Acevedo, á sus hijos. — lix. Bajo los
sauces, á Luisa. — lx. El gajo de laurel, á Heraclio C. Fajardo.
LXi. Poesías festivas y satíricas, á Francisco A. de Figueroa. —
APÉNDICE 395
Lxii. Chingólos y vinchucas y A Ventura de la Vega. — lxiii. Pro-
digios de Ja elocuencia, — lxiv. El benieveo, á Adolfo Basañez.
Lxv. Tres pitos se me dd, imitación de Lord Byron. — lxvi. Yo
pecador, . . . , á Glicerio ( homeópata ). — lxvii. Por economía.
— Lxviii. Cada cual con su ra^oUy á José Zorrilla. — lxix. Po-
bre del que cae ! — lxx. Desafíos por la prensa, — lxxi. Culpa
involuntaria. — lxxii. [Agradable sorpresa. — lxxiii. El poro-
róca^ á Juan B. Alberdi.
Se vé, pues, por este índice, que hemos cumplido como bue-
nos, y que,á no mediar alguna circunstancia muy especial, no
teníamos para qué volver á dar público testimonio de nuestra ve-
neración á los muertos y de nuestro aprecio ó gratitud á los vivos.
C— LA CAUSA DR LA DEMORA EN LA APARICIÓN
DE ESTE TOMO. — Puede servir de explicación la siguiente
carta :
Sr. D. Julián León, Presidente del Club Solis. — Las Piedras.
Montevideo, Noviembre 30 de 1888.
Estimado señor: He tenido el honor de recibirla nota que se
ha servido Vd. dirigirme en nombre del Club que tan digna-
mente preside.
Agradeciendo cordialmente sus honrosos conceptos, me es
sensible manifestar á Vd. que yo no escribo ya cuando quiero,
sino cuando puedo. Básteme decirle que pronto hará un año que
empecé la impresión del tomo II de Pat mas y Ombúes, y aun no
he podido terminarla.
En vez de producir algo nuevo, empresa siempre arriesgada
cuando se ha doblado el cabo de los sesenta y tres inviernos,
próximo al polo ( de donde no se vuelve ), me daría por muy
contento si pudiese corregir, coleccionar y dar á la estampa,
aunque fuese á largos plazos, algunos de los volúmenes que he
publicado antes, ó de escritos y poesías que corren diseminados
en diarios y revistas.
Juzgo con un escritor francés de merecida fama, que he borro-
neado bastante papel, si mi nombre ha de sobrevivirme; y dema-
siado, si ha de morir conmigo, cosa que, francamente, ningún
autor cree.
396 LA CAUSA DE LA DEMORA
~ ----- ^^ ^^ ^ ^^^ ^^ ^— _M_»J, ^
No obstante, á pesar de los pesares (que no son pocos), el vivo
interés que me inspiran los nobles propósitos que han motivado
la fundación del Club de las Piedras, y la antigua amistad que
me liga á algunos de sus miembros ó distinguidos habitantes de
ese pueblo, como los Dres. Requena y Gallinal, D. Lucio Rodrí-
guez, D. Zcncn Rodrigucz y otros, me inducen á aceptar la invi-
tación y A prestar mi contingente para la fiesta literaria, salvo
fuerza mayor, en la forma que me sea posible, — A. M. C.
Habiendo llegado el caso previsto (pág. 7), queda para otro
volumen (si el tiempo lo permite) la tercera serie de Palmas y
Ombúes, en la que tendrán cabida El Precio de la Gloria (canto
á Andrade ) ; — Cafilo en la brecha la víspera del triunfo^ (José
Rivera Indarte); — Bolívar; — Laraya de Pi\arro\^Juan C. Go-
me\; — El bardo proscrito, (Echeverría) ; — Ejemplo^ (reempatria-
ciondelos restos de E. Accvedo); — Al entrar en el Plata (muerte
de Avellaneda); — El drama; — Tragos amargos, (diálogo entre
un Presidente y el capitán Tonino ); — En la gruta ; — Tengo
frío en el alma, mi chilena; — El vencedor vencido (Hernán
Cortés y la india mejicana Marina) ; — Héroe ciudadano^ (Fran-
cisco L. Muñoz); — Mate roto; — En sueños (Erótica); — El
Ombti de la pía {a Constitución ; — En el desierto; — Rebelión
y castigo, ( tradición bíblica ) ; — Traga-venao, (sátira) ; — El 18,
de Julio de rS)o; etc.
Si las fuerzas no alcanzan ó me talt;i el tiempo necesario para
reunir, corregir, anotar y reimprimir el tomo HI, ruego á mis
compatriotas acepten como postrera ofrenda lo queme sea posi-
ble ir dando á la imprenta de la> composiciones citadas y otras.
Debo advertir que entre las que cito, van inclusas tres inéditas,
que aun no están terminadas, ó no he querido publicar antes por
razones que solo á mí interesan.
O — A CADA UNO LO SUYO. — Iniciador de la poesía
nacional en las dos márgenes del Plata, se sirve llamarnos el
Sr. Gómez de Amorin ( pág. 1 1 ).
Cuando recibimos los números de la Revista C Repúblicas J,
donde vio la luz su juicio, revista que se publicaba entonces y
creemos se publica aún en Lisboa, bnjo la dirección del emi-
nente poeta portugués Tomás Riveiro, autor de notabilísimos
APÉNDICE 397
trabajos literarios y principalmente del poema D. Jaime, de
reputación europea, rectificamos aquel aserto, por mas que el
autor insistiera en consideraciones análogas á las que en general
han expresado otros, antes y después, sobre el verdadero ca-
rácter de la literatura y de la poesía americana, y el rol que
corresponde ó han desempeñado los cultores de lo bello, en
cada una de las regiones del nuevo mundo. ( i )
El iniciador de la poesía americana en el Río de la Plata á
mi juicio, es D. Esteban Echeverría, que habia dado á luz su
Cautiva años atrás, cuando publiqué yo mis primeros versos
á la edad de quince años. — Fué el predecesor de los poetas
de mi época, como lo hablan sido de él el español Ercilla, el
chileno Pedro de Oña, autor del Arauco domadOy en Chile, el
cubano Heredia en Méjico, el venezolano Bello en Caracas,
Longfellow y Bryant en los Estados Unidos, y el Ecuatoriano Ol-
medo en Guayaquil.
He sido siempre del número de escritores ( no muy conside-
rable) que en vida \y en muerte ha tributado homenaje de
alto aprecio y cariño á Echeverria, y la prueba fehaciente se
encuentra en la nota puesta en el Álbum de Poesías Uruguayas
(pág. 237), al pié de la composición que le dediqué en 1851,
al recibir en Madrid la noticia de su fallecimiento en Monte-
video. — He aquí la nota :
Ahora años en Buenos Aires un periodista de media cuchara,
de esos que sin duda por lucir su ingenio, suelen hablar de los
libros sin haberlos leído, y á veces sin haberlos visto ni siquiera
por el forro, y aquí, no hace muchos dias, un compatriota á
quien aprecio, pero con el que no estoy de acuerdo sobre la
cesura de los versos é involucracion de metros á piacere^ me
(1) Cánovas del Castillo (Prólogo de Celtarfpág. la ), Emilio Castelar (Vio-
letas Y Ortigas, pág. 3^3 ), Francisco Orgaz, reputado poeta y crítico cubano
(V. en el juicio que precede á la novela Caramuru, cuarta ediccion, las pág.
IX. XII. y XV.; ) en el tomo I. de Palmas y Ombubs J. M. Torres Caicedo,
pág. a, Victoriano Montes 6, Luis Desteffanis y Juan Thompson 36, Luis Mellan
Lafínur 100, Manuel Herrero y Espinosa 304, Francisco Bilbao 363, Domingo
Ordoñana 383, Valentín Alsina 387 ; y en este tomo II. Francisco Gómez de
Amorin, Daniel Granada pág. 33 J. Rocha Gallo 39, José Marti 81, Félix Frias
190, Alvino Costa 198, Eduardo Flores 338, etc.
398 A CADA UNO LO SUYO
increpaba que yo no era amigo de Echeverría, sólo porque le
dije, rebatiendo una opinión suya que consideraba errónea, que
en el ginero heroico, le superaban para mi, Olmedo, Juan
C. Várela, el cantor de Ituzaingó, Mármol, Juan Carlos Gómez,
Arboleda y otros. El mérito de Echeverría consiste en el ca-
rácter americano, en la originalidad y en el fondo filosófico de
su obra principal. La Cautiva, es en mi concepto, la obra poética
mas notable que ha producido hasta ahora la musa argentina,
sea dicho sin menoscabar el mérito que en su línea tienen al-
gunas bellísimas producciones de otros poetas de aquel país.
El cargo era tan fundado y justo como el que me hizo otro
ex-periodisia, bastante conocido en la Dirección de Instrucción
pública, á propósito de Bilbao. La presente composición prueba
el sincero y entusiasta afecto que siempre profesé al ilustre
poeta, y es de notarse que en la edición de sus obras (Buenos
Aires, 1870), esa composición es la única que aparece hecha
después y con motivo de Ja muerte de Echeverría, entre otras
insertas al final del tomo V, que en vida le fueron consagradas.
1878.
Por lo demás, si la cuestión de primacía en el orden crono-
lógico no carece de importancia relativa, es muy secundaria
bajo el punto de vista del arte, pues como observa un inteli-
gente crítico en un notable estudio sobre el poeta brasilero Rai-
mundo Correa: «A idea é de todo o mundo, éminha, é tua, é
nossa. O grande problema esta em vestil-a, en espumar-lhe as
rendas, em encher-lhe os fofos, em arranjar4he e igualar-lhc as
pregas, em arrega^ar-lhe os panierSj em estufar-lhe os puffs;
em empoal-a, em perfumal-a, em coqiléttizal-a e em fazel-a
rainha e deusa.
Acaso a argilla, o bronze, o marmore pertencem de exclusivo
a um só estatuario? — Nao, certamente. — Sao propiedade de
todo o mundo. Mas o que é de cada um e o que constitue ó ta-
lento e o genio, é tomar dessa argilla, desse bronze e desse mar-
more e dar-lhe uma Forma. E* amassar, fundir, cinzelar e fazer
de uma cousa, que c tudo ! F/ de um bloco duro e bruto de Car-
rára fazer surgir uma divindade; é o estatuario rasgar a pedra,
tra9ar-lhe uma linna ondulosa planejando o corpo, contornar
umas espaduas, afinar a cintura, alargar os flancos, arredondar e
APÉNDICE 399
agu9ar os pequeños seios, avolumar o ventre, amorosamente cin-
zelar a curva das pernas e a delicadeza dos dedos, e dar ao mar-
more: — músculos, ñervos, veias e sangue, e, d* ahi tirar Om-
phale viva, robusta e bella, e fazel-a fallar como no delicioso
canto da Lydiana, E' preciso como diz Raimundo nos seus
Versos A Um Artista, que:
Um quasi nada basta, emfim, que traia
Ao t¿u olhar agudo — ,
Para que este deduza, tire e extráia
D' aquelle quasi nada, quasi tudo ....
N*isso é que está o difficil, a originalidade e a for9a su-
prema do artista.» — Alberto Conrado,
1888.
Hablando de algo mas grave que el urden de sucesión, dice
Ozanan, citado por Valera en su erudita disertación sobre La
originalidad y el plagio: «¿Qué le queda, pues, al genio, y
porqué se eleva sobre la multitud? Por el asunto de sus obras,
que pertenece á todo el mundo, el poeta se confunde con el
pueblo. El poeta se eleva sobre la multitud por el trabajo, que
es suyo, y por la inspiración que recibe de Dios. »
La época de transición pasó y la poesía moderna, sobre todo
la poesía americana, desechando las imágenes mitológicas, se
ha inspirado intimamente en l:is bellezas de la Creación y ha
buscado, no el Dios (el autor se refiere sin duda al prurito de
pretender explicar por la intervención directa de Dios ó de las
causas finales, todo lo desconocido y misterioso, abuso mas
intolerable aun en 1% poesía que es la misma filosofía J que pre-
side al paisaje, sino los detalles mas furtivos, las notas mas leves
y el colorido mas tenue del paisaje mismo.
El lirismo esto es, la unión simpática del alma que siente y '
de la naturaleza que hace sentir ; las nupcias del espíritu y de la
Creación, sin velos que la oculten, sin sombras que la empañen,
tal como obedeció á l.i última palabra del Génesis ; el lirismo,
decimos es la postrera y la mas acabada forma de la poesía;
y así como el poeta clásico es el único que supo imitar el golpe
sonoro del coturno y diseñar el gesto de mando y el ademan
nervioso del guerrero, así el poeta lírico, hijo de una época mas
400 Á CADA UNO LO SUYO
culta y mas sensible, es el único que puede pintarnos con ver-
daderos colores, las escenas ora tranquilas ora tumultuosas de
la naturaleza y de la sociedad en que vivimos. — Rafael Obli~
gado,
1876.
Hoy, á los sesenta años, cuando la nieve del invierno humano
blanquea la cabeza del poeta tantas veces laureado; — cuando la
publicación de una obra literaria es un acontecimiento, aún en la
edad de las supremas espiraciones, no solo se recrea juntando las
flores de su juventud, para formar un ramillete espléndido; —
sino que también nos sorprende á veces con magistrales cantos,
nacidos de un corazón que no envejece ni se enfría jamás, como
si conservase el fuego perpetuo de una inspiración siempre vir-
gen.
Magarinos Cervantes, cuyo nombre y cuyas obras atravesaron
tantas veces los mares, en alas de una popularidad bien adqui-
rida, es un poeta esencialmente americano ; — y á la vez esencial-
mente local. Sus versos tienen fisonomia propia, y ha sabido sor-
prenderlos secretos de nuestra naturaleza encantada, traduciendo
de ese gran libro las mejores estrofas de sus poemas, en vez de
buscar ágenos modelos ó imitar servilmente á los grandes maes-
tros. Astro de primera magnitud, ha querido lucir como tal en
América^ y no iluminar con la pálida luz prestada de los planetas
literarios.
Puede decirse sin exageración y dejando de lado todo senti-
miento de simpatía, que el viejo bardo inauguró entre nosotros
una era literaria, encaminando á la juventud por la original y no
trillada senda déla poesía americana, mostiándole sus vastos ho-
rizontes y marcándole con fijeza el derrotero del porvenir. —
Ricardo Satiche^.
1885.
E -- NUEVA ESCUELA DE ARTE. — El arte es un elemento
poderoso para la vida humana : él nos acompaña desde la cuna
al sepulcro, nos educa, nos alegra y nos perfecciona. Esto no lo
niega nadie. Las divisiones, las escuelas, los cismas aparecen
cuando se trata de la interpretación, de la manifestación, de la
forma y del fin del arte.
APÉNDICE 401
En medio de las abstracciones teóricas de las escuelas idea-
lista y realista, aumenta cada día el número de los que pres-
cindiendo de toda clase de intransigencia, adoptan un tempera-
mento conciliatorio, admiten lo que tienen de bueno ambas
partes, y admiran lo que es bello, lo que agrada y satisface, lo
que vale, sin fijarse en la procedencia, huyendo, como se su-
pone, de la restricción del idealismo, que sólo pretende repre-
sentar lo bello, y del abuso del realismo que se empeña en
fotografiar todo lo existente, aun lo que no trasciende, ó debe
ocultarse á las públicas miradas.
Esta escuela no ha sido bautizada todavía, pero lo será, porque
se pone entre las dos anteriores, y constituye una especie de
cauce que se abre para recibir los dos torrentes que llegan
desbordados de opuestas direcciones.
El arte, la religión, la ciencia, la política, tienen sus revolu-
ciones y sus reacciones, sus apóstoles y sus perseguidores, sus
déspotas y mártires ; y los grandes ingenios, en sus obras
inmortales, marcan esos progresos y esas transformaciones.
Puede exigirse que en las obras del artista las ideas de
bondad, verdad y belleza, en vez de contradecirse, se reflejen
unas á otras ; pero no puede exigirse del artista el sacrificio de su
espontaneidad, de sus convicciones, de su dignidad, obligándole
á vaciar las formas en moldes determinados. — Anibal Latino.
1885.
Dice Aristóteles que el arte es la imitación de la naturaleza.
Esta definición, estreÁamente entendida por muchos humanis-
tas (Batteaux entre ellos), ha dado margen á un gran extravío en
las doctrinas estéticas que, desde el Renacimiento hasta nuestros
días, han venido sucediéndose. En efecto, por mas que el princi-
pio fundamental de la mutilada Poética del Estagirita sea la imi-
tación ( mimesis )t es indudable, si se atiende al conjunto de
sus ideas, que en la mente del filósofo esta imitación no se re-
fiere, como fundamento estético, á lo determinado y relativo,
sino á lo universal; esto es, al ideal, al tipo que la mente
humana vislumbra. Esto se confirma con la definición del Arte
que da Aristóteles en la Moral, diciendo que es «la facultad de
96
402 NUEVA ESCUELA DEL ARTE
crear lo verdadero con reflexioa.>y De aquí que divida á los poetas
en tres categorías : los que hacen á los hombres mejores de lo
que son (idealismo), los que los hacen tales como son (realis-
mo), y los que los hacen peores de lo que son (naturalismo ).
Debo advertir también, que al hablar del Arte me refiero
mas particularmente á la poesía, que es la primera de todas
y que en cierto modo las resume y comprende.
Establecido que el Arte tiene por fin la creación de lo be-
llo, la primera duda que surge en el espíritu es la siguiente:
¿ es el Arte algo serio y digno de la inteligencia humana, ó
es sólo un fútil pasatiempo, propio de quien no tiene nada
grave en que ocuparla ?
Esta cuestión es hoy de vivísimo interés, por cuanto las
tendencias utilitarias que cada día se enseñorean mas del espí-
ritu humano, han provocado un movimiento de opinión adverso
al Arte, predominante en cierto linaje de personas que no care-
cen de ilustración y buen sentido.
Es curioso observar que mientras muchos hombres de ciencia
que no pasan de la medianía, enamorados del cálculo y del núme-
ro, se muestran desdeñosos del Arte y le consideran como cosa
de poca monta, los que han llegado á las mas altas esferas de
la inteligencia, como Aristóteles y Hégel, se complacen en colo-
carlo al lado de la religión y la filosofía, viendo en él un no-
ble ejercicio de las mas encumbradas facultades de la inteligen-
cia humana. Dice Aristóteles que la poesía por ser la represen-
tación de lo universal y necesario, es mas profunda y filosófica
que la historia, que sólo representa lo determinado y relativo, y
Hégel, el mas grande de todos los filósofos modernos, refuta del
modo admirable que va á verse, la objeción que se hace al Arte, de
no producir sus efectos sino por la apariencia y la ilusión. Dice :
<<: Tal objeción seria fundada .si la apariencia pudiera conside-
rarse como algo que no debe existir. Mas la apariencia es nece-
saria al fondo que manifiesta, y tan esencial como él. La verdad
no existiria si no se manifestase á sí misma del mismo modo que
al espíritu en general. Desde entonces, el cargo no debe recaer
sobre la apariencia ó manifestación, sino por el modo de repre-
sentación que el Arte emplea.
APÉNDICE 403
'< Pero si estas apariencias se califican de ilusiones, otro tanto
podrá decirse de los fenómenos de la naturaleza y de los actos
de la vida humana, que, no obstante, se miran como si constitu-
yesen la verdadera realidad ; pues sobre todos esos objetos inme-
diatamente percibidos por los sentidos y la conciencia, es menes-
ter buscar la verdadera realidad, la sustancia y esencia de todas
las cosas, de la naturaleza y del espíritu, el principio que se ma-
nifiesta en el tiempo y el espacio por medio de esas existencias
reales, pero que en sí mismo conserva su existencia absoluta.
« Ahora bien, justamente la acción y desenvolvimiento de esta
fuerza universal es el objeto de las representaciones del Arte.
Sin duda, ella aparece también en el mundo real, pero confun-
dida con el caos de intereses particulares y de circunstancias pa-
sajeras, mezclada con lo arbitrario de las pasiones y de las volun-
tades individuales. El Arte desprende la verdad de las formas
ilusorias y mentirosas de este mundo imperfecto y grosero, para
revestirla de una forma mas elevada y pura, creada por el espí-
ritu mismo. Así lejos de ser simples apariencias puramente ilu-
sorias, las formas del Arte encierran mas realidad y verdad que
las existencias fenomenales del mundo real. El mundo del Arte
es mas verdadero que el de la naturales^^ay la historia. » — Calisio
Oyuela.
1883.
F — BUENAS AUSENCIAS DE NÚÑEZ DE ARCE, re/e-
retida de la pág. 6, — Sr. D. A. M. C. — Madrid, 16 de Octu-
bre de 1885.
Mi querido amigo: con viva alegria, como gratos recuerdos de
tiempos pasados, he recibido su afectuosa carta y el tomo de sus
poesías (palmas y ombúes) que ha tenido usted la bondad de re-
mitirme por el correo.
He leído el tomo con amor no sólo por su valor intrínseco,
que es mucho, sino porque ha traído á mi memoria las horas de
mi juventud, cuando usted emigrado y perseguido (i), vivia en
( í ) En esa época, priacipalmente bajo los ministerios de Narvaez y Sarto-
rins, los periodistas de la oposición eran á menudo victimas de tropelías incalifi-
cables, encarcelados, ó deportados sin íorma ni figura de juicio á la Habana y
Filipinas, algo parecido á lo que se hizo en Montevideo con los viajeros de la
PuiG.
404 BUENAS AUSENCIAS DE NÚÑEZ DE ARCE
nuestro hogar, no como huésped sino como un hermano. Aque-
llos sentimientos que usted nos inspiraba no se han borrado de
los que entonces le conocimos: usted no es un extraño, sino un
ausente de aquella familia literaria de 18^0, que tanto ha sufrido
y tanto ha trabajado en pro de las mas hermosas causas de la hu-
manidad. Y con qué gusto, como en aquella época ya tan dis-
tante y por eso mismo quizás mas querida, volveríamos á estre-
charle la mano, si usted nos hiciera una visita!
Los versos de usted son valientes y generosos. He leído y re-
leído los que ha consagrado usted á España, y le doy gracias por
la noble inspiración que se los ha dictado.
Verdad es que para Vd. España no debe ser sólo la antigua ma-
dre patria, sino su segunda patria, puesto que ha pasado en ella
no los mas prósperos, pero de seguro los mas dichosos años de
su vida : la edad de las ilusiones y esperanzas.
Aprovecho esta ocasión para reiterar á Vd. los sentimientos de
cordialidad y cariño de su affmo. S. S. y amigo. — Gaspar Nú-
ñe:^ de A rce,
G — POSITIVISMO MERCANTIL, V.pág.8, —En un dis-
curso leído en la c< Academia Literaria del Plata » por uno de
sus miembros, con el título de un Diario por dentro, dice aquel
refiriéndose á los que consideran el cultivo de las letras tarea'
estéril .... para los buitres y urracas.
Reproducimos un solo párrafo por via de amistoso apercibi-
miento, y para que si es cierta la imputación, no contamine á sus
hermanas menores con el mal ejemplo, la que fué llamada con
justicia en otros tiempos: la Atenas del Plata.
« Triste es confesarlo, en Buenos Aires no hay atmósfera lite-
raria. En esta barahunda californiana de los negocios, en esta
visturía aduanera de la vida práctica, las inclinaciones literarias
son miradas como disculpables debilidades. Se las tolera y se
pasa de largo. Aquel, pues, que concrete la actividad de su
espíritu á producir algo que no tenga peso, número ni medida,
algo en que no entran los kilogramos, los tanto por ciento, olas
yardas inglesas, hará obra de iluso y de visionario. Mas inte-
resa el precio de los nonatos, la cotización de las cédulas, ó las
entradas de azúcar de remolacha. — Santiago Hechart. »
1885.
APÉNDICE 405
El autor de las Cartas Yankees, hablando délas aviesas pasio-
nes que desarrolla la fiebre de la especulación y el ansia de lucros
grandes, fáciles é inmediatos, nos pinta un jugador de bolsa
arurinado por una operación al alza, y añade :
Llega el mísero á su despacho luminoso, con las paredes de
estuco y el piso de bronce: se sienta delante de la mesa nueva
de arce, donde impera en marco de piedras falsas el retrato de
una bella tragavidas; apura de un sorbo el whisky de la botella
de cristal cuajado; se levanta el pelo de la sien, y se dispara un
tiro.
Así mueren los pueblos, como los hombres, cuando por bajeza
ó brutalidad prefieren los goces violentos del dinero á los obje-
tos mas fáciles y nobles de la vida.
¡ Ahí está el hombre, frió! ¡Ahora se ve lo que era: un tahúr!
Se ha de hacer lo que decia Mondragon el valenciano: «El
que quiera pan, que lo cave, y mientras mas blanco, mas
hondo.»
Y se ha de sujetar el deseo á límites naturales.
Dése obra de espíritu á los pueblos, el verso que enamora
y entusiasma, el discurso que atrae, la pintura que deslumhra,
el drama que interesa y moraliza, el paseo que calma, para
que la vanidad, que reina en todo, se modere por la virtud de
los asuntos en que se emplee.
Sino ¡ahí está el hombre, frió, rígido, ceniciento, con el
brazo tendido y el puño lleno de sangre, sobre el retrato de
la mala mujer hecho pedazos! — José Martí.
1888.
H — LIBRO DE PIEDRA, referencia de la pág. 86, nota 2,
— Al evocar los recuerdos del año 25, que hacen palpitar de
inefable gozo los corazones, rememorando el día en que los pro-
ceres del pueblo oriental reunidos en la Florida declaraban á
despecho de todos los peligros «su libertad é independencia
con amplio poder />ar¿i darse las formas que en uso y ejercicio de
su soberanía estimase convenientes j'í> no podemos ni debemos
olvidar, la erección del monumento consagrado en la plaza de
la villa histórica el año 79 á perpetuar la memoria de aquel
glorioso acontecimiento.
406 LIBRO DE PIEDRA
Honor á los que lo iniciaron, á todos los que cooperaron á
su realización, y especialmente á las comisiones populares
que le dieron cima entre el aplauso general de los pueblos.
Saludamos á todos los obreros de aquel pensamiento, y á
los que lo dignificaron con sus palabras de fuego, con sus cán-
ticos sublimes y con sus manifestaciones patrióticas en la per-
sona del digno presidente de la Comisión de la capital.
« Ese Monumento habla y ensena, como si la voz de nues-
tros proceres ilustre surgiese de su seno, solemne y majestuosa
para decirnos cómo se lucha y cómo se vence en defensa de
las patrias libertades. Ese monumento es un libro de piedra
que está abierto para que nosotros, y nuestros hijos, y los hi-
jos de nuestros hijos, dilatados en la infinita progresión del
tiempo, aprendamos en sus hojas las lecciones del viejo patrio-
tismo. »
Grabemos en nuestra mente y en nuestro corazón estos le-
vantados conceptos, que, en el aniversario de tan fausto día,
creemos de oportunidad trancribir de la Comisión delegada
de Paysandú, en su nota del i8 de Mayo de 1879 á la Dele-
gada del Monumento de la Independencia en la Capital. —
Isidoro De-María,
1887.
Dimos las gracias al Sr. De-Maria en estos términos, con-
signados en una tarjeta que le enviamos:
« A. Magariños Cervantes, saluda afectuosamente en este día
memorable (25 de Agosto) á su viejo amigo don Isidoro De-
María, y en su nombre y en el de todos los que contribuyeron
ala obra patriótica á que se refiere el artículo de El Ferro-Ca-
rril de anoche sobre el Monumento de la Florida y — (que
acaba de leerse), dá las mas expresivas gracias por su recuerdo
al venerable y desinteresado patriota, al distinguido historiador
nacional, al constante defensor, en la prensa, de las institu-
ciones en las épocas mas difíciles ; al que supo siempre defender
la libertad con la pluma y el fusil, como en el asedio de Monte-
video por las hordas de Rosas ; y al inteligente y abnegado edu-
cacionista, cuyos valiosos servicios no debieran olvidar sus
conciudadanos, siquiera para hacer menos precaria su laboriosa
existencia en el último tercio de una noble vida, consagrada en
APÉNDICE 407
todas las esferas al bien de la patria, á ensalzar las glorias nacio-
nales y á ilustrar dignamente á la juventud uruguaya ! •/
I— EL ALMA CAUTIVA.— K. pág. /02. — Vd, mi que-
rido Carlos, como los ilustrados redactores de laFra/ice, la Nación ,
Vitalia Nuova y otros, ha comprendido el espíritu envuelto en
las galas de la poesía; y usted y ellos him visto en él, lo que
realmente se propuso demostrar el poeta, el alma humana, física
y moralmente cautiva por el sofisma, el error ó la violencia, sin
aire ni espacio en la tierra, sin esperanza ni luz en los cielos,
desde que abdica de su origen divino, y niega las grandes ver-
dades del orden providencial y eterno.
Agradeciendo como agradezco profundamente la benevolencia
con que son acogidos mis versos, debo confesará usted que lo
que mas me satisface, lo que conforta y levanta mas mi espíritu,
es la sincera adhesión y el espontáneo homenaje que veo con
ese motivo tributar á las ideas fundamentales, sin las que es el
hombre para mí, un geroglífico indescifrable y un ser mas in-
feliz que el mas ruin infusorio del último pantano. . . .
La explosión de los sentimientos de la generalidad en este
sentido, en medio de la tristeza jnlinita que á veces inunda mi
espíritu ante la contemplación del mal, bajo todas sus fases, y
de los problemas insondables del universo, deja caer hasta él
un rayo de sol, y abrigo la esperanza de que al menos mis dis-
cípulos predilectos, — y usted es uno de ellos — á quienes amé
desde niños, en los momentos solemnes, recordarán acaso mis
palabras, y al través de la lucha y tribulaciones de la vida, no
olvidarán que el hombre digno de llamarse tal, no vá jamás sino
hasta el límite que le trazan el deber y sus convicciones, de
acuerdo con los mandatos inflexibles de la conciencia. — A . M. C.
1878.
Ya veis, que no me falta razón para dudar, por lo menos,
de la teoria del hombre-fiera. Reasumiendo, pues, las escuelas
naturalistas, en todas sus formas, llámense positivismo, mate-
rialismo, darwinismo, etc., convienen: en cuanto al problema
del hombre, en negar á éste su calidad de ser inteligente y
libre; en cuanto al problema de la sociedad, en negar que sea
ésta una entidad especial, distinta completamente de las de-
más agrupaciones que se hallan en la naturaleza, y como con-
408 EL ALMA CAUTIVA
secuencia, en negar la legitimidad del orden moral y jurídico
fundado en la personalidad humana.
Sólo una idea superior regula las relaciones humanas, las
razones de la ciencia económica, cuyos principales problemas
difícilmente pueden alcanzar hoy una solución satisfactoria y
estable, porque necesariamente, olvidados los principios de la
moral espiritualista, despreciado aquel gran precepto cristiano
del amor al prójimo como á sí mismo, el antagonismo de las
clases va siendo cada día mayor, y la lucha entre ricos y po-
bres, entre la opulencia y el pauperismo, entre el monopolio
de la riqueza y la libertad del trabajo, va tomando cada vez
mas horribles proporciones; y los materialistas aprueban, y los
positivistas atizan, y todo eso, para mayor sarcasmo de esas
escuelas, como alguien ha observado, todo eso pasa en medio
de un siglo que ha escrito en el centro de sus banderas el
gran principio de la fraternidad universal !
Poco airosos salen en realidad los modernos pensadores, rién-
dose de las viejas ideas de Dios, de justicia y bien absoluto
para venirnos después con una ciencia sin mas ideal ni sanción
que lafHer:{ay cuya acción sobre la masa de la nebulosa quiere
suponerse que ha alcanzado á producir, así como la diferen-
ciación de los planetas de nuestro sistema, la aparición de la
fauna, la flora, los minerales y las rocas en nuestra Tierra, y
los fenómenos del orden moral y social; todo ello por medio
de una desintegración molecular, según lo supone Spencer, ni
mas ni menos que como sucede en todo cuerpo sometido á
la acción del calor; y como si todo eso fuera poco decir, ve-
nirnos después con que el fundamento del derecho está en la
economiay vale decir en la riqueza, lo cual entraña el mayor
germen de inmoralidad, por que las sociedades á quienes se
les enseñe que el derecho y la moral no están donde Dios
los ha puesto, en el alma y sino en la riqueza, tendrán ne-
cesariamente que concluir por creer que vale mas el oro, que
el derecho, que la justicia, y aún mas que la misma concien-
cia.
Y si esa ciencia materialista es la que ha de informar el de-
sarrollo de nuestros tiempos, quiera el cielo retardar lo mas el
fatal momento en que las sociedades modernas se vean privadas
APÉNDICE 409
de todos esos principios, que la escuela materialista se ha em-
peñado en borrar hasta de la conciencia humana, y que son el
alma de nuestra vida.
Hoy por hoy, felizmente la práctica no guarda perfecta con-
secuencia con la teoría, porque en estos momentos aun sobre
todos esos que reniegan de Dios, de la libertad, del bien y de
la justicia, sobre todos esos desciende aún el espiritualismo,
como desciende sino la lu^^ el calor del sol sobre los tristes y ce-
rrados ojos de un ciego, — La Verdad.
1880.
c< El materialismo, decia Laboulaye, bijo el Imperio de Napo-
león III, que es hoy un grito de guerra mas que una teoría
filosófica, ha aparecido mas de una vez en el mundo ; pero,
triste es decirlo, siempre ha sido signo de decadencia y de ser-
vidumbre : es la doctrina de los días aciagos. La libertad no se
acomoda con tan pobre concepción del destino humano. » .
Napoleón I aplaudia complacido los ataques de RoyerCollard
á la filosofía de Locke, que profesaba aquel grupo brillante de
republicanos materialistas que el Emperador calificaba con
desden de ideólogos.
— Decid al Emperador, contestó el austero filósofo francés á
quien trasmitieran aquellos elogios, que el espiritualismo es
enemigo mas temible de la tiranía que el materialismo, porque
el culto á la libertad, que es en los materialistas una inconse-
cuencia generosa, es en los espiritualistas una consecuencia
lógica y forzosa desús doctrinas y principios filosóficos. — Julio
Herrera y Obes,
1881.
J — EL MAL ES TRANSITORIO, EL CRÍxMEN IMPOTENTE
— Pág lio. — Pertenecen á la bella composición titulada Es-
trofas, que sentimos no poder trasladar íntegra, las siguientes.
Las reproducimos aquí no sólo por sus varoniles pensamientos
sobre el tema que encabeza estas líneas, sino también en testi-
monio de agradecimiento á su autor. V. tomo i, pág. 242.
El mal, como las olas, sube y baja;
Y en el hirviente piélago ondulando,
Puede la tempestad alzar bramando
El fango que en los fondos encontró.
410 EL MAL ES TRANSITORIO, EL CRIMEN IMPOTENTE
Mas si levanta entre su blanca espuma
Una ola, escorias del inmundo abismo,
Soberbia en pos viene otra que allí mismo
Hunde lo que antes la primera alzó.
¿ Por qué perder de la esperanza amiga
El presagio en la mente soñadora ?
El alba tenue que al venir colora
Las nubes con levísimo arrebol,
Vístese luego de fulgor radiante,
Y así no es albor ya. La luz retrata,
Que en el espacio inmenso se dilata.
Vivaz reflejo de esplendente sol.
También el pensamiento humilde nace!....
Secreto de un cerebro, se querella
De su fafal y maldecida estrella.
Que lo contiene refrenado en sí.
Mas luego se difunde y se hace verbo,
Llega á la multilud y la despierta,
La llama enciende de esperanza yerta.
Convierte el desencanto en frenesí.
La eternidad del mal no se concibe,
Y el crimen nada serio fecundiza;
El martirio su sangre cristaliza
Y á su través se ve la redención.
La palabra es veloz cual fuego alado
Y un grito que se esparce en raudo vuelo,
De Marnix llegar puede ó Massanielo
A un pueblo con potente vibración.
La palma á un lado que se tiñe en sangre,
Y en el dolor se goza de la herida ;
Brille la gloria con su eterna vida,
Del arte en la región siempre inmortal.
La lira entone su cantar insigne.
Colores halle férvida paleta,
Y en las visiones de intuición inquieta,
Yerga el genio su numen colosal.
APÉNDICE 411
Nada semeja el ímpetu fecundo
Con que el estro creador brilla y se enciende.
Paso á la inspiración que el vuelo tiende
En alas de su espíritu gentil !
¿ Quién detiene esa llama que electriza
Al profético, insomne pensamiento,
Que arranca todo un mundo en movimiento
Del pincel, de la estrofa, ó del buril ?
1882.
Luis M el i a II Lajinur
K — UN PAYADOR ARGENTINO. — Referencia de la pág,
12^ y nota I. — Cada pueblo tiene sus trovadores, esos peregrinos
errantes que cruzan de comarca en comarca sin mas caudal que
su laúd, comprando el pan de cada día y alquilando el techo de
cada noche con las inspiraciones de su talento, cantando al com-
pás de su instrumento como cantan los pájaros acompañados,
de los susurros de la brisa que gime en las copas de los ár-
boles.
Nosotros tenemos también trovadores, poetas inspirados, lle-
nos de sentimiento y de dulzura. El payador pocas veces rie. Sus
cantos son lamentos, quejidos del alma dulcificados entre los
quejidos de la guitarra, tristes también, muy tristes, como son
tristes los sollozos que acompañan al llanto.
La poesía de nuestros paisanos es el arte virgen, espontáneo,
sin acicalamientos ni retoques ; brota de sus labios como el trino
de la calandria que canta á su antojo, modulando sus cadencias
sin estudio, improvisando escalas y arpejios sobre el tosco mo-
ginete de la ramada.
Quedan ya pocos de esos improvisadores errantes. La civili-
zación ha cortado el vuelo á esa inspiración vagabunda y el
trabajo la ha aprisionado. Pero todavía aparece de vez en cuan-
do alguno de esos payadores que tienen su prototipo en el
mentado Santos Vega, y de esos pocos, uno de ellos es Gabino
Ezeiza, payador porteño que obedeciendo á su destino instable
ha llegado á Montevideo sin mas bagaje que su guitarra, ni mas
fortuna que su inspiración.
Gabino Ezeiza es pardo de color, joven entre los veinte y
veinticinco años, de labios gruesos y abultados, de mirada suave,
412 UN PAYADOR ARGENTINO
amplia y serena la frente del redondeado cráneo que corona su
busto.
Su voz es dulce y armoniosa, llena de tiernas inflexiones que
hacen mas sentimental su canto. Sus composiciones están im-
pregnadas de una profunda melancolía. Sus versos lloran decep-
ciones y desengaños, no hay en ellos ni un acento de ira contra
la sociedad que lo aleja por el color de su tez ; pero traducen el
reproche contra la injusticia del destino, que desde la cuna lo
trajo á vivir en una esfera inferior á la que en sus ensueños de
gloria ambicionaba. — Daniel Muño{,
1884.
Kn carta dirigida á Ezeiza por Nemesio Trejo, uno de los
payadores de mas nombreque hay en la vecina capital, publicada
allí y reproducida por algunos diarios de Montevideo, le decia :
No me han sorprendido esas ovaciones porque conozco su
genio y su talento, y estoy sumamente satisfecho que el pueblo
Oriental, foco de crecidas inteligencias, le haya hecho la justicia
que merece, avergonzando á nuestro pueblo indirectamente, que
deja que sus hijos vayan á patria desconocida á buscar las glo-
rias que podrían recoger en su suelo.
Bien dice Sansón Carrasco que cada pueblo tiene sus trova-
dores, genios nacidos para peregrinar en el mundo de las ideas ;
así somos nosotros Gabino, que vamos buscando en el mañana
loque no nos ha brindado el ayer; y con el acento tierno y las-
timero de nuestro canto, hacemos nacer la compasión de un
auditorio, que por damos aliento y vida, aplaude con efusión
las tristes trovas que nacen de nuestro humilde pensamiento.
Ksa es la gloria que recogemos al momento.
Así también Magariños Cervantes, que ha tenido la deferencia
de apretar su mano; aquel gran poeta oriental, que en estrofas
nutridas de sentimientos altos y nobles, describe lo que es la
«loria, diciendo al final de una sentida estrofa:
« Así tan sólo se fecunda y brota
Y se entreabre su espinoso lirio ;
Porque la gloria es ... . nada .... ó el martirio :
¡ Es del ángel proscripto la expiación ! ( i )
( 1 ) Bfti$A$ DiL Plata, pig. ^0.
APÉNDICE 413
Libre quisiera ser en estos momentos para encaminarme á esas
playas y acompañarle sus cantares, como mas de una vez lo he
hecho en otros tiempos mas felices, cuando recien los albores
de la juventud despertaban á mi vanguardia. — Nemesio Trejo.
1884.
I^ — COxMO procedía el DANTE.— V^./i^. 148, nota ig.
— El autor del curioso libro, citado en la pág. 57, tom. I. á pro-
pósito de la Crui del Sud, emite el siguiente juicio :
Le nombre est grand aujourd'hui de ceux qui n'attribuent a la
poésie qu'un mérite purement esthétique, et n*y voieni qu'une
beauté résultant de la triple harmonie des pensées, des pensées
avec les paroles, des paroles entre elles. Du reste, ees esprits étroits
ne tiennent jamáis compte ni de la valeur logique de la pensée,
ni de la portee morale de la parole. Poureux l'artn'est qu'une
jouissancesans but ultérieur, parce que la vie est un spectacle
sans signiíication sérieuse ; ils demeurent captifs dans le monde
visible dont le sensualisme et le scepticisme leur ferment les
issues. Leurs traditions sont celles de quelques poetes de Tanti-
quité et des temps modernes, qui ne célébrérent que des sensa-
tionset des passions, et dont le triomphe était de produire dans
ceux qui les écoutaieiit la terreuret la pitié, c'est-á-dire, deux af-
fections stériles. De la cette indifférence qui accueille aujourd'hui
beaucoup de tentatives poétiques : de la ees coléres des auteurs
délaissés, et, si Ton peut diré ainsi, cette impénétrabilité reci-
proque de la litératture et de la société qui les empéche de
s'unir pour se vivifier mutuellement. — Or, voici un poete qui
parut dans un siécle tumultueux, qui marcha comme en-
veloppé d'orages. Cependant , derriére les ombres mou-
vantes de la vie, il a pressenti des Tréalités immuables. Alors
conduit par la raison et par la foi, il devanee le temps, penetre
dans le monde invisible; il s'y meten possession, il s'y établit
comme dans sa patrie, lui qui n*a plus de patrie ici-bas !
Des ees hauteurs, s'il laisse encoré tomber ses regards sur les
choses humaines, il en decouvre a la fois le principe et la fin ; par
conséquent, il les mesure et il les juge. Ses discours sont des en-
seignements quisubjuguent les convictions et qui inclinent les
consciences en méme temps que par le rythme ils se fíxent dans les
mémoires. C'est comme une prédication qui se fait parmi les muí-
414 COMO procedía el DANTE
titudes, ne se taisant jamáis; qui les captive en s*emparant de ce
qu'il y a de plus fort en elles : Tintelligence et Tamour C'est done
une poésie qui, aux trois harmonies d'oii la beauté resulte, en
joint deux autres: Tharmonie de la pensée avec ce qui est,
c'est-á-dire, la vérité; rharmonie de la parole avec ce qui doit
étre, c'est-á-dire la moralité. Ainsi elle porte en soi une double
valeur logique et morale, par oü elle répond aux besoinsles plus
chers du plus grand nombre des hommes: elle se fait compren-
dre de ceux qu'elle a compris; elle est nécessairement sociale.
II y a encoré la un phénoméne qui mérite sans contredit une
place dans Thistoire de Tart. C'est plus qu'un phénoméne, c'est
unexemple. Et Texemple, quand il est excellent, entraine aprés
soi la réfutation des théories contraires. — A. F. O^^anam.
1840
l,L— SALTO Y GKVIOS — Referencia de la pág, 172.— E\
salto de Tequendama, situado cerca de Santa Fé de Bogotá (Re-
pública de Colombia), aunque no tan célebre como el Niágara, es
la primera catarata de la América meridional y rivaliza con aque-
lla, y aun la excede en belleza, según algunos viajeros. — Véase
mas adelante en la letra A B, Za caída del Laja,
En las cuatro estrofas que encabezan esta composición he pro-
curado reasumir una de las mas curiosas y bellas tradiciones de
América.
Según la tradición, la hendidura entre las dos montañas por
donde el río Punza se precipita al valle formando la cascada de
Tequendama, fué abierta por Botchica, el genio del bien que ha-
bía civilizado á los habitantes de aquella comarca, para reparar
los estragos de una gran inundación ocasionada por la creciente
del río.
Esia inundación que arruinó al país y dispersó á sus moradores
por las montañas vecinas, fué obra de Huythaca, genio maléfico,
que en forma de mujer, seguía los pasos del primero, sin otro
objeto que destruir todo lo bueno que él hacía.
Los inteligentes en la cosmogonía de nuestro continente opi-
nan que esta leyenda encierra un fondo de verdad, y que los dos
individuoscitadosrepresentanlalucha del bueno y del mal princi-
pio, que se encuentra en todas las religiones. Botchica es un hijo
del Sol, como xManco-Capac, tal vez el mismo Sol hecho hombre:
APÉNDICE 415
Huythaca es el elemento húmedo que ejerce su influencia sobre
el mar, y se convierte en la Luna, arrojada de la tierra por Bot-
chica, el principio seco, vivificante, que hace correr las aguas
aglomeradas en las alturas, abriéndoles un camino al través de
las rocas.
Considerada esta antigua leyenda bajo el punto de vista físico,
tiene el mérito, según Humboldt, de atribuirá una causa súbita y
violenta la abertura del valle y desagüe del lago formado en la
meseta de las montañas. Se armoniza con las condiciones que se
observan en la cascada y en la configuración del desfiladero. Na-
da se vé que se asemeje á un cambio lento y sucesivo ; ha debido
ser de un solo golpe, por alguna violenta catástrofe que l.i roca
ha sido partida desde la cumbre hasta la base.
En esta como en otras composiciones, he intentado bosquejar
la faz poética y filosófica del fenómeno y de los hechos que con
él se relacionan, procurando que los rasgos descriptivos, que son
como la vestidura del pensamiento, estén conformes con la ver-
dad y con la ciencia, cualidades que lejos de coartar la inspira-
ción como algunos se imaginan, le prestan nuevas alas y le abren
nuevos horizontes.
— Gigantes y pigmeos — Glosa de la pág. 169.) — En carta al
Dr. Arrascaeta con motivo de su Colección de poesías de poetas
Hispano-Americanos, le dice el autor de La Verdadera Musa.
'íEn el libro que usted daá luz, se cantan los eternos ideales
con que los espíritus fuertes se consuelan en las tristezas del re-
tiro impuesto por arraigada austeridad. Se hace también historia
en sus páginas, y Washington, Bolivar, y con menos brillante
aureola que ellos, otros nobles soldados de la libertad, reciben
el testimonio de agradecimiento que los pueblos tributan á su
memoria por medio de sus bardos inmortales, consagrados in-
térpretes de una opinión unánime y honrosa.
Bien, pues: fecunda es la tarea de estereotipar recuerdos que,
con el halago de la rima y la galana vestidura de la forma, com-
penetran la inteligencia del lector, viniendo á reavivarle sus cí-
vicos deseos, sus aspiraciones dominantes, sus veneraciones pres-
tigiosas.
Los guerreros ciudadanos de la América, glorificados en el
idioma excelso de sus cantores, siempre se presentarán
41 6 SALTO Y 'GRITOS
ante los pueblos que sirvieron con su feliz estrella como un
castigo severo para los que se atreven á escalar la gerarquía mi-
litar que ellos alcanzaron en sus homéricas luchas por la libertad
de un mundo. Y el genio de la Poesía, iluminando con divinos
resplandores la talla gigantesca de los héroes de Trenton, de
Junin y de Ayacucho, hace mas ridículos los entorchados con
que se exhiben ciertos pigmeos, ajenos por completo á los no-
bles estímulos que dignifican la carrera de las armas. — Luis Me-
lian Lafxnur,
1881.
— De pulpos vorai tropel, — Pág. 169. — El Sr. Maga ri ños Cer-
vantes podría repetir con nuestro gran Zorrilla :
«Yo soy de aquellos viejos qae no lo son jamás.»
Sólo una personalidad como la suya, podía hoy atreverse á
publicar un libro de poesías, aquí, en la República Oriental del
Uruguay, y en la época de miseria y hambre, me;^quindadjf prosa
que estamos atravesando.
Los gritos de los vividores, de los que buscan la fortuna á todo
trance, de los inventores de Negocios turbios y explotadores de
playitas de toda especie, la algazara de los corredores y los ayes
de los cor r/í/o5, apagan la voz del poeta; y las voces de man-
do y los toques de corneta y los redobles del tambor ahogan las
cadencias de la lira.
Pero liras como la del autor de Cellar, Amor y Patria y Las
Brisas del Plata y Horas de melancolía, tienen el privilegio de
despertar siempre el entusiasmo popular, por adormecido
que se encuentre ; y voces como la del Sr. Magariños Cer-
vantes, son bastante poderosas para hacerse oir por encima
de la prosaica y desacorde gritería que se levanta del mercado
donde se cotizan opiniones, y se compran y se venden con-
ciencias.
Por eso es que esperamos que el nuevo libro del laureado
poeta oriental, conseguirá romper la atmósfera de mercanti-
lismo y prosa que nos envuelve, y que la aparición de Pal^
mas y Ombúes será saludada como un rayo de sol primaveral
que viene á iluminar unas verdaderas horas de tristeza y me-
lancolía.
Por nuestra parte agradecemos al viejo y leal amigo el envío
APÉNDICE 417
de sus Palmas y OmhúeSy que guardaremos como un cariñoso
recuerdo de la amistad y como joyas preciosas de la literatura
americana.— P^í/ro Bernat.
1885.
M— CERTAMEN EN LA CIUDAD DE SAN JOSÉ. — Pj^.
18^. — Estos últimos tiempos hnn sido de evidente y prodigioso
progreso para los departamentos de campaña.
Antes de ahora sus habitantes ponían todo su conato en pro-
curarse los medios de escapar á los atentados de la fuerza. Hoy
tienen la seguridad, la condición sinc qua non del adelanto,
y pueden dedicarse con holgura á las labores fecundas de la paz.
En una época no lejana, los habitantes de los pueblos de
campaña vivían en medio de un individualismo salvaje, y se
alistaban bajo las banderas del primer señor feudal que les salía
al encuentro. En el presente colocan la ley y la autoridad sobre
toda otra idea, y se rien de \os fetiches y de los caudillos. Han
hecho absoluto abandono de las banderías, y han organizado una
sociabilidad racional y discreta. — Asocian sus esfuerzos para
conseguir fines científicos y de utilidad general para la localidad
en que desarrollan sus hermosas facultades.
Los frecuentes torneos literarios que tienen lugar en San José,
son resultado de esos vínculos de sociabilidad ilustrada.
En el último que se efectuó, se leyeron algunas composiciones
de alto mérito, entre las cuales descolló por su bella forma y
profundo pensamiento, la que lleva por título Mirando el Cru-
cero, composición llena de novedad y brillantez.
La buena voluntad con que el autor concurrió al éxito de la
conferencia, no le ha librado de algunas apreciaciones, impreg-
nadas de fanatismo anti-religioso y de un espíritu sistemático de
censura.
Se ha hecho aparecer al doctor Magariños Cervantes como
cometiendo un abuso de confianza. — La consigna dada pros-
cribía la religión y la política, y el poeta, la personificación mas
elevada de la poesía uruguaya, sorprende á los circunstantes con
un caudal de armonías cristianas.
La armonía de la humanidad en la región del pensamiento es
utópica, imposible. — Aunque no se hable de religión y de polí-
tica, las desinteligencias pueden, mas aun, deben producirse.
«7
/
4l8 CERTAMEN EN LA CIUDAD DE SAN JOSÉ
El pensamiento es libre, esencial é infinitamente libre. Es el
águila altanera que se cierne en el inconmensurable espacio y as-
ciende al cielo.
Ponedle trabas á la inteligencia humana, y tendréis que renun-
ciar á ver obras grandes y admirables. Imponedle una cartilla á
M igariños Cervantes, y convertiréis en pigmeo al gigante y al
genio.
Nosotros nunca exigiríamos á la 'actividad del pensamiento,
que se produjera en tal ó cual sentido. Le demandaríamos única-
mente la sinceridad y alteza que se encuentran en todas y cada
una délas composiciones de nuestro querido maestro.
Lo demás sería arrogarse una infalibilidad cien mil veces mas
ridicula que la pretendida infalibilidad de los pontífices ro-
manos.
Y ¡ qué ! ¿ Acaso no hay en l.i composición poética del doctor
Magarinos, además de un marcado tinte religioso, una acentuada
tendencia histórica ? ¿ Acaso no dirige en ella frases sublimes é
inspiradas á la personalidad mas grande de la historia? — La Tri-
buna (de Montevideo).
1879.
N— UNION ANTE EL COMÚN PELIGRO. —P^^. IQ4,—
Trabajar por la unidad de los elementos políticos en un pueblo
cuya enfermedad es la división y la desunión, es una necesidad
y un deber. Llegar á este resultado, eligiendo el camino prác-
tico, que ni hace retroceder al pasado, ni desliga de él á la
sociedad ; con alas para marchar hacia el progreso, con pié
para no abandonar la tierra, es la obra del político que no debe
olvidar, según la expresión del filósofo, que la materia sobre
que trabaja es el hombre. — Agustin de Vedia,
1882.
Setenta años de ensayos sangrientos en que, con ligeras in-
termitencias» tan sólo nos ha gobernado la ignorancia y la
fuerza, en que, como las razas esclavizadas, vivimos entonando
himnos á la libertad. . . .
Ha faltado en nuestra historia esa zona templada en donde
se confunden la lozanía del trópico, con el grato verdor que es-
malta nuestras praderas, en que se besan los coniferos con las
palmeras, y los cereales crecen á la sombra del bambú ; en que se
APÉNDICE 419
atemperan y amalgaman sin estrépito las tradiciones é intereses
del pasado con las nuevas ideas y la vitalidad del porvenir: tran-
sición armónica, necesaria, que en la naturaleza impide los
reumas, como en los pueblos los constipados políticos.
Por eso nuestras sociedades viven constantemente romadi-
zadas, perdiendo en luchas estériles la albúmina y la fibrina
de su riquísima y generosa sangre. — Ángel F. Costa.
1880
En el número de La Época correspondiente al 16 de Junio de
1888, su director el Dr. D. Alberto Palomeqüe, abrió una intere-
sante Sección Neutral, << verdadera crónica histórica, dice, que
acumule elementos para los amantes de desentrañar la filosofía
que encierran los sucesos del pasado •>.
De las cartas que publica en ese número, tomamos los dos pá-
rrafos que siguen :
¿Sabe Vd. en qué consiste el mayor poder de los medios oficia-
les? — en el terror que ellos inspiran á los ciudadanos^ que se
asustan de la idea de luchar contra la autoridad en las urnas.
Haga Vd. sacudir ese terror y haga Vd. que los ciudadanos se con-
venzan de que van á ejercer un derecho, y que la autoridad no
tiene facultad para meterse en elecciones, y nidios poder de los
medios oficiales.
Con decisión y firmeza en las urnas, se contienen los desma-
nes, se disipan las amenazas, se desbaratan las trampas oficiales, y
para que todos tengan decisión y firmeza en las urnas, basta
que tres ó cuatro las tengan, porque el coraje de uno en tales
casos, hace coraje de todos.
Tenga fe y perseverancia, amigo, para que acaben en Noviem-
bre hasta las posibilidades de que se reproduzcan monstruosida-
des como su encarcelamiento.
Su carta del 25 me revela algún desaliento ante las dificultades
de la lucha contra los medios oficiales de que disponen Moreno
y Laguna, dificultades que reconozco graves.
Pero, ¿ qué hacer? ¿hemos de abandonarles por eso el cam-
po ? No está en nuestras manos arrancarles los medios ofiíciales
antes de las elecciones, que si estuviera, ya podría estar seguro
que garantiríamos al pueblo la plenitud de la libertad del sufragio.
420 UNION ANTE EL COMÚN PELIGRO
Es preciso arrancárselos en las elecciones, ya que no podemos
hacerlo antes, por la decisión y la firmeza en mantener en las
urnas los derechos del ciudadano y del pueblo. Así triunfamos en
Buenos Aires, en donde ( no se equivoque ) también teníamos con-
tra nosotros los medios oficíales; ¿cree Vd. que de este lado del
Río de la Plata, valemos menos que del otro lado?
La defensa de Montevideo prueba lo contrario. — Juan Carlos
Gome{,
1852.
Como glosa ó comentario palpitante de lo que decía en 1852
el Dr. Gómez, oígase como se expresa en La Idea, treinta y seis
años dcspuesy otro honrado y valiente escritor, buen ciudada-
no antes que ciego y tal vez criminal partidario.
«La afirmación que dejamos asentada, no sólo tiene alcance
de presente, sino de pasado, y agregamos ahora que también
lo tiene de porvenir.
Libertar á nuestro partido de los crueles atentados cometidos
en la tiranía de D. Lorenzo Latorre, y libertarlo á la vez de
las ignominias y bajezas del gobierno de Santos, de aquellos
atentados en que un jefe de cuerpo se paseaba por los departa-
mentos de campana con la misión expresa de asesinar á los
ciudadanos y militares retirados, tranquilos y sosegados, en el
hogar doméstico, sin haber cometido otro delito que no ser afec-
tos ó suponerlos desafectos al tirano, como sucedió bajo el do-
minio de éste; libertar á nuestro partido de aquellas escenas
bizantinas que se pasaban en los cuarteles, en que eran insulta-
dos ó asesinados los ciudadanos y los militares indistintamente,
fueran del partido que fuesen, es un hecho cuya importancia
histórica y de acción presente y futura tiene trascendencia é
interesa del todo á la significación misma y á las aspiraciones
mas legítimas del partido colorado.» — Eduardo Flores,
1888.
N — ECOS DE UN BANQUETE EOLÍTICO — Referencia de
lapág, 202. — Hojas fugaces que viven, como la flor el solo día
en que nacen, guardan sin embargo estereotipados é indelebles las
páginas del diario, la convicción y el sentimiento del día en que
se escriben. Podrá el historiador decir, con criterio mas reposado
y con la convicción serena que produce el alejamiento de los su-
APÉNDICE 421
cesos, ¡cómo se equivocaron aquellos hombres I Pero con el diario
por delante podrá cuando lo desee, averiguar cómo sintieron y
pensaron, ora se equivocaran, ora acertasen, los actores y espec-
tadores de cada suceso memorable. — Juan G. Buela,
1888.
Festejamos un triunfo espléndido, el entronizamiento del
imperio de la ley que viene á sustituir á los gobiernos persona-
les donde el que manda es amo, y los que obedecen son es-
clavos !
Estos triunfos no se alcanzan en las luchas amigadas, se alcanzan
pacíficamente sin que haya vencidos ni vencedores. — Julio He-
rrera y Obes, Ministro de Gobierno.
El Dr. Mendilaharzu pronunció en seguida un discurso tan
bello por su forma poética, como por las nobles ideas en que
estaba inspirado. Las palabras del joven é ilustrado ministro de
Relaciones Exteriores, fueron acogidas con aplauso entusiasta
por la concurrencia. — Saturuiuo Aivare{.
Bendigámosla hora feliz en que desaparece del escenario de
la República el régimen de las dominaciones personales, y salu-
demos con fervor patriótico la resurrección de un pueblo á las
expansiones de la vida libre y á las esperanzas del gobierno
propio.
Y henchida el alma de transportes patrióticos por tan faustos
acontecimientos, brindemos porque de hoy mas, no se encuen-
tre entre los ciudadanos orientales una mano sacrilega que ose
levantar la losa funeraria que pesa ya sobre las personalidades
que se creen sobrehumanas, por una aberración de los pigmeos
que las endiosan, para afrenta de los pueblos que las soportan.
— José P. Rafnire^,
Desde las oposiciones extremas, ayer no mas, fui con nobles
combatientes al gobierno.
Vuelto á las filas populares, mis ojos no divisan hoy el antiguo
campo del combate.
En su lugar, se levanta el templo augusto de la fraternidad y de
la patria !
422 ECOS DE UN BANQUETE POLÍTICO
Saludo al ciudadano que con firme voluntad y corazón sereno,
derrumbó las barreras que separaban al pueblo del gobierno,
levantando en alto su autoridad sobre el personalismo y la liga
pretoriana, levantando en alto el derecho y el honor sobre el
vilipendio ! — Juan Carlos Blanco.
Dadnos, — señor Presidente, el reinado franco y leal de nues-
tras instituciones: respetad y haced respetar los derechos primor-
diales de la vida del hombre-ciudadano, la prensa, el voto libre;
en una palabra, haced del Código de nuestras leyes, tan menos-
preciado hasta ahora, un Código santo á que todos, gobernantes
y gobernados, estin obligados á rendir respetuoso culto, — y
para decíroslo todo de una vez, con ruda franqueza, no hagáis
GOBIERNO DE PARTIDO, empequeñeciendo vuestro programa y ha-
ciendo así un ser raquítico y enfermo, de un gigante. — Atireliano
Rodrigue:^ Lar reta.
Si la política, como decía el Dr. D. Juan Carlos Gómez, es una
hiena que vive de las afecciones que devora, hay que escatimarle
tan precioso alimento, cuando nos es dable abrir el alma á los
dulces sentimientos de la fraternidad y de la concordia cívica,
señalar nuevos rumbos al porvenir de la República, — sentir bien
tranquila nuestra conciencia de ciudadanos de un pueblo que
quiere ser libre y llevar siempre bien alta la frente, bañada en la
luz de los mas puros ideales.
« Será todo por el bien de la Patrian y dijisteis á vuestros Secre-
tarios de Estado, en el momento en que acababan de jurar el mas
fiel acatamiento á la Constitución y á las leyes, y apenas se había
perdido en el espacio el eco de tan alta profecía cívica, todos los
pueblos de la República saludaban alborozados el advenimiento
de una nueva era, en que ya no será posible rendir acatamiento á
otra majestad que á la majestad de las leyes. — Gon{alo Ra-
mire:^.
Brindemos en honor de la Constitución de la República ! —
En el terreno de su cumplimiento fiel, es en el único en que po-
demos fraternizar todos los orientales, sin apostasías, sin traicio-
nes, porque en el hecho de someterse todos á la ley soberana del
APÉNDICE 423
país, no hay bajeza moral : hay altura cívica, — sí, altura cívica,
porque se necesita tenerla para sobreponerse á las pasiones per-
sonales y á las afecciones partidistas y convertir en realidad el
hermoso pensamiento del orador Romano: «el hombre libre
es el esclavo de la ley. »
Yo no concibo sino una base de conciliación verdadera y digna
entre los ciudadanos. — Esa base es la que, cuando la paz de Abril
de 1872, se consagró en esta fórmula noble y generosa : — « Los
?/ orientales renuncian á las luchas armadas y someten todas sus
» diferencias al fallo de la soberanía nacional, leal y libremente
» consultada. » — Pablo De-Marta.
En Enero de este año empezó la impresión de este iovao ^(pág ^)
retardada por contrariedades de todo género, siendo la mayor
nuestro viaje á los Baños Thermales, (Rosario de la Frontera)
á cuatrocientas leguas de Montevideo, de donde regresamos á
fines de Octubre.
Nos traen hoy, 12 de Diciembre, las pruebas de este pliego, y
al leer los párrafos que anteceden y sus concordantes de la *pág«
201 — 203, no hemos podido menos de preguntarnos ¿cómo se ha
cumplido tan patriótico y espléndido programa?
Por una extraña coincidencia , en La Ra:^on de hoy, el periódico
mas autorizado del partido constitucional, encontramos algunas
expresivas líneas, que envuelven serios cargos al Gobierno y una
protesta contra los abusos cometidos en la designación de los co-
legios, que deben proceder á la elección de cuatro Senadores.
¿Se consumará el atentado, ó reaccionará el General Tajes á últi-
ma hora, cumpliendo la solemne promesa hecha al pueblo en el
banquete de San Felipe? /^/¿/^. 202),
«A estar á los datos que se tienen y á los antecedentes de esta
elección, el hecho se ha producido en medio del retraimiento de
los partidos populares, que ni proclamaron un solo candidato ni
se dieron á influir, de cualquier modo, con relación á los candi-
datos soi dissant oficiales ú oficiosos.
¿Cuál es la causa de esta inercia en nuestros grandes centros de
opinión ? ¿ Por qué falta al rededor de las urnas esa agitación que
caracteriza la vida progresiva de las democracias?
Ya lo dijimos antes de ahora. — El sufragio, la primera función
424 ECOS DE UN BANaUETE POLÍTICO
del ciudadano libre en una República, no conmueve á los partidos
porque ninguno de ellos confía en la verdad de su ejercicio; por-
que practicándolo, saben que no llenan un deber de patriotismo,
sino que colaboran en la obra del fraude electoral, cuando preci-
samente ese fraude es el cáncer de nuestra vida política que hay
necesidad de estirpar desde luego.
Esa es la razón de su inercia y la de ese silencio que rodea las
urnas, mas elocuente aun que la mas viva de las protestas.
Hablamos así porque queremos que no se defrauden los éfSfuer-
zos que ha hecho nacer en todos los corazones esta resurrección
de la República.
Al aceptar la evolución de Noviembre ya sabíamos que debía-
mos abandonar toda impaciencia para fiarle al tiempo las mejoras
y las reformas de nuestra política, pero no aceptamos otra cosa.
No asentimos de ningún modo á cualquiera reacción que se
desee producir en la marcha de los negocios públicos, en acata-
miento Á los viejos ídolos y á las tradiciones con que entonces
rompió la nueva época.» — La Ra^on.
1888.
Mi querido amigo Desteffanis : Gracias por su bella traducción
que acabo de leer en U Italia.
Vd. es de los traductores que, como los lapidarios, dan brillo
con su cincel aun á las piedras mas toscas.
Agradezco al distinguido escritor italiano que en todas las épo-
cas, al frente de diarios tan importantes como Vitalia, ha sido
siempre noble y desinteresado defensor de las instituciones en mi
Patria, así como á mis paisanos y particularmente al patriota
tribuno Dr. D. Jo>é P. Ramírez, los afectuosos conceptos que en
la prensa y fuera de ella, se han ser\-ido expresar con motivo
do la poesía traducida por Vd. magistralmente en su número
de hoy.
A p^sar del invierno, dicen ellos que todavía quedan en mi
huerto algunas flores ; acéptelas Vd. todas, en vez de los slrali
Jt^lla mia /an'irj con que teme Vd. le obsequie, tratándole como
Hago votos por la felicidad de Vd. y de todos los que le sean
caros, en el nuevo año, y esporo tener pronto la satisfacción de
verlo rciusiahuio f va ¡o ha si Jo / on la cátedra de que fué Vd. ile-
APÉNDICE 425
galmente destituido porque ni Santos ni nadie tiene derecho para
despojar de su investidura, sin previo juicio y sentencia de juez
competente, á un profesor que haganado su cátedra por oposición.
Aunque no vaya ahora en persona á estrecharle la mano, sabe
Vd. que mi espíritu acompaña siempre á los que ama.
Pero el día de la reinstalación, crea que no faltará en cuerpo y
alma, si le es posible, su viejo amigo. — A. M. C.
S/C. Diciembre 31 de 1886.»
O — ¿ORIENTAL Ó ARGE^iTlNA? — Referen c¿a de /a pdrr.
216, nota 8. — Delfina Vedia de Mitre, á quien el poeta Orien-
tal al cantar su muerte ha llamado:
La pura y bendecida
Blanca flor de las selvas Uruguayas,
suponiéndola nativa de Montevideo, es la hija legítima de ambas
orillas del Plata, que, según la expresión del mismo,
Embalsamó la vida
En las nativas y extranjeras playas.
Por su estirpe pertenece al Oriente, por su origen al Occidente
Argentino, y por su prole á ambas regiones hermnnas.
Nació en la ciudad de Buenos Aires el día 12 de Diciembre de
1819, y fué bautizada en la parroquia de la Catedral el 24 del
mismo por el doctor D. Julián Segundo de Agüero, con el nom-
bre de Delfina María Luisa.
Fueron sus padres, el General don Nicolás de Vedia, guerrero
ilustre de la Independencia Argentina, y doña Manuela Pérez,
santa madre de familia, naturales ambos de Montevideo y descen-
dientes de los mas antiguos pobladores de esta ciudad.
Educada virilmente por su mismo padre, que era un espíritu
cultivadocon virtudes nativas y principios sólidos, crióse espon-
táneamente como la flor de la naturaleza, al lado de siete herma-
nos mas, en una pintoresca casa-quinta de los alrededores de
Buenos Aires, donde aquél, á la sazón retirado del servicio mili-
tar, se ocupaba en fabricar ladrillos para proveer al sustento de
su numerosa familia, después de haber contribuido gloriosamente
ala edificación de un pueblo libre. El inoculó á su hija su temple
intelectual y moral, su fibra patriótica y su amoral estudio, cuali-
dades que unidas á la ingénita bondad del alma de su madre^
constituían el fondo de su carácter sencillamente grave y profun-
damente tierno á la vez.
i
426 ¿ORIENTAL Ó ARGENTINA?
En este teatro risueño y semi-riistico, tuvo la primera revela-
ción de los dolores domésticos. El menor de sus hermanos, el
Benjamin de la familia, que llevaba el nombre de Cicerón, en
homenaje al autor predilecto de su padre, murió trágicamente,
cayendo como una fruta temprana de lo alto de un árbol, en mo-
mentos en que, con la sonrisa del candor en los labios y la boca
impregnada de dulzura y perfumes, arrojaba frutas maduras á sus
compañeros de infancia.
Mas tarde debía tenerla revelación de otros dolores mas pro-
fundos, cuando en la plenitud de su razón pudiera darse cuenta
de ellos. — Corona fúnebre,
1882.
Siendo el General Mitre el protagonista de la composición Lo
que te queda, están bien aquí los párrafos siguientes sobre su rein-
corporación al ejército en su grado de Teniente-General.
<cSr, D. Bariolotnc Mitre.
Montevideo, Agosto 10 de 1883.
Acuso recibo á su apreciable del 8 que llegó á mis manos ayer,
felicitando á Vd. y á sus nobles compañeros, ó mejor dicho á la
República Argentina, por la reincorporación á su ejército de las
primeras espadas, y de los primeros, mas gloriosos y meritorios
adalides de aquella legión sagrada, que combatió sin tregua á la
tiranía durante veinte años, con el hierro ó con la pluma, de un
extremo á otro de la América ; contribuyó personalmente á hun-
dirla en Caseros, y tuvo la grande, imperecedera gloria de reor-
ganizar luego la Patria dislocada, y éntrelos aplausos del mundo,
saludada y aclamada con respeto por las primeras naciones, verla
ocupar á su lado, libre y constituida^ el rango que le corresponde.
Ese acto de justicia, de alta política y de previsor patriotismo,
hade ser fecundo en resultados para todos, si como debe presu-
mirse, hay la voluntad de allanar todas las barreras paríf que los
partidos puedan organizarse con éxito y luchar libremente en e^
terreno pacífico de la ley. Pero, en fin.,., esperemos: no seria
justo ni decoroso por el momento anticipar juicios temerarios.
Hoy por hoy, el presidente Roca y sus amigos han demostrado
que son realmente argentinos.
Y su proceder los honra sobremanera como hombres de Estado
y dignos ciudadanos. — A. M. C.
APÉNDICE 427
P — CRUZADA ARGENTINA. — § I />i^. 219 ^k mediados
de Mayo de este año ( 1846), en vísperas de alejarnos de nuestro
país, publicamos el primer canto que fué calificado por el apre-
ciable sujeto á quien se lo dedicamos, como introducción de un
poema á Montevideo.
En unacartaquese halla al frente de dicho canto, manifestando
muy por encima nuestra idea, indicándola apenas, dijimos que
deseábamos trabajar algo nuestro, es decir, americano ; y que,
» para conseguirlo, nada nos habia parecido mas adecuado, que
» echar una ojeada sobre nuestra historia contemporánea ; y,
> poetizando algunos de sus episodios mas notables, buscar las
» relaciones que los ligan, tomando por base y punto de par-
» tida la Defensa de Montevideo. 7>
También manifestamos en esa carta, nuestra decidida voluntad
de consagrar á este trabajo, ya en Europa, ya en otra cualquier
parte donde nos lleve el destino, todo el tiempo que nos dejasen
libre nuestros estudios.
Ahora bien, como sucede frecuentemente en los proyectos de
los pobres humanos — el viaje no se realizó — y ya estaba el
canto impreso y en circulación, cuando supimos, que otra vo-
luntad superior á la nuestra, habia dispuesto — que se transfi-
riese hasta mejor oportunidad.
Entretanto, nosotros creyendo que el referido viaje era inevi-
table, habiamos prometido bosquejar algunos cuadros históricos;
y el canto I no es mas que una Introducción, un proemio, un
trozo lírico que no puede tener otro carácter que el que quisi-
mos darle al hacer nuestra despedida.
Fácilmente comprenderán nuestros lectores que, permane-
ciendo aquí, nos veíamos en la alternativa, ó de trabajar á lo
menos un cuadro histórico de los prometidos, por el cual se
pudiese jnzgar si eramos capaces de cumplir nuestras promesas ;
ó someternos sin murmurar al dictado áe jactanciosos que cual-
quiera podria darnos, repitiendo nuestras propias palabras, y
examinando el modo como las cumplíamos.
Acaso nos engañemos; acaso se precipiten los sucesos, y antes
que se acabe de imprimir este libro, la atención general se halle
tan preocupada, que sea indiferente á cuanto la rodee .... En ese
í
428 CRUZADA ARGENTINA
caso, lo arrojaremos al público, como se arroja desde la cima de
un torrente una flor, y se halla un placer mezclado de tristeza en
veYla desaparecer con la velocidad del rayo, y un momento des-
pués, reaparecer en su álveo quebrantada en mil pedazos.
Hace tiempo que trabajamos, sin esperar mas recompensa, uti-
lidad ni compensación, que la satisfacion y placer que nos oca-
siona el mismo trabajo.
Tal es la historia franca y verídica del nacimiento y motivos
que nos han impulsado á publicar este canto.
Una palabra ahora sobre la obra, considerada bajo el punto de
vista artístico.
Nos ha parecido que antes de narrar los sucesos de la presente
guerra, debiamos remontarnos hasta su origen y examinar los
que la han traído. Al hacer un estudio especial de esa época, he-
mos encontrado en la empresa de Lavalle uno de los rasgos mas
bellos y grandiosos que ofrece nuestra historia contemporánea; —
y como nadie ignora la influencia que estos acontecimientos han
tenido después; como están íntimamente ligados con la historia de
nuestra patria; como es, por decirlo así^ el primer eslabón de esa
larga cadena de hechos gloriosos, que se extiende desde las ori-
llas del Plata hasta la falda de los Andes, y que, sin estar con-
cluida aún, se ensancha y agranda cada día, por mas que la lanza
del despotismo parezca trozar uno á uno sus anillos, con íntima
satisfacción, con la alegria que siente un avaro cuando halla una
pieza de oro, nos hemos apoderado de ese sublime episodio para
ponerlo de cimiento, y edificar sobre él el vasto edificio de nues-
tro futuro poema. — No nos ha arredrado ni la grandeza del asunto
ni las muchas dificultades con que hemos tenido que luchar, ni
el presentimiento de que no las superariamos, con la maestria y
perfección que el asunto demandaba.
Creemos que para la mayor parte de los lectores, este libro es
uno de aquellos que no pueden ser bien comprendidos, sin entrar
á cada paso en explicaciones que, en la poesía, son de por sí, ó tan
prosaicas, que aunque se vistan con las galas de la rima siempre
conservan su primitiva frialdad y aridez, ó bien, embarazosas, pe-
sadas^ opuestas á la unidad y desarrollo rápido de la idea. Este
retardo disminuye el interés y descolora la narración por viva y
animada que sea. Empero, como para poder apreciar los hechos
APÉNDICE 429
en lo que valen, es necesario que el lector conozca á fondo sus
antecedentes ; y para esto, en la suposición de que no todos los
sabei\, es indispensable referirselos de algún modo, de aquí nace
la necesidad de aclarar con notas explicativas algunos pasajes dei
texto, que no están al alcance de la generalidad.
Esta dificultad se aumenta mas y mas, cuando se abraza toda
una época histórica, contemporánea, y se siguen uno tras otro, los
variados acontecimientos que comprende; á aveces ocurridos si-
multáneamente, mal dilucidados, ensalzados por unos y condena-
dos por otros; cuando se abraza una época para examinarla por
todas sus faces, buscar el espíritu que la anima, y beber en ella la
savia de la moralidad filosófica que, en nuestro dictamen, debe
nutrir las altas concepciones de la Musa americana, aunque mu-
chas veces se sacrifique la inspiración á la verdad de los hechos, y
á la influencia que su simple relato puede ejercer en las creencias
populares. Estas consideraciones, y otras que suprimimos en obse-
quio de la brevedad, nos han impulsado á redactar las notas que
van á leerse. Repetimos que no las hemos escrito para los que
están al corriente de los sucesos, sino para aquellos que no tienen
una idea exacta, ó los han olvidado aunque acaecidos ayer, con la
facilidad con que se olvida todo entre nosotros.
Pero, desconfiando de nuestra capacidad, siempre que hemos
encontrado un documento ó palabras de algún escritor americano,
que hemos creído de mas peso que las nuestras, los hemos pre-
ferido. •
Nuestro particular é ilustrado amigo, Dr. 1). Valentin Alsina,
con la bondad que le caracteriza, apenas supo nuestro propósito,
espontánea y generosamente no sólo puso á nuestra disposición
su biblioteca y colección de periódicos, sino que también tuvo la
atención de facilitarnos algunos apuntes hechos por él.
Ademas, casi todas las veces que le hemos consultado, ha
disipado nuestras dudas, ó nos ha indicado el medio de conse-
guirlo.
Altamente agradecidos al generoso estímulo que, al empezar
nuestra carrera nos prodiga ; ciertos que nada que nosotros diga-
mos aumenta un ápice su justa y bien sentada reputación, pero
deseosos que los que no le conocen, sepan los títulos que ha tenido
para que le dediquemos nuestro trabajo, contra su voluntad, mal
í
430 CRUZADA ARGENTINA
que le pese, queremos darle aquí, en estas cortas líneas, un testi-
monio público de nuestro aprecio y sincero agradecimiento.
Entre el reducido número de amigos á quienes leímos nuestra
obra después de concluida, se encuentran los SS. General D. To-
mas Iriarte y D. Andrés Lamas. El primero, á pesar de estar este
trabajo enteramente concluido como ya dijimos, por si acaso
queriamos añadir ó modificar algo, puso generosamente á nuestra
disposición una parte de sus manuscritos, donde están consigna-
dos los hechos á que nos referimos en este canto : — manuscritos
que nos reconocemos incompetentes para juzgar, pero que he-
mos leído con gran placer y nos han parecido de un mérito so-
bresaliente. El segundo, con no menos generosidad, varias cartas
y la continuación de sus importantes apuntes sobre las <í:Agre-
sioiies de Rosas á esta República, 7> Obra concienzuda y laboriosa,
mas patriótica que literaria, como el mismo lo confiesa ipdg. 22),
pero rica de datos y hechos históricos que el autor ha sabido coor-
dinar maravillosamente con los copiosos interesantísimos docu-
mentos que ilustran el texto, como habrá visto el público en la
parte que conoce.
Obligados, aunque en escala muy inferior, á hacer un trabajo
parecido, creemos poder valorar la obra del Sr. Lamas. Su exac-
titud nos ha sorprendido; sólo se podrá apreciar bastantemente,
hojeando los diarios sin poder encontrar una fecha ó un suceso
cuyos antecedentes hemos olvidado. Trabajo ingrato, fastidioso,
abrumante. . . . pero indispensable al que no quiere fiarse en lo
que le dicen ó en la memoria propia ó ajena. Trabajo mas propio
del cronista que del historiador ó el poeta; que absorve un tiempo
precioso, y fatiga y postra mas el espíritu que el doble empleado
en otra cualquiera operación intelectual.
Deseosos de aprovechar la buena voluntad de estos señores y de
enriquecer nuestra obra con nuevos datos, hemos rehecho algu-
nas notas, modificado otras, y substituido á otras; — palabras tex-
tuales de los manuscritos que nos han facilitado.
Creemos indispensables estas explicaciones antes de pasar ade-
lante : ellas nos ahorrarán otras muchas y serán una recomenda-
ción en nuestro favor, si, como esperamos, se comprende el
espíritu que las ha dictado.
A lo menos nadie dirá de nosotros :
APÉNDICE 431
— Se quedó tan sereno
Como ingrato escritor,
Que del auxilio ajeno
Se aprovecha y no cita al bienhechor.
Montevideo, Agosto 8 de 1846.
( Iriarte. Fab, Lit, LII, )
La verdadera y buena originalidad, dice un reputado crítico
español, ni se pierde ni se gana por copiar pensamientos, ideas
ó imágenes, ó por tomar asuntos de otros autores. La verdadera
originalidad está en la persona cuando tiene ser fecundo y valer
bastante para trasladarse al papel que escribe, y quedar en lo es-
crito, como encantada, dándole vida inmortal y carácter propio.
( ^- P^fí' i^^') párrafo de Mármol.
El gran poeta tiene corazón y entendimiento en perfecta con-
sonancia con su país y con su época; y dice lo que todos dicen
en su época y en su país, si bien lo dic¿ major y m ís lindamente
y con el encanto inefable y misterioso de quien pone en ello toda
el alma. — Juan Valer a,
1878.
II La CiUERRA ESTALLA — DeSASTKH DE PaGO-LaKGO, /><(^. 220.
— Esta fué una guerra puramente civil, no de extranjeros y na-
cionales como repiten á cada paso los periódicos Rosines de B. A.
y el Cerrito. Si hubiese alguna duda, no habria mas que leer el
artículo I de la ley sancionada el 8 de Julio de 1838, en que se
autoriza al P. E. para <{. abrir inmediatamente negociaciones con
el jefe dt.* los disidentes: (Univ. N.^ 2631 ) palabia que, como
observa el Dr. Alsina en su extenso, valiente estudio ( Posdata etc.
N.o 1680, 81 y 82 del Nacional), en que \\\ probado cuanto dice
con documentos intachables tomados de los mismos enemigos,
importa la apreciación de un hecho notorio: — esto es, que el
país estaba dividido en dos facciones, en cuyo caso, según la
opinión de todos los publicistas, es cuando una nación se halla
en guerra civil.
Después déla batalla del Palmar, una división del ejército de
Rivera a las órdenes del coronel Silva, vino á sitiar á Oribe, en-
cerrado con algunas fuerzas urbanas en Montevideo. A fines de
Setiembre presentóse Rivera. A mediados de Octubre una co-
misión compuesta, por parte del Gobierno, de los SS. D. L Oribe»
i
\
432 CRUZADA ARGENTINA
Dr. D. J. Alvarez, D. F. J. Muñoz, D. F. Giró y D. A. Chucarro,
y por parte del general sitiador, de los Señores, Generales
D. A. Medina y D. E. Martínez, D. Santiago Vasquez, D. A.
Lamas, D. J. Suarez, firmaron la Convención de Paz que puede
verse en el N.** 2719 del Univ. Oribe el 2^ habia hecho formal-
mente su. renuncia que se publicó el 29, habiéndose embarcado
el 27 para B. A. con algunos de sus parciales. Importa muchísi-
mo fijar estos hechos — ellos son fértiles en deducciones y no
necesitan comentarios — pero el que quiera verlos amplia y
menudamente detallados, los encontrará en el citado estudio.
A los pocos días de estar Oribe en B. A. apareció con una enor-
me cinta punzó enlazada con la blanca, que nunca se quitó. Es
decir, después de haber hecho confesión de sus culpas, como
arras del pacto de sangre que habia firmado, presentó humilde-
mente su pecho al gaucho Rosas para que, encima de la marca
voluntaria que el se habia puesto, le pusiese su contramarca.
Es digno de observarse que, apesar de haber Rosas reconocido
á Oribe de presidente legal ^ vociferado que sostiene sus derechos,
y que su intento, sólo era reponerle en el mando, lo dejó arrum-
bado en B. A. y fué Echagüe, general Argentino, quien comandó
el primer ejército invasor que pasó el Uruguay en Julio de 1839.
La ambición y la envidia, he ahí el origen de todos los críme-
nes de Oribe. Su ambición contenida por obstáculos que no po-
dia vencer, y su envidia á los triunfos y popularidad del General
Rivera, «¿7/ que ha profesado siempre rencor brutal ^ el rejicor que
nutren ¡as almas inferiores y7> {Apuntes Histéricos ^ota i^S), El
Sr. Lamas ha desarrollado esta última tesis, y la ha probado con
hechos incontestables, en la nota citada.
La R. O. no ha hecho mas que contestar el 11 de Marzo de 1839
(Manif. de guerra pub. ese día en Mont.J^ á la guerra que de he-
c/io le habia declarado Rosas hacia mucho tiempo. El art. ya cit.
del Dr. Alsina, prueba hasta la evidencia, que el tirano de B. A.
no ha tenido otra ocupación desde el año 36 — y D. A. Lamas
en sus A. H., cuyo principal objeto es el desarrollo de esta mis-
ma idea, unida á otras muchas de alta trascendencia, nos descu-
bre fpág, ^4) que desde que Rosas ha podido, esto es, desde el
APÉNDICE 433
año 30, ha empezado á hostilizar á nuestro país con reclamacio-
nes y exigencias falaces é irracionales, como por ejemplo, que
no se escribiese aquí nada contra su gobierno : cuando —
«Za ¡ibertadde imprenta consagrada por las leyes de este país,
que señalan d los agraviados los medios legales de obtener su satis-
facción, y el castigo de los que abusen de ella en cualquier sentido,
no deja á la autoridad pública otro medio de intervención ^ que el
poco ó ningún iyiflujo sobre las opiniones de escritores que no de-
penden de ella, 1»
Como le contestó, (Nota del 30 de Setiembre de 1830) D. J.
Francisco Giró, nuestro Ministro entonces de R. E.
El heroismo de Corrientes es admirable. Seis veces ha sido in-
vadida : y cuando no se ha ceñido de laureles, ha caído peleando
valerosamente. Enla primera invasión (Marzo de 1839), fué dego-
llado mas de la mitad de su ejército en la batalla de Pago-Largo,
y muerto su valerosísimo jefe Beron de Astrada. En la segunda
(Enero de 1840), López llega hasta el río Corrientes en busca de
Lavalle, y retrocede espantado ; tan espantado, que ni siquiera
se detiene en Entrerrios, sino que repasa el Paraná y se vuelve á
Santa Fé. En la tercera (Octubre de 1840), Echagüe, que la habia
invadido creyéndola indefensa, la abandona precipitadamente,
al encontrarse con un ejército débil en número, pero fuerte en
disciplina y entusiasmo, organizado por Paz. En la cuarta (Sept.
de 184 i), destroza completamente en Caa-gua^ú el 28 de No-
viembre, al ejército de Echagüe. En la quinta, (Enero de 2843), á
consecuencia de la batalla del Arroyo-Grande y es sometida de
nuevo : — pero muy pronto los Madariagas vuelven del Brasil en
donde estaban proscriptos, enarbolan su bandera y la libertan de
sus opresores. Y en la sexta (Febrero de 1846), reduce á la última
extremidad á Urquiza, que se le escapa de entre las manos, gracias
á la superioridad de sus caballadas.
Ademas de haber muerto como un héroe, tiene Beron de As-
trada la gloria imperecedera, de haber sido el primer Gobernador
de una Provincia Argentina, que se ha levantado contra la tiranía,
el primer gobernador que ha muerto sosteniendo los inalinea-
bles derechos del pueblo que depositó en él su confianza.
•8
434 CRUZADA ARGENTINA
El aniquila)niento de nuestra prosperidad maiertal es uno de
los principalísimos objetos déla invasión de i?05¿ij( Decreto del i.*^
de Agosto de 1843. — ^^<^- N.° 1391), decia uno de los miembros
de la vigorosa administración que salvó la capital y con ella la
República. Esto, que los sucesos posteriores han confirmado des-
pués, y las famosas palabras de la Gaceta : « Es preciso reducir
á Montevideo á su estado normal 7> idea que se encuentra tam-
bién, disfrazada con otras palabras, en el British-Packet del 15
de Mayo de 1841 {Art, transcrito al Nac, N.°737) confirman am-
pliamente las pretensiones de Rosas á este respecto.
Creeriamos perder tiempo en demostrar lo que salta á la vista.
El sistema bárbaro de Rosas está en oposición con todos los
principios, con todos los gobiernos que hagan resaltar mas su
despotismo. El contraste que ha ofrecido siempre Montevideo,
era demasiado vivo para que no despertase sus prevenciones, su
odio, su deseo de ahogar entre olas de sangre la voz del pro-
greso y la civilización, que, en la ribera opuesta del Plata, recar-
gada de buques y pabellones extranjeros, delataba al mundo su
barbarie y su tiranía.
Porque en efecto, «hay aquí un combate á muerte entre la bar-
barie y la civilización, entre la virtud y el crimen, entre los princi-
pios de orden, de paz y de comercio, y un sistema de espolia-
cion y de trastorno que ahoga y mata toda producción, que
perturba las relaciones, quiebrji los vínculos, conmueve de raíz
los fundamentos de la sociedad, y tiende irremediablemente á
segregar estas regiones de la familia humana y comercial ». {Ar-
tículo de D, A. Lamas escrito é impreso por orden del gobierno
al frente de las notas de los Ministros Plenipotenciarios Dejfau-
dis y Ouselcy, Declaración del Bloqueo ^ etc. y folL de 16 pág., —
Imprenta del Nacional — 1845).
El deseo que Rosas alimenta de quitar este último asilo á sus
enemigos en el Río de la Plata, es muy remoto ; ya en 1830, con
motivo del asunto de la Sarandi, inició esa idea por medio
de su ministro D. T. M. Anchorena, diciendo : — <^que no seria
extra/lose negase la hospitalidad á los refugiados, atenta la gra-
titudy los intereses comunes de los pueblos del Plata, » ( Nota fecha
,10 de Setiembre de ese año. —Univ. N.o ^47) y en 1836, en aten-
ción sin duda á los intereses comunes y mandó Oribe violenta
APÉNDICE 435
mente desterrados al Brasil á los SS. Rivadavia, Dr. Agüero, D.
J. M. Carril, Dr. Gallardo, Dr. Navarro, Dr. Valencia, Dr. Ahi-
na, Dr. Pico, D. J. L. Bustamante, Dr. Peña, D. J. C. Várela,
Dr. Torres — todos Argentinos.
Expondremos con la sobriedad que exigen estos apuntes, sin
entraren detalles que nosUevarian muy lejos, algunos délos he-
chos mas conspicuos, que hacen suponer en Rosas la pretensión
de reconstruir el antiguo virreynato de Buenos Aires.
I. o Sostener, como han sostenido hasta el fastidio su Gaceta y
gaceteros, que el territorio y los límites de la República Argen-
tina son y deben ser, los que tenia cuando se hizo la revolución.
2. o La ingerencia que, desde su elevación al poder, ha querido
tener en los asuntos de los Estados vecinos, muy especialmente
en los de la Banda Oriental.
3.0 La protección que dispensa á Oribe desde 1836, con per-
juicios, azares y sacrificios de todo género.
4.0 No haber querido reconocer jamás la independencia del
Paraguay.
5.0 Haber rechazado el ventajosísimo tratado que, con mengua
de su dignidad, le propuso el Brasil en 1843.
6.0 Su terca obstinación en negar no sólo la navegación del
Paraná y sus afluentes, sino también la de los ríos interiores como
el Pilcomayo^ al que tiene tanto ó mas derecho que él la Repú-
blica de Bolivia.
7.0 La ridicula manía de sostener Legalidades y constituirse
campeón y juez en causas que no le competen ; como, además de
Oribe, hace con Velazco, ex-presidente de Bolivia, al que, á pesar
de haber reconocido á Ballivian, conserva en su territorio, lison-
jeándole, con el ostensible objeto de servirse de él, el día que
rompa con aquel Estado.
8.0 Su tenaz y constante anhelo de alejar del Río de la Plata la
influencia Europea, negándose, ya enmascarada, ya abiertamente
á toda transacción racional desde 1842 en que llegó á Montevi-
deo el memorable Mr. Mandeville, hasta ahora poco en que llegó
el no menos memorable Mr. Hood, etc., etc.
Todo esto reunido prueba que el gaucho se ha llegado á figurar,
allá en su pobre cabeza, que el Río de la Plata es una grande Es-
436 CRUZADA ARGENTINA
tancia, donde anda mucho ganado aleado, que él con buenos ca-
pataces, á quienes habilitará al efecto, fácilmente volverá á aco-
rralar como antes, y una vez acorralado, podrán cuerearlo á
medias cuando sea tiempo oportuno. Porque en cuanto á eso de
apoderarse de la hacienda ajena, tomada esta palabra en su doble
sentido, no es muy escrupuloso el Restaurador, como se lo ha
probado tantas veces el infatigable y malogrado Indarte. (Véase
por lo pronto á Rosas y sus opositores^ págs. 193 y 96, 226, 27 y
28 y 301 hasta 339. )
§ III. LaVALLE AL FRENTE DB LA REVOLUCIÓN, /)i^. 22^. — Hc
aquí los datos que hemos podido recoger acerca de las campanas
de Lavalle : nos los han facilitado personas que han militado
con él. Pocos generales habrán escrito con su espada, una hoja
de servicios tan gloriosa como la suya. Y sin embargo que no la
ofrecemos completa y desconfiamos que algo le falte, asimismo
ella prueba lo que avanzamos en la nota 3, pág. 288 : era un
héroe.
El general D. Juan Lavalle nació el 16 de Octubre de 1797.
Entró á servir en 1812 ó 13, en el regimiento de granaderos á
caballo que mandaba el coronel D. J. San Martin. Los primeros
ensayos militares del joven Lavalle fueron en nuestro país,
contra Artigas en 1814 y 15 ; y la primera acción de armas en
que se encontró, el combate de Arerungud, en clase de alférez.
Pasó después á Mendoza, donde se organizó el ejército de los
Andes á las órdenes de San Martin; y en la batalla de Chacabu-
co, el 12 de Febrero de 1817, Lavalle que ya era teniente del
mismo regimiento, empezó á manifestar todo lo que debia es-
perarse de su valor. Siempre en el mismo cuerpo, hizo en clase
de capitán la campaña sobre el Maule y se encontró en la sor-
presa de Cancha-Rayada el 19 de Marzo de 1818. Asistió á la
batalla de Maipú el 5 de Abril del mismo año ; y en ella, como
en la de Chacabuco, se distinguió como buen soldado. Después
hizo la campaña al Sud de Chile á las órdenes del general Bal-
carce : correspondió á las esperanzas que de el se tenian como
valiente en el bloqueo de Talcahuano y en diferentes combates
de caballeria, que tuvieron lugar durante aquella campaña. En
Agosto de 1820 se embarcó con su regimiento, que hacia parte
del ejército expedicionario y libertador del Perú, mandado por
APÉNDICE 437
San Martin. Se halló en diferentes combates, y tuvo una parte
activa en la victoria del Cerro de PascOy sirviendo á las órdenes
del general Arenales, que mandaba una división que maniobraba
en la Sierra. Promovido á Sargento Mayor de su regimiento, fué
poco después, mandando uno de sus escuadrones, el héroe del
combate de Rio-Bamba ; en el que, varias cargas muy atrevidas
que dio, decidieron la victoria. En la acción de Pincht'ncha, La-
valle mandó, á las órdenes del general colombiano Sucre, el
contingente de caballeria del ejército de los Andes, y por su
brillante comportacion en esa jornada, en que tuvo buena parte,
fué promovido á Teniente Coronel de su regimiento. Hizo tam-
bién la desastrosa campaña de los Fuer los-Inler medios ; h2i'
Wóse en Torata y en Moquéhua e\ 21 de Enero de 1823, donde
habiendo sido herido el Coronel de su regimiento D. E. Neco-
chea, se puso á su frente Lavalle, y combatió con tanta tenacidad
y bravura que llenó de admiración á los patriotas y á los rea-
listas. Sin duda fué allí, donde, protegiendo la retirada del ejér-
cito, dio cuarenta carcas en un día y medio, (Sarmiento — Vida
de Quiroga, pág. 194.)
Después de esta derrotase embarcaron en Sayna las fuerzas sal-
vadas : <si:el buque que conducia los granaderos á caballo habia
varado, de modo que fué preciso á estos saltar á tierra, y atrave-
sará pié y sin recursos, un gran espacio de arena en donde corrie-
ron el riesgo de perecer todos de sed ; pero al fin, salvos se enca-
minaban á Lima (Apunt. sobre la sublevación del Callao de Lima
en 1824 por el general D. E. Martínez. — Com. del Plata, núm.
245.) No obstante que Miller, en su magnífica descripción de la
costa desierta del Perú, dice: ^A/^wor/aí^ tom. II, pág. 51)... cer-
ca de cien cadáveres insepultos, esparcidos por la lúgubre man-
sión del desierto, marcarán por siglos el camino que llevaron, y
perpetuarán el recuerdo de sus padecimientos.
En 1823 regresó á B. A. condecorado con el grado de Coronel,
después de haber establecido en las campañas del Perú, una bri-
llante reputación militar como soldado esforzado. En los años de
1826, 27 y 28 hizo la campaña del Brasil : mandó en el combate
del Yerbal : asistió al de Camacuá y al de Ituj^aingó, mandando
siempre el regimiento de caballería N.» 4 que él habia organiza-
do. Ya era coronel efectivo. Por su bello comportamiento en
438 CRUZADA ARGENTINA
Ituiaingóy como jefe de una división de caballería á que perte-
necia el N.04, fué promovido á la clase de Coronel Mayor.
Emigrado á la R. O., expedicionó sobre el Entrerrios en 18^ i
contra el tirano de B. A., pero tuvo que retirarse, porque su em-
presa fué malograda. En 1836 se unió al ejército del general Rive-
ra, y se encontró en la batalla de Carpintería, que habiéndoles
sido adversa, vióse obligado á emigrar al Brasil. En 1837 volvió á
la R. O. y peleó con su bravura acostumbrada en la batalla del
Palmar. . . .
Desde aquí se abre una nueva época, una nueva serie de triun-
fos, de rasgos de valor y patriotismo, que empieza con su partida
de Montevideo y concluye con su muerte en Jujuy.
§ IV. B\TALLA DEL YeRUÁ — ALZAMIENTO DÉLA PROVINCIA DK
Corrientes y elSud de la de Buenos Aires, />a^. 226, — Lavalle,
hallando dificultades en los franceses para transportar su di-
visión al Sud, y viendo que la venida de Echagüe al E. O.
le dejaba libre el paso en Entrerrios, varió su primer plan que era
ir á desembarcarse á la provincia de B. A., y dirigióse á la de En-
trerrios. Logra desembarcar sin ser sentido, monta su división
y se interna á lo largo del Uruguay. El 22 de Setiembre se en-
cuentra en el Yeruá con las fuerzas de la Provincia, mandadas
por el gobernador Zapata, en número de 1600 hombres que acu-
chilla y destroza, teniendo él apenas 400 reclutas, pero sí jefes y
oficiales excelentes.
Vencedor en el Yerudy Lavalle envió agentes y entró en corres-
pondencias secretas con patriotas de la subyugada Corrientes : y
el 5 de Octubre de 1839, en varios puntos de la provincia estalló
simultáneamente una revolución, que se logró sin disparar un tiro.
La variación del plan de Lavalle y el entusiasmo causado por
la batalla del Yeruá, hicieron que muchos hacendados del Sud
de B. A., siendo el principal D. M. Rico, y toda la juventud que
residia en sus estancias, reunida á sus peones, precipitando la re-
volución preparada de antemano, se levantasen contra Rosas, al
mando de Castelli. Al instante reunieron como 1500 hombres.
Pero por desgracia carecian de todo : y en vano se pusieron de
acuerdo con los buques franceses que vigilaban la costa; en vano
por medio de ellos pidieron armamento y jefes á las patriotas de
Montevideo ; — Rosas no les dio tiempo para organizarse.
APÉNDICE 439
Se dice que contando Castelli con un jefe enemigo, que man-
daba un cuerpo veterano en el Sud y que fué infiel á sus com-
promisos, cometió el error de presentar batalla en Chascomús el
7 de Noviembre de 1839, con masas inorganizadas y casi desarma-
das, á las fuerzas de milicias, de indios y veteranos, que el dés-
pota, apenas tuvo noticia de su alzamiento, envió á las órdenes
de su hermano Prudencio. Fué completamente deshecho.
Derrotados los patriotas en Chascomús^ los que pudieron ga-
nar la costa se embarcaron en buques franceses, siendo espon-
táneamente seguidos por más de 800 gauchos. El pueblo de
Montevideo ha visto con admiración llegar á sus playas á estos
nobles proscriptos que, sin querer admitir la hospitalidad que
les brindaba, sin descansar de sus fatigas, embarcáronse de nuevo
al cabo de diez días con dirección al Uruguay, subieron hasta el
Salto, caminaron de allí por esta costa á la altura competente,
vadearon el río, y se reunieron al fin á Lavalle en Corrientes por
Enero de 1840.
§ V. Batalla de Ca(íancha,/j^j?29. — Después de habersome-
tido á Corrientes, Echagüe, con un ejército de 6,000 hombres,
que iba aumentando por la violencia y el terror á medida que
avanzaba, invadió el Estado Oriental el 28 de Julio de 1839. En
los hechos concernientes á esta batalla, nos hemos informado de
algunos valientes que se encontraron en ella y se hallan al pre-
sente en Montevideo.
Coinciden ellos con el relato que nos dio mas tarde en Río
Janeiro el General Rivera, escrito de su puño y letra, en poder
de D. Andrés Lamas.
En la mañana del 29 de Diciembre del mismo año, un sargento
se pasó á los enemigos. Echagüe supo por él la confianza com-
pleta en que estaban los nuestros, y en consecuencia se dispuso
á sorprenderlos, como lo consiguió. Carneando estaba el ejér-
cito nacional cuando se vio rodeado por todas partes. La con-
fusión y el espanto cundió en él con la velocidad del rayo.
Pero el traidor que lo habia vendido cayó prisionero al otro
día, y recibió el pago que merecía : fué fusilado en el acto.
No todos se aterraron en la sorpresa. Algunos escuadrones del
costado izquierdo y la reserva al mando de Medina y Nuñez, en
pelo la mayor parte, protegidos por la artillería que se portó bi-
440 CRUZADA ARGENTINA
zarramente, se estrellaron varias veces contra un número de
enemigos infinitamente superior, que fueron arrollando sucesiva-
mente con tal brio y arrojo, que muy pronto se declaró una derro-
ta general en todo el ejército invasor. Los generales, los corone-
les Piran, Luna, Camacho, Blanco, y demás jefes y oficiales que
cita el parte oficial detallado del 4 de Enero de 1840 (Nac. — núm.
2j6) y á su frente el general Rivera, libertaron á su patria ese día,
y en los campos inmortales de Caganchay de un golpe trozaron
con su espada la cadena, con que un imbécil queria atarnos al
carro de su amo.
Todo el ejército de Echagüe fué deshecho por 1200 orientales :
es decir, pelearon uno contra cinco !
En lo mas recio del combale, desprendióse una división del
ejército invasor, y se fué donde estaban las carretas, d degollar
los heridos f véase el parí, ciLjj pero cargados por los nuestros,
huyeron sin pelear, expiando su ferocidad en las lanzas de los
libres.
§ VL D. Cristóbal — Sauce Grande, /i^. 2^^, — En Marzo
de 1840 abrió Lavalle su campaña sobre E. R. con un ejército
bisoño, compuesto como de 3800 hombres, casi todos de caba-
Ueria. — En esta provincia estaba el ejército que Echagüe, con
nuevos refuerzos de B. A., habia organizado después de su dispa-
rada de la Banda Oriental. Dicho ejército constaba de 2000
caballos, 1200 infantes y 10 piezas de artillería. El arrojo y las
hábiles operaciones de Lavalle, hicieron nula su superioridad,
como se vio desde el principio en un ensayo de vanguardia feliz
para las armas de los libres, que tuvo lugar á mediado del mes.
Las provincias de Jujuy, Salta, Tucuman, Catamarca y la Rioja,
al saber este suceso y los anteriores, se alzaron, se ligaron y
nombraron de generalísimo al general Brizuela, gobernador de
la Rioja, ^hombre que habia sido de gran vigor y prestigio en^
iré aquel gauchaje , pero que habia llegado entonces á inutilizarse
enteramente y á embrutecerse con la bebida^-h (copiamos literal-
mente de un manuscrito que tenemos á la vista).
El 10 de Abril de 1840, Lavalle atacó á Echagüe en D. Cristo-
bal.— Las cargas de sus escuadrones fueron tan brillantes, que
en pocos instantes deshicieron completamente toda la caballe-
ria enemiga. Echagüe, protegido por su artillería é infanteria ve-
APÉNDICE 441
terana, consiguió, no sin gran trabajo, situarse cerca del Paraná,
en el Sauce-Grande, entre la Bajada y Punta-Gorda. Rivera
Indarte compuso á esta batalla un poemita, que es una de sus
mejores producciones.
La fisonomia característica de nuestras localidades y su cono-
cimiento práctico, han salvado muchas veces á los que parecian
enteramente perdidos. Situado Echagüe donde hemos dicho, en
lugares escabrosos, sin caballeria que le auxiliase, casi sitiado
durante tres meses por Lavalle, habria tenido al fin que sucumbir
sino hubiera escogido la posición tan ventajosa de Sauce-Grande,
desde donde podía comunicarse con B. A. y pedir socorro. Los
700 hombres que le envió Rosas al mando de Ramirez, reaniman-
do sus batallones abatidos, le pusieron en estado de resistir con
éxito los ataques de su adversario.
El 16 de Julio, Lavalle, instado por los patriotas de Montevi-
deo, habiendo recibido 100 y tantos vascos reclulados en esta
ciudad, armas, pólvora, etc., atropello con su caballería las po-
siciones de Echagüe. Fué rechazado sin pérdida notable, y se
retiró á Punta-Gorda, sin que Echagüe durante tres días le si-
guiese, ni saliera de sus zanjones. Todavía le duraba el tremendo
susto de D. Cristóbal, Esta fué la decantada batalla de Sauce-
Grande, que se festejó en B. A. como un gran triunfo obtenido
sobre los libertadores; mientras Lavalle auxiliado por los fran-
ceses, embarcaba en un convoy que pasaba por el Paraná, á la
vista de su pusilánime enemigo, su ejército, compuesto de 3400
hombres.
§ VIL En medio del Paraná. — Pdg. J2;7^. — Pacheco, general
de Rosas, con 1500 hombres de caballeria, iba siguiendo el rumbo
de los buques por la costa occidental del Paraná, para privarles
de caballos y ganados é impedir el desembarco. Estaba tan segura
de conseguirlo, que se lo escribia á Rosas como cosa hecha; así
fué que cuando Lavalle, por la atrevida cooperación délos auda-
ces jóvenes que citamos en el párrafo siguiente, burló su vigi-
lancia, y tuvo caballadas suficientes para montar una parte de
su ejército, Rosas le trató con el mayor desprecio, y le puso
dos meses después bajo las órdenes de Oribe en el Ejército que
organizaba en Santa Fé.
442 CRUZADA ARGENTINA
Con sincero placer consignamos aquí los nombres de esos va-
lientes : merecían estar escritos con letras de oro : D. José Iraola,
D. Gregorio Guerrico, D. José María Pelliza, D. Mariano
Camelino, D. Pedro La-Casa, D. Manuel Col, y algunos otros
jóvenes agregados, cuyos nombres ignoramos.
En la noche del lo de Agosto, Lavalle, habiendo conseguido
montar una división se puso á su frente, y se dirigió al Tala donde
estaban los enemigos. Pacheco venia en marcha, sin duda á
sorprenderlo. Era una noche extremadamente oscura, y Lavalle,
al sentirlo, mandó hacer alto y que sus escuadrones, lanza en
ristre, esperasen que se aproximara. Así estuvieron algunos
instantes, hasta que un ginete acercóse galopando al costado
izquierdo, donde estaba el coronel Rico y preguntó: ¿qué
escuadrón es este? — El escuadrón de Rico, contestóle el mismo
coronel. Oir esto, volver el caballo, inclinarse sobre el cuello,
clavarle las espuelas, y salir á dos lados con la velocidad del
espanto, fué obra de un minuto. Era Pacheco, que perdió allí la
espada y una de las espuelas, por lo que después se le ha llamado,
injustamente, como se vé, el general Espuela,
Uno de los episodios mas bellos y dignos de inspirar á un
bardo americano, una de las mas altas lecciones de devoción y
patriotismo que nos ha legado esa juventud heroica, que ha derra-
mado su sangre, y hecho toda clase de sacrificios, sin mas lauro
ni recompensa que el santo amor á la patria y el deseo de liber-
tarla, es sin duda, la audaz empresa llena de abnegación y su-
blime heroismo, por ella realizada.
Obligados á la brevedad, diremos en pocas palabras lo subs-
tancial del hecho que, en nuestro dictamen, les recomienda al
aprecio y consideración de todos los verdaderos patriotas, de
todos los hombres de corazón que vén en la juventud la esperanza
porvenir á su patria. Debemos estos detalles ala bondad del
y ^^^HtfrMaria Pelliza, joven argentino, soldado de Lavalle, que
1 \^^^*¿>¿i^ri por la defensa de Montevideo,
ha peleado tanrs^ el general Lavalle hizo llamar á los
El 26 de Julio de 1040, . f , .. •
jóvenes del Norte (los nombradoTíñírs) X les expuso la situaaon
apurada en que se encontraba el ejército, prsgant^odples si se
sentían capaces á riesgo de su vida, de proporcionarle caballos en
APÉNDICE 443
la provincia de B. A. Todos contestaron que sí: — corria por sus
venas la sangre de los héroes de Mayo !
Una vez decididos, se embarcaron en una goleta, como con 250
hombres de tropa ; y cuando estaban en el costado de la Expe-
ditive donde se hallaba Lavalle, éste los hizo llamar y uno á uno
les habló en estos términos: — Amigo mió, por la patria es pre-
ciso sacrificarlo todo. .. . es alta la empresa pero grande en sus
resultados. . . si como Vd. me promete, me da sólo diez caballos,
yó estaré con Vd. á las 12 horas de haber llegado; montaré esos
diez caballos, me haré de 500, y veremos que hace el tirano
cuando me vea en la plaza de la Victoria. . . . Les daré á Vdes.
patria, si me proporcionan caballos ! . . . .
En este lenguaje continuó habiéndoles por algunos instantes, y
la unción de sus palabras penetró de tal modo en sus corazones,
que todos salieron de allí resueltos á morir ó á realizar su em-
presa.
Todavía, Lavalle, inundados los ojos de lágrimas, les dijo al
despedirse apretándoles la mano: Af^/>í2r^í:^ que no nos hemos
de volver á ver, . .. — 5/ mi general^ contestaron ellos con acento
varonil, con la confianza del que conoce lo que vale y se siente
fuerte y capaz de cumplir lo que promete.
El i.° de Agosto á las 8 de la noche llegaron al puerto de Ca-
brera, y cada uno de los seis jóvenes que mencionamos, con 30
hombres, se dirigió por distinto rumbo, á realizar su intento, ó á
sucumbir sino le era posible.
Fuertes partidas enemigas hablan venido por la costa acechán-
dolos y gritándoles las obscenas y sangrientas palabras que for-
man el primer capítulo del Sistema Americano y que ha inven-
tado Rosas.
Venían á galope siguiendo la goleta para asesinarlos cobarde-
mente apenas llegasen á la orilla.
Figuraos cual seria su situación.
Las olas embravecidas. ... la noche lóbrega y tormentosa. . . .
solos en la playa .... con el sable en la mano y el freno en la
otra .... hundiéndose hasta las rodillas en el terreno fangoso y
lleno de cañaverales de la costa de Cabrera, . . .sin poder distin-
guir el camino. . . mientras el enemigo á pocas cuadras los buscaba
y tal vez se hallaba á veinte pasos ! . . . .
444 CRUZADA ARGENTINA
Horrible situación I
Nos falta espacio, sino narraríamos ampliamente este suceso
con todos sus detalles, que ignorábamos y que son interesantí-
simos; acaso lo hagamos mas tarde cuando reimprimamos este
canto con otros mas.
Después de angustias y tribulaciones de todo género, genero-
samente ayudados por los Castex y San-Martin ( hacendados del
Norte, ) reunieron 2000 caballos.
Lavalle por obstáculos imprevistos no estuvo en el paraje se-
ñalado en el tiempo convenido.
En fin, el 4 de Agosto, con la primera luz del crepúsculo, pa-
saron á la isla del BaraderOy y esa noche, á las 8 y media, pusie-
ron en San Pedro á disposición del general 1600 caballos y 800
vacas, habiendo quedado sumergidos en los fangales de dicha
isla, con algunos soldados, 400 caballos.
Todo el ejército prorrumpió en vivas al verlos llegar : al otro
día bajó Lavalle, los hizo llamar y, vivamente conmovido les di-
rigió estas sentidas palabras: — «Mis amigos, la patria recom-
pensará algún día este importante servicio. Vdes. han llenado
su misión de un modo que no esperaba. Es preciso que me sigan :
con 50 como Vdes. nada mas, yo realizaría la empresa que me
propongo. — Vdes. han salvado al ejército, reciban por medio
de mí, el testimonio de su gratitud. ...»
§ VIII. Cañada de la Paja, pág. 2)j — Al saber Rosas la de-
rrota del Talüf reunió activamente las milicias del Sud y del
centro de la campaña : llamó las fuerzas veteranas de la frontera :
formó entonces y fortificó con 100 piezas y 4000 infantes, su
campamento de los Santos-Lugares, á 5 leguas de Buenos
Aires.
A fines de Agosto, la vanguardia del ejército libertador, des-
hizo con indecible facilidad en la Cañada de la Paja, á 18 le-
guas de Buenos Aires, á las fuerzas del centro de la campaña,
mandadas por los españoles González y Maestre, que huyeron
al amago y sin pelear, (Memorias del gran Iriarte, )
§ IX. Frente á Buenos Aires, pág. 2j8. — El 5 de Setiembre,
Lavalle, que habia marchado lentamente procurando aumentar
su ejército en el camino, llegó á 7 leguas de la ciudad.
Son dignos de notarse los siguientes renglones de una orden
APÉNDICE 445
comunicada al ejército, al pisar la provincia de Buenos Aires : los
tomamos de uno de los manuscritos que se nos han facilitado.
«Orden General del Ejército Libertador. — Cuartel General en
San Pedro, Agosto 9 de 1840. — Art. 4.°.... Sres. jefes, ofi-
ciales y soldados del Ejército Libertador: en estos días se va á
decidir la suerte de la República Argentina y la de todos nosotros.
Dentro de pocos días nos veremos bendecidos por 500,000 Argen-
tinos y cubiertos de gloria, ó moriremos en los tadalsos del tirano,
ó arrastraremos una vida ignominiosa y miserable en países
extranjeros, mientras su rabia se satisface en nuestros padres,
esposas é hijos. ¡ Elegid mis bravos compañeros ! Media hora de
coraje es bastante para la gloria y felicidad de la República
Argentina, y para nuestra propia felicidad y gloria. El General
en Jefe tiene una gran confianza. 7> — /. ¿avalle.
Nunca Rosas se ha encontrado en situación mas apurada. La
Francia bloqueaba sus puertos : las provincias se habian alzado
contra él : el general Paz en Corrientes organizaba un ejército.
El E. O. se preparaba para atacarle : sus ejércitos completamente
desmoralizados en el interior, huian sin pelear ante los liberta-
dores: nadie podia socorrerlo. El mismo López, que desde lejos
seguia la retaguardia de Lavalle, era tan impotente, que habiendo
atacado por tres veces á San Pedro, donde habian quedado los
enfermos del ejército, fué rechazado en todas por la escasa
fuerza que lo custodiaba.
Y Lavalle en estas circunstancias, no tenia mas que estirar el
brazo, para tocar con su lanza las puertas de Buenos Aires !
Los mazhorqueros. cabizbajos y humildes, andaban en la ciudad
abocándose con los que ellos llamaban salvajes unitarios, discul-
pándose y poniéndose en buen lugar, — para que intercediesen
con el vencedor.
El tirano mostró en esos días cuan pusilánime y menguado es :
apenas vio suspensa sobre su cabeza la espada de la justicia se
preparó para huir. Su equipaje donde iba una inmensa cantidad
de oro, robada á los pueblos que tiraniza, á los unitarios cuyos
bienes confisca, estaba á bordo : un buque inglés le esperaba en el
puerto ; y es indudable que después de tantas bravatas hubiera
huido cobardemente, si Lavalle, penetrando audazmente en la
ciudad, hubiera prestado su apoyo y el prestigio de su presencia
446 CRUZADA ARGENTINA
á los que allí le esperaban ; creemos que un alzamiento espon-
táneo y eltctrico habría tenido lugar, y acaso en los Santos
Lugares también.
Nos ha referido una señora que, en esa época se hallaba en
B. A., que era tanto el gozo por la llegada del ejército libertador,
que los amigos de la causa se reunian secretamente en sus casas
á felicitarse y brindar por los triunfos y la entrada de Lavalle.
Era tal el entusiasmo, que muchos hombres llevaban un chaleco
celeste, bajo el punzó que se veian obligados á usar y se quita-
ban desde que pasaban el umbral. Los viejos lloraban de placer,
los jóvenes bailaban sin música, en las piezas mas retiradas de la
casa. ... en fin era una especie de alegria loca, de vértigo y deli-
rio indefinible.
Bien lo pagaron después!
Se dice que el tirano lo supo, y que sólo pronunció estas pala-
bras : — Se alegran eh? . , . , Está bien mañana será otro día.
§ X. Hazañas df la Mashorca, />¿/^. 241. — Se veian las to-
rres de Buenos Aires: las avanzadas de la vanguardia del ejér-
cito libertador llegaron hasta 5 leguas de la ciudad.
Lavalle se retiró el 6 de Setiembre, y sólo á fines de ese mes,
cuando ya no tenia ningún recelo, y sabia que estaba muy lejos,
empezó Rosas las espantosas carnicerias, que le han dado la ne-
gra celebridad de que goza en América y Europa; carnicerias que
duraron hasta el 27 de Octubre, y se suspendieron por cinco meses
para empezar con mas furor á fines de Marzo de 1841, conclu-
yendo apenas el 19 de Abril en que Rosas, por una orden ( Ga-
ceta Mercantil, N.° ^pij) al jefe de Policia las hizo cesar.
Hemos querido reasumir en este cuadro todos los crímenes
que han puesto á ese monstruo fuera de la ley humana y divina,
pues creemos que por ellos ni en el infierno hay lugar para él.
Véase la declaración de un testigo presencial (Nac. — 1464.)
«Los cadáveres eran mutilados horriblemente y la mazhorcapuso
una cabeza en la pirámide deB. A. paseando otras triunfalmente.»
.,,. {Rosas y sus Opositores, pág. 279.) Esa cabeza sangrienta
con que Rosas ha querido manchar la pirámide, símbolo de las
glorias de Mayo, era la del infortunado Yanél. El infame hizo
derramarla voz que era la de Lavalle; sin duda para hacer un sar-
casmo mas vivo del monumento que ultrajaba.
APÉNDICE 447
« Cuadrillas de mazhorqueros espiaban en las puertas de los
templos á las señoras que entraban sin moño bien grande en la
cabeza, y se arrojaban sobre ellas desgarrándoles sus vestidos,
azotándolas con verga, y pegándoles en la cabeza con brea hir-
viendo grandes moños de grana colorada. Esta violencia impia
no se paraba ni en las gradas del altar áque se abrazaban las per-
seguidas.:» f Ros. jf sus Op. pág. 2Sj.J Yluego que Rosas ha ajado
de este modo el decoro y la dignidad de la mujer luego que en
medio de sus orgías de vino carlon y carne con cuero le ha he-
cho adoptar la alegre media caña por baile, por ser danza fede-
ral y republicana, (Descripción de la fiesta de Monserraty etc.
Gac. 48^4) ha acabado de envilecerla unciéndola á su carro,
porque según la Gaceta, (N. o 4866) «5^ empeñaron las señoras
en conducir el retrato de S, E. tirando del carro , que alternativa-
mente habían tomado los generales y jefes de la comitiva al con-
ducirlo al templo.:»
Todos saben la historia del infeliz Martinez Eguilas, comer-
ciante español, al que después de haberlo cosido á puñaladas,
habiéndole sacado las botas, y visto que tenia medias celestes,
cuando todavía respiraba lo pusieron encima de una barrica de
alquitrán que ardia en la calle. {Véase el relato del testigo pre-
sencial citado mas arriba. )
Apenas se hubo retirado Lavalle, Rosas, á pesar de haber anun-
ciado en su mensaje de 31 de Diciembre de 1835, que habia
derogado las leyes que imponian la pena de confiscación de
bienes, expidió el inicuo decreto del 16 de Setiembre de 1840 —
restableciendo en todo su vigor y fuerza, esa misma confiscación
que hipócritamente aparentaba abominar.
Oribe que no hace mas que imitarlo en todo, con fecha 38 de
Julio de 1845, ha hecho una segunda edición de ese decreto, po-
niéndolo en vigor oficialmente en la ribera izquierda del Plata.
— Recomendamos su lectura y el cotejo con el precitado de
Roass ; se halla en el N.^ 1997, del Nacional junto con otro que
le antecede, concediendo premios á todo el enjambre de san-
guijuelas que le han ayudado en su empresa, empezando por su
amo y acabando por el último de sus esbirros. Ese decreto revela
por sí solo la suerte que aguarda á nuestro país si llega á caer en
sus manos.
448 CRUZADA ARGENTINA
Es muy conocido el no ha lugar de Rosas á la mujer del. comi-
sario Ca rocino, cuyos huesos estaban insepultos en la Guardia
del Monte, Fstá probado que, en las matanzas de Octubre, los
cadáveres eran arrojados juntos en una gran fosa que permaneció
abierta hasta fines de Noviembre : en un folleto que tenemos á la
vista, pésimamente escrito {Catorce meses en la Fosa de los Antro-
pófagos del CerritOy etc. — publicado en Rio Janeiro y reimpreso
en Montevideo, imp. del i8 de Julio, 1845) encontramos otra
segunda edición hecha en el Cerrito, en punto menor, de todos
los horrores cometidos en la R. A. ; y la abertura de una fosa
semejante mandada abrir por Oribe /¿ira escarmiento de los sal-
vajes unitarios (pdg, 10. J En los ejércitos de Rosas, por decretos
todavia vigentes, tiene pena de la vida el que dé sepultura á un
salvaje — y la misma pena que el reo, el que pida ó interceda
por él.
La profanación de los cadáveres es una consecuencia de este
sistema atroz : con la piel de Beron de Astrada se han hecho
maneas para caballo : la cabeza de Zelarrayan ha sido escupida
y pisoteada por Rosas, comolas de Castelli, Acha, Martinez, ( D.
J. Aposto! ) la de Avellaneda, Casas, Espeche, González, Dulce,
Cubas.... y la de tantos otros que no recordamos en este
momento, han sido clavadas en la picota, donde muchas están
todavía .... En ñn, orejas humanas saladas, ( las del coronel D. F.
Borda) se han puesto en un estrado, sobre el piano, para recrear
con su vista á los tertulianos, según testimonio del capitán inglés
Franckland, comandante de la «Perla».
El Nerón Argentino, que tiene alma de barro y entrañas de
hiena, en Mayo de 1838, so pretexto que necesitaba todas las ren-
tas para sostener dignamente el honor del Continente Americano,
en la gnerra en qut' se reia empeñado con los piratas inmundos
franceses, expidió un decreto aboliendo los hospitales, casa de
expósitos, etc.
El Sr. Lamas en la obra citada, presenta dos listas, extractadas
de dos Estados, f Gaceta — ?S5jJf39JoJ lista de mujeres, algu-
nas de ellas señoras, i las que se han pagado gruesas cantidades
APÉNDICE 44Q
por servicios extraordinarios ; ya se sabe lo que significan estas
palabras en el vocabulario de la mazhorca. Y sin hacer una injuria
al bello sexo argentino, bien se puede suponer, (porque en
todas partes los malos instintos de la naturaleza humana se desa-
rrollan con vigor, desde que el vicio entronizado incendia las
pasiones con su aliento, y les da continuo pábulo) bien se puede
suponer pues, ó mas claro, ha sucedido indudablemente que mas
de un esposo infiel, celoso, brutal, ó bien, importuno, haya caido
bajo el puñal de los asesinos delatado por su misma esposa,
acaso herido por el puñal del mismo amante de la adúltera !. . . .
Podríamos delatar á la humanidad dos hechos que se nos han
referido, pero no tenemos documentos con que probarlos — y
aunque lostuviéramos, no lo haríamos, porque la infamia recaería
sobre inocentes, y no queremos que nadie nos maldiga con razón,
sino los opresores, sus seides, y los espúreos Orientales de cual-
quiera divisa ó partido que sean.
Con diabólico placer, Calixto Vera, hermano de padre y ma-
dre del general D. Mariano Vera, después de haberlo vil y traido-
ramente asesinado en la celada de Cay asta el 26 de Marzo de
1840, le da parte á Rosas de este suceso.
El infrascripto tiene la grata satisfacción de participar á V. E.
agitado de las n\^s gratas sensaciones, ,, ,que el infame cau-
dillo Mariano Vera, cuyo nombre pasará maldecido de genera-
ción en generación quedó muerto en el campo de batalla cubierto
de lanzadas etc f Gac. ^oío.J
Tiembla la pluma en la mano el corazón niega lo que la
cabeza comprende ; y los ojos fijos sobre el papel, dudando de
lo que miran, leen, y vuelven á leer esos renglones, que parecen
dictados por el mismo Lucifer.
Han sido fusilados en los Santos Lugares ( 10 de Mayo de
1842) con otros ciudadanos «cuatro venerables eclesiásticos,
los SS. cura D. Francisco Solano Cabrera, de Córdoba;
D. Manuel Frias de 61 años de edad, vicario de la provincia
de Santiago durante 24 años; su hermano D. Felipe Frias de
56 años, y D. Gregorio Villafañe de 75. Estos eclesiásticos an-
tes de morir fueron desollados de la corona y manos, á pre-
39
450 CRUZADA ARGENTINA
texto de degradarlos de su carácter sacerdotal.» ( Nac, — lo}^. J
Este hecho horrible, inaudito, confesado por Rosas, aunque
niega la desolladura f Gac. — 3945 ) revela hasta donde llega
la inmoralidad de ese malvado que, en sus momentos de lo-
cura, abrumado por el peso de sus crímenes, perseguido por
la sombra de sus víctimas, cierra los ojos para no ver la luz
que le mata y no contento con poner su retrato en los tem-
plos (Gac, — 4S^4) profanar la cátedra del Espíritu Santo con
sacrilegos anatemas, con mundanas glorificaciones fCtíc. — 348})
osa levantar su mano impía contra los ministros del altar. . . .
Parece, en efecto, que en sus raptos de fiebre vertiginosa, no
encontrando en torno suyo nada que le resistiese, ha querido
desafiar el poder de Dios: porque ese era el último escalón
del crimen, y él lo ha trepado poniendo cabezas sobre cabe-
zas, y desde su altura, como un sarcasmo, como una prueba
del alto menosprecio en que la tiene, ha arrojado á la huma-
nidad, envueltas en los hábitos ensangrentados de esos cuatro
venerables sacerdotes, todas las creencias y sentimientos ele-
vados que el soplo del Hacedor ha hecho germinar en el co-
razón de su criatura.
Esto es horrible, pero mas horrible aun que suceda en el siglo
XIX, á la vista de la Europa, que todavia admite la firma, ce-
lebra tratados, y cree las promesas de ese bandido.
§ XI. Asalto y to.made Santa-Fé, /i^. 2^7. — El ejército liber-
tador marchaoa en retirada sobre Santa-Fé. El día 10 de Setiem-
bre pasó el rio de Arrecifes en el paso de Andrade, y poco
después tuvo Lavalle noticias repetidas de que López estaba
acampado en la estancia de Linares (inmediaciones del Tala). En
consecuencia, una columna marcho á paso acelerado en esa direc-
ción para sorprenderlo. A una legua de Linares se presentó un
muchacho cordobés que de allí venia, y aseguró á los patriotas
que la división de López estaba en el mas completo abandono, y
sin que el mismo López tuviese conocimiento^ de su marcha. Se
dieron órdenes fijando el plan de sorpresa. A media noche la
casa de Linares estaba perfectamente cercada, pero López hacia
media hora habia escapado mediante el aviso que le dio un trai-
dor : este hombre era vecino de una estancia inmediata. Se vio á
favor de los grandes fuegos de los vivaques enemigos, como
APÉNDICE 45 1
López huia en desorden; pero fué imposible seguirlo, porque los
caballos de los libres estaban rendidos por una marcha de 9
leguas y media.
Extractamos de uno de los manuscritos de que ya hemos
hablado, las líneas siguientes :
Las fuerzas que al mando de Garzón defendian á Santa-Fé
ascendian á 500 fusileros y 7 piezas de artilleria. — Las defensas
de la ciudad consistian : en ocho parapetos que cerraban otras
tan as calles que terminaban en la plaza mayor : estos parapetos
estaban foseados, y en todos, menos en uno, habia una pieza de
artilleria. Las azoteas principales de la plaza y la torre del Con-
vento de la Merced, situado en una de las casas, estaban guarne-
cidas de infantes; así como el edificio del Cabildo, que es una
verdadera casa-fuerte. — En el radio de una cuadra de la plaza
las azoteas principales estaban igualmente ocupadas por infantes
enemigos, lo mismo que la torre del Convento de Santo Do-
mingo. La Aduana, otra casa fuerte distante dos cuadras de la
plaza, tenía una guarnición de 150 fusileros : bien defendido este
edificio era intomable; pero su defensa era aislada, no se ligaba
con la de la plaza.
El 28 de Setiembre de 1840, el general Lavalle ordenó al
general Iriarte que atacase la ciudad y la tomase en el día, porque
el campo que el ejército ocupaba en Andino á dos leguas de
distancia de la ciudad estaba exhausto de pastos ; estos no se
encontraban en una gran distancia, y era urgente concluirla ope-
ración para que los caballos no se aniquilasen. Solóse esperaba
el resultado para marchar á los pastos y aguadas del Chaco. —
La columna destinada al asalto de la ciudad constaba de la di-
visión Vega, 400 hombres de caballeria; la Legión Méndez, 200
hombres de caballeria; la Legión Salvadores, 350 infantes y 4
piezas de artilleria. Total 1000 hombres. — Los infantes y los
carabineros de los cuerpos, que echaron pié á tierra para el
asalto, formaban el total de 650 hombres. 300 lanceros, 100 de
la división Vega y toda la Lejgion Méndez permanecieron á
caballo en reserva y de observación. Antes de romper el movi-
miento se envió á la ciudad una mujer con una intimación á Gar-
zón, á la que contestó únicamente ^dígale Vd, que tengo pólvora
y plomo, -^ — En el momento á las 3 de la tarde, las tropas desti-
452 CRUZADA ARGENTINA
nadas al asalto se pusieron en movimiento y entraron en la ciudad
sostenidas por 4 piezas de artilleria, y ocuparon á viva fuerza
algunas azoteas de que se desalojó á los enemigos. Pero la noche
se aproximaba, y se creyó prudente diferir el ataque para el día
inmediato, por evitar el desorden de un asnlto en medio de la
oscuridad y librar la ciudad de sus horrores.
El 29 túvose que esperar un refuerzo de 200 hombres de milicias
de B. A. que el general Lavalle anunció que iba á mandar.
Todas las tropas destinadas al ataque se subdividieron en pe-
queñas columnas de 200, 100 y hasta de 50 hombres que se
apostaron en las calles que afluían á la plaza; se ocupó el Con-
vento de la Merced, y se dio orden que sin esperar otro aviso
las columnas atacasen á un mismo tiempo las trincheras al to-
que de « á la carga. >> Esta orden fué ejecutada puntualmente,
y este movimiento simultáneo aterró al enemigo que sufria ya
los fuegos de algunas azoteas de la plaza, que se habian to-
mado de antemano á viva fuerza. — Toda resistencia fué inútil,
atacados como se vieron en todas direcciones en el mismo ins-
tante. El Cabildo se defendió mas tiempo, pero al fin cedió.
Garzón que estaba allí pudo retirarse á la Aduana, cuya guar-
nición capituló poco después.
Libre Rosas de Lavalle, después que hubo experimentado bien
á Oribe, le hizo venir de E. R., reconcentró sus tuerzas en Co-
ronda ( Provincia de Santa-Fe,) y puso bajo sus órdenes el nu-
meroso ejército de las tres armas que reunia en ese punto, y
también á Pacheco de quien estaba descontento desde el des-
embarco de Lavalle.
§ XIJ. La Francia pacta con Rosas, pág. 2yO, — La nota del
Ministro de R. E. fecha 22 de Octubre de 1840 (Documentos Ofi-
ciales etc., folleto de 52 pág. — Imp. del Nac. — 1840 — pág. 5)
y los hechos y razones alegados por el autor del folleto citado en
la nota 18, p. 293, prueban (^í:t7^.//^///J que la alianza de hecho
y de derecho existia entre la Francia, la R. O. y el pueblo Argen-
tino, representado por el ejército del general Lavalle y la emigra-
ción de Montevideo : y el art. 5.0 del tratado en que Rosas ofrece
á los Argentinos proscriptos amnistías, olvido del pasado y garan-
tías, es una amarga irrisión, un lazo torpemente tendido, que ni
APÉNDICE 453
siquiera tiene el mérito de haber sido preparado con astucia; — la
realización de ese artículo nada menos importaba que entregar á
Rosas sus enemigos desarmados para que los degollase á su satis-
facción.
Esto es en lo que respeta á los Argentinos, veamos en lo que
respeta á los Orientales.
Por el art. 4.0 Rosas ha de seguir considerando en estado de
absoluta y perfecta independencia, ( estúpida ironía, pues al inge-
rirse en los asuntos de nuestro país atacaba y ataca su soberanía)
d ¡a R. O. , , . sin perjuicio de sus derechos na tur ates ^ toda ve^
que lo reclamen la justicia, el honor y seguridad de la Confede-
ración Argentina. Es decir — que puede Rosas en virtud de ese
artículo, (como lo hace) desconocer nuestros derechos, invadir y
talar nuestros campos y ciudades, y degollarnos también, cuando
la justicia, el honor y la seguridad de la Confederación Argén-
tina, que como todos sabemos son su capricho y voluntad única-
mente, así lo exijan !
En vano el imbécil que firmó esa convención, luego que se vio
interpelado por los mismos que traicionara, ha querido sacu-
dirse del fango de que se ha cubierto, negando la alianza de la
Francia con los Argentinos y Orientales (Documentos oficiales
etc. pág, i^J pero aun cuando eso fuera así, por qué relación, por
qué vínculo de los que reconoced derecho se ha creído obligada
la Francia, á incluir á la República en el tratado que ha cele-
brado, si ella no era su aliada, ó si siéndolo, cómo se ha tratado
sin su participación (folleto cit. en la misma pág.) Este dilema —
que puede aplicarse á los dos pueblos — con el que nuestro
Enviado el Sr. D. Andrés Lamas interrogó al vice-Almirante,
que nada contestó, reasume toda la gravedad délos cargos, toda
la mala fé é injusticia de ese tratado.
A la verdad es imposible leerlo sabiendo sus consecuencias
sin descargar una maldición sobre el que lo firmó. Mucho con-
vendría que los pueblos americanos no olvidasen esta lección.
Por el artículo i.o de la Convención de 29 de Octubre, Ro-
sas reconoció las indemnizaciones debidas á los franceses. Un
poco de dinero, pues, y las serviles adulaciones del tirano y
sus ministros, fué sin duda lo único que obtuvo Mackau en
454 CRUZADA ARGENTINA
pago de su ignominia: en pago del alzamiento del bloqueo, de
la devolución de la isla de Martin Garcia, repuesto el mate-
rial de armamento que tenia cuando fué tomada, y dos buques
mas, con la misma cláusula — como se convino en el art. 2.°
y como se efectuó literalmente por el complaciente negocia-
dor. (Véase el tratado) se halla entre los Documentos justiji'
cativos del folleto Sobre la Convención, etc. J
Una bandera parlamentaria flameaba sobre el buque donde
estaba el Almirante, mientras los Argentinos y extranjeros eran
degollados en las calles de Buenos Aires, citaremos algunos —
Nobrega subdito portugués, Gándara inglés, Cladellas ahogadoen
un baúl y González, (D. Lúeas,) españoles, Varangot francés.,,
y anteriormente Bacle muerto por el mal trato que se le daba en
la cárcel, Buchi asesinado por la mazhorcaá mediados del año 39,
Dubué fusilado en Mendoza el 21 de Agosto de 1839 y los demás
que cita Indarte en las Tablas de Sangre: todos franceses /
Meses después de su llegada á Paris, Mackau fué nombrado
Ministro de la Guerra. En las dos Cámaras ha sostenido siempre
la validez de la Convención del 29 de Octubre ratificada por Mr.
Guizot: mas de una vez ha tratado de hacernos aparecer como
pueblos semi-salvajes á los cuales sólo conviene un gobierno
despótico como el de Rosas. — El Sr. Page, su digno colabo-
rador, ha escrito con ese objeto sendos artículos en la Revista
de ambos Mundos^
A principios de Noviembre Lavalle recibió en Calchines la
noticia de la Convención Mackau, y una sonrisa de desprecio,
indignación é ira reconcentrada, pero profunda, fué lo iinico
que le arrancó. El 23 se presentó un soldado prisionero del ejér-
cito libertador con pliegos dirigidos á este último por Mansilla,
comisionado de Rosas: el de Mackau, Mr. Halley, llevaba la
comisión de ofrecer indemnizaciones en Francia á Lavalle y á
los jefes excluidos en el artículo 3>\ con tal que se adhiriesen
Á el. . . .
Uno de los jefes principales propuso al general Lavalle que la
respuesta X Mansilla, fuese tirm.ida por los tambores y cometas
del eiército, contestándole en tono de tiieo v recordándole su
pAs;idA vida politice. — Asi se efectuó tres días después.
APÉNDICE 455
§ XIII. — QUEBRACHITO — SaNCALÁ — AcHA EN SaN JuAN. —
pág, 2^2, — El 10 de Octubre de 1840, á consecuencia de haber
el general Lamadrid sublevado la Sierra, así como el Norte con
su repentina aparición por la parte de los llanos de la Rioja, la
provincia y ciudad de Córdoba se levantaron contra Rosas. La
revolución de la capital se verificó, hallándose dicho general á 5
leguas de ella, en la Chacarilla, por aviso que dirigió á sus ami-'
gos de su aproximación y de la intimación que habia dirigido al
gobernador López.
Hemos rehecho esta nota y las referentes á la travesía de los
Andes, con nuevos datos que, á nuestro ruego, el mismo general
Lamadrid ha tenido la bondad de facilitarnos.
El 21 de Noviembre salió Lavalle de Ascochingas (5 leguas de
Santa-Fé), para reunirse á Lamadrid. — Oribe apenas tuvo parte
de sus movimientos, emprendió su marcha tras él con trop:is
frescas y bien montadas, mientras los caballos de los libertadores
iban cayéndoseles por el camino muertos de extenuación: ade-
más, un gran convoy de familias trababa y retardaba su marcha.
Lavalle no pudo resolverse á abandonarlo: creia poder salvarlo,
y cuando conoció la inutilidad de sus esfuerzos y su generoso
error (que le honra como hombre, aunque le condena como
militar), ya era tarde. . . .
El 28 de Noviembre logró Oribe alcanzar á el ejército liberta-
dor en el Quebracho, estando desmontada la mitad de su caba-
lleria. Lavalle vióse obligado á aceptar la batalla: « el ejército
enemigo constaba de 4,000 caballos, 2,000 infantes y 10 piezas.
El libertador de 3,000 caballos, 300 infantes y 4 piezas, pero de
aquellos mas de 1000 estaban con el recado al hombro, así es que
entraron en línea apenas 2,300 solábaos. -^ ( La-Casa y Nac. cit. )
Después de la derrota retiróse Lavalle á Córdoba, lentamente y
sin ser perseguido por Oribe.
El 12 de Enero de 1841, poruña inconcebible incuria y des-
cuido del coronel Vilela, la división que mandaba fué sorpren-
dida por Pacheco, de noche, en Sancalá. He aquí lo que dice
Lavalle acerca de la empresa que le habia encomendado.
'< Esa preciosa columna la habia yo destinado á ocupar las pro-
vincias de Cuyo, donde á la sazón el fraile Aldao no podia opo-
456 CRUZADA ARGENTINA
nerle sino 800 ó 1000 hombres.» — Carta del general Lavalle al
general Pa^y datada en Salta el ^ de Octubre de 1841, — (*)
De un parte que nos han facilitado recientemente, tomamos
estas líneas concernientes al valeroso Acha. Ellaá explican el de-
sastre sufrido después de la victoria, y le honran mas que cuanto
nosotros pudiéramos decir.
«El general Acha al mando de la legión Brizuela, escuadrón
Paz, batallón Libertad y dos piezas de artilleria, conducia á dis-
tancia de 12 leguas, la vanguardia del ejército : fde Lamadrid,
que iba á invadir las provincias de Cuyo, J
La vanguardia habia ocupado la capital de San Juan el 15
(de Agosto) y se habia montado perfectamente. Empezaba á
reunir lo necesario para auxiliar al ejército, cuando apareció en
las inmediaciones de la Punta del Monte una división enemiga
al mando del general Benavides.
La legión Brizuela bajo la dirección del asombroso joven,
teniente coronel D. Crisóstomo Alvarez, habia salido en perse-
cución del coronel Oyuela que huia en ese rumbo.
Al llegar á aquel punto se encontró con una y otra fuerza
reunida; ordenó la suya inmediatamente, las atacó y arrolló en
todas direcciones. Un momento después se descubrieron los
polvos del ejército de Aldao, que en masa se acercaba á prote-
gerlos. El general Acha entonces, que con su columna seguía los
pasos de Alvarez, formó su línea y esperó á los enemigos que en
número de 2,200 circularon aquel puñado de valientes.
En este día tuvo lugar uno de aquellos acontecimientos singu-
lares en la historia. Nuestra división al empezar el combate sólo
constaba de 450 hombres: sucesos imprevistos le habian arreba-
tado el resto de su fuerza, y hasta sus dos piezas de artilleria se
habian inutilizado en los primeros tiros.
La sangre corrió durante ocho horas, y el campo de Angaco
quedó consagrado el 16 de Agosto por un suceso inmortal, por
mil rasgos de un heroismo ejemplar, y por la mas espléndida
victoria de la libertad contra la tiranía.
(*) Nuestro amigo D. Andrés Lamas ha tenido la bondad de darnos una co-
pia de esta carta, de otra que le habia franqueado el general D. Ignacio Al-
varez.
APÉNDICE 457
El ejército enemigo fué deshecho completamente, y su infan-
tería prisionera con todos sus bagajes y elementos de guerra. . . »
En seguida refiere Lamadrid la vuelta de Benavides con nue-
vos refuerzos, y la gloriosa defensa de Acha en San Juan, durante
tres días, (que no transcribimos por ser muy extensa), y conclu-
ye diciendo, que sólo capituló cuando se le acabaron las muni-
ciones, f Parte del general Lamadrid, impreso en el número ^jg
del Araucano, periódico chileno, J
El general Acha capituló bajo la condición de respetarse las
vidas. No obstante, después que Benavides se reunió á Pacheco,
fué fusilado por su orden el 21 de Setiembre en el Desaguadero,
y su cabeza clavada en un palo e?i el camino que conduce á este
ríOf entre la Represa de la Cabra y el paso del Puente. (Palabras
del parte de Pacheco á Rosas.)
§ XIV. — Rodeo del Medio — Paso de los Andes en invierno
— Llegada de los [fugitivos á Chile, />i^. 255. — La sorpresa de
Sancalá desbarató los planes de Lavalley Lamadrid, que se retira-
ron á las provincias del interior. El primero se dirigió á la Rioja
y el segundo á Tucuman. Brizuela no prestó á Lavalle la coope-
ración que debiera. En tanto Aldao y Benavides invadieron la
Rioja; Brizuela nada, absolutamente nada hizo, hasta que cayó
en manos de los enemigos. A principios de Agosto, Lavalle pasó
de la Rioja á Tucuman, mientras Lamadrid se ponía en marcha
hacia Cuyo, y el 19 de Setiembre de 1841, en los campos de Fa-
malla, el ángel de la muerte coronó por segunda vez con lauro
de victoria las sienes del renegado.
Se ha acusado á Lavalle por esta batalla y creemos que sin
razón. El hizo cuanto estaba de su parte para triunfar : pero la
negra estrella que le perseguía, como ha dicho La-Casa, inuti-
lizó todos sus esfuerzos. «Cuando llegó á Tucuman, un traidor
(Ferreyra) encargado de tenerle en ese punto caballadas y
demás, estaba de acuerdo con los enemigos.» Oribe venia en
marcha y Lavalle tuvo que salir inmediatamente de la ciudad,
que fué ocupada por Garzón. . . . Oigamos al mismo Lavalle :
«Dos días medité profundamente sobre mi situación,* y me re-
solví á atacar al ejército enemigo, siéndome imposible caer
sobre la parte mas débil en número que era la guarnición de la
ciudad. Las razones porque me resolví á dar esta batalla tan des-
458 CRUZADA ARGENTINA
igual, las expondré si algún día se me hace cargo del resultado. »
Caria cit.
Según esa carta, no tenia él mas que 1500 hombres de caba-
llería, 80 infantes y 5 piezas de á cuatro : el ejército enemigo,
800 infantes, 6 piezas de campaña, 1,200 hombres de caballeria
porteña, y 1000 santiagueños : de los cuales, descontando aoo
infantes, 400 caballos y 3 piezas que habían quedado en la ca-
pital de Tucuman á las órdenes de Garzón, siempre quedan
5,400 hombres contra i ,38o : es decir, casi el doble : sin contar la
desventaja de la artilleria é infantería. Sólo así es que saben ga-
nar batallas los tenientes de Rosas.
Cuando los futuros historiadores, libres de toda influencia,
escriban los anales de estos paises, y pongan en su verdadero
punto de vista la revolución americana ; y siguiendo el hilo de
la tradición histórica, examinen uno por uno los acontecimien-
tos de cada país y de cada época, en el análisis de la Cruzada
Argentina encabezada por Lavalle, encontrarán formuladas en
altísimo relieve las necesidades, los deseos, los pensamientos,
las esperanzas y desilusiones de mas de un pueblo y de mas de
una generación.
Entonces, sólo entonces se apreciará como corresponde, lo
que han hecho Lavalle y los hombres que, de buena f*^, han
acudido á su llamado. Tal vez nos engañemos ; pero juzgamos
que la historia los ha de rehabilitar dignamente. — ( Esto se es-
cribía en i84«i. )
El general Lamndrid niega que tuviese un ejército numeroso,
antes por el contrario era muy inferior al de Pacheco. Según sus
apuntes, apenas llegaba á 1,1 «;o hombres escasos, de las tres ar-
mas» mientras el do Pacheco se componía de 2,000 infantes, 1,300
caballos y 1 5 piezas de artilleria, mandados por él y Benavides,
sejiun el parte del mismo Pacheco, publicado.
Iji batalla empezó á las 12 del día 24 de Setiembre, con la
derrota de toda la derecha enemiga y retrocefo de toda su infan-
tería, que se h;;bia extendido hacia el ala derecha del ejercito de
luimavirid. Por cerca de dos horas estuvo decidida la victoria á
favor de esto ultimo: pero la escandalosa fuga de uno de los
jotos» viespues de haber desobedecido todas las órdenes que se
APÉNDICE 459
le dieron para que cargase sobre la izquierda enemiga, la decidió
al fin á favor de Pacheco.
Lamadrid entró á Mendoza á las 4 de la tarde de ese mismo
día, con 700 hombres de caballeria, y se lanzó con ellos á atra-
vesar la Cordillera.
Después de crueles padecimientos, quedando algunos bajo
la nieve, otros tullidos, otros sin pies y sin manos, llegaron á
Chile á principios de Octubre. La mas generosa protección les
fué acordada por parte del gobernador de los Andes D. José
Erasmo Jofré, el vecindario de Santa Rosa, el Gobierno de la
capital, la Comisión Argentina, y un joven argentino de altas
esperanzas, que no ha mucho estuvo en Montevideo, y que es
imposible conocer sin apreciarle como merece: el Sr. D. Do-
mingo Sarmiento.
El general Lamadrid, en sus apuntes, le recomienda repetidas
veces, al referir los importantes servicios que hizo á él y á sus
proscriptos compañeros desde que supo su aproximación. Los
que conocen al Sr. Sarmiento saben que no es este el único título
que tiene al aprecio de sus compatriotas y de los amigos del
pueblo Argentino,
§ XVI. En Jujuy, pág. 261, — El enemigo persiguió por al-
gunas leguas á los restos del ejército, y con encarnizamiento á
la persona de Lavalle, que salió del campo de batalla como con
60 hombres y se dirigió á Salta, donde llegó á principios de Oc-
tubre.
Lavalle, según la carta citada á Paz, habia pensado hacer la
guerra de recursos en Salta y no abandonar el territorio Argen-
tino, sino en la última extremidad: pero en ese punto, el 5 de
Octubre, los escuadrones de Hornos y Ocampos, no se sabe aún
si espontáneamente ó impulsados por algunos subalternos ma-
nifestaron su decidida voluntad de atravesar el Chaco, y diri-
girse á Corrientes para incorporarse al general Paz. Lavalle supo
esta fatal noticia por los mismos jefes; y, en la imposibilidad de
contenerlos, los dejó partir. En la noche de ese mismo día se
les incorporó el coronel Salas, los hermanos Camelino y al-
gunos otros.
Este acontecimiento desbarató los planes de Lavalle, que, con
poco mas de 100 hombres se dirigió á Jujuy.
46o CRUZADA ARGENTINA
El 8 de Octubre llegó á la ciudad, á las 12 de la noche, y dis-
puso que se acampase su fuerza á distancia de tres cuadras de
ella en una quinta inmediata, y él con una guardia de 8 hombres
mandada por el teniente Alvarez, su secretario D. Félix Frias, y
su ayudante D. Pedro La-Casa se retiró al alojamiento que le
tenía preparado de antemano el gobierno de Jujuy.
Esta confianza, este menosprecio de la muerte cuando estaba
cierto que los enemigos venian siguiendo sus pisadas, prueban
el temple diamantino de su alma y el brio inquebrantable de su
corazón magnánimo.
§ XVn. Ultima yiEDiTxcio's, pág. 264, — Mientras los ejérci-
tos de Rosas donde quiera que han puesto el pié, han dejado un
reguero de sangre, y conculcado con la mas inhumana barbarie
todos los principiosy derechos, los libertadores se han distinguido
por su lealtad caballeresca, por su clemencia y liberalidad suma.
Las seides de Rosas entraban en una ciudad y no hay crimen
por nefando que sea, que no hayan cometido en las míseras
Provincias que han caido bajo su yugo. Hable Corrientes, Cór-
doba, Tucuman, Catamarca, San Juan, Mendoza ( i ).... Los
libertadores ni fusilaban, ni perseguian, ni insultaban á nadie.
Las seides de Rosas pasaban á cuchillo á sus prisioneros : Lava-
lie les devolvia los suyos tomados en Santa-Fé; Acha respetaba
la vida de los que se rindieron en Angaco ; Várela (D. Rufino)
defendía, en una ciudad tomada por asalto, exponiendo la suya,
la vida de los que en el ardor del combate, puestos de rodillas,
clamando en vano misericordia, veian ya á una pulgada de su
pecho las bayonetas de sus airados vencedores. ... Ese mismo
Várela que después fué tan vilmente asesinado, al ir á entregar
á Oribe con bandera de parlamentario á los jefes prisioneros en
Santa-Fé, que le vieron caer bajo el puñal de un asesino, sin
interponerse entre él y su libertador ; sin acordarse siquiera
como militares, que su honor estaba empeñado en que volviese
( I ) Nada hemos dicho de esos horrores porque son los mismos que en Bue-
nos Aires: no hay mas que variar el lugar de la escena, y los versos escritos para
la primera, pueden, poco mas ó menos, aplicarse á todas. Sin embargo, reserva-
mos algunos para el canto VI ; que trataremos de hacer tan diabólico y horrible
como los personajes que en el figurarán. Reservamos para entonces ocuparnos
del tremendo episodio de Camila Ogórman.
APÉNDICE 461
libre é ileso á dar en su nombre las gracias al hombre generoso,
que tan noblemente habia roto sus prisiones !
J^a.pirdida que ha hecho la República Argentina en esta cru-
zada, de jefes y oficiales distinguidos, muchos de ellos soldados
de la guerra de la independencia, es muy notable. Quisiéramos
disponer del tiempo necesario para leer detenidamente todos los
partes oficiales y consignar en esta nota los nombres de esos
viejos guerreros argentinos, que han puesto en la frente de Bue-
nos Aires una corona de laureles, arrancados en diversas regio-
nes, peleando por la independencia americana ; y han venido
después á dejar sus huesos en los campos de batalla de la guerra
civil, sosteniendo los dogmas de aquella revolución inmortal.
En la imposibilidad de hacerlo como deseáramos, añadimos
algunos nombres que recordamos en este instante, á los nombra-
dos en las notas anteriores.
Maciel, tomado prisionero en la frontera de Corrientes y fu-
silado por orden de Oribe : Vilela, después de Famalla : Crám-
mer muerto en Chascomús : Manterola en Machigasta : Rojas,
en Catamarca : Salvadores, en Mendoza : Sardina, en Tucuman. . .
La bravura y arrojo de la juventud que acompañó á Lavalle
es también ejemplar. No hay mas que abrir los periódicos de la
época para encontrar en cada suceso feliz ó desgraciado, uno ó
muchos rasgos de valor, ejecutados exclusivamente por ella.
Y es digno de mencionarse que entre tantos nombres distin-
guidos, el de Alvarcj^ es el mas notable.
Recordamos seis individuos de este nombre (y todavia hay
mas) que todos, menos uno, han sucumbido bizarramente sin
desmentir la nobleza de su raza.
D. Crisóstomo Alvarez, muerto en San Juan : el Dr. D. Fran-
cisco Alvarez, gobernador de Córdoba, muerto en Angaco ;
D. Zacarias Alvarez, jefe del escuadrón Maza, muerto en Sauce-
Grande ; D. Eduardo Alvarez (hijo del general D. Ignacio),
muerto en esta misma batalla; D. Ignacio Alvarez, otro hijo del
general, muerto en Famalla; Alvarez, teniente, uno de los mas
decididos defensores del cadáver de Lavalle.
En la bella introducción de la obra que acaba de publicar el
Sr. Echeverria, f Ojeada Retrospectiva, etc. ) encontramos re-
producidas con mas elocuencia las ideas que expresamos en la
462 CRUZADA ARGENTINA
estrofa tercera, pág. 266. Sólo nos tomamos la libertad de
alterar el orden gramatical, para que puedan aplicarse indis-
tintamente á todos los jóvenes que han muerto en esa glorix^sa
cruzada.
«Mártires sublimes. . . . habéis dado vuestra vida toda entera á
la patria. ... si no hubiera nacido un tirano en ella, la ciencia y
la reflexión habrían absorbido vuestras preciosas vidas.... la
espada y la pluma, el pensamiento y la acción se unían en vo-
sotros para engendrar la vida : — sois la gloria y el orgullo de la
nueva generación.
Mártires sublimes de la Patria I vosotros reasumis la gloria de
una década de combates por el triunfo del Dogma de Mayo. »
§ XVIII. La BALA ANÓNIMA, /)i^. 20^, — En la mañana del 9
de Octubre de 184 1, al amanecer, la casa donde estaba Lavalle
fué cercada por una partida de 25 ó 30 hombres. Su ayudante
vino á prevenírselo. — Lavalle le preguntó únicamente que clase
de enemigos eran, y contestándole La-Casa que eran paisanos:
— Entonces no hay cuidado (respondió), vaya Vd., cierre la
puerta y mande ensillar, que nos hemos de abrir paso. (Nac, cit,)
De allí á algunos instantes se oyó simultáneamente el galope
precipitado de algunos caballos y tres tiros
Cuando entró La-Casa y sus compañeros, el primer patriota
de la República Argentina ya no existia !
«Un profundo dolor reunió alrededor de sus restos á la pe-
queña división y se acordó transportarlos á Bolivia. » (Nac. cit,)
Cuando pasaron los primeros momentos de consternación, se
colocó el cadáver de Lavalle atravesado sobre su caballo, cu-
bierto con su poncho. El general Pedernera se puso á la cabeza
de la fuerza, y empezaron la marcha.
No habian andado una legua cuando supieron que el enemigo,
por distintas direcciones, fraccionándose en fuertes partidas,
venia á cortarles el paso. Pero ellos sin desanimarse, y atrepe-
llando cuanto se les ponia por delante, siguieron su camino.
A cuatro ó cinco leguas de Jujuy, el valiente y leal teniente
coronel Mansilla, se hizo cargo del cadáver; y atacado y perse-
guido continuamente, sin alejarse una pulgada de él, estuvo tres
ó cuatro veces por caer en poder de los enemigos.
Pero la corrupción empezó á apoderarse del cadáver y en el
APÉNDICE 463
temor de que se les cayese á pedazos, lo descarnaron en Rodero,
mas allá de Humahuaca, entre dos montañas, en una quebrada,
á la margen de un riachuelo, donde lavaron sus huesos. . . .
Impulsados del vivo interés que nos inspira todo lo concer-
niente á Lavalle, hemos tratado de informarnos de alguno que
hubiese estado allí y hubiese visto con sus ojos lo que nosotros
hemos leído. — Felizmente, el coronel Dannél, antiguo vete-
rano que ha hecho toda la campaña con Lavalle, que era su ayu-
dante y ha acompañado su cadáver hasta Bolivia, bondadosa-
mente, con la mejor voluntad, nos ha referido cuanto podiamos
desear, y hemos visto con placer que su relato coincide con lo
que ha publicado la prensa de Bolivia y Chile, reproducido por
la de Montevideo.
En la persecución, nos ha asegurado el coronel Dannel que
estuvieron cinco y seis días sin comer : y cuando al cabo de ese
tiempo obtenían un poco de maiz crudo en las rancherías de los
indios por donde pasaban, se consideraban muy felices y lo de-
voraban sin mas preparación.
§ XIX. — Defensa del cadáver de Lavalle, pdg, 270. — He
mandado hacer activas pesquisas sobre el lugar donde esté ente-
rrado el cadáver para que le corten la cabera y me la traigan,
(Carta de Oribe al gobernador de Córdoba C. Arredondo, fe-
cha 12 de Octubre,)
Los restos del cadáver fueron depositados en la Catedral de
Potosí. En el § III, pág. 436, hemos señalado algunas batallas
dadas en el territorio de lo que hoy es República Boliviana,
donde se halló Lavalle y peleó por su libertad.
Algunas partidas del ejército enemigo pasaron al territorio Bo-
liviano persiguiendo á los fugitivos. El general Urdimenea, jefe
de la frontera, les intimó que inmediatamente se retirasen so
pena de tratarlos como á enemigos: Oribe furioso y despechado
reclamó la extradición del cadáver; el noble jefe boliviano
lleno de indignación, ni siquiera se dignó contestarle.
Si no hubiéramos sido tan sobrios, tan sobrios que no conten-
tos con tomar únicamente los rasgos mas notables de cada su-
ceso, según nuestro modo de comprenderlos; al pasar en limpio
nuestros borradores hemos suprimido algunas estrofas que nos
han parecido ó hecho notar que eran débiles ó innecesarias, con
464 CRUZADA ARGENTINA
gusto habríamos consagrado algunas páginas á este virtuoso y
digno soldado de Lavalle.
Son rarísimos los ejemplos de un afecto tan vehemente y de-
sinteresado,— de una fidelidad tan acendrada y constante.
Mansilla era un indio, gaucho de los que en 1829 pelearon
contra Lavalle á favor de Rosas. Perseguido mas tarde por este
último, emigró, y apenas supo que su antiguo enemigo iba á ha-
cerle la guerra, se puso bajo sus órdenes, y desde que salió de
Montevideo, le acompañó fielmente en todas sus campañas.
Cuando se trató de salvar el cadáver, se hizo espontáneamente
cargo de él, y no le abandonó por un' solo instante: llegó á Boli-
via, depositó sus restos en lugar sagrado, constituyóse guardián
de ellos, y permaneció allí por mas de un año, hasta que los
condujo á Valparaíso con destino á la familia del General. En
Valparaíso, donde hoy existen (1846), murió este leal y bene-
mérito soldado.
Si algún día la patria Argentina, — y ese día ha de llegar —
recoge los huesos desús hijos dispersos en los campos de batalla
ó proscriptos en suelo extranjero, y les alza un monumento que
eternice su memoria, al lado de la urna del General Lavalle
debe de colocarse la que contenga las cenizas del Teniente Coro-
nel Mansilla.
§ XX. Himno al mártir, /j^. 27^. — Del admirable discurso
pronunciado por el General Mitre, al pié de la estatua de La-
valle, tomamos los párrafos siguientes :
« La estatua del General Lavalle es la coronación de la gloria
y del martirio. El pampero arrancó una noche el velo que la
cubría, como si la tempestad se hubiese anticipado á inaugurar
en la sombra el monumento del libertador y el mártir cuya exis-
tencia fué una noche tempestuosa.
En medio de la oscuridad de esa noche, una mano anónima ha
estampado una mancha de sangre sobre el pedestal de este monu-
mento, olvidando que un rio de Ugrimas y de sangre la ha la-
vado, y que un nuevo sentimiento postumo la ha purificado. Yo
l;i vuehv a estampar á la luz del día, para borrarla por la mano
del pueblo. Todo debe recordarse y nada debe olvidarse. Los
hombres mas puros son los mas respK)nsables de sus acciones, y
los que honran su memoria no deben declinar cobardemente la
r^spon$4ibiUd;id de sus errores.
APÉNDICE 465
Hace más de un cuarto de siglo que los restos mortales de
Lavalle, salvados por el amor de sus últimos soldados, volvieron
triunfantes del destierro, después de merecerlas oraciones fúne-
bres de las repúblicas americanas por cuya independencia habia
trabajado. En presencia de aquellos huesos peregrinos, dije:
« Mejor se triunfa muriendo que matando. » Y todos hermanos
apaciguados, pudieron abrazarse en torno de su sepulcro, y dor-
mir tranquilos el sueño eterno en el mismo recinto el sacrificador
y el sacrificado.
Hoy, en presencia de su imagen, completaré la lección moral
que se desprende de su vida y de su muerte. Matando una vez,
fué vencido, y de la sangre de su ilustre víctima brotó un tirano.
Muriendo, redimía á su patria por el sacrificio, y de su sangre
brotó la libertad resucitada y la nación argentina unificada por
el dolor.
Lavalle no sólo fué un libertador y un mártir: fué el salva-
dor del honor nacional, y el agente activo de su regeneración
política.
Al levantarse en armas contra la tiranía, consignó en la histo-
ria la protesta de los argentinos contra su bárbaro tirano, y salvó
á su patria y á sus compatriotas de un oprobio eterno, redimién-
doles moralmente.
El basamento con sus catorce fases y sus escudos municipales,
representa las catorce provincias que él recorrió una por una con
sus legiones populares, combatiendo por su libertad y por su
honor, y reuniendo por primera vez á todos sus hijos y á todos
sus partidos bajo una bandera redentora y unificadora. La co-
lumna que se levanta sobre la fortaleza de las catorce provincias
unidas, es el símbolo de la nacionalidad, una y única, por cuya
independencia trabajó Lavalle en toda la extensión del conti-
nente americano, y por cuya libertad y unidad pugnó en toda la
extensión de la República Argentina.
En nombre del pueblo que ha erigido esta estatua, propiciada
por los poderes públicos, yo la entrego á la municipalidad de
Buenos Aires, bajo los auspicios del Gobierno de la nación,
como un monumento municipal y nacional, y debe animarnos
30
466 CRUZADA ARGENTINA
á todos la esperanza de que nuestros hijos, agradecidos al recibir
el glorioso legado, confirmarán la leyenda que hemos grabado
en las cuatro fases cardinales de su pedestal :
EL PUEBLO Á LAVALLE
LIBERTADOR Y MÁRTIR,
MUERTO POR LA LIBERTAD
RENACIDO Á LA INMORTALIDAD.
1887.
§ XXI. Horizontes sombríos — Noble ejemplo — Los pros-
criptos,j&j^. 2^^, — Después de Famalla y Rodeo del Medio, la
heroica juventud que componía los dos ejércitos libertadores,
emigró á los estados limítrofes y derramóse por la República
Oriental, Chile, Bolivia y Perú.
Hemos dejado para abrir con ella el canto III titulado « Cre-
púsculo» la travesia del Chaco por la división Salas y Hornos;
porque ligada con los demás acontecimientos de ese canto, que
finaliza en la batalla del Arroyo Grande, presenta una nueva faz
histórica que explica fácilmente la idea que nos proponemos.
Bien se comprende, que sólo en sentido figurado podemos
decir en la estrofa que origina esta nota, que entonces fué sofo-
cada de nuevo la libertad Argentina, queriendo expresar mas
bien que un hecho consumado, la desorganización súbita y com-
pleta de todos los elementos reunidos y asestados contra la tira-
nía por el noble mártir que acababa de morir.
En esa época un solo pueblo quedaba en pié: Corrientes. Pero
Corrientes no hacia mas que seguir el impulso que le habia dado
anteriormente Beron de Astrada : Corrientes, como Montevideo,
no ha seguido peleando después, sino por sostener su autonomía
y empeñada en la lucha por compromisos anteriores ; y su prin-
cipal conato como el de Montevideo no ha sido otro que el de
salvar su independencia provincial á todo trance.
Los últimos sucesos prueban suficientemente lo que avanzamos.
Mientras la cruzada Argentina y la conflagración que produjo
en toda la República, empezaron y acabaron con Lavalle. La-
valle es respecto de ellas lo que el punto céntrico de un círculo
respecto de las líneas que parten de la circunferencia y vienen á
confundirse en él. Si hacemos abstracción de ese punto, las líneas
mudan de posición y el círculo desaparece. Así, muerto Lava-
APÉNDICE 467
lie, se apagó con todas sus consecuencias y resultados inmedia-
tos, la revolución que habia hecho nacer.
« El soplo de fuego que vida le dio. »
Pacheco y Mitre,
Desde los primeros combates de la guerra de la Independencia,
los nombres de Orientales y Argentinos han dividido los laureles
y los infortunios, en aquella lucha inmortal.
La sangre Oriental y Argentina se encuentra mezclada^ en una
misma fila^ desde 18 10, en las orillas del Plata, del Uruguay y
del Paraná : y después en los cien campos de batalla que se han
abierto al pié de los Andes en aquella guerra de titanes.
Este magnífico recuerdo de gloria nacional, está consignado
en una de las calles de esta ciudad : el documento oficial de esa
nomenclatura, uno de los mas bellos timbres de su autor,
D. Andrés Lamas, lo expresa con las siguientes palabras : —
. . . . « Los Andes han visto abrirse á sus pies, desde la cuesta
de Chacabuco hasta las faldas del Chimborazo y del Cordon-
kanki , los mas gloriosos campos de batalla de la guerra de la
independencia Sud-Americana. En ninguno de ellos dejaron de
brillar las espadas del Río de la Plata, y en muy pocos las de
su margen Oriental. » ( Nac. /^^^. )
Los Orientales, en efecto, asistieron á ese grandioso drama,
no sólo como soldados, oficiales y jefes de los ejércitos Argen-
tinos, sino también formando un cuerpo especial. El batallón
N.o 9 que salió de Buenos Aires para el Perú en 1814, al mando
del coronel D. Manuel Vicente Pagóla, y que sostuvo digna-
mente el honor de las armas republicanas, era compuesto to-
talmente de Orientales.
Mas tarde en Ituzaingó, Juncal, Yerbal, Bacacay, Valles y
tantos otros combates de glorioso recuerdo. Argentinos y Orien-
tales pelearon reunidos bajo un mismo pabellón, ya acariciado
por la brisa de la victoria, ya despedazado por la metralla es-
pañola, portuguesa, ó brasilera.
Decimos que pelearon reunidos bajo el pabellón ArgenitnOf
porque aunque en 1825 el general Lavalleja desembarcó con la
bandera tricolor de 1815 y 16, fué suprimida poca después: y
hasta el 18 de Diciembre de 1828 no tuvimos otra bandera que
468 CRUZADA ARGENTINA
la Argentina, ( Véase el Diarto de sesiones de la H. A, Cons-
titnyente^ N.^ I2y tom. Ijpág, loi )en que la nacional fué creada
por ley especial de ese día.
Y en fin, «en toda la presente guerra se han visto mezclados los
nombres Argentinos con los Orientales en la lucha santa, en que
la paciencia y el valor se han puesto á prueba. Junto al nombre
del general Rivera se alza el del general Paz : al lado de los de
Medina, Aguiar, Luna, Silva, Flores y otros, se encuentran el
del Ministro Pacheco y Obes, Baez, Olavarria, Hornos y otros
en el ejército de campaña. En el de la capital : esos mismos
nombres Orientales y Argentinos se confunden, y el día que
la poesía distribuya sus coronas, y vaya cantando las víctimas
que murieron en defensa de esta tierra, encontrará repetidas oca-
siones de decir, que si un día cayó valiente D. Guillermo Aguiar,
no menos bravo cayó en otro el esforzado D. Prudencio Torres.»
(Apuntes Históricos por F, Wright, pdg, 244. )
§ XXII — ¡Arriba corazones! — Pa'g. 282, — Cualquiera que
conozca á fondo y sepa en todos sus detalles la verdadera histo-
ria de nuestras miserias políticas, cualquiera que haya meditado
algunas horas sobre las causas de nuestro desquicio social, mas
de una vez se habrá preguntado involuntariamente : ¿ el día de
hojy no es igual al de ayer? Si el porvenir será el fruto del pre-
sente, como el presente lo es del pasado, razonablemente ¿qué
podemos esperar mañana, en ese mañana esperado con tanto
afan^ y que nunca llega?
¡ Ay ! esperándolo el cabello se cubre de canas, la frente de
arrugas, el cuerpo se dobla abatido, el alma se materiali;^a: se
exhala y agota en el frió prosaismo de la vida, ó en ingratas vi-
gilias, estériles para esta época, la energía física y moral que,
mejor empleada, sino nos hubiera hecho felices, al menos nos
habria proporcionado una posición social.
¡ Y esa es la suerte de toda una generación I
Entonces, como nos ha sucedido á nosotros, habrá sentido dila-
tarse su pecho henchido de dolor: alguna lágrima habrá resbala-
do en su pupila, y tristemente habrá dejado caer la cabeza sobre
la palma de su mano, lleno de tedio, angustia y desaliento.
Y entonces habrá necesitado de toda la fortaleza de sus convic-
ciones, de toda la inexperiencia y confianza de sus tempranos
APÉNDICE 469
años, de toda la virginidad y brio de su alma, para levantar la
frente con mas arrogancia, y, de buena fé, con el grito de esa
misma alma que fuerte y pura porque el vicio no la ha manchado
aún, se revela contra la tiranía del destino, decir como noso-
tros.— No, no í la realidad es mentira, ... el porvenir es nues-
tro! ¿qué importa el presente? ¿qué importa todo? .. . ¡Ade-
lante ! . . . .
— . . . . la esperanza me envuelve con su manto^
Y en torno mió esparce su diamantina luz!
( Brisas del Plata, pág, 1^4*)
1846.
Tal es el nuevo libro ( Palmas y Ombúes ) del Sr. Magariños
Cervantes, que ha sido saludado como un acontecimiento lite-
rario por la prensa de su patria, y que sin duda merecerá iguales
honores en la argentina, pues las glorias literarias de uruguayos
y argentinos, que reconocen un mismo origen, reflejan honor y
crédito sobre las repúblicas que baña el Río de la Plata, cuyas
ondas las dividen y las unen.
El Dr. Magariños Cervantes, que tan fraternal y tan simpático
ha sido para la República Argentina y para los argentinos, así en
sus grandes calamidades como en su prosperidad, seria moral-
mente acreedor á esta demostración, aun prescindiendo del
mérito literario de su obra. — Bartolomé Mitre,
1885.
En la carpeta Cru^^^ada Argefitina, encontramos, entre otros
documentos curiosos, dos cartas anónimas, ruines pasquines, da-
tadas ( 1846) del Cerrito y Buenos Aires, que guardamos enton-
ces con intención de utilizarlas en alguna nueva edición de esta
Reseña histórica. Durante el largo tiempo transcurrido, la cues-
tión que en ellas estúpidamente se promovia, ha sido planteada
y resuelta varias veces en América y en Europa, y como doctrina
de interés público, juzgamos oportuno reproducir la cita hecha
por Sarmiento, en un caso análogo, de la obra de Robertson,
( France his reing 0/ terror, tomo II, pág. 165 ) — y el dictamen
del actual Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la
Provincia de Buenos Aires, así como la autorizada opinión de
470 CRUZADA ARGENTINA
un general argentino tan inteligente como bravo, sobrino carnal
de Rosas, en el incidente promovido en la capital federal contra
el escritor D. Guillermo Godio, por D. Enrique López, hijo del
Mariscal F. Solano López.
Tanto en el juicio de Robertson como en los demás, se es-
tablece la sana y verdadera doctrina política y jurídica que
conviene tener presente, ya que á cada mandón que se sucede y
á cada libro que condena sus errores, no faltan en South Ame^
rica ilusos ó sofistas, que pretenden hacernos comulgar con rue-
das de molino.
« Después de haber puesto, dice el historiador inglés, á las
puertas del dictador Francia las pruebas de sus crímenes, la
cuenta de ellos queda entre Dios y él. El no puede, en el curso
de la naturaleza, embarazar el suelo con su presencia, (tenia
ya ochenta años) ; y creo que habria sido una culpable omisión
en los anales, horrible, humillante, instructiva sin embargo, de
los hombres malos, haber permitido á este ( Francia ) descender
al sepulcro sin el desprecio, maldición y reproche de todos los
buenos. ¿ Qué salvaguardia tendríamos contra la repetición de
las mismas prácticas infames que han caracterizado el reinado
de Francia, sino es exponerlas á la luz pública ? Los hombres
pueden dictar leyes locales, y tiranos ejecutarlas ; 'ptro \2i prensa
alcanza d circular por toda la tierra y á promulgar de genera-
ción en generación la narración de las maldades que pueden
inspirar un saludable temor en el alma de legisladores futuros,
y aun á los pueblos sobre los que aquellas leyes deben obrar. —
Robertson. — Edición de 1839, London.
Pienso que el juicio histórico que se emita sobre los hombres
y sobre los sucesos que han figurado en los tiempos pasados,
siempre que ese juicio no tenga el exclusivo objeto de zaherir
individualidades vivas, — no puede dar lugar á los descendientes
de aquellos hombres á considerarse personalmente ofendidos
por los juicios que provoquen los hechos de sus antepasados.
Acéptese lo contrario, y la historia es imposible, pues seria
más peligrosa la serena misión del historiador que la siempre
agitada vida del militar.
Los hombres públicos, que por cualquier acto se vinculan á
APÉNDICE 471
la historia, son personalidades aisladas, sin parentesco ni víncu-
los de sangre. Son sólo figuras históricas singulares, que obran y
se agitan en la escena pública, fuera de esas encantadas y miste-
riosas soledades del hogar.
Los descendientes de Rosas y Oribe, distinguidos y estima-
bles, son hoy los amigos de los que juzgan á sus genitores con
la severidad histórica que sus hechos autorizan, y jamás á nin-
guno de ellos se le ha ocurrido que el deber les llama á la pa-
lestra en defensa de ofensas que no pueden alcanzarles. — Luis
V. Várela.
1888.
Cuando una tiranía ha sido un hecho, discutirla es perder
tiempo en discutir la luz, y los descendientes irresponsables de
los que fueron sus instrumentos, no tienen sino dos cosas que
hacer: callarse y probar con su vida que no aceptan la iniqui-
dad ni agenas responsabilidades.
Por consiguiente, en el caso que Vd. me somete, los que le
provoquen se apartan de mi criterio, y como una consecuencia
de ello, Vd. no les debe reparación alguna.
Algo mas; dándola Vd. negaria la verdad contemporánea, que
es la fatalidad lamentable de los inocentes hijos de López. —
Lucio V. Mansilla.
1888.
Q — CLAMOR DEL PATRIOTISMO, pág ^op. — Arranco
del folleto la Guerra Civil y del Discurso pronunciado en el
festival celebrado en el Teatro de San Felipe el i.® de Diciembre
de 1886, las dos bellas páginas, escritas por su autor á veinte y
treinta años de distancia, é inspiradas en los mismos patrióticos
sentimientos que hirieron mi alma al divisar las costas urugua-
yas, volviendo de Europa. Los nobles conceptos proclamados
por el Dr. Ramírez en la última guerra civil ( 187 1) y en la
fiesta de rempatrio, han sido siempre el voto de todos los ho-
nestos ciudadanos, y hoy como ayer importa mucho no olvi-
darlos.
.... hay un trabajo inmenso de pacificación y de fraternidad
que no espera para consumarse con el irresistible empuje de
47^ CRUZADA ARGENTINA
una ley divina, sino la vigorosa iniciación de algunas almas
puras y valientes.
Las acciones heroicas han sido y serán siempre el bello ideal
de toda juventud sobre la tierra.
El que le pide debilidad y cobardía sólo incurre en su desden
y su desprecio.
¡Espacio para el águila ! ¡campo abierto para el león ! ¡ vastos
cielos para el ángel !
Lo que yo le pido ala juventud de mi Patria, lo que me pido
á mí mismo, no es un acto de debilidad ó cobardía.
Es un gran acto de heroismo, de heroismo igual, pero mas
elevado, mas humano y mas fecundo que el heroismo desple-
gado en la guerrilla y la refriega de la lucha.
Suponed un torrente desbordado que corre á los abismos ; un
hombre se lanza á favor déla corriente y superior á su furia, pa-
rece majestuosamente adelantarle en la vertiginosa carrera;
otro hombre se lanza contra la corriente, y la domina y la vence
salvando con orgullo de los insondables precipicios.
Entre esos dos heroismos — ¿ cuál es mas grandioso y envi-
diable ?
Suponed un incendio voraz que levanta á las nubes su pena-
cho ; un hombre penetra entre las llamas, atraviesa el fuego é
iluminado por resplandores siniestros, lleva la destrucción mas
allá que la fuerza natural del elemento ; otro hombre, penetra
también entre las llamas, atraviesa el fuego y pone fin á los es-
tragos, levantándose erguido y satisfecho frente á los edificios
que salvó de horrible ruina.
Entre esos dos hombres — ¿ cuál es mas generoso y meritorio ?
Si hay en el hombre un alma, una ley moral, una chispa di-
vina, el valor cívico es la suprema virtud de la política.
Recojamos nuestro espíritu, y tengamos la resolución de oir
esa voz interior que hace mucho tiempo nos murmura entre las
exageraciones ficticias del espíritu departido — unión, concor-
dia y fé.
La misión de las generaciones, que nacen á la vida, no puede
ser la herencia impuesta del pasado, sino las aspiraciones espon-
táneas del futuro.
APÉNDICE 473
Abandonemos el imperio de la fantástica leyenda, la santidad
de los odios, la gloria de las guerras civiles.
Nuevos horizontes, nueva vida. — Pa:^y fraternidad! — Car-
los M, Raviirei.
1871.
Y ahora, para sintetizar en conclusión el sentido íntimo que
yo descubro en los acontecimientos de estos días solemnes,
séame permitido, yaque estamos en un teatro, evocar un epi-
sodio de una de las mas originales creaciones del teatro contem-
poráneo.— Pasa la escena, allá, en la Edad Media, en una de
aquellas repúblicas italianas cuyas tempestades tanto se aseme-
jaban á las nuestras. — En el asalto de una ciudad, el jefe ven-
cedor ultraja á la hermana del jefe vencido. — Ella, á nadie fía
la venganza de su honor; — busca en el campo de batalla al
hombre que la ha ultrajado, y le hiere mortalmente ; pero vuelve
á encontrarlo con vida aun, devorado por las angustias de una
sed horrible, implorando socorro con lamentos desgarradores. . .
La naturaleza recobra al punto sus fueros en el corazón de la
joven ; apiadada, enternecida, aplaca la sed de su enemigo, le
salva, le perdona y le brinda su amor á condición de que con-
sagre su existencia á reparar los males de la ciudad cautiva. —
Creo que podemos personificar la patria en esa joven ultrajada,
algún día vengativa, misericordiosa después ; creo que podemos
admirarla, noble y magnánima, perdonando todos los ultrajes,
y brindando á todos el agua pura del olvido y del amor, para que
renazcan á la vida de los hombres libres y en santa paz cultiven
la gloriosa herencia de los Treinta y Tres I — Carlos M, Ramire:^.
1886.
R— FÉ EN EL PORVENIR, /i^. jii.
En tempestad deshecha, yo he visto el mar bravio,
Y aunque dudé un momento, roto el celaje umbrío,
Al suspirado puerto mi nave se encamina.
Distinguido Sr. y amigo : Sé que Vd. comprenderá que, lle-
vando el nombre que llevo, no puedo darle otro título que el
de amigo, aunque nunca haya estrechado su mano. Acéptemelo
pues, en la seguridad de que los cariños que mas venera mi
corazón, son aquellos que ha recibido por herencia.
474 FÉ EN EL PORVENIR
Ayer llegó á mis manos su afectuosa carta, regreso de Viena.
Palmas y Omhúcs ha quedado allí haciendo las delicias de mi
secretario, que ha tenido el buen gusto de no remitirmelo, juz-
gando con razón, que aquí me seria fácil encontrarlo. En efecto,
una hora después de recibida su carta leia su libro. No le oculto
que he cometido un error, pero tenia prisa Debí reservarlo para
Viena, como deben reservárselos recuerdos dulces para las ho-
ras de tristeza. Me habría llevado la nota de la Patria, tal como la
siente el corazón, despojada de todo atributo de progreso ma-
terial, en su aspecto propio y genuino, en sus rasgos caracte-
rísticos, la Patria vieja de nuestros padres, que amaban con ter-
nura en su humildad. En muchas de las páginas de su libro
circula esa corriente moral que con ninguna otra se confunde.
Le soy deudor de haber vuelto á sentir por un momento, al
comenzar el declive de la vida, las mismas emociones que á los
1 8 años despertaban en mi alma las estrofas de Celiar, Me in-
clino con respecto ante el temple de su espíritu, que ha conser-
vado incólume su amor sereno por las cosas bellas de la vida, al
través de todas las amarguras de una ruda travesía, entre las que
no son las menores las angustias patrióticas que para Vd. deben
ser intolerables. Vd. ha encontrado en las alturas un refugio
contra las miserias del suelo y en la pintura de los mas nobles
aspectos de la naturaleza humana, un sostén contra las cosas
brutales que en la tierra en que Vd. y yo nacimos, empujan al
escepticismo ó la desesperación.
En la época revuelta é inquieta en que estos países pugnaban
por salir de la barbarie, un azar me hizo nacer en Montevi-
deo. — Ese vínculo fugitivo, que es un honor para mí porque el
primer aire que respiré fué el que daba vigor á hombres de
alma levantada que combatían por la libertad, no se ha roto ni
ha podido romperse. Jamás me siento extranjero en las calles de
mi ciudad natal, y, lejos ó cerca, hay en mi corazón ecos gozosos
para sus glorias, pena profunda por sus dolores. Déjeme, pues,
un instante apartar mis ojos de las cosas que irritan y sublevan,
para llevarlos á las que consuelan.
Saludo, pues, al poeta de vigorosa y noble inspiración, cuya
labor intelectual es y será un honor para su patria, y que prueba
APÉNDICE 475
con sus libros que no ha muerto en ella la aspiración al ideal,
ni el nervio y la fuerza necesaria para alcanzarlo.
Soy de Vd., señor respetuoso servidor y amigo. — Miguel Cañé,
Buenos Aires, Noviembre 95 1885. — Saipacha 419.
Montevideo, Diciembre 3 de 1885.
Sr. Dr. D. Miguel Cañé.
Mi distinguido amigo: Cuando llegó á Montevideo su apre-
ciada carta del 27 del pasado, me encontraba en el Departa-
mento de Canelones.
Viejo amigo de su padre desde el sitio de Montevideo, en-
cuentro natural que el digno hijo del esclarecido escritor, que en
las riberas del Plata supo hacerse respetar y querer por la no-
bleza de su carácter, por su talento original y fecundo, y por su
ciencia de buena ley, revindique el título de amigo mió, aun-
que jamás haya estrechado mi mano.
Por herencia y por derecho propio,
<Et par droit de conqnéte et par droit de naissaoce»
como diria el cantor de la Henriada, pertenece Vd. á la familia
de los que gozan el privilegio de insinuarse hasta el fondo de las
almas con la magia de su estilo, y á través de los odios, las lu-
chas políticas, el clamoreo de los intereses heridos, y también
de las aviesas pasiones humanas, conquistan doquiera amigos
desconocidos, corazones que laten al unisón del suyo, espíritus
que atrae y arrastra en su órbita poderosa el entusiasmo, ó la
similitud de ideas y sentimientos.
Vuelva Vd. á leer las breves cuanto preciosas líneas en que ha
sintetizado todo el poder de la palabra, insertas en la nota 5 de
la composición Almas hermanas (T. I^ pág. 182,) y ellas le
dirán, mejor que podría yo hacerlo, hast-i donde alcanza esasubli-
me manifestación de la inteligencia humana, «único elemento ca-
paz de sacudir, guiar, enloquecer los rebaños de hombres sobre
el polvo de la tierra! Tiene la armonia del verso, la influencia
penetrante del ritmo musical^ la forma de los mármoles artís-
ticos, el color de los lienzos divinos. Y entre los raudales de su
luz, las olas de melodía, las formas armoniosas como el metro
griego, va el sarcasmo de Juvenal, la flecha de Marcial, la punta
incisiva de Swft ó el golpe contundente de Junius, el sublime
anónimo !....:&
476 FÉ EN EL PORVENIR
¡ Cuánta delicadeza en sus recuerdos de la tierra en que naci-
mos! ¡Cuan profundo sentimiento del infortunio que hoy pesa
sobre el pueblo oriental ; sobre las nubes tempestuosas que se
amontonan en los pavorosos horizontes de su presente sombrío ;
sobre la brutalidad de los hechos que empujan al escepticismo ó
á la desesperación; sobre el llanto de las cosas de que nos habla
Lucrecio !
Y sin embargo, en los viriles acentos del autor de Tedium
viioB, siento rumor de alas que se desplegan ansiosas de hendir
el firmamento, al recordar Vd. las glorias de la ciudad natal,
donde qI primer aire que respiró era el que retemplaba el cora-
zón y el brazo de los hombres, émulos de Plutarco, que durante
nueve años asombraron á la América y al mundo con su heroís-
mo, con su abnegación, con su fé inquebrantable en el triunfo
definitivo de la causa de la libertad y de la civilización en el
vasto escenario que se dilata desde el Atlántico hasta los
Andes !
Gracias á ellos, todavía tenemos derecho á esperar que la si-
miente regada con su sangre generosa, oculta bajo los escombros,
pero no muerta, volverá á brotar. Todavía, como en 1844, creo
que apesar de las amarguras y desencantos de la derrota, el
eclipse no ha de ser eterno, y la causa inmortal de las institucio-
nes, á la voz del pueblo, ante la protesta armada del derecho, ha
de alzarse radiante y majestuosa como Lázaro de la tumba, por
la razón ó la fuerza !
Aun nos queda una raza de valientes
Aun existen patriotas eminentes,
Aun existe un hermoso porvenir I
Altanero está en pié Montevideo,
El Mesias del Plata giganteo,
Cuyos dogmas no pueden sucumbir !
Y en el Cerro, en el mar, en las trincheras
Aun ondean las célicas banderas,
Que su sombra nos prestan al morirI(*)
1844.
Doy á Vd. las gracias, Señor, por los elevados sentimientos
(*) £1 18 de Julio de 1830
APÉNDICE 477
que manifiesta á propósito de Palmas y Ombúes, por los con-
ceptos que le ha merecido el libro, y sobre todo por lo que se
refiere al honor que pueda acaso reflejar sobre la Patria de Joa-
quín Suarez y Eduardo Acevedo, de Juan C. Gómez y Adolfo
Berro, contribuyendo con su grano de arena á la obra meritoria
de los que han sabido honrar el nombre Uruguayo en todas las
esferas de la acción y del pensamiento, dentro y fuera de sus
hogares.
En uso de un perfecto derecho, ha podido Vd., nacido acci-
dentalmente en Montevideo durante la tiranía de Rosas, que
llevó al destierro á su progenitor, optar por la ciudadanía ar-
gentina : para nosotros en el campo neutral de las letras será
Vd. siempre Oriental.
Crea que desde largo tiempo atrás soy su amigo, por aprecio
al nombre que Vd. lleva, por sus propios méritos y por simpa-
tías literarias. Muy grato me será estrechar mas y mas estos
vínculos en lo sucesivo. Sírvase Vd. pues, darme aviso de su
domicilio cuando pase por Montevideo, y ordene á su affmo.
amigo y S. S. — A, M, C,
(Calle Sarandi, ia8 altos)
S — TABARÉ, pdg. J20. — En una serie de artículos sobre al-
gunos poetas americanos publicados en 1882, en los juicios sobre
el poema A confederagao dos Tamoyos y sobre el canto épico á
Junin, deciamos :
« El poema de Magallaens, que ha sido ensalzado y deprimido
por la crítica de sus propios compatriotas de tal modo que hace
recordar el verso de Moliere, no merecia
Ni cet excés d'honneur ni celte indignité.
Su importancia es grande no obstante ; pero relativa, y desde
que no se aprecie bajo el punto de vista americano, su interés
parecerá secundario como el de todos sus congéneres, sin excep-
tuar La Araucana, si se les compara con las grandes epopeyas
que tienen por argumento sucesos que abrieron nuevos hori-
zontes á la civilización, cambiaron la dirección de la sociedad,
ó influyeron poderosamente en los destinos del linaje humano,
como son los que inspiraron la Iliada, la Eneida, la Divina Co-
media, Las Lusiadas, la Jerusalen Libertada.
Pero si hacemos esta concesión en general á las epopeyas eu-
478 TABARÉ
ropeas, hemos sostenido antes de ahora y lo repetimos hoy, que
el descubrimiento, conquista y población de América, como
tema poético, las supera en importancia bajo cualquier aspecto
que se encare; como supera Colon á Vasco de Gama ; Hernán
Cortés á Aquiles; Pizarro á Eneas; y Bolivar á Godofredo de
Bouillon.
No son, pues, justos ni colocan la cuestión en su verdadero
terreno los que preguntan con desden: ¿qué interés pueden
ofrecer oscuras tribus y oscuros combates, librados sin más ob-
jeto que esclavizar á los pobres indios ? . . . .
Lean los que tal escriben las Vidas de españoles célebres es-
critas por Quintana, y modificarán algo sus juicios.
La verdadera cuestión por consiguiente, despojada de sutilezas
y distingos — en puntos sobre los que podría estarse disputando
hasta el día del juicio final sin entenderse, — viene á quedar re-
ducida á saber si los poemas americanos traen ó no nuevos ele-
mentos al arte, nuevas y peregrinas guirnaldas al templo de la
poesía universal, por su originalidad, por la grande cuestión de
la autonomía de las razas que poblaban el nuevo mundo, por la
historia del descubrimiento en que se destaca la figura del inmor-
tal genovés; por la lucha de los colonos con los indígenas y con
el suelo penosamente conquistado palmo á palmo á la civiliza-
ción y al progreso ; por los acontecimientos en que se fundan
esos poemas, vinculados en cada región como el cimiento al
edificio, á las nacionalidades que debían surgir más tarde, y por
cierta faz inherente al medio en que se desarrolla el ser humano
— la topografía, el clima, la naturaleza, con todas sus maravillas
y esplendores — y que corona como una aureola de luceros la
gloriosa epopeya de la Independencia en las dos Américas.
Esos hechos en realidad, digan lo que quieran los europeos y
los partidarios fanáticos y rutineros del clasicismo, cuyas bellezas
por mi parte admiro sin abdicar mi criterio americano, son mas
importantes para estos pueblos que la toma de Troya por los
compañeros de Aquiles; ó el paseo del Dante por los infiernos en
compañía de Virgilio ; ó el descubrimiento por Vasco de Gama
en el siglo XVI del paso á las Indias Orientales por el Cabo de
Buena Esperanza, ó la fuga del Eneas délos muros incendiados
de Ilion con su padre Anquises y sus penates á cuestas. 7/
APÉNDICE 479
No se crea por esto que entiendo que en todo argumento, sea
cual fuere, han de figurar los indios. Basta que el poeta sepa
elevarse á la altura del asunto que escoja, é imprima á sus
creaciones, en el fondo y en la forma, en cuanto sea posible, el
sello de su personalidad, la del país á que pertenece, y la de su
época.
Después de cotejar las escenas cantadas por Homero con otras
del mismo género, descritas por Olmedo, Gon^alvez Diaz y Er-
cilla, agregábamos :
« Presentar estas originales escenas y otras semejantes con
toda su verdad, con toda su vida y esplendor, en las que se
destacan sucesos y personajes, ideas y sentimientos que en el
curso de los siglos cambian de ropaje, pero en el fondo son
eternamente los mismos en el corazón del hombre, es obra de
los verdaderos poetas y grandes artistas como Olmedo, Gon9al-
vez Diaz, Ercilla, de los que con los sonidos de la lira saben
imitar, cuando no exceden, la habilidad del pincel, que roba á la
luz sus líneas, sus relieves y matices, y los deja estampados sobre
la tela.
La poesía en todas sus fases y manifestaciones en el pasado,
en el presente y en el futuro, tiene en América veneros sin
cuento ( explotados en muy pequeña parte ) que ofrecen riqueza
inagotable, horizontes sin límites, á sus pensadores y poetas.
Si en cuanto á la forma pueden y deben estudiar ellos á los
poetas que les han precedido en otras regiones, y tributar res-
petuoso culto á la lengua materna, sin rechazar por eso las lo-
cuciones y palabras locales, (punto de que nos ocuparemos más
adelante) no necesitan ir á buscar á ninguna parte fuentes de
virgen y robusta inspiración. La tierra maravillosa descubierta
por Colon, en su naturaleza, en su historia antigua y moderna, en
el destino providencial que le está reservado, en la evolución
eterna de las sociedades humanas, les ofrece un océano de poe-
sía. Todo anuncia, sin vana jactancia, que en los tiempos veni-
deros el cetro del poder y de la inteligencia será suyo. Dentro
de doscientos ó trescientos anos, decia ya Rivera Indarte, el
equilibrio político, económico, científico y social del mundo
que habitamos, no estará en Londres, Berlin ó Paris. . . .
La posteridad ha conservado á Píndaro el título de príncipe
48o TABARÉ
de los poetas líricos, que le discernió Quintiliano. Las críticas
de los Perault, de los Lamothe y otros innovadores de su talla,
que preferian Chapelain á Homero, se han hundido ante el fallo
de Horacio, Cicerón, Boileau, Mad. Dacier, etc. (*)
Lo mismo ha sucedido y ha de suceder con Olmedo. El juicio
de Bello pesa tanto en la balanza como el de Quintiliano.»
Hágase la aplicación á Tabaré de estos principios, y la crítica
que sabe penetrar hasta el fondo de las cosas (Palmas y Otn-
búes, T, Ifpág, jo^ ;J crítica que tenga en cuenta la idea capital
del poema, las convicciones y el medio ambiente en que se des-
arrolla la inspiración del autor, aunque tal vez no participe de sus
creencias ni de sus ideales, no podrá menos de reconocer sus
relevantes dotes de pensador y poeta americano.
Con todos sus defectos ( ¿ y qué obra humana no los tiene ? )
suponiendo que Tabaré en rigor no sea una epopeya, ni el
Charrúa un personaje poético; que la trama sea demasiado sen-
cilla; que estén reñidas con la realidad algunas situaciones; que
predomine el lirismo con exhuberancia sobre la acción dramá-
tica; que haya monotonía y hasta pobreza, no en el estro que
es casi siempre altísimo, sino en la versificación asonantada
en que está compuesto todo el poema, defecto imperdonable en
un poeta que versifica tan admirablemente como el Dr. Zorrilla
de San Martin, asimismo el poema ó leyenda — llámenlo como
quieran — sobreabunda en tantas y tales bellezas, que por mi
parte no vacilo en colocarlo en la primera fila de los mas nota-
bles trabajos que en su género se han producido hasta ahora en
la América Española, — obra de un eximio poeta, como lo es sin
ningún género de duda, el laureado cantor de La Leyenda Patria.
No es este el lugar de entraren un análisis detenido del poema;
pero bien puede asegurarse, porque está en la conciencia de
todos, que aquel canto magistral f La Leyenda Patria ) y^ot si
solo bastaría para inmortalizar el nombre de Zorrilla de San
Martin, cuya gloria nacional revindicamos con orgullo sus com-
patriotas.
Diciembre i8 de x888.
( * ) Véase el discurso preliminar de la Traduction complete des odes de Pitt'
daré, en regard du texie grec^ por R. Toürlbt.
APÉNDICE 481
T — COMO LLEVA EL CRISTIANO SU CRUZ, — Re/eren^
c ia de la pág. ^57.
Por gracia singular sumiso vierte
Lágrimas dulces al llorarla muerta !
La carta que insertamos en este § es en rigor un auto-biogra-
fía : ella da la medida de las profundas convicciones y del genio
de Zorrilla de San Martin, sincero católico, que en medio de su
inmensa desdicha, bajo la mano de Dios, inclina resignado la
cabeza ; cree sinceramente en la existencia de ultratumba, en las
promesas de otra vida, y confía en la misericordia infinita. El don
de la gracia ha descendido hasta su corazón despedazado, y de-
rramando sus dolores en el seno de la amistad, siente y se expresa
con la elocuencia y el fervor de un ApóstoL
La crítica, digna de ese nombre, que sabe comprender y uti-
lizar esta clase de documentos bajo el triple aspecto de la natu-
raleza de cada espíritu, del sentimiento y de la idea religiosa ó
artística, como espontánea revelación del ser humano, ha de
agradecernos la publicación de esta página intima, que como
otras semejantes, por mucho que nos favorezcan personalmente,
honran todavia mas á sus autores, porque ponen en transpa-
rencia su alma luminosa, genial y apasionada, los tesoros de
ternura y amor que se albergan en su nobilísimo corazón, y los
vínculos misteriosos que en el mundo y mas allá de la tumba,
ligan eternamente á la criatura con su Hacedor. Así se explica
como el poeta creyente tiene alas para remontarse á las mas en-
cumbradas alturas.
¿ Quién de nosotros no ha sentido mas de una vez la avasa-
lladora influencia de la inspiración poderosa de Zorrilla de San
Martin? ¿Quién no sabe de memoria las principales estrofas de
su admirable Credo ?
«Yo alzo la voz. Señor, alzo la frente;
Y entre el silencio y la quietud inmensa.
Llego tranquilo hasta besar tu mano
¡Paso hasta mi Señor....! ¡Yo soy cristiano!
Con la sangre de un Dios hasta Dios llego ;
De pié sobre los mundos humillados
En sus brazos me entrego;
Con el sello del Cristo sobre el labio,
482 COMO LLEVA EL CRISTIANO SU CRUZ
Con solo mi bautismo
Orgulloso me siento ante Dios mismo.
I Dios en mi corazón, Dios en mi frente !
Siento bullir la fe en mi pensamiento;
Mi corazón se expande . . .
Por la primera vez mi canto siento
Grande nacer y levantarse grande. »
Leed ahora su carta :
Buenos Aires, 12 de Febrero 1887.
Mi poeta, mi amigo :
Muchas gracias; su corazón es grande, mas grande aun que
sus cantos, y estos, son el corazón de la historia de nuestra
patria.
Le escribo llorando ; no podré dar forma al beso que mis hi-
jos, vestidos de luto á mi rededor, envian á la frente veneranda
del cantor de su madre muerta.
Oh, sí, es cierto, poeta querido : ella era lo que Vd. dice
y mucho mas. Sus últimas lágrimas se evaporaron en ángeles.
Era mi vida entera ; lo mas hermoso, lo mas puro de mi vida. —
La amaba desde niño, ese amor puro perfumó mi niñez, salvó
mi juventud, fué la base de mi hogar y el alma de mis hijos.
Orábamos juntos, padeciamos juntos, nos repartíamos por
igual las pocas sonrisas que encontramos en nuestra corta pere-
grinación sobre la tierra lY ^^ hemos muerto juntos 1
Pero juntos resucitaremos, juntos caeremos algún día en el
regazo de Dios.
El me la dio y El me la quitó. Si no tenia derecho para lo
primero; si el dármela fué un acto gratuito de la divina miseri-
cordia, ¿por qué no he de acatar con la frente sobre el polvo,
la inescrutable disposición que la separa del dominio de mis
sentidos, sin separarla ¡ no por cierto ! del dominio de mi alma?
¿Por qué, como ayer ofrecía al Señor el holocausto de mi gra-
titud en la felicidad, no he de ofrecerle hoy los pedazos de mi
corazón, que Él ha destrozado, como ofrenda suplicatoria y
satisfactoria ?
¡Ah, mi poeta, mi grande y generoso poeta I Yo quisiera,
movido por un sentimiento de inmensa caridad, salir clamando
APÉNDICE 483
por calles y plazas para requerir á mis hermanos á que crean en
Jesucristo Crucificado, Nuestro Dios y Señor, á que lo amen, á
que la adoren ; yo quisiera proclamarlo desde la Cátedra sagrada
del doloFy el infortunio. Yo acabo de sentir en mi alma la in-
fluencia inefable de su Religión divina, la Religión del dolor,
única verdadera, porque el dolor es también lo único inevitable
en este valle de lágrimas. Aquel grito de desolación que el poeta
ha sentido brotar de mis labios en el momento indescriptible ^
fué un grito cristiano que recorrió dos veces lo infinito, porque
por la misma senda trazada por él para subir hasta Dios, des-
cendió el espíritu de Dios hasta mi alma derramando en ella la
simiente de la esperanza y del consuelo inmortales.
¡ Desgraciados de los que no creen y no esperan !
Yo he oído su canto, mi querido amigo, desde los brazos de
la cruza que estoy abrazado con verdadero amor. — Bendita
sea, pues viene de manos del Señor.
El dogma inefable de la Comunión de los santos es mi amparo
y mi refugio. Yo sé por él, con la indestructible seguridad de la
fé, incomparablemente mas vigorosa que las vacilantes y siem-
pre desmentidas conclusiones de la limitadísima razón humana,
yo sé que mi ángel se durmió sólo en la muerte ; sé que vive y
despertará ; sé que existe una solidaridad eterna entre nosotros ;
que mis actos, mis oraciones, mis sacrificios serán para ella,
como sus cantos de felicidad eterna y su mediación ante Dios
serán para mí ; yo sé que vela en la eternidad cuando yo duer-
mo, padezco ó lloro en el tiempo ; sé que besa sus hijos en la
cuna ; que ios seguirá en las visicitudes de la vida, que encen-
derá para ellos la estrella que los ha de guiar á la consecución
de sus destinos eternos; sé en una palabra, que seguimos siendo
miembros de un mismo cuerpo, la Iglesia de Jesucristo, y que
participamos de la misma vida inmortal, de esa savia de amor,
de caridad, de purificación ó de gloria que circula en ese divino
organismo formado por el Dios -Hombre, vencedor de la muer-
te y del pecado.
Y sin embargo lloro, lloro mucho, amigo querido. — ¡ Ah ! —
También lloró el Señor sobre el sepulcro de Lázaro, divinizando
así las lágrimas ; también lloró, sublimándolas, la Virgen desola-
da que aceptó el título de madre nuestra de que se despojó el
484 COMO LLEVA EL CRISTIANO SU CRUZ
crucificado, para legar al hombre que lo cruSificaba, y que es-
taba personificado entonces en el evangelista, lo último que le
iba quedando en la tierra : su madre.
¡ Felices los que podemos sollozar en los brazos de esa madre !
¡ Quién pudiera hacer que no existiera un solo hombre capaz de
repudiar esa incomparable herencia de Dios !
Pero, después de Dios, después de la fé católica, el corazón,
que también es un pedazo de carne, reclama á grito herido el
consuelo sensible ; los ojos quieren ver, los oídos quieren oir.
¡ Cómo habré oído yo, mi poeta, mi amigo, la indefinible
armonía producida por el espíritu purísimo de mi santa al pasar
por las cuerdas de su preciosa lira !
¡ Con cuánta ternura y cuántas lágrimas no habré visto que la
clarovidencia de la inspiración de nuestro gran poeta ha repro-
ducido é inmortalizado el mas grande y el mas santo momento
de mi vida, y ha dado eco á mi grito de desolación !
Gracias, mi amigo, porque me ha ofrecido su seno generoso
para lloraren él; porque me dice, en el idioma del arte, lo que
estoy oyendo todos los momentos repetido en el idioma de la
fé : que ella era santa, que ella era inocente, y sin embargo, com-
partió mi merecido adverso destino, mis justas amarguras, mi
triste vida, purificándose así mas y mas en el dolor; que ella, mi
querida, mi compañera incomparable, no se ha ido, que vive
en estos pedazos de mi corazón, que ahora me rodean con el
luto en las ropas y las inconscientes sonrisas en los labios, j Los
estoy oyendo reir, mi amigo; los estoy oyendo cantar ! ¡ Son los
cantos que su madre les enseñó ! Benditos sean por ella !
Gracias porque me habla de ella y de Dios, déla esperanza y
de los amores eternos; déla permanencia de su espíritu en el
mió ; de la misericordia del Señor que cura con la misma mano
con que hiere, que gradúa el peso del yugo teniendo en cuenta
el vigor de la cerviz en que ha de colocarlo, y que, próvido é in-
finitamente bueno, nos da y nos vigoriza la fé que santifica el
dolor y hace propiciatorio el infortunio.
Siento un poco fatigada el alma ; necesito apagar ahora los
recuerdos que me lastiman, necesito vivir para padecer.
Condenso en un solo beso los cinco besos de mis hijos, y lo
envío á su frente en nombre de mi ángel; le doy un abrazo
largo, apasionado — Juan Zorrilla de San Martin.
APÉNDICE 485
U — PARA ELLA, referencia de la pág. ))j.
.... Salud, nobles almas,
Que habéis arrojado mirtos, lirios, palmas,
A mi serafín!
Querido amigo :
Los versos que le adjunto son la última nota inédita de la fiesta
nupcial que se celebró en esta su casa, el mes pasado, y á la que
asistió Vd. con su bella compañera.
Escrita la composición después del baile ^ no pude, como hu-
biera deseado, vivamente conmovido por la galantería y precio-
sas estrofas del Dr. Pérez Martinez, dar lectura de ella á las dis-
tinguidas personas que nos honraron con su presencia y valiosos
obsequios. Permítame Vd., pues, hacerlo en las columnas ó tri-
buna de La Ra¡^on, y darle las mas expresivas gracias, lo mismo
que á los órganos de la prensa que tuvieron la bondad de favo-
recer con sus benévolos conceptos á los jóvenes desposados y á
sus deudos.
Bien quisiera — pero no lo juzgo ahora necesario — transcri-
bir, en señal de aprecio, algunos párrafos de los artículos publi-
cados. — A. M. C.
S/c, Junio ao.
Sarah Magariños, la hija de nuestro primer bardo, con delica-
deza filial, reservó las primeras páginas de su álbum para que
la inspiración paternal dejara á la vez sobre ellas la tierna des-
pedida.
Condensación de un pasado — que da el corazón de un padre
á la niña que desaparece entre los blancos tules de la desposada ;
y la bendición á la mujer que traspasa las puertas de la vida de-
jando en sus dinteles blanca estela de ñores de azahar.
Con lágrimas y sonrisas ha llenado nuestro querido poeta las
páginas de Sarah.
Que la Providencia llene sólo con sonrisas todas las del álbum
de su vida. — El Bien,
Esta reina de hermosura, cuyo imperio se acataba en Monte-
video, vestida de novia, con un traje cuya elegancia corria pare-
jas con su riqueza, pareció querer brillar en la noche de sus
486 PARA ELLA
bodas con esplendor supremo, produciendo un verdadero des-
lumbramiento.
Al mirarla, recordamos los versos de un gran poeta, de quien
otro dijo que la mejor estrofa de sus cantos inmortales era Sara.
Precisamente del autor á su bella hija cuando ésta aun no había
abandonado sus adoradas muñecas.
El mas que el p:idre, artista, hablaba, al decir :
E¿ brillante que espléndido rutila
No es mas fúlgido, no, que tu pupila.
Misteriosos ojos aquellos que eran el centro, el foco de la
atracción de todas las miradas cuando se realizaba la solemne ce-
remonia de enlazar la existencia de su dueña á la del apreciable
caballero doctor Decoud. — La Época.
EL SUSPIRO DEL BARDO
También queremos estampar en nuestras páginas las melancó-
licas estrofas epitalámicas con que el viejo bardo canta á su hija
gentil en labora misteriosa en que, abandonando el antiguo ho-
gar, surge mujer de entre los cendales de la virgen.
Hemos leído con el corazón oprimido esos versos, y luego de
leerlos, hemos sentido la necesidad de visitar á nuestras peque-
ñuelas dormidas infantil y candorosamente en sus pequeños le-
chos colgados de blanco.
Hay en esos versos todas las ternuras del padre y todos los
entusiasmos del artista.
Habla de su hija acariciándola, y su palabra esclava de su
pensamiento alígero, rinde luego entusiasta homenaje á la forma
divina de la bella criatura, que más parece formada de sus
versos que de su sangre.
Hay algo del énfasis oriental entrelazado á la piedad cristia-
na en esas endechas, que se elevan al cielo, como en las ciu-
dades andaluzas se ven á veces recortarse en el espacio los en-
cajes de un antiguo minarete morisco, coronado por nuestra
sacrosanta cruz.
Los versos de nuestro poeta traducen en bellísimos pensa-
mientos mucho de lo que habrán sentido otros padres en
idénticos casos, y todo lo que pensamos los que entre las incer-
tidumbres del porvenir, soñamos muchas veces con ese cáliz
APÉNDICE 487
dorado que encierra la amargura de la separación de cuanto
mas queremos en la vida.
Retornemos al poeta sus delicados augurios sobre nuestros hi-
jos, pidiéndole que deshoje estas palabras como flores, á los pies
de su bella y amada Sarali. — La Palabra,
El Dr. D. A. Magariños Cervantes por más que eleve su pensa-
miento le acompaña con las alas siempre abiertas de su inspira-
ción y el perfume de su noble sentimiento.
Ni solloza, ni se alegra, coríizon delicado, por la partida de su
hija; se la entrega al esposo derramando una lágrima sobre los
despojos del salón, y haciendo votos porque los hijos sean va-
lientes y las hijas hermosas, y unas y otros tengan virtud.
En su voto se revela ciudadano oriental, poeta y artista, y hom-
bre de bien, que todo eso es el ilustre cantor de La Cumbre, y
por ser todo eso es el primer poeta de la República Oriental.
Caiga esta flor, abierta por la rmistad, por el respeto y por la
verdad, en las manos del cantor uruguayo, y colóquela él entre
las que no se marchitan en la vida del hombre, como emblema
de felicidad p.ra la espesa y el esposo, sin olvidar á la noble
compañera del poeta y del padre. — Eduardo Flores.
A las líneas con que precedimos sus versos, el poeta de la
tierra oriental, responde de este modo.
Publicamos su respuesta, porque ella retempla nuestro cora-
zón, y justo es que, mientras pocos ó muchos se alimentan con
satisfacciones materiales, á nosotros nos halague una satisfacción
moral, sobre todo cuando ella parte de uno de los más altos re-
presentantes del pensamiento nacional y de un ilustre ciuda-
dano, á la vez que de un hombre de bien.
Sr. D. Eduardo Flores:
Gracias, mi querido Eduardo, porsus líneas en Z(3r Idea de hoy.
Descartando algo de lo que su cariño y espíritu generoso le
inspiran, colocaré con placer esa para mi flor inapreciable, entre
las que no se marchitan en la vida del hombre.
La flor que se abre al soplo de las nobles pasiones que ilumi-
nan su mente y mueven su pluma, es, como tuve ocasión de decir
á Sarmiento :
488 PARA ELLA
.... Flor que no muere.
Porque tiene en el cielo su raíz I
Comprenden y se asocian espontáneamente á los santos afec-
tos de la familia, á los levantados sentimientos, al homenaje á
la belleza, al resplandor de la virtud, al entusiasmo por el valor
y por todo lo que redunda en honra y gloria de la Patria, los que
como un foco perenne de luz é irresistible imán, los llevan den-
tro de su alma, máxime si ésta, como la de Vd., ha sido fundida
en la de un héroe. . . .
Agradezco y retribuyo cordialmente sus votos, y los hago á
á mi vez por Vd., y por cuantos seres le sean caros en el mundo.
Suyo por siempre amigo affmo. — A. M. C.
Junio 33 de 1888.
\ — RECUERDO, pág, 339—Sr. Dr. D. Martin C. Martinez,
Presidente de la Comisión de la Prensa,
Montevideo, Julio 16 de 1888.
Señor:
He tenido el honor de recibir la nota en que Vd. me comunica
que la Comisión de la Prensa, constituida para recibir á los pe-
riodistas brasileros, se ha servido nombrarme por unamimidad
su Presidente honorario.
Agradezco á los representantes de la Prensa de mi país esta
señalada muestra de benevolencia hacia su viejo compañero, y
aunque por causas agenas de mi voluntad, que son notorias, no
me encuentro en estos momentos en las mejores condiciones,
considero un deber y un honor asociarme á un acto que entraña
con el homenaje á la prensa brasilera, un voto de simpatías por
la grande y humanitaria obra á que ella tanto ha contribuido en
la hermosa tierra de Santa Cruz, libre ya de la negra mancha que
la afeaba.
En el último tercio de la vida, veo con íntimo placer que mi
Patria, después de haber por intermedio de su prensa, unido su
voz al coro universal que celebra en el mundo la redención de
los esclavos en el vastísimo Imperio, tiene un aplauso entusiasta
y un abrazo fraternal para los dignos emisarios de sus hermanos
los periodistas brasileros, que con el concurso de su ilustrado y
venerable Emperador, sus estadistas, sus legisladores, y un pue-
blo patriota y generoso, han puesto al servicio de aquella gran
APÉNDICE 489
conquista, el prestigio y la fuerza incontrastable de la opinión
pública, electrizada y levantada por su tenaz y valiente propa-
ganda.
¡ Ejemplo admirable délo que pueden y alcanzan la inteligen-
cia y el patriotismo, cuando los prohombres de una nación y sus
partidos subordinan en un momento supremo hasta sus mas
legítimas aspiraciones, para concentrar todos sus medios de
acción y su esfuerzo mancomunado, al triunfo de lo que responde
á la honra, á la grandeza y al bien de la patria !
Reitera las gracias y saluda á los miembros de la prensa
montevideana por al órgano de su distinguido Presidente con
toda su consideración y aprecio — A. M. C.
W — SOBRE LA TUMBA DE SARMIENTO, referencia
de la pág, )6o, — Como un pequeño arroyuelo comparado con
el Océano, es el número délos que en el mundo tienen ocasión,
tiempo ó afición bastante para leer todo lo bueno que suele es-
cribirse sobre los grandes hombres contemporáneos, especial-
mente después de su muerte.
Siempre hemos creído obra meritoria contribuiría la difusión
y popularizar las fecundas lecciones que esos datos encierran,
asociándolos á la forma rítmica, que acaso vibra por mas tiempo
en la memoria fugitiva de las multitudes.
Esta consideración y el plan que nos hemos trazado, (véase
tomo I, pág, 2()8J, nos inducen á ser pródigos con Sarmiento en
el espacio que le concedemos, y á complementar lo que consig-
namos en las extensas notas del texto, con algunos otros juicios,
rasgos y pensamientos que, unidos á los anteriores, forman la
digna guirnalda de una de las primeras y legítimas glorias de
América y del mundo. En la imponente apoteosis celebrada re-
cientemente en Buenos Aires (el 21 de Septiembre de 1888),
el pueblo argentino, de quien fué uno de los grandes apóstoles,
redimido de la tiranía, y representado por todas las clases so-
ciales, ha depuesto esa guirnalda sobre su tumba, y con el rocío
de sus lágrimas se ha abierto ya en ella la Flor auE no muere,
ó como dice el texto, la que
Jamás su vida ni perfiíme agota.
Porque tiene en el cielo su raiz.
Noviembre x6. — 1888.
490 SOBRE LA TUMBA DE SARMIENTO
•
Entre todos los jucios que conocemos sobre el libro principal
de Sarmiento, ninguno nos ha parecido mas acertado que el de
el Dr. Blanco, publicado en los Anales del Ateneo del Uruguay
en 1882. — Los párrafos que van á leerse son el complemento
de las breves líneas anotadas en la pág. 360 cit.
¿Quién descifra la esfinge ?
¿ Cuál es la mano vigorosa que se apodera del modelo y pinta
al gaucho y nos revela su secreto, su vida, su alma, en páginas
que guardará la historia?
El momento es solemne. Más tarde será necesario recomponer
la legendaria personalidad con los vestigios que ha dejado en su
vertiginosa carrera, como se recompone el ser extinguido con los
restos encontrados en las capas geológicas.
Pero el lema del gaucho, del caudillo, ha sido como el del an-
tiguo sajón : Nulla vesiigia retrorsum, ¡ Nada detrás de mí !
Importa, pues, á la historia, á la literatura y á la leyenda de
estos países, detener un instante esa creación fantástica de nues-
tra época de hierro, para fijar su misión y su destino, su vida y
su acción en nuestro suelo, antes de que la losa funeraria, pronta
á caer, la haya ocultado para siempre.
Por fortuna, la tarea ha sido ya realizada.
Se ha descifrado la esfinge y descubierto su secreto á las épo-
cas venideras.
Hay un libro que lo ha revelado en páginas inimitables, donde
aparece todo con su asombrosa originalidad, teatro y actores.
Es el Facundo de Sarmiento.
Escrito en 1845, cuando la tiranía de Rosas había completado
su obra, pasando el rasero de la sania federación por todas las
cabezas y abatiendo las que no se doblegaban, refleja un cuadro
histórico empezado en 1810, donde se ve, de un lado, la tribu
triunfante con el caudillo de ruanos rojas en el alto solio, de
otro, los caciques inferiores que intentan disputarse la herencia
feudal del señor de las ocho provincias, caído en Barranca-Yaco
al golpe de la espada de Santos Pérez, y en el fondo, la extensa
llanura, la dilatada zona, que guarda en sus arenas y en sus bos-
ques, con el gaucho 7naloy el comandante de campaña, el embrión
de donde salieron Rosas, Quiroga y Aldao, á la vez que por in-
APÉNDICE 491
explicable contradicción, personalidades gloriosas, cuyos hechos
se agrandarán á medida que el tiempo venga á separarnos mas de
la época en que se produjeron.
Todo en ese libro está á la altura del asunto: pensamiento y
forma. — Juan Carlos Blanco.
1882.
Fué en su período de presidente, que el hilo eléctrico puso en
contacto todos los pueblos de la república y que los rieles de
los trenes empezaron á extenderse para llegar á formar más tarde
la red completa que ciñe y estrecha el territorio de la república.
Fué él que organizó una oficina topográfica, que creó el censo,
que nos dotó de un observatorio astronómico, y el que realizó,
en fin, muchísimas otras obras que tienen contacto directo con
los propósitos que persigue la asociación (Sociedad geográfica ar-
gentina) en cuyo nombre hablo. — /. B. Astigueta,
1888.
El que refiriéndose á la oración de Avellaneda sobre la tumba
de Velez Sarsfield, decia: «la selva era digna del cónsul», no ha-
llará para su triunfo mortuorio, por grande que sea la elocuen-
cia de sus panegiristas, el lienzo que reproduzca en toda su fron-
dosidad el roble corpulento, ni el brazo que alcance con la corona
de laurel hasta la frente de la soberbia estatua de dimensiones
andinas. — José M, Sienra Carrancla,
Todo hombre de acción ó de pensamiento tiene en su vida un
discurso ó una palabra que reasume su vida y cuyo eco repite la
posteridad. El discurso de Sarmiento, por excelencia, es el que
pronunció en la convención de Buenos Aires en 1860, en medio
de opiniones disidentes que olían á pólvora, al día siguiente de
una batalla.
Con ese discurso él hizo borrar de la constitución el nombre
de Confederación Argentina, triunfante por las armas, haciendo
estampar en ella el glorioso nombre de «Provincias Unidas del
Río de la Plata», juntamente con los históricos nombres de Re-
pública Argentina y Nación Argentina de la tradición liberal,
que han prevalecido.
Hemos principiado, dijo Sarmiento, este debate tan difícil en
492 SOBRE LA TUMBA DE SARMIENTO
los términos mas acres y con el corazón cargado de hiél ; pero el
debate con la razón, con la verdad, produce siempre los mismos
resultados que ha producido aquí. Todas las pasiones hostiles
han desaparecido, y hoy estamos en fin unidos por los mismos
sentimientos. Todos hemos concluido por hacernos justicia.
I Que se levanten, pues (volviendo la vista hacia los bancos
de la oposición y poniéndose involuntariamente de pié ), y que
exclamen con nosotros: queremos unirnos, q.ueremos volver á
SER LAS Provincias Unidas del Río de la Plata.
( La convención se pone de pié en masa; las tribunas de la barra sofocadas
por nn inmenso concurso, se conmueven, el presidente y secretarios se levan-
tan de sus asientos, y todos los concurrentes y los convencionales dándose las
manos, prorrumpen en gritos de: ¡Vivan las provincias Unidas del Rio de la
Plata ! ¡ Viva la convención de Buenos Aires! j Viva Sarmiento! disolviéndose
la sala después de declarada por aclamación sancionada la reforma en medio de
la emoción del público. — La prensa argentina.
Señores, la obra fecunda de Sarmiento no ha concluido con su
vida. Habíase esparcido en estos últimos tiempos la creencia
funesta deque la nación argentina, arrastrada en la carrera de su
prosperidad material, venia olvidando ya los altos y puros idea-
les. Hoy venimos á desmentir magníficamente esa calumnia y
demostrar que el materialismo argentino puede ser una fiebre pa-
sajera y superficial, pero que no están contaminadas las fibras ín-
timas del alma nacional. La gran metrópoli comercial no existe
hoy sino para la apoteosis de un apóstol de la idea : se agrupa
toda entera al rededor del féretro de un hombre pobre, de un
maestro de escuela, de un escritor! Pues bien, ya que habia de
llegar este momento inevitable y fatal, ya que Sarmiento habia
tocado al término de su prolongada y gloriosa existencia, bendita
sea su primera hora de inmortalidad, puesto que rasga el velo de
nuestros sofismas y muestra al sol de la verdad el alma desnuda
de un gran pueblo. La apoteosis de Sarmiento nos ha devuelto
nuestra verdadera actitud, es la vindicación de nuestro buen
nombre ; y así puede decirse que después de muerto ha ganado
su mas bella victoria este nuevo Campeador. Sarmiento vivo era
grande, pero su mármol estatuario se levantará mucho mas arriba
délo que alcanzara en sus años de lucha y triunfo, porque cada
habitante de la república entera ha traído una piedra para su glo-
rioso pedestal ! — Pablo Groussac,
APÉNDICE 493
X— GREGORIO S. ORTIZ.-^ Referencia de la pág. ^76, —
Nuestra opinión sobre el tiranicidio está consignada en términos
inequívocos, en el juicio crítico que hicimos del libro del Dr.
Ordoñana: Interesantes correspondencias á la Asociación Rural
del Uruguay y publicado en 1887.
«Excusamos advertir, dijimos entonces, que en tesis general, la
doctrina del tiranicidio está condenada por la razón y la expe-
riencia, y que sólo se acepta como hecho y recurso desesperado
de los pueblos, cuando mandatarios infieles han colmado con
sus desmanes la medida del sufrimiento, y no hay otro medio
para libertarse de ellos y del cúmulo de males que ocasionan.
Entenderlo de otro modo, es peligroso, de resultados funestos
y contraproducentes, como hemos visto en San Juan y en otras
provincias argentinas.»
1887.
Sobre la tumba de Gregorio S. Ortiz no debiera inscribirse
sino este epitafio /wir/íV/ porque su muerte simboliza un he-
cho que será inmortal en los anales déla historia.
Cuando la patria gemía, el dio el alto ejemplo de sacrificar
por ella su existencia.
¿Fué un iluso? ¿fué un poseído?
Tuvo la pasión del amor á los principios llevada hasta el mar-
tirio.
Pasará el tiempo, y su figura se agigantará revelando al mundo
que en esta tierra la virtud cívica no ha sido una palabra vana.
No muere en la conciencia popular el nombre ni el recuerdo
del que nos trazó con su sangre la senda del deber, en época en
que todo pareciera sumido en el lodo y la vergüenza.
Por eso se recuerda su noble acción y su apellido, ya inmorta-
lizado en la jornada de los Treinta y Tres fundadores de nuestra
nacionalidad. — La Época.
1888.
Solicitado el doctor don Juan Carlos Blanco, para que tomara
la palabra, en el banquete dado el 23 de Octubre á los Dres.
Martinez y Acevedo, — levantó la voz para historiar la vida de
La Razón, desde su nacimiento hasta la época actual, en frases
elocuentísimas que arrancaron nutridos aplausos al auditorio. Re-
cordó las épocas calamitosas en que los redactores de este diario
494 GREGORIO S. ORTIZ
mantenian en la prensa el baluarte último contra el despotismo
triunfante, y dijo que así como del polvo del último de los Gra-
cos nació Mario para vengar á las libertades públicas ultrajadas,
habia surgido la personalidad de Ortiz del polvo de Teófilo Gil,
caído gloriosamente en el Quebracho. El discurso del doctor Juan
Carlos Blanco concluyó entre grandes manifestaciones de aplau-
sos. — La Ra^ón.
1888.
Plácenos entresacar de los discursos leídos en la fiesta cele-
brada en Buenos Aires los párrafos siguientes.
Hechos y hombres extraordinarios los de aquella época, (1825)
se presentan ante la imaginación de los contemporáneos con el
prestigio de sus prolongados sacrificios y sus gigantescas haza-
ñas. Diríase y con razón, que el temple de sus almas se habia
modelado á semejanza del de los hijos de la antigua Esparta,
teniendo por norte y por objetivo de su existencia, el culto
sagrado de las pasiones heroicas, que colocaban el amor d ¡a
patria, como la primera y la mas poderosa de las afecciones
morales. — Juan A, Golfarini.
1888.
Este recuerdo de la niñez, (las primeras luchas en la prensa,
defendiendo las tradiciones nacionales) que se refiere á veinti-
cinco años de distancia, que evoca un debate menos solemne
que característico de su tiempo, y que por el prestigio intelec-
tual del adversario mostraría que en todas las épocas puede la
exaltación de la pasión legítima poner la honda de David en la
mano de la mas tierna criatura, — sirve para sugerir también el
ejemplo de como la reñexion y la experiencia, y los nuevos
datos alumbrados día á día por la antorcha de la historia, coope-
ran ala justificación délas causas nobles, imponiéndola admi-
ración de los gloriosos sacrificios y la vindicación de los grandes
movimientos populares.
• •••••••••••••••••••
Entre tanto, no somos míseros juguetes de ilusiones de la va-
nidad cuando, cada año, próspera ó adversa la fortuna, en el
seno de la patria, bajo el cielo hospitalario de la patria hermana,
ó por lejana que sea la distancia, donde quiera que existen
APÉNDICE 495
orientales palpitan los corazones al unisón, y se escapa desde
el fondo de las almas el grito del entusiasmo, bendiciendo en
este día el acta redentora que proclamó, con nuestra emancipa-
ción de todo poder extranjero, el hecho de la absoluta indepen-
dencia, afirmada por la voluntad soberana y sustentada por el
brazo armado del pueblo que recobraba sus derechos.
Tal es el suceso histórico que justifica nuestra arrogancia,
basándose en la mas alta fórmula de la existencia de una nación
independiente: por la ra\on ó la fuer:{al — José M. Sienra
/Oarrania.
1888.
Y— ERNESTO VILLAR. — Véase pág, ^77,
^Primero mi verdugo sea mi mano
Que recibir de un déspota insolente
El perdón de ser libre y ser Cubano. :h
Los juveniles labios de este niño heroico Ernesto Villar, re-
petían frecuentemente la inspirada estrofa del intransigente
poeta desterrado. Su inteligencia clara y vigorosa unida á un
temperamento entusiasta y apasionado, sabía comprender toda
la energía y patriotismo que encerraba ese grito de indignación,
que se complacía en recordar cuando se trataba el tema poético
en las conversaciones amistosas. Sus amigos conservan el re-
cuerdo de esa cita, como también la evocación constante que
Villar hacía del sacrificio de Catón de Utica.
De esa manera explican su muerte por no rendirse á las fuerzas
triunfantes en el Quebracho; la explican en esa tendencia al culto
de los grandes rasgos de patriotismo y de valor consignados en
las historias de Grecia y Roma, á cuya lectura se dedicaba afa-
nosamente el malogrado niño. Esa tendencia al culto del herois-
moy el arrojo y precipitación de sus resoluciones, continuamente
extremas, nos dan la clave de su muerte.
En futuros libros de lectura escolar, esperamos ver consigna-
do ese rasgo espléndido de patriotismo, desgraciadamente estéril,
realizado por Villar.
Será un admirable ejemplo, por extraviado que se le considere.
Mas admirable aun si se piensa que lo realizaba un niño, que
recien acababa de cumplir los 18 años.
I Un niño de 18 años! ¡Cuan inmensa y profunda fé debía
496 ERNESTO VILLAR
albergar su alma en la justicia de la causa que defendía: llegó á
creer una vergüenza sobrevivir á la derrota!
No cabía en su mente la idea de una rendición. Al serle inti-
mada contestó con altivez: / Yo no me rindo! — y encarándose
con sus compañeros les apostrofó con estas palabras: ¡Es una
vergüenza que siendo orientales nos rindamos de esta manera.
Yo no me rindo. Antes me mato!
Y descalzándose un pié, lo apoyó en el gatillo del fusil apli-
cado b^jo la barba, y se destrozó el cráneo. . .
Villar era oriental. Nació en Montevideo. Poco tiempo hacia
que habia desempeñado un empleo en la casa de GalliyC*
Allí hemos recogido estos datos y otros que publicaremos con
mas tiempo y espacio para enaltecer cual se merece la memoria
resplandeciente del niño heroico. — Alberto Palomeque,
1886.
Z— SOLIS Y COMPAÑEROS.— V, pág. ^75. — Por los in-
teresantes datos que contienen, además de su mérito histórico y
literario, honramos estas páginas con algunos párrafos del bello
discurso pronunciado por el Presidente de la Comisión inicia-
dora, en la inauguración del monumento de la referencia.
« Hacemos memoria de los marinos que bulliciosamente se
desprendían de las playas españolas en el primer tercio del siglo
XVI, en busca de nuevos mundos que descubrir y de nuevas
tierras que explorar, fiando sus vidas y movimientos á naves de
escaso tonelaje, confiados á rústicos astrolabios que habían de
indicar en las inciertas navegaciones, los rumbos que se reco-
rrían y las latitudes que se cortaban.
Rememoramos, pues, á los que así cruzando los mas procelo-
sos mares, abordando encrespados golfos y surcando ensenadas
y ríos velados por desconocidas gentes, habían de llegar y lle-
gaban á estas alturas, los unos para morir con el infortunado
Solis en aquellas dunas que se divisan en el horizonte, los otros
con Gaboto para penetrar con varonil ardimiento en ese mar
interior que se desplega á nuestra derecha, denominado Paraná"
Gua^úy los otros para remontar este nuestro espléndido Uru-
guay, y perecer con Alvarez Ramón á manos de los aborígenes,
en el dédalo de Tarantanas.
Se observa también, desde esta cúspide de Punta Gorda, los
APÉNDICE 497
paralelos hasta los cuales llegó el denonado Magallanes, los re-
conocimientos que ejecutó el piloto Serrano con la carabela
SantiagOy las desconocidas corrientes que surcó el alentado Die-
go Garcia, el emplazamiento que sucesivamente ocuparon Anto-
nio Grajeda y Juan Romero en la embocadura de San Juan de
Aguiñandi, los canales por los cuales discurrieron los perpetua-
mente mentados Oyólas, Irala, Garay, Arias de Saavedra, el Pa-
dre Guzman, Zabala, todos para las respectivas conquistas é ins-
talaciones sociales de la Asunción, Buenos Aires, Soriano y
Montevideo, y algunos para morir á manos de los indígenas des-
pués de escalar los Andes y cruzar los más enmarañados bos-
ques.
Se divisa, además, desde esta cresta, la estela que debieron
descubrir las almadías de Salinas, penosamente cruzando de Za-
rate á la boca del arroyo que se denominó de las Vacas, para
constituir la riquísima colonización pecuaria del Oriente del
bajo Uruguay, y se descubren, en fin, los caminos fluviales que
en nuestro siglo recorrieron los voluntarios de Liniers para la
reconquista de Buenos Aires ; las silenciosas flotaciones que en
el delta hicieron las chalanas de los inmortales Treinta y Tres,
para producir la libertad y la independencia oriental, jurada por
el egregio libertador Lavalleja en las umbrías riberas de la Agra-
ciada, y la batalla librada por el almirante Brown en esa espaciosa
cancha del Juncal, que totalmente dominamos, en victoriosa
pelea. — Domingo Ordoñana,
1888.
AB — LA caída del laja, referencia delapág. 414, —
Romances históricos y descriptivos. — La poesía americana
SEGÚN LOS poetas Soffia Y CoRONADO. — Tienen por objeto las
notas, entre otros, acumular datos y temas dignos de ejercitar el
ingenio y el estudio de nuestros jóvenes poetas y escritores, pág.
298, tomo L Por eso transcribimos la siguiente descripción, to-
mada de un periódico chileno. El Mercurio de Valparaiso, sino
nos es infiel la memoria.
La mayor cascada del mundo, — Generalmente se cree que este
puesto corresponde á la del Niágara, porque es la mas visitada y
descrita por los viajeros, pero aun hay otra mucho mayor y mas
498 LA caída del laja
imponente en Chile, la caída del Laja, sólo que la falta de cami-
nos impide visitarla.
Véase cómo la describe un viajero en la Gaceta geográfica,
« ¿Cómo pintar semejante cuadro? Un río, un río poderosísimo
que se lanza entero en un abismo de sesenta y seis metros de
profundidad, justamente la altura de las torres de Nuestra Se-
ñora de Paris, y veinte metros mas que el Niágara (45 metros
75) con el estrépito mas espantoso que he oído en mi vida.
La catarata, dividida en dos partes como la del Niágara, por
una isla parecida al Goat Islán , se despliega en dos inmensas te-
las que caen sin interrupción y sin descanso, sin que nada pueda
detenerlas en su carrera. Los oídos quedan sordos y los ojos casi
ciegos, y sin embargo, no trata uno de arrancarse á la contem-
plación de aquellas magnificencias.
Estaba mojado, empapado por la atmósfera húmeda que reina
al rededor de la catarata^ y con los ojos desmesuradamente abier-
tos contemplaba la espantosa trayectoria de las dos caídas que
debieran lógicamente llamarse «el salto chileno» y «el salto
araucano». Pero esto no es todo. El marco corresponde al cua-
dro. ¡Qué fisonomía tan austera y salvaje presenta el país que
contiene las cascadas!
En el fondo, la cadena de las cordilleras escalonadas hasta per-
derse de vista y cubiertas de su blanca sábana; en medio de ellas,
el volcan eternamente activo, y por todos lados la voz terrible
de la cascada, cuyos cristales se descomponen, al caer, en los
colores del arco iris. »
Romances históricos y descriptivos — Abrimos hoy una nueva
sección para transcribir, ya extractos, ya composiciones íntegras
de un género de literatura especial, no por la forma, sino por la
originalidad de su objeto, importante bajo muchos aspectos y
que poco se ha cultivado entre nosotros.
Nos proponemos al hacerlo, despertar el gusto si es posible,
por esta clase de composiciones literarias, referentes á lejanas
épocas de nuestra historia, y cuyo fin primordial es dará conocer
bajo la forma poética, el carácter, las costumbres, los hábitos de
las razas primitivas que habitaban estas regiones antes de la
conquista.
Hay aquí un campo vastísimo donde puede ejercitarse la ima-
APÉNDICE 499
ginacion del poeta ó del novelista con fines útiles y elevados.
Los anales de aquellos tiempos son oscuros y confusos, y la crítica
histórica hasta ahora poco se ha preocupado de aclararlos. Los
autores españoles, únicas fuentes á que se puede recurrir en
estas materias, se ocupaban mas en exagerar sus proezas, que en
estudiar á los pueblos que sus compatriotas conquistaban.
La novela histórica, el drama, el poema, pueden contribuir,
ciñéndose en cuanto sea posible á la verdad y á la verosimilitud, á
despejar las sombras de aquellas edades primitivas, reproducien-
do en cuanto lo permitan los conocimientos, las escenas de la
vida salvaje, el carácter de las razas aborígenes, sus costumbres
domésticas, sus reuniones públicas, sus ideas, su religión, su
manera de expresarse y sus guerras, tanto civiles como contra el
dominio extranjero.
Asilo han comprendido algunos de los literatos mas notables
del Plata, como A. Magariños Cervantes, Adolfo Berro, Juan M.
Gutiérrez, Vicente F. López y otros, que han ensayado este gé-
nero de composiciones — El Espíritu Nuevo.
1879.
Justo nos parece incluir en este número al distinguido poeta
chileno D. José A. Soffia, fallecido hace pocos años en Colom-
bia, donde era ministro residente de su patria, el que en las po-
cas composiciones que nos dejó, supo demostrar que compren-
día, sentía y sabía realzar las maravillas de nuestro continente,
con rasgos tan bellos como éste, en su soneto Á los Andes, anti-
cipándose al día en que los cruzara el ferro-carril :
¡ Deja que trepe tu eminente cima,
Y vuele audaz hasta la opuesta zona
El gran motor que todo lo reanima !
¡ Al par de tu grandeza al mundo asombre
La fuerza humana, y sirva de corona
Al portento de Dios la obra del hombre!. . .
1874.
Dirigiéndose á su compatriota el joven poeta D. Ambrosio
Montt, con motivo de su libro : Veladas líricas, le dice :
«La descripción exacta y la pintura natural del Cosmos, que
confunde y enlaza lo inanimado con lo racional, son temas ina-
500 LA caída del laja
gotables y modelos preciosos que espíritus observadores y vivos
como el suyo, deben explotar con originalidad y constancia. El
desengaño para los escépticos, las lágrimas para los cobardes!
Le pido, pues, una descripción de la naturaleza espléndida que
lo rodea, con sus peculiaridades y atributos, seguro de que su
desempeño corresponderá al asunto y al genio del poeta !
« En América necesitamos poesía americana. Nada he leído
que haya dejado mas honda huella en mi espíritu que el Celiar
del señor Magariños Cervantes, por el sabor local que su leyenda
encierra. La pintura de las faenas campestres, del payador, de
las reuniones de familia, déla locuaz guitarra y del maie servido
bajo la sombra del ombú, son todavía solaz de mi memoria; y
hace veinte años largos que no he vuelto á divisar en parte al-
guna aquel libro con olor á tomillo. » — José A. Soffia.
1885.
No es menos explícito el joven bardo argentino, uno de los de
su generación que vuelan mas alto; poeta de ley, inspirado en las
nativas fuentes, y autor, entre otros, del Canto de guerra de los
Querandies, En las islas del Paraná, A mi patria^ y La cautiva,
1 Cómo en esta última, personificación de las Malvinas, truena
y estalla en patrióticas y viriles estrofas contra el inglés usurpa-
dor, vencido y obligado en la reconquista de Buenos Aires, á
entregarse á discreción en sus calles; y como indignadas hacen
oir las olas del platino río
<c . . . . á San Martin su arrullo,
Y al ronco mar los gritos del Pampero !
« Allá, tras la neblina
En que parece que á tocar sus brumas
El cielo al mar se inclina.
Hay una tierra que nació argentina
Y en la borrasca se ciñó de espumas.
« A aquella tierra un día
El sol de Mayo la besó en la frente,
Y hoy llora todavía
Perdida y sola en la extensión vacía
Con el recuerdo de su amor ausente.
APÉNDICE 501
« Cual víctima expiatoria
A su cadena la amarró el pirata
De aventurera historia,
Para olvidar la tempestad de gloria
Que á sus milanos arrojó en el Plata ! »
1879.
Buenos Aires, Setiembre 8 de i88jí.
Distinguido señor:
Mi amigo el poeta Obligado acaba de entregarme el ejemplar
de su hermoso libro «Palmas y Ombúes» que Vd. ha tenido la
amabilidad de enviarme, y que ha llegado á mis manos con algún
retraso por haber estado yo ausente de esta ciudad hasta ahora.
Sintiendo por Vd. una profunda simpatía desde muchos años
atrás, quizá esté de mas decirle con cuanto gusto é interés he leí-
do su último libro. Él viene á la vez á proporcionarme el placer
de dirigirme á Vd., expresándole el cariñoso respeto que siem-
pre me ha inspirado su personalidad literaria.
Es Vd. para mí, en efecto, uno de los mas valientes é infatiga-
bles luchadores de las letras americanas ; y comparte, con D. Juan
Maria Gutiérrez, el inolvidable maestro, la gloria de haber con-
tribuido con una vida de labor y propaganda continuas, á enca-
minar la literatura en el Plata por la senda luminosa que le trazó
Echeverría, f V, Pág. ^96.)
Partidario decidido de esta escuela, (si así puede llamarse á
tan natural y lógica tendencia del espíritu) que hace de la patria
el principal, ya que no el único centro, en torno del cual puedan
girar todos los vuelos de la inspiración, Vd. y don Juan M. Gu-
tiérrez, verdaderos patriarcas de la lucha por el